lunes, 24 de enero de 2022

Juicio a los criminales de la guerra en Siria*

 Juicio a los criminales de la guerra en Siria*

 

Carlos Martínez Assad

 

"El infierno está en las cárceles sirias", expresó hace unos años el politólogo belga Pierre Piccini, un observador profundo de lo acontecido luego de las primaveras árabes. Para él, "sí hay un infierno en la Tierra, está en los centros de detención en Homs y Damasco", lugares de Siria donde pasó semanas observando lo que sucedía, hasta que fue expulsado. Él mismo fue encarcelado por mostrar sus simpatías con el Ejército Sirio de Liberación; pudo presenciar algunas torturas a presos hacinados compartiendo su suerte con refugiados sudaneses, palestinos y afganos. Debido al apoyo solidario de los presos pudo conseguir un teléfono para comunicarse con un amigo que dio parte al gobierno belga, quien logró que fuese liberado.

Aún no se preveía lo que sucedería en Siria con una guerra sin cuartel inicialmente en contra del régimen, transformada luego en un campo de batalla de numerosos grupos radicales islámicos herederos de Al-Qaeda, del surgimiento del temible grupo terrorista Daesh y del juego de las potencias extranjeras.

El sirio Yazan Awad, de 30 años, contó a El País el 10 de junio de 2018 sobre los días de su cautiverio en una prisión militar, donde le destrozaron la pierna con un garrote y sufrió otros tormentos, según contó en un proceso realizado en Alemania contra el gobierno de Bachar al-Asad. Varios expedientes fueron sustraídos discrecionalmente desde entonces para demostrar las atrocidades de ese régimen, de acuerdo con un paquete de 26 mil 948 fotografías de los cuerpos sin vida presuntamente de los detenidos por el régimen sirio. "Las imágenes prueban el patrón de abusos sistemáticos, la cruel cotidianidad y las condiciones infrahumanas de las prisiones sirias. Amnistía Internacional cifra en al menos 17 mil 723 las víctimas mortales de los centros de detención".

Entre los testimonios relacionados con ese mundo carcelario destaca el de Mustafa Khalifa, en El caparazón. Diario de un mirón en las cárceles de al-Assad (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, España, 2017). Con lujo de detalles el protagonista, un árabe cristiano, cuenta el infierno carcelario, la escasa y pésima comida, los retretes sucios, las enfermedades, el abandono, los malos olores y el repertorio de atrocidades que se cometen contra aquellos seres sumidos en la de­ gradación en ese diario transcurrir y sobre lo que puede hacer la autoridad para acabar con la dignidad humana.

Recordaba Awad que en Alemania contactó al abogado Anwar al Bounni, quien estuvo preso entre 2006 y 2011, y junto con el abogado Mazeb Darwish, apoyado por el Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales, se han dedicado a un "litigio estratégico" para llevar tras las rejas a sus torturadores, logrando así la orden de detención internacional contra Jamil Hassan, director de inteligencia militar de Al-Asad.

El abogado AI-Bounni se ha dedicado durante varios años a trabajar para llevar a la justicia europea a criminales de guerra. Nacido en Hama, de una familia de militantes de izquierda, fue arrestado por fuerzas de seguridad en Siria después de firmar la Declaración de Damasco que contenía un llamado a reformas pacíficas. Hombres armados lo secuestraron y pasó cinco años en prisión entre 2006 y 2011, donde fue torturado. Exiliado en Berlín, ha coincidido no solamente con otros refugiados sino con los criminales sirios que huyeron de su país, lo cual permitió el encuentro con el coronel Ruham Raslan, quien estuvo involucrado en su arresto. Es importante subrayar que, al haber albergado a cerca de 1 millón de sirios, Alemania permitió el encuentro entre víctimas y victimarios.

Desde febrero de 2020 la Audiencia Territorial de Coblenza condenó a cuatro años de prisión a Eyad Alghareib, exministro de inteligencia militar sirio, acusado de "complicidad en torturas sistemáticas" que el tribunal logró demostrar en 30 casos. También se abrieron los procesos en contra de Raslan el 23 de abril de 2020, convirtiéndose ambos en los primeros casos juzgados en Alemania bajo el principio de justicia universal contra crímenes cometidos en Siria, equivalentes a crímenes contra la humanidad, en una acción apoyada por Francia.

El asunto ha debido sortear varios puntos, primero porque Raslan huyó de Siria de manera temprana y, como muchos otros migrantes, se refugió en un campo en 2012, y para 2014 participó en una conferencia de paz en Ginebra como representante de la oposición siria. Su visa le permitía viajar entre Jordania y Alemania. El tribunal de Coblenza condenó a cadena perpetua al excoronel Raslan el pasado 13 de enero por haber asesinado a 27 personas, infligir lesiones graves contra 25 y haber torturado a muchas más, además de ejercer violencia sexual contra otros detenidos.

La importancia de este juicio estriba en que es el primero que logra acogerse al principio jurídico de "competencia universal". Permite actuar contra los autores de crímenes cualquiera que sea el lugar donde fueron cometidos y sin importar las nacionalidades de los perpetradores y de sus víctimas. Impulsado por Francia, este juicio requería, pese a los antecedentes que ya se habían denunciado de Raslan, comprobar fehacientemente los delitos cometidos. Así se logró demostrar el arresto de 30 manifestantes contra el régimen sirio en Douma y su traslado a la cárcel conocida como la rama 251, en Damasco.

El proceso fue poco común. Contó con 106 audiencias en las que comparecieron 80 testigos, entre ellos 50 supervivientes de ese centro de detención. Por primera vez se presentó el dossier Cesar, el nombre de un transfuga del régimen sirio que huyó en 2013 llevándose consigo 45 mil fotografías de cadáveres de detenidos. El proceso contó con el apoyo de activistas sirios exiliados y de ONG internacionales gracias a su recolección de documentos y de testimonios de abusos en contra de ciudadanos sirios.

El acusado ha negado los cargos y afirma no haber participado ni en las aprehensiones ni en las torturas ni en los trabajos de la prisión que se le atribuyen. Lo contradice Mazen Darwish, defensor de los derechos humanos y fundador en 2012 del Centro Sirio por los Medios y la Libertad de Expresión. Raslan trabajó para el régimen de Asad arrestando a disidentes y prestando servicios de seguridad al régimen.

Pese a lo que el juicio ha demostrado, la comunidad internacional ha dejado solas a las víctimas y a los supervivientes de la guerra y no ha estado en capacidad de defender su dossier en la Corte Penal Internacional (CPI), que sería la vía para la justicia, según la opinión de Lynn Maalouf, directora adjunta para Medio Oriente y África del Norte de Amnistía Internacional.

Damasco no forma parte del estatuto de Roma en el texto fundador de la Corte, como tampoco forman parte otros Estados como Israel, y sólo el Consejo de Seguridad de la ONU puede establecer esa jurisdicción, opción que Rusia veta.

Ruham Hawash, superviviente de la guerra en Siria, estuvo del lado de la parte acusadora en un comunicado del Centro Europeo de Derechos Humanos y Constitucionales (ECCHR, por sus siglas eninglés), que consideró el veredicto sólo como el principio de un largo camino. Y el secretario general de ese organismo, pese a todas las limitaciones de la justicia internacional, puede ser la "última esperanza para las víctimas de los crímenes más graves". Como sea, la sentencia ha sido calificada como "una señal histórica en la lucha en todo el mundo contra la impunidad".

Nuevos procesos pueden abrirse apoyándose en los principios que se han establecido, y otras audiencias en Alemania preparan ya nuevos casos. Se trata de una etapa importante pero insuficiente para juzgar a todos los criminales en contra de la humanidad.

 

*Publicado en Revista Proceso, núm. 2360, el 23 de junio de 2022


Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente

Universidad Nacional Autónoma de México

Tel. 5622-7400 ext. 322


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