EEUU incapaz de hacer frente al eje ruso-chino
Washington es muy consciente de que en los últimos diez o quince años ha crecido otro actor global que va a superarle: China. Esta contó con el apoyo de los propios EEUU, que, debido a la codicia capitalista, no podía prescindir de la mano de obra barata y trasladó a muchas de sus empresas allí. Criaron al dragón y ahora observan con nerviosismo que Pekín construye portaaviones y va camino de convertirse en la primera potencia económica mundial a finales de esta década.
Cuando comprendió que China iba sin ninguna duda a sobrepasarlo, EEUU intentó crear en primer lugar una alianza anti-china llamada Quad o Diálogo Cuadrilateral. La organización, que incluye a India, Japón, Australia y EEUU, tiene un objetivo declarado: “El desarrollo de una asociación de seguridad basada en principios y valores comunes”. Pero ni una palabra sobre China. En contraste, la OTAN declaró a Rusia una “gran amenaza para la seguridad europea” en su última cumbre.
Al final, el Quad fracasó principalmente debido a la posición de India. Francamente, ¿a quién le importan las opiniones de Japón y Australia en esta historia? Estos países tienen una única política exterior: seguir la estela de Washington. Y eso es un eufemismo para no decir que son colonias de Washington. India, sin embargo, es una gran potencia miembro del BRCIS y no está dispuesta a unirse a los juegos de Washington en la región del Indo-Pacífico y sacrificar su soberanía en el proceso. Participar en algunos ejercicios y lanzar proyectos locales conjuntos con los japoneses es una cosa. Pero India no tiene intención de poner en práctica una política contra China. Un país con más mil millones de habitantes nunca será un vasallo estadounidense. La política independiente seguida por el primer ministro indio Narendra Modi con respecto a Rusia y las sanciones occidentales lo demuestra muy bien.
El surgimiento de AUKUS, que une a las fuerzas estadounidenses, británicas y australianas, puede considerarse el segundo intento de EEUU de formar una alianza anti-china. El formato trilateral de la alianza no es definitivo y Washington tiene la intención de involucrar a Corea del Sur, Japón y otros países que “se sientan amenazados por China”. Esta es su intención, pero hasta ahora tampoco ha conseguido reclutar más que al Reino Unido, convertido en otra colonia estadounidense con muy poco peso real, y a Australia, a la que EEUU ha prometido una flota de submarinos de propulsión nuclear. Ninguno de estos dos países preocupa a Pekín.
El resto de países asiáticos no está dispuesto a implicarse en una alianza militar antichina. China es el mayor socio comercial de la mayoría de estas naciones y mantiene unas buenas relaciones con ellas. Y ha facilitado numerosos créditos en buenas condiciones a los países de Asia y el Pacífico alejándolos así de cualquier alianza hostil en su contra promovida por EEUU.
Sin embargo, los intentos de EEUU de crear una alianza anti-china sí han tenido consecuencias: el acercamiento o alianza entre China y Rusia. Ambos países están embarcados en la actualidad en diversas crisis con EEUU: en Ucrania, en el caso de Rusia, y en el Estrecho de Taiwan y el Mar de China Meridional, en el caso de China. El gigante resultante es un bloque mucho más poderoso de lo que fue en su día el Pacto de Varsovia, en especial porque ambos países están más próximos entre sí políticamente que nunca y tienen una larga frontera común. Una amenaza común siempre une mucho más que un éxito común.
El tratado de 2001 entre Moscú y Pekín menciona “consultas inmediatas en caso de amenaza de agresión a cualquiera de los dos países”. Muchos creen que esto ya es en sí el reconocimiento de facto de una alianza militar. China ha rechazado las sanciones occidentales contra Moscú por la crisis de Ucrania y ha incrementado las importaciones de gas y petróleo de Rusia. La posible visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, a Taiwán podría dar lugar a un conflicto entre China y EEUU por lo que el Pentágono ha recomendado a la Casa Blanca que no se realice.
¿Qué puede hacer una OTAN clásica para contrarrestar el poder binario de Moscú y Pekín? Prácticamente nada: la mayoría de los teatros de guerra potenciales están tan lejos de Europa que requerirían una reestructuración radical de toda la estructura militar. Para contener a China, sería necesario desplegar una gran fuerza de ataque cerca de las fronteras de ese país, como se está haciendo actualmente contra Rusia. ¿Pero dónde se desplegarían? Ningún país asiático estaría dispuesto a recibirlas. La proyección del poder militar a través de portaaviones también es arriesgada. China tiene hoy misiles capaces de enviar a los portaaviones estadounidenses al fondo del mar.
Durante mucho tiempo, la OTAN no tuvo un enemigo real. Incluso después de 2014, Washington y Bruselas no creían en el regreso de una “nueva URSS” representada por Rusia. Hace unos años, el ex consejero de Seguridad Nacional de EEUU, Zbigniew Brzezinski, dijo que la diferencia para Rusia entre ser una superpotencia o no dependía de su control de Ucrania. Hoy, Rusia controla ya un 20% de lo que en su día fue Ucrania, incluyendo sus mejores regiones marítimas y la rica cuenca industrial y minera del Donbás. No se sabe qué parte más de Ucrania pasará a formar parte de Rusia cuando termine el conflicto.
Europa trató de sancionar a Rusia y se encontró sancionada de forma grave ella misma. Algunos países como Hungría han mostrado su disconformidad con la política de la UE hacia Rusia, al igual que Turquía, que, pese a ser miembro de la OTAN, sigue manifestando su deseo de ser una potencia independiente, como ha mostrado la reciente cumbre tripartita de Teherán. Los países árabes que fueron vasallos de EEUU parecen ahora estar buscando también establecer una fuerte cooperación con Rusia y China del mismo modo que muchos estados africanos. Por otro lado, las recientes amenazas de Joe Biden en su viaje a la Palestina ocupada han convencido a muchos en Irán de la justeza y oportunidad de desarrollar su política de mirar hacia el Este y establecer estrechos vínculos con Rusia y China, creando así otro polo en esta alianza.
De este modo, Occidente, y en especial Europa, siguen disparándose ya no en el pie sino en el pulmón, como dijo el primer ministro húngaro Viktor Orban, al mantener sus sanciones y hostilidad hacia varios de los mayores productores de gas y petróleo del mundo en un momento de crisis energética. Con sus provocaciones contra Rusia y China, EEUU quería unificar a los países de la Alianza Atlántica tras su liderazgo, pero ha dado lugar a una nueva amenaza mucho más poderosa en su contra: el eje ruso-chino. Y todo ello en un contexto de grave división política sin precedentes y crisis económica y social en EEUU. Para lograr fracasos tan épicos, los políticos anglosajones deben tener un talento especial.
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