Las alabanzas más excelsas son para Allāh, el altísimo, el creador, quien inicia y quien moldea las formas de lo visible y lo invisible. La ṣalāt de Allāh y su salām sea sobre aquel que abre, sobre aquel que sella, sobre aquel que mantiene el absoluto valor y es digno de alabanza; sea, igualmente, sobre sus gentes y sobre sus compañeros en la excelencia hasta el día del juicio.

As-salām ‘alaykūm wa raḥmatullāh wa barakatuhu,

Queridas hermanas y queridos hermanos, este maghrib, al caer el sol, estaremos en el mes de Muharram. El mes del dolor, del exilio, de la huida, pero también de la liberación, de la paz y la esperanzas. Un mes que es como la vida, pura creación continua. Decia nuestro amado profeta Muhammad ﷺ:

El mes más virtuoso para ayunar, después de Ramadán, es Muharram (Jami‘ Tirmidhi, 740)

Prestamos mucha atención a Ramadán y a Dhu-l Hijja, nos deleitamos en Rabbi al-Awwal, celebramos tantos instantes, pero a duras penas somos conscientes del significado de este mes. Un mes que nos pide reflexión (taffakur) y recuerdo (dhikr), que nos invita superar las palabras vacías y las yermas acciones, que nos exige ser de los justos y los purificados. Un mes donde tenemos que luchar contra nosotros mismo, contra nuestro ego, pues vedado está el hacerlo contra los demás. Se prohíbe la lucha, la batalla física porque este mes, como Ramadán, es un mes de purificación del cuerpo a través del ayuno y el recuerdo de Su Nombre, que Altísimo sea.

Esa lucha interna (jihad alakbar) es la que puede conducirnos ante la zarza ardiente como a Musa para iniciar una liberación colectiva, no sin antes meditar los peligros que atañe. La que nos puede llevar a migrar, no por miedo, sino por protección como Sayyidina Muhammad ﷺ o para reconocer al otro como yo, al igual que él ﷺ hizo. De hecho, se cuenta —en un hadiz sahih (Ryad as-Salihin 1252)— que en la noche de Ashura se purifican todos los errores del año anterior, en una rahma inmensa de Allah, Altísimo. Un ayuno que fue inspirado al ver nuestro amado Mensajero ﷺ que los judíos de Medina ayunaban el décimo día Muharram recordando aquel día que fueron liberados del poder de Faraón. El hadiz dice así:

Cuando el Profeta ﷺ llegó a Medina, observó que algunos judíos de allí reconocían la Ashura y ayunaban ese día. El Profeta ﷺ dijo entonces: «Más razón para ayunar hay en este día» y, así, ordenó que se observara el ayuno (Sahih Bukhari, 3942).

Un honrar a Musa (as) era aquel ayuno de los judíos de Medina que el Mensajero de Allah ﷺ inmediatamente reconoció como suyo propio y no tuvo problemas en adoptar y recomendar a sus nobles compañeros (ra).

Muharram es, por eso, un mes de empatía con el dolor, con el extraño, con el peregrino que regresa de haberse purificado y ofrecido su sacrifico en la Casa de Ibrahim (as). Por eso, queridas hermanas y queridos hermanos, os invito a guardar un breve y profundo silencio por todos los que sufren y esperan la liberación ya sea de los tiranos o de sí mismos.

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Dicen que comienza un año nuevo, queridas hermanas y queridos hermanos, pero no nos inmutamos. Hace 1444 años —¡tantas lunas han pasado desde entonces!— que nuestro amado Mensajero ﷺ, en una luna nueva de Muharram, abandonó La Meca y viajó a Medina. Como un migrante allí se reencontró consigo mismo y fortaleció la Comunidad, pues a veces hay que dejar el pasado, por glorioso que sea, y matar la nostalgia para poder ser nosotros.

Muharram es un mes que nos invita a aniquilar la nostalgia. La batalla contra la nostalgia, en el mes que está prohibido cualquier lucha que no sea con uno mismo, es una paradoja. Todos vivimos de recuerdos, de impresiones e imágenes, pero Allah, Altísimo, exigió al Mensajero despojarse de ellas y vivir en el presente, en Su presente. Ese ejercicio de purificación quizás fue uno de los más duros de su vida e, igualmente, ha de serlo de la nuestra, pues no es más que alimentar al ego (nafs) que se acomoda en el recuerdo del dunya en vez de en Su recuerdo.

Nace así una nueva época y esta implica, necesariamente, un esfuerzo que Allāh recompensa y un dejar atrás viejos hábitos y comodidades. Porque Allah, Altísimo, es al-Fattah, aquel que facilita y da las aperturas. El creyente (mu’min), como la luna, avanza día tras día en su camino haciéndose más fuerte, deseando la plenitud, venciendo la oscuridad, brindándose a iluminar el camino de los que aún están en tinieblas. Un camino para volver al Creador poco a poco, con la conciencia de lo bien hecho.

En Ashura —decía Ibn Hibban— todos los profetas se purificaron, se desprendieron de las manchas del camino por la generosidad del Altísimo, renacieron a la vida con sus dificultades, con sus errores, pero conscientes de que tenían que vivir con plenitud y dar ejemplo al resto de la humanidad.

Pero esa Ashura, que viviremos en diez lunas, tambien recordamos una fecha triste para cualquier creyente pacificado: el vil asesinato de Ḥussayn Ibn ‘Ali (ra) en la batalla de Kerbala. Para cualquier amante del Profeta ﷺ el asesinato de su nieto es una fecha de dolor y tristeza. Un asesinato cruel, premeditado y sin sentido. Una traición para el mundo y un, aparente, triunfo del mal y la injusticia. Y se nos presenta como una gran oportunidad para trabajar nuestra resiliencia y nuestro silencio. Cualquier momento de nuestra tristeza es incomparable con el dolor de nuestro amado Profeta ﷺ y de Sayyida Fatima Zahra (ra) ante la perdida de Ḥussayn (ra). Hay que trascender de lo aparente, de lloros y de exageraciones para entregarse al recuerdo (dhikr) sincero, al ejemplo de justicia de Ḥussayn (ra) frente a la diabólica violencia e injusticia social de Yazid Ibn Muawiyya. Es un ejemplo vital para nosotros, un aprendizaje en lo cotidiano. Sea esa nuestra resiliencia.

Quiera Allah darnos silencio, meditación, recuerdo y amor, junto a la resiliencia, purificación y Su presente. Quiera Allah hacernos aprender de los profetas renacidos tras sus errores. Quiera Allah enseñarnos a ser migrantes y acogedores de los otros. Quiera Allah darnos un ayuno generoso y fructifero. Quiera Allah darnos Allah. Amén.

Así, pidamos a Allāh, el Altísimo, la luz de Su Mensajero ﷺ para que nuestros corazones no se consuman en el fuego de la inmediatez y las palabras, antes de atisbar la plena realidad (ḥaqq bi-l ḥaqq).

Pidamos a Allāh luz y salām para ser agradecidos con su creación y superar los miedos al poder auténtico que debe regir en nuestros corazones.

Pidamos a Allāh que, a través de la pureza, incremente nuestro imān, limpie nuestros corazones y los llene de luz muhammadiyya.

Pidamos Allāh que purifique el alma de nuestros antepasados, la nuestra, la de nuestros padres y la de todos los creyentes.

Dicho esto, pido a Allāh bendiciones para todos. Que nuestras palabras estén bajo la obediencia a nuestro rabb, el Señor de los mundos.