martes, 1 de noviembre de 2022

Farsa electoral y democracia ficticia de Israel

 

Publicada: martes, 1 de noviembre de 2022 6:46
Actualizada: martes, 1 de noviembre de 2022 14:44

Este martes, los israelíes votarán para elegir un nuevo parlamento. Esta es la quinta vez en menos de cuatro años que los electores van a las urnas.  

El régimen de Israel alega ser un estado judío y democrático. Pero, tampoco lo es. Se jacta de ser “el estado del pueblo judío” en todas partes, cuando menos de la mitad de los judíos del mundo viven en los territorios ocupados. Hoy, Israel gobierna de facto a más de 15 millones de personas entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, la mitad de los cuales no son judíos; la mayoría no puede votar en Israel.

Este régimen rechaza el concepto democrático liberal de un “estado para todos sus ciudadanos”. En cambio, Israel reconoce dos estratos de personas: los judíos que tienen plenos derechos y los palestinos que deben contentarse con menos o ningún derecho. Estos palestinos son tolerados a regañadientes como ciudadanos de segunda clase, son reprimidos como súbditos coloniales, o se los mantiene alejados como refugiados indeseables, cuyo derecho inalienable a regresar destruiría el llamado “estado judío”.

La lógica legal y política en el Israel colonial del apartheid privilegia a los judíos que viven en todos los territorios ocupados en todas las esferas importantes de la vida, incluida la ciudadanía, la vivienda, los derechos sobre la tierra, el idioma, la cultura, la movilidad, etc.

De esa manera, este Israel no es diferente del apartheid de Sudáfrica, donde los blancos privilegiados también disfrutaron de un grado de democracia comunitaria. Pero las élites hipócritas occidentales, que se refieren a “la única democracia en Asia Occidental”, nunca hablaron de “la única democracia en África”.

Para compensar la falta de una verdadera democracia, Israel celebra elecciones espectaculares. Cuantas más elecciones celebra, más crueles y fragmentadas se vuelven. La ambición personal triunfa sobre la política en el Israel de hoy.

La fragmentación le da a este régimen un encanto de pluralidad y diversidad, especialmente en contraste con las primeras tres décadas de la creación ilegal de este régimen, cuando los laboristas ganaron todas las elecciones. Pero en los últimos años, la derecha se ha vuelto tan dominante como lo era el laborismo, aunque con más gritos, desprecios y calumnias.

La crueldad se ha convertido en el deporte nacional de Israel. De hecho, “la política de Israel es más cruel que la mayoría”, según aseguró el ex premier Benjamín Netanyahu.  La crueldad viene en dos vertientes: vitriolo político y violencia racista. Ambos estallan como fuegos artificiales con cada temporada de elecciones.

No sorprende, entonces, que a medida que se acercan las elecciones de este 1 de noviembre, la quinta en cuatro años, el discurso político de las autoridades israelíes se vuelva venenoso. Cuando los líderes racistas de Israel se quedan cortos en el desacuerdo político, lo compensan con insultos y difamación. “Mentiroso patológico”, “asesino” y “fascista” son algunos de los lenguajes más moderados que animan el espectáculo electoral de Israel.

Incluso las acusaciones de nazismo y antisemitismo han sido lanzadas una y otra vez por fanáticos del campo religioso y secular. Son este tipo de acusaciones que el campo de Netanyahu lanzó a mediados de la década de 1990 que llevaron al asesinato del entonces primer ministro Yitzhak Rabin.

La violencia cruel también es predecible durante la temporada electoral, como hemos presenciado en el pasado. En una proyección ritualista de machismo y bravuconería, Israel ha bombardeado la sitiada Franja de Gaza, ha invadido y vuelto a invadir pueblos palestinos y campos de refugiados en la Cisjordania ocupada, ha matado y encarcelado a miles de civiles palestinos, ha destruido innumerables hogares y ha aterrorizado a todo un pueblo bajo el pretexto de combatir el terrorismo.

Y así, un año después de que los secuaces de Netanyahu lo reemplazaran, el nuevo ejecutivo en Israel ha resultado igual de malo, si no peor. Naftali Bennett y Avigdor Lieberman, quienes en el pasado se desempeñaron como jefes de gabinete de Netanyahu, y Yair Lapid y Benny Gantz, quienes fueron ministros en su gabinete, han repetido los mismos crímenes y locuras de Netanyahu en territorios palestinos ocupados.

El “moderado” Gantz, que se jactaba de arrasar barrios residenciales enteros en Gaza cuando era jefe del estado mayor, volvió a hacerlo en 2021, supervisando más devastación, esta vez como ministro de defensa israelí.

Si esto es moderación, ¿por qué no votar directamente por el extremismo? ¡Al menos es auténtico!

No sorprende, entonces, que se espere que “el príncipe de las tinieblas y el odio”, Benjamín Netanyahu, gane un sexto mandato como primer ministro, a pesar de su acusación por abuso de confianza, aceptación de sobornos y fraude.  

El ex primer ministro Ehud Barak predijo que victoria de Netanyahu podría marcar el comienzo de “un período de oscuridad”.

Sin duda, Netanyahu ha criticado repetidamente a Barak y cosas peores. En su monstruosidad autobiográfica recientemente publicada, ‘Bibi’, el hilandero en jefe destroza a muchos, si no a la mayoría, de sus predecesores, sucesores y antiguos socios e interlocutores. Las 736 páginas del libro están llenas de mentiras, medias verdades e hipérboles, así como de presunción, vanidad y engaño.

Tal es el terrible estado de la “democracia israelí” hoy. Los fanáticos de extrema derecha y los sangrientos generales dominan la mayoría absoluta de los escaños en el parlamento israelí y compiten por los escaños de la terriblemente menguada izquierda. Cuantas más elecciones celebra Israel, menos democrático y más despótico se vuelve hacia los palestinos, por desgracia.

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