Fernández Noroña y el examen sobre México que lo dejó en ridículo: no sabe ni el salario mínimo
Existen muchas formas de quedar en ridículo en la política. Pero Gerardo Fernández Noroña cayó en la peor posible: demostrar la ignorancia que tiene sobre el país que habita, y que quiere gobernar —aunque todos sepan que ese es más bien un capricho personal que poco tiene de real—. De cualquier modo, no deja de ser curioso que uno de los políticos más experimentados y mediáticos tenga nulo conocimiento de cómo es el México real. Al estilo de Peña Nieto previo a 2012, cuando dijo que no conocía el precio de las tortillas porque no era "la señora de la casa", Noroña falló en un cuestionario simple.
La entrevista fue hecha por Mientras tanto en México. La sección del examen comenzó con la siguiente pregunta: "¿Cuánto cuesta el kilo de tortillas?". Noroña se puso a la defensiva de inmediato: "no tengo ni idea, me quedé en que andaba en once pesos". El kilo de tortilla actualmente puede llegar a costar 25 pesos, en promedio, dependiendo del lugar del país en el que se adquiera —el doble de la actualización que proponía Noroña—.
Tampoco sabía el precio de la gasolina. Ni de la canasta básica. No pudo precisar el precio del boleto del Metro ni del transporte público en general en la capital de México. No supo decir cuántos homicidios al día hay en México. No dijo cuál es la tasa de inflación actual. No mencionó cuál es la deuda pública actual. Tampoco la tasa de analfabetismo (y dijo que el dato oficial es equivocado, aunque él no lo sabía). Erró los sueldos del presidente y de los ministros de la Suprema Corte (porque dijo que los datos oficiales no eran reales: el presidente gana menos de lo registrado, y los ministros más, sostiene).
Tuvo algunos aciertos: número de feminicidios diarios en México y sueldo de un diputado. Pero cerró su participación con otra falla: el salario mínimo en México, dando cifras lejanas a las reales (las cuales son 312 pesos en la zona fronteriza, 207 pesos en el resto del país). Su participación en la dinámica de la entrevista deja muchas cosas para pensar. Él ha dicho, ahora y siempre, que lo respalda la política de a pie: estar cerca de la gente que padece con mayor crudeza los malos gobiernos que ha tenido este país.
Pero entonces cómo es posible que no sepa asuntos tan elementales de una persona común: su salario mínimo, cuánto dinero gasta para alimentarse, cuánto gasta por transportarse. Ya ni siquiera hablemos de datos de todo el conjunto del país, que tampoco los pudo responder. Y lo peor de todo es que sus escudos fueron dos frases hechas que reflejan desdén detrás de ese antifaz de justiciero social: "no tengo idea", "no lo he usado". Claro, es político; claro, vive mejor que la mayoría de las personas; pero se supone que es político de los "reales", de los que no están metidos todo el día en una oficina. Eso no se notó. Transmitió exactamente la misma indiferencia que aquellos a los que tanto ha criticado toda su carrera.
Él puede decir que es el candidato de la gente de a pie, de quienes quieren un presidente genuino, pero sus conocimientos elementales sobre la realidad mexicana no sólo es que sean decepcionantes: de plano dejan ver que no sale de su burbuja. No concibe otra realidad que no sea la suya. Después, para justificarse, podrá decir que lo agarraron en un mal momento, y cómo no, que las preguntas tenían la intención de hacerlo quedar mal, aunque fueran básicas para un aspirante a presidente. Los hechos están ahí. Noroña quizá no llegue a la presidencia, pero lleva muchos años en política. Y ni con eso le alcanza para entender y conocer el país en el que vive.
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