jueves, 26 de septiembre de 2024

¿Puede la inteligencia artificial acabar con la civilización humana?

 

¿Puede la inteligencia artificial acabar con la civilización humana?

La inteligencia artificial está llamada a cambiar el mundo de un modo sin precedentes. Tanto, que algunas voces han dado la voz de alarma sobre sus potenciales fatales consecuencias para la humanidad pero, ¿cuánta razón hay en estas predicciones?

Héctor Rodríguez
Héctor Rodríguez

Editor y periodista especializado en ciencia y naturaleza

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Poster promocional de la película Matrix Revolutions
Cordon Press

Elon Musk acaba de alertar que "la inteligencia artificial tiene el potencial de destruir la civilización". ¿Cuánto de razón hay en esta ominosa predicción?

El progreso asusta, produce vértigo. Siempre lo ha hecho y siempre lo hará. Un ejemplo de cómo la tecnología puede sorprender y asustar a las personas en su primera exposición a esta lo encontramos en una famosa anécdota de la historia del cine. Así, cuando el 28 de diciembre de 1895 los hermanos Lumière organizaron la primera proyección pública de cine en el Grand Cafe de París, muchos de los asistentes al evento saltaron de sus sillas y huyeron despavoridos al pensar que el tren que se acercaba a la cámara iba a salir de la pantalla y arrollarles. 

Pero uno de los mayores rechazos al avance de la tecnología se producía algunas décadas antes, con el advenimiento de la Revolución Industrial. Hoy, sin duda, la Revolución Industrial no puede si no contemplarse como uno de los periodos de mayor progreso de la Humanidad. Impulsada por la invención de la máquina de vapor o el aumento de la disponibilidad de recursos naturales como el carbón y el hierro, la Revolución Industrial elevó la capacidad de producción de bienes manufacturados a gran escala de un modo sin precedentes, y desterró para siempre la necesidad de la fuerza de trabajo humana, que sería sustituida paulatinamente por las máquinas más variadas. 

Todo esto tuvo un impacto significativo en el empleo y las condiciones laborales, y muchos trabajadores se vieron afectados por los cambios tecnológicos y económicos que se estaban sucediendo. A medida que la maquinaria y la tecnología avanzaban, muchas tareas que antes requerían la mano de obra humana se volvieron más eficientes y productivas.

Como resultado, miles personas perdieron sus empleos, sustituidos por las máquinas. La oposición de muchos trabajadores y la resistencia a las nuevas tecnologías se hizo patente en numerosas huelgas que florecieron ante la expectativa de que las empresas buscaran reducir sus costes y aumentar la productividad a costa de su despido y sustitución. Sin embargo, el cambio tuvo un efecto mixto en el mercado laboral, mientras algunos trabajos desaparecieron, aparecieron nuevas oportunidades en nuevos sectores cada vez más especializados. Muchos perdieron sus trabajos, pero otros tantos, y la sociedad en su conjunto, se acabaría beneficiando de los profundos cambios tecnológicos y económicos de la época. 

La nueva revolución de las máquinas

En la actualidad estamos asistiendo a un proceso similar. Mientras que la Revolución Industrial desterró para siempre la necesidad de la fuerza de trabajo humana, hoy en día observamos cómo, a una velocidad sin precedentes, son las capacidades intelectuales de los seres humanos las que paulatinamente son sustituidas con mayor eficiencia por el avance tecnológico: un proceso que, desde hace algunos años, esta tomando un ritmo vertiginoso con el desarrollo de la inteligencia artificial.

Los ejemplos son numerosos, desde inteligencias artificiales capaces de realizar un diagnóstico clínico con mayor precisión que cualquier médico experto, pasando por aquellas capaces de componer sinfonías indistinguibles por los críticos musicales más avezados, hasta llegar al momento presente, en el que las inteligencias artificiales generativas como ChatGPT son capaces de elaborar textos, imágenes o vídeos en muchos casos imposibles de diferenciar de los que haría un ser humano; algo que ya está suscitando el miedo de muchas personas a volverse prescindibles y perder sus empleos en un futuro no demasiado lejano. 

Pero más allá de este paralelismo, donde los recelos podrían estar objetivamente motivados, no son pocas las voces que van un pasó más allá, y así, para algunos expertos en el campo de la tecnología y la propia IA, la inteligencia artificial entraña una caja de pandora cuya apertura podría acarrear consecuencias inesperadas; algunos incluso, como si del argumento de una película de ciencia ficción como Matrix Terminator se tratara, aducen que estas podrían, incluso, llegar a destruir el mundo o acabar con la humanidad. 

¿Está nuestro futuro amenazado por la Inteligencia artificial?

En una entrevista realizada por la cadena FOX hace solo unos días, una de las personalidades más influyentes del mundo tecnológico en la actualidad, el fundador, entre otras compañías, de Tesla, Space X u Open AI, Elon Musk, lanzaba un mensaje claro: "la inteligencia es mucho más que algo que podamos aplicar al diseño de naves espaciales, la optimización de la producción o la fabricación de coches; la inteligencia artificial tiene el potencial de destruir la civilización". 

A ojos de muchos, el mensaje de Musk podría parecer otro de los excesos que se atribuyen a la marcada personalidad del personaje, algo que podría resultar cierto si no fuera por que su discurso se adscribe a la carta firmada por más de 1.000 personalidades del mundo tecnológico, entre otros el cofundador de Apple, Steve Wozniak, o el de Skipe, Jaan Tallinn, en la que se aboga por una moratoria de al menos 6 meses en el desarrollo de la IA con el fin de planificar y gestionar de forma adecuada el desarrollo de esta nueva tecnología.

De hecho, entre las conclusiones de la misiva se llega a afirmar rotundamente que ni los propios creadores de estas IA son capaces de predecir o comprender de forma fiable el camino que tomará la inteligencia artificial, a la vez que se plantean preguntas del tipo: "¿Deberíamos dejar que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y falsedad? ¿Deberíamos automatizar todos los trabajos? ¿Deberíamos desarrollar mentes no humanas que llegado el momento podrían superarnos en número, ser más inteligentes e incluso capaces de reemplazarnos? ¿Deberíamos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización?".

"Para visualizar una IA sobrehumana hostil, no imagines a un pensador inteligente y sin vida viviendo dentro de Internet y enviando correos electrónicos mal intencionados", expresaba Eliezer Yudkowsky, considerado uno de los padres de la Inteligencia artificial, en un artículo firmado por él mismo en la revista TIME. "Visualiza toda una civilización alienígena, pensando a millones de veces la velocidad humana, inicialmente confinada a las computadoras, en un mundo de criaturas que son, desde su perspectiva, muy estúpidas y muy lentas. Una IA lo suficientemente inteligente no permanecerá confinada en las computadoras por mucho tiempo", añadía el líder del Instituto para la Investigación de Máquinas Inteligentes. He aquí la visión de uno de los padres de la criatura; una que por lo que sabemos no hace más que alimentarse y crecer, entrenada de forma masiva con cada "prompt" o serie de comandos que miles de usuarios introducen cada día en todo tipo de IA que proliferan con los fines más diversos. 

De este modo, algunas reacciones no se han hecho esperar y una de las primeras instituciones en prohibir una de las IA del momento, ChatGPT, ha sido el gobierno de Italia. La medida se materializó a principios del mes de abril bajo la premisa de que vulneraba las regulaciones europeas de protección de datos. Sentado el precedente, otros países como Alemania parecen estar planteándose medidas similares, sin embargo, el problema de fondo que muchos se cuestionan es que si más allá de la leyes de protección de la privacidad, como ha sido el caso, una inteligencia artificial y autónoma podría llegar a invadir y vulnerar otros ámbitos de la existencia humana. 

La IA y el fin del mundo ¿Una nueva teoría de la conspiración?  

Sin embargo, a la vuelta del folio hay quien defiende la idea contraria. La inteligencia artificial es y será sin duda una de las armas más poderosas, en todo los sentidos, a desarrollar durante la próxima década. El fin que estas persigan dependerá de los motivos o intereses de sus propios creadores: desde el reconocimiento facial instantáneo y la monitorización en tiempo real de los millones de personas que viven bajo el régimen chino, hasta la diagnosis de todo tipo de enfermedades gracias a un simple análisis de sangre y una descomunal base de datos médica.

En realidad las posibilidades son infinitas y sus consecuencias hasta cierto punto impredecibles pero, según otras opiniones, estas estarían muy alejadas de las recurrentes teorías de la conspiración y el fin del mundo de las que nunca han escaseado ni profetas ni acólitos. Esta es, por ejemplo, la postura del profesor especializado en Filosofía de la Inteligencia Artificial, Neurociencias y Filosofía de la Biología, Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, quien como explica en su blog personal, considera que este tipo de discursos caen en la llamada falacia de la pendiente resbaladiza, en la que un suceso inicial -en este caso los notables avances de la IA- es relacionado con una consecuencia final -la subyugación de nuestra especie a manos de las máquinas- sin que haya una serie de sucesos intermedios que justifiquen tal final. 

Sea como fuere, nos encontramos una vez más cercanos a un punto de inflexión en el que, como sucedió con el desarrollo de las armas nucleares, la tecnología humana podría haber superado la capacidad de sus creadores de controlar las potenciales consecuencias de su creación.

De este modo, catastrofistas o no, las preguntas sobre los posibles caminos por los que puede llevarnos esta nueva tecnología llamada a cambiar el mundo se presentan legítimas, incluso necesarias. Más si contemplamos la inteligencia artificial no solo como una herramienta capaz de mejorar nuestra vida en múltiples aspectos, sino como una gran escalada tecnológico-armamentística cuyo dominio situará a las distintas potencias mundiales en una posición privilegiada respecto al resto durante las próximas décadas; un aspecto muy a tener en cuenta. 

Así, mientras que la predicción de que una IA pueda acabar con la humanidad se antoja -por el momento y según la opinión del que firma estas líneas- cuanto menos improbable, conviene no perder de vista que la inteligencia artificial probablemente resultará decisiva en innumerables aspectos de nuestras vidas en los años venideros. Como sucedió con la proyección de los hermanos Lumière, el tren se acerca inminente hacia la pantalla; y de nosotros depende si damos el salto para apartarnos y huir despavoridos, o abrazamos esta tecnología capaz de llevarnos, como sucedió con la Revolución Industrial, hasta lugares insospechados. 

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