sábado, 29 de enero de 2011

LOS ÁRABES

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SU ORIGEN: Arabia es una gran península asiática de tres millones de kilómetros cuadrados, limitada por el Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Las civilizaciones, que se desarrollaron en Egipto y en Oriente, en su expansión chocaron siempre con el enorme desierto arábigo, inmenso obstáculo natural. Sus costas rocosas dificultan la navegación. Arabia es: "Djesirat el Arab", la isla de los árabes. El desierto se extiende por las nueve décimas partes del país. De esta tierra reseca y recalentada levántanse nubes de polvo que llegan a oscurecer el Sol. No existen corrientes de agua y sólo a temporadas algún que otro miserable riachuelo cruza el país. Según una antigua tradición, los pobladores de Arabia son descendientes de Ismael, hijo de Abraham y de su esclava Agar.

En el siglo VI se hallaban claramente diferenciadas dos clases de población: la nómada y la sedentaria. A la primera pertenecían los árabes trashumantes -beduinos- que llevaban una vida ruda y llena de peligros. Practicaban el robo, el pillaje y el asesinato sin remordimiento alguno. Odiaban a los árabes sedentarios, a quienes, con frecuencia, hacían objeto de sus depredaciones. La institución sagrada era la tribu; el matrimonio tenía por único fin conseguir el aumento de la población.

El beduino que más hijos tenía era el más considerado. Las tribus vivían en un constante estado de enemistad y de guerra, pues no concebían las ventajas de la unidad. Eran poco religiosos, adoraban a numerosas divinidades y a bloques de piedra que transportaban en su incesante deambular por el desierto. Algunas tribus se habían convertido al judaísmo y a la religión cristiana, por lo que, durante el siglo VI existió un movimiento religioso que tendía al monoteísmo.
Sin embargo, entre estas tribus existía un lazo de unión formidable: la lengua. El árabe se enorgullecía de la riqueza de su vocabulario y procuraba sostener su pureza. Las faltas cometidas al hablar eran castigadas a bastonazos y los poetas eran considerados como seres privilegiados y mágicos. Los beduinos escuchaban embelesados sus narraciones.

La ciudad más famosa de Arabia era La Meca. Allí se hallaba la Kaaba, el santuario de los árabes. De los puntos más lejanos acudían beduinos para besar la piedra negra y redimir sus pecados. Todas las caravanas del desierto confluían en aquel lugar y la ciudad fue creciendo y prosperando. Opulentos mercaderes organizaron en ella una especie de república. En sus mercados se compraban y vendían mujeres, esclavos y camellos.

MAHOMA. Un muchacho árabe -Mahoma (570-632)- fue el hombre llamado a cambiar la manera de pensar y sentir de sus compatriotas. Huérfano de madre a los seis años, tuvo una infancia muy dura. A los 24 años estaba al servicio de la viuda Khadidja y dirigía las caravanas que se encaminaban a
Egipto, Palestina y el Golfo Pérsico. Conoció las doctrinas cristiana y judía y llegó a la convicción de que la idolatría era algo absurdo. A los 40 años tuvo crisis místicas y alucinaciones y creyó oír la voz de Dios que le hablaba por medio del arcángel San Gabriel. Llegó a la conclusión de que sus compatriotas acabarían por ser conquistados si antes no alcanzaban la unidad política, la paz interna y rendían culto al Dios verdadero. Para salvarles comenzó a predicar una nueva religión a la que designó con el nombre de Islam, que significa resignación a la voluntad de Dios. Los historiadores musulmanes fijan el año 611 como la fecha inicial de la predicación islámica. Mahoma invocaba el nombre de un Dios verdadero: Alá, de quien era único profeta.

Los comienzos fueron difíciles, pues no logró convertir más que a su esposa y a unos pocos amigos, y tropezó con una fuerte oposición en La Meca, donde los koroichitas, sus compatriotas, veían con malos ojos la nueva doctrina que atacaba a las divinidades base de las peregrinaciones y de su enriquecimiento. Mahoma no se desalentó, pero al comprobar que su permanencia en La Meca se hacía de día en día más difícil y peligrosa, huyó a Medina -la ciudad rival- acompañado de 150 de sus partidarios.

Esta huida, llamada "hégira", tuvo lugar el día 20 de septiembre del año 622, y de ella parte la Era adoptada por todos los pueblos musulmanes. El mérito de Mahoma consistió en elaborar una doctrina compatible con las antiguas tradiciones de Arabia y en haber hecho del Islam una religión nacional. En el año 630 se presentó en La Meca al frente de 10.000 hombres, que
derribaron y destruyeron los ídolos que rodeaban la Kaaba. De este modo se apoderó de la ciudad que quedó reservada a los creyentes. Seguidamente continuó la "guerra santa", hasta conseguir que todas las tribus árabes adoptaran el Islamismo.

La doctrina religiosa del profeta es muy sencilla y se halla contenida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Todo queda reducido a la creencia en Alá, Dios único, en el Juicio final, en la resurrección de los muertos y en la predestinación.
Los cinco deberes principales del buen musulmán son: el ayuno, el rezo cotidiano, la peregrinación a La Meca por lo menos una vez en la vida, la limosna y la guerra santa contra los infieles. El Corán propugna el perdón de las injurias y ensalza la práctica de las obras de misericordia, prohibe el adulterio, el homicidio y el robo, así como el consumo del vino, la carne de cerdo y la práctica de los juegos de azar.

LA EXPANSION ARABE. A la muerte de Mahoma los árabes poseían una misma religión, se habían acostumbrado a obedecer a un soberano y se hallaban en condiciones de iniciar la conquista de un imperio. Ellos fueron los intermediarios entre el mundo asiático y la Europa occidental. Se lanzaban al combate con empuje irresistible y, a pesar de carecer de bases militares, líneas de comunicación, provisiones y equipos, sus victorias fueron tan rápidas y decisivas que a los quince años de la muerte del Profeta, el estandarte de la Media Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de Africa.

Conquistaron toda la Persia, el Turquestán y los territorios situados en las orillas de los mares Negro y Caspio. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar, y tras derrotar a los visigodos españoles en las márgenes del Guadalete, se desparramaron como un ciclón por toda la Península Ibérica. Desde la frontera de Francia empezaron a planear la conquista de Europa y la destrucción del Cristianismo; franquearon los Pirineos y amenazaron la Galia, pero fueron detenidos en
Poitiers por los francos. En aquella memorable batalla ocurrida el 732 murió el emir Abderramán el-Gafekí, caudillo árabe, vencido por el famoso Carlos Martel.

En el año 750 tuvo lugar una profunda revolución en el mundo musulmán; la dinastía de los Omeyas fue derrotada por Abul- Abbas, fundador de la dinastía de los Abbasidas, que estableció su capital en Bagdad. Un solo omeya, Abderramán I o Abdal-Ratimán escapó de las matanzas y, vagando de cabila en cabila y de aduar en aduar, llegó a España, erigiendo el Emirato independiente de Córdoba. Harum-al-Raschid (786-809) fue el más conocido de los soberanos de esta época; era piadoso y activo, y logró dar conhesión al gran imperio, aunque concediendo cierta autonomía a las provincias. Era en verdad empresa difícil en aquellos tiempos mantener en una sola mano pueblos tan distantes entre sí como la India y España; por ello los distintos pueblos entraron en lucha muy pronto y el gran imperio se fue desmembrando. Los califas de Bagdad, encerrados en suntuosos palacios, renunciaban con facilidad a sus derechos sobre lejanas provincias.

España se separó en el año 755, y Egipto lo hizo en el 868. Los turcos, encargados de defender al califa, constituían la base del Ejército y, poco a poco, su influencia fue en aumento, hasta llegar al extremo de que si bien el califa era el titular del poder espiritual, los turcos acabaron por ser los amos absolutos del Estado. El califato de Bagdad llevó una vida muy floreciente desde finales del siglo VIII hasta los comienzos del IX. El vasto imperio que se hallaba dividido en 28 provincias, abarcaba los territorios comprendidos en el rectángulo formado por el Indo, el Sahara, el Atlántico y el Cáucaso.
El califa era el representante del Profeta y ejercía un poder absoluto. Vivía en un magnífico palacio rodeado de servidores, en el que se celebraban fiestas maravillosas. Los califas delegaron las funciones propias del gobierno en funcionarios llamados "visires", mientras que las cuestiones judiciales eran encomendadas a los "cadíes". El "walí" era el encargado de aplicar el Derecho Penal. El inspector del comercio y del mercado recibía el nombre de "almotacén". El "berid" era el jefe del servicio de postas, que se hallaba muy bien organizado y para el cual se utilizaban palomas mensajeras; tenía por misión informar al poder central de todo cuanto ocurría. Los impuestos se pagaban en especie o en moneda y pasaban a engrosar el tesoro de los califas.

El Ejército del califa de Bagdad llevó a contar con 50.000 hombres, que disfrutaban del reparto del botín o de un sueldo fijo; pero como eran muy indisciplinados los califas se decidieron a reclutar mercenarios turcos. En Córdoba no tardó en proclamarse el Califato independiente, con lo cual el mundo árabe quedó escindido. El Califato de Bagdad cayó en poder de los mongoles el año 1258. La influencia de Egipto fue muy grande entonces, y mientras en España al esplendor del Califato de Córdoba siguió la decadencia de los múltiples reinos de Taifas, en Oriente los turcos incrementaron su poder hasta que en el siglo XV lograron la conquista de Constantinopla, pero entonces elImperio Arabe había muerto para sucederle el Imperio Turco.

LA CIVILIZACION ARABE. Durante 500 años se enfrentaron dos modos de pensar, dos religiones y dos concepciones de la vida: Mahoma y Cristo. Desde el punto de vista moral y humano la civilización cristiana era más perfecta en todos sentidos: por su especial consideración a la mujer y a los débiles, por su exaltación de la virtud, por su sentido trascendente de justicia, etc. Sin embargo, es preciso reconocer que los árabes desarrollaron una civilización en la que ocupaba lugar muy preferente el cultivo de las Ciencias, y que su sentido de la belleza era extraordinario como lo demuestran los monumentos que de su plenitud se han conservado hasta nuestros días.

Los árabes pudieron conocer gran parte del saber acumulado en Alejandría durante el período llamado "helenístico". Gracias a ellos, y a través del camino de España nos llegaron obras literarias como Calila y Dimna, el Sendebar y los relatos de Las Mil y una Noche, entre otras. La Escuela de Traductores de Toledo, fundada por el obispo Raimundo, fue una de las que más contribuyeron a salvar la cultura clásica y oriental que nos llegaba a través de los musulmanes. Entre los nombres que destacan en ella merecen recordarse Domingo Guinsalvo, Juan Hispalense y Gerardo de Cremona.

El cálculo algebraico y las cifras que usamos actualmente y que se llaman arábigas las debemos a los musulmanes. La dedicación de este pueblo a las Matemáticas fue notable. Las ecuaciones de segundo grado, e incluso las de grado superior, fueron bien conocidas por ellos, así como la Trigonometría. Consecuencia de este perfeccionamiento del cálculo fueron los notables progresos conseguidos en Astronomía, pues llegaron a determinar la inclinación del eje de la Tierra sobre la eclíptica. Conocieron la brújula, seguramente importada de Asia central o de China, y fueron extraordinariamente hábiles en el trabajo de los metales, en la fabricación de telas, curtidos, armas y papel. En Fez existían 400 molinos para la fabricación de pasta de papel, y Játiva fue la primera población de España donde se instalaron fábricas de papel de arroz. Los molinos de viento son una realización árabe. Su dedicación a la Alquimia les llevó a descubrir el alcohol, el alcanfor, el mercurio y el ruibarbo. Además, en Europa fueron los primeros en utilizar la pólvora, conocida por los chinos.
La agricultura llegó a perfeccionarse con un sistema de riegos que en la huerta valenciana viene aplicándose casi igual que en tiempo de la dominación árabe.

Los musulmanes sentían una especial fascinación por el agua, que utilizaban como adorno en sus jardines. Por ejemplo, es de admirar el empleo del líquido elemento en los del Generalife de Granada, en los del Alcázar de Sevilla y en tantas construcciones como nos quedan de aquella época de España. Las palabras "acequia", "algibe", "noria" y tantas otras, son árabes y demuestran claramente las innovaciones que este pueblo aportó en la agricultura de la península. A ellos se debe también la aclimatación en Occidente de la palmera, el algodón, el arroz, el naranjo, la caña de azúcar, el granado, la morera e innumerables plantas de jardín.
La cirugía árabe no fue muy importante porque sentían gran pudor y respeto por el cuerpo humano desnudo, pero sí la Medicina. Abenmasawih escribió un tratado de Oftalmología; Abubéquer fue un químico notable y un médico excelente, autor de una enciclopedia de Medicina; Abenalcházar escribió un tratado sobre la viruela y el sarampión, y Abulcásim una obra en la que trata temas de Obstetricia, Cirugía y lo que hoy llamamos Otorrinolaringología. Entre los astrónomos famosos cabe recordar a Mohamet el Fazari, Mohamet Alfargani y, sobre todos, Chábir Albattani, que vivió en el siglo X y fue considerado un precursor de las doctrinas astronómicas que tuvieron su desarrollo durante el Renacimiento.

EL ARTE ARABE. En la expresión artística del pueblo árabe juegan dos factores importantes. Uno, la prohibición por parte de su credo de representar la figura humana, y por otra su temperamento amante del color, de las formas exuberantes y de la vida en sus manifestaciones más cálidas. Por estas razones el arte árabe se vuelca en la decoración y en los "arabescos", juegos de formas, de color y de luz, utilizando incluso el agua como un elemento arquitectónico más. En todas las construcciones abundan los adornos geométricos o inspirados en motivos vegetales para suplir la limitación que implicaba la imposibilidad de pintar o esculpir formas humanas.

El templo musulmán era la mezquita, generalmente de plantacuadrada. Antes de entrar en ella el creyente se encontrabacon un patio rodeado de pórticos, en el centro del cual había una fuente donde podía realizar las abluciones del ritual. Una torre o "alminar" permitía al "muezín" llamar a los fieles a la hora de la oración. En el interior del templo se hallaba el "mihrab", o lugar sagrado emplazado en dirección a Oriente, sin ninguna clase de imágenes pero adornado con profusión de arabescos, tapices, etc. Ante él se hallaba la "maxura" olugar que ocupaba el califa o el rey.

El arco de herradura fue usado con profusión, y en el siglo X se complicó originando el arco lobulado, en el cual el primitivo dibujo de la arcada se subdivide en numerosos arcos menores. El número de lóbulos fue siempre impar a fin de que uno correspondiera al centro o clave del arco. Las columnas eran muy finas y se solían agrupar; los capiteles, sencillos, pero trabajados en arabescos, así como las paredes, especialmente las de los palacios o alcázares.

Más tarde los arcos se entrecruzaron y se convirtieron en un auténtico tejido arquitectónico, como puede admirarse en las obras maestras de la arquitectura musulmana en España. No existe mezquita tan hermosa como la de Córdoba, iniciada en el siglo VIII y que no se terminó hasta el XI. En ella se pueden contar hasta un millar de columnas que sostienen arcos dobles, el superior de medio punto y el inferior de herradura. El ladrillo rojo y la piedra blanca alternan y contribuyen a aumentar la sensación de luz y color. Sus medidas -180 por 130 m- hacen de ella la mayor del mundo islámico.

Fernando III, al conquistar Córdoba la transformó en catedral cristiana. La Alhambra de Granada corresponde ya a un estilo posterior, que se inicia en el siglo XIII y cuyo máximo esplendor se encuentra en el siglo XIV. Los arcos se convierten en un puro encaje de yesería, así como las paredes. En esta joya del arte arábigo-español se ven preciosas muestras de alicatado, o sea de mosaicos vidriados. Este palacio, construido para vivienda de los reyes moros, consta de una serie de salas y estancias, algunas de ellas con ventanales orientados hacia la Sierra Nevada; otras con surtidores o patios en los que el agua juega con motivos arquitectónicos y decorativos.

Es notable el "Patio de los Leones", donde puede verse una rarísima muestra de la escultura árabe, los leones que sostienenla fuente central. El Generalife es un palacete situado en una colina próxima a la Alhambra,donde los jardineros árabes dieron una muestra de lo que puede conseguirse combinando la vegetación y el agua. Son notables también otros alcázares o palacios-fortaleza, como el de Sevilla, que posteriormente amplió el emperador Carlos I. Todo el Mediterráneo español es rico en vestigios del arte árabe. También destacaron los árabes en el trabajo del cuero, en la cerámica, los azulejos, la orfebrería, el cincelado de la plata, la talla del marfil y, de un modo especial, en la técnica y el arte del tejido.

EL PENSAMIENTO Y LAS LETRAS. Los árabes eran muy aficionados a los estudios filosóficos y se dedicaron a la propia especulación, pero también a la traducción de los pensadores griegos. Aristóteles les fue familiar, de modo que existió un aristotelismo musulmán paralelo al aristotelismo cristiano que informó la Escolástica. En el siglo XI vivió Avicena, que intentó una síntesis del pensamiento griego con el mahometanismo. En España la cultura árabe alcanzó un gran esplendor debido a la protección de los califas cordobeses. Se cuenta que Alhaquem II tenía destacados en distintos lugares del mundo musulmán enviados suyos para que adquiriesen los libros que aparecieran y resultaran de mayor interés con destino a su biblioteca de Córdoba.

Ibn Masarra fue un filósofo cordobés del siglo X. También son dignos de citarse Abentofail, autor de una novela filosófica, El Filósofo-autodidacta, y Averroes, que vivió en el siglo XIII. Éste sostenía que la verdad filosófica puede ser distinta de la religiosa, defendiendo,
por tanto, la independencia y la libertad de especulación. El "averroísmo" tuvo gran importancia en el pensamiento medieval. Entre los historiadores figura El Wagidi, que narró la vida de Mahoma y los primeros califas, Abucháfar al Tavarí y, en España, Ibn el Faradí. En literatura los árabes sintieron gran predilección por la narrativa, como se demuestra en Las Mil y una Noches. En muchos casos acompañaban sus relatos con la música del "rabel", que fue invento suyo. La música popular andaluza, incluso la jota española, tienen una raíz musulmana indiscutible que se pone de manifiesto al comparar el canto moro actual con el cante jondo y el flamenco andaluz.

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