martes, 30 de agosto de 2011

Acerca de los "Hijos de Puta" del Imperio y sus destinos

Acerca de los "Hijos de Puta" del Imperio y sus destinos

Dijo una vez, Franklin Delano Roosevelt, refiriéndose al dictador nicaragüense Somoza (padre) o al tirano dominicano Trujillo: “él podrá ser un hijo de puta pero, él es nuestro hijo de puta.” Apostar sobre esta calaña de socios en los asuntos internacionales se ha convertido en una tradición de Estados Unidos. Washington garantiza a cada nuevo “hijo de puta” que permanecerá en el poder si él apoya los intereses geopolíticos norteamericanos, si participa en actividades de infiltración contra regímenes y líderes políticos “inamistosos” con el Imperio y asegure los intereses de este en su país.

Los servicios secretos norteamericanos poseen amplias evidencias incriminatorias contra Álvaro Uribe Vélez, último presidente de Colombia. En el informe de inteligencia titulado “Importantes Narcotraficantes Colombianos” desclasificado por el Pentágono el año 1991, Uribe figura con el número 82: “Político colombiano y senador, se dedica a colaborar con el cartel de Medellín a altos niveles del gobierno. Está involucrado en actividades de estupefacientes en Estados Unidos. Su padre fue asesinado en Colombia por sus vinculaciones con narcotraficantes. Él es amigo íntimo del barón de la droga Pablo Escobar Gaviria y participó en la campaña política de este.

En el mes de marzo de 1984 las autoridades colombianas tomaron un laboratorio de elaboración de drogas de Escobar, confiscando 14 toneladas de cocaína como también varios aviones y helicópteros. Entre estos se hallaba un helicóptero Hughes 500 de propiedad de la familia de Uribe. Nadie levantó acusaciones contra Álvaro Uribe en este entonces. Así mismo, se hizo nombrar presidente de la Aviación Civil Nacional. Fue él quien permitió que sus cómplices narcotraficantes utilizaran pistas y aeródromos nacionales. Es de aquí de donde proviene el bienestar financiero de Uribe y su clan.

Durante sus dos períodos presidenciales, desde el 2002 al 2010, Uribe de manera ferviente desempeñó sus deberes como títere de Washington oponiéndose a los procesos de integración en la región que no contemplaran la participación norteamericana. De manera obstinada Uribe interfirió con el bloque del ALBA. Las relaciones del líder colombiano con Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Fidel y Raúl Castro se hicieron más y más tensas. La excusa oficial para la confrontación era la cooperación de los países del ALBA con los grupos guerrilleros colombianos FARC-ELN. Uribe exigió que los países del ALBA reconocieran a esos grupos como “organizaciones terroristas” tal como lo hace Estados Unidos y apoyaran a Colombia en su empeño por derrotar por completo a los rebeldes.

Uribe aceptó la propuesta del Pentágono y la CIA de liquidar los campamentos provisorios de las FARC en las agrestes áreas fronterizas con Ecuador. La operación fue llevada a cabo por la fuerza aérea norteamericana y un grupo de comandos colombianos. Entre las decenas de guerrilleros muertos estaba el comandante Raúl Reyes, quién había sido autorizado por las FARC para iniciar un proceso de arreglo pacífico del conflicto. El gobierno de Bush logró el resultado que anhelaba alcanzar: la situación en la región llegó a un punto crítico y la amenaza de un conflicto militar entre Colombia, Ecuador y Venezuela se hizo evidente como nunca antes. Unidades militares, incluyendo unidades de tanques recibieron órdenes de dirigirse a proteger las fronteras. La posibilidad de una guerra local entre “greasers” (término despectivo empleado por diplomáticos norteamericanos y personal militar para referirse a los pueblos suramericanos, equivalente a “sudaca” empleado en España) fue considerada por los “halcones” de Washington como una opción aceptable para “deshacer nudos” en las relaciones con los “regímenes populistas.” Los primeros disparos en las fronteras de Colombia-Ecuador y Colombia-Venezuela dieron base a los planes del Pentágono para establecer bases militares en Colombia y otros países de Sur América y la Cuenca del Caribe.

Se dieron las oportunidades para entrar en el conflicto directamente y entre otras cosas, tomar el control de los campos petrolíferos de Venezuela y Ecuador.

Las denuncias de Wikileaks no incluyeron los documentos secretos del Pentágono y la CIA que se referían a una escalada del conflicto y escenarios de futuras confrontaciones. Es poco probable que estos “explosivos” documentos sean desclasificados en la siguiente década. Pero los participantes en aquellos eventos por el lado de Colombia, tarde o temprano podrían presenciar un juicio sobre la guerra que fue planeada pero que no estalló, el incendiario rol de los oficiales norteamericanos en Colombia y las maniobras entre bastidores de Uribe, quien intentó hacer que Venezuela y Ecuador desataran la guerra.

El “historial” de Uribe incluye muchas otras campañas para socavar la estabilidad y el orden en los países “populistas.” Fue con el consentimiento de Uribe que el DAS (agencia colombiana de inteligencia) se instaló en todos los países latinoamericanos con grandes comunidades de refugiados colombianos. La agencia solo realizaba actividades de vigilancia pero, bajo la doctrina de Bush de “guerra contra el terrorismo” no se excluyó la “neutralización física” de los más peligrosos “extremistas.”

Venezuela es el país con la más grande comunidad de colombianos. Por lo menos cuatro millones de personas se han asentado en la República Bolivariana salvándose de la represión del gobierno colombiano por sus “vínculos con la guerrilla” las venganzas de los narcotraficantes y de los grupos armados de la ultra derecha. Los servicios especiales norteamericanos y colombianos utilizan esta situación para enviar unidades paramilitares a Venezuela.

Sus metas son la desestabilización de la situación en los estados fronterizos, la diversión económica (contrabando de exportación de petróleo y productos alimenticios) y secuestros. A través de los canales del DAS Uribe sabía que un grupo paramilitar de más de 100 hombres estaba preparando un ataque al palacio presidencial de Miraflores para asesinar al presidente Chávez. Los paramilitares colombianos emplearon uniformes y armas venezolanas con el objeto de fingir un alzamiento espontáneo de militares venezolanos descontentos con la política “comunista” de Chávez. A Uribe no le importaba mucho: quizás esta vez tendría éxito. Pero el plan falló y los paramilitares fueron detenidos cerca de Caracas justo antes del ataque.

Uribe no tuvo éxito al tratar de asegurar un tercer período presidencial. La Corte Constitucional de Colombia se opuso. Evidencias de los crímenes del régimen de Uribe comenzaron a salir a la superficie: fosas con miles de víctimas, la eliminación de colombianos que eran presentados como guerrilleros, asesinatos de opositores, de activistas sindicales y estudiantiles, periodistas y representantes de organizaciones indigenistas residentes en Venezuela. Semejantes prácticas fueron utilizadas por los norteamericanos cuando combatían a los movimientos guerrilleros en América Latina durante el período 1950-1980. Sin vacilación Uribe agregó estos métodos a su arsenal. A futuro, la investigación en torno a la intervención de las comunicaciones telefónicas a miembros del parlamento, a funcionarios de la Fiscalía General de la República, a jueces y periodistas podría tener consecuencias negativas para el ex presidente. Uribe sostiene que él no dio esas órdenes, pero la detención de su secretario personal, Bernardo Morena, la huida del país de la ex jefa del DAS, María del Pilar Hurtado y su asilo político en Panamá indican lo contrario. Las intervenciones telefónicas se hacían cumpliendo órdenes desde el palacio de Nariño.

El gobierno norteamericano valora los servicios de uno de sus “hijos de puta.” Cuando Uribe terminó su período presidencial, se convirtió en conferencista de una universidad norteamericana y le fue otorgado un camuflaje como funcionario de la Organización de Naciones Unidas. ONU.

El nuevo presidente colombiano, Juan Manuel Santos, quien fue ministro de la defensa durante el gobierno de Uribe, renunció a la confrontación evidente con el ALBA. Santos de reunió con Chávez, firmó documentos sobre la normalización de las relaciones y cooperación en diferentes campos, incluyendo el de la seguridad. Uribe tomó esto como una “traición.”

Con evidente malestar, Uribe asumió las investigaciones sobre casos de corrupción durante su gobierno y vínculos de sus hijos con la narco-mafia.



Analistas políticos colombianos señalan indicios de “psicosis” en el comportamiento de Uribe, quien continúa con sus ataques en público contra Chávez cada vez que tiene la oportunidad. Esto sucede a pesar del acuerdo entre Chávez y Santos en el sentido que Chávez se abstendrá de lanzar críticas al ex presidente. El presidente venezolano mantiene su palabra y para Santos, los ataques verbales de Uribe, se convierten cada vez más en un problema grave. Además, Uribe continúa interfiriendo en problemas internos y de política exterior de su país.

Se ha hecho evidente que Uribe trata de no permanecer por mucho tiempo en un solo sitio. Siempre se está moviendo como si estuviera cubriendo sus rastros. Los guardaespaldas norteamericanos del ex presidente de Colombia, están despiertos todo el tiempo –la posibilidad es muy alta de que la guerrilla se vengue por la muerte de su comandante Raúl Reyes. Uribe hasta administra su propiedad El Ubérrimo por teléfono. Teme por su vida debido a que él sabe que las FARC tienen gente en todas partes.

Por la misma razón el ex presidente pasó en total no más de una semana en su casa ubicada en el área del complejo policial al norte de Bogotá. Aunque se considera que este complejo es inexpugnable, Uribe prefiere no tentar la suerte. Los enemigos están en todas partes. Él no puede confiar un cien por ciento en la CIA. El destino del presidente Noriega de Panamá le recuerda constantemente que los gringos son dobles.

Noriega se resbaló y fue castigado a pesar de sus méritos anteriores y de haber estado en prisión en Estados Unidos. Aun así, muchos consideran a Noriega como el “hijo de puta” favorito del Imperio.

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