jueves, 19 de abril de 2012

Viaje de ti mismo a ti mismo

Viaje de ti mismo a ti mismo 09/02/2004 - Autor: Sheikh Nazim Al-Haqqani Al-Qubrusi Al-Naqshbandi - Fuente: Jerrahi.org.ar espiritualidad naqshbandi relato sufismo tasawwuf 0 Sheikh NaqshbandiEste es tu paisaje interior, los climas de tu corazón. Te has olvidado de ellos. Deseamos que los recuerdes, para que te leas a tí mismo. Porque no hay más que tú mismo. Mientras yo erraba en este mundo temporal, Allah me condujo a un sendero recto. Caminando sobre él en un estado entre ensueño y vigilia, como si estuviese en un sueño, llegué a una ciudad que estaba toda en la oscuridad. Era tan vasta, que yo no podía ver ni concebir sus límites. esta ciudad contenía todo lo que fue creado. Había personas de todas las naciones y razas. Tan apiñadas estaban las calles, que uno apenas podía caminar. Tan ruidoso era todo que uno escasamente podía escucharse a sí mismo, o a otros. Todas las feas acciones de todas la criaturas, todos los pecados conocidos, y desconocidos para mí, se encontraban a mi alrededor. Con temor y asombro contemplé la escena. Lejos, en la distancia, en el centro aparente de esta ciudad, había todavía otra ciudad, con altos muros, enorme en tamaño. Lo que observé alrededor mío me condujo a pensar que nunca, desde el comienzo del tiempo, hubo un rayo de luz, proveniente del sol de la verdad que hubiese caído sobre esta ciudad. No solamente estaban el cielo y los caminos y casas de esta ciudad en total tiniebla, sino que sus habitantes, quienes eran como murciélagos, poseían mentes y corazones tan oscuros como la noche. Su naturaleza y su conducta eran como aquellas de los perros salvajes. Gruñendo y peleando unos con otros por un bocado de comida, obsesionados por la lujuria y la ira, se mataban y se desgarraban en pedazos unos a otros. Sus únicos placeres eran las bebidas intoxicantes y el sexo desvergonzado, sin discriminación entre masculino y femenino, esposas y esposo ajenos. Su costumbre era mentir, hacer trampas, habladurías, difamar y robar, con total ausencia de consideración por otros, falta de conciencia o temor de Allah. Muchos entre ellos se llamaban a sí mismos musulmanes. De hecho, algunos estaban considerados por ellos como hombres sabios, Sheijs, Maestros, hombres de conocimiento, predicadores... Algunos de entre ellos que tomaron conciencia de los mandamientos de Allah, de lo que es correcto y legítimo a los ojos de Allah y de los hombres, y de aquello que Allah prohíbe, trataron de actuar de acuerdo con ello y gustaron de ello y no pudieron asociarse más con la gente de la ciudad. Tampoco pudieron los habitantes de la ciudad tolerarlos. Escuché que habían tomado refugio en la ciudad amurallada que había visto en el centro de este reino. Me quedé en esta ciudad por un tiempo. Al fin encontré a alguien que podía escucharme y entender lo que yo decía. le pregunté el nombre del lugar. Me dijo que era Ampara, la ciudad arrogante, la ciudad de la libertad, donde cada uno hacía lo que se le daba en gana. Pregunté acerca de su condición. Él me dijo que era la ciudad de la alegría, que provenía de su falta de cuidados y desenfado. En la hermosa oscuridad que la rodeaba, cada uno pensaba que él era el único. Le pregunté el nombre de su gobernante. Me informó que era llamado Aql Maash, su Alteza la Habilidad, y que era un astrólogo, un encantador, un ingeniero que construía cosas, un médico que daba vida a quienes de otra manera hubieran muerto, un inteligente y culto rey que no tenía igual en este mundo. Sus Consejeros y Ministros eran llamados Lógica, sus jueces dependían de la antigua ley del Sentido Común, a sus administradores eran llamados Imaginación y Ensueño. Me dijo que todos los ciudadanos eran totalmente leales a sus gobernantes, no solamente respetándolo y apreciándolo a él y a su gobierno, sino amándolo, ya que todos sentían una afinidad en sus naturalezas, en sus costumbres, en sus conductas. Yo, teniendo la misma inteligencia y conociendo que el rey de esta ciudad era el amo de todas las ciencias de este mundo, deseé aprender estas ciencias a fín de ser rico y famoso. Me quedé por un tiempo al servicio del rey, y aprendí de él muchas cosas habilidosas. Aprendí comercio, política, ciencias militares, a manufacturar armas, las leyes de los hombres y las artes para glorificar al hombre. Me hice de un nombre a nivel mundial. Y a medida que los hombres me señalaban con sus dedos y hablaban sobre mí, mi ego se solazaba. Ya que todas las partes de mi ser estaban totalmente bajo la influencia de mi inteligencia mundana, todas ellas encontraron energía en el disfrute de mi ego y corrieron a gastar esa energía en los deleites mundanos y los placeres de la carne, sin consideración ninguna acerca de si todo ello hería a otros, o aún a mí mismo. Algo dentro mío vio en algunos momentos, que todo estaba mal. Pero yo no tenía la fuerza ni la habilidad para impedirlo. Ese algo que pudo ver, estaba apenado, y deseaba salir de la oscuridad de esa ciudad. Cierto día, cuando la pena era más aguda, fuí a a mi amo el rey, Su Alteza la Habilidad, y con atrevimiento le pregunté :¿Cómo es que los hombres de conocimiento de vuestro reino. jamás actúan guiados por lo que saben, y temen a Allah?, y, ¿Cómo es que nadie en esta ciudad le teme al castigo de Allah, pero temen vuestro castigo?. ¿Cómo es que no hay aquí luz, ni afuera, ni en el corazón de vuestro pueblo?. ¿Cómo es que vuestros súbditos poseen la apariencia de seres humanos, y sin embargo su naturaleza es igual a la de los animales salvajes, o peor aún? El respondió: "Yo, el que puede descubrir como derivar en un beneficio personal de este mundo ( aún si mi beneficio es la pérdida de ellos ), soy el Ideal de ellos. Yo tengo un agente dentro de cada uno de ellos, pero yo también tengo una amo que me guía, y ese es el Diablo. Nadie aquí es capaz de cambiar su camino, y todos están satisfechos y piensan de sí mismos como si fuesen mejores que otros. Ninguno posee la voluntad de cambiar, y por lo tanto, no cambiarán. Cuando escuché eso, deseé dejar la ciudad, y me propuse escapar. Pero sabiendo del poder y el control del rey sobre todo, le pedí su permiso para partir. "¡Oh mi soberano absoluto - le dije- Usted ha hecho tanto por este humilde servidor y me ha dado todo lo que poseo. Que alegre vida he llevado bajo su mando!. Usted me vistió con ricas pieles, me dio compañía para diversión y juegos. No me ha prohibido ni borracheras ni apuestas. Yo he saboreado todo los placeres, y siento que he recibido mi porción. ¿Sabía Usted que yo llegué a esta ciudad como viajero? . Permítame ahora ir a ese gran castillo que veo en el medio de la ciudad." El rey me respondió, diciendo: "Mi poder se extiende también sobre ese castillo. Ese distrito es llamado Lawwama, Auto-reproche, pero su pueblo no es el mismo que nosotros vemos aquí. En esta arrogante ciudad de nosotros, nuestro ídolo es el Diablo. Ni él ni yo, culpamos a nadie por lo que hacen. Por lo tanto, ninguno de ellos lamenta lo que han hecho, ya que vivimos en imaginación. En la ciudad del Auto-reproche, la imaginación no tiene poder total. Ellos también hacen lo que es llamado pecado: cometen adulterio, satisfacen su lujuria con hombres y mujeres por igual, beben y juegan, roban y asesinan, pasan rumores y difaman como hacemos nosotros, pero a menudo ven lo que han hecho, y lo lamentan y se arrepienten". Tan pronto como finalicé de hablar con mi amo, Habilidad, me apuré hacia los portones de la ciudad del Auto-reproche. Sobre los portones estaba escrito: " At-tã ibu min adh-dhanbi ka-man lã adhanaba" "Aquel que se ha arrepentido es como si nunca hubiese cometido pecado". Yo di el santo y seña mediante el arrepentimiento por mis pecados, y entré a la ciudad. Pude ver que esta ciudad estaba considerablemente menos poblada de muchedumbres que la ciudad de la Oscuridad, desde la que yo había llegado. Diría que su población era la mitad de la que yo había dejado. Luego de permanecer un tiempo, descubrí que había un hombre de conocimiento, que sabía el Sagrado Corán y exponía sobre él. me acerqué a él y lo saludé. Él me devolvió el saludo, y me deseó la paz y las bendiciones de Allah sobre mí. A pesar de haberme dicho el Soberano de la Ciudad de la Oscuridad que él también reinaba aquí, lo verifiqué con mi maestro, preguntándole el nombre de su gobernante. Me confirmó que estaba bajo la jurisdicción de Su Alteza la Habilidad, aunque tenía sus propios administradores, cuyos nombres eran Arrogancia, Hipocresía, Intolerancia y Fanatismo. Entre la población había muchos hombres de conocimiento, muchos hombres que aparentemente eran virtuosos, devotos, píos y rectos. Hice amistad con ellos, y descubrí que estaban afligidos con arrogancia, egoísmo, envidia, ambición, intolerancia, y aún en su amistad había insinceridad. Eran hostiles entre sí, armándose trampas el uno con el otro. Lo que puedo decir como lo mejor de ellos, era que oraban e intentaban seguir los mandamientos de Allah, porque temían el castigo de Allah y al Infierno, y tenían la esperanza en una vida eterna y placentera en el Paraíso. Pregunté a uno de ellos sobre la Ciudad de la Oscuridad, y me quejé de la gente que la habitaba. Estuvo de acuerdo, y me dijo que la población de esa ciudad consistía de infieles corruptos, sedicioso, y asesinos. No tenían fé, ni jamás oraban. Dijo que eran borrachos, adúlteros y pederastas; eran totalmente inconscientes y descuidados. Pero de tiempo en tiempo, mediante alguna misteriosa guía, eran conducidos hacia la Ciudad del Auto-reproche. Entonces se daban cuenta de lo que habían hecho, lo lamentaban, se arrepentían, y pedían perdón. pero mientras permanecían en su Oscura ciudad, me dijo que ellos no sabían lo que estaban haciendo, de modo que jamás se les ocurriría lamentarlo o pedir perdón. Por lo tanto, no se ayudaban entre sí, y nadie intercedía por ellos. Cuando recién había llegado a la ciudad del Auto-reproche, pude ver que en su centro existía aún otro castillo más. Interrogué al letrado habitante sobre el mismo; me dijo que se lo llamaba Mulhima, le pregunté sobre su gobernante, y me dijo que era llamado Aql Maad , Su Alteza la Sabiduría, Conocedor de Allah. Este rey, me dijo mi informante, tenía un primer ministro cuyo nombre era Amor. "Si alguna vez alguien de nosotros penetra en la Ciudad del Amor y la Inspiración, no lo aceptamos de regreso en nuestra ciudad. Esto es, porque cualquiera que va a allí, se convierte en uno igual al resto de esa población, totalmente unido a ese primer ministro. Se enamora de él, y está dispuesto a dar cualquier cosa, todo lo que tiene, sus posesiones, su familia e hijos, aún su vida, en aras del primer ministro llamado Amor. Nuestro sultán, Su Alteza, la Habilidad, encuentra este atributo totalmente inaceptable. Él recela de de la influencia de aquellos que poseen esta cualidad, porque tanto la lealtad como sus acciones, parecen ser ilógicas y no son comprensibles al sentido común. "Nosotros escuchamos que las personas de esta ciudad, invocan a Allah, con himnos y canciones, aún con el acompañamiento de la flauta de lengüeta, y tamboriles y tambores, y al hacerlo pierden sus sentidos y ascienden al éxtasis. Nuestros líderes religiosos y teólogos, encuentran esto inaceptable de acuerdo con nuestra reglas de ortodoxia. Por lo tanto, ninguno de ellos, ni siquiera sueña de poner un pié en la ciudad del Amor y de la Inspiración". Cuando escuché esto, sentí un terrible desagrado por la Ciudad del Auto-reproche, y corrí a las puertas de la ciudad bendecida del Amor y la Inspiración, en la cual decía: "Bãb ul-jannati maktûb: lã ilãha illa Llãh". Yo recité en voz alta la sagrada frase: "Lã ilãha illã Llãh"-"No hay dioses sino Dios" -.Me prosterné, y ofrecí mis sinceros agradecimientos. Ante ello, las puertas se abrieron y entré. Pronto encontré un alojamiento de derviches, donde ví al elevado y al humilde, al rico y al pobre, juntos, como a un solo ser. Los ví amándose y respetándose el uno al otro, sirviéndose entre sí con consideración, reverencia y diferencia, en un continuo estado de pura alegría. estaban charlando, cantando. Sus canciones y su conversación eran cautivantes, hermosas, siempre sobre Allah y el Más Allá, espirituales; alejados de toda ansiedad y pesar, como si morasen en el Paraíso. No escuché ni ví nada que semejara disputa o querella, nada perjudicial o dañoso. No había intriga ni malicia, envidia ni habladuría. Sentí inmediatamente paz, consolación y alegría entre ellos. Vi a un hermoso anciano, la conciencia y la sabiduría brillando a través de él. Fuí atraído hacia él, me acerqué y le dije: "Oh! mi apreciado, yo soy un pobre viajero, y enfermo, buscando un remedio para mi enfermedad de oscuridad e inconciencia. ¿Hay un médico en esta Ciudad del Amor y la Inspiración para curarme? El permaneció en silencio por un momento. Le pregunté su nombre. Me dijo que se llamaba Hidaya ( Guía ). Luego dijo: "Mi sobrenombre es Veracidad. Desde tiempos inmemorables ni una sola inexactitud ha atravesado por estos labios. Mi deber, mi mandato, son el mostrar el camino a aquellos quienes sinceramente buscan la unión con el Amado. Y a usted le digo: Y sirve a tu Señor hasta que llegue a tí aquello que es certero. (Surah Hijr,99) Y recuerda el nombre de tu señor y elévate en ofrenda de tu ser a El con entera devoción. ( Surah Muzamil, 8 ) "También usted es un sincero amante: escúcheme con el oído de su corazón: Hay cuatro distritos en esta Ciudad del Amor y la Inspiración a la cual usted ha venido. Estos cuatro distritos están uno dentro del otro". "El distrito más externo es llamado Muqalid, el distrito de los imitadores. El experimentado médico que usted busca para curar sus males, no está dentro de este distrito. Tampoco está la farmacia que tenga el medicamento para la enfermedad de la desatención, oscuridad del corazón y oculto politeísmo. A pesar de que usted encontrará muchos que se hacen conocer como médicos del corazón ( toman la apariencia de tales, usan vestimentas y se ponen grandes turbantes, declarándose a sí mismos como hombres sabios, mientras intentan esconder su ignorancia, su depravación, su falta de carácter; incapaces de probar lo que claman ser; buscando fama, y ambiciosos de lo mundanal), ellos mismos están enfermos con la enfermedad de sí mismos. Ellos asignan socios a Allah, y son maestros solamente de la imitación". "Ellos esconden bien su intriga, duplicidad y malicia. Son inteligentes, perceptivos, alegres y amantes de la buena vida. A pesar de que sus lenguas aparentan estar pronunciando las plegarias y los nombres de Allah y usted los encuentra a menudo en los círculos de los derviches, sus mentes que los guían no les señalan para que vean la influencia y el beneficio de sus plegarias. Por lo tanto, usted, no encontrará en ellos el bálsamo para suavizar los dolores de la inconciencia y de la desmemoria". "Usted bien puede dejar este distrito de los imitadores y tomar refugio en el distrito de Mujahid, el distrito de los Guerreros". Yo seguí su aviso y fuí hacia el distrito de los Guerreros. Las personas que allí encontré eran débiles y delgadas; gentiles, pensativos, agradecidos; devotos de las plegarias, obedientes, ayunadores, contemplativos y meditativos. Su fuerza estribaba en poner en acción aquello que sabían. Yo intimé con ellos, y ví que habían abandonado todas las fallas de carácter producidas por el egoísmo y la egolatría y las sombras de la inconciencia. Habianse construido un talento para ser servidores, complacidos con su Señor y contentos con su condición. Permanecí en el distrito de los gentiles guerreros por muchos años. Actué como ellos actuaban y viví como ellos vivían, observando como yo actuaba y como yo vivía, sin dejar escapar un instante de negligencia. Aprendí y mostré paciencia y tolerancia, y aprendí a estar contento y satisfecho con mi suerte, y yo estaba alegre y apacible. Luché, durante día y noche, con mi ego, pero todavía me quedaba el politeísmo de muchos "mi-s" y "yo-es", combatiéndose entre ellos, aún a pesar de que todos enfrentaban a un Allah. Esta mi enfermedad de Shirk Khafi - disponer de muchos "yo-es" como socios de Allah -arrojaba pesadas sombras sobre mi corazón, escondía la verdad, y me mantenía en el descuido. Pregunté a los médicos del distrito, les rogué. Les hablé de mi enfermedad, el oculto politeísmo, la horrible negligencia, la oscuridad de mi corazón, y pedí por ayuda. Ellos me dijeron: "Aún en este lugar de aquellos quienes batallan con sus egos, no existe cura para tus males porque: El es contigo donde quiera que tú estás. ( Surah Hadid, 4 ) Entonces me aconsejaron que viajara en dirección al castillo de Mutmaina, la Ciudad de la Paz y la Tranquilidad. Cerca de esa ciudad se encontraba un distrito denominado Munajaat wa Muraqaba (suplica y meditación ). Quizás allí, dijeron ellos, habría un médico para curarme. Cuando llegué al distrito de la meditación ví sus habitantes, quietos y pacíficos, recordando a Allah internamente, recitando Sus Bellos Nombres. A todos y cada uno de ellos les había nacido un hijo del corazón. Permanecían de pié, con sus cabezas inclinadas en la presencia de su Señor, silenciosos, melancólicos, tristes, en profunda humildad y veneración. No obstante que su exterior parecía aniquilado, ruinoso, sus corazones brillaban y florecían. Sus modales eran gentiles y corteses. Escasamente hablaban entre sí, por temor de distraer la atención del otro, del Uno en cuya presencia ellos se sentían estar, de impedirse el permanecer en profunda meditación. Eran livianos como plumas, y sin embargo, su mayor temor era una carga y un agobio sobre otros. Pasé muchos años en el distrito de la meditación y la contemplación. Hice como ellos hacían, y sin duda yo pensaba que estaba finalmente curado del descuido, del politeísmo, y de la inconciencia. Pero no estaba curado del oculto dualismo del "yo" y del "Él" que todavía arrojaba pesadas sombras sobre mi corazón. Mis lágrimas corrían en torrentes. Miserable y macilento, y en total temor reverente, caí en un extraño estado donde un océano de tristeza me rodeaba. Deseé ahogarme en ese mar. No encontré otra solución sino morir. Pero no podía hacer ninguna cosa, no poseía voluntad, ni aún para morir. Mientras permanecía allí impotente, entristecido, en éxtasis, apareció en el lugar el hermoso maestro a quien primero había conocido en esas extrañas tierras, aquél quien era llamado Hidaya, el Guía. Me contempló con ojos compasivos. "¡Oh, pobre esclavo de sí mismo, en exilio en esta tierra extranjera !¡Oh, peregrino lejano de su hogar!¡ Oh, pobre miserable, usted no puede encontrar su cura en este estado de espíritu!. Abandone este lugar. Vaya a ese distrito más allá, justo al lado de las puertas del castillo Mutmaina. El nombre de ese barrio es Faná - Auto aniquilación. Allí usted encontrará médicos que se han aniquilado a sí mismos, quienes no poseen ser, los que conocen el secreto de: Fa-afnu thumma afnu thumma afnu fa-abku thumma abku thumma abku "No seas, no seas, no seas, de modo que tú serás, de modo que tú serás, de modo que tú serás para siempre" De inmediato huí al distrito de la aniquilación. Vi su población, muda, sin palabras, como si estuvieran muertos, carentes de fuerza en ellos como para permitir palabra alguna. Habían abandonado cualquier esperanza de beneficiarse en hablar y estaban preparados para entregar sus almas al ángel de la muerte. Se hallaban totalmente desinteresados de si yo estaba allí o no. No vi realizar acción alguna entre ellos, exceptuando la ejecución de sus plegarias cinco veces al día. Habían perdido el concepto de separación entre éste mundo y el Más Allá, la habían olvidado. Tanto el dolor como la alegría les eran iguales. Habían abandonado el gusto tanto en las cosas materiales como el de las espirituales. Ningún pensamiento les preocupaba. No recordaban nada, ni tampoco esperaban nada. Toda necesidad y deseo les eran extraños. Habían suprimido aún el suplicar a Allah por aquello que deseaban. Me quedé con ellos por muchos años. Hice lo que ellos hacían. No me diferenciaba de ellos, pero al no conocer su estado interior, no podía hacer lo que ellos hacían internamente. Aún en ese lugar, entre ellos, sentía gran dolor. Sin embargo, cuando intentaba describir los síntomas de mi enfermedad, me era imposible encontrar mi cuerpo, ni existencia alguna, que me permitiera decir: "Este es mi cuerpo" o "Este soy yo". Entonces supe que aquello que era "yo", se convertía en mi dueño. Entonces supe que decir "ese sí es mío", constituye una mentira, y mentir es un pecado para cualquiera. Entonces supe que pedir al verdadero dueño por aquello que era "mío", era el oculto politeísmo del cual había deseado liberarme. ¿Qué era entonces lo que había que hacer? Presa de reverente temor, vi que estaba libre de todos mis deseos. Grité y lloré. En mi desesperación, si hubiera llamado ante Él y dicho, "¡Oh, Señor!", hubiera habido entonces dos: Él y yo, mi ser y el Uno de quien buscaba ayuda, el querer y el Querido, el deseo y lo Deseado, el amante y el Amado, oh! tantos...Yo no conocía el remedio. Los desconsolados lamentos atrajeron la piedad del ángel de la inspiración a quien su Señor había encargado la enseñanza de los amantes. Con el permiso de su Señor, me leyó el libro de la divina inspiración: "Primero, aniquila tus acciones". Él me lo entregó como regalo. Cuando extendí mi mano para recibirlo, ví como no había tal mano. Era una composición de agua y tierra, éter y fuego. Yo no tenía mano para tomar. Yo no tenía poder para actuar. Existe sólo Uno que tiene el poder, el Todo-Poderoso. Cualquier acción que ocurra a través mío, pertenece al Actor Absoluto. Todo poder, todos los actos, yo los refería a Él, y dejaba todo cuanto ocurría para mí, y a través mío, en este mundo. Yo sabía, ya que había sido instruido por el ángel de la inspiración, lo que constituye la aniquilación de las propias acciones, y a Allah se deben todas las alabanzas. La prueba de la necesidad, de despojarse de las propias acciones, en el sendero a la verdad, está en el versículo del Sagrado Corán: Qul kullum min inda Llãhi "Dí, toda - acción - es desde Allah" Yo soy iletrado y no he recibido enseñanza, sin embargo, Allah, el Más Alto en su manifestación de la Verdad Final, me ha agraciado con la habilidad y el poder para enseñar. Ya que, lo que, aquí está relatado, son acontecimientos que me ocurrieron a mí, experiencias que trajeron un estado de mente y espíritu, y como ha sido dicho:"Al-halu la yu rafu bil-gal", "los estados no pueden decirse en palabras", no es posible expresar tales estados de forma que otros los puedan apreciar o aún imaginarlos. Entonces deseé, con el permiso de Allah, y con la ayuda del ángel de la inspiración, desprenderme de mis atributos - aquellas cualidades que hacen a la propia personalidad-. Cuando miraba, lo que yo veía no era mío. Cuando yo hablaba, lo que yo expresaba no era mío. Ni tampoco era mío el contenido. Totalmente impotente, fui desmembrado de todos los atributos, visibles e invisibles que me distinguían, de todas las cualidades exteriores e interiores que habían hecho de mí lo que era "yo". Con todo mi ser y mis sentidos, y mi espíritu, Yo me supuse ser una pura esencia. Entonces percibí que esto era dualidad. ¿Qué debo hacer? ¿Qué relación tengo con algo que no me pertenece?. Nuevamente estaba impotente. Entonces, aún mi esencia me fue quitada. Todavía, sin embargo, yo lo deseaba y añoraba a Él. Sentí el significado de:"wa talibu ayni abdi", "aquél que Me desea es Mi verdadero servidor". Aflicción para este yo dentro mío, no sé que hacer, en desmayo mi esperanza está puesta en esa unión. Wa Llãhu bi kulli shayin muhit - Allah Quien abarca todas las cosas, huwal-awwalu wal-akhiru waz -bãtinu wa huwa bi kulli shayin alim - Aquél que es antes del antes, y después del después y todo lo que es evidente y todo lo que es oculto, y El es el conocedor de todas las cosas. Se hizo manifiesto en el secreto de su corazón. Todavía, entonces yo deseé que el secreto de mûtu qabla an tamutu, el morir antes de la muerte, se hiciera realidad en mí. Oh!, desgracia, nuevamente esta escondida realidad de yo y Aquél que anhelo. Esto tampoco puede ser la verdad. ¿Qué enfermedad es esta, qué da puntadas de dolor cuando me muevo, cuando deseo, cuando anhelo, cuando pido ayuda, cuando oro, y cuando ruego? ¿Qué extraño estado es este en el que he caído, tan difícil de resolver? Desalentado entregué todo ello a su propietario, y esperé en el portal del Consentimiento, en agonía de muerte, sin sentido, sin pensamiento, ni percepción, como si muerto, esperando que la muerte me tomara a cada respiración. Permanecí en ese estado no sé por cuanto tiempo. Siguiendo el consejo : istafid qalbaka - "Pregunta a tu corazón", le dije a mi corazón que me instruyera. Me dijo: "Mientras que exista un resto de tí en tí, no puedes escuchar el llamado de tu Señor". Irji ¡Ven hacia mí! Si un gato cayera dentro de un pozo de sal y se ahogara, y con el tiempo su cuerpo se convirtiera en sal, si restara solamente un único pelo, ¿podría esa sal ser usada como alimento? ¡Cuán a menudo, y por cuanto tiempo discuten los teólogos tales materias! Algunos dicen que a pesar del único pelo, la sal está limpia, que el cadáver del gato es ahora la sal, y algunos dicen que ese único pelo es tanto el gato como si fuera su cuerpo entero. Por lo tanto, la sal, está sucia y es contra la ley comerla. Yo sentí la verdad en ello, y deseé que ese vestigio de mí en mí, muriese. Tomé ese vestigio y lo sumergí en la beatitud divina. Un éxtasis llegó, desde mí a mí. Por encima de aquello que era mío, cubriéndolo todo, el sabor del cual es imposible describir. Sin oídos, sin palabras, sin letras, yo escuché la invitación: Irji Ven! Intenté pensar, ¿Cuál es este estado? "Mi pensamiento no podía pensarlo". Se me hizo saber que el pensamiento no puede pensar sobre el Sagrado secreto. Aún ese conocimiento fue apartado de mí tan pronto como me llegara. Oh! buscador, lo que te ha sido dicho aquí no pretende mostrar lo que yo sé. Por lo tanto, se te hará conocer, solamente después de que yo me haya ido entre ustedes. Es para el beneficio de los buscadores de la verdad, para los amantes que anhelan el Amado, de modo que les ayude a conocerse a sí mismo, de manera que puedan encontrar en cual de las Ciudades, a través de las que yo he viajado, están ellos mismos, y con cual de los ciudadanos están haciendo amistades. Cuando, y si con sinceridad, ellos conocen el lugar donde se hallan. Actuarán en consecuencia, y sabrán la dirección de la puerta de la Complacencia de Allah, y estarán agradecidos. Quizás puedan ellos recordar este Faqir, el escritor de estas palabras, con una pequeña plegaria. La paz de Allah y sus bendiciones sean con el escritor original de estas palabras. Al Fatiha Has leído el relato de un viajero del Ser, un derviche desconocido, que ha puesto en palabras, lo que tú tienes que experimentar en tu corazón, si deseas ir sinceramente por la misma ruta.

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