martes, 5 de junio de 2012

marxismo y perredismo religion de odio egoismo y maldad

El odio de si (el auto odio judío): El caso Karl Marx. Autor: Laurent Cohen | 21 Abril 2011 Categoría: Religiones Karl_MarxEn 1930, Theodor Lessing, un periodista judío alemán al que la Gestapo asesinó tres años más tarde, publicó un libro al que dio un nombre provocador: "Der Jüdische Selbsthass" ("El auto odio judío", o "El odio de si judío"). En los borradores del libro, el autor emplea expresiones tales como "veneno del alma", "autodesprecio", "tortura interna" y "la culpa propia". Cuando ese libro titulado de manera tan inequívoca fue publicado por primera vez, Alemania ya estaba en el umbral de la subida de Hitler al poder y Lessing llamaba a un renacimiento judío. Desde entonces, y a pesar del tratamiento severo del objeto de su libro, éste se ha convertido en un texto clásico, y su tema ha sido objeto de un gran debate público y académico. Según Lessing, el auto odio (u odio de si) judío proviene de dos fuentes principales: la interiorización por parte judía del discurso del antisemitismo [N.P.: como manera de justificar o congraciarse con un medio hostil al que se desea pertenecer] y la aspiración de los judíos "ético-megalomaníacos" de redimir al mundo. La primera persona de la que hablaremos aquí, Karl Marx, se adapta perfectamente a este diagnóstico, pero la segunda, Franz Kafka [en una próxima traducción], demuestra que el alma puede tomar rutas aún más misteriosas... Desde que era un niño, Karl Marx reflejaba a menudo visiones apocalípticas. En su habitación, el joven Marx observaba a la humanidad en su conjunto, la evaluaba y la dividía en dos: los culpables y sus víctimas. Prometía mil venganzas para los del primer grupo y un verdadero paraíso terrenal para los segundos. Marx escribió un nuevo Evangelio y el día de su revelación hizo temblar la tierra. Isaiah Berlin, uno de los principales filósofos liberales del siglo XX y un importante marxiólogo (que no marxista), con toda razón escribió sobre Karl Marx que era "un trabajador solitario y resuelto [...] un trabajador que con sólo su pluma causó una transformación en el mundo más importante que la pudieran lograr jefes de Estado, soldados y hombres de acción". Al parecer, todo lo que se podría decir de Marx ya se ha dicho. Todo y su contrario. Desde 1917, después de que sus herederos ideológicos declararon en su nombre el advenimiento de la salvación oficial bajo el régimen soviético, millones de seres humanos descubrieron una nueva era: un período de persecución política y religiosa, y la civilización Gulag, donde las cercas de alambre de púas, las mentiras y el antisemitismo eran una norma social. Una honestidad básica requeriría que todos los observadores inteligentes admitieran que este fracaso del totalitarismo no surgió de la nada. Con la excepción de los últimos comunistas, los cuales constituyen una especie de secta nostálgica, el mundo se ha dado cuenta de que las raíces de la pesadilla comunista ya habían sido plantadas por el propio Marx desde el inicio de su viaje conceptual. El pueblo judío y su Dios fueron los primeros blancos contra los que se dirigió la guerra de Karl Marx. Esta simple verdad ha sido oscurecida y distorsionada. Pero no fue necesario un gran esfuerzo para acallarla o suprimirla, y es que resultaba muy difícil de aceptar que el gran campeón de la liberación humana, de hecho, se expresaba en un estilo que recuerda al de Hitler. Incluso podría decirse que el antisemitismo soviético era sólo una realización parcial de los puntos de vista extremistas de Marx. Con la excepción de Stalin en sus últimos años, los sucesores de Marx no fueron absolutamente fieles a él en este asunto. Marx habló de la desaparición de la existencia judía, yendo tan lejos como para afirmar que la salvación del mundo dependía de la aniquilación del judaísmo. En una etapa muy temprana de su vida, ya creía que el mundo estaba sufriendo una nefasta "judaización" a la cual debía encontrarse una urgente solución. Obsérvese que nunca repudió estos puntos de vista. Al contrario, el Mesías de los revolucionarios despreció sistemáticamente a los judíos y a su religión hasta su último aliento. Marx fue muy consciente del hecho de que había nacido judío. Sus dos abuelos y uno de sus tíos fueron rabinos y estudiosos de la Torá. Al igual que muchos judíos europeos durante ese período, su padre sabía que solamente mediante la conversión al cristianismo podrían abrírsele las puertas del ghetto. En 1817, Hershel Marx se convirtió en Heinrich Marx, y en 1824, cuando Karl tenía siete años, su padre le convirtió al cristianismo. La madre de Marx, que en un principio insistió en mantener su identidad judía, hizo lo mismo algún tiempo después. Marx escribió su artículo más importante sobre los judíos, "Sobre la cuestión judía", mientras vivía en Francia. Publicado en los Annales Franco-Allemandes en marzo de 1844, este ensayo no era un proyecto menor, sino más bien un texto de cierta amplitud (unas sesenta páginas), muy denso y escrito en respuesta a un artículo anterior sobre los judíos de Bruno Bauer. En un principio, Bauer había sido un teólogo protestante bastante convencional. Pero después de descubrir a Hegel, “se rebeló y se convirtió” en uno de los más grandes teóricos del ateísmo. Por ejemplo, a Albert Schweitzer le impresionó poderosamente la crítica del Nuevo Testamento por parte de Bauer, y la llamó "la más completa y capaz colección de dificultades sobre la vida de Jesús que se pueden encontrar en cualquier lugar". En su artículo, "La cuestión judía", Bauer atacaba la idea de que la emancipación de los judíos fuera siquiera una opción. Su argumento era simple: los judíos son responsables de su propia opresión ya que se han mantenido judíos. "Los judíos son los culpables, ya que se han aferrado a su nacionalidad y se han resistido a los movimientos y cambios de la historia. [...] Son oprimidos porque en primer lugar ellos mismos presionan colocándose en contra del sentido de la historia". Como fanático de Hegel, Bauer consideraba la vida judía como un anacrónico insulto, un fósil imposible de erradicar. En lugar de ser digna de alabanza, a sus ojos, la tenacidad de la supervivencia judía era un rechazo del progreso humano. El pueblo judío, decía Bauer, es manifiestamente anti-histórico (es interesante observar que para Franz Rosenzweig esta misma característica representa una ventaja para los judíos "mesiánicos”). Así es como Bauer explicaba lo que permitió a los judíos sobrevivir: “ellos se esparcían a sí mismos entre las grietas y las hendiduras de nuestra morada nacional". Marx arremetió en contra de estos argumentos: Bauer, argumentaba Marx, no entendía el principio de que la emancipación es necesaria para todo el mundo. Sin embargo, este proceso de salvación sólo puede producirse cuando la sociedad se libera del judaísmo y de sus agentes, nada más y nada menos. Antes de discutir algunos aspectos de la respuesta de Marx a Bauer, una serie de comentarios se precisan: (1) En su artículo "Sobre la cuestión judía", Marx se inclina por el uso de blasfemias e imprecaciones, adoptando un léxico típicamente antisemita. (2) La afirmación posterior de que "Sobre la cuestión judía" era el producto de una especie de locura momentánea, un texto que debe ser contemplado como “separado” del "puro” pensamiento marxista, debe ser rechazada de plano. Esa última afirmación, el de "su carácter ajeno" al pensamiento marxista, es completamente infundada teniendo en cuenta el hecho de que, durante ese mismo período de tiempo, Marx ya había establecido su análisis sobre el concepto de la esclavitud espiritual y sobre la necesidad de restablecer la cohesión social. Estos son, por supuesto, los dos pilares básicos de toda su filosofía. Más allá de todo esto, los marxistas se inclinan por ocultar las partes problemáticas de los escritos de Marx, aquellas que evidencian su odio permanente hacia los judíos. En 1879, por ejemplo, se quejaba de "los piojos y de los judíos", atacaba a "los judíos de la bolsa de valores" y retrataba a los judíos como meros bárbaros. En la década de 1850, con el fin de ganarse algún dinero, escribió artículos políticos para el New York Daily Tribune. Allí se pueden encontrar afirmaciones como estas: "Si los judíos son tan poderosos, entonces ha llegado el momento de desenmascarar su verdadero rostro y condenar sus organizaciones". (3) El crudo estilo de Marx pone de relieve su endeblez: En "Sobre la cuestión judía" Marx, simplemente, deja de pensar. Abandona por completo todo pensamiento científico. Sus ideas se basan en libelos y supersticiones antisemitas que acepta como un axioma y en ellas se basa para construir su ensayo. Robert Misrahi, un filósofo y comentarista de Marx, escribe: "En “Sobre la cuestión judía", Marx no actuó racionalmente [...] Este ensayo no contiene ningún análisis, no hay comparaciones sociológicas, no hay pistas demográficas, ni números, ni tablas, ni siquiera una hipótesis o discusión: sólo aseveraciones dogmáticas [...] El mundo se “había convertido” al judaísmo y todo el sufrimiento y los conflictos del mundo eran resultado del hecho de que "ya era casi enteramente judío" [N.P.: nada nuevo bajo el sol para buena parte de la izquierda occidental actual]. Lo que vemos aquí es una locura antisemita extrema: El mal del mundo es el “judaísmo en el mundo”, o bien, el “mundo como judaísmo” " Podemos ver que, a ojos de Marx, el "judío" es en realidad una figura diabólica, alienígena, una figura imaginaria que no tiene nada que ver con la realidad. En su ensayo, Marx describe al judío como la fuente ontológica del mal [N.P.: cambien Israel por judío, y nuevamente nada nuevo bajo el sol para buena parte de la izquierda y de la elite occidental actual]. A través de “su amor por el materialismo”, de la esclavitud de los seres humanos y del crecimiento del cristianismo (que él ve como una victoria del judaísmo!), se propaga el mal en todo el mundo y lo contamina. "No debemos buscar el secreto del judío en su religión, debemos buscar el secreto de su religión en el verdadero judío. ¿Cuál es la base secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés propio. Una organización de la sociedad cuyo objetivo fuera suprimir las condiciones previas al mercachifle comerciante, y por lo tanto lo imposibilitara, haría al judío imposible. Su conciencia religiosa se disiparía como una fina niebla en el aire real y vital de la sociedad. [...] ¿Qué es, en sí misma, la base de la religión judía? La necesidad práctica, el egoísmo. El monoteísmo del judío, por lo tanto, es en realidad el politeísmo de las muchas necesidades, un politeísmo que hace que hasta un baño sea el objeto de la ley divina. [...] El dinero es el dios celoso de Israel, de cara a él ningún otro dios puede existir. [...] La letra de cambio es el verdadero dios del judío. Su dios es sólo un proyecto de letra de cambio ilusoria. [...] ¡La relación entre el hombre y la mujer, etcétera, se convierte en un objeto de comercio! La mujer se compra y se vende. La quimérica nacionalidad del judío es la nacionalidad del mercader, del hombre de dinero en general. El fundamento de la ley del judío es sólo una caricatura religiosa de la moralidad del fundamento. [...] Una vez que la sociedad haya tenido éxito en la abolición de la esencia empírica del judaísmo - el comercio y sus condiciones previas -, el judío se habrá convertido en un imposible". Marx, el ex-judío, no tenía la menor duda de que la erradicación del judío y de su identidad representaba la fase práctica de la salvación. Incluso cuando él se dirigía realmente contra la iglesia (el cristianismo), continuaba luchando contra lo judío que había detrás de la cruz. En sus últimos escritos, los lectores pueden ver detrás de las palabras clave - el fraude, el comercio, el egoísmo, las ganancias, la burguesía, la religión - al judío eterno de la tradición antisemita. Durante los momentos más terribles en la Unión Soviética, el Kremlin utilizaba las citas del venerable padre para permitir la inclusión del antisemitismo en su ideología e inclusive en la doctrina oficial. Los esfuerzos de los dinosaurios marxistas por enterrar este texto han sido en vano. Desde finales de 1970 en adelante, los negadores del Holocausto, los nuevos revolucionarios, los fascistas y neo-paganos y todo el movimiento mundial "pardo-rojo" (la convergencia fascista-comunista en ciertos temas) han estado influenciados de manera permanente por el papel de Marx en el léxico antisemita. La influencia de Marx sobre el Estado de Israel fue enorme. Él estuvo presente en las fuentes intelectuales del sionismo político. Ber Borojov trató de crear una síntesis entre Marx y el sionismo. Sobre todo las facciones del movimiento Hashomer Hatzair (la extrema izquierda sionista) lo veían como un profeta completamente actual. Pero los israelíes aún no habían abierto el tema más doloroso del debate: El Mesías de los modernos progresistas también abrazó fervorosamente la erradicación del judaísmo, aunque él mismo fuera de origen judío. Estos hechos son trascendentales, y también trágicos. Y ellos nos llevan a la conclusión de que el deseo de Marx era hacer desaparecer todo lo judío que pudiera existir en él, involucrando a todo el universo en su propio conflicto de identidad personal. En 1966, Arnold Künzli, un psicoanalista suizo, escribió un libro de 800 páginas acerca de Karl Marx en la que analizaba su personalidad desde la perspectiva de su auto odio judío. Y así es como Léon Poliakov, el gran historiador del antisemitismo, describe lo que guiaba a Marx: "Pero el descendiente de una línea de rabinos tenía un segundo [...] y más secreto motivo [...] dictado por una pasión diferente. Al identificar al judaísmo con esa sociedad, por arte de magia transformaba a todos los otros judíos en adoradores voraces del dinero, y así ese pobre judío, convertido a la edad de siete años, trataba de subrayar conscientemente su distancia del judaísmo presentando su certificado de no judío, mostrando una coartada para que, particularmente en esa época, muchos de sus correligionarios no le anhelaran en vano".

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