martes, 10 de julio de 2012

EL MERCADO DE TEPITO
Alfonso Hernández
Centro de Estudios Tepiteños de la Ciudad de México
Informal Market Worlds / Center for Urban Ecologies / UCSD / Feb 2012
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Los tepiteños creemos que la estructura rizomática del barrio de Tepito, es la que ha asegurado la supervivencia comercial de su mercado.
En 1521, la primera traza de la ciudad española no incluyó a Tepito, que en su mismo solar nativo fue recuperando y desarrollando su cotidianidad indígena. En 1810, al término de la lucha de independencia, el mercado callejero de Tepito ya competía con los tendajones de los españoles, judíos y libaneses establecidos en casonas del centro de la ciudad, donde tenían monopolizado el abasto de bienes de consumo y de servicios a la clase pudiente.
En 1917, al concluir la Revolución Mexicana, el discurso de los liberales que redactaron la Constitución Política, decían que con este mandato iba a ser repartida equitativamente la riqueza nacional. Sin embargo, al pueblo que luchó por la igualdad de oportunidades, únicamente le dejaron la agricultura de temporal, las artesanías regionales y el pequeño comercio.
Fue así, que, el barrio de Tepito se fue repoblando de familias de todo el país que lo habían perdido todo, y que no traían más que sus costumbres y oficios tradicionales. Desde entonces el mercado callejero de Tepito se convirtió en el ropero de los pobres de la ciudad, llamándosele como La Bola y El Baratillo.
Era de tal tamaño la actividad artesanal y comercial del barrio de Tepito, que en la nueva nomenclatura de la ciudad, se le llamó Colonia de la Bolsa, por su oferta de trabajo y los empleos que generaba en sus vecindarios y calles, que hasta la fecha llevan el nombre de los oficios que en ellas se ejercían.
La primera ofensiva gubernamental contra el comercio callejero se dio en 1957 con la edificación de cuatro mercados públicos en los que se reubicó a los vendedores. Quienes diez años después volvieron a ocupar sus lugares en las mismas calles donde tradicionalmente y por generaciones comerciaban.
Todo esto se colapsó con el sismo de 1985, pues la reconstrucción siguió las instrucciones del FMI, utilizando modelos de la arquitectura convencional, cuya tipología de vivienda está diseñada para fracturar núcleos urbanos, no dar cabida al taller familiar, e ir deteriorando la calidad de vida del vecindario. Lo cual propició que la actividad comercial se desdoblara, y que La Bola y El Baratillo se convirtiera en un inmenso Tianguis callejero con 10 mil oferentes especializados en la compra-venta de objetos: nuevos, usados, reciclados, importados, de saldo, y otros con el único defecto de que son robados.
En 1995 comenzaron a aflorar las primeras patologías urbanas, derivadas de la tugurización de la vida cotidiana, aunadas a la estrategia de dejar el barrio a su suerte, para que se convirtiera en un santuario de impunidad. Creciendo con ello el estigma delincuencial con el que se nos etiqueta y que estamos combatiendo dando a conocer nuestro carisma barrial.
El mercado de Tepito está en el perímetro “B” del Centro Histórico, cuyo perímetro “A” está siendo gentrificado a favor de la Slim Village, desalojando actividades y comerciantes ambulantes que no quieren o no pueden pagar un local en las que popularmente se les conoce cómo Plazas Maruchan, ironizando el nombre con las sopas instantáneas.
En el ámbito metropolitano, lo que posiciona a Tepito es: su lugar geográfico, su mitología barrial, y su prestigiado laboratorio mixto de economía y cultura; además de su función de barrio-bisagra, reciclando y ensamblándose en todo el acontecer del Centro Histórico de la ciudad.
En Tepito mezclamos lo local, con lo mexicano, y con lo global, reimaginándonos como una tribu urbana posmoderna, alejados del canon nacionalista, para construir nuestro propio imaginario. Y por nuestro proceso mutante, los tepiteños nos identificamos más con lo propio que con lo ajeno, y más con el territorio que con el mapa.
A Tepito se le reconoce por ser uno de los barrios originarios de la ciudad, y aunque los gobiernos no lo califican como un barrio que sirva de modelo, los mexicanos lo identifican cómo un barrio emblemático, por la fuerza, bravura y resistencia con la que nos defendemos.
Nuestro arraigo y pertenencia al mismo solar nativo de aquel México-Tenochtitlan, donde el tianguis de Tlatelolco era el centro de comercio de los aztecas, y en el que entonces Tepito era llamado Mecamalinco, por ser el barrio de los mecapaleros que trasportaban las mercaderías.
Nuestra identidad barrial se identifica por nuestras formas de trabajo y vida propias, por nuestro estado de ánimo, por nuestro modo de ser, y por nuestro estado mental. El lado oscuro de Tepito es su cultura. El Tepito O-culto.
La matriz cultural de Tepito, es semejante a una escuela de supervivencia, en la que la señora pobreza y la musa callejera, siguen siendo nuestras maestras.
Por eso, en la historia de la ciudad de México, Tepito lo ha sido todo: modesto barrio Indígena, miserable enclave Colonial, arrabal de la Ciudad de los Palacios, y territorio de obstinada resistencia contra el urbanismo depredador.
Con mi intervención, pretendo explicarles cómo nos definimos y entendemos a nosotros mismos, dando a conocer el potencial creativo y productivo de los referentes culturales más representativos de Tepito. Mi barrio, es un acumulador de energía, donde sus calles son conectores sociales para aprender y ejercer oficios tradicionales, donde se inventan fórmulas de reciclaje y se crean recetas de nutriciencia vecinal, contra los procesos arruinadores del sistema…
Desde la historia de Adán, lo escrito por Adam Smith, hasta la venta callejera de Chiclets Adams, hay dos procesos que continuamente se definen y se reproducen paralelamente como trabajo asalariado o enajenado, sin considerar las estrategias, no capitalistas y de supervivencia emergente, de los actores en cada espacio social.
Porque muchas fábricas ya no existen, ahora el trabajo está en todas partes, en la modalidad del autoempleo en la economía informal, que para muchos de nosotros es mejor que la economía criminal. Pues en el barrio, los saberes comunitarios son los que crean los oficios y preservan los servicios, que nos hacen ganar puntos de oportunidad y credibilidad, para ser conocidos y reconocidos, por el modo en que trabajamos en nuestros espacios vitales.
En nuestro nicho comercial, estamos compitiendo contra los bucaneros de la república pirata, contra una misión comercial coreana, y contra el fordismo delincuencial del narcomenudeo.
Los audios y videos piratas que patrocina la sociedad del espectáculo, políticamente funcionan como un amortiguador social, que empobrecen el comercio (porque sus ganancias son en centavos) y que contribuyen a que dejemos de ser pueblo para que terminemos cómo público consumidor.
Es por eso que en el mercado de Tepito, reivindicamos a la economía informal estructurada como una modesta fábrica social contra la poderosa industria del crimen. Ya que el umbral entre ambas fronteras cada día es mas angosto…
Ante las secretas maquinaciones de la economía mundial, lo formal y lo informal evolucionan de manera paralela. Y mientras la política está convertida en una palabra esdrújula, tampoco podemos optar por una explicación o solución en términos económicos.
Y como el ocio es anterior al negocio, en el barrio y en el mercado de Tepito se trabaja del canto del gallo al canto del grillo, comerciando duro hasta que se hace oscuro. Con 62 organizaciones gremiales, constituidas legal y notarialmente como asociaciones civiles, cuyo objeto social es procurar el bienestar social, económico y cultural de sus agremiados.
Dicen algunos historiadores que la revolución del XVIII la protagonizó el ciudadano; la del XIX, el proletario; y la del XX, el consumidor. Y como en nuestro siglo, a mayor crisis aumentará el desempleo y crecerá la economía informal, tenemos que reforzar el andamiaje de nuestra ingeniería comercial para que aguante todos los vaivenes que nos depare el destino. Pues hoy, el valor de las personas se mide por lo que pueden comprar, dándole mayor categoría al consumidor, que al ciudadano.
Para la teología de la prosperidad, es más fácil predicar el fin del mundo, que el fin del capitalismo. Herodoto y Platón enseñaron que la población activa se distribuye en siete grandes apartados, de los cuales, el de los guerreros no es menos importante que el linaje de los comerciantes, por la manera en que asumen la apropiación y producción del espacio..
La gran virtud financiera del mercado informal es que genera dinero que circula en las manos y en los bolsillos de los informales, sin que necesite ser redimido por ninguna institución bancaria tranza.
Nuestra mejor clientela serán los indignados y los quebrados por las crisis recurrentes, que ya no pueden mantenerse arriba del carrusel de la economía dominante. Asumamos nuestro compromiso con ellos y con nosotros mismos.
En el sistema global del dinero, para que NAFTA tenga resultados, tiene que haber una frontera entre lo formal y lo informal. Sin embargo, la reproducción emergente de los mercados populares, con sus múltiples estructuras invisibles, comparten la información y el conocimiento para preservar su cultura, su economía, y su capital social.
Para muchos investigadores que estudian mucho, pero que saben poco, y cuyo dialecto académico se llama: teoría. Tratar lo informal les parece algo nostálgico y exótico; sin considerar que la informalidad se ha convertido en un proceso de búsqueda y experimentación de soluciones de la clase popular, frente a las crisis recurrentes.
La economía de los desechos está impulsando el re-uso y el re-ciclaje, para que deje de ser para-site y se transforme en para-city. Por eso, la economía del empleo asalariado y la del autoempleo, convergen en la economía del trabajo formal e informal; dependiendo desde que lado se le quiera ver y considerar.
El mercado informal es el único que oferta objetos y servicios derivados de los oficios tradicionales. Es por eso que el mercado de Tepito existe porque resiste, porque está articulado a un barrio, porque forma parte de un proceso histórico y porque recupera la creatividad y el valor del trabajo local.
Todo esto que llaman informal, antes que a otros, a nosotros corresponde ponerle sus apellidos paterno y materno. Porque lo informal ya es nuestra nueva forma de ciudadanía y de soberanía frente a la economía del mercado global.
Nuestras ideas, y nuestros propios sistemas, son los que preservan la vida útil de los objetos, y la resurrección de los mismos, estructurando nuestro propio modelo de trabajo en la economía informal. El mercado informal es el que está logrando la especialización del sector terciario de la economía, porque ahora el trabajo ya está en todas las calles.
Made in USA / Made in Japan / Made in China / Made in Street
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LA CIUDAD EN DEVENIR:
ECONOMÍAS INFORMALES/ESPACIOS EFÍMEROS
Jorge Mario Jáuregui Arquitecto urbanista por la Universidad Federal de Río de Janeiro
Texto del catálogo de la exposición POST-IT CITY, Ciudades ocasionales
En el campo del urbanismo contemporáneo, uno de los fenómenos que está adquiriendo cada vez más relevancia como síntoma de desajuste de la estructura socioespacial es la existencia de una gran división en lo que se manifiesta como la dicotomía entre la ciudad planeada y la no planeada. El contraste entre lo que obedece a ciertas reglas conocidas de organización y orden de las actividades y disposición de las edificaciones y los vacíos, y aquello para lo cual no se tienen parámetros a partir de los que se puedan derivar instrumentos para poder operar con sus particulares variables. Una tentativa de aproximarse a la problemática de lo informal y lo efímero en el campo del urbanismo, especialmente en el contexto de las grandes metrópolis contemporáneas, exige realizar algunas consideraciones previas.
Como se sabe, lo informal es un fenómeno de múltiples dimensiones, y por eso su abordaje exige considerar simultáneamente aspectos económicos, políticos, culturales y urbanísticos, como campos interrelacionados que se solapan con las cuestiones del sujeto contemporáneo. Sujeto este, tensionado y asediado por los condicionamientos del consumo, la información y valores contradictorios, puestos de manifiesto a través de las diferentes lógicas que se expresan confusamente en la lucha del día a día por la supervivencia y el derecho a existir. Desde nuestra perspectiva disciplinaria, como arquitectos-urbanistas, lo que nos interesa especialmente es el aspecto vital de lo informal. Aquello que se manifiesta como una enorme energía de interacción social, a pesar del desorden visual y funcional producto de sucesivas crisis económicas, la corrupción gubernamental y la falta de políticas públicas para encauzar los acontecimientos.
En este contexto, la economía informal se refiere al espacio donde normalmente se expresa el embate entre lo global y lo local, entre lo regulado por el Estado y lo que escapa a éste. Entre el lado excluyente de la conexión a las redes del capitalismo mundializado y la producción de un excedente de «mano de obra» que no es absorbida por una actividad productiva cada vez más especializada, concentrada (reducida al mínimo operacional) y crecientemente mediada por procesos de automación. Al mismo tiempo, la disminución del aparato del Estado y la «tercerización» de parte de sus funciones contribuye por su lado a la precariedad de los lazos laborales y, consecuentemente, al debilitamiento de las redes sociales. Tanto del lado de la producción como del lado de los servicios y la administración, lo que se acentúa crecientemente desde los años ochenta es la precarización de las relaciones económicas y sociales como un todo, con su manifestación en el espacio urbano.
Es a partir de la década de los sesenta cuando crece la mayoría de las megafavelas en el mundo y la década de los ochenta puede ser considerada como el momento en que aparece la precariedad en la era posindustrial, estimulando el hiperconsumo y produciendo un enorme excedente de desocupados que contribuye al aumento descontrolado de las gigantescas manchas que configuran las periferias de los grandes centros urbanos. Una dialéctica de vaciamiento del centro tradicional y extensión sin fin de las periferias se intensifica a partir de entonces, constituyendo un paisaje caracterizado por la anomalía visual como símbolo de identidad, que abarca desde la periferia hasta el propio centro. Así, podemos caracterizar los procesos de la globalización como aquellos de la pobreza excluida (excluida de la atención del Estado) y la riqueza excluyente (con su manifestación separatista de guetos de riqueza en la «mancha» de la pobreza), con su corolario, la ciudad partida. Dividida entre su parte formal, controlada por el poder público, y su contrapartida, la parte informal, la favela, librada a su propia suerte, con sus propias leyes.
Pero esta parte informal, precaria y «provisional», es también el lugar donde se dan procesos vitales marcados por flujos incesantes de personas, mercancías, informaciones y representaciones cambiantes de vida. Hay en la informalidad una esencia creativa como fuente de permanente intercambio entre las personas y que, en esa perspectiva, puede funcionar como una referencia para una «terapéutica política» para el conjunto de la sociedad, en el sentido en que Jacques Derrida usaba este concepto. Es decir, como referencia para una convivencia de las diferencias, aun en situaciones de falta, de carencia y de entornos físicos sin ninguna cualidad. Estos espacios, a pesar de ello, presentan una intensa dinámica de intercambios, creatividad y gestión compartida de los escasos recursos. Y es en este sentido, de aguzar el potencial de imaginación para la utilización de los medios materiales y humanos, que la vida en la informalidad tiene algo de muy positivo. Aguzar nuestra percepción para la singularidad de cada situación en la perspectiva de su articulación al circuito de la interconexión y la información, revelando potenciales.
La vida en la informalidad enseña una forma de vivir para poder sobrevivir, caracterizada por una actitud que tiene mucho que ver con el humor como forma de encarar los problemas. La ambigüedad es, en este sentido, pieza fundamental de la informalidad. Esta implica una dialéctica entre el orden y el desorden, y la capacidad de indeterminar las cosas, de confundirlas. Implica una sabiduría del esquivarse, que es también lo esencial del «malandraje». Una especie de sabiduría ética que posibilita mezclar las cosas, en un universo de lo formal-legal dominado por la rigidez, la dureza, la nitidez y las «posiciones claras».
La informalidad implica una aproximación suave a aquello con lo que se debe uno enfrentar. Esta representa, atenúa y perpetúa la capacidad para driblar las leyes, en la línea de una «vocación para la cordialidad». En este universo, la calle es esa especie de «facultad de arquitectura del malandraje» que implica «saber rebuscárselas» para vivir, y que constituye un medio fundamental de aprendizaje.
Es en la calle donde se va aprendiendo una forma de vivir tratando de «no joderse», a través de la coexistencia de cosas antagónicas. Pero la vida en la informalidad tiene también altos costes, pues las actividades y la producción se dan normalmente en circunstancias de trabajo muy precarias, con sacrificios en la salud de los que deben realizar sus actividades cada día en medio de arriesgados contextos caracterizados por la contaminación, la inseguridad, la desprotección, la violencia, etc. Normalmente, las condiciones son altamente deficitarias; falta de higiene, insalubridad, contaminación sonora y falta de privacidad hasta para las necesidades más básicas. Por esta razón, cualquier consideración de intervención en nombre de la recalificación de estos lugares debe ser precedida de cuidadosos análisis de la interacción entre los diferentes factores en juego, buscando no sólo no destruir microequilibrios existentes, sino introducir valencias a partir del refuerzo del potencial productivo de cada lugar, buscando delicados equilibrios entre lo existente y lo nuevo. Tarea que demanda formas de comunicación específicas con los habitantes y métodos de trabajo precisos basados en la lectura de la estructura de cada lugar concreto y en la «escucha» de las demandas, como punto de partida.
La segregación socioespacial, de la cual la «informalidad» es una de sus consecuencias, implica una batalla social incesante en la que el Estado interviene normalmente en nombre del orden y del progreso, buscando reconfigurar las fronteras entre las áreas formales y las informales, pero siempre desde el punto de vista de los intereses de las élites económicas y políticas en la perspectiva de garantizar (tarea imposible) el control social. Por esta razón, los proyectos de estructuración socioespacial deben ser concebidos como instrumentos de mediación en esa batalla, y funcionar para permitir una tregua en la cual la discusión del interés general de la ciudad encuentre un punto de confluencia con las situaciones locales, respondiendo a las mayores urgencias en cada caso específico.
Por este motivo, se trata de tareas altamente complejas, donde se cruzan factores técnicos, económicos, políticos y éticos como parte indisoluble de su conjugación. Estos proyectos de estructuración y recomposición de las centralidades demandan un abordaje interdisciplinario y una coordinación de las diferentes instancias del poder público federal, estatal y municipal, por lo que sólo pueden ser elaborados en un proceso que exige la participación de la inteligencia local (el saber de la gente que habita los lugares) en diálogo con los saberes disciplinarios coordinados por expertos profesionales. El análisis de la estructura de cada lugar, manteniendo un diálogo con los habitantes, es la base para la toma de decisiones que implican una consideración cuidadosa de la relación territorio productivo-capital social y la detección de potenciales, conectados con los factores geo-bio-ambientales, para la búsqueda de la resubjetivización del lugar. Análisis y escuchas que deben ser hechas con extrema sensibilidad respecto a las condiciones existentes, cuando se maneja la evaluación de la relación coste-beneficios.
Se trata de equilibrios siempre inestables, de situaciones en proceso permanente de reconfiguración, por lo que las formas de abordaje y los conceptos para pensar las intervenciones demandan siempre una previa «ecología mental», esto es, la revisión de las nociones que fundamentan el abordaje de los problemas, tales como los conceptos de «desarrollo», «modernización» y «mercado global». Todas ellas muy cargadas de connotaciones ideológicas y, por lo tanto, exigiendo su análisis crítico circunstanciado. Así, no es tanto de lo nuevo de lo que se necesita, sino más bien de agregar valor a lo existente, de transformarlo potencializándolo; de rearticular las centralidades reconfigurando las conectividades, materiales e inmateriales.
La economía informal y las «implantaciones temporales» o «efímeras» que le corresponden se debaten siempre en las fronteras inciertas entre lo «legal» y lo «ilícito», e implican, para poder lidiar con ellas, una específica focalización de las fragilidades inscritas en los «agenciamientos» de la vida cotidiana. En las fronteras difusas entre trabajo, precaria presencia del poder público, estratagemas de supervivencia y actividades en la frontera entre lo lícito y lo delictivo, es donde se puede tratar de entender algo de las prácticas de configuración del espacio urbano contemporáneo, en su dinámica entre flujos y lugares, capaz de ofrecer elementos para auxiliar una praxis de los sujetos colectivos en dirección a un reposicionamiento de la periferia en el contexto de la ciudad. El punto de vista adoptado para estas reflexiones, hechas desde años de práctica de elaboración de proyectos de estructuración socioespacial, tiene por objetivo sumar elementos para un abordaje de este tema, siempre «en progreso», hecho de «síntesis parciales». En lo relativo específicamente al espacio urbano, no es sólo la economía informal la que produce espacios provisionales. Podemos diferenciar tres tipos de formaciones espaciales que tienen una connotación informal, dos de ellas producidas en los marcos «legales» y la otra no, pero todas con el resultado de ocupaciones «informales» de espacios públicos o privados en litigio.
La primera se produce «espontáneamente» por formas de conducta social que se apropian de espacios públicos «de manera informal», esto es, ocupando las aceras, la calle y hasta plazas, parques y el borde de lagunas o del mar, con actividades comerciales, deportivas o de esparcimiento. Algunos ejemplos son: «los bajos» (bajo Leblon, bajo Gavea, bajo Ipanema, etc.) en Río de Janeiro, donde principalmente los jóvenes de clase media «crean» lugares de encuentro al aire libre, que se van desplazando por distintos puntos de la ciudad a lo largo del tiempo. La elección de los lugares obedece a factores de accesibilidad, concentración de oferta de actividades semejantes, una cierta aura bohemia, estatus, etc. Estos sitios no tienen tanto una función de «mercado», sino de lugares de encuentro y esparcimiento. Generalmente, no obedecen a las posturas municipales; por el contrario, estas deben ser modificadas o adaptadas en función del fenómeno, contando normalmente con el apoyo de la población. Estos puntos en la ciudad crean locales «de movida», lugares donde la ciudad se ve muy «animada». Las actividades que allí se instalan son potencializadas, cuando ya existen (a pesar de crear fricciones con las normas vigentes), o son «toleradas» por el poder público y hasta estimuladas. En Buenos Aires, un ejemplo es el barrio de San Telmo, donde toda la calle principal con su plaza central es ocupada por las mesas de los bares perimetrales, compartiendo el espacio con artesanos, y donde se improvisan palcos para exhibiciones de música y danza. En Montevideo, en la calle comercial principal, en el centro de la ciudad, hay un sector de la calle y una plaza que la gente utiliza para bailar tango; el espacio integra quioscos y cafés/bares con actividades artístico-culturales espontáneas.
El segundo tipo informal de espacios públicos o colectivos sí tiene una connotación clara de «mercado» (en el sentido de la ciudad entendida como bazar), donde se mezclan lo legal con lo ilegal, o ilícito, caracterizado por trabajo precario, empleo temporal y hasta actividades, a veces, delictivas. En general, se trata de actividades relacionadas con trabajos mal pagados y sin ninguna protección social, y tiene relación con la globalización económica caracterizada por la liberalización financiera, la apertura de mercados y la reducción de los controles del Estado.
Uno de los resultados de esta forma de ocupación de espacios públicos son los «camelódromos» en Brasil, o los mercados populares en México. Homofónico del «sambódromo», el camelódromo es un gran espacio precariamente acondicionado para la instalación de «quioscos» o «puestos» de venta de infinitos tipos de mercancías, que van de lo legal al contrabando. Literalmente, puede encontrarse «de todo» en estos espacios verdaderamente «transitorios-permanentes», que cuentan con la autorización legal de las autoridades, pero donde las condiciones de trabajo para los que ejercen sus actividades y de incomodidad para el público los convierten en manifestaciones de ambientes públicos muy precarios. Las condiciones físicas de trabajo y de circulación por el lugar son normalmente muy negativas, tanto en lo que se refiere a «condiciones de higiene» como de «confort ambiental». Son entornos climáticamente poco confortables y contaminados visual, sonora y ambientalmente.
La tercera forma de configuración de espacio informal la constituyen los centros comerciales espontáneos surgidos dentro de las propias favelas. Claro que no se trata de simples favelas. Son complejos de favelas «conurbadas», que forman una constelación con varios niveles de centralidad y contienen una gran diferenciación socioeconómica interna. Este tipo de lugares llegan a constituir poderosos centros de atracción de todo tipo de trabajadores y prestadores de servicios, inclusive externos. En la favela de la Rocinha, en Río de Janeiro, con una población de cerca de cien mil habitantes y edificios de hasta trece pisos construidos fuera del control del poder publico, existe una población flotante de seis mil prestadores de servicios de los más variados tipos (abogados, dentistas, profesores, curas, despachantes, administradores de cadenas como Mc’Donalds y Bob’s, empresarios, comerciantes, dueños de cables de televisión, artistas, funcionarios de ONG, representantes del poder público, etc.) que van allí a trabajar todos los días de la semana, en una clara demostración del poder de atracción que puede alcanzar esta «economía informal». Informal en su aspecto jurídico, pero con una presencia y un poder real en la ciudad. Este tipo de economía informal incluye la propiedad sin registro legal de los inmuebles, donde se superponen irregularidades de variados tipos, la falta de control fiscal de las actividades por el poder público, también la ocupación de terrenos de propiedad incierta y la existencia de calles que terminan abruptamente, llenas de basura.
La informalidad abarca la provisión de agua, luz, teléfono y alumbrado público, de forma totalmente precaria. Los representantes de los concesionarios de servicios públicos y los habitantes locales «negocian» permanentemente la «extensión» de esos servicios, de forma individual o en grupo, conectando circuitos de avanzada tecnología (teléfonos celulares de última generación y cables de TV, por ejemplo) con la precariedad de la favela. Se negocia desde el precio y los costes de esos servicios hasta el propio trazado de las redes, las casas que serán atendidas y la extensión de la red clandestina con sus ramificaciones. Hay en juego en estos «agenciamientos» una inteligencia práctica que combina el sentido de oportunidad con el arte de enfrentar situaciones complejas. Estas negociaciones implican saber tratar con las «fuerzas del orden» (fiscales o policiales), que a su vez tratan de sacar ventajas a través de chantaje o extorsión. Todo ello pone en juego una especie de solidaridad popular de autoprotección, que incluye a familias en dificultades, líderes comunitarios, traficantes locales, comerciantes y dueños de vehículos de transporte interno (combis, taxis, moto-taxis), que caracteriza ese estado de excepción permanente. Esto también determina una situación de permanente equilibrio inestable, como forma de estructuración de la dinámica local, entre toda una serie de participantes, formales e informales.
Esta situación de informalidad generalizada demanda una regulación permanente de los negocios locales y la gestión de las variadas situaciones de ilegalidad, junto con la administración de las mayores urgencias. Frente a todo esto, el poder público generalmente actúa con dos fachadas: una actitud punitiva para calmar al electorado de las clases medias y las élites económicas y políticas, y otra actitud que busca mostrar su faceta «sensible» frente a la exclusión económico-cultural, a través de algún gasto público más eficiente.
En los casos presentados en esta publicación, podemos verificar cómo, en todas las escalas, a cada una de las manifestaciones de la exclusión le corresponde un tipo de precariedad espacial y una condición de inseguridad frente a la vida. En relación con las metrópolis contemporáneas y su devenir urbano, de lo que se trata es de repensar el urbanismo en su función de articulador entre lugar, urdimbre social y condiciones de vida, ofreciendo opciones para la generación de nuevos sentidos en la perspectiva de la urbanidad y el espacio público, forzando lo existente hacia deseables alternativas posibles, como dirección para una transformación ética del cuadro de vida. Y en este sentido, los ejemplos presentados en este libro ayudan a imaginar caminos para esa necesaria transformación del espacio vital en la dirección de un urbanismo de la inclusión. La cuestión que estos ejemplos nos plantean es cómo, a partir de particularidades que hablan de lo no planeado, lo anecdótico, lo ordinario, lo incompleto, lo «sin cualidades», es posible algún tipo de identificación, por más relativa que sea, capaz de desencadenar nuevos sentidos, permitiéndonos, por ejemplo, concebir espacios capaces de vivir por sí mismos y evolucionar.
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EL SISTEMA MUNDIAL NO-HEGEMÓNICO
Y LA GLOBALIZACIÓN POPULAR
Gustavo Lins Ribeiro Antropólogo de la Universidad de Brasilia

Bagatelas globales, superlogos falsos y productos “piratas”. Todos se venden baratos y en abundancia para las miles de personas que diariamente acceden a los mercados no-hegemónicos que se localizan en todas partes del mundo. Los centros fundamentales donde se producen las mercaderías están en oriente, principalmente en China, donde el boom económico crece a un ritmo incesante. Se cree que la masa económica que se mueve asciende a los trillones de dólares.
1. Introducción.
Desde hace algunos años, con estudiantes de grado y de postgrado, investigamos “otras globalizaciones políticas y económicas” o formas de globalización desde abajo (Ribeiro, 2006). En este artículo me interesan sólo las “otras globalizaciones económicas”. Retomo aquí reflexiones anteriores para poder avanzar en la caracterización de lo que llamo globalización popular y sistema mundial no–hegemónico. Debo dejar en claro que parte de la definición de globalización popular se refiere a la participación de actores que, en general, no son considerados en los análisis sobre globalización o, si lo son, es sólo como migrantes o “transmigrantes”, sin considerar la mayor parte de las veces que forman parte de un sistema más amplio, de escala global, cuyas amplitudes y variadas interconexiones pueden ser estudiadas. Tales actores son, para decirlo de manera directa y simple, gente del pueblo.
Existe una globalización económica no–hegemónica formada por mercados populares y flujos de comercio que son animados, en gran medida, por gente del pueblo y no por representantes de las elites. Estas redes de comercio forman parte del sistema mundial no–hegemónico y, en general, sus actividades son consideradas como ilegales, como “contrabando”. Una gran cantidad de las mercancías que venden son llamadas productos piratas por los poderes establecidos. Estas redes comerciales son ilegítimas desde el punto de vista de los poderosos que las combaten en nombre de la legalidad. Así, es imposible entrar en esa arena sin tocar antes la discusión acerca de lo que es legal/ilegal y lícito/ilícito.
Debido a la extensión del artículo te invitamos a continuar leyéndolo en este link
También puedes descargarlo Globalización No-hegemónica
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MEDIA PIRACY IN EMERGING ECONOMIES
Social Sciencie Research Council (SSRC)
Media Piracy in Emerging Economies es el primer estudio independiente a gran escala sobre piratería en música, cine y software en las economías emergentes, centrado en Brasil, India, Rusia, Sudáfrica, México y Bolivia.
Basado en trabajo realizado por más de treinta y cinco investigadores durante tres años cuenta dos historias principales: una que el explosivo crecimiento de la piratería realizada con tecnologías digitales se convirtió en barato y omnipresente en todo el mundo, la otra el crecimiento de lobbies en la industria del entretenimiento que han reformado y endurecido las leyes sobre derechos de autor. El informe sostiene que estos esfuerzos han fracasado y que el problema de la piratería es una consecuencia de no hacer más asequible el entretenimiento en mercados legales.
Principales conclusiones
- Los precios son demasiado altos. Los altos precios para bienes de entretenimiento, los bajos ingresos y el fácil y barato acceso a las tecnologías digitales son los principales ingredientes de la piratería global. En relación a los ingresos locales en Brasil, Rusia o Sudáfrica el precio de venta de un CD, DVD o de una copia de MS Office es de cinco hasta diez veces mayor que en los EE.UU. o en Europa. El mercado legal en estos lugares es consecuentemente pequeño y subdesarrollado.
- La competencia es buena. La mejor manera de predecir precios bajos en los mercados del entretenimiento legales es la presencia de fuertes compañías domésticas que compitan por los consumidores locales. En las zonas desarrolladas, donde las compañías globales de cine, música y software dominan el mercado, las condiciones anteriores no se dan.
- La educación contra la piratería no da resultados.
Los autores del ensayo no encuentran la piratería estigmatizada en los países de estudio. Al contrario, piratear contenidos audiovisuales es un práctica creciente en la población.
- Cambiar la ley es fácil. Cambiar la práctica es difícil. Grupos de presión de la industria han tenido mucho éxito en cambiar leyes para criminalizar estas prácticas, pero no han tenido ningún éxito en que los gobiernos las apliquen. Es más, los autores argumentan que no hay forma realista de aplicarlas masivamente en países donde los sistemas jurídicos están sobre pasados.
- Los criminales no pueden competir con lo gratuito. El estudio no encuentra vínculos sistemáticos entre la piratería y el crimen organizado o el terrorismo en los países analizados. Hoy en día, los piratas y los contrabandistas transnacionales se enfrentan al mismo dilema que la industria legal: cómo competir con lo gratuito.
- Las imposiciones no han funcionado. Tras una década redoblando los esfuerzos en la ejecución de las leyes no se aprecia ningún impacto en la oferta global de productos piratas.
Descarga el pdf del estudio Media Piracy in Emerging Economies
Link a la página del estudio.
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EL TIANGUIS GLOBAL
Sandra Alarcón
Entrevista realizada a la economista y antropóloga a partir de la publicación de su libro “El tianguis global”, por la Universidad Iberoamericana en 2008.

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