martes, 3 de julio de 2012


LA IGLESIA Y EL ISLAM

La ofensa del papa al Islam en su discurso pronunciado en la Universidad de Ratisbona el 12 de Septiembre del 2006 tiene un origen profundo en la doctrina católica.

Los católicos, por su rechazo a Medina al Munawwara, por su negativa a aceptar el triunfo del Islam y la victoria concedida al último de los Mensajeros y sello de los Profetas de Dios, están condenados a vivir bajo la opresión de los imperios. Y, a veces, a crear ellos mismos imperios mundanos crueles, tiránicos que establecen la opresión, el abuso y la soberbia como principios de dominio.

La ortodoxia de la iglesia católica acepta el periodo de Meca como una misión profética verdadera: el mensaje de la paciencia, la oración, la piedad, la penitencia y el sufrimiento a manos de los infieles, la devoción sincera al Dios Único… y, sin embargo, se niegan a admitir a Su Enviado. Después de haber salido sólo, sin propiedades, recién enviudado de su noble y fiel esposa Jadiyah que había sido un apoyo material, emocional y espiritual constante para él, recién perdido a su tío Abu Talib, que había sido su valedor y defensor en última instancia contra los abusos de Quraish, el Mensajero sale por la noche de su ciudad, con su compañero Abu Bakr, escapando de un complot para asesinarle esa misma noche y juntos se esconden en una cueva. Solo Allah, el Señor del Universo, los acompañaba, el tercero de ellos dos.

Los cristianos no quieren reconocer que Allah le dió Su ayuda y que las cosas tomaron otro cariz. La guía y la revelación iluminaron, a partir de ese momento, todas las esferas de la existencia humana, sin dejar de iluminar el corazón y la ascensión del hombre en grados de perfección espiritual y de sincera devoción, de amor y de virtud. Eso es lo que los cristianos no quieren admitir y al separar lo espiritual de lo mundano, la devoción a Dios del orden social, han vivido condenados a una práctica dualista fragmentada que le da a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César ¡Gloria a Allah, a quien le pertenecen los Cielos y la Tierra y todo cuanto hay en ellos! Su negación de Medina al Munawwara es, por consiguiente, su negación total y absoluta del Mensajero de Allah y del Mensaje que le fue revelado y de su propia persona y de su integridad, fidelidad y autenticidad como portador de la guía de Dios para los hombres.

Lo cierto y verdadero, e innegable históricamente, es que la Revelación se completó con un periodo de diez años de éxito, fruto luminoso de los trece primeros años de paciencia, sacrificio, sinceridad y sumisión al Decreto Divino.

En Medina al Munawwara, toda la perfección y el ejemplo luminoso de una sociedad que está regida por la consciencia de Dios y por las más altas y más nobles virtudes espirituales, deja de ser una realidad oprimida, oculta, clandestina, perseguida, como los cristianos consideran que es lo único correcto y verdadero, y pasa a ser una comunidad que, al obedecer a Allah, recibe Su ayuda. La victoria sobre los enemigos, la compasión mostrada hacia ellos, la autoridad que establece -por encima de todo criterio- el sometimiento y la obediencia a Dios y la firmeza frente a la degeneración y la injusticia hacen resplandecer al mensaje profético definitivo con la misma luz que resplandeció el Mensaje de Moisés sobre el pueblo de Israel. La Ley como referencia última de todo ordenamiento social, la Ley Revelada, como lo había sido la Ley Mosaica, que Jesús, paz y bendiciones de Dios sean siempre sobre él, no vino a abolir ni a suprimir, una Ley que el confirmó y acató y cuya validez no negó.

Con la victoria del Islam en Medina al Munawwara se hace completo y perfecto el Mensaje, la guía, el modelo de perfección, el camino de la realización humana en todas las esferas, pues todas están ligadas y son interdependientes: el cultivo de las virtudes y el desvelamiento

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