sábado, 28 de julio de 2012

La Maldición de Casandra o profeta no reconocida

La Maldición de Casandra

Si hay alguna maldición cruel es sin duda la de conocer los males que van a acontecer y no poder hacer nada por evitarlo. Ese fue el fatal destino de Casandra durante la conocida Guerra de Troya.
Casandra pertenecía a la realeza troyana. Era hija de Príamo y de su esposa Hécuba, reyes de Troya. Era una joven ambiciosa y quería tener un don especial, por lo que rezó día y noche al dios Apolo, dios al que se veneraba principalmente en la ciudad, para que le concediera el poder de la clarividencia para así poder predecir el porvenir.
Casandra
Apolo, enamorado de la bella joven, decidió concedérselo una vez que ésta le hubiese entregado su amor. Cuando ya le había concedido su deseo, Casandra renegó de su amor por Apolo, lo que enfureció al dios. Éste, al verse humillado por una simple mortal, decidió maldecirla. A partir de entonces podría adivinar el futuro, ver lo que iba a suceder, pero no podría evitar los acontecimientos ya que nadie creería jamás sus predicciones.

Poco tiempo después tuvo lugar la conocida Guerra de Troya, producida por el rapto de Helena por parte de Paris. Casandra advirtió a los reyes y al pueblo lo que iba a suceder pero nadie la creyó. Junto con Laoconte, trató de impedir que introdujeran en la ciudad el famoso caballo de madera que ocultaba al ejército griego en su interior, pero sus esfuerzos fueron en vano. También predijo la muerte del propio Laoconte pero, al igual que sus anteriores predicciones, todas sus predicciones fueron desdeñadas y a ella se la consideró una lunática.
Cuando la ciudad cayó en manos griegas, corrió a refugiarse al templo de Atenea con esperanza de no ser encontrada, pero Ajax la encontró y la llevó al campamento griego. Una vez allí, se distribuyó el botín entre los ganadores y ella fue entregada al rey Agamenón, quien la convirtió en su esclava y amante.
Ajax capturando a Casandra
Una vez a su lado, Casandra tuvo la visión de la muerte del rey y de la suya propia si regresaban a Grecia pero, al igual que tantas otras veces, sus palabras fueron en vano, el rey no la creyó y puso rumbo a su patria. Cuando ambos llegaron a Micenas, fueron asesinados por Clitemnestra, la esposa del rey.

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