sábado, 28 de julio de 2012

profeta silenciada LA MALDICIÓN DE CASANDRA

LA MALDICIÓN DE CASANDRA | 22 enero, 2012

Aunque sea una leyenda, podría decirse, sin incurrir en exageraciones, que la maldición que sufrió la princesa troyana Casandra, pone en verdadero peligro a la especie humana y a la mayoría de los seres vivientes de la Tierra. Casandra, hija del rey Príamo y de la reina Hécuba, fue cortejada nada menos que por el dios Apolo, quien, a cambio de ceder a sus reclamos amorosos, le ofreció el don de la profecía. La princesa, deslumbrada por la maravillosa posibilidad de conocer el futuro, inicialmente acepta el ofrecimiento, pero tras considerar lo que significaría entregarse a tan veleidoso personaje, decide echarse para atrás antes de consumar su entrega. Frustrado y lleno de furia, Apolo, que ya le había otorgado el don y no se lo podía retirar, la maldice y le advierte que aunque anuncie con mucha antelación las desgracias, jamás podrá evitarlas porque nadie creerá sus vaticinios. Insiste en que por más que advierta sobre las calamidades que habrán de ocurrir no se dará ni el menor crédito a sus palabras. Así, la guerra con los aqueos, la caída de Troya y muchos otros sucesos infaustos, como la traición a Agamenón y su asesinato por parte de la infiel Clitemnestra y de su amante Egisto fueron oportunamente anunciados por la princesa, pero nadie la escuchó.
Es un hecho que Casandra representa la situación de los científicos, cuyas investigaciones advierten lo que ocurrirá a nuestro mundo si la humanidad persiste con modos de vida depredadores. Todo indica que el ecocidio hace tiempo que dejó de ser una posibilidad remota. No obstante, los gobernantes y los ciudadanos parecen empeñados en ignorarlo. Estúpidamente, día tras día, seguimos contribuyendo al calentamiento global y a la contaminación. Científicos de enorme prestigio, especializados en ecología y medio ambiente, advierten que el colapso está a la vuelta de la esquina, pero nunca les prestamos atención. En el colmo de la inconciencia y de la irresponsabilidad, continuamos agrediendo a la naturaleza. El aire es cada vez más irrespirable y el agua, además de ser cada vez más escasa, está más contaminada. Es obvio que ya no nos conviene beberla directamente de la llave. Y quienes cuentan con los medios mejor compran garrafones y botellas. Ahora eso se considera normal, pero los que fuimos niños y jóvenes en el siglo XX tenemos muy presente que lo normal era tomar el agua que bebíamos directamente de la llave. ¿Acaso tendremos que comprar pronto oxígeno en supermercados y tiendas de conveniencia? Al paso que vamos ese parece ser un escenario probable. Sin embargo, la vida misma no se puede comprar. Eso no le hemos aprendido y se nos acaba el tiempo.
Que en la comarca lagunera se produzcan siete millones de litros diarios de leche constituye una colosal insensatez. Cultivar la alfalfa que las vacas requieren en esta porción del desierto agota los acuíferos pues para producir un litro de leche se requiere un millar de litros de agua. Hace varios años se nos advirtió que esos patrones de consumo resultaban insostenibles. No hicimos caso y consecuencias nefastas se han hecho sentir. Un botón de muestra: en la laguna de Churince, en Cuatro Ciénegas, los estromatolitos, -comunidades complejas de microorganismos que existían desde hace 3 800 millones de años- han muerto y esto a su vez ha provocado la desaparición de infinidad de peces y tortugas. La bióloga Valeria Souza, científica de renombre internacional, nos lo advirtió a principios de los noventa, pero no le hicimos caso. El interés pecuniario de los lecheros, la negligencia de las autoridades y nuestra crónica indiferencia y ausencia de compromiso provocaron que en Valeria Souza se cumpliera la maldición de Casandra. Urge reaccionar y hacer caso de las advertencias de investigadores como ella. La vida misma está en juego.

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