La ciencia de las letras
04/12/2003 - Autor: Pierre Lory - Fuente: Publicado en la revista Alif Nun
La ciencia esotérica de las letras del alfabeto árabe, de la cual intentaremos explicar a grandes rasgos sus principales características, constituye uno de los aspectos centrales de la espiritualidad islámica. Su nombre preciso, al-sîmiyâ’ 1, adquirió rango de nobleza antes de la era de la hégira, puesto que deriva probablemente del griego sêmeion, el signo 2. Ganó muchos otros en la época contemporánea a la aparición de la semántica, de la semiología y semiótica, pero en una orientación evidentemente muy diferente de la que nos ocupa aquí, que es ante todo, una búsqueda del signo como transmisor de un sentido trascendental.
El término al-sîmiyâ’: "ciencia operativa de las letras" es construido sobre el mismo esquema nominal que al-kîmiyâ’, la alquimia. La rareza de esta forma sugiere que esta aproximación no es fruto del azar, y que la sîmiyâ’ desde el principio, fue considerada como una ciencia de la transmutación de la palabra, como la alquimia lo era de la materia. Su estudio ha sido olvidado hasta nuestros días, mas aún que el de la alquimia, tanto por los sabios musulmanes como por los orientalistas, debido principalmente a sus estrechos vínculos con las prácticas mágicas. Y ello, a pesar de constituir una vía de aproximación esencial para las corrientes místicas en las sociedades islámicas, ya sean en lengua árabe, turca o persa.
A ejemplo del Judaísmo y del Cristianismo, el Islam es ante todo una "Religión del Libro": el acontecimiento central, para estas tres confesiones, es en efecto, que la Divinidad se dirige a la conciencia humana a través de la palabra, que se manifiesta en lenguaje humano. Para los musulmanes, el Corán es la teofanía por excelencia, no hay nada mas evidente. En este sentido, su importancia sobrepasa la de la Biblia en el ambiente judeo-cristiano. Se ha dicho a menudo: al igual que para los cristianos "Dios se hizo hombre", para los musulmanes "Dios se hizo libro". El Corán es una presencia divina entre los hombres, y tan sólo este hecho ya es suficiente al mismo para explicar la eclosión de la ciencia árabe de las letras. Pero los espirituales y los esoteristas musulmanes no se limitaron a esta posición doctrinal y subrayaron que el universo entero es un signo, que el universo entero es un "libro". Si el Corán es Revelación, Palabra divina por excelencia, es que presenta un mensaje accesible inmediato a la menta humana. Es pues, la llave del Conocimiento, pero su papel es también el de conducir al creyente hacia la exégesis del Libro de la Creación – mensaje total – y no limitarla únicamente a los 6226 versículos que componen el texto sagrado.
El tema del "Libro del Mundo" ha sido evocado frecuentemente por los teólogos musulmanes de diversas tendencias. La originalidad de la Ciencia de las Letras es haber desarrollado esta visión de la coherencia universal hasta sus consecuencias mas extremas queriendo hacer "legible" cada fenómeno del mundo manifestado, como suprasensible. La exégesis de los trazos del rostro humano expuesto por Fadl Allâh Asterabâdi 3 es un simple ejemplo, entre muchos otros.
Pero recordemos primero que esta afirmación: "toda la creación es un libro" implica dos posiciones de salida:
- Por una parte la existencia simultánea de un Locutor (aquí, el Creador), de un receptor (la conciencia humana), finalmente de un contenido de este mensaje (en este caso, los signos manifestados por el cosmos). La naturaleza de esta tríada supone, para el sufi, buscador de la verdad, una actitud básica muy exigente: ni que decir que la recepción del mensaje sobrepasa de muy lejos las capacidades de su intelecto ordinario. Este tipo de conocimiento requiere una actitud mental a la que podemos llegar por la "contemplación". "No creáis que percibiréis el misterio de las letras sirviéndoos de la razón discursiva (al-qiyâs), previene Al-Bûni, llegaréis por la visión intuitiva (al-mushâhada) y la gracia divina";
- Por otra parte, el sufi siendo él mismo parte de la Manifestación, estando implicado física, intelectual, espiritualmente, no puede situarse fuera de su campo de investigación. Descifra los signos del universo, siendo él mismo un mensaje o una parte del mensaje. Como el alquimista, es simultáneamente el operador y la materia de la Obra. En consecuencia, no puede llevar a cabo su exégesis mística del mundo sin comprenderse a sí mismo, ni sin transformarse a sí mismo por el mismo hecho: una lectura no puede ser inmóvil, no se puede leer un libro sin volver las páginas. Dicho de otra forma, toda contemplación, en un sentido sufi, implica una transmutación del espíritu; se trata de dos rostros de un mismo proceso.
La sîmiyâ’ no es pues, un esfuerzo de especulación puramente intelectual o poético sobre la situación del hombre en el mundo; busca primero descifrar el sentido de lo que nosotros somos, y no solamente el sentido de lo que nosotros leemos. Como recalcó un sufi contemporáneo "Dios creó el mundo como un Libro; y su Revelación descendió al mundo bajo la forma de un Libro; pero el hombre debe escuchar en la creación la Palabra divina y debe remontar hacia Dios por la Palabra; Dios se convirtió en Libro para el hombre y el hombre debe convertirse en Palabra para Dios 4"
La Ciencia de las Letras se propone ser operativa. En la lengua árabe moderna, sîmiyâ’ se ha convertido en sinónimo de "magia blanca". Poco importa aquí el descrédito que afecta a las ciencias ocultas, y la degeneración histórica de la tradición esotérica en tierra musulmana. Retengamos simplemente que este empleo popular indica claramente que la transformación buscada por la Ciencia de las Letras es eficaz, real: si todo es lenguaje, la palabra puede realmente convertirse en operativa, transformadora. Es su cualidad de dueño de la palabra la que, según los musulmanes, permitió al profeta ‘Isâ (Jesús) llevar a cabo milagros y curaciones. Y cuan crucial es la transmutación interior, en el alma, mas que la de los prodigios exteriores...
La Ciencia de las Letras se desarrollará en los medios musulmanes paralelamente a la exégesis coránica oficial. Se expandirá primero en los medios chiitas y las tradiciones son unánimes en destacar el papel del Imán Ja’far al-Sâdiq (m. 765 d.C.) en tanto que iniciador de esta enseñanza. Será cultivada por los diversos transmisores de las ciencias ocultas (cf. su papel en el corpus alquímico atribuido a Jâbir ibn Hayyân5), por las corrientes islamilíes de tendencia mas filosófica – como testimonia la Enciclopedia de los Hermanos de la Pureza, en el s. X d.C. – así como por los doctrinarios del chiismo duodecimano, entre los cuales, Rajab Borsî 6. Pero se difundirá igualmente muy pronto en los medios sunnitas, sufis en particular, hacia el siglo III de la hégira (s. IX d.C.) según Louis Massignon. Será objeto de abundantes desarrollos, en dos direcciones principales: de una parte como apoyo de especulaciones del orden puramente místico, que culminará en la obra de ‘Ibn ‘Arabi 7; y por otra parte, en los textos consagrados a la magia y en diversas practicas teúrgicas y adivinatorias, de los cuales los mas célebres son los de Al-Bûni 8 y el tratado Ghâyat al-hakîm falsamente atribuido a Maslama al-Majrîtî 9.
Nuestro propósito no atañerá sin embargo, mas que al común denominador de los diferentes textos hablando de la sîmiyâ’, sin entrar en las implicaciones de las divergencias doctrinales entre chiitas y sunnitas o entre chiitas de diversas tendencias. Nos limitaremos a presentar sucesivamente los principios teóricos, las aplicaciones principales y en resumidas cuentas, el papel en la búsqueda espiritual de esta Ciencia de las Letras.
Los principios de la Ciencia de las Letras
Abordar el trabajo de los doctrinarios de la sîmiyâ’ – expresión formal de la armonía universal – nos remite a un espacio mental común para toda la humanidad en el que, por no mencionar mas que a las corrientes occidentales, encontramos el pitagorismo, las escuelas platónicas, la intuición de los visionarios cristianos como Marcos el Gnóstico 10 y, por supuesto, la Kabala hebraica. Se fundamenta, en principio, en una observación bastante trivial: el conjunto de los fenómenos que podemos percibir se somete a la recurrencia de acontecimientos mesurables manteniendo entre ellos relaciones de proporción. Esta indicación sirve tanto para el macrocosmos (en el movimiento de los cuerpos celestes, por ejemplo) como para el microcosmos (por ejemplo las relaciones entre los elementos en el cuerpo humano). Se aplica igualmente, aunque de manera más sutil, al mundo del psiquismo humano, así como lo revela la acción de la música o de cualquier otra forma de emoción estética: el sentimiento de la belleza se funda en cierta manera en la armonía. "Todo es número" en definitiva, los datos del mundo exterior como nuestros arquetipos mentales.
Desde los primeros siglos de la Hégira, los pensadores, sabios y espirituales musulmanes han asumido este hecho, imprimiéndole un sello propio al espíritu de la nueva religión. El ejemplo mas notorio, y uno de los mas antiguos es la "Ciencia de las Balanzas" (‘ilm al-mawâzîn) expuesta por el alquimista Jabir ibn Hayyân 11. Las "balanzas" son los campos de relación primeros, las "matrices" que engendran tal grupo de fenómenos particulares. Jâbir enumera y estudia las diversas formas de Balanzas que aborda su propio sistema: "las Balanzas se reparten según las categorías de los existentes: la Balanza del Intelecto, la del Alma, la de la Naturaleza, la de la Forma, las esferas, los planetas, las cuatro Cualidades Elementares, los Animales, los Vegetales y los Minerales. La más perfecta es la Balanza de las Letras. Esta se compone de 8 Balanzas, que son el fundamento de la ciencia divina" 12.
¿Por qué se le da esta importancia primordial a la Balanza de las Letras? Pues porque las Letras engloban todo el saber. La cifra en efecto, es abstracta, es un "espíritu", una causa formal pura, que da las intensidades, las direcciones y los contornos de los fenómenos sin poder explicarlos mas que en su misma manifestación. La letra, le da a la cifra el sentido particular de cada ser, su densidad semántica propia, el sentimiento, en resumen, el imaginario en tanto que "cuerpo" del signo.
La sîmiyâ’, es pues en primer lugar, la ciencia de las cifras - en - letras. Por lo que, cada letra del alfabeto árabe se ve afectada por un valor numérico. En el orden, Alif = 1, bâ = 2, jîm = 3, dâl = 4, etc... Con yâ comienza el orden de las decenas, con qâf el de las centenas. El sistema es rigurosamente paralelo al de los alfabetos hebraicos y arameos (las 6 letras propias del árabe añadiéndose para los números del 400 al 900), y ha permanecido en uso hasta nuestros días, incluso después de la introducción de la numeración hindú en los territorios musulmanes (s. IX d.C.) El principio básico es que "la letra es el cuerpo, la cifra es el espíritu". Como lo formuló Al-Bûnî: "Haz de saber que los secretos de Dios y los objetos de su ciencia, las realidades sutiles y densas, las entidades de lo alto (al-‘ulwiyyât), las de lo bajo (al-sufliyyât) y las de los mundos angélicos intermediarios (al-malakûtiyyât), son de dos categorías: los números y las letras. Los secretos de las letras están en los números, las epifanías de los números están en las letras. Los números, realidades de lo superior, corresponden a las entidades espirituales (al-rûhâniyyât). Las letras dependen del círculo de las realidades materiales e intermediarias" 13. Es importante delimitar esta relación: la cifra se manifiesta en la letra, la letra encuentra su ritmo, su vida, a través de la cifra. El paralelismo con la estructura del mundo es explícita: la cifra, el espíritu, corresponde a los datos del mundo arquetípico (âlam al-jabarût), la letra sonora al mundo de las entidades sutiles (âlam al-malakût), y la letra escrita refiere al mundo de los cuerpos densos.
De ello, los pensadores de la sîmiyâ’ leerán el conjunto de los ritmos del mundo en función de las 28 letras del alfabeto árabe (mas eventualmente, las 4 letras propias del persa). A cada entidad le afectará una o mas letras: a los ángeles como a los cielos visibles, a los planetas y las constelaciones, a cada signo zodiacal, a cada día de la semana, a cada hora del nycthamero (espacio de tiempo de 24 horas comprendiendo un día y una noche y correspondiendo a un ciclo biológico – nota de la redacción), como a cada elemento natural siguiendo su densidad, a los medicamentos, etc. A esta repartición vendrán a incorporarse las polaridades propias al alfabeto árabe, entre las 14 letras "luminosas"14 y las 14 "tenebrosas"; entre las 14 letras solares y las 14 lunares15, etc... Así todo el universo, desde los átomos terrestres hasta el Trono de Dios, se leerá como un inmenso sistema de polaridades manteniendo incesantes relaciones (las "palabras") como una inmensa galaxia de significados transmitiéndose sin cesar nuevos datos de un pensamiento cósmico en movimiento. Hay que considerar dos puntualizaciones con relación a esta visión de la sîmiyâ’:
- De una parte, la sîmiyâ’ es una ciencia universal, que intenta dar cuenta de todo lo que puede manifestarse a todos los niveles del ser: del universo como del particular; de lo espiritual como de los sutil o lo denso. Quiere dar cuenta de la forma de cada entidad – sus letras – como de la energía – la cifra – que la anima, reunidas en una única fórmula. Y sobretodo, permite el paso de un dominio a otro gracias a un sistema de correspondencia bastante reducido, puesto que solo se emplean 28 signos. Por tomar un ejemplo simplista mas claro: una persona que desea, por magia blanca, atraer la simpatía de otra, compondrá un talismán en función de estas letras y lo realizará en el día, hora y lugar y acompañándolo de invocaciones correspondientes al objetivo deseado, según las tablas precisas que pueda consultar. El ejemplo es prosaico y sin gran importancia; pero se concibe que la realización de la sîmiyâ’, en la "lectura vertical" (H. Corbin) conectando la vida del orante a su propio devenir metafísico, pueda suscitar las actitudes mas espirituales y profundas como las de los Hurufis16 o de Ibn ‘Arabi;
- Por otra parte, la sîmiyâ’ es un lenguaje en sí, se basta a sí misma para explicar el mundo. Mucho más, permite ahorrar vocabulario filosófico, aparato bastante pesado, poco manejable, describiendo mejor lo fijo que lo mutable. Explica los fenómenos en tanto que sistemas de relación: la letra no tiene sentido mas que situada en una palabra, la palabra no adquiere utilidad mas que en el seno de una frase. Evidentemente, cada una de las 28 letras participa en una multitud indefinida de relaciones a todos los niveles del ser; sirve de punto de referencia y su realidad terrestre, en la lengua árabe, no es mas que una expresión particular limitada... Además, la letra explica el universo en su dinamismo: todo es movimiento, no hay lectura inmóvil. Esta "sintaxis" de los fenómenos17 se hace manejable por el juego de las permutaciones consonánticas, los pasajes al número y otros diversos procesos de la Ciencia de las Letras. Pero, recordémoslo, esta combinatoria no desea solamente establecer los vínculos abstractos, fundar un tipo de cibernética ante la letra: se propone como una lectura iniciática, un desvelamiento (kashf).
Algunas aplicaciones
La visión rítmica del mundo de los esoteristas musulmanes les ha llevado a distribuir sobre todos los fenómenos perceptibles el conjunto de las 28 letras del alfabeto árabe. Veintiocho es un número rico, en aritmología, principalmente por sus estrechas relaciones con el septenario1, a su vez en la suma y en la multiplicación. Recordemos que la suma es la operación de la creación, uniendo dos cifras, por ejemplo 4 y 3, se engendra una tercera, 7, dotada de propiedades matemáticas propias, distintas de las de 3 y 4. La multiplicación por el contrario (3 x 4) dará un producto (12) cuyas propiedades serán las de sus múltiples: es la operación de la generación humana, que transmite y difunde, sin poder ofrecer mas que lo que ha recibido.
Son estas dos relaciones – dinamismos de la creación y de la difusión – que el septenario encuentra en el 28. Esta cifra es, en efecto, el número triangular del 7 (7 + 6 + 5 ... + 1 = 28), así como es un múltiplo. Además, es una cifra perfecta (14 + 7 + 4 +2 +1 = 28) propiedad rarísima que por debajo de mil, no comparte más que con los números 6 y 496. Muchas otras relaciones aritmológicas se podrían mencionar. Nos limitaremos simplemente a indicar la distribución bastante natural de nuestras 28 letras en el campo del espacio-tiempo: 7 planetas, 7 esferas celestes, 28 casas lunares, 4 puntos cardinales, 7 días, etc. Una repartición estrictamente lingüística (fonética, gráfica y simbólica) se operará así mismo entre letras oclusivas y aspiradas, solares y lunares2, con punto y sin3, etc... finalmente entre letras "luminosas" y "tenebrosas"4. Resumiendo, este alfabeto árabe total resumirá "un individuo perfecto, dotada de un alma y de un cuerpo" para retomar la expresión del Ghâyat al-hakîm. No solo organiza el mundo, sino que lo constituye; es la estructura del Hombre Universal.
Evidentemente nos es imposible pasar revista al simbolismo del conjunto de las letras árabes. Nos limitaremos a la evocación de las dos primeras, que según todos los esoteristas, contienen en germen el conjunto de las otras 26.
La primera es la alif, primera existenciación y paso de lo Indiferenciado al ser. Gráficamente representada por un trazo vertical, alif es el eje mismo del mundo, lo que explica además la suma isopséfica5 de sus letras (1 + 30 + 80 = 111, la primera tríada) idéntica a la de la palabra qutb, el polo (100 + 9 +2). En el comienzo, dice una tradición, Dios creó un punto de luz (cf. la hamza, etimológicamente la picadura). Miró el punto que se indica en color a tinta y formó el alif. Rajab Borsi indica que alif está compuesta de tres puntos, a partir de los cuales el conjunto de las letras serán engendradas6.
Traducido en lenguaje filosófico, alif es pues el Primer Existenciado (al-mubda’ al-awwal). Le encontramos de hecho, en los textos sufis, dos valores: a veces se relaciona al Dios oculto, totalmente indiferenciado, abismo impensable, como designa al Intelecto Universal, el Cálamo Supremo, primer término y principio activo de la creación. Es la misma ambivalencia que la de la unidad, de la cual es la letra, que puede expresar en los sufis la Unicidad, sin similar, sin "un segundo", no matemático, al-ahadiyya, así como la simple unidad, puestas en relación a los números que siguen, al-wâhidiyya.7. Además, en algunos cómputos, el alif no tiene valor numérico y es la bâ’ la que corresponde a 1. ¿Contradicción o divergencia en el pensamiento? Ciertamente no, la paradoja es querida y conscientemente mantenida. Es la expresión misma de este paso impensable del No-Ser al ser. ¿Qué es el alif? El punto de encuentro de la energía indiferenciada y de la forma pura que es el número. Y el ser, es ello, es ese mismo encuentro. Una de sus fases engendra los seres plurales mientras que su otra fase remite al Abismo indiferenciado. Y las dos son inseparables.
Una reflexión puede destacar la intención de esta concepción filosófica: el hecho de que el cero haya sido conocido muy tempranamente por los sabios musulmanes (hacia el 820 d.C., quizá antes) y que no intervenga por así decirlo, jamás en la especulación de la sîmiyâ’. Es porque – contrariamente a las sugerencias de la obra de Alain Nadaud L’archeologie du zéro8 – los pensadores musulmanes nunca concibieron al No-Ser como un vacío, como una nada, sino mas bien como un Indeterminado, puro potencial, y el ser como su estructuración, aquello que le da forma. Lo que explica que el cero (sifr = vacío) no haya recibido correspondiente conceptual en la Ciencia de las Letras.
La alif engendra la bâ’; de valor 2, gráficamente representada por un trazo horizontal dotado de un punto inferior. Borsi precisa: el punto, es la presencia de la alif instauradora.
La bâ’ es el primer ser realmente diferenciado, con él comienza la creación propiamente dicha, la dualidad, o, en términos de sîmiyâ’, el discurso divino. Los esoteristas precisan que es por una bâ’ que comienza el Corán – como la Biblia hebraica además.
Luego, el vínculo dialéctico entre la alif y la bâ’ engendra las otras 26 letras arquetípicas. Las 28 se combinarán entre ellas para formar los 99 Nombres divinos y estos, a su vez, producirán todo lo manifestado. Sería cansado enumerar los procesos de generación descritos por nuestros esoteristas. A título de ejemplo simplemente: el movimiento "vertical" de emanación procederá de ternarios de letras, por "triángulos". El primer ternario será el de la alif (en la cima), de la bâ’ y de la jîm, que a su vez serán la cúspide de nuevos triángulos que impriman su dinamismo a toda la Manifestación. Por el contrario los "planos" horizontales (los mundos sutiles y densos) serán simbolizados por cuadrados: los 4 ángulos que soportan el Trono serán representados por la alif, bâ’, jîm y dâl; y los cuadrados se encontrarán, en el nivel más denso, con los cuatro Elementos naturales de la alquimia y la medicina.
La obra
No es sin embargo la filosofía, ni tampoco la expresión de las mas elevadas realidades metafísicas el objetivo último de la sîmiyâ’, sino esta exégesis del alma (ta’wîl) conduciéndola, recapitulándola a su nivel ontológico primero. El punto de apoyo de esta exégesis es naturalmente el Corán. Para quien aprende a descifrar sus sentidos trascendentales, el Corán contiene, según los sufis, todas las luces de las que el alma tiene necesidad para desvelar sus secretos a ella misma.
Los procedimientos particulares puestos en obra para la Ciencia de las Letras son muy a menudo idénticos a los de otros sistemas cabalistas: así, la isopsefia (hisâb al-jumal), los códigos de traducción, la reducción de las letras a cifras y la reconversión de las cifras en letras (kasr, bast, istintâq). Mas específicamente islámicos son las especulaciones sobre las letras "luminosas" y "tenebrosas"9, cuyo símbolo constituye, según el Ghâyat al-hakîm, "el arcano del Corán". No tenemos espacio aquí para explicar los innumerables desarrollos que han conllevado estos diferentes procedimientos. Recordamos si embargo que si la letra permite elucidar las verdades espirituales por desvelamientos (kashf) progresivos, remite siempre a un más allá de ella misma, a un inexplicado.
Esto aparece muy particularmente en la "búsqueda" mas esencial de los adeptos del sufismo: la investigación sobre el Nombre Supremo de Dios (ism Allâh al-a’zam). Para los sufis, el Dios cósmico (Allâh) ha producido el mundo a través de sus 99 Bellos Nombres. Estos nombres son de alguna forma los "módulos" que determinan la formación de los mundos y de los seres, al nivel más elevado. El sufi buscará, como Adam, tener acceso a estos Nombres, a este Conocimiento esotérico por excelencia. Pero él sabe, desde un principio, que el conocimiento de los 99 Nombres será incompleto sin el del Nombre Supremo, el número cien, que contiene y engendra los otros. Aquel que lo descubre adquiere poder sobre toda cosa, habrá culminado su búsqueda. Las especulaciones seguramente no habrán faltado en relación a esta misteriosa palabra oculta, se han producido listados enteros de fórmulas y de siglas consideradas como el Nombre Supremo: Allâh (Dios), Huwa (El), o Muhammad, o ‘Ali (para los chiitas)... estaría constituido por 12, 17, 28 o incluso 36 letras. Bûnî, tan solo, enumeró varias decenas. Pero, incidentalmente, indica la razón de esta aparente contradicción: y es que el Nombre Supremo es visto de manera personal por cada sufi. Pues, en definitiva: el Nombre Supremo de Dios, es el hombre de verdad, es su propia realidad interior, es su propio nombre oculto. Y el sufi que descubre de este modo el Nombre – su Nombre – posee la operación mágica suprema, que le da acceso a la gnosis. Pero al mismo tiempo, toda palabra se vuelve superflua, pues si "la palabra es un velo, el velo es palabra" 10, la comprensión unitaria en Dios la hace de golpe inútil. Paradoja aún de la Ciencia de las Letras, que se anula a sí misma en una suprema ignorancia. "Aquel que no habla, es porque toda su persona se ha convertido en lenguaje, es solamente por este mutismo que puede expresar su estado profundo" (Sohrawardî).
"La palabra es un velo, el velo es palabra". Nos vemos aquí conducidos a nuestro punto de partida, la simultaneidad de la acción y de la contemplación como dos aspectos de un solo movimiento, como un mensaje único que se remitiría a una pluralidad de espejos. Pues elucidando esta palabra que es él mismo, el sufi descubre que la creación no es mas que un inmenso campo de contemplación para la conciencia divina, así como la contemplación verdadera, por parte del hombre, es una acción tan efectiva que el mundo no podría subsistir sin ella. La plegaria de Dios es acción para el hombre, la plegaria del hombre es acción en Dios.
Reciprocidad que es sugerida por la permutación de la raíz misma del termino "creación" ibdâ, cuyá tercera letra, ‘ayn, situada en inicial, produce la radical ‘bd de la cual deriva ‘ibâda, la adoración. Es en este juego de reflexión incesante entre la creación y la adoración que se sitúa todo el sentido de la "lectura" propuesta por la Ciencia de las Letras.
Pierre Lory - Conferencia publicada en Cahiers de l’Université
Saint Jean de Jerusalem nº 11., 1985
Notas:
1 La terminología referente a las diferentes ramas de las
ciencias ocultas ha conocido numerosas evoluciones y variantes locales. Sin
embargo, en la época post-clásica, la de Bûnî (x. XIII) y de Ibn Khaldoun (s.
XIV), sîmiyâ’ designa propiamente a la magia operatoria fundada en la virtud de
las letras, mientras que ‘ilm al-hurûf se refiere al aspecto mas teórico y
particular de las correspondencias entre las letras y los elementos naturales.
El jafr finalmente se refiere mas precisamente a los cómputos adivinatorios y a
las investigaciones de datación a partir de los nombres.
2 Cf. D.B. Mac Donald, art. "Sîmiyâ’" en la Encyclopédie de
l’Islam, primera edición.
4 F. Schuon, Comprendre l’Islam, Paris, Seuil, 1976, p.56
5 Cf. P. Kraus, Jâbir et la science grecque, El Cairo, Memoria
presentada en el Instituto de Egipto, t. XLIV, 1942, p. 187 s.
6 La obra principal de Borsî es el Mashâriq anwâr al-yaqîn fî
asrâr amîr al mu’minîn, redactado en el 1372 d.C. (ed. En Irak, s.l. en 1384
a.H.) cuya introducción está consagrada a la Ciencia de las Letras.
7 Ver principalmente los desarrollos consagrados a la Ciencia de
las Letras en la primera parte de las Futûhât al-Makkiyya
8 Sufí y ocultista magrebí, muerto en 1225 d.C. De su obra, muy
abundante en los diversos dominios de ciencias ocultas, el elemento principal es
el Shams al-ma’arif wa-latâ’if al-‘awârif, ed. En el Cairo hacia principios de
siglo.
9 Ed. Por H. Ritter, Das Ziel des Weisen, Leipzig, 1933.
11 Para el tema de la datación del corpus Jabiriano, ver nuestra
introducción a la obra "Dix Traités d’Alchimie de Jâbir", Paris, Sindbad, 1084,
p. 40 s.
12 Kitâb al-khamsîn, citado por P. Kraus, op. Cit. P. 188, nota
3
13 Shams al-ma’ârif, p. 78
14 Se trata de las 14 letras aisladas, misteriosamente colocadas
a principio de 29 surats del Corán. Las letras "tenebrosas" son las 14 restantes
del alfabeto árabe. Cf. a este respecto, el rico estudio de J. Canteins en La
Voie des Lettres, Paris, Albin Michel, 1981, p. 49 s.
1 Ciclos de 7 años
2 Ver nota 3
3 Es decir las letras gráficamente dotadas de puntos diacríticos
y las que no lo tienen.
4 Ver nota 14
5 Isopsephia (iso significa "igual" y psephos "guijarro", es la
palabra griega para la práctica de añadir los valores numéricos de las letras en
una palabra para formar un único número. (N. del traductor)
7 Observemos que la grafía de la letra alif y la del número 1
son idénticas
8 Edic. Denoël, 1984
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