jueves, 3 de enero de 2013

El ser humano desde una concepción islámica

El ser humano desde una concepción islámica


La vida interior modela nuestro comportamiento, y el comportamiento enriquece o deteriora la vida interior


03/01/2013 - Autor: Zawiya - Fuente: islamyal-andalus.es



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El ser humano, en realidad, es naturalmente cooperativo, altruista y social

La vida interior modela nuestro comportamiento, y el comportamiento enriquece o deteriora la vida interior. Es una relación interactiva. Por esta causa el ser humano ha de realizar dos esfuerzos, o Yihad. Debe de aceptar la disciplina que tutele su comportamiento, y revisarla asiduamente desde una sincera convicción interna. Esta disciplina le obligará a modificar periódicamente sus conceptos”.

Todo movimiento que se produce en el Universo forma parte de la dinámica creación-transformación. El ser humano actúa en esta dinámica, como co-creador, al imprimir en su acción la voluntad y el propósito. Sin voluntad ni propósito constructivo careceríamos de la dignidad co-creadora, seríamos como cualquier otro animal irracional.

Dejamos dicho que el Sufi cree conocer el propósito de su existencia, en la que interviene responsablemente por el concurso de la voluntad. Es un conocimiento derivado de la sabia combinación entre dos formas de pensamiento. El pensamiento intuitivo-metafísico y el pensamiento empírico-experimental.

Al no haber despreciado nunca el mundo de la materia, en un intento suicida de anular la carne para ensalzar el espíritu, la Tradición Sufi se convirtió, durante siglos, en impulsora de todas las ciencias. Tal y como hemos podido comprobar en anteriores capítulos.

En la medida en la que el Universo es cambiante ante nuestra observación, nos hallamos dispuestos a modificar nuestros conceptos. Por esta causa la enseñanza Sufi es dinámica en sus planteamientos, adaptándose al momento histórico y a cada circunstancia en particular, sin modificar ninguna de las premisas que sustentan los fundamentos de la enseñanza.

Ya dije, en anteriores trabajos que, al igual que en tantas otras disciplinas y religiones, algunas Tárikas Sufis han petrificado su dinamismo con la beatería, el dogma, el mito, la tradición popular, el exotismo, la rareza y la herencia dinástica de los “maestros”. Pero el Sufismo es impulsor del cambio, en razón del progreso, por medio de la observación de lo interno y de lo externo en la búsqueda de la Causa Última.

La abundancia de exotismo y charlatanería, aunque esta sea erudita, no es un signo externo de mayor contenido y veracidad.

El profeta Muhammad (s) dijo estas cosas: “Quien encuentre a un hombre silencioso y respetuoso que se acerque a él, porque transmite sabiduría”. “Encarcela tu lengua y déjala libre sólo para decir cosas buenas”. “Teme a tu lengua, y sé prudente y discreto al hablar. Este es un recto camino”.

El ser humano

Se va formando intelectualmente como tal según elabora los conceptos a partir de los que se relaciona con su medio. Así ordena su universo y lo califica para cubrir sus necesidades de conocimiento, relación e integración.

Por lo tanto las limitaciones de su desarrollo están determinadas por lo que concibe y crea, y asume. Y viceversa, la modificación de cuanto concibe afecta a los cambios durante su desarrollo. El pensamiento actúa sobre los actos y los actos refuerzan el pensamiento. Modificamos el concepto en la medida en la que avanzamos en el conocimiento.

Así como el concepto que vamos elaborando por la observación del entorno, nos ayuda a entenderlo, el nuevo entendimiento nos impulsa a la modificación de los conceptos.

Como en una especie de metamorfosis desde el individuo que éramos hacia el individuo que vamos siendo, afinamos en una progresión ascendente los conceptos que nos modelan de continuo.

Los Sufis dicen: -Vivimos como cualquier otro, es tan sólo nuestra percepción de “la realidad” lo que nos hace diferentes, y para adquirir esta percepción nos preparamos imprimiendo en nuestras vidas los cambios necesarios.

El Sufi es alguien que, al igual que otras personas, se mantiene en perpetuo movimiento, pero no es una hoja a merced del viento de las circunstancias, a diferencia de otros es él quien decide cada nueva ruta, cada “golpe de timón”. La enseñanza que recibe mantiene incólumes los principios sobre los que se sustenta, así como los propósitos últimos. Y sin variar principio ni propósito final, se adapta al tiempo, al individuo conceptual que somos y a su circunstancia, todo ello inestable, tanto como los conceptos que sustentan su sensación superficial de separatividad.

Este concepto superficial de separatividad lleva a las personas hacia una concepción casual del Universo. Siendo que todo cuanto existe forma parte de un propósito global último, y cada individualidad lo es en relación a ese último propósito. La casualidad no existe en la Unicidad, sino la causalidad.

El Corán en los versículos 25:2, 54:49, y 87:32 nos enseña lo siguiente: “Al-Lah creó todas las cosas, y a cada una le asignó un destino”.

Alcanzar ese destino, ese objetivo existencial, implica movimiento, y el movimiento no puede darse sin que se modifique nuestra percepción. Modificar nuestra percepción es modificar el concepto que sobre todo vamos adquiriendo en cada nueva etapa.

Cada etapa alcanzada es como un estado nuevo, en el que nos mantenemos durante el proceso de maduración que nos prepara para un nuevo cambio, cambio que irá precedido de “otra” percepción sobre lo que llamamos realidad. Otro concepto modificado en la medida en la que progresa nuestro conocimiento.

Y así como el concepto elaborado a partir de nuestra observación del mundo físico, nos ayuda a desvelar y comprender lo que este mundo es y significa, la experiencia progresiva del mundo espiritual también determina nuestra comprensión de Lo Trascendente. Aunque nuestros entendimientos sean siempre relativos a la capacidad limitada de nuestra naturaleza.

El tercer principio de la Promulgación Hermética, es el principio de inestabilidad o Taradud. Este principio nos enseña que nada permanece, que todo es inestable. Así pues el concepto también.

Muchas de las personas que se consideran ateas, lo son porque no han sido capaces de modificar los conceptos Dios y religión o, simplemente, les ha parecido innecesario. Pero esta es otra cuestión sobre la que ya hemos tratado anteriormente.

Igualmente muchas personas se consideran agnósticas por no haber superado los mismos conceptos. No consideraron que también en esta cuestión el concepto es relativo y modelo de transitoriedad.

Los conceptos adquiridos en cuanto al mundo material se refiere, no son menos importantes que los concebidos sobre el ámbito espiritual. Y viceversa. No hay dimensión preeminente en nuestro interés. Ambas dimensiones, como aspectos diferenciados de La Única Realidad, son complementarias entre sí, cada una tiene su función en tanto que existe el elemento humano.

Espíritu y materia, Inmanencia y Trascendencia, Dunia y Ájira, Mulk y Malakut, Yin Yan, son como los rieles paralelos que forman la vía del tren que nos lleva hacia La Meta.

Ambos conceptos necesarios durante el periodo de andadura, también son desechables llegados a La Meta, ya que alcanzamos un estado de entendimiento límite en el que ningún concepto es válido.

Llegados a esta situación sólo la mente intuitiva nos sirve como herramienta de utilidad, pero no así la mente racional, ya que el discurso razonado no se muestra suficiente para conceptuar la experiencia del espíritu.

A partir de este momento la experiencia vivencial trasciende todo concepto, el lenguaje se muestra insuficiente, y la percepción obtenida se convierte en experiencia mística, válida tan sólo para aquél que la experimenta. Por lo tanto imposible de compartir, y menos posible de definir. Sobre esta cuestión también hemos tratado anteriormente.

Este estado de la conciencia entre la Dimensión Trascendente y la naturaleza criatural, es un estado que oscila entre el gozo de la plenitud y el dolor de la limitación, que se ve desbordada por La Presencia que no puede abarcar.

La Potencia Creadora se muestra sensiblemente en Su manifestación criatural, pero la criatura experimenta un incremento del “deseo de más”, y al mismo tiempo su dolorosa incapacidad para contener tal abundancia. Al ser consciente de esta dolorosa incapacidad, producida por el saboreo de Lo Otro, la criatura se siente impelida, apasionadamente, al deseo de completar el ciclo como vía de liberación, es decir; añora la muerte del cuerpo. Es un periodo de riesgo que debe de ser consultado con el guía espiritual.

En este estado espiritual se experimenta una sensible desgana por todo lo material, por el mundo, por la gente, nace un vivo deseo de retiro e intimidad en la que gozar con la Presencia del Amado. Pero, salvo excepciones, no es esta la decisión adecuada o no lo es, al menos, como opción permanente.

No debemos de olvidarnos de que el mundo, con todo cuanto contiene, sigue siendo nuestra escuela. Siempre habrá algo nuevo por aprender.

La Creación también es Allah, y ante nuestra percepción fue el primer signo de Su Presencia. Allah no es sólo una parte de algo, sino el total. Digno de ser amado en la flor y en la hierba que se descompone.

El deseo de romper con el mundo de la materia y dedicarse sólo al gozo espiritual no es la actitud correcta, pues es tanto como pretender escoger de La Divinidad lo que nos complace. Pero El Creador es Un Todo indivisible.

Debido a esta misma experiencia la mística Teresa de Ávila, que fue conocedora de la Tradición Sufi, decía aquella tan famosa frase de su extraordinaria poética: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero”.

Decía que, en los inicios de esta fase del espíritu, el deseo de completar el ciclo es apremiante, pero la cercanía del guía espiritual nos ayudará a aplacar tal deseo, y a transformarlo en una actitud de obediente docilidad ante la Acción Creadora. Él ya pasó por esta experiencia.

El deseo de plenitud, que nos inquieta, es el mejor indicativo para advertirnos de que nuestra entrega y disposición no son todavía las adecuadas. Nos falta pasar por un periodo de vaciamiento, y durante ese periodo seremos vaciados incluso de toda espiritualidad sensible.

Será entonces cuando se pruebe la templanza de los sinceros. Pues el amor puro y limpio no depende del beneficio recibido o por recibir, sino del “conocimiento íntimo” y previo del Objeto amado, y de la experiencia de Su amor para con nosotros. Esto nos permite comprender que no es la naturaleza criatural quien ama al Creador, ya que esto supondría aceptar la dualidad, sino que es El Creador quien Se ama en ella.

Si hay verdadera disponibilidad no hay deseo, ni aún cuando el deseo pueda ser considerado “un santo deseo”. Es La Divinidad, Allah, quien conoce Su proyecto, quien conoce el momento, la intensidad o el porqué de cada situación y estado. Él es el Administrador infalible y decide sobre Su obra según Su Sabiduría. ¿Nos opondremos a ello con pretextos bondadosos?.

Cuando se es verdaderamente dócil, será nuestra docilidad sin condiciones ni peticiones nuestro mejor gozo y recompensa. Habremos transpuesto la Puerta Dorada, y en el otro lado no son válidos nuestros presupuestos, ni nuestras expectativas, ni cuanto hayamos podido esperar. El concepto habrá cumplido con su propósito y el espíritu le habrá tomado el relevo, sin ideas y sin palabras.

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