viernes, 25 de enero de 2013

Muere antes de morir

Muere antes de morir


08/04/2004 - Autor: Jalil Bárcena - Fuente: Webislam



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“Nuestra muerte es como la noche de bodas con la eternidad.
¿Cuál es su secreto? Dios es Uno”


Maulaná Yalal-ud-Dín Rumí (1207-1273)

El presente artículo no es sino una primera aproximación al tema de la muerte tal como es concebida en el Islam. Se trata, por lo tanto, de unas primeras notas que sirvan de introducción y, al mismo tiempo, de punto de partida para una reflexión necesaria a todas luces. Al fin y al cabo, la muerte, esto es, la forma de afrontarla y vivirla, es lo que da sentido a nuestras vidas como seres humanos. Pensar la muerte no es sino adentrarnos en el enigma de nuestra propia existencia. Somos humanos porque nos sabemos seres mortales.

La literatura escatológica ocupa un lugar de relieve en la tradición islámica, y más concretamente en el tasauf o sufismo, su dimensión mística. La perla preciosa del teólogo, jurista y místico persa Abu Hamid al-Gazzalí (1058-1111) constituye un buen ejemplo de dicha producción literaria. También lo son los capítulos 61 al 65 de Las Revelaciones de la Meca, obra magna del sabio más descollante de la mística sufí de todos los tiempos, el andalusí de Murcia Muhi-d-Dín ibn ‘Arabí (1165-1240).

El relato de Ibn ‘Abbas, El viaje y ascensión nocturnas del Profeta Muhammad, contiene también bellas descripciones acerca de las etapas que el hombre recorre tras las muerte física. Al mismo tiempo, el autor, una de las fuentes más fiables de hadices o dichos tradicionales de Muhammad, el profeta del Islam, ofrece un inventario pormenorizado sobre el paraíso y el infierno, según los concibe el Islam.

Igualmente, dentro del islam shií, la escuela shayjí ha dado a luz, desde el siglo XVIII aproximadamente, un importante número de obras doctrinales a propósito del misterio por excelencia del hombre: la muerte. Bueno, sería que dichas obras fuesen vertiéndose a nuestras lenguas occidentales, ya que, como afirma el insigne islamólogo francés Henry Corbin, de quien justo este año se celebra el centenario de su nacimiento, aportan un punto de vista muy original sobre el destino final del hombre.

Como bien afirma el filósofo Eugenio Trías, “es la Muerte ese Poder que nos oprime desde que nacemos” (1). La muerte es inevitable y su advenimiento imprevisible. La muerte posee un carácter de incierta fatalidad. La muerte, con su contundente presencia, resulta imposible de obviar y de olvidar. La muerte supone una gran incomodidad, una broma pesada, para nuestra cómoda sociedad occidental tan preocupada por el orden, el control y la seguridad absolutas. Nuestra vida está organizada de espaldas a la muerte. Hoy, buena parte de nuestros esfuerzos van encaminados a maquillarla.

En primer lugar, la muerte delata nuestra pequeñez. Pone de relieve nuestro carácter efímero. Todo cuanto hemos construido con afán orgulloso se derrumbará y quedará como mera ilusión ante la realidad de la muerte. Por eso, para el ego la muerte supone una catástrofe inaguantable. Aunque quizás quepa preguntarse si nuestro temor a la muerte no sea más bien un temor a la idea de ella que nos hemos fabricado.

Sin embargo, existe otra forma de acercamiento a la muerte. Según la tradición sufí, en la muerte podemos hallar la comprensión del misterio de la vida, tal como nos dicen los místicos sufís.

Existe un hadiz o dicho del profeta Muhammad que en árabe dice así: “Mutu qabla an tamutu” o lo que es lo mismo, “Muere antes de morir”. Dice el sabio iraní Sayyed Hussein Nasr a propósito de dichas palabras: “Las doctrinas escatológicas sufíes revelan al hombre la extensión de su ser más allá del yo empírico terrenal con el que la mayoría de los seres humanos se identifican. Por tanto estas doctrinas son también otro medio por el que se da a conocer la totalidad del estado humano en toda su amplitud y profundidad preparando el terreno para la realización efectiva de las posibilidades totales de la condición humana, realización que implica la completa integración del hombre” (2).

La integración de la muerte en lo cotidiano, su comprensión desatemorida, la convierten en el elemento básico de la verdadera transformación alquímica de la persona. La muerte es cada instante.

Cada exhalación no deja de ser una especie de pequeña muerte, de antesala del destino final del hombre. La muerte como motor que nos permite disfrutar de la vida. El místico sufí es aquél que ha mutado el temor pavoroso a la muerte en gozo de vivir. Es cierto que las religiones tradicionales, cuando se viven de forma externa, casi como si se tratase de una suerte de código civil en el que solo se subrayan los aspectos punitivos, ahogan la dimensión más íntima, espiritual y voladora del ser humano, a diferencia del camino místico. Mientras que la religión pretende salvar al hombre, la mística persigue transformarlo, o si se quiere, salvarlo transformándolo.

De ahí las palabras antes citadas del profeta Muhammad. Hemos de morir diariamente, a cada segundo, en cada respiración, a aquello que constriñe nuestro ser y sus infinitas posibilidades. Morir antes de morir significa, entre otras cosas, vivir de la mano con la muerte, sin darle la espalda. La muerte no tiene que ver con el final de nuestros días sino con el presente transformador de cada instante.

Vistas así las cosas, no es normal que la muerte física del místico constituya, no un trauma sino un momento de gozo y retorno a la fuente originaria que es Dios. La muerte se convierte en una figura simbólica -analógica e indirecta. La muerte es shabb-o arus, es decir, “la noche de bodas”, el instante en que se consuma la unión de los amantes enfebrecidos.

“Muere antes de morir” constituye un reto, una invitación a superarnos, a sobrepasar los límites de un yo que nos empequeñece y limita. Dichas palabras suponen dar una nueva dimensión al ciclo vida-muerte-vida: morir significa vivir más. Y toda muerte no es sino un abandono de nosotros mismos, un dar generoso para obtenerlo todo. Un mutar nuestra piel, como la serpiente. El sufí cuanto más da de sí más tiene. En la muerte halla un principio de vida y fecundidad.

Afrontar la muerte en el día a día, supone, al mismo tiempo, deshacer los ardides que el hombre utiliza para paliar la angustia de la muerte, ardides tejidos a veces en connivencia con las religiones formales. A la postre, la religión pierde su sentido de verdadera cita del hombre con lo sagrado -y no hay nada más sagrado que la muerte-, cuando se convierte en una adormidera de la consciencia humana y cuando reduce su función transcendente al cumplimiento de una moralidad muy discutible.

Resumiendo, existe en la vivencia valiente y desprejuiciada de la muerte una especie de iniciación. En efecto, la muerte se halla en el centro de toda vía iniciática como lo es el sufismo islámico. Una curiosidad semántica al respecto. En el universo sufí, se designa con el término árabe talqín a la ceremonia de iniciación en la vía mística; a la alianza, al pacto místico, que sellan maestro y discípulo. Talqín es, así pues, instruir, inspirar, insinuar la vía mística sufí. Y quien realiza dicha instrucción es el mulaqqin o maestro sufí. Pero, casualmente -o no-, el término mulaqqin señala también al alfaquí que instruye al muerto recién enterrado sobre las contestaciones que debe de responder a los ángeles de la muerte, Nakir y Munkar, cuando le interroguen a propósito de su fe y de su vida, a fin de ayudarle en su tránsito hacia la otra vida.

Saber decir la muerte, saber pensarla, nos eleva por encima de nosotros mismos. “Morir antes de morir” nos ayuda a comprender que en la vida no todo se reduce a morirnos.

Al-Gazzalí narra las siguientes palabras del imam Hazrat ‘Alí, paladín y modelo de los derviches:

“Resulta incomprensible que algunos que han visto a sus seres queridos morir puedan olvidar la muerte”.

Notas

1 Eugenio Trías, Por qué necesitamos la religión, Barcelona: Debolsillo, 2002, p. 26.

2 Seyyed Hossein Nasr, Sufismo vivo. Ensayos sobre la dimensión esotérica del Islam, Barcelona: Herder, 1984, p. 56.

Arabista. Director de l.Institut d.Estudis Sufís
Profesor del Centre d.Estudis de les Tradicions Religioses de Barcelona

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