Islamismo vs laicismo
El forcejeo entre el islamismo moderado
liderado por el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan y el laicismo
pro occidental legado por el fundador de la Turquía moderna, Mustafá
Kemal Ataturk, parece favorecer al primero.
Un tribunal turco condenó a cadena
perpetua al general Ilker Basbug, jefe del Estado Mayor entre 2008 y
2010, además de a otra quincena de reos, entre ellos tres parlamentarios
del principal partido de la oposición, el Partido Republicano del
Pueblo, PRP, (socialdemócrata y laico) acusados de organizar y
participar en una conspiración para propiciar un golpe de Estado contra
el Gobierno de Erdogan, conocido como “Caso Ergenekon”.
El
juez condenó a cadena perpetua, además de a Basburg a otros generales
retirados; al periodista y político opositor Tuncay Ozkan; al abogado
Kemal Kerincsiz, y al líder del minoritario Partido de los Trabajadores
(ultranacionalista), Dogu Perincek. Al finalizar el macrojuicio que duró
5 años, de los 275 acusados la gran mayoría fueron condenados a penas
de entre 2 y 49 años de cárcel y 21 resultaron absueltos.
Según la fiscalía los acusados, en su
mayoría militares, miembros de las fuerzas de seguridad, periodistas,
profesores de universidad, habrían conspirado para provocar actos
desestabilizadores con la intención de justificar un golpe de estado
contra el islamista Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan.
Desde el comienzo de las acusaciones
contra los supuestos golpistas, la oposición reaccionó denunciando el
proceso judicial como un complot del gobierno para deshacerse de sus
adversarios políticos.
El caso más señalado fue el de Dani
Rodrik, catedrático de Harvard y yerno del general retirado Çetin Dogan,
antiguo Comandante del Primer Ejército y uno de los principales
acusados. Rodrik denunció que parte de las pruebas aportadas contra su
suegro, fueron falsificadas. Dogan fue condenado en 2012 a veinte años
de prisión.
Días antes del veredicto, el gobierno
renovó a los comandantes de los cuatro ejércitos en inusual metodología
de sucesión en el seno de las Fuerzas Armadas, en medio de gran tensión
por la culminación del juicio que mantuvo en vilo a la sociedad turca
durante los últimos 5 años. Para el nombramiento clave de comandante del
Ejército de Tierra, el gobierno designó al general Hulusi Akar, al
forzar a retiro al general Bekir Kalyoncu, cuyo nombre fue mencionado
por varios acusados en el juicio contra los golpistas.
Numerosos líderes y partidos opositores
acusaron a Erdogan de inflar las acusaciones y ejercer control sobre el
poder judicial. La fiscalía declaró que estaba poniendo coto a la
impunidad histórica de lo que se conoce como “Estado Profundo”, una red
de militares, políticos laicos y nacionalistas, empresarios y líderes
civiles que han recurrido tradicionalmente a los golpes de Estado, para
mantener su control sobre las principales instituciones del país.
No es secreto que cuando Erdogan llegó
al gobierno en 2002, inició una intensa gestión para debilitar a la
todopoderosa cúpula militar, siempre recelosa del ascenso del islamismo.
La amenaza de un golpe de Estado no
sorprendió a los turcos, que han sido testigos de cuatro intentos
castrenses para apoderarse del Gobierno desde 1960. El último golpe
exitoso tuvo lugar en 1997, cuando los generales obligaron a dimitir al
gobierno islamista de Necmettin Erbakan, tras solo un año en el poder.
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