lunes, 16 de septiembre de 2013

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Resolutivos del Encuentro Autónomo y Libertario, Oaxaca 2013

 

Con la asistencia de 96 miembros de colectivos, federaciones, individu@s, etc. Los días 8 y 9 de junio se llevó acabo el Segundo Encuentro Autónomo Libertario en Oaxaca, este en el marco del proceso de refundación de la APPO. La necesidad de analizar el proceso de lucha social de Oaxaca a partir del 2006 y también, la intención de fortalecer y coordinar la lucha libertaria, fueron los motivos centrales de la realizaciones de este espacio de análisis y discusión. Se instalaron formalmente mesas de trabajo bajo los siguientes ejes de discusión: 1) Principios de la APPO 2) La experiencia del 2006 3) Prácticas y formas para contrarrestar formas de voto que permitan el mayoriteo 4) Seguridad ante la campaña represiva del Estado 5) Experiencias organizativas en otras latitudes Análisis: La asamblea constitutiva del 11 de noviembre del 2006 no reflejó las necesidades ni la realidad social que en ese momento se vivía, por su postura mediadora y conciliadora con el estado, nunca funcionó como una asamblea real puesto que la pluralidad de las voces no fueron escuchadas; desde un principio la efervescencia del movimiento identifico a la gente, fue gracias a las costumbres el apoyo muto natural lo que sostuvo la lucha y no la estructura formal de la APPO, este proceso unitario derivo en la inútil plataforma electoral, que desfiguro su esencia, desilusionó y desmovilizó el proceso. En la práctica la toma de desciones en su enorme mayoría no respeto los acuerdos emanados desde la dirección.

Consideraciones: Vemos la necesidad de revivir las autenticas asambleas populares, en barrios, barricadas y comunidades. A partir del conflicto la gente continua con acciones de presión por sus demandas inmediatas, fenotípicamente como un planteamiento reformista, pero esto nos debe de llevar a un germen de situación en sí, al genotipo de autorganisacion y autogestión, resumiendo que no es el estado, el que solucionara nuestras necesidades, si no el único problema, al que debemos destruir. Posicionamiento ante la refundación de la APPO. La coyuntura actual electoral forza al sectores reformistas a posicionarse políticamente y demostrar una movilización contundente de masas, nosotros entendemos el contexto de cómo aglutinar la lucha con algunos sectores en legitima autodefensa de nuestras tradiciones, formas de organización ancestrales y nuestros recursos naturales, en definitiva no entendemos que la solución sea la vía electoral. Vemos la fuerza de los procesos de lucha en la horizontalidad y la autonomía. Este encuentro se pronuncia en apoyo, solidaridad y acompañamiento a las comunidades organizaciones y colectivos, que han decidido el boicot a las elecciones como primer paso a la autentica restructuración de la APPO, considerando que solo esta acción es un autentico paso hacia el proceso de emancipación de los pueblos.

Exhortos-Llamados Creación de círculos de estudio Formación de células barriales, independientes y autónomas entre si. Tolerancia y respeto hacia las distintas luchas y formas de resistencia de las diferentes comunidades, pueblos, barrios y colonias así como de organizaciones no anarquistas pero que luchan por el mismo fin en común. Aprender a diferenciar entre las necesidades de las comunidades y de las zonas urbanas ya que en cada plano geográfico la situación es diferente Acercarse a personas de la tercera edad para poder enriquecer las experiencias Identificación de focos de posible subversión y participar en ellos de manera humilde y respetuosa Crear círculos de estudio móviles es decir que se trasladen a diferentes partes del país aparte de los círculos de estudio locales Creación de fondos de resistencia para compañeros presos o heridos. Crear espacios y sobre todo fortalecer los que ya existen a lo largo y ancho del país Formación de talleres sobre seguridad y autodefensa legal. Crear espacios en redes y formar periódicos, fanzines etc. para la mayor propagación del ideal A la múltiple realización de encuentros libertarios a lo largo y ancho de nuestra conciencia dentro y fuera de nuestras fronteras, para preparar el eventual congreso internacional de autonomías y procesos anarquistas.

Mandamos un saludo a la iniciativa del encuentro anarquista nacional durante el mes de Septiembre en Monterrey Nuevo León. Solidaridad Con los presos en guerra: Braulio Arturo Durán (León Gto.), Pablo López Alavés (Oaxaca), Jorge Mario Gonzales García. (CCH Naucalpan D.F.)

El Próximo Encuentro se programó para los días 31 y 1 de Diciembre del presente año, aniversario histórico para nuestro movimiento, cuando nuestra generación de anarquistas dio un salto cualitativo en la praxis antagonista. El encuentro se realizará en Oaxaca en un lugar por definir.

Firman: Colectivo Barro Negro.(Oaxaca) Miserables Libertarios (Morelos) Colectivo Libertario Magonista (Oaxaca) CIPO-RFM(Oaxaca) Dignidad Rebelde (Oaxaca) Colectivo Resistencia Anarquista. (Oaxaca) Asamblea Estudiantil Xalapeña (Veracruz) Coordinadora Estudiantil Anarquista (DF) Biblioteca María Luisa Marín (Veracruz) Llama dela Libertad (DF) Tlacolulokos (Oaxaca) Los solidarios (DF) Cafetería Emma Goldman (DF) Federación Anarquista México (DF) AREITO (Veracruz) Brenalokos (Oaxaca) Brigada Negra (DF) Cruz Negra Anarquista (DF)

LA MUJER LIBRE*
Emma Goldman
 
 
 
El gran defecto de la emancipación en la actualidad estriba en su inflexibilidad artificial y en su respetabilidad estrecha, que produce en el alma de la mujer un vacío que no deja beber de la fuente de la vida. En una ocasión señale que parece existir una relación mas profunda entre la madre y el ama de casa del viejo estilo, aun cuando este dedicada al cuidado de los pequeños y a procurar la felicidad de los que ama, y la verdadera mujer nueva, que entre esta y el termino medio de sus hermanas emancipadas. Las discípulas de la emancipación pura y simple pensaron de mi que era una hereje digna de la hoguera. Su ceguera no les dejo ver que mi comparación entre lo viejo y lo nuevo era simplemente para demostrar que un gran numero de nuestras abuelas tenían mas sangre en las venas, mas humor e ingenio, y, por supuesto, mucha mas naturalidad, buen corazón y sencillez, que la mayoría de nuestras profesionales emancipadas, que llenan los colegios, aulas universitarias y oficinas. Con esto no quiero decir que haya que volver al pasado, ni que condene a la mujer a sus antiguos dominios de la cocina y los hijos.
 
La salvación esta en el avance hacia un futuro mas brillante y mas claro. Necesitamos desprendernos sin trabas de las viejas tradiciones y costumbres, y el movimiento en pro de la emancipación de la mujer no ha dado hasta ahora mas que el primer paso en esa dirección. Hay que esperar que se consolide y realice nuevos avances. El derecho al voto y la igualdad de derechos civiles son reivindicaciones justas, pero la verdadera emancipación no comienza ni en las urnas ni en los tribunales, sino en el alma de la mujer. La historia nos cuenta que toda clase oprimida obtuvo la verdadera libertad de sus señores por sus propios esfuerzos. Es preciso que la mujer aprenda esa lección, que se de cuenta que la libertad llegara donde llegue su capacidad de alcanzarla. Por consiguiente, es mucho mas importante que empiece con su regeneración interior, que abandone el lastre de los prejuicios, de las tradiciones y de las costumbres. La exigencia de derechos iguales en todos los aspectos de la vida profesional es muy justa, pero, después de todo, el derecho más importante es el derecho a amar y ser amada. Por supuesto, si la emancipación parcial ha de convertirse en una emancipación completa y autentica de la mujer, deberá acabar con la ridícula pretensión de que ser amada, convertirse en novia y madre, es sinónimo de esclava o subordinada. Tendrá que terminar con el estúpido concepto del dualismo de los sexos, o de que el hombre y la mujer representan dos mundos antagónicos.
 
La mezquindad separa y la libertad une. Seamos grandes y desprendidas y no olvidemos los asuntos vitales, agobiadas por las pequeñeces. Una idea verdaderamente justa de la relación entre los sexos no admitirá los conceptos de conquistador y conquistada; lo único importante es darse a si mismo sin limites para encontrarse mas rico, mas profundo y mejor. Solamente eso puede llenar el vacío y transformar la tragedia de la mujer emancipada en una alegría sin limites.
 
 


* Tomado de la antología de Irving Horowitz LOS ANARQUISTAS (Vol. 1), p. 19; junio 1990).
 


AMOR Y ANARQUIA
Errico Malatesta (1853-1932)
Tomado del libro “Socialismo y Anarquía”.
 
Al principio puede parecer extraño que la cuestión del amor y todas las que le son conexas preocupen mucho a un gran número de hombres y de mujeres mientras hay otros problemas más urgentes, si no más importantes, que debieran acaparar toda la atención y toda la actividad de los que buscan el modo de remediar los males que sufre la humanidad.
 
Encontramos diariamente gentes aplastadas bajo el peso de las instituciones actuales; gentes obligadas a alimentarse malamente y amenazadas a cada instante de caer en la miseria más profunda por falta de trabajo o a consecuencia de una enfermedad; gentes que se hallan en la imposibilidad de criar convenientemente a sus hijos, que mueren a menudo careciendo de los cuidados necesarios; gentes condenadas a pasar su vida sin ser un solo día dueñas de sí mismas, siempre a merced de los patronos o de la policía; gentes para las cuales el derecho de tener una familia y el derecho de amar es una ironía sangrienta y que, sin embargo, no aceptan los medios que les proponemos para sustraerse a la esclavitud política y económica si antes no sabemos
explicarles de qué modo, en una sociedad libertaria, la necesidad de amar hallará su satisfacción y de qué modo comprendemos la organización de la familia.
 
Y, naturalmente, esta preocupación se agranda y hace descuidar y hasta despreciar los demás problemas en personas que tienen resuelto, particularmente, el problema del hambre y que se hallan en situación normal de poder satisfacer las necesidades más imperiosas porque viven en un ambiente de bienestar relativo.
 
Este hecho se explica dado el lugar inmenso que ocupa el amor en la vida moral y material del hombre, puesto que en el hogar, en la familia, es donde el hombre gasta
la mayor y mejor parte de su vida. Y se explica también por una tendencia hacia el ideal que arrebata al espíritu humano tan pronto como se abre a la conciencia.
 
Mientras el hombre sufre sin darse cuenta los sufrimientos, sin buscar el remedio y sin rebelarse, vive semejante a los brutos, aceptando la vida tal como la encuentra.
 
Pero desde que comienza a pensar y a comprender que sus males no se deben a insuperables fatalidades naturales, sino a causas humanas que los hombres pueden destruir, experimenta en seguida una necesidad de perfección y quiere, idealmente al menos, gozar de una sociedad en que reine la armonía absoluta y en que el dolor haya desaparecido por completo y para siempre.
 
Esta tendencia es muy útil, ya que impulsa a marchar adelante, pero también se vuelve nociva si, con el pretexto de que no se puede alcanzar la perfección y que es imposible suprimir todos los peligros y defectos, nos aconseja descuidar las  realizaciones posibles para continuar en el estado actual.
 
Ahora bien, y digámoslo en seguida, no tenemos ninguna solución para remediar los males que provienen del amor, pues no se pueden destruir con reformas sociales, ni siquiera con un cambio de costumbres. Están determinados por sentimientos profundos, podríamos decir fisiológicos, del hombre y no son modificables, cuando lo son, sino por una lenta evolución y de un modo que no podemos prever.
 
Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro motivo que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física.
 
Pero la libertad, aun siendo la única solución que podemos y debemos ofrecer, no resuelve radicalmente el problema, dado que el amor, para ser satisfecho, tiene necesidad de dos libertades que concuerden y que a menudo no concuerdan de modo alguno; y dado también que la libertad de hacer lo que se quiere es una frase desprovista de sentido cuando no se sabe querer alguna cosa.
 
Es muy fácil decir: "Cuando un hombre y una mujer se aman, se unen, y cuando dejan de amarse, se separan".
 
Pero sería necesario, para que este principio se convirtiese en regla general y segura de felicidad, que se amaran y cesaran de amarse ambos al mismo tiempo. ¿Y si uno ama y no es amado? ¿Y si mientras uno aún ama, el otro ya no le ama y trata de satisfacer una nueva pasión? ¿Y si uno ama a un mismo tiempo varias personas que no pueden adaptarse a esta promiscuidad?
 
"Yo soy feo - nos decía una vez un amigo - ¿Qué haré si nadie quiere amarme?" La pregunta mueve a risa, pero también nos deja entrever verdaderas tragedias.
 
Y otro, preocupado por el mismo problema, nos decía:
"Actualmente, si no encuentro el amor, lo compro, aunque tenga que economizar mi pan. ¿Qué haré cuando no haya mujeres que se vendan?" La pregunta es horrible, pues muestra el deseo de que haya seres humanos obligados por el hambre a prostituirse; pero es también terrible... y terriblemente humano.
 
Algunos dicen que el remedio podría hallarse en la abolición radical de la familia; la abolición de la pareja sexual más o menos estable, reduciendo el amor al solo acto físico, o por mejor decir, transformándolo, con la unión sexual como añadidura, en un sentimiento parecido a la amistad, que reconozca la multiplicidad, la variedad, contemporaneidad de afectos.
 
¿Y los hijos?... Hijos de todos.
¿Puede ser abolida la familia? ¿Es de desear que lo sea?
 
Hagamos observar antes que nada, que, a pesar del régimen de opresión y de mentira que ha prevalecido y prevalece aún en la familia, ésta ha sido y continua siendo el mas grande factor de desarrollo humano, pues en la familia es donde el hombre normal se sacrifica por el hombre y cumple el bien por el bien, sin desear otra compensación que el amor de la compañera y de los hijos.
 
Pero, se nos dice, una vez eliminadas las cuestiones de intereses, todos los hombres serán hermanos y se amarán mutuamente.
 
Ciertamente, no se odiarán; cierto que el sentimiento de simpatía y de solidaridad se desarrollaría mucho y que el interés general de los hombres se convertiría en un factor importante en la determinación de la conducta de cada uno.
 
Pero esto no es aún el amor. Amar a todo el mundo se parece mucho a no amar a nadie.
 
Podemos, tal vez socorrer, pero no podemos llorar todas las desgracias, pues nuestra vida se deslizaría entera entre lágrimas y, sin embargo, el llanto de la simpatía es el consuelo más dulce para un corazón que sufre. La estadística de las defunciones y de los nacimientos puede ofrecernos datos interesantes para conocer las necesidades de la sociedad; pero no dice nada a nuestros corazones. Nos es materialmente imposible entristecernos por cada hombre que muere y regocijar nos por cada nacimiento.
 
Y si no amamos a alguien más vivamente que a los demás; si no hay un solo ser por el cual no estemos particularmente dispuestos a sacrificarnos; si no conocemos otro amor que este amor moderado, vago, casi teórico, que podemos sentir por todos, ¿no resultaría la vida menos rica, menos fecunda, menos bella? ¿No se vería disminuida la naturaleza humana en sus más bellos impulsos? ¿Acaso no nos veríamos privados de los goces más profundos? ¿No seríamos más desgraciados?
 
Por lo demás, el amor es lo que es. Cuando se ama fuertemente se siente la  necesidad del contacto, de la posesión exclusiva del ser amado.
 
Los celos, comprendidos en el mejor sentido de la palabra, parecen formar y forman generalmente una sola cosa con el amor. El hecho podrá ser lamentable, pero no puede cambiarse a voluntad, ni siquiera a voluntad del que personalmente los sufre.
Para nosotros el amor es una pasión que engendra por sí misma tragedias. Estas tragedias no se traducirían más, ciertamente, en actos violentos y brutales si el hombre tuviese el sentimiento de respeto a la libertad ajena, si tuviese bastante imperio sobre sí mismo para comprender que no se remedia un mal con otro mayor, y si la opinión publica no fuese, como hoy, tan indulgente con los crímenes pasionales; pero las tragedias no serían por esto menos dolorosas.
 
Mientras los hombres tengan los sentimientos que tienen - y un cambio en el régimen económico y político de la sociedad no nos parece suficiente para modificarlos por entero - el amor producirá al mismo tiempo que grandes alegrías, grandes dolores. Se podrá disminuirlos o atenuarlos, con la eliminación de todas las causas que pueden ser eliminadas, pero su destrucción completa es imposible.
 
¿Es ésta una razón para no aceptar nuestras ideas y querer permanecer en el estado actual? Así se obraría como aquel que no pudiendo comprarse vestidos lujosos prefiriese ir desnudo, o que no pudiendo comer perdices todos los días renunciase al pan, o como un médico que, dada la impotencia de la ciencia actual ante ciertas enfermedades, se negase a curar las que son curables.
 
Eliminemos la explotación del hombre por el hombre, combatamos la pretensión brutal del macho que se cree dueño de la hembra, combatamos los prejuicios religiosos, sociales y sexuales, aseguremos a todos, hombres, mujeres y niños, el bienestar y la libertad, propaguemos la instrucción y entonces podremos regocijarnos con razón si no quedan más males que los del amor.
 
En todo caso, los desgraciados en amor podrán procurarse otros goces, pues no sucederá como hoy, en que el amor y el alcohol constituyen los únicos consuelos de la mayor parte de la humanidad. 
SEMBRANDO
 
Yo me imagino las satisfacciones y las angustias del sembrador. ¡Cuántas emociones debe sentir el hombre que pone el grano en la tierra! He aquí un yermo; pero el sembrador viene y remueve la tierra, la rebana, desmenuza los toscos terrones, la peina, echa el grano y riega. Luego, ¡a esperar! Mas no consiste esa espera en cruzarse de brazos: hay que luchar; hay que luchar contra las aves que bajan a comerse el grano, contra los animales que se alimentan de las plantitas tiernas, contra el frío o la acequia que amenaza desbordarse, contra el yerbajo que se extiende y va a sepultar la siembra. ¡Con qué emoción aguarda cada nuevo día, esperando ver las puntitas verdes de las plantas saliendo de la tierra negra! Por fin aparecen, y entonces levanta angustiado la vista al cielo; sabe leer en las nubes el tiempo que va a haber; la dirección con que sopla el viento, tiene, igualmente, grande importancia. Viendo las nubes, reconociendo el viento, se le ve palidecer o iluminarse su rostro, según se deduce de la apariencia del medio, bueno o mal tiempo.
 
Empero, estas torturas nada son comparándolas con las que sufre el sembrador de ideales. La tierra recibe con cariño. El cerebro de las masas humanas rehúsa recibir los ideales que en él pone el sembrador. La mala yerba, las malezas representadas por los ideales viejos, por las preocupaciones, las tradiciones, los prejuicios, han arraigado tanto, han profundizado sus raíces de tal modo y se han entremezclado a tal grado, que no es fácil raparlas sin resistencia, sin hacer sufrir al paciente. El sembrador de ideales echa el grano; pero las malezas son -_in espesas y proyectan sombras tan densas, que la mayor parte de las veces no germina; y si, a pesar de las resistencias, la simiente ideal está dotada de tal vitalidad, de tan vigorosa potencia, que logra hacer salir el brote, crece éste débil, enfermizo, porque todos los jugos los aprovechan las malezas viejas y es por esto por lo que con tanto trabajo logran enraizar las ideas nuevas.
 
El miedo a lo desconocido entra con mucha más fuerza en la resistencia que la que el cerebro de las masas ofrece a los ideales nuevos. La cobardía del rebaño queda perfectamente expresada en la frase que anda en boca de todos los taimados: "Vale más malo por conocido que bueno por conocer." Son amargos los frutos de las viejas ideas: sin embargo, la imbecilidad o cobardía de las masas las prefieren mejor que entregarse al cultivo de nuevos y sinos ideales.
 
El sembrador de ideales tiene que luchar contra la masa, que es conservadora; contra las instituciones, que son
" servidoras igualmente; y solo, en medio del ir y venir rebaño que no lo entiende, marcha por el mundo no esperando por recompensa más que el bofetón de los estultos, el calabozo de los tiranos y el cadalso en cualquier momento. Pero mientras va sembrando, sembrando, sembrando, el sembrador de ideales que llega va sembrando, sembrando, sembrando. . . 
 
Regeneración, 5 de noviembre de 1910. Semilla Libertaria: I. 65—66.
¡ Justicia !
Ricardo Flores Magón
 
El gobernante, el burgués y el clérigo sesteaban aquella tarde a la sombra de un fresno que lucía vigoroso en el cañón de la sierra.
El burgués, visiblemente agitado, estrujaba entre sus manos regordetas un cuadernito rojo, y decía entre suspiro y suspiro:
—Todo lo he perdido: mis campos, mis ganados, mis molinos, mis fábricas; todo se encuentra en poder de los desarrapados.
El gobernante, temblando de rabia, decía:
—Esto es el acabóse; ya nadie respeta la autoridad.
Y el clérigo elevaba los ojos al cielo y decía compungido:
—¡Maldita razón; ella ha matado la fe!
Los tres personajes pensaban, pensaban, pensaban.. . La noche anterior habían hecho irrupción en el pueblecillo unos cincuenta revolucionarios, a quienes los proletarios del lugar habían recibido con los brazos abiertos, y mientras buscaban al gobernante, al burgués y al clérigo para exigirles estrecha cuenta de sus actos, éstos huyeron al cañón en busca de refugio.
—Nuestro imperio sobre las masas ha terminado, dijeron a una voz el gobernante y el burgués.
El clérigo sonrió, y dijo con tono convencido:
—No os amilanéis. Cierto es que la fe pierde terreno; pero yo os aseguro que, por medio de la Religión, podemos recuperar todo lo perdido. Por lo pronto parece que las ideas contenidas en ese maldito cuaderno han triunfado en el pueblecillo, y triunfarán ciertamente si permanecemos inactivos. No niego que esas malditas ideas gozan de simpatías entre la plebe; pero otros las rechazan, sobre todo las que atacan directamente a la Religión, y entre estos últimos es entre quienes debemos fomentar un movimiento de reacción. Afortunadamente pudimos escapar los tres, que, si hubiéramos perecido en las manos de los revolucionarios, las viejas instituciones habrían muerto con nosotros.
El burgués y el gobernante sintieron como si se les hubiera librado de terrible carga. Los ojos del burgués chispearon, encendidos por la codicia. ¡Cómo! ¿Con que sería posible para él volver a disfrutar de la posesión de sus campos, de sus ganados, de sus molinos y de sus fábricas? ¿No habría sido todo otra cosa que una cruel pesadilla? ¿Volvería a tener baje su poder a todos los habitantes de la comarca, gracias a los buenos oficios de la Religión? Y, poniéndose en pie, sacudió el puño en la dirección del
pueblecillo, cuyo caserío blanqueaba alegre a los rayos de un sol de mayo.
El gobernante, emocionado, dijo con convicción: —Yo siempre he creído que la Religión es el más firme apoyo del principio de autoridad. La Religión enseña que Dios es el primer jefe, y los gobernantes somos sus lugartenientes en la tierra. La Religión condena la rebeldía porque considera que los gobernantes están sobre los pueblos por la voluntad do Dios. ¡Viva la Religión!
Enardecido por sus propias palabras, el gobernante arrebató de las manos del burgués el cuadernito rojo, lo hizo añicos y arrojó los pedazos en dirección del pueblecillo, como reto a los nobles proletarios insurreccionados.  
— ¡Perros! —gritó, —¡recibid eso con mi saliva!
Los trocitos del papel volaron alegres arrastrados por el viento, como mariposillas juguetonas. Era el Manifiesto de 23 de septiembre de 1911.
Las primeras sombras de la noche comenzaban a subir del valle, y a la luz crepuscular podía verse ondear, sobre una casita del pueblecillo, una bandera roja que ostentaba en letras blancas esta inscripción: "Tierra y Libertad". El gobernante, el burgués y el clérigo gritaron agitando los puños hacia el pueblecillo:
— ¡Nido de víboras, pronto te aplastaremos!
Todavía lucían por Occidente los últimos brochazos que dio el sol al despedirse; las ranas preludiaban su acostumbrada serenata, libres, felices, ignorantes de las miserias que hacen sufrir al hombre. En el fresno, una pareja de cenzontles se cantaban sus libres amores, sin jueces, sin curas, sin escribanos. La belleza apacible de la hora invitaba al corazón humano a manifestar todas sus torturas, y a los sentimientos a materializarse en una obra de arte. ..
Haciendo estremecer hasta las rocas, un grito formidable bajó rodando por la cañada: ¡Quién vive!
El gobernante, el burgués y el clérigo temblaron, presintiendo su fin. La noche había acabado de sacar de su baúl todos sus crespones; los cenzontles enmudecieron; las ranas callaron; una ráfaga de aire agitó siniestramente las ramas del fresno, y en las tinieblas, pavoroso, volvió a resonar el grito fatídico: ¡Quién vive!
Los tres personajes recordaron en un segundo todos sus crímenes: ellos habían gozado todas las delicias de la vida a costa del sufrimiento de los humildes; ellos habían mantenido a la humanidad en la ignorancia y en la miseria, para poder satisfacer sus apetitos.
Un rumor de pisadas enérgicas se acercaba a ellos: eran los soldados del pueblo, los soldados de la Revolución Social. Una descarga de fusilería hizo rodar, sin vida, a los representantes de la hidra de tres cabezas: Autoridad, Capital y Clero.
(De "Regeneración" del número 192, fechado el 13 de junio de 1914).
La mujer
 
Praxédis Guerrero
 
 
Siempre han sido el niño y la mujer las víctimas escocidas de la barbarie, y sólo en ciertos países ha gozado la primera de al­gunos privilegios, que en ocasiones la han colocado por encima del hombre socialmente, como en los clanes primitivos en que exis­tió el matriarcado. Pero la mujer todavía no ha ocupado el ver-dada o lugar   que como mujer le corresponde en las sociedades.
 
La Biblia, que consagra la impureza de la mujer, nos dice que el pueblo judío trataba inconsideradamente a las mujeres y a los niños: los padres tenían derecho absoluto sobre las hijas, las vendían como esclavas o las sacrificaban, como lo demuestra el célebre caso de jefté, y el atroz culto de Moloch, que puso en práctica la quema de niños vivos y especialmente de niñas, en todos los pueblos de raza semítica. Los judíos acostumbraron el monopolio de las mujeres por los ricos. Salomón nos da un ejemplo de ello, y debido a eso se produjeron naturalmente en los pobres, los re­pugnantes vicios de que la misma Biblia nos habla, acarreando el consiguiente rebajamiento en las costumbres, cuyas víctimas de preferencia lo fueron las mujeres.
 
En el antiguo Egipto, donde los pobres fellahs construyeron a fuerza de látigo y palo gigantescos monumentos al servilismo y al orgullo, que la erosión de los vientos no ha podido destruir en el transcurso de miles de años, la mujer tuvo privilegios extraor­dinarios: estipulaba libremente las cláusulas de los contratos ma­trimoniales; podía obtener el divorcio con sólo manifestar su deseo de no continuar unida a su marido y no pocas veces obliga­ban a éste a la servidumbre, exactamente como ahora exigen muchos maridos que llevan el título de civilizados, la servidumbre de la mujer.
 
Las mujeres de la India, por el contrario de las egipcias, pa­decían la tiranía de horribles costumbres: las viudas se quemaban vivas a la muerte de sus maridos. No eran obligadas por la violencia al sacrificio; los hombres hallaron el medio de llevarlas voluntariamente a la pira inculcándoles absurdas nociones de ho­nor y explotando su vanidad, su orgullo y su casta, porque es da saber que sólo las mujeres de los personajes se quemaban. Las mujeres pobres, pertenecientes a las castas consideradas como inferiores, se confundían con sus hijos en la degradación; su vida no ofrece nada de atractivo.
 
China es otro de los países más funestos para la mujer: la autoridad paternal era y es allá despótica, al igual que la auto­ridad del marido: "la mujer no es más que una sombra o un eco en la casa", según dice el proverbio; la mujer no puede mani­festar preferencia ninguna porque los preceptos del pudor se ofen­derían; se ha de considerar contenta con el marido que se le asigna, viejo o muchacho, repugnante o pasadero; el matrimonio es simplemente una venta. La mórbida sensualidad de los chinos llega hasta la mutilación de los pies femeninos y otros refinamien­tos comunes entre los ricos. Como en la India, en China se acos­tumbró el suicidio de las viudas aunque sin la concurrencia de las piras y premiándose con inscripciones encomiásticas en los templos. El infanticidio es cosa corriente, sobre todo en las niñas.
 
Los griegos, con todo y su poderosa mentalidad, no fueron muy humanos con sus mujeres; Esquilo, poeta y filósofo, defensor de las instituciones patriarcales, llega a la peregrina teoría de que la mujer no es madre de su hijo, sino un temporal depositario del hijo del hombre. El gineceo era el lugar destinado para las mujeres helénicas, aunque se adiestraban con frecuencia en los gimnasios, y en una época llegaron a recibir educación especial para el amor, nunca se las vio en realidad como iguales al hombre. El matrimonio no era cuestión de inclinación; se unía a los jóvenes más robustos y hermosos con las doncellas mejor formadas, como se procede en las ganaderías para el mejoramiento de las razas. Los niños recibían una educación militar; para man­tenerse superiores sobre sus esclavos y vecinos, los griegos forma­ban soldados desde la cuna, sanos de cuerpo, pero mutilados de espíritu pues el intelecto griego, brillante en algunas facetas, per­maneció oscuro en muchas, a pesar de las exageradas alabanzas que se ñapen de la cultura ateniense; matando a los niños ra­quíticos y deformes, ejercitando a los otros en la lucha, en la ca­rrera, en toda suerte de juegos corporales, hicieron buenos gue­rreros de cuerpos ágiles, de formas bellas y gallardas; pero con la disciplina detuvieron el desarrollo intelectual de la raza, que de otra manera habría alcanzado alturas y esplendores mayores.
 
Una tribu Madagascar, los Hovas, puede dar ejemplo de buen trato a la mujer a muchos de los pueblos tenidos por civi­lizados. También saben las mujeres hovas comprender su situa­ción, que designan respectivamente a sus vecinas las mujeres de los negros del Senegal, civilizados militarmente por los franceses, con el nombre de "muías", porque estas infelices viven sujetas a los trabajos más rudos y humillantes.
 
Los calumniados beduinos nómadas tienen rasgos que los abo­nan; entre ellos un delincuente podía librarse del castigo si lograba colocar la cabeza debajo del manto de una mujer exclamando: "me pongo bajo tu protección."
 
Diferente, como se ve ha sido la suerte de la mujer. Entre los judíos fue una esclava impura y vendible, propiedad absoluta del padre. En el Egipto, pudo ejercitar tiranía sobre el hombre; en la India fue un apéndice que debía desaparecer con el dueño; en la China, víctima de la sensualidad y los celos masculinos, tuvo y tiene una triste suerte; en Grecia se le consideró, con algunas excepciones, como un objeto; entre los Hobas, los Beduinos y otras tribus, ha gozado de relativa libertad y de muy simpáticos fueros. Busquémosla ahora en la situación también diversa que guarda en las naciones modernas.
 
La moral que las antiguas civilizaciones heredaron de los pri­meros núcleos sociales, conocidos con el nombre de clanes, se ha venido modificando con la evolución de las costumbres, con la desaparición de algunas necesidades y el nacimiento de otras; mas en lo general la mujer permanece fuera del lugar que le corresponde, y el niño que de ella recibir el impulso inicial de su vida psíquica, se encargará, cuando llegue a hombre, de perpetuar el desacuerdo entre las dos partes que forman la humanidad. Ahora ya no se quema a las viudas con el cadáver del marido, ni los padres tienen derecho de vida y muerte sobre sus hijos, como acontecía en Roma; ya no se practican "razzias"' a mano armada para proveer de mujeres a los hombres de una tribu ni se que­man niños vivos bajo las narices de Moloch; las leyes escritas y las simples conveniencias sociales, ejercen de verdugos de la mujer; la patria protestad se manifiesta aún en mil formas opresivas. La trata de blancas para proveer los harenes de los potentados, ocupa el sitio de las "razzias" violentas, y el infanticidio, resultado de la miseria y de la mojigatería es un hecho harto común en todas las clases sociales.
 
Fuera del campo del liberalismo que reivindica la igualdad de la mujer y del hombre, la tendencia de la época, débil todavía para romper con todos los obstáculos que se ofrecen a la eman­cipación de la mujer, ha motivado esa desviación conocida con el nombre de "feminismo"'. No pudiendo ser mujer, la mujer quiere ser hombre: se lanza con un entusiasmo digno de un femi­nismo más racional en pos de todas las cosas feas que un hombre puede ser y hacer; quiere desempeñar funciones de policía, de picapleitos, de tirano político y de elegir con los hombres los amos del género humano, Finlandia va a la cabeza de este movimiento, después le siguen Inglaterra y Estados Unidos.
 
El "feminismo" sirve de base a la oposición de los enemigos de la emancipación de la mujer. Ciertamente no hay nada atrac­tivo en una mujer gendarme, en una mujer alejada de la dulce misión de su sexo para empuñar el látigo de la opresión; en una mujer huyendo de su graciosa individualidad femenina para ves­tir la hibridez del "hombrunamiento".
 
La teoría bíblica de la impureza de la mujer, ha perdido su infalibilidad: la substituye la moderna "inferioridad de la mujer'', con su pretendido apoyo en la ciencia.
 
¡Inferioridad, de la mujer! cuando para ser sinceros debería­mos decir:   ¡esclavitud de la mujer!
 
Incontables generaciones han pasado sometiendo a los rigores de una educación a propósito a la mujer, y al fin, cuando los re­sultados de esa educación se manifiestan; cuando los perjuicios acumulados en el   cerebro femenino y las cargas materiales que los hombres le echan encima,   actúan de lastre   en   su vida im­pidiendo el vuelo franco ele su intelecto en los espacios libres de la idea; cuando todo lo que la rodea es opresivo y mentiroso, se viene a la conclusión de la inferioridad de la mujer, para no ad­mitir ni confesar la desigualdad, de circunstancias y la ausencia de oportunidad, que a pesar de todo, no han impedido que la eman­cipación de la mujer se inicie ayudada por los heroicos esfuerzos de   ella   misma.   Las   mujeres   revolucionarias,   emancipadas   mo­rales, contestan victoriosamente el cargo de superficialidad hecha a sus sexo; hacen meditar con respetuosa simpatía en la suma del valor, de energía, de voluntad, de sacrificios y amarguras que su   labor representa, es el mérito   mayor que su rebeldía tiene, comparada con la rebeldía del hombre. El acto de la revolucionaria rusa que se desfiguró el rostro porque su belleza era un estorbo en la lucha por la libertad, revela mentalidad superior. Comparad esa acción con la de los soldados de Pompeyo, huyendo de las tropas de César que tenían la consigna de pegarles en la cara; ved a Maximiliano de Austria rechazando la fuga por no cortarse la herniosa barba. ¿De qué lado están la superficialidad, la co­quetería estúpida, la vanidad necia? Se acusa de fragilidad a la mujer y ¿se comparan esos deslices que condenan la hipocresía moral los extravíos homosexuales, con esa prostitución infame de los hombres, tan extendida en todos los países del mundo y practicada escandalosamente por representantes de las clases lla­madas cultas, entre los hombres de Estado y la refinada nobleza, como lo hizo saber la pluma irreverente de Maximiliano Harden, en Alemania, como se descubrió ruidosamente en México en un baile íntimo de aristócratas?
 
La religión, cualquiera que sea la denominación con que se presente, es el enemigo más terrible de la mujer. A pretexto de consuelo, aniquila su conciencia; en nombre de un amor esté­ril, le arrebata al amor, fuente de la vida y la felicidad huma­nas; con burdas fantasmagorías, bosquejadas en una poesía enfer­miza, la aparta de la poesía fuerte, real, inmensa, de la existencia libre.
 
La religión es el auxiliar de los déspotas caseros y nacionales; su misión es la del domador; caricia o azote, jaula o lazo, todo lo que emplea conduce al fin: amansar, esclavizar a la mujer en primer término, porque la mujer es la madre y la maestra del niño, y el niño será el hombre.
 
Otro enemigo no menos terrible tiene la mujer: las costum­bres establecidas; esas venerables costumbres de nuestros mayores, siempre rotas por el progreso y siempre anudadas de nuevo por el conservatismo. La mujer no puede ser mujer, no puede amar cuando ama, no puede vivir como la libre compañera del hom­bre, porque las costumbres se oponen, porque una violación a; ellas trae el desprecio y la befa, y el insulto y la maldición. La costumbre ha santificado su esclavitud, su eterna minoría de edad, y debe seguir siendo esclava y pupila por respeto a las costum­bres, sin acordarse que costumbres sagradas de nuestros antepa­sados lo fueron el canibalismo, los sacrificios humanos en los al­tares del dios Huitzilopochtli, la quema de niños y de viudas, la horadación de las narices y los labios, la adoración de lagartos, de becerros y de elefantes. Costumbres santas de ayer son crímenes o pueriles necedades de hoy. ¿A qué, pues, tal respeto y acatamiento a las costumbres que impiden la emancipación de la mujer?
La libertad asusta a quienes no la comprenden y a aquello que han hecho su medio de la degradación y la miseria ajenas; por eso la emancipación de la mujer encuentra cien oponen­tes por cada hombre que la defiende o trabaja por ella.
 
La igualdad libertaria no trata de hacer hombre a la mujer; da las mismas oportunidades a las dos facciones de la especie humana para que ambas se desarrollen sin obstáculos, sirviéndose mutuamente de apoyo, sin arrebatarse derechos, sin estorbarse en el lugar que cada uno tiene en la naturaleza. Mujeres y hombres hemos de luchar por esta igualdad racional, armonizadora de la felicidad individual con la felicidad colectiva,   porque sin ella habrá perpetuamente en el hogar la simiente de la tiranía, el re­toño de 'la esclavitud y la desdicha social. Si la costumbre es un yugo, quebremos la costumbre por más sagrada que parezca; ofen­diendo las costumbres, la civilización avanza. El qué dirán es un freno;   pero los frenos nunca han libertado pueblos,   satisfecho hambres, ni redimido esclavitudes.
 
"Regeneración." No. 11, del 12 de Noviembre de 1910. Los Ángeles, California.
 
RADICALICEMOS LA INDIGNACIÓN
 
Ya empezó el ascenso de los indignados. Vayamos a su encuentro sin concesiones con los enemigos de la humanidad.
 
 
1. De la Revolución de 1910 no queda ni el recuerdo por la deformación de las tendencias en lucha con la representación de Flores Magón, Villa y Zapata revueltos con los estatólatras Madero y Carranza. Para restituir la historia, es necesario precisar las dos grandes estrategias en disputa: la de los estatólatras con su discurso parlamentario aliancista para sus semejantes con dominio de reproducción escolar y la de la toma del poder para construir un Estado efectivamente democrático, esto es, con tierra y libertad para los campesinos, derechos históricos plenos para todos los trabajadores y poder de autodefensa de los derechos civiles de todos.
 
2.   La crítica a la Revolución de 1910 exige advertir al imperialismo integrado al Imperio bajo control relativo del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las estructuras militares de seguridad nacional con dimensión también imperial aprobada por la ONU. La alternativa democrática contra esta estrategia imperial concretada en plazos de hasta 60 años bajo estricta vigilancia de expertos, crece por Europa y América con la indignación que sólo puede avanzar con propuestas de crítica a la economía política tal como ocurre en Chile y Grecia con dirigentes muy jóvenes capaces de enfrentar a los funcionarios de Estado incluyendo a los demagogos de la falsa izquierda. De aquí la solidaridad necesaria entre los sindicatos con línea proletaria internacionalista más allá del nacionalismo antiimperialista improcedente frente el poder de los consorcios en el Imperio transnacional.
 
3.   La existencia de coordinadoras para vincular y articular a las organizaciones contra el despojo y las amenazas cumplidas por el Estado, requiere de precisiones teórico-históricas para dar lugar a ideologías combativas más allá de las movilizaciones contestatarias sin más. El lugar de los estudiantes en defensa de la educación pública y su relación con la salud, la preservación del ambiente, el repudio de las reformas fiscales y energéticas contra los pobres y la naturaleza, los movimientos financieros organizados por el Imperio mundial para proteger a los consorcios y a sus socios locales, exige internacionalismo tal como el que practican los estudiantes chilenos y los indignados de Grecia en especial.
 
4.   La estrategia exige apoyo constante a las organizaciones campesinas agredidas por el despojo de sus medios de producción, a los trabajadores todos día a día enfrentados a la cancelación de hecho de sus derechos históricos y a las policías comunitarias y las instituciones de buen gobierno donde no cabe la corrupción y el despojo contra los pobres.
 
5. La reproducción es problema clave. Lo saben los Estados antipopulares y por esto procuran reformas constitucionales a sabiendas de lo incumplibles de los derechos de los trabajadores y el pueblo en general. Su afán de contratos, inversiones y operaciones financieras bajo control del Imperio y los consorcios, acompaña la corrupción galopante disfrazada de apertura de empleos.
 
La impunidad, persecución y ejecución de quienes se organizan para la autodefensa popular, los acuerdos públicos y clandestinos con las instituciones militares yanquis, el secreto de las operaciones financieras a escala mundial para proteger la acumulación capitalista por la vía del despojo impune, son líneas de acción del Estado opresor y represivo. Es un escándalo que en México crezca la pobreza que afecta a más de la mitad de los habitantes como condición de existencia de no menos de tres multimillonarios entre los diez más adinerados del mundo. Este manejo de la crisis da pleno sentido histórico a los indignados a los que además de la solidaridad activista, hay que apoyarlos con crítica de la economía política y prácticas consecuentes.
 
6. Nadie espera tomar el poder de inmediato, sólo los intelectuales oportunistas plantean como solución el gobierno de coalición porque son incapaces de ir más allá del Estado que tanto los privilegia. La estrategia popular revolucionaria exige proyecto de largo plazo con precisión histórica no extraviable en las movilizaciones del día. Solo así, las sociedades civiles construyen estructuras políticas no solo coyunturales. Hay que estar en coyunturas como las electorales a sabiendas de que más que los candidatos y los partidos todos demagógicos, importa el proyecto, el programa de largo plazo, los programas particulares bien distintos a la proclama de reivindicaciones tan generales y abstractas como incumplibles, tales como la soberanía nacional desaparecida por el neoliberalismo y reducida a nacionalismo patriotero improcedente por la falsa izquierda irreflexiva de por sí.
 
7. La crisis de muerte del capitalismo concreta una transición histórica definitiva. Puede durar siglos con la complicidad de los oportunistas dispuestos a negociar para consolidar la corrupción y el pillaje. Puede profundizar el anticapitalismo con la crítica teórica y práctica en beneficio de relaciones de producción controladas por los propios trabajadores organizados. Esta tendencia creciente en el mundo exige vincular y articular con los indignados a los defensores de tierras y manantiales a los trabajadores en lucha por sus derechos plenos a los activistas por la libertad y los peores políticos, la presentación de los desaparecidos, la atención a las víctimas del militarismo de Estado, el castigo a los culpables de las masacres y asesinatos, a los migrantes y desempleados hambrientos y sin esperanza. El imperio capitalista es implacable con su estrategia económica, política y militar. La respuesta tiene que ser radical en la teoría y la práctica.
 
¡Por la soberanía depositada realmente en el pueblo organizado!
 
¡Por la práctica política y social del artículo 39 constitucional!
 
¡Por la revocación de los mandatos nunca cumplidos por los políticos estatólatras dispuestos a negociar con los nefastos oportunistas de todos los niveles!
 
¡Por la construcción de la clase social capaz de proyecto nacional-internacionalista distinto y opuesto al de la clase mundial agónica pero muy peligrosa por sus prácticas económicas, políticas y militares para su ya improbable eternización!
 
 
¡POR LA VINCULACIÓN Y ARTICULACIÓN DE TODOS LOS INDIGANADOS, DESPOJADOS, SECUESTRADOS VICTIMADOS POR EL ESTADO Y OTROS CARTELES!
 
¡POR EL INTERNACIONALISMO DE TENDENCIA PROLETARIA CON MOVILIZACION CIVIL!
 
¡POR EL EJERCICIO PLENO Y DEMOCRATICO DEL PODER DE LOS TRABAJADORES EN LUCHA, RADICALICEMOS LA INDIGNACIÓN!
 
TALLER DE CONSTRUCCIÓN AL SOCIALISMO
 
Dos revolucionarios
Ricardo Flores Magón
 
El revolucionario viejo y el revolucionario moderno se encon­traron una tarde marchando en diferentes direcciones. El sol mos­traba la mitad de su ascua por encima de la lejana sierra; se hundía el rey del día, se hundía irremisiblemente, y como si tuviera conciencia de su derrota por la noche, se enrojecía de cólera y escupía sobre la tierra y sobre el cielo sus más hermosas luces.
 
Los dos revolucionarios se miraron frente a frente: el viejo, pálido, desmelenado, el rostro sin tersura como un papel de es­traza arrojado al cesto, cruzado aquí y allá por feas cicatrices, los huesos denunciando sus filos bajo el raído traje. El moderno, erguido, lleno de vida, luminoso el rostro por el presentimiento de la gloria, raído el traje también, pero llevando con orgullo, como si fuera la bandera de los desheredados, el símbolo de un pensa­miento común, la contraseña de los humildes hechos soberbios al calor de una grande idea.
 
—¿A dónde vas?, preguntó el viejo.
—Voy a luchar por mis ideales, dijo el moderno; y tú, ¿a dónde vas?, preguntó a su vez.
 
El viejo tosió, escupió colérico el suelo, echo una mirada al sol, cuya cólera del momento sentía el mismo, y dijo:
 
— Yo no voy; yo ya vengo de regreso.
¿Qué traes?
—Desengañaos, dijo el viejo. No vayas a la revolución: yo también fui a la guerra y ya ves como regreso: triste, viejo, mal­trecho de cuerpo y espíritu.
El revolucionario moderno lanzó una mirada que abarc6 el espacio, su frente resplandecía; una gran esperanza arrancaba del Tondo de su ser y se asomaba a su rostro. Dijo al viejo:
 
—¿Supiste por qué luchaste?
—Si un malvado tenía dominado el país; los pobres sufría­mos la tiranía del Gobierno y la tiranía de los hombres de dinero. Nuestros mejores hijos eran encerrados en el cuartel; las láminas, desamparadas, se prostituían o pedían limosna para poder vivir. Nadie podía ver de frente al más bajo polizonte; la menor queja era considerada como acto de rebeldía. Un día un buen señor nos dijo a los pobres: "Conciudadanos, para acabar con el pre­sente estado de cosas, es necesario que haya un cambio de go­bierno; los hombres que están en el Poder son ladrones, asesinos y opresores. Quitémoslos del Poder, elíjanme Presidente y todo cambiara". Así habló el buen señor; en seguida nos dio armas y nos lanzamos a la lucha. Triunfamos. Los malvados opresores fueron muertos, y elegimos al hombre que nos dio las armas para que fuera Presidente, y nos fuimos a trabajar. Después de nuestro triunfo seguimos trabajando exactamente como antes, como mu­los y no como hombres; nuestras laminas siguieron sufriendo es­casez; nuestros mejores hijos continuaron siendo llevados al cuar­tel; las contribuciones continuaron siendo cobradas con exactitud por el nuevo Gobierno y, en vez de disminuir, aumentaban; teníamos que dejar en las manos de nuestros amos el producto de nuestro trabajo. Alguna vez que quisimos declararnos en huelga, nos mataron cobardemente. Ya yes c6mo supe per que luchaba: los gobernantes eran malos y era preciso cambiarlos per buenos. Y ya yes como los que dijeron que iban a ser buenos, se volvieron tan malos como los que destronamos. No vayas a la guerra, no vayas. Vas a arriesgar tu vida per encumbrar a un nuevo amo.
 
Así habló el revolucionario viejo; el sol se hundía sin remedio, como si una mano gigantesca le hubiera echado garra detrás de la montaña. El revolucionario moderno se sonrió, y repuso:
 
—Compañero: voy a la guerra, pero no como tú fuiste y fueron los de tu época. Voy a la guerra, no para elevar a ningún hombre al Poder, sino a emancipar mi clase. Con el auxilio de este fusil obligare a nuestros amos a que aflojen la garra y suelten lo que por miles de años nos han quitado a los pobres. Tú enco­mendaste a un hombre que hiciera tu felicidad; yo y mis com­pañeros vamos a hacer la felicidad de todos por nuestra propia cuenta. Tú encomendaste a notables abogados y hombres de ciencia el trabajo de hacer leyes, y era natural que las hicieran de tal modo que quedaras cogido por ellas, y, en lugar de ser instrumento de libertad, fueron instrumento de tiranía y de infa­mia. Todo tu error y el de los que, como tú, han luchado, ha sido ese: dar poderes a un individuo o a un grupo de individuos para que se entreguen a la tarea de hacer la felicidad de los demás. No, amigo mío; nosotros, los revolucionarios modernos, no bus­camos amparos, ni tutores, ni fabricantes de ventura. Nosotros vamos a conquistar la libertad y el bienestar por nosotros mis­mos, y comenzamos por atacar la raíz de la tiranía política, y esa raíz es el llamado "derecho de propiedad". Vamos a arrebatar de das manos de nuestros amos la tierra, para entregársela al pue­blo. La opresión es un árbol; la raíz de este árbol es el llamado "derecho de propiedad"; el tronco, las ramas y las hojas son los polizontes, los soldados, los funcionarios de todas clases, grandes y pequeños. Pues bien: los revolucionarios viejos se han entre­gado a la tarea de derribar ese árbol en todos los tiempos; lo de­rriban, y retoña, y crece y se robustece; se le vuelve a derribar, y vuelve a retoñar, a crecer y a robustecer. Eso ha sido así porque no han atacado la raíz del árbol maldito; a todos les ha dado miedo sacarlo de cuajo y echarlo a la lumbre. Ves pues, viejo amigo mío, que has dado tu sangre sin provecho. Yo estoy dispuesto a dar la mía porque será en beneficio de todos mis hermanos de cadena. Yo quemaré el árbol en su raíz.
 
Detrás de la montaña azul ardía algo: era el sol, que ya se había hundido, herido tal vez por la mano gigantesca que lo atraía al abismo, pues el cielo estaba rojo como si hubiera sido teñido por la sangre del astro.
 
El revolucionario viejo suspiró y dijo:
—Como el sol, yo también voy a mi ocaso. Y desapareció en las sombras.
El revolucionario moderno continuó, su marcha hacia donde luchaban sus hermanos por los ideales nuevos.
 
(De "Regeneración" del número18, fechado el 31 de diciembre de 1910).
 
VAMOS HACIA LA VIDA
Ricardo Flores Magón
 
No vamos los revolucionarios en pos de una quimera: vamos en pos de la realidad. Los pueblos ya no toman las armas para imponer un dios o una religión; los dioses se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las sombras de la indiferencia. El Korán, los Vedas, la Biblia, ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses tristes como el sol en un crepúsculo de invierno.
 
Vamos hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es la tierra. Ya no hay manos que empuñen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Alá yace en las vitrinas de los museos. Las hordas del dios de Israel se hacen ateas. El polvo de los dogmas va desapareciendo al soplo de los años.
 
Los pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de otro. Las grandes conmociones sociales que tuvieron su génesis en las religiones, han quedado petrificadas en la historia. La Revolución Francesa conquistó el derecho de pensar; pero no conquistó el derecho de vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los países y de todas las razas.
 
Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado al corazón de la gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad.
 
La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra.
 
He aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos por abstracciones, sino por materialidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y no a determinada casta social.
 
Por eso nos escuchan las multitudes; por eso nuestra voz llega hasta las masas y las sacude y las despierta, y, pobres como somos, podemos levantar un pueblo.
 
Somos la plebe; pero no la plebe de los faraones, mustia y doliente; ni la plebe de los césares abyecta y servil; ni la plebe que bate palmas al paso de Porfirio Díaz. Somos la plebe rebelde al yugo; somos la plebe de Espartaco, la plebe que con Münzer proclama la igualdad, la plebe que con Camilo Desmoulins aplasta la Bastilla, la plebe que con Hidalgo incendia Granaditas, somos la plebe que con Juárez sostiene la Reforma.
 
Somos la plebe que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatro vientos como un trueno esta frase formidable: “¡Todos tenemos derecho a ser libres y felices!" Y el pueblo, que ya no espera que descienda a algún Sinaí la palabra de Dios grabada en unas tablas, nos escucha. Debajo de las burdas telas se inflaman los corazones de los leales. En las negras pocilgas, donde se amontonan y pudren los que fabrican la felicidad de los de arriba, entra un rayo de esperanza. En los surcos medita el peón. En el vientre de la tierra el minero repite la frase a sus compañeros de cadenas. Por todas partes se escucha la respiración anhelosa de los que van a rebelarse. En la obscuridad, mil manos nerviosas acarician el arma y mil pechos impacientes consideran siglos los días que faltan para que se escuche este grito de hombres: ¡rebeldía!
 
El miedo huye de los pechos: sólo los viles lo guardan.
 
El miedo es un fardo pesado, del que se despojan los valientes que se avergüenzan de ser bestias de carga. Los fardos obligan a encorvarse, y los valientes quieren andar erguidos. Si hay que soportar algún peso, que sea un peso digno de titanes; que sea el peso del mundo o de un universo de responsabilidades.
 
¡Sumisión! es el grito de los viles; ¡rebeldía! es el grito de los hombres. Luzbel, rebelde, es más digno que el esbirro Gabriel, sumiso.
 
Bienaventurados los corazones donde enraiza la protesta. ¡Indisciplina y rebeldía! , bellas flores que no han sido debidamente cultivadas.
 
Los timoratos palidecen de miedo y los hombres "serios" se escandalizan al oír nuestras palabras; los timoratos y los hombres "serios" de mañana las aplaudirán. Los timoratos y los "serios" de hoy, que adoran a Cristo, fueron los mismos que ayer lo condenaron y lo crucificaron por rebelde. Los que hoy levantan estatuas a los hombres de genio, fueron los que ayer los persiguieron, los cargaron de cadenas o los echaron a la hoguera. Los que torturaron al Galileo y le exigieron su retractación, hoy lo glorifican; los que quemaron vivo a Giordano Bruno, hoy lo admiran; las manos que tiraron de la cuerda que ahorcó a John Brown, el generoso defensor de los negros, fueron las mismas que más tarde rompieron las cadenas de la esclavitud por la guerra de secesión; los que ayer condenaron, excomulgaron y degradaron a Hidalgo, hoy lo veneran; las manos temblorosas que llevaron la cicuta a los labios de Sócrates, escriben hoy llorosas apologías de ese titán del pensamiento.
 
"Todo hombre — dice Carlos Malato — es a la vez el REACCIONARIO de otro hombre y el REVOLUCIONA­RIO de otro también."
 
Para los reaccionarios — hombres "serios" de hoy — somos revolucionarios; para los revolucionarios de mañana nuestros actos habrán sido de hombres "serios". Las ideas de la humanidad varían siempre en el sentido del progreso, y es absurdo pretender que sean inmutables como las figuras de las plantas y los animales impresas en las capas geológicas.
 
Pero si los timoratos y los hombres "serios" palidecen de miedo y se escandalizan con nuestra doctrina, la gleba se alienta. Los rostros que la miseria y el dolor han hecho feos, se transfiguran; por las mejillas tostadas ya no corren lágrimas; se humanizan las caras, todavía mejor, se divinizan, animadas por el fuego sagrado de la rebelión. ¿Qué escultor ha esculpido jamás un héroe feo? ¿Qué pintor ha dejado en el lienzo la figura deforme de algún héroe? Hay una luz misteriosa que envuelve a los héroes y los hace deslumbradores. Hidalgo, Juárez, Morelos, Zaragoza, deslumbran como soles. Los griegos colocaban a sus héroes entre los semidioses.
 
Vamos hacia la vida; por eso se alienta la gleba, por eso ha despertado el gigante y por eso no retroceden los bravos. Desde su Olimpo, fabricado sobre las piedras de Chapultepec, un Júpiter de zarzuela pone precio a las cabezas de los que luchan; sus manos viejas firman sentencias de caníbales; sus canas deshonradas se rizan como los pelos de un lobo atacado de rabia. Deshonra de la ancianidad, este viejo perverso se aferra a la vida con la desesperación de un náufrago. Ha quitado la vida a miles de hombres y lucha a brazo partido con la muerte para no perder la suya.
 
No importa; los revolucionarios vamos adelante. El abismo no nos detiene: el agua es más bella despeñándose.

Si morirnos, moriremos como soles: despidiendo luz.
 
Este artículo fue escrito en San Francisco, California, en julio de 1907, y publicado en el mismo mes en Los Ángeles, Cal., en un periódico llamado Revolución. Después se volvió a reimprimir en el número 5 de Regeneración, 1. de octubre de 1910. Semilla Libertaria: I. 24-27.
"Los indiferentes" 
Antonio Gramsci



“Odio a los indiferentes. Creo que vivir signifique ser partisanos. Quien vive verdaderamente no puede no ser ciudadano y partisano. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera poderosamente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, es aquello sobre lo que no se puede contar, es aquello que desbarata los programas, que le da la vuelta a los planes mejor construidos, es la materia bruta que ahoga la inteligencia. Aquello que ocurre, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja promulgar las leyes que solo la revuelta podrá abrogar, deja subir al poder hombres que luego solo un motín podrá derrocar. Entre el absentismo y la indiferencia pocas manos, no vigiladas por ningún control, tejen la tela de la vida colectiva, y la masa ignora, porque no se preocupa de ello, y entonces parece que sea la fatalidad que atropella a todo y a todos, parece que la historia no sea otra cosa que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto del que que son víctimas todos, quien quiso y quien no quiso, quien sabía y quien no sabía, quien había sido activo y quien indiferente. Unos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o pocos se preguntan: ¿si yo también hubiera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad hubiera ocurrido lo que ocurrió?



Odio a los indiferentes también por esto: porque me molesta su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos del como desarrolló la tarea que la vida le puso y les pone diariamente, de lo que ha hecho y especialmente de lo que no ha hecho. Y siento que puedo ser inexorable, que no debo desperdiciar mi piedad, que no debo compartir con ellos mis lágrimas.



Soy partisano, vivo, siento en las conciencias de mi parte ya pulsar la actividad de la ciudad futura que mi parte está construyendo. Y en esa, la cadena social no pesa sobre pocos, en esa cada cosa que acontece no es debida al caso, a la fatalidad, sino que es inteligente obra de los ciudadanos. No hay en ella nadie que esté a la ventana a mirar mientras los pocos se sacrifican, se abren las venas. Vivo, soy partisano. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.


11 de febrero de 1917
¡QUE SIGA EL DESCONTENTO!
LIBRADO RIVERA
 
Apenas ha renovado Sagitario su campaña de orientación emancipadora en favor del obrero, cuando comienzan a llegarle quejas de varias partes de este privilegiado suelo de explotación, narrando vergonzosos atropellos cometidos por la burguesía y las autoridades encargadas demantener por medio de las bayonetas, el presente orden de cosas, imposibles de continuar así por mucho tiempo.
 
Estos atropellos que no han hecho más que ahondar el ya profundo descontento en el corazón de las masas proletarias, confirman nuestras aseveraciones de otras veces, que el gobierno por sincero que parezca ante los ojos de los trabajadores, obra siempre con la estrategia del enemigo, hipócritamente; por esto es que los obreros no debemos confiar nuestros intereses en manos de ningún gobierno.
 
Sí, el gobierno obrará siempre con falsedad e hipocresía con el obrero; también procurará alabarlo conformándolo con paliativos que en nada mejoraran la angustiosa situación de la gran masa de harapientos porque su interés es someter, por la buena o por la mala, a los que no seconforman con las condiciones de miseria en que viven.
 
En suma, el gobierno estará siempre con su aliado, el capitalista. Por esta razón los obreros conscientes, los trabajadores inteligentes tan pronto como reconocen esta verdad, deponen esa fe ciega en el gobierno y abren los ojos de la razón a nuestras sanas observaciones. Hace poco que una sección de la Unión Minera de Rosita, Coahuila, se separó de la Confederación Regional Obrera Mexicana, porque cuantas veces se han quejado de los atropellos de que han venido siendo víctimas por parte de sus explotadores, no se les atiende y sólo se les mantiene con promesas que nunca se cumplen. Saben bien aquellos trabajadores que sus quejas y lamentos se pierden entre los aplausos y los brindis y el retintín del choque de botellas y copas llenas del sabroso vino en que pasan el tiempo los líderes allá en la hermosa ciudad capitalina.
 
La resolución tomada por la sección de la Unión Minera de Coahuila, es digna de todo elogio; pues, en efecto, no es justo ni honesto que los trabajadores contribuyan a fomentar el vicio a costa de su sangre y de sus vidas que con frecuencia dejan enterradas debajo de las minas, aplastados por una máquina o carcomidos por la tisis en la fábrica y el taller para que otros se den la gran vida a costa de los que trabajan.
 
En el Estado de Zacatecas la represión brutal que ejercen los terratenientes, ayudados por el gobierno, sobre los campesinos, es ya insoportable. Los mismos campesinos se han organizado para enviar sus delegados a otros Estados, para exponer a todos los vientos la angustiosa situación en que viven.
 
La semana pasada se organizó en la ciudad de San Luis Potosí una gran manifestación por uno de estos delegados, para protestar en contra de los atropellos y vejaciones que reciben a diario los trabajadores del campo por los mismos que antes de subir al poder les ofrecieron hacer efectiva la famosa repartición de tierras.“
 
La manifestación tuvo éxito debido a la cooperación de los buenos y sanos elementos que se encuentran entre los sindicatos y demás asociaciones obreras de San Luis; pues allí como en otros lugares de México, a las uniones obreras se han colado dos polillas: la polilla política y la religiosa.
 
Durante la manifestación hubo discursos más o menos candentes en contra de la burguesía y del gobierno instrumento de la burguesía. Y aunque los políticos se movieron para hacer fracasar esta hermosa manifestación del descontento popular, se llevó a cabo gracias a la actividad de los ferrocarrileros, panaderos, hilanderos, metalúrgicos y los compañeros del grupo cultural Tierra y Libertad.
 
En la región petrolera de Tampico no ha disminuido el formidable descontento surgido con motivo de los asesinatos efectuados por las tropas federales sobre indefensos huelguistas frente a los campos petroleros de la Mexican Gulf el día 1º de este mes.
 
Sí, el malestar es evidente, en todas partes se nota y muy especialmente en esta rica región petrolera. Las huelgas se suceden unas tras otras, sin que ninguna de ellas tenga pronta solución debido a la intervención oficial a favor del capitalista. Actualmente están en huelga los obreros de la Mexican Gulf, los de la Corona, y, por último, hasta los maestros y maestras de escuela de Cecilia se han declarado en huelga contra el mismo gobierno porque desde hace tres meses no se les paga, por cuya razón esta huelga ha recibido todo el apoyo moral y material de todas las demás uniones obreras del puerto, las que en la actualidad ascienden a más de cuarenta.
 
Sí; el descontento se extiende; y de esto no se dan cuenta las mismas autoridades, ni los que viven en continua fiesta. El oro sacado del dolor, las lágrimas y las vidas de los que producen, no es justo que se derroche por los que nada hacen, en cohetes y pólvora, en francachelas y paseos triunfales por Europa. El trabajo y sacrificio que hagan los obreros deben tener un propósito, pero un propósito noble y generoso que tienda a su propio mejoramiento, a su propio bienestar individual y colectivo.
 
Ya no es tan fácil trabajo embaucar a las masas obreras; y es que el ambiente ya está saturado con las nuevas ideas redentoras. El obrero del campo, el obrero de la ciudad y el abnegado maestro obrero de la escuela, ya no consideran justo seguir siendo las pacientes ovejas, mientras haya millones de zánganos humanos que no hacen más que consumir y vivir una vida llena de placeres con el sacrificio de los que producen. La policía, el ejército, los jueces, magistrados, diputados y senadores, hombres de bufete, la banca y el comercio, toda esa interminable lista de parásitos, basa su lucro y su vida en el reducido número de los que trabajan.
 
El tendero surte su almacén con productos de los obreros del campo, fabricados por los obreros de la ciudad; el banquero, el comerciante y el comisionista no tendrían vida si no hubiera objetos fabricados que vender. No hay negociación alguna que no se base en la producción de los trabajadores, por eso es que son los trabajadores la fuente inagotable de toda riqueza.
 
El descontento es un síntoma de progreso en los pueblos hacia una vida mejor. ¡Adelante! que siga el descontento.
 
Del periódico Sagitario, 25 de octubre de 1924.
El interés verdadero del burgués y del proletario:
Praxédis Gilberto Guerrero
 
Buscando la felicidad, muchos individuos pasan el tiempo de­dicando sus fuerzas a la defensa de intereses falsos, alejándose del punto objetivo de todos sus afanes y aspiraciones: el mejoramiento individual y convirtiendo la lucha por la vida en la guerra feroz con el semejante.
 
Se oponen los privilegiados, con toda, la fuerza que les presta - la ignorancia atemorizada, a la emancipación de los proletarios; la ven como una horrible desgracia, como una catástrofe, corno el fin de la civilización —cuando apenas es el comienzo de ella, como un peligro que debe ser combatido con el hierro y con el fuego, con todas las armas de la astucia y de la violencia, y se oponen, sencillamente, porque no comprenden sus intereses verdaderos, que son los mismos para cada entidad humana.
 
Robar a otro el pan es poner en peligro cierto el propio susten­to. Arrebatar a otros la felicidad, es echarse cadenas. Destruir la felicidad ajena para fabricar la nuestra con sus despojos, es una necesidad. Porque pretender levantar la dicha propia sobre la miseria y el dolor de los demás, es igual a querer fortificar un edificio, comenzando por destruir sus cimientos. Y, sin embargo, la mayoría de las gentes, engañadas por la apariencia de sus falsos intereses, así caminan por el mundo en busca del bienes­tar, llevando por bandera este principio absurdo: hacer daño para obtener provecho.
 
En la satisfacción completa de las necesidades morales y fí­sicas, en el disfrute de la vida, sin amenazas ni cargas que la amarguen, están radicados tanto el interés particular de los in­dividuos, como el de la colectividad. Los que se opongan a ellos rompiendo las lazos de solidaridad que la naturaleza estableció entre los miembros de la especie, laboran en contra de sí mismos; hiriendo a los otros se hace imposible el bienestar, que no puede ser duradero ni cierto, en medio de una sociedad que duerme sobre espinas; de una, sociedad donde el hambre pasea su rostro lívido frente a las puertas de los almacenes repletos; donde una parte de los hombres, trabajando hasta el agotamiento, sólo pueden vestir mal y comer peor; donde otra parte de ellos arrebatan a los productores lo que sale de sus manos y de su inteligencia para entregarlo a la polilla o al estancamiento inútil; en una Sociedad desequilibrada, dónde sobran riquezas y abundan miserias; donde el concepto justicia tiene tan inicua representación, que se mantienen instituciones bárbaras para perseguir, y martirizar a las nocentes víctimas de las aberraciones del medio.

La herencia, la educación, la desemejanza de las circunstancias de vida, habrán creado diferencias profundas, morales y hasta físicas, entre burgueses y proletarios, pero una ley natural los Mantiene reunidos en una sola tendencia: el mejoramiento individual, Ahí radica el interés verdadero de cada ser humano. Conocido eso, precisa Obrar racionalmente, sobreponiéndose a los Prejuicios de clase y dando la espalda a los romanticismos. Ni y Caridad, ni el Humanitarismo, ni la Abnegación, tiene poder bastante para emancipar la humanidad, como lo tiene el Egoísmo consciente.

Allí donde los burgueses sean bastante sabios para comprender que la transformación del sistema presente es inevitable y que vale más para sus propios intereses, facilitar esa transformación que oponerle necia resistencia, el problema social que agita en todos momentos en todos los rincones del mundo perderá su aspecto de tragedia y se resolverá blandamente en beneficio para todos. Aquéllos habrán ganado con la libertad el completo derecho, a la vida; éstos habrán perdido con lo superfluo, el temor a perderlo todo. Y sin duda qué los privilegiados de hoy serán los que, mejor parte saquen. En lo general, y eso debería avergonzarlos, son incapaces para servirse a ellos mismos; hay algunos que hasta para comer y ,echarse a dormir, necesitan la ayuda de un esclavo, Cuando éste les falte, adquirirán hábitos distintos, que harán de ellos seres útiles y activos, aptos para unir impulso al esfuerzo colectivo que se aplicará entonces sobre las brusquedades y asperezas de la naturaleza, no ya en la imbécil pugna del hombre contra el hombre.
Pero si los intereses falsos siguen ejerciendo, influencia dominante en el cerebro de los burgueses, y si una parte de los trabajadores continúa como hasta hoy, oponiéndose con su pasividad o sus tradiciones a la causa del trabajo, su causa, el cambio se impondrá por la violencia aplastando a los obstruccionistas del Progreso.

"Regeneración" No. 2. 10 de Septiembre de 1910. Los Ángeles, California.
 
PARA LO QUE SIRVE EL GOBIERNO A LOS POBRES
Librado Rivera
 
La experiencia diaria nos demuestra a cada momento los daños desastrosos que los gobiernos causan a los pueblos.
 
Son los gobiernos la peor calamidad y los más grandes enemigos de la especie humana. No sólo nos arrastran a la guerra con cualquier pretexto, para defender el honor de la bandera, se nos dice a veces, o el honor de la patria ultrajada, se nos cuenta otras veces, sino que cuando el pobre pueblo no puede pagar con puntualidad las contribuciones para el sostenimiento de los zánganos que lo componen, se envían policías y jueces para mandar a la calle al obrero deudor, con el fin de rematar al primer postor los primeros intereses del moroso.
 
Arrojado del jacal con todos sus cachivaches, ya sin hogar y sin abrigo para él y los suyos, expuestos al frío, al calor o la lluvia, sin pan y sin trabajo para el sostenimiento de sus seres más amados en la vida, pensando en tanta injusticia de los mismos que días antes mendigaban el voto para subir al poder y desde ahí repartir la felicidad al pueblo; impulsado por estos tristes desengaños, y con esa desesperación que produce la miseria, aquel obrero, Ramón, casi inconsciente de sus actos, no reflexiona, ni medita, sólo obra; va y arrebata del mostrador algunas piezas de pan, pues en su mente sólo lleva fija la cruel angustia de su compañera y de sus hijos, o bien en su camino, Ramón encuentra al fifi, al catrín encarcelado que luce anillos, prendedores y bastón, y sacándose el puñal se abalanza sobre el catrín y le despoja de todos esos objetos inútiles, pero que convertidos en monedas puede comprar abrigos o el sustento de los suyos...
 
Pero acontece que el asaltado en lugar de dejarse arrebatar aquellas prendas pone resistencia y se agarra a la greña con el desalmado que pretende arrebatarle los objetos que adornan su cuerpo dando realce a su vanidad y hermosura, entonces se entabla una lucha que casi siempre resulta trágica: el fifi va al hospital o a la sepultura, y el salteador, a la cárcel o a la horca, acusado de robo y homicidio. Pero si la suerte favorece a Ramón y logra escapar, entonces emprenderá la fuga a tierras desconocidas para nunca volver.
 
Vagando de pueblo en pueblo allá va nuestro Ramón, y para no ser descubierto se ha puesto otro nombre. En su interior sufre intensamente porque lleva grabado en su mente el retrato de los suyos, aquel cuadro de dolor, de llanto y de tristeza: el espectro de los que tuvo que dejar abandonados a su suerte en medio de la calle. Y ahora a nuestro desdichado obrero convertido por los esbirros del gobierno en un completo paria, no sólo le atormenta el lúgubre recuerdo, lleva también firmemente grabada en su imaginación la figura insolente de los que a nombre de la ley y con el fusil en la mano contribuyeron a hacer más desgraciada su existencia.
 
Ramón piensa y medita, y en su mente calenturienta y abatida, da vueltas, como película de cinematógrafo, la vista de su jacal y sus animalitos vendidos, convertido todo en monedas que irían a parar a los bolsillos de los lacayos del capitalismo, acostumbrados a derrochar los dineros del pueblo en fiestas y paseos de recreo a Europa, en orgías y francachelas.
 
Esa lucha de ideas y opiniones cruzan por la mente del desdichado Ramón como una lógica consecuencia de los hechos.

Para lo que sirve el gobierno a los pobres, piensa nuestro compañero. Desde que nacemos el gobierno es una carga pesada para nosotros, y lo que es más, el gobierno es nuestro peor enemigo.
 
Caminando como una verdadera trampa, atraviesa el campo. Encuentra una sombra debajo de un árbol, ve una piedra y allí se sienta a descansar. La triste imagen y el recuerdo de los suyos no le abandonan. Ramón hace esfuerzos por olvidarlo todo. Pero al dirigirse su mirada hacia el horizonte infinito, nota que un nudo se le hace en la garganta y dos gruesas lágrimas como perlas derretidas se deslizan por las mejillas de nuestra trampa.
 
Se levanta para continuar su camino, y poco después llega a la ciudad; es una ciudad americana. Cruza calles y más calles y al llegar a un gran edificio se detiene. Todo le parece extraño. A través de las vidrieras del edificio ve entrar y salir a mucha gente elegantemente vestida, con puños de billetes de banco. Se encontraba en el edificio de un banco americano.
 
Dos o tres minutos después siente que una mano de plomo le toca uno de sus hombros y oye una voz que articula palabras que él no entiende; pero nota que el hombre que tiene enfrente es un policía, y aunque nuestro pobre paria quiere seguir adelante, el policía le coge fuertemente de un brazo y lo empuja. Va en camino de la prisión de la ciudad en donde es detenido por vago y sospechoso.
 
Nuestro Ramón queda allí por tiempo indefinido, hasta que al fin de los seis meses, se le echa a la calle, en vista de que no se le pudo probar el cargo de que trataba de robar el banco.
 
Y mientras tanto, la mujer y los hijos de aquel vagabundo, dejados en medio de la calle por los encargados de dar protección al pueblo, ¿podrán decir alguna vez que el gobierno es bueno y útil para ellos?
 
Las pobres criaturas viéndose abandonadas en el único alojamiento que les dio el gobierno, la calle, cargaron los hijos más chicos, con lo que pudieron para ir a engrosar las filas de los mendigos; la madre y sus dos hijas mayores a servir de domésticas en las casas ricas primero, y de prostitutas más tarde.
 
Después de esta dolorosa experiencia para el obrero Ramón y los suyos ¿podrán decir alguna vez, tanto ellos como los que presenciaron este atropello, que el gobierno es bueno para los pobres?
 
¡No! El gobierno sólo sirve de policía para cuidar los intereses del rico, y de verdugo y cruel azote para el pobre.
 

Del periódico Avante, 19 de noviembre de 1927.
 
Pasividad y Rebeldía
Práxedis Gilberto Guerrero
 
En los rincones húmedos de las viviendas miserables, se producen seres obscuros, viscosos, las más de las veces torpes, que empeñan también la lucha por la vida, explotando el medio que los produce, el lodazal infecto, mefítico y malsano, sin el cual su existencia no vendría a provocar la repugnancia de otros seres que se desarrollan en medios diferentes.
 
Posible es, que la sabandija llegue a creerse, "de buena fe"; la protectora y salvadora del rincón negro y húmedo, y que intente esfuerzos para prevenir que el sol y la escoba entren en él revolucionando, transformando el medio con la destrucción del medio y sus productos. Cumple con ello el deber de la propia conservación porque ¿a dónde iría ella, falta de miasmas, de sombra y podredumbre?
 
La resistencia del pasivismo se revuelve ahora contra el impulso progresista de la revolución.
Los miriápodos y los arácnidos, los escorpiónidos y los necróforos, el mundo de sabandijas que vive en las miserias del pueblo, ensayan actitudes y reptaciones "hábiles" para esquivar y detener el golpe de la escoba y el rayo del sol.
 
Defienden su medio de convencionalismo y enervamiento, porque él garantiza su vitalidad en detrimento constante de la masa de los productores.
 
Los pasivos alzan el clamor llamándose apóstoles de la evolución y condenando todo lo que tiene algo de rebeldía; apelan al miedo hacen llamamientos patéticos al patriotismo; acuden a la ignorancia y llegan a aconsejar al pueblo que se deje matar y ultrajar en los próximos comicios y vuelven una y otra vez a ejercer pacíficamente el derecho de sufragio, aunque una y otra vez lo burlen y lo asesinen los tiranos. Pero nada de salirse del fétido rincón, al cual se pretende “evolucionar” agregando más y más inmundicias, más y más cobardías.
 
A una voltereta dentro de un centímetro cúbico de légamo, llaman ellos la evolución salvadora, la evolución pacífica necesaria; necesaria para ellos, que están en su elemento, en el medio que los crea y los nutre, pero no para los que buscarnos el ambiente puro, claro y saludable que sólo la Revolución podrá hacer al destruir a los déspotas actuales y también, muy esencialmente las condiciones económico sociales que los han producido y que harían brotar otros nuevos si tuviéramos la insensatez de acabar únicamente los efectos para dejar subsistir las causas, si evolucionáramos como ellos, los pasivos, dando un tumbo en su centímetro cúbico de légamo.

La evolución verdadera que mejore la vida de los mexicanos no la de sus parásitos, vendrá con la revolución: ésta y aquella se completan y la primera no pueda coexistir con los anacronismos y subterfugios que despiertan hoy los redentores del pasivismo.
 
Para evolucionar es preciso ser libre y no podemos tener libertad si no somos rebeldes, porque nunca tirano alguno ha respetado a los pueblos pasivos; jamás un rebaño de, carneros se ha impuesto con la "majestad" de su número inofensivo, al lobo que bonitamente los devora sin cuidarse de otro derecho que el de sus dientes.
 
Hay que armarse, pero no de un voto inútil, que siempre valdrá tanto como el tirano quiere, sino de armas efectivas y menos candorosas cuyo uso nos traiga la evolución ascendente y no la regresiva que preconizan los luchadores "pacifistas".
 
¡Pasividad, nunca! Rebeldía, ahora y siempre.
"Punto Rojo" No. 3, 29 de Agosto de 1909, El Paso, Texas
 
LOS UTOPISTAS
RICARDO FLORES MAGÓN 
 
Rebeldía y legalidad son términos que andan a la greña. Queden, pues, la Ley y el Orden para los conservadores y los farsantes.
 
"¡Ilusos, utopistas!", esto es lo menos que se nos dice, y este ha sido el grito de los conservadores de todos los tiempos contra los que tratan de poner el pie fuera del cerco que aprisiona al ganado humano.
 
"¡ilusos, utopistas!", nos gritan, y cuando saben que en nuestras reivindicaciones se cuenta la toma de posesión de la tierra para entregársela al pueblo, los gritos son más agudos y los insultos más fuertes : "¡ladrones, asesinos, malvados, traidores!", nos dicen.
 
Y sin embargo, es a los ilusos y a los utopistas de todos los tiempos a quienes debe su progreso la humanidad. Lo que se llama civilización, ¿qué es si no el resultado de los esfuerzos de los utopistas? Los soñadores, los poetas, los ilusos, los utopistas tan despreciados de las personas "serias", tan perseguidos por el "paternalismo" de los Gobiernos : ahorcados aquí, fusilados allá ; quemados, atormentados, aprisionados, descuartizados en todas las épocas y en todos los países, han sido, no obstante, los propulsores de todo movimiento de avance, los videntes que han señalado a las masas ciegas derroteros luminosos que conducen a cimas gloriosas.
 
Habría que renunciar a todo progreso ; sería mejor renunciar a toda esperanza de justicia y de grandeza en la humanidad si siquiera en el espacio de un siglo dejase de contar la familia humana entre sus miembros con algunos ilusos, utopistas y soñadores.
 
Que recorran esas personas "serias" la lista de los hombres muertos que admiran. ¿Qué fueron si no soñadores? ¿Por qué se les admira, si no porque fueron ilusos? ¿Qué es lo que rodea de gloria, si no su carácter de utopista?
 
De esa especie tan despreciada de seres humanos surgió Sócrates, despreciado por las personas "serias" y "sensatas" de su época y admirado por los mismos que entonces le habían abierto la boca para hacerle tragar ellos mismos la cicuta. ¿Cristo? Si hubieran vivido en aquella época los señores "sensatos" y "serios" de hoy, ellos habrían juzgado, sentenciado y aun clavado en el madero infamante al gran utopista, ante cuya imagen se persignan y humillan.
 
No ha habido revolucionario, en el sentido social de la palabra; no ha habido reformador que no haya sido atacado por las clases dirigentes de su época como utopista, soñador e iluso.
 
¡Utopia, ilusión, sueño...! ¡cuánta poesía, cuánto progreso, cuánta belleza y, sin embargo, cuánto se os desprecia!
 
En medio de la trivialidad ambiente, el utopista sueña con una humanidad más justa, sana, más bella, más sabia, más feliz, y mientras exterioriza sus sueños, la envidia palidece, el puñal busca su espalda, el esbirro espía, el carcelero coge las llaves y el tirano firma la sentencia de muerte. De ese modo la humanidad ha mutilado, en todos los tiempos, sus mejores miembros.
 
¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe.
 
(De Regeneración, 12 de noviembre de 1910).
Manifiesto del Partido Liberal
23 de septiembre de 1911

Mexicanos:

La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos ideales de emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la tierra pondrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas que nace del principio de la propiedad privada.

Abolir ese principio significa el aniquilamiento de todas las instituciones políticas, económicas, sociales, religiosas y morales que componen el ambiente dentro del cual se asfixian la libre iniciativa y la 1;bre asociación de los seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a entablar entre sí una encarnizada competencia, de la que salen triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor dotados en lo físico, en lo moral o en lo intelectual, sino los más astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.

Sin el principio de la propiedad privada no tiene razón de ser el Gobierno, necesario tan sólo para tener a raya a los desheredados en sus querellas o en sus rebeldías contra los detentadores de la riqueza social ; ni tendrá razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata rebeldía contra la opresión y la explotación por la prédica de la paciencia, de la resignación y de la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y nocivas a la salud de las personas, y, para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que se alcanzan a ver...

Capital, Autoridad, Clero : he ahí la trinidad sombría que hace de esta bella tierra un paraíso para los que han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la violencia y el crimen, el producto del sudor, de la sangre, de las lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de trabajadores, y un infierno para los que con sus brazos y su inteligencia trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas, transportan los productos, quedando de esa manera dividida la humanidad en dos clases sociales de intereses diametralmente opuestos : la clase capitalista y la clase trabajadora ; la clase que posee la tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación de las riquezas, y la clase que no cuenta más que con sus brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.

Entre estas dos clases sociales no puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraternidad, porque la clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema económico, político y social que garantiza el tranquilo disfrute de sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por destruir ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la tierra, las casas, la maquinaria de producción y los medios de transportación sean de uso común.

Mexicanos: El Partido Liberal mexicano reconoce que todo ser humano, por el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio de la clase trabajadora de todos los tiempos.

El Partido Liberal Mexicano reconoce, como necesario, el trabajo para la subsistencia, y, por lo tanto, todos, con excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y de los niños, tienen que dedicarse a producir algo útil para poder dar satisfacción a sus necesidades.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es un derecho inicuo, porque sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a sufrir para la satisfacción y el ocio de un pequeño número de capitalistas.

El Partido Liberal Mexicano reconoce que la Autoridad y el Clero son el sostén de la iniquidad Capital, y, por lo tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la Autoridad, guerra al Capital, guerra al Clero.

Contra el Capital, la Autoridad y el Clero, el Partido Liberal Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los campos de la acción en México, donde nuestros hermanos se baten como leones, disputando la victoria a las huestes de la burguesía, o sean : maderistas, reyistas, vazquistas, científicos y tantas otras cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la primera magistratura del país, para hacer negocio a su sombra sin consideración alguna a la masa entera de la población de México, y reconociendo todas ellas, como sagrado,, el derecho de propiedad individual.

En estos momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y la explotación ; en estos momentos en que la Autoridad, quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un próximo hartazgo, en estos momentos de zozobra, de angustia, de terror para todos los privilegios, masas compactas de desheredados invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a todo lo que ayer era respetable : Autoridad, Capital y Clero ; abren el surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los primeros frutos de un trabajo libre.

Estos son, mexicanos, los primeros resultados prácticos de la propaganda y de la acción de los soldados del proletariado, de los generosos sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito de muerte para todos los de arriba y de vida y de esperanza para todos los de abajo: ¡Vida, Tierra y Libertad!

La tormenta se recrudece día a día : maderistas, vazquistas, reyistas, científicos, delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que voléis a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios de la clase capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para establecer un Gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja los intereses de los ricos. ¡Arriba todos ; pero para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos !

La expropiación tiene que ser llevada a cabo a sangre y fuego durante este grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla, Michoacán, Guerrero, Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y regiones de otros Estados, según ha tenido que confesar la misma prensa burguesa de México, en que los proletarios han tomado posesión de la tierra sin esperar a que un Gobierno paternal se dignase hacerlos felices, conscientes de que no hay que esperar nada bueno de los Gobiernos y de que "la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos".

Estos primeros actos de expropiación han sido coronados por el más risueño de los éxitos; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión de la tierra y de los implementos de agricultura : hay que tomar resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de las mismas, consiguiéndose de esa manera que las tierras, las minas, las fábricas, los talleres, las fundiciones, los carros, los ferrocarriles, los barcos, los almacenes de todo género y las casas queden en poder de todos y cada uno de los habitantes de México, sin distinción de sexo.

Los habitantes de cada región en que tal acto de suprema justicia se lleve a cabo no tienen otra cosa que hacer que ponerse de acuerdo para que todos los efectos que se hallen en las tiendas, almacenes, graneros, etc., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos, donde hombres y mujeres de buena voluntad practicarán un minucioso inventario de todo lo que se haya recogido, para calcular la duración de esas existencias, teniendo en cuenta las necesidades y el número de los habitantes que tienen que hacer uso de ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo se levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan los primeros efectos.

Hecho el inventario, los trabajadores de las diferentes industrias se entenderán entre sí fraternalmente para regular la producción; de manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán derecho a gozar de todo.
Todo lo que se produzca será enviado al almacén general en la comunidad del que todos tendrán derecho a tomar todo lo que necesiten según sus necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña que demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.

Como la aspiración del ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado para obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las demás industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo, además del grave peligro que se corre de caer nuevamente en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres astutos o que tengan hábitos de ahorro que logren tener más que otros y puedan a la larga poder explotar a sus semejantes ; además de este grave peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo de tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el sistema de la propiedad individual para obtener el mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente; mientras que si se une la tierra y la trabajan en común los campesinos, trabajarán menos y producirán más. Por supuesto que no ha de faltar tierra para que cada persona pueda tener su casa y un buen solar para dedicarlo a los usos que sean de su agrado. Lo mismo que se dice del trabajo en común de la tierra, puede decirse del trabajo en común de la fábrica, del taller, etc.; pero cada quien, según su temperamento, según sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger el género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una carga para la comunidad.

Obrándose de la manera apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación la organización de la producción, libre ya de amos y basada en las necesidades de los habitantes de cada región, nadie carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que, terminado este movimiento con la desaparición del último burgués y de la última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que trabajan, nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser humano el pan y la libertad.
Mexicanos: por esto es por lo que lucha el Partido Liberal mexicano. Por esto es por lo que derrama su sangre generosa una pléyade de héroes, que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!

Los liberales no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor Madero con el tirano Díaz, y a pesar, también, de las incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres convencidos de que la libertad política no aprovecha a los pobres sino a los cazadores de empleos, y nuestro objeto no es alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatarlo todo de las manos de la burguesía, para que todo quede en poder de los trabajadores.

La actividad de las diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan la supremacía, para hacer, la que triunfe, exactamente lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre, por bien intencionado que sea, puede hacer algo en favor de la clase pobre cuando se encuentra en el poder; esa actividad ha producido el caos que debemos aprovechar los desheredados, tomando ventajas de las circunstancias especiales en que se encuentra el país, para poner en práctica, sin pérdida de tiempo, sobre la marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal mexicano, sin esperar a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para entonces ya se habrán agotado las existencias de efectos en las tiendas, graneros, almacenes y otros depósitos, y como al mismo tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado el país, la producción se había suspendido, el hambre sería la consecuencia de la lucha, mientras que efectuando la expropiación y la organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá de lo necesario en medio del movimiento ni después.

Mexicanos: si queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la del Partido Liberal mexicano. Todos os ofrecen libertad política para después del triunfo: los liberales os invitamos a tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin aguardar a que una ley decrete tal cosa, porque las leyes no son hechas por los pobres, sino por señores de levita, que se cuidan bien de hacer leyes en contra de su casta.

Es el deber de nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las  cadenas que nos hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente entre sus garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos; nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras y nuestros hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente porque ya no podemos trabajar, toca nosotros hacer esfuerzos poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio de la vieja sociedad que ha sido hasta aquí una madre cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para los que trabajan y son buenos.

Todos los males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y aun todos su caprichos, viviendo en la ociosidad y en el vicio. Y menos malo si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo; como la producción no está arreglada para satisfacer las necesidades de los trabajadores sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos se dan mafia para no producir más que lo que calculan que pueden expender, y de ahí los paros periódicos de las industrias o la restricción del número de trabajadores, que provienen, también, del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que suple con ventajas los brazos del proletariado.
Para acabar con todo eso es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la tierra y la maquinaria de producción, y sean ellos los que regulen la producción de las riquezas atendiendo a las necesidades de ellos mismos.

El robo, la prostitución, el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son del sistema que coloca al hombre y a la mujer en condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar de donde hay o a prostituirse, pues en la mayoría de los casos, aunque se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario ni para cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de la familia, aparte de que la duración del trabajo bajo el presente sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las catástrofes industriales, que no tienen otro origen que el desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican por ella.
Irritado el pobre por la injusticia de que es objeto ; colérico ante el lujo insultante que ostentan los que nada hacen ; apaleado en las calles por el polizonte por el delito de ser pobre ; obligado a alquilar sus brazos en trabajos que no son de su agrado ; mal retribuido, despreciado por todos los que saben más que él o por los que por dinero se creen superiores a los que nada tienen ; ante la expectativa de una vejez tristísima y de una muerte de animal despedido de la cuadra por inservible ; inquieto ante la posibilidad de quedar sin trabajo de un día para otro ; obligado a ver como enemigo a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos será el que vaya a alquilarse por menos de lo que él gana, es natural que en estas circunstancias se desarrollen en el ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la prostitución, la deslealtad los naturales frutos del viejo y odioso sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces para crear uno nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad, de libertad.

¡Arriba todos como un solo hombre! En las manos de todos están la tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de todos los apetitos sanos; pero no nos dejemos guiar por directores; que cada quien sea el amo de sí mismo; que todo se arregle por el consentimiento mutuo de las individualidades libres. ¡Muera la esclavitud! Muera el hambre! ¡Vida, Tierra y Libertad!

Mexicanos: con la mano puesta en el corazón y con nuestra conciencia tranquila, os hacemos un formal y solemne llamamiento a que adoptéis, todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no habrá paz, ni es de desearse que la haya porque esa paz estaría fundada en la desigualdad política, económica y social, de millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte, mientras una pequeña minoría goza de toda suerte de placeres y de libertades por no hacer nada.

¡A la luchar; a expropiar con la idea del beneficio para todos y no para unos cuantos, que esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen, tras manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de los bienes que detentan los ricos. A escoger, pues: o un nuevo gobernante, esto es un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la abolición de toda imposición religiosa, política o de cualquier otro orden.

¡Tierra y Libertad!
 
EL DERECHO DE REBELION
Ricardo Flores Magón

Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. Una claridad inquietante comienza a disipar las sombras que en el horizonte amontonó el crimen, y en la lividez del paisaje parece adivinarse la silueta de un gigante que avanza: es la insurrección.

El Buitre Viejo se sumerge en el abismo de su conciencia, hurga los lodos del bajo fondo; pero nada halla en aquellas negruras que le explique el porqué de la rebelión. Acude entonces a los recuerdos; hombres y cosas y fechas y circunstancias pasan por su mente como un desfile dantesco: pasan los mártires de Veracruz, pálidos, mostrando las heridas de sus cuerpos recibidas una noche, a la luz de un farolillo, en el patio de un cuartel, por soldados borrachos mandados por un jefe ebrio también de vino y de miedo; pasan los obreros de El Republicano, lívidos, las ropas humildes y las carnes desgarradas por los sables y las bayonetas de los esbirros; pasan las familias de Papantla, ancianos, mujeres, niños, acribillados a balazos; pasan los obreros de Cananea, sublimes en su sacrificio chorreando sangre; pasan los trabajadores de Río Blanco, magníficos, mostrando las heridas denunciadoras del crimen oficial; pasan los mártires de Juchitán, de Verlardeña, de Monterrey, de Acayucan, de Tomóchic; pasan Ordóñez, Olmos y Contreras, Rivero Echegaray, Martínez, Valadés, Martínez Carreón; pasan Ramírez Terrón, García de la Cadena, Ramón Corona; pasan Ramírez Bonilla, Albertos, Kankum, Leyva, Lugo, pasan legiones de espectros, legiones de viudas, legiones de huérfanos, legiones de prisioneros, y el pueblo entero pasa, desnudo, macilento y débil por la ignorancia y el hambre.

El Buitre Viejo alisa con rabia las plumas alborotadas por el torbellino de los recuerdos, sin encontrar en éstos el porqué de la revolución. Su conciencia de ave de rapiña justifica la muerte. ¿Hay cadáveres? La vida está asegurada.

Así viven las clases dominantes: del sufrimiento y de la muerte de las clases dominadas, y pobres y ricos, oprimidos y déspotas, en virtud de la costumbre y de las preocupaciones heredadas, consideran natural este absurdo estado de cosas.

Pero un día uno de los esclavos toma un periódico y lo lee: es un periódico libertario. En él se ve cómo el rico abusa del pobre sin más derecho que el de la fuerza y la astucia; en él se ve cómo el gobierno abusa del pueblo sin otro derecho que el de la fuerza. El esclavo piensa entonces y acaba por concluir que, hoy como ayer, la fuerza es soberana, y, consecuentemente con su pensamiento, se hace rebelde. A la fuerza no se la domina con razones: a la fuerza se la domina con la fuerza.

El derecho de rebelión penetra en las conciencias, el descontento crece, el malestar se hace insoportable, la protesta estalla al fin y se inflama el ambiente. Se respira una atmósfera fuerte por los efluvios de rebeldía que la saturan y el horizonte comienza a aclararse. Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. De las llanadas no suben ya rumores de quejas, ni de suspiros ni de llantos: es rugido el que se escucha. Baja la vista y se estremece; no percibe una sola espalda: es que el pueblo se ha puesto de pie.

Bendito momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos tostados por el sol, ya no es la muchedumbre sórdida de resignados y de sumisos, sino la hueste de rebeldes que se lanza a la conquista de la tierra ennoblecida porque al fin la pisan hombres.

El derecho de rebelión es sagrado porque su ejercicio es indispensable para romper los obstáculos que se oponen al derecho de vivir. Rebeldía, grita la mariposa al romper el capullo que la aprisiona: rebeldía, grita la yema al desgarrar la recia corteza que le cierra el paso; rebeldía, grita el grano en el surco al agrietar la tierra para recibir los rayos del sol; rebeldía grita el tierno ser humano al desgarrar las entrañas maternas; rebeldía, grita el pueblo cuando se pone de pie para aplastar a tiranos y explotadores.

La rebeldía es la vida; la sumisión es la muerte. ¿Hay rebeldes en un pueblo? La vida está asegurada y asegurados están también el arte, la ciencia y la industria. Desde Prometeo hasta Kropotkine, los rebeldes han hecho avanzar a la humanidad.
 
Supremo derecho de los instantes supremos en la rebeldía. Sin ella, la humanidad andaría perdida aún en aquel lejano crepúsculo que la historia llama la edad de piedra; sin ella la inteligencia humana hace tiempo que habría naufragado en el lodo de los dogmas; sin ella, los pueblos vivirían aún de rodillas ante los príncipes de derecho divino; sin ella, esta América hermosa continuaría durmiendo bajo la protección del misterioso océano; sin ella, los hombres verían aún perfilarse los recios contornos de esa afrenta humana que se llamó la Bastilla.

Y el Buitre Viejo acecha desde lo alto de su roca, fija la sanguinolenta pupila en el gigante que avanza sin darse cuenta aún del porqué de la insurrección. El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos.

Regeneración, 10 de septiembre de 1910. Semilla Libertaria: 1.13-15. 
 
 
Los Ilegales
Ricardo Flores Magón

El verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la Ley podrá ser, a lo sumo, un buen animal domesticado ; pero no un revolucionario.


La Ley conserva, la Revolución renueva. Por lo mismo, si hay que renovar, hay que comenzar por romper la Ley.


Pretender que la Revolución sea hecha dentro de la Ley, es una locura, es un contrasentido. La Ley es yugo, y el que quiera librarse del yugo tiene que quebrarlo.


El que predica a los trabajadores que dentro de la Ley puede obtenerse la emancipación del proletariado, es un embaucador, porque la Ley ordena que no arranquemos de las manos del rico la riqueza que nos ha robado, y la expropiación de la riqueza para el beneficio de todos es la condición sin la cual no puede conquistarse la emancipación humana


La Ley es un freno, y con frenos no se puede llegar a la Libertad.


La Ley castra, y los castrados no pueden aspirar a ser hombres.


Las libertades conquistadas por la especie humana son la obra de los ilegales de todos los tiempos que tomaron las leyes en sus manos y las hicieron pedazos.


El tirano muere a puñaladas, no con artículos del código.


La expropiación se hace pisoteando la Ley, no llevándola a cuestas.


Por eso los revolucionarios tenemos que ser forzosamente ilegales. Tenemos que salirnos del camino trillado de los convencionalismos y abrir nuevas vías en sus carnes viejas los surcos que dejó nuestro látigo al caer.


Aquí estamos, con la antorcha de la Revolución en una mano y el Programa del Partido Liberal en la otra, anunciando la guerra. No somos gemebundos mensajeros de paz : somos revolucionarios. Nuestras boletas electorales van a ser las balas que disparen nuestros fusiles. De hoy en adelante, los marrazos de los mercenarios del César no encontrarán el pecho inerme del ciudadano que ejercita sus funciones cívicas, sino las bayonetas de los rebeldes prontas a devolver golpe por golpe.


Sería insensato responder con la ley a quien no respeta la ley; sería absurdo abrir el Código para defendernos de la agresión del puñal o de la Ley Fuga. ¿Talionizan? ¡Talionicemos! ¿A balazos se nos quiere someter?¡ Sometámoslos a balazos también!


Ahora, a trabajar. Que se aparten los cobardes: no los queremos; para la Revolución sólo se alistan los valientes.


Aquí estamos, como siempre, en nuestro puesto de combate. El martirio nos ha hecho más fuertes y más resueltos: estamos prontos a más grandes sacrificios. Venimos a decir al pueblo mexicano que se acerca el día de su liberación. A nueva vista está la espléndida aurora del nuevo día; a nuestros oídos llega el rumor de la tormenta salvadora que está próxima a desencadenarse; es que fermenta el espíritu revolucionario; es que la Patria entera es un volcán a punto de escupir colérico el fuego de sus entrañas. "¡No más paz!", es el grito de los valientes; mejor la muerte que esta paz infame. La melena de los futuros héroes flota al aire a los primeros soplos de la tragedia que se avecina. Un acre, fuerte y sano aliento de guerra vigoriza el medio afeminado. El apóstol va anunciando de oído en oído cómo y cuándo comenzará la catástrofe, y los rifles aguardan impacientes el momento de abandonar el escondite en que yacen, para lucir altaneros bajo el sol de los combates.


Mexicanos: ¡a la guerra!


(De Regeneración, septiembre 3 de 1910.)
¡Paso!
Praxédis Gilberto Guerrero
 
Del montón de nubes que arremolina el huracán entenebreciendo el cielo, sale la espada flamígera que esgrime invisible brazo y con zigs-zags deslumbradores escribe en la página rugiente de los negros vapores la palabra ¡PASO! Cuanto más densa es la sombra, más resplandece el brillo de esa espada.

Del turbión de odios que nos cercan; del negro seno de las tempestades que la tiranía desencadena en torno (le nuestras frentes, sale la espada invulnerable de la Idea y escribe con los relámpagos del verbo, en las entrañas mismas de las tinieblas, cuartillas de honor al grito inextinguible: ¡PASO!

 
Caminamos sin desfallecer hacia la cima: hallarnos obstáculos; las rocas no nos detienen; si encontramos abismos que nos cortan la marcha, echamos sobre ellos, como un puente, la palabra ¡PASO!, y pasamos. En medio de siniestra selva de puñales, apartando malezas; saltando del campo al taller, del calabozo a la tumba, del colegio al cuartel; flagelando al apretado ejército de traidores y espías, echarnos pie adelante diciendo: ¡PASO! Nuestro avance no se estaciona a contemplar las toscas paredes que oprimen a nuestros hermanos; el espíritu indomable de ellos ha quebrantado los cerrojos y cruzado los cuerpos de guardia; ha dicho desdeñosamente a los centinelas: ¡PASO! y ha seguido a nuestro lado la ruta del porvenir.

Hombres quiméricos, arrojados por criminal ocaso a la cumbre del poder, torpes, sonámbulos ¿que no sentís la gestación del fuego? La montaña os lanzará al abismo cuando explote rugiente: ¡PASO!

 
El viejo sable de Ayutla y la Reforma salta impaciente en lá enmohecida vaina... ¡PASO! a las armas heroicas de las luchas redentoras.

Llegamos con el corazón sereno a la puerta de la muerte gloriosa y llamamos con el puño del acero exclamando: ¡PASO!


"Revolución" No. 14 Del 14 de Septiembre de 1907.
A PORFIRIO DÍAZ

St. Louis, Mo., Noviembre 11 de 1906

Sr. Presidente General Porfirio Díaz

Muy inútil y hasta ridículo me parece seguir ocultándome con nombre supuesto en este país, para evadir las persecuciones de ese gobierno contra los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

Siendo yo uno de los miembros de la Junta y considerándome muy honrado con tan alta distinción, he resuelto ponerme enteramente a las órdenes de usted, aceptando las responsabilidades que sobre mí recayeren.

De usted afmo. y S. S.

Librado Rivera


P. S. Escribo esta carta con los elementos que nos proporcionan en este hospital.

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