Resolutivos del Encuentro Autónomo y Libertario, Oaxaca 2013
Con la asistencia de 96 miembros de colectivos, federaciones, individu@s, etc. Los días 8 y 9 de junio se llevó acabo el Segundo Encuentro Autónomo Libertario en Oaxaca, este en el marco del proceso de refundación de la APPO. La necesidad de analizar el proceso de lucha social de Oaxaca a partir del 2006 y también, la intención de fortalecer y coordinar la lucha libertaria, fueron los motivos centrales de la realizaciones de este espacio de análisis y discusión. Se instalaron formalmente mesas de trabajo bajo los siguientes ejes de discusión: 1) Principios de la APPO 2) La experiencia del 2006 3) Prácticas y formas para contrarrestar formas de voto que permitan el mayoriteo 4) Seguridad ante la campaña represiva del Estado 5) Experiencias organizativas en otras latitudes Análisis: La asamblea constitutiva del 11 de noviembre del 2006 no reflejó las necesidades ni la realidad social que en ese momento se vivía, por su postura mediadora y conciliadora con el estado, nunca funcionó como una asamblea real puesto que la pluralidad de las voces no fueron escuchadas; desde un principio la efervescencia del movimiento identifico a la gente, fue gracias a las costumbres el apoyo muto natural lo que sostuvo la lucha y no la estructura formal de la APPO, este proceso unitario derivo en la inútil plataforma electoral, que desfiguro su esencia, desilusionó y desmovilizó el proceso. En la práctica la toma de desciones en su enorme mayoría no respeto los acuerdos emanados desde la dirección.
Consideraciones: Vemos la necesidad de revivir las autenticas asambleas populares, en barrios, barricadas y comunidades. A partir del conflicto la gente continua con acciones de presión por sus demandas inmediatas, fenotípicamente como un planteamiento reformista, pero esto nos debe de llevar a un germen de situación en sí, al genotipo de autorganisacion y autogestión, resumiendo que no es el estado, el que solucionara nuestras necesidades, si no el único problema, al que debemos destruir. Posicionamiento ante la refundación de la APPO. La coyuntura actual electoral forza al sectores reformistas a posicionarse políticamente y demostrar una movilización contundente de masas, nosotros entendemos el contexto de cómo aglutinar la lucha con algunos sectores en legitima autodefensa de nuestras tradiciones, formas de organización ancestrales y nuestros recursos naturales, en definitiva no entendemos que la solución sea la vía electoral. Vemos la fuerza de los procesos de lucha en la horizontalidad y la autonomía. Este encuentro se pronuncia en apoyo, solidaridad y acompañamiento a las comunidades organizaciones y colectivos, que han decidido el boicot a las elecciones como primer paso a la autentica restructuración de la APPO, considerando que solo esta acción es un autentico paso hacia el proceso de emancipación de los pueblos.
Exhortos-Llamados Creación de círculos de estudio Formación de células barriales, independientes y autónomas entre si. Tolerancia y respeto hacia las distintas luchas y formas de resistencia de las diferentes comunidades, pueblos, barrios y colonias así como de organizaciones no anarquistas pero que luchan por el mismo fin en común. Aprender a diferenciar entre las necesidades de las comunidades y de las zonas urbanas ya que en cada plano geográfico la situación es diferente Acercarse a personas de la tercera edad para poder enriquecer las experiencias Identificación de focos de posible subversión y participar en ellos de manera humilde y respetuosa Crear círculos de estudio móviles es decir que se trasladen a diferentes partes del país aparte de los círculos de estudio locales Creación de fondos de resistencia para compañeros presos o heridos. Crear espacios y sobre todo fortalecer los que ya existen a lo largo y ancho del país Formación de talleres sobre seguridad y autodefensa legal. Crear espacios en redes y formar periódicos, fanzines etc. para la mayor propagación del ideal A la múltiple realización de encuentros libertarios a lo largo y ancho de nuestra conciencia dentro y fuera de nuestras fronteras, para preparar el eventual congreso internacional de autonomías y procesos anarquistas.
Mandamos un saludo a la iniciativa del encuentro anarquista nacional durante el mes de Septiembre en Monterrey Nuevo León. Solidaridad Con los presos en guerra: Braulio Arturo Durán (León Gto.), Pablo López Alavés (Oaxaca), Jorge Mario Gonzales García. (CCH Naucalpan D.F.)
El Próximo Encuentro se programó para los días 31 y 1 de Diciembre del presente año, aniversario histórico para nuestro movimiento, cuando nuestra generación de anarquistas dio un salto cualitativo en la praxis antagonista. El encuentro se realizará en Oaxaca en un lugar por definir.
Firman: Colectivo Barro Negro.(Oaxaca) Miserables Libertarios (Morelos) Colectivo Libertario Magonista (Oaxaca) CIPO-RFM(Oaxaca) Dignidad Rebelde (Oaxaca) Colectivo Resistencia Anarquista. (Oaxaca) Asamblea Estudiantil Xalapeña (Veracruz) Coordinadora Estudiantil Anarquista (DF) Biblioteca María Luisa Marín (Veracruz) Llama dela Libertad (DF) Tlacolulokos (Oaxaca) Los solidarios (DF) Cafetería Emma Goldman (DF) Federación Anarquista México (DF) AREITO (Veracruz) Brenalokos (Oaxaca) Brigada Negra (DF) Cruz Negra Anarquista (DF)
LA MUJER LIBRE*
Emma Goldman
El
gran defecto de la emancipación en la actualidad estriba en su
inflexibilidad artificial
y en su respetabilidad estrecha, que produce en el alma de la mujer
un vacío que no deja beber de la fuente de la vida. En una ocasión
señale que parece existir una relación mas profunda entre la
madre y el ama de casa del viejo estilo, aun cuando este dedicada al
cuidado de los pequeños y a procurar la felicidad de los que ama, y la
verdadera mujer nueva, que entre esta y el termino
medio de sus hermanas emancipadas. Las discípulas de la emancipación
pura y simple pensaron de mi que era una hereje digna de la hoguera. Su
ceguera no les dejo ver que mi comparación entre lo
viejo y lo nuevo era simplemente para demostrar que un gran numero
de nuestras abuelas tenían mas sangre en las venas, mas humor e ingenio,
y, por supuesto, mucha mas naturalidad, buen corazón y
sencillez, que la mayoría de nuestras profesionales emancipadas, que
llenan los colegios, aulas universitarias y oficinas. Con esto no
quiero decir que haya que volver al pasado, ni que condene a
la mujer a sus antiguos dominios de la cocina y los hijos.
La
salvación esta en el avance hacia un futuro mas brillante y mas claro.
Necesitamos
desprendernos sin trabas de las viejas tradiciones y costumbres, y
el movimiento en pro de la emancipación de la mujer no ha dado hasta
ahora mas que el primer paso en esa dirección. Hay que
esperar que se consolide y realice nuevos avances. El derecho al
voto y la igualdad de derechos civiles son reivindicaciones justas, pero
la verdadera emancipación no comienza ni en las urnas ni
en los tribunales, sino en el alma de la mujer. La historia nos
cuenta que toda clase oprimida obtuvo la verdadera libertad de sus
señores por sus propios esfuerzos. Es preciso que la mujer
aprenda esa lección, que se de cuenta que la libertad llegara donde
llegue su capacidad de alcanzarla. Por consiguiente, es mucho mas
importante que empiece con su regeneración interior, que
abandone el lastre de los prejuicios, de las tradiciones y de las
costumbres. La exigencia de derechos iguales en todos los aspectos de la
vida profesional es muy justa, pero, después de todo, el
derecho más importante es el derecho a amar y ser amada. Por
supuesto, si la emancipación parcial ha de convertirse en una
emancipación completa y autentica de la mujer, deberá acabar con la
ridícula pretensión de que ser amada, convertirse en novia y madre,
es sinónimo de esclava o subordinada. Tendrá que terminar con el
estúpido concepto del dualismo de los sexos, o de que el
hombre y la mujer representan dos mundos antagónicos.
La
mezquindad separa y la libertad une. Seamos grandes y desprendidas y no
olvidemos los
asuntos vitales, agobiadas por las pequeñeces. Una idea
verdaderamente justa de la relación entre los sexos no admitirá los
conceptos de conquistador y conquistada; lo único importante es darse a
si mismo sin limites para encontrarse mas rico, mas profundo y
mejor. Solamente eso puede llenar el vacío y transformar la tragedia de
la mujer emancipada en una alegría sin limites.
AMOR Y ANARQUIA
Errico Malatesta (1853-1932)
Tomado del libro “Socialismo y
Anarquía”.
Al
principio puede parecer extraño que la cuestión del amor y todas las
que le son conexas preocupen mucho a
un gran número de hombres y de mujeres mientras hay otros problemas
más urgentes, si no más importantes, que debieran acaparar toda la
atención y toda la actividad de los que buscan el modo de
remediar los males que sufre la humanidad.
Encontramos
diariamente gentes aplastadas bajo el peso de las instituciones
actuales; gentes obligadas a
alimentarse malamente y amenazadas a cada instante de caer en la
miseria más profunda por falta de trabajo o a consecuencia de una
enfermedad; gentes que se hallan en la imposibilidad de criar
convenientemente a sus hijos, que mueren a menudo careciendo de los
cuidados necesarios; gentes condenadas a pasar su vida sin ser un solo
día dueñas de sí mismas, siempre a merced de los
patronos o de la policía; gentes para las cuales el derecho de tener
una familia y el derecho de amar es una ironía sangrienta y que, sin
embargo, no aceptan los medios que les proponemos para
sustraerse a la esclavitud política y económica si antes no sabemos
explicarles de qué modo, en una sociedad libertaria, la necesidad de amar hallará su satisfacción y de qué
modo comprendemos la organización de la familia.
Y,
naturalmente, esta preocupación se agranda y hace descuidar y hasta
despreciar los demás problemas en
personas que tienen resuelto, particularmente, el problema del
hambre y que se hallan en situación normal de poder satisfacer las
necesidades más imperiosas porque viven en un ambiente de
bienestar relativo.
Este hecho se explica dado el lugar inmenso que ocupa el amor en la vida moral y material del hombre, puesto
que en el hogar, en la familia, es donde el hombre gasta
la mayor y mejor parte de su vida. Y se explica también por una tendencia hacia el ideal que arrebata al
espíritu humano tan pronto como se abre a la conciencia.
Mientras el hombre sufre sin darse cuenta los sufrimientos, sin buscar el remedio y sin rebelarse, vive
semejante a los brutos, aceptando la vida tal como la encuentra.
Pero
desde que comienza a pensar y a comprender que sus males no se deben a
insuperables fatalidades
naturales, sino a causas humanas que los hombres pueden destruir,
experimenta en seguida una necesidad de perfección y quiere, idealmente
al menos, gozar de una sociedad en que reine la armonía
absoluta y en que el dolor haya desaparecido por completo y para
siempre.
Esta
tendencia es muy útil, ya que impulsa a marchar adelante, pero también
se vuelve nociva si, con el
pretexto de que no se puede alcanzar la perfección y que es
imposible suprimir todos los peligros y defectos, nos aconseja descuidar
las realizaciones posibles para continuar en el estado
actual.
Ahora
bien, y digámoslo en seguida, no tenemos ninguna solución para remediar
los males que provienen del
amor, pues no se pueden destruir con reformas sociales, ni siquiera
con un cambio de costumbres. Están determinados por sentimientos
profundos, podríamos decir fisiológicos, del hombre y no son
modificables, cuando lo son, sino por una lenta evolución y de un
modo que no podemos prever.
Queremos la libertad; queremos que los hombres y las mujeres puedan amarse y unirse libremente sin otro motivo
que el amor, sin ninguna violencia legal, económica o física.
Pero
la libertad, aun siendo la única solución que podemos y debemos
ofrecer, no resuelve radicalmente el
problema, dado que el amor, para ser satisfecho, tiene necesidad de
dos libertades que concuerden y que a menudo no concuerdan de modo
alguno; y dado también que la libertad de hacer lo que se
quiere es una frase desprovista de sentido cuando no se sabe querer
alguna cosa.
Es muy fácil decir: "Cuando un hombre y una mujer se aman, se unen, y cuando dejan de amarse, se
separan".
Pero
sería necesario, para que este principio se convirtiese en regla
general y segura de felicidad, que se
amaran y cesaran de amarse ambos al mismo tiempo. ¿Y si uno ama y no
es amado? ¿Y si mientras uno aún ama, el otro ya no le ama y trata de
satisfacer una nueva pasión? ¿Y si uno ama a un mismo
tiempo varias personas que no pueden adaptarse a esta promiscuidad?
"Yo soy feo - nos decía una vez un amigo - ¿Qué haré si nadie quiere amarme?" La pregunta mueve a risa, pero
también nos deja entrever verdaderas tragedias.
Y otro, preocupado por el mismo problema, nos decía:
"Actualmente,
si no encuentro el amor, lo compro, aunque tenga que economizar mi pan.
¿Qué haré cuando no haya
mujeres que se vendan?" La pregunta es horrible, pues muestra el
deseo de que haya seres humanos obligados por el hambre a prostituirse;
pero es también terrible... y terriblemente humano.
Algunos
dicen que el remedio podría hallarse en la abolición radical de la
familia; la abolición de la pareja
sexual más o menos estable, reduciendo el amor al solo acto físico, o
por mejor decir, transformándolo, con la unión sexual como añadidura,
en un sentimiento parecido a la amistad, que reconozca
la multiplicidad, la variedad, contemporaneidad de afectos.
¿Y los hijos?... Hijos de todos.
¿Puede ser abolida la familia? ¿Es de desear que lo sea?
Hagamos
observar antes que nada, que, a pesar del régimen de opresión y de
mentira que ha prevalecido y
prevalece aún en la familia, ésta ha sido y continua siendo el mas
grande factor de desarrollo humano, pues en la familia es donde el
hombre normal se sacrifica por el hombre y cumple el bien por
el bien, sin desear otra compensación que el amor de la compañera y
de los hijos.
Pero, se nos dice, una vez eliminadas las cuestiones de intereses, todos los hombres serán hermanos y se
amarán mutuamente.
Ciertamente, no se odiarán; cierto que el sentimiento de simpatía y de solidaridad se desarrollaría mucho y
que el interés general de los hombres se convertiría en un factor importante en la determinación de la conducta de cada uno.
Pero esto no es aún el amor. Amar a todo el mundo se parece mucho a no amar a nadie.
Podemos,
tal vez socorrer, pero no podemos llorar todas las desgracias, pues
nuestra vida se deslizaría entera
entre lágrimas y, sin embargo, el llanto de la simpatía es el
consuelo más dulce para un corazón que sufre. La estadística de las
defunciones y de los nacimientos puede ofrecernos datos
interesantes para conocer las necesidades de la sociedad; pero no
dice nada a nuestros corazones. Nos es materialmente imposible
entristecernos por cada hombre que muere y regocijar nos por cada
nacimiento.
Y
si no amamos a alguien más vivamente que a los demás; si no hay un solo
ser por el cual no estemos
particularmente dispuestos a sacrificarnos; si no conocemos otro
amor que este amor moderado, vago, casi teórico, que podemos sentir por
todos, ¿no resultaría la vida menos rica, menos fecunda,
menos bella? ¿No se vería disminuida la naturaleza humana en sus más
bellos impulsos? ¿Acaso no nos veríamos privados de los goces más
profundos? ¿No seríamos más desgraciados?
Por lo demás, el amor es lo que es. Cuando se ama fuertemente se siente la necesidad del contacto, de la
posesión exclusiva del ser amado.
Los
celos, comprendidos en el mejor sentido de la palabra, parecen formar y
forman generalmente una sola cosa
con el amor. El hecho podrá ser lamentable, pero no puede cambiarse a
voluntad, ni siquiera a voluntad del que personalmente los sufre.
Para
nosotros el amor es una pasión que engendra por sí misma tragedias.
Estas tragedias no se traducirían
más, ciertamente, en actos violentos y brutales si el hombre tuviese
el sentimiento de respeto a la libertad ajena, si tuviese bastante
imperio sobre sí mismo para comprender que no se remedia un
mal con otro mayor, y si la opinión publica no fuese, como hoy, tan
indulgente con los crímenes pasionales; pero las tragedias no serían por
esto menos dolorosas.
Mientras
los hombres tengan los sentimientos que tienen - y un cambio en el
régimen económico y político de la
sociedad no nos parece suficiente para modificarlos por entero - el
amor producirá al mismo tiempo que grandes alegrías, grandes dolores. Se
podrá disminuirlos o atenuarlos, con la eliminación de
todas las causas que pueden ser eliminadas, pero su destrucción
completa es imposible.
¿Es
ésta una razón para no aceptar nuestras ideas y querer permanecer en el
estado actual? Así se obraría como
aquel que no pudiendo comprarse vestidos lujosos prefiriese ir
desnudo, o que no pudiendo comer perdices todos los días renunciase al
pan, o como un médico que, dada la impotencia de la ciencia
actual ante ciertas enfermedades, se negase a curar las que son
curables.
Eliminemos
la explotación del hombre por el hombre, combatamos la pretensión
brutal del macho que se cree
dueño de la hembra, combatamos los prejuicios religiosos, sociales y
sexuales, aseguremos a todos, hombres, mujeres y niños, el bienestar y
la libertad, propaguemos la instrucción y entonces
podremos regocijarnos con razón si no quedan más males que los del
amor.
En todo caso, los desgraciados en amor podrán procurarse otros goces, pues no sucederá como hoy, en que el
amor y el alcohol constituyen los únicos consuelos de la mayor parte de la humanidad.
SEMBRANDO
Yo
me imagino las
satisfacciones y las angustias del sembrador. ¡Cuántas emociones
debe sentir el hombre que pone el grano en la tierra! He aquí un yermo;
pero el sembrador viene y remueve la tierra, la
rebana, desmenuza los toscos terrones, la peina, echa el grano y
riega. Luego, ¡a esperar! Mas no consiste esa espera en cruzarse de
brazos: hay que luchar; hay que luchar contra las aves que
bajan a comerse el grano, contra los animales que se alimentan
de las plantitas tiernas, contra el frío o la acequia que amenaza
desbordarse, contra el yerbajo que se extiende y va a sepultar
la siembra. ¡Con qué emoción aguarda cada nuevo día, esperando
ver las puntitas verdes de las plantas saliendo de la tierra negra! Por
fin aparecen, y entonces levanta angustiado la vista al
cielo; sabe leer en las nubes el tiempo que va a haber; la
dirección con que sopla el viento, tiene, igualmente, grande
importancia. Viendo las nubes, reconociendo el viento, se le ve
palidecer o iluminarse su rostro, según se deduce de la
apariencia del medio, bueno o mal tiempo.
Empero,
estas torturas
nada son comparándolas con las que sufre el sembrador de
ideales. La tierra recibe con cariño. El cerebro de las masas humanas
rehúsa recibir los ideales que en él pone el sembrador. La mala
yerba, las malezas representadas por los ideales viejos, por las
preocupaciones, las tradiciones, los prejuicios, han arraigado tanto,
han profundizado sus raíces de tal modo y se han
entremezclado a tal grado, que no es fácil raparlas sin
resistencia, sin hacer sufrir al paciente. El sembrador de ideales echa
el grano; pero las malezas son -_in espesas y proyectan sombras
tan densas, que la mayor parte de las veces no germina; y si, a
pesar de las resistencias, la simiente ideal está dotada de tal
vitalidad, de tan vigorosa potencia, que logra hacer salir el
brote, crece éste débil, enfermizo, porque todos los jugos los
aprovechan las malezas viejas y es por esto por lo que con tanto trabajo
logran enraizar las ideas nuevas.
El
miedo a lo
desconocido entra con mucha más fuerza en la resistencia que la
que el cerebro de las masas ofrece a los ideales nuevos. La cobardía del
rebaño queda perfectamente expresada en la frase que
anda en boca de todos los taimados: "Vale más malo por conocido
que bueno por conocer." Son amargos los frutos de las viejas ideas: sin
embargo, la imbecilidad o cobardía de las masas las
prefieren mejor que entregarse al cultivo de nuevos y sinos
ideales.
El sembrador de
ideales tiene que luchar contra la masa, que es conservadora; contra las instituciones, que son
"
servidoras igualmente; y solo, en medio del ir y venir
rebaño que no lo entiende, marcha por el mundo no esperando por
recompensa más que el bofetón de los estultos, el calabozo de
los tiranos y el cadalso en cualquier momento. Pero mientras va
sembrando, sembrando, sembrando, el sembrador de ideales que llega va sembrando,
sembrando, sembrando. . .
Regeneración, 5 de
noviembre de 1910. Semilla
Libertaria: I.
65—66.
¡ Justicia !
Ricardo Flores Magón
El gobernante, el burgués y el clérigo sesteaban aquella tarde a la sombra de un fresno que lucía vigoroso en el cañón de la
sierra.
El burgués, visiblemente agitado, estrujaba entre sus manos regordetas un cuadernito rojo, y decía entre suspiro y suspiro:
—Todo lo he perdido: mis campos, mis ganados, mis molinos, mis fábricas; todo se encuentra en poder de los desarrapados.
El gobernante, temblando de rabia, decía:
—Esto es el acabóse; ya nadie respeta la autoridad.
Y el clérigo elevaba los ojos al cielo y decía compungido:
—¡Maldita razón; ella ha matado la fe!
Los
tres personajes pensaban, pensaban, pensaban.. . La noche anterior
habían hecho irrupción en el pueblecillo unos cincuenta
revolucionarios, a quienes los proletarios del lugar habían recibido
con los brazos abiertos, y mientras buscaban al gobernante, al burgués y
al clérigo para exigirles estrecha cuenta de sus
actos, éstos huyeron al cañón en busca de refugio.
—Nuestro imperio sobre las masas ha terminado, dijeron a una voz el gobernante y el burgués.
El clérigo sonrió, y dijo con tono convencido:
—No
os amilanéis. Cierto es que la fe pierde terreno; pero yo os aseguro
que, por medio de la Religión, podemos recuperar todo lo
perdido. Por lo pronto parece que las ideas contenidas en ese
maldito cuaderno han triunfado en el pueblecillo, y triunfarán
ciertamente si permanecemos inactivos. No niego que esas malditas
ideas gozan de simpatías entre la plebe; pero otros las rechazan,
sobre todo las que atacan directamente a la Religión, y entre estos
últimos es entre quienes debemos fomentar un movimiento de
reacción. Afortunadamente pudimos escapar los tres, que, si
hubiéramos perecido en las manos de los revolucionarios, las viejas
instituciones habrían muerto con nosotros.
El
burgués y el gobernante sintieron como si se les hubiera librado de
terrible carga. Los ojos del burgués chispearon, encendidos
por la codicia. ¡Cómo! ¿Con que sería posible para él volver a
disfrutar de la posesión de sus campos, de sus ganados, de sus molinos y
de sus fábricas? ¿No habría sido todo otra cosa que una
cruel pesadilla? ¿Volvería a tener baje su poder a todos los
habitantes de la comarca, gracias a los buenos oficios de la Religión?
Y, poniéndose en pie, sacudió el puño en la dirección
del
pueblecillo, cuyo caserío blanqueaba alegre a los rayos de un sol de mayo.
El
gobernante, emocionado, dijo con convicción: —Yo siempre he creído que
la Religión es el más firme apoyo del principio de
autoridad. La Religión enseña que Dios es el primer jefe, y los
gobernantes somos sus lugartenientes en la tierra. La Religión condena
la rebeldía porque considera que los gobernantes están sobre
los pueblos por la voluntad do Dios. ¡Viva la Religión!
Enardecido por sus propias palabras, el gobernante arrebató de las manos del burgués el cuadernito rojo, lo hizo añicos y arrojó
los pedazos en dirección del pueblecillo, como reto a los nobles proletarios insurreccionados.
— ¡Perros! —gritó, —¡recibid eso con mi saliva!
Los trocitos del papel volaron alegres arrastrados por el viento, como mariposillas juguetonas. Era el Manifiesto de 23 de
septiembre de 1911.
Las
primeras sombras de la noche comenzaban a subir del valle, y a la luz
crepuscular podía verse ondear, sobre una casita del
pueblecillo, una bandera roja que ostentaba en letras blancas esta
inscripción: "Tierra y Libertad". El gobernante, el burgués y el clérigo
gritaron agitando los puños hacia el
pueblecillo:
— ¡Nido de víboras, pronto te aplastaremos!
Todavía
lucían por Occidente los últimos brochazos que dio el sol al
despedirse; las ranas preludiaban su acostumbrada serenata,
libres, felices, ignorantes de las miserias que hacen sufrir al
hombre. En el fresno, una pareja de cenzontles se cantaban sus libres
amores, sin jueces, sin curas, sin escribanos. La belleza
apacible de la hora invitaba al corazón humano a manifestar todas
sus torturas, y a los sentimientos a materializarse en una obra de arte.
..
Haciendo estremecer hasta las rocas, un grito formidable bajó rodando por la cañada: ¡Quién vive!
El
gobernante, el burgués y el clérigo temblaron, presintiendo su fin. La
noche había acabado de sacar de su baúl todos sus
crespones; los cenzontles enmudecieron; las ranas callaron; una
ráfaga de aire agitó siniestramente las ramas del fresno, y en las
tinieblas, pavoroso, volvió a resonar el grito fatídico: ¡Quién
vive!
Los
tres personajes recordaron en un segundo todos sus crímenes: ellos
habían gozado todas las delicias de la vida a costa del
sufrimiento de los humildes; ellos habían mantenido a la humanidad
en la ignorancia y en la miseria, para poder satisfacer sus apetitos.
Un rumor de pisadas enérgicas se acercaba a ellos: eran los soldados del pueblo, los soldados de la Revolución Social. Una
descarga de fusilería hizo rodar, sin vida, a los representantes de la hidra de tres cabezas: Autoridad, Capital y Clero.
(De "Regeneración" del número 192, fechado el 13 de junio de 1914).
La mujer
Praxédis Guerrero
Siempre han sido el niño
y la mujer las víctimas escocidas de la barbarie, y sólo en ciertos
países ha gozado la primera de algunos privilegios, que en ocasiones la
han colocado por
encima del hombre socialmente, como en los clanes primitivos en que
existió el matriarcado. Pero la mujer todavía no ha ocupado el ver-dada
o lugar que como mujer le corresponde en
las sociedades.
La Biblia, que consagra la impureza de la mujer, nos dice que el pueblo
judío
trataba inconsideradamente a las mujeres y a los niños: los padres
tenían derecho absoluto sobre
las hijas, las vendían como esclavas o las sacrificaban, como lo
demuestra el célebre caso de jefté, y el atroz culto de Moloch, que puso
en práctica la quema de niños vivos y especialmente de
niñas, en todos los pueblos de raza semítica. Los judíos
acostumbraron el monopolio de las mujeres por los ricos. Salomón nos da
un ejemplo de ello, y debido a eso se produjeron naturalmente en
los pobres, los repugnantes vicios de que la misma Biblia nos
habla, acarreando el consiguiente rebajamiento en las costumbres, cuyas
víctimas de preferencia lo fueron las mujeres.
En el antiguo Egipto, donde los pobres fellahs construyeron a fuerza de
látigo
y palo gigantescos monumentos al servilismo y al orgullo, que la
erosión de los vientos no ha
podido destruir en el transcurso de miles de años, la mujer tuvo
privilegios extraordinarios: estipulaba libremente las cláusulas de los
contratos matrimoniales; podía obtener el divorcio con
sólo manifestar su deseo de no continuar unida a su marido y no
pocas veces obligaban a éste a la servidumbre, exactamente como ahora
exigen muchos maridos que llevan el título de civilizados,
la servidumbre de la mujer.
Las mujeres de la India, por el contrario de las egipcias,
padecían la tiranía de horribles costumbres: las viudas se quemaban vivas a la muerte de sus maridos. No
eran obligadas por la violencia al sacrificio; los hombres hallaron el medio de llevarlas voluntariamente
a la pira inculcándoles
absurdas nociones de honor y explotando su vanidad, su orgullo y su
casta,
porque es da saber que sólo las mujeres de los personajes se
quemaban. Las mujeres pobres, pertenecientes a las castas consideradas
como inferiores, se confundían con sus hijos en la degradación;
su vida no ofrece nada de atractivo.
China es otro de los países
más funestos para la mujer: la autoridad paternal era y es allá
despótica, al igual que la autoridad del marido: "la mujer no es más
que una sombra o un
eco en la casa", según dice el proverbio; la mujer no puede
manifestar preferencia ninguna porque los preceptos del pudor se
ofenderían; se ha de considerar contenta con el marido que se le
asigna, viejo o muchacho, repugnante o pasadero; el matrimonio es
simplemente una venta. La mórbida sensualidad de los chinos llega hasta
la mutilación de los pies femeninos y otros
refinamientos comunes entre los ricos. Como en la India, en China
se acostumbró el suicidio de las viudas aunque sin la concurrencia de
las piras y premiándose con inscripciones encomiásticas
en los templos. El infanticidio es cosa corriente, sobre todo en las
niñas.
Los griegos, con todo y su poderosa mentalidad, no fueron muy humanos con sus
mujeres; Esquilo, poeta y filósofo,
defensor de las instituciones patriarcales, llega a la peregrina
teoría de que la mujer no es madre de su hijo, sino un temporal
depositario del hijo del hombre. El gineceo era el lugar destinado para
las mujeres helénicas, aunque se adiestraban con frecuencia
en los gimnasios, y en una época llegaron a recibir educación
especial para el amor, nunca se las vio en realidad como iguales al
hombre. El matrimonio no era cuestión de inclinación; se unía a
los jóvenes más robustos y hermosos con las doncellas mejor
formadas, como se procede en las ganaderías para el mejoramiento de las
razas. Los niños recibían una educación militar; para
mantenerse superiores sobre sus esclavos y vecinos, los griegos
formaban soldados desde la cuna, sanos de cuerpo, pero mutilados de espíritu
pues el intelecto griego, brillante en algunas facetas, permaneció
oscuro en muchas, a pesar de las exageradas alabanzas que se ñapen
de la cultura ateniense; matando a los niños raquíticos y deformes,
ejercitando a los otros en la lucha, en la carrera, en
toda suerte de juegos corporales, hicieron buenos guerreros de
cuerpos ágiles, de formas bellas y gallardas; pero con la disciplina
detuvieron el desarrollo intelectual de la raza, que de otra
manera habría alcanzado alturas y esplendores mayores.
Una tribu Madagascar, los Hovas, puede dar ejemplo de buen trato a la mujer a
muchos de los pueblos tenidos por civilizados. También
saben las mujeres hovas comprender su situación,
que designan respectivamente a sus vecinas las mujeres de los negros
del Senegal, civilizados militarmente por los franceses, con el nombre
de "muías", porque estas infelices viven sujetas a los
trabajos más rudos y humillantes.
Los calumniados beduinos nómadas
tienen rasgos que los abonan; entre ellos un delincuente podía
librarse del castigo si lograba colocar la cabeza debajo del manto de
una mujer
exclamando: "me pongo bajo tu protección."
Diferente, como se ve ha sido la suerte de la mujer. Entre los
judíos
fue una esclava impura y vendible, propiedad absoluta del padre. En el
Egipto, pudo ejercitar
tiranía sobre el hombre; en la India fue un apéndice que debía
desaparecer con el dueño; en la China, víctima de la sensualidad y los
celos masculinos, tuvo y tiene una triste suerte; en Grecia
se le consideró, con algunas excepciones, como un objeto;
entre los Hobas, los Beduinos y otras tribus, ha gozado de relativa
libertad y de muy simpáticos fueros. Busquémosla ahora en
la situación también diversa que guarda en las naciones modernas.
La moral que las antiguas civilizaciones heredaron de los primeros
núcleos
sociales, conocidos con el nombre de clanes, se ha venido modificando
con la evolución de las
costumbres, con la desaparición de algunas necesidades y el
nacimiento de otras; mas en lo general la mujer permanece fuera del
lugar que le corresponde, y el niño
que de ella
recibir el impulso inicial de su vida psíquica, se encargará, cuando
llegue a hombre, de perpetuar el desacuerdo entre las dos partes que
forman la humanidad. Ahora ya no se quema a las viudas
con el cadáver del marido, ni los padres tienen derecho de vida y
muerte sobre sus hijos, como acontecía en Roma; ya no se practican
"razzias"' a mano armada para proveer de mujeres a los hombres
de una tribu ni se queman niños vivos bajo las narices de Moloch;
las leyes escritas y las simples conveniencias sociales, ejercen de
verdugos de la mujer; la patria protestad se manifiesta aún
en mil formas opresivas. La trata de blancas para proveer los
harenes de los potentados, ocupa el sitio de las "razzias" violentas, y
el infanticidio, resultado de la miseria y de la mojigatería
es un hecho harto común en todas las clases sociales.
Fuera del campo del liberalismo que reivindica la igualdad de la mujer y del hombre, la tendencia de la época, débil todavía para romper con todos los obstáculos que se
ofrecen a la emancipación de la mujer, ha motivado esa desviación conocida con el nombre de "feminismo"'.
No pudiendo ser mujer, la mujer quiere ser hombre: se lanza con un
entusiasmo digno de un feminismo más racional en pos de todas las
cosas feas que un hombre puede ser y hacer; quiere desempeñar funciones
de policía, de picapleitos, de tirano político y de
elegir con los hombres los amos del género humano, Finlandia va a la
cabeza de este movimiento, después le siguen Inglaterra y Estados
Unidos.
El "feminismo" sirve de base a la
oposición de los enemigos de la emancipación de la mujer. Ciertamente
no hay nada atractivo en una mujer gendarme, en una mujer alejada de
la dulce misión de su sexo para empuñar el
látigo de la opresión; en una mujer huyendo de su graciosa
individualidad femenina para vestir la hibridez del "hombrunamiento".
La teoría bíblica de la impureza de la mujer, ha perdido su infalibilidad: la substituye la
moderna "inferioridad de la mujer'', con su pretendido apoyo en la ciencia.
¡Inferioridad, de la mujer! cuando para ser sinceros deberíamos
decir: ¡esclavitud de la mujer!
Incontables generaciones han pasado sometiendo a los rigores de una
educación
a propósito a la mujer, y al fin, cuando los resultados de esa
educación se manifiestan;
cuando los perjuicios acumulados en el cerebro femenino y las
cargas materiales que los hombres le echan encima, actúan de lastre
en su vida
impidiendo el vuelo franco ele su intelecto en los espacios libres
de la idea; cuando todo lo que la rodea es opresivo y mentiroso, se
viene a la conclusión de la inferioridad de la mujer, para
no admitir ni confesar la desigualdad, de circunstancias y la
ausencia de oportunidad, que a pesar de todo, no han impedido que la
emancipación de la mujer se inicie ayudada por los heroicos
esfuerzos de ella misma. Las mujeres revolucionarias,
emancipadas morales, contestan victoriosamente el cargo
de superficialidad hecha a sus sexo; hacen meditar con respetuosa
simpatía en la suma del valor, de energía, de voluntad, de sacrificios y
amarguras que su labor representa, es el
mérito mayor que su rebeldía tiene, comparada con la rebeldía del
hombre. El acto de la revolucionaria rusa que se desfiguró el rostro
porque su belleza era un estorbo en la lucha por
la libertad, revela mentalidad superior. Comparad esa acción con la
de los soldados de Pompeyo, huyendo de las tropas de César que tenían la
consigna de pegarles en la cara; ved a Maximiliano de
Austria rechazando la fuga por no cortarse la herniosa barba. ¿De
qué lado están la superficialidad, la coquetería estúpida, la vanidad
necia? Se acusa de fragilidad a la mujer y ¿se comparan
esos deslices que condenan la hipocresía moral los extravíos
homosexuales, con esa prostitución infame de los hombres, tan extendida
en todos los países del mundo y practicada escandalosamente
por representantes de las clases llamadas cultas, entre los hombres
de Estado y la refinada nobleza, como lo hizo saber la pluma irreverente de Maximiliano Harden, en Alemania, como se descubrió
ruidosamente en México en un baile íntimo de aristócratas?
La religión,
cualquiera que sea la denominación con que se presente, es el enemigo
más terrible de la mujer. A pretexto de consuelo, aniquila su
conciencia; en nombre de un amor
estéril, le arrebata al amor, fuente de la vida y la felicidad
humanas; con burdas fantasmagorías, bosquejadas en una poesía
enfermiza, la aparta de la poesía fuerte, real, inmensa, de la
existencia libre.
La religión
es el auxiliar de los déspotas caseros y nacionales; su misión es la
del domador; caricia o azote, jaula o lazo, todo lo que emplea conduce
al fin: amansar, esclavizar a la
mujer en primer término, porque la mujer es la madre y la maestra
del niño, y el niño será el hombre.
Otro
enemigo no menos terrible tiene la mujer: las costumbres establecidas;
esas
venerables costumbres de nuestros mayores, siempre rotas por el
progreso y siempre anudadas de nuevo por el conservatismo. La mujer no
puede ser mujer, no puede amar cuando ama, no puede vivir
como la libre compañera
del hombre, porque las costumbres se oponen, porque una violación a;
ellas trae
el desprecio y la befa, y el insulto y la maldición. La costumbre ha
santificado su esclavitud, su eterna minoría de edad, y debe seguir
siendo esclava y pupila por respeto a las costumbres, sin
acordarse que costumbres sagradas de nuestros antepasados lo fueron
el canibalismo, los sacrificios humanos en los altares del dios
Huitzilopochtli, la quema de niños y de viudas, la horadación
de las narices y los labios, la adoración de lagartos, de becerros y
de elefantes. Costumbres santas de ayer son crímenes o pueriles
necedades de hoy. ¿A qué, pues, tal respeto y acatamiento a
las costumbres que impiden la emancipación de la mujer?
La libertad asusta a quienes no la comprenden y a aquello que han hecho su medio
de la degradación y la miseria ajenas; por eso la emancipación de la mujer encuentra cien oponentes por
cada hombre que la defiende o trabaja por ella.
La igualdad libertaria no trata de hacer hombre a la mujer; da las mismas
oportunidades a las dos facciones de la especie humana para que ambas se desarrollen sin obstáculos,
sirviéndose mutuamente de apoyo, sin arrebatarse derechos, sin
estorbarse en el lugar que cada uno tiene en la naturaleza. Mujeres y
hombres hemos de luchar por esta igualdad racional,
armonizadora de la felicidad individual con la felicidad
colectiva, porque sin ella habrá perpetuamente en el hogar la simiente
de la tiranía, el retoño de 'la esclavitud y la
desdicha social. Si la costumbre es un yugo, quebremos la costumbre
por más sagrada que parezca; ofendiendo las costumbres, la civilización
avanza. El qué dirán es un freno; pero los
frenos nunca han libertado pueblos, satisfecho hambres, ni
redimido esclavitudes.
"Regeneración." No. 11, del 12 de
Noviembre de 1910. Los Ángeles, California.
RADICALICEMOS LA INDIGNACIÓN
Ya empezó el ascenso de los
indignados. Vayamos a su encuentro sin concesiones con los enemigos de la humanidad.
1.
De la Revolución de 1910 no queda
ni el recuerdo por la deformación de las tendencias en lucha con la
representación de Flores Magón, Villa y Zapata revueltos con los
estatólatras Madero y Carranza. Para restituir la historia, es
necesario precisar las dos grandes estrategias en disputa: la de los
estatólatras con su discurso parlamentario aliancista para sus
semejantes con dominio de reproducción escolar y la de la toma
del poder para construir un Estado efectivamente democrático, esto
es, con tierra y libertad para los campesinos, derechos históricos
plenos para todos los trabajadores y poder de autodefensa de
los derechos civiles de todos.
2.
La crítica a la
Revolución de 1910 exige advertir al imperialismo integrado al
Imperio bajo control relativo del Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional y las estructuras militares de seguridad nacional
con dimensión también imperial aprobada por la ONU. La alternativa
democrática contra esta estrategia imperial concretada en plazos de
hasta 60 años bajo estricta vigilancia de expertos, crece
por Europa y América con la indignación que sólo puede avanzar con
propuestas de crítica a la economía política tal como ocurre en Chile y
Grecia con dirigentes muy jóvenes capaces de enfrentar a
los funcionarios de Estado incluyendo a los demagogos de la falsa
izquierda. De aquí la solidaridad necesaria entre los sindicatos con
línea proletaria internacionalista más allá del nacionalismo
antiimperialista improcedente frente el poder de los consorcios en
el Imperio transnacional.
3.
La existencia de
coordinadoras para vincular y articular a las organizaciones contra
el despojo y las amenazas cumplidas por el Estado, requiere de
precisiones teórico-históricas para dar lugar a ideologías
combativas más allá de las movilizaciones contestatarias sin más. El
lugar de los estudiantes en defensa de la educación pública y su
relación con la salud, la preservación del ambiente, el
repudio de las reformas fiscales y energéticas contra los pobres y
la naturaleza, los movimientos financieros organizados por el Imperio
mundial para proteger a los consorcios y a sus socios
locales, exige internacionalismo tal como el que practican los
estudiantes chilenos y los indignados de Grecia en especial.
4.
La estrategia exige
apoyo constante a las organizaciones campesinas agredidas por el
despojo de sus medios de producción, a los trabajadores todos día a día
enfrentados a la cancelación de hecho de sus derechos
históricos y a las policías comunitarias y las instituciones de buen
gobierno donde no cabe la corrupción y el despojo contra los pobres.
5.
La reproducción es problema clave.
Lo saben los Estados antipopulares y por esto procuran reformas
constitucionales a sabiendas de lo incumplibles de los derechos de los
trabajadores y el pueblo en general. Su afán de contratos,
inversiones y operaciones financieras bajo control del Imperio y los
consorcios, acompaña la corrupción galopante disfrazada de apertura de
empleos.
La
impunidad, persecución y ejecución
de quienes se organizan para la autodefensa popular, los acuerdos
públicos y clandestinos con las instituciones militares yanquis, el
secreto de las operaciones financieras a escala mundial para
proteger la acumulación capitalista por la vía del despojo impune,
son líneas de acción del Estado opresor y represivo. Es un escándalo que
en México crezca la pobreza que afecta a más de la
mitad de los habitantes como condición de existencia de no menos de
tres multimillonarios entre los diez más adinerados del mundo. Este
manejo de la crisis da pleno sentido histórico a los
indignados a los que además de la solidaridad activista, hay que
apoyarlos con crítica de la economía política y prácticas consecuentes.
6.
Nadie espera tomar el poder de
inmediato, sólo los intelectuales oportunistas plantean como
solución el gobierno de coalición porque son incapaces de ir más allá
del Estado que tanto los privilegia. La estrategia popular
revolucionaria exige proyecto de largo plazo con precisión histórica
no extraviable en las movilizaciones del día. Solo así, las sociedades
civiles construyen estructuras políticas no solo
coyunturales. Hay que estar en coyunturas como las electorales a
sabiendas de que más que los candidatos y los partidos todos
demagógicos, importa el proyecto, el programa de largo plazo, los
programas particulares bien distintos a la proclama de
reivindicaciones tan generales y abstractas como incumplibles, tales
como la soberanía nacional desaparecida por el neoliberalismo y
reducida a nacionalismo patriotero improcedente por la falsa
izquierda irreflexiva de por sí.
7.
La crisis de muerte del capitalismo
concreta una transición histórica definitiva. Puede durar siglos con
la complicidad de los oportunistas dispuestos a negociar para
consolidar la corrupción y el pillaje. Puede profundizar el
anticapitalismo con la crítica teórica y práctica en beneficio de
relaciones de producción controladas por los propios trabajadores
organizados. Esta tendencia creciente en el mundo exige
vincular y articular con los indignados a los defensores de tierras y
manantiales a los trabajadores en lucha por sus derechos plenos a los
activistas por la libertad y los peores políticos, la
presentación de los desaparecidos, la atención a las víctimas del
militarismo de Estado, el castigo a los culpables de las masacres y
asesinatos, a los migrantes y desempleados hambrientos y sin
esperanza. El imperio capitalista es implacable con su estrategia
económica, política y militar. La respuesta tiene que ser radical en la
teoría y la práctica.
¡Por la soberanía depositada realmente
en el pueblo organizado!
¡Por la práctica política y social del
artículo 39 constitucional!
¡Por la revocación de los mandatos
nunca cumplidos por los políticos estatólatras dispuestos a negociar con los nefastos oportunistas de todos los niveles!
¡Por
la construcción de la clase
social capaz de proyecto nacional-internacionalista distinto y
opuesto al de la clase mundial agónica pero muy peligrosa por sus
prácticas económicas, políticas y militares para su ya improbable
eternización!
¡POR LA VINCULACIÓN Y ARTICULACIÓN DE
TODOS LOS INDIGANADOS, DESPOJADOS, SECUESTRADOS VICTIMADOS POR EL ESTADO Y OTROS CARTELES!
¡POR EL INTERNACIONALISMO DE TENDENCIA
PROLETARIA CON MOVILIZACION CIVIL!
¡POR EL EJERCICIO PLENO Y DEMOCRATICO
DEL PODER DE LOS TRABAJADORES EN LUCHA, RADICALICEMOS LA INDIGNACIÓN!
TALLER DE CONSTRUCCIÓN AL
SOCIALISMO
Dos revolucionarios
Ricardo Flores Magón
El revolucionario viejo y el revolucionario moderno se encontraron una tarde marchando en diferentes direcciones. El sol mostraba la mitad de su ascua por encima de la lejana sierra; se hundía el rey del día, se hundía irremisiblemente, y como si tuviera conciencia de su derrota por la noche, se enrojecía de cólera y escupía sobre la tierra y sobre el cielo sus más hermosas luces.
Los dos revolucionarios se miraron frente a frente: el viejo, pálido, desmelenado, el rostro sin tersura como un papel de estraza arrojado al cesto, cruzado aquí y allá por feas cicatrices, los huesos denunciando sus filos bajo el raído traje. El moderno, erguido, lleno de vida, luminoso el rostro por el presentimiento de la gloria, raído el traje también, pero llevando con orgullo, como si fuera la bandera de los desheredados, el símbolo de un pensamiento común, la contraseña de los humildes hechos soberbios al calor de una grande idea.
—¿A dónde vas?, preguntó el viejo.
—Voy a luchar por mis ideales, dijo el moderno; y tú, ¿a dónde vas?, preguntó a su vez.
El viejo tosió, escupió colérico el suelo, echo una mirada al sol, cuya cólera del momento sentía el mismo, y dijo:
— Yo no voy; yo ya vengo de regreso.
¿Qué traes?
—Desengañaos, dijo el viejo. No vayas a la revolución: yo también fui a la guerra y ya ves como regreso: triste, viejo, maltrecho de cuerpo y espíritu.
El revolucionario moderno lanzó una mirada que abarc6 el espacio, su frente resplandecía; una gran esperanza arrancaba del Tondo de su ser y se asomaba a su rostro. Dijo al viejo:
—¿Supiste por qué luchaste?
—Si un malvado tenía dominado el país; los pobres sufríamos la tiranía del Gobierno y la tiranía de los hombres de dinero. Nuestros mejores hijos eran encerrados en el cuartel; las láminas, desamparadas, se prostituían o pedían limosna para poder vivir. Nadie podía ver de frente al más bajo polizonte; la menor queja era considerada como acto de rebeldía. Un día un buen señor nos dijo a los pobres: "Conciudadanos, para acabar con el presente estado de cosas, es necesario que haya un cambio de gobierno; los hombres que están en el Poder son ladrones, asesinos y opresores. Quitémoslos del Poder, elíjanme Presidente y todo cambiara". Así habló el buen señor; en seguida nos dio armas y nos lanzamos a la lucha. Triunfamos. Los malvados opresores fueron muertos, y elegimos al hombre que nos dio las armas para que fuera Presidente, y nos fuimos a trabajar. Después de nuestro triunfo seguimos trabajando exactamente como antes, como mulos y no como hombres; nuestras laminas siguieron sufriendo escasez; nuestros mejores hijos continuaron siendo llevados al cuartel; las contribuciones continuaron siendo cobradas con exactitud por el nuevo Gobierno y, en vez de disminuir, aumentaban; teníamos que dejar en las manos de nuestros amos el producto de nuestro trabajo. Alguna vez que quisimos declararnos en huelga, nos mataron cobardemente. Ya yes c6mo supe per que luchaba: los gobernantes eran malos y era preciso cambiarlos per buenos. Y ya yes como los que dijeron que iban a ser buenos, se volvieron tan malos como los que destronamos. No vayas a la guerra, no vayas. Vas a arriesgar tu vida per encumbrar a un nuevo amo.
Así habló el revolucionario viejo; el sol se hundía sin remedio, como si una mano gigantesca le hubiera echado garra detrás de la montaña. El revolucionario moderno se sonrió, y repuso:
—Compañero: voy a la guerra, pero no como tú fuiste y fueron los de tu época. Voy a la guerra, no para elevar a ningún hombre al Poder, sino a emancipar mi clase. Con el auxilio de este fusil obligare a nuestros amos a que aflojen la garra y suelten lo que por miles de años nos han quitado a los pobres. Tú encomendaste a un hombre que hiciera tu felicidad; yo y mis compañeros vamos a hacer la felicidad de todos por nuestra propia cuenta. Tú encomendaste a notables abogados y hombres de ciencia el trabajo de hacer leyes, y era natural que las hicieran de tal modo que quedaras cogido por ellas, y, en lugar de ser instrumento de libertad, fueron instrumento de tiranía y de infamia. Todo tu error y el de los que, como tú, han luchado, ha sido ese: dar poderes a un individuo o a un grupo de individuos para que se entreguen a la tarea de hacer la felicidad de los demás. No, amigo mío; nosotros, los revolucionarios modernos, no buscamos amparos, ni tutores, ni fabricantes de ventura. Nosotros vamos a conquistar la libertad y el bienestar por nosotros mismos, y comenzamos por atacar la raíz de la tiranía política, y esa raíz es el llamado "derecho de propiedad". Vamos a arrebatar de das manos de nuestros amos la tierra, para entregársela al pueblo. La opresión es un árbol; la raíz de este árbol es el llamado "derecho de propiedad"; el tronco, las ramas y las hojas son los polizontes, los soldados, los funcionarios de todas clases, grandes y pequeños. Pues bien: los revolucionarios viejos se han entregado a la tarea de derribar ese árbol en todos los tiempos; lo derriban, y retoña, y crece y se robustece; se le vuelve a derribar, y vuelve a retoñar, a crecer y a robustecer. Eso ha sido así porque no han atacado la raíz del árbol maldito; a todos les ha dado miedo sacarlo de cuajo y echarlo a la lumbre. Ves pues, viejo amigo mío, que has dado tu sangre sin provecho. Yo estoy dispuesto a dar la mía porque será en beneficio de todos mis hermanos de cadena. Yo quemaré el árbol en su raíz.
Detrás de la montaña azul ardía algo: era el sol, que ya se había hundido, herido tal vez por la mano gigantesca que lo atraía al abismo, pues el cielo estaba rojo como si hubiera sido teñido por la sangre del astro.
El revolucionario viejo suspiró y dijo:
—Como el sol, yo también voy a mi ocaso. Y desapareció en las sombras.
El revolucionario moderno continuó, su marcha hacia donde luchaban sus hermanos por los ideales nuevos.
(De "Regeneración" del número18, fechado el 31 de diciembre de 1910).
VAMOS HACIA LA VIDA
Ricardo Flores Magón
No vamos los revolucionarios en pos de
una quimera: vamos en pos de la realidad. Los pueblos ya
no toman las armas para imponer un dios o una religión; los dioses
se pudren en los libros sagrados; las religiones se deslíen en las
sombras de la indiferencia. El Korán, los Vedas, la Biblia,
ya no esplenden: en sus hojas amarillentas agonizan los dioses
tristes como el sol en un crepúsculo de invierno.
Vamos
hacia la vida. Ayer fue el cielo el objetivo de los pueblos: ahora es
la tierra. Ya no hay manos que
empuñen las lanzas de los caballeros. La cimitarra de Alá yace en
las vitrinas de los museos. Las hordas del dios de Israel se hacen
ateas. El polvo de los dogmas va desapareciendo al soplo de
los años.
Los
pueblos ya no se rebelan, porque prefieren adorar un dios en vez de
otro. Las grandes conmociones
sociales que tuvieron su génesis en las religiones, han quedado
petrificadas en la historia. La Revolución Francesa conquistó el derecho
de pensar; pero no conquistó el derecho de vivir, y a
tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los
países y de todas las razas.
Todos
tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana
ha llegado al corazón de la
gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa
vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos
derecho a la libertad y a la felicidad.
La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario
que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra.
He
aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No
luchamos por abstracciones, sino
por materialidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya
que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan
beneficien a todos y no a determinada casta
social.
Por eso nos escuchan las multitudes; por eso nuestra voz llega hasta las masas y las sacude y las
despierta, y, pobres como somos, podemos levantar un pueblo.
Somos la plebe; pero no la plebe de los faraones, mustia y doliente; ni la plebe de
los césares
abyecta y servil; ni la plebe que bate palmas al paso de Porfirio
Díaz. Somos la plebe rebelde al yugo; somos la plebe de Espartaco, la
plebe que con Münzer proclama la igualdad, la plebe que con
Camilo Desmoulins aplasta la Bastilla, la plebe que con Hidalgo
incendia Granaditas, somos la plebe que con Juárez sostiene la Reforma.
Somos la plebe que despierta en medio de la francachela de los hartos y arroja a los cuatro vientos como
un trueno esta frase formidable: “¡Todos tenemos derecho a ser libres y felices!"
Y el pueblo, que ya no espera que descienda a algún Sinaí la palabra de
Dios grabada en
unas tablas, nos escucha. Debajo de las burdas telas se inflaman los
corazones de los leales. En las negras pocilgas, donde se amontonan y
pudren los que fabrican la felicidad de los de arriba,
entra un rayo de esperanza. En los surcos medita el peón. En el
vientre de la tierra el minero repite la frase a sus compañeros de
cadenas. Por todas partes se escucha la respiración anhelosa de
los que van a rebelarse. En la obscuridad, mil manos nerviosas
acarician el arma y mil pechos impacientes consideran siglos los días
que faltan para que se escuche este grito de hombres:
¡rebeldía!
El miedo huye de los pechos: sólo los viles lo guardan.
El
miedo es un fardo pesado, del que se despojan los valientes que se
avergüenzan de ser bestias de carga.
Los fardos obligan a encorvarse, y los valientes quieren andar
erguidos. Si hay que soportar algún peso, que sea un peso digno de
titanes; que sea el peso del mundo o de un universo de
responsabilidades.
¡Sumisión! es el grito de los viles; ¡rebeldía! es el grito de los hombres.
Luzbel, rebelde, es más digno que el esbirro Gabriel, sumiso.
Bienaventurados los corazones donde enraiza la protesta. ¡Indisciplina y rebeldía! , bellas flores que no
han sido debidamente cultivadas.
Los timoratos palidecen de
miedo y los hombres "serios" se escandalizan al oír nuestras palabras;
los timoratos y los hombres "serios" de mañana las aplaudirán. Los
timoratos y los "serios" de hoy, que adoran a Cristo, fueron los mismos
que ayer lo condenaron y lo crucificaron por rebelde.
Los que hoy levantan estatuas a los hombres de genio, fueron los que
ayer los persiguieron, los cargaron de cadenas o los echaron a la
hoguera. Los que torturaron al Galileo y le exigieron su
retractación, hoy lo glorifican; los que quemaron vivo a Giordano
Bruno, hoy lo admiran; las manos que tiraron de la cuerda que ahorcó a
John Brown, el generoso defensor de los negros, fueron las
mismas que más tarde rompieron las cadenas de la esclavitud por la
guerra de secesión; los que ayer condenaron, excomulgaron y degradaron a
Hidalgo, hoy lo veneran; las manos temblorosas que
llevaron la cicuta a los labios de Sócrates, escriben hoy llorosas
apologías de ese titán del pensamiento.
"Todo hombre — dice Carlos Malato — es a la vez el REACCIONARIO de otro hombre y el REVOLUCIONARIO de otro también."
Para
los reaccionarios — hombres "serios" de hoy — somos revolucionarios;
para los revolucionarios de
mañana nuestros actos habrán sido de hombres "serios". Las ideas de
la humanidad varían siempre en el sentido del progreso, y es absurdo
pretender que sean inmutables como las figuras de las
plantas y los animales impresas en las capas geológicas.
Pero
si los timoratos y los hombres "serios" palidecen de miedo y se
escandalizan con nuestra doctrina, la
gleba se alienta. Los rostros que la miseria y el dolor han hecho
feos, se transfiguran; por las mejillas tostadas ya no corren lágrimas;
se humanizan las caras, todavía mejor, se divinizan,
animadas por el fuego sagrado de la rebelión. ¿Qué escultor ha
esculpido jamás un héroe feo? ¿Qué pintor ha dejado en el lienzo la
figura deforme de algún héroe? Hay una luz misteriosa que
envuelve a los héroes y los hace deslumbradores. Hidalgo, Juárez,
Morelos, Zaragoza, deslumbran como soles. Los griegos colocaban a sus
héroes entre los semidioses.
Vamos
hacia la vida; por eso se alienta la gleba, por eso ha despertado el
gigante y por eso no retroceden
los bravos. Desde su Olimpo, fabricado sobre las piedras de
Chapultepec, un Júpiter de zarzuela pone precio a las cabezas de los que
luchan; sus manos viejas firman sentencias de caníbales; sus
canas deshonradas se rizan como los pelos de un lobo atacado de
rabia. Deshonra de la ancianidad, este viejo perverso se aferra a la
vida con la desesperación de un náufrago. Ha quitado la vida a
miles de hombres y lucha a brazo partido con la muerte para no
perder la suya.
No importa; los revolucionarios vamos adelante. El abismo no nos detiene: el
agua es más bella despeñándose.
Si morirnos, moriremos como soles: despidiendo luz.
Este artículo fue escrito en San Francisco, California, en julio de
1907, y publicado en el mismo mes en Los Ángeles, Cal., en un periódico llamado Revolución. Después se volvió a reimprimir en el número 5 de
Regeneración, 1. de octubre de 1910. Semilla Libertaria: I. 24-27.
"Los indiferentes"
Antonio Gramsci
“Odio a los indiferentes. Creo que vivir signifique ser partisanos. Quien vive verdaderamente no puede no ser ciudadano y partisano. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera poderosamente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, es aquello sobre lo que no se puede contar, es aquello que desbarata los programas, que le da la vuelta a los planes mejor construidos, es la materia bruta que ahoga la inteligencia. Aquello que ocurre, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja promulgar las leyes que solo la revuelta podrá abrogar, deja subir al poder hombres que luego solo un motín podrá derrocar. Entre el absentismo y la indiferencia pocas manos, no vigiladas por ningún control, tejen la tela de la vida colectiva, y la masa ignora, porque no se preocupa de ello, y entonces parece que sea la fatalidad que atropella a todo y a todos, parece que la historia no sea otra cosa que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto del que que son víctimas todos, quien quiso y quien no quiso, quien sabía y quien no sabía, quien había sido activo y quien indiferente. Unos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o pocos se preguntan: ¿si yo también hubiera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad hubiera ocurrido lo que ocurrió?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me molesta su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos del como desarrolló la tarea que la vida le puso y les pone diariamente, de lo que ha hecho y especialmente de lo que no ha hecho. Y siento que puedo ser inexorable, que no debo desperdiciar mi piedad, que no debo compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partisano, vivo, siento en las conciencias de mi parte ya pulsar la actividad de la ciudad futura que mi parte está construyendo. Y en esa, la cadena social no pesa sobre pocos, en esa cada cosa que acontece no es debida al caso, a la fatalidad, sino que es inteligente obra de los ciudadanos. No hay en ella nadie que esté a la ventana a mirar mientras los pocos se sacrifican, se abren las venas. Vivo, soy partisano. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.
11 de febrero de 1917
Antonio Gramsci
“Odio a los indiferentes. Creo que vivir signifique ser partisanos. Quien vive verdaderamente no puede no ser ciudadano y partisano. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera poderosamente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, es aquello sobre lo que no se puede contar, es aquello que desbarata los programas, que le da la vuelta a los planes mejor construidos, es la materia bruta que ahoga la inteligencia. Aquello que ocurre, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja promulgar las leyes que solo la revuelta podrá abrogar, deja subir al poder hombres que luego solo un motín podrá derrocar. Entre el absentismo y la indiferencia pocas manos, no vigiladas por ningún control, tejen la tela de la vida colectiva, y la masa ignora, porque no se preocupa de ello, y entonces parece que sea la fatalidad que atropella a todo y a todos, parece que la historia no sea otra cosa que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto del que que son víctimas todos, quien quiso y quien no quiso, quien sabía y quien no sabía, quien había sido activo y quien indiferente. Unos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o pocos se preguntan: ¿si yo también hubiera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad hubiera ocurrido lo que ocurrió?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me molesta su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos del como desarrolló la tarea que la vida le puso y les pone diariamente, de lo que ha hecho y especialmente de lo que no ha hecho. Y siento que puedo ser inexorable, que no debo desperdiciar mi piedad, que no debo compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partisano, vivo, siento en las conciencias de mi parte ya pulsar la actividad de la ciudad futura que mi parte está construyendo. Y en esa, la cadena social no pesa sobre pocos, en esa cada cosa que acontece no es debida al caso, a la fatalidad, sino que es inteligente obra de los ciudadanos. No hay en ella nadie que esté a la ventana a mirar mientras los pocos se sacrifican, se abren las venas. Vivo, soy partisano. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.
11 de febrero de 1917
¡QUE SIGA EL DESCONTENTO!
LIBRADO RIVERA
Apenas ha renovado Sagitario
su campaña de orientación emancipadora en favor del obrero, cuando
comienzan a llegarle quejas de varias
partes de este privilegiado suelo de explotación, narrando
vergonzosos atropellos cometidos por la burguesía y las autoridades
encargadas demantener por medio de las bayonetas, el presente orden
de cosas, imposibles de continuar así por mucho tiempo.
Estos atropellos que no han hecho más
que ahondar el ya profundo descontento en el corazón de las masas
proletarias, confirman nuestras aseveraciones de otras veces,
que el gobierno por sincero que parezca ante los ojos de los
trabajadores, obra siempre con la estrategia del enemigo,
hipócritamente; por esto es que los obreros no debemos confiar nuestros
intereses en manos de ningún gobierno.
Sí, el gobierno obrará siempre con
falsedad e hipocresía con el obrero; también procurará alabarlo
conformándolo con paliativos que en nada mejoraran la angustiosa
situación de la gran masa de harapientos porque su interés es
someter, por la buena o por la mala, a los que no seconforman con las
condiciones de miseria en que viven.
En suma, el gobierno estará siempre
con su aliado, el capitalista. Por esta razón los obreros conscientes,
los trabajadores inteligentes tan pronto como reconocen
esta verdad, deponen esa fe ciega en el gobierno y abren los ojos de
la razón a nuestras sanas observaciones. Hace poco que una sección de
la Unión Minera de Rosita, Coahuila, se separó de la
Confederación Regional Obrera Mexicana,
porque cuantas veces se han quejado de los atropellos de que han venido
siendo víctimas por parte de sus explotadores, no se les
atiende y sólo se les mantiene con promesas que nunca se cumplen.
Saben bien aquellos trabajadores que sus quejas y lamentos se pierden
entre los aplausos y los brindis y el retintín del choque
de botellas y copas llenas del sabroso vino en que pasan el tiempo
los líderes allá en la hermosa ciudad capitalina.
La resolución tomada por la sección de
la Unión Minera de Coahuila, es digna de todo elogio; pues, en efecto,
no es justo ni honesto que los trabajadores contribuyan
a fomentar el vicio a costa de su sangre y de sus vidas que con
frecuencia dejan enterradas debajo de las minas, aplastados por una
máquina o carcomidos por la tisis en la fábrica y el taller
para que otros se den la gran vida a costa de los que trabajan.
En el Estado de Zacatecas la represión
brutal que ejercen los terratenientes, ayudados por el gobierno, sobre
los campesinos, es ya insoportable. Los mismos
campesinos se han organizado para enviar sus delegados a otros
Estados, para exponer a todos los vientos la angustiosa situación en que
viven.
La semana pasada se organizó en la
ciudad de San Luis Potosí una gran manifestación por uno de estos
delegados, para protestar en contra de los atropellos y
vejaciones que reciben a diario los trabajadores del campo por los
mismos que antes de subir al poder les ofrecieron hacer efectiva la
famosa repartición de tierras.“
La manifestación tuvo éxito debido a
la cooperación de los buenos y sanos elementos que se encuentran entre
los sindicatos y demás asociaciones obreras de San Luis;
pues allí como en otros lugares de México, a las uniones obreras se
han colado dos polillas: la polilla política y la religiosa.
Durante la manifestación hubo
discursos más o menos candentes en contra de la burguesía y del gobierno
instrumento de la burguesía. Y aunque los políticos se
movieron para hacer fracasar esta hermosa manifestación del
descontento popular, se llevó a cabo gracias a la actividad de los
ferrocarrileros, panaderos, hilanderos, metalúrgicos y los
compañeros del grupo cultural Tierra y Libertad.
En la región petrolera de Tampico no
ha disminuido el formidable descontento surgido con motivo de los
asesinatos efectuados por las tropas federales sobre
indefensos huelguistas frente a los campos petroleros de la Mexican Gulf el día 1º de este mes.
Sí, el malestar es evidente, en todas
partes se nota y muy especialmente en esta rica región petrolera. Las
huelgas se suceden unas tras otras, sin que ninguna de
ellas tenga pronta solución debido a la intervención oficial a favor
del capitalista. Actualmente están en huelga los obreros de la Mexican Gulf, los de la
Corona, y, por último, hasta los maestros y
maestras de escuela de Cecilia se han declarado en huelga contra el
mismo gobierno porque desde hace tres meses no se les
paga, por cuya razón esta huelga ha recibido todo el apoyo moral y
material de todas las demás uniones obreras del puerto, las que en la
actualidad ascienden a más de cuarenta.
Sí; el descontento se extiende; y de
esto no se dan cuenta las mismas autoridades, ni los que viven en
continua fiesta. El oro sacado del dolor, las lágrimas y las
vidas de los que producen, no es justo que se derroche por los que
nada hacen, en cohetes y pólvora, en francachelas y paseos triunfales
por Europa. El trabajo y sacrificio que hagan los obreros
deben tener un propósito, pero un propósito noble y generoso que
tienda a su propio mejoramiento, a su propio bienestar individual y
colectivo.
Ya no es tan fácil trabajo embaucar a
las masas obreras; y es que el ambiente ya está saturado con las nuevas
ideas redentoras. El obrero del campo, el obrero de la
ciudad y el abnegado maestro obrero de la escuela, ya no consideran
justo seguir siendo las pacientes ovejas, mientras haya millones de
zánganos humanos que no hacen más que consumir y vivir una
vida llena de placeres con el sacrificio de los que producen. La
policía, el ejército, los jueces, magistrados, diputados y senadores,
hombres de bufete, la banca y el comercio, toda esa
interminable lista de parásitos, basa su lucro y su vida en el
reducido número de los que trabajan.
El tendero surte su almacén con
productos de los obreros del campo, fabricados por los obreros de la
ciudad; el banquero, el comerciante y el comisionista no
tendrían vida si no hubiera objetos fabricados que vender. No hay
negociación alguna que no se base en la producción de los trabajadores,
por eso es que son los trabajadores la fuente inagotable
de toda riqueza.
El descontento es un síntoma de progreso en los pueblos hacia una vida mejor. ¡Adelante! que siga el descontento.
Del periódico Sagitario, 25 de octubre de 1924.
El interés verdadero del burgués y del proletario:
Praxédis Gilberto Guerrero
Buscando la
felicidad, muchos individuos pasan el tiempo dedicando sus fuerzas a la
defensa de intereses falsos, alejándose del punto
objetivo de todos sus afanes y aspiraciones: el mejoramiento
individual y convirtiendo la lucha por la vida en la guerra feroz con el
semejante.
Se oponen los
privilegiados, con toda, la fuerza que les presta - la ignorancia
atemorizada, a la emancipación de los proletarios; la ven
como una horrible desgracia, como una catástrofe, corno el fin de la
civilización —cuando apenas es el comienzo de ella, como un
peligro que debe ser combatido con el hierro y con el
fuego, con todas las armas de la astucia y de la violencia, y se
oponen, sencillamente, porque no comprenden sus intereses verdaderos,
que son los mismos para cada entidad humana.
Robar a otro
el pan es poner en peligro cierto el propio sustento. Arrebatar a otros
la felicidad, es echarse cadenas. Destruir la felicidad
ajena para fabricar la nuestra con sus despojos, es una necesidad.
Porque pretender levantar la dicha propia sobre la miseria y el dolor de
los demás, es igual a querer fortificar un edificio,
comenzando por destruir sus cimientos. Y, sin embargo, la mayoría de
las gentes, engañadas por la apariencia de sus falsos intereses, así
caminan por el mundo en busca del bienestar, llevando
por bandera este principio absurdo: hacer daño para obtener
provecho.
En la
satisfacción completa de las necesidades morales y físicas, en el
disfrute de la vida, sin amenazas ni cargas que la amarguen, están
radicados tanto el interés particular de los individuos, como el de
la colectividad. Los que se opongan a ellos rompiendo las lazos de
solidaridad que la naturaleza estableció entre los miembros
de la especie, laboran en contra de sí mismos; hiriendo a los otros
se hace imposible el bienestar, que no puede ser duradero ni cierto, en
medio de una sociedad que duerme sobre espinas; de una,
sociedad donde el hambre pasea su rostro lívido frente a las puertas
de los almacenes repletos; donde una parte de los hombres, trabajando
hasta el agotamiento, sólo pueden vestir mal y comer
peor; donde otra parte de ellos arrebatan a los productores lo que
sale de sus manos y de su inteligencia para entregarlo a la polilla o al
estancamiento inútil; en una Sociedad desequilibrada,
dónde sobran riquezas y abundan miserias; donde el concepto justicia
tiene tan inicua representación, que se mantienen instituciones
bárbaras para perseguir, y martirizar a las nocentes víctimas
de las aberraciones del medio.
La herencia,
la educación, la desemejanza de las circunstancias de vida, habrán
creado diferencias profundas, morales y hasta físicas, entre
burgueses y proletarios, pero una ley natural los Mantiene reunidos
en una sola tendencia: el mejoramiento individual, Ahí radica el interés
verdadero de cada ser humano. Conocido eso, precisa
Obrar racionalmente, sobreponiéndose a los Prejuicios de clase y
dando la espalda a los romanticismos. Ni y Caridad, ni el Humanitarismo,
ni la Abnegación, tiene poder bastante para emancipar la
humanidad, como lo tiene el Egoísmo consciente.
Allí donde los
burgueses sean bastante sabios para comprender que la transformación
del sistema presente es inevitable y que vale más para
sus propios intereses, facilitar esa transformación que oponerle
necia resistencia, el problema social que agita en todos momentos en
todos los rincones del mundo perderá su aspecto de tragedia y
se resolverá blandamente en beneficio para todos. Aquéllos habrán
ganado con la libertad el completo derecho, a la vida; éstos habrán
perdido con lo superfluo, el temor a perderlo todo. Y sin
duda qué los privilegiados de hoy serán los que, mejor parte saquen.
En lo general, y eso debería avergonzarlos, son incapaces para servirse
a ellos mismos; hay algunos que hasta para comer y
,echarse a dormir, necesitan la ayuda de un esclavo, Cuando éste les
falte, adquirirán hábitos distintos, que harán de ellos seres útiles y
activos, aptos para unir impulso al esfuerzo colectivo
que se aplicará entonces sobre las brusquedades y asperezas de la
naturaleza, no ya en la imbécil pugna del hombre contra el hombre.
Pero si los
intereses falsos siguen ejerciendo, influencia dominante en el cerebro
de los burgueses, y si una parte de los trabajadores
continúa como hasta hoy, oponiéndose con su pasividad o sus
tradiciones a la causa del trabajo, su causa, el cambio se impondrá por
la violencia aplastando a los obstruccionistas del
Progreso.
"Regeneración" No. 2. 10 de Septiembre de
1910. Los Ángeles, California.
PARA LO QUE SIRVE EL GOBIERNO A LOS POBRES
Librado Rivera
La experiencia diaria nos demuestra a cada momento los daños desastrosos que los gobiernos causan a los pueblos.
Son los gobiernos la peor calamidad y
los más grandes enemigos de la especie humana. No sólo nos arrastran a
la guerra con cualquier pretexto, para defender el
honor de la bandera, se nos dice a veces, o el honor de la patria ultrajada,
se nos cuenta otras veces, sino que cuando el pobre pueblo no puede
pagar con puntualidad las
contribuciones para el sostenimiento de los zánganos que lo
componen, se envían policías y jueces para mandar a la calle al obrero
deudor, con el fin de rematar al primer postor los primeros
intereses del moroso.
Arrojado del jacal con todos sus
cachivaches, ya sin hogar y sin abrigo para él y los suyos, expuestos al
frío, al calor o la lluvia, sin pan y sin trabajo para el
sostenimiento de sus seres más amados en la vida, pensando en tanta
injusticia de los mismos que días antes mendigaban el voto para subir al
poder y desde ahí repartir la felicidad al
pueblo; impulsado por estos tristes desengaños, y con esa
desesperación que produce la miseria, aquel obrero, Ramón, casi
inconsciente de sus actos, no reflexiona, ni medita, sólo obra; va y
arrebata del mostrador algunas piezas de pan, pues en su mente sólo
lleva fija la cruel angustia de su compañera y de sus hijos, o bien en
su camino, Ramón encuentra al fifi, al catrín
encarcelado que luce anillos, prendedores y bastón, y sacándose el
puñal se abalanza sobre el catrín y le despoja de todos esos objetos
inútiles, pero que convertidos en monedas puede comprar
abrigos o el sustento de los suyos...
Pero acontece que el asaltado en lugar
de dejarse arrebatar aquellas prendas pone resistencia y se agarra a la
greña con el desalmado que pretende arrebatarle los
objetos que adornan su cuerpo dando realce a su vanidad y hermosura,
entonces se entabla una lucha que casi siempre resulta trágica: el fifi
va al hospital o a la sepultura, y el
salteador, a la cárcel o a la horca, acusado de robo y homicidio.
Pero si la suerte favorece a Ramón y logra escapar, entonces emprenderá
la fuga a tierras desconocidas para nunca volver.
Vagando de pueblo en pueblo allá va
nuestro Ramón, y para no ser descubierto se ha puesto otro nombre. En su
interior sufre intensamente porque lleva grabado en su
mente el retrato de los suyos, aquel cuadro de dolor, de llanto y de
tristeza: el espectro de los que tuvo que dejar abandonados a su suerte
en medio de la calle. Y ahora a nuestro desdichado
obrero convertido por los esbirros del gobierno en un completo
paria, no sólo le atormenta el lúgubre recuerdo, lleva también
firmemente grabada en su imaginación la figura insolente de los que a
nombre de la ley y con el fusil en la mano contribuyeron a hacer más
desgraciada su existencia.
Ramón piensa y medita, y en su mente
calenturienta y abatida, da vueltas, como película de cinematógrafo, la
vista de su jacal y sus animalitos vendidos, convertido
todo en monedas que irían a parar a los bolsillos de los lacayos del
capitalismo, acostumbrados a derrochar los dineros del pueblo en
fiestas y paseos de recreo a Europa, en orgías y
francachelas.
Esa lucha de ideas y opiniones cruzan por la mente del desdichado Ramón como una lógica consecuencia de los hechos.
Para lo que sirve el gobierno a los pobres, piensa nuestro compañero. Desde que nacemos el gobierno es una carga pesada para nosotros, y lo que
es más, el gobierno es nuestro peor enemigo.
Caminando como una verdadera trampa,
atraviesa el campo. Encuentra una sombra debajo de un árbol, ve una
piedra y allí se sienta a descansar. La triste imagen y el
recuerdo de los suyos no le abandonan. Ramón hace esfuerzos por
olvidarlo todo. Pero al dirigirse su mirada hacia el horizonte infinito,
nota que un nudo se le hace en la garganta y dos gruesas
lágrimas como perlas derretidas se deslizan por las mejillas de
nuestra trampa.
Se levanta para continuar su camino, y poco después llega a la ciudad; es una ciudad americana.
Cruza calles y más calles y
al llegar a un gran edificio se detiene. Todo le parece extraño. A
través de las vidrieras del edificio ve entrar y salir a mucha gente
elegantemente vestida, con puños de billetes de banco. Se
encontraba en el edificio de un banco americano.
Dos o tres minutos después siente que
una mano de plomo le toca uno de sus hombros y oye una voz que articula
palabras que él no entiende; pero nota que el hombre
que tiene enfrente es un policía, y aunque nuestro pobre paria
quiere seguir adelante, el policía le coge fuertemente de un brazo y lo
empuja. Va en camino de la prisión de la ciudad en donde es
detenido por vago y sospechoso.
Nuestro Ramón queda allí por tiempo
indefinido, hasta que al fin de los seis meses, se le echa a la calle,
en vista de que no se le pudo probar el cargo de que
trataba de robar el banco.
Y mientras tanto, la mujer y los hijos
de aquel vagabundo, dejados en medio de la calle por los encargados de
dar protección al pueblo, ¿podrán decir alguna vez que
el gobierno es bueno y útil para ellos?
Las pobres criaturas viéndose
abandonadas en el único alojamiento que les dio el gobierno, la calle,
cargaron los hijos más chicos, con lo que pudieron para ir a
engrosar las filas de los mendigos; la madre y sus dos hijas mayores
a servir de domésticas en las casas ricas primero, y de prostitutas más
tarde.
Después de esta dolorosa experiencia
para el obrero Ramón y los suyos ¿podrán decir alguna vez, tanto ellos
como los que presenciaron este atropello, que el gobierno
es bueno para los pobres?
¡No! El gobierno sólo sirve de policía para cuidar los intereses del rico, y de verdugo y cruel azote para el pobre.
Del periódico Avante, 19 de noviembre de 1927.
Pasividad y Rebeldía
Práxedis Gilberto Guerrero
En los rincones húmedos de las
viviendas miserables, se producen seres obscuros, viscosos, las más de
las veces torpes, que empeñan también la lucha por la vida,
explotando el medio que los produce, el lodazal infecto, mefítico y
malsano, sin el cual su existencia no vendría a provocar la repugnancia
de otros seres que se desarrollan en medios
diferentes.
Posible es, que la sabandija llegue a
creerse, "de buena fe"; la protectora y salvadora del rincón negro y
húmedo, y que intente esfuerzos para prevenir que el sol y
la escoba entren en él revolucionando, transformando el medio con la
destrucción del medio y sus productos. Cumple con ello el deber de la
propia conservación porque ¿a dónde iría ella, falta de
miasmas, de sombra y podredumbre?
La resistencia del pasivismo se revuelve ahora contra el impulso progresista de la revolución.
Los miriápodos y los arácnidos, los
escorpiónidos y los necróforos, el mundo de sabandijas que vive en las
miserias del pueblo, ensayan actitudes y reptaciones
"hábiles" para esquivar y detener el golpe de la escoba y el rayo
del sol.
Defienden su medio de convencionalismo
y enervamiento, porque él garantiza su vitalidad en detrimento
constante de la masa de los productores.
Los pasivos alzan el clamor llamándose apóstoles de la evolución y condenando todo lo que tiene algo de rebeldía;
apelan al miedo hacen
llamamientos patéticos al patriotismo; acuden a la ignorancia y
llegan a aconsejar al pueblo que se deje matar y ultrajar en los
próximos comicios y vuelven una y otra vez a ejercer pacíficamente
el derecho de sufragio, aunque una y otra vez lo burlen y lo
asesinen los tiranos. Pero nada de salirse del fétido rincón, al cual se
pretende “evolucionar” agregando más y más inmundicias, más y
más cobardías.
A una voltereta dentro de un
centímetro cúbico de légamo, llaman ellos la evolución salvadora, la
evolución pacífica necesaria; necesaria para ellos, que están en su
elemento, en el medio que los crea y los nutre, pero no
para los que buscarnos el ambiente puro, claro y saludable que sólo la
Revolución podrá hacer al destruir a los déspotas
actuales y también, muy esencialmente las condiciones económico
sociales que los han producido y que harían brotar otros nuevos si
tuviéramos la insensatez de acabar únicamente los efectos para
dejar subsistir las causas, si evolucionáramos como ellos, los pasivos, dando un tumbo en su centímetro cúbico de légamo.
La evolución verdadera que
mejore la vida de los mexicanos no la de sus parásitos, vendrá con la
revolución: ésta y aquella se completan y la primera no
pueda coexistir con los anacronismos y subterfugios que despiertan
hoy los redentores del pasivismo.
Para evolucionar es preciso ser libre y
no podemos tener libertad si no somos rebeldes, porque nunca tirano
alguno ha respetado a los pueblos pasivos; jamás un
rebaño de, carneros se ha impuesto con la "majestad" de su número
inofensivo, al lobo que bonitamente los devora sin cuidarse de otro
derecho que el de sus dientes.
Hay que armarse, pero no de un voto
inútil, que siempre valdrá tanto como el tirano quiere, sino de armas
efectivas y menos candorosas cuyo uso nos traiga la
evolución ascendente y no la regresiva que preconizan los luchadores
"pacifistas".
¡Pasividad, nunca! Rebeldía, ahora y siempre.
"Punto Rojo" No. 3, 29 de Agosto de 1909, El Paso, Texas
LOS UTOPISTAS
RICARDO FLORES MAGÓN
Rebeldía y legalidad son términos que andan a la greña. Queden, pues, la Ley y el Orden para los conservadores y los farsantes.
"¡Ilusos, utopistas!", esto es lo menos que se nos dice, y este ha sido el grito de los conservadores de todos los tiempos contra los que
tratan de poner el pie fuera del cerco que aprisiona al ganado humano.
"¡ilusos, utopistas!", nos gritan, y cuando saben que en nuestras reivindicaciones se cuenta la toma de posesión de la tierra para
entregársela al pueblo, los gritos son más agudos y los insultos más fuertes : "¡ladrones, asesinos, malvados, traidores!", nos dicen.
Y sin embargo, es a los ilusos y a los
utopistas de todos los tiempos a quienes debe su progreso la humanidad.
Lo que se llama civilización, ¿qué es si no el
resultado de los esfuerzos de los utopistas? Los soñadores, los
poetas, los ilusos, los utopistas tan despreciados de las personas
"serias", tan perseguidos por el "paternalismo" de los Gobiernos
: ahorcados aquí, fusilados allá ; quemados, atormentados,
aprisionados, descuartizados en todas las épocas y en todos los países,
han sido, no obstante, los propulsores de todo movimiento de
avance, los videntes que han señalado a las masas ciegas derroteros
luminosos que conducen a cimas gloriosas.
Habría que renunciar a todo progreso ;
sería mejor renunciar a toda esperanza de justicia y de grandeza en la
humanidad si siquiera en el espacio de un siglo dejase
de contar la familia humana entre sus miembros con algunos ilusos,
utopistas y soñadores.
Que recorran esas personas "serias" la
lista de los hombres muertos que admiran. ¿Qué fueron si no soñadores?
¿Por qué se les admira, si no porque fueron ilusos?
¿Qué es lo que rodea de gloria, si no su carácter de utopista?
De esa especie tan despreciada de
seres humanos surgió Sócrates, despreciado por las personas "serias" y
"sensatas" de su época y admirado por los mismos que
entonces le habían abierto la boca para hacerle tragar ellos mismos
la cicuta. ¿Cristo? Si hubieran vivido en aquella época los señores
"sensatos" y "serios" de hoy, ellos habrían juzgado,
sentenciado y aun clavado en el madero infamante al gran utopista,
ante cuya imagen se persignan y humillan.
No ha habido revolucionario, en el
sentido social de la palabra; no ha habido reformador que no haya sido
atacado por las clases dirigentes de su época como
utopista, soñador e iluso.
¡Utopia, ilusión, sueño...! ¡cuánta poesía, cuánto progreso, cuánta belleza y, sin embargo, cuánto se os desprecia!
En medio de la trivialidad ambiente,
el utopista sueña con una humanidad más justa, sana, más bella, más
sabia, más feliz, y mientras exterioriza sus sueños, la
envidia palidece, el puñal busca su espalda, el esbirro espía, el
carcelero coge las llaves y el tirano firma la sentencia de muerte. De
ese modo la humanidad ha mutilado, en todos los tiempos,
sus mejores miembros.
¡Adelante! El insulto, el presidio y la amenaza de muerte no pueden impedir que el utopista sueñe.
(De Regeneración, 12 de noviembre de 1910).
Manifiesto del Partido Liberal
23 de septiembre de 1911
Mexicanos:
La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano
ve con simpatía vuestros esfuerzos para poner en práctica los altos
ideales de
emancipación política, económica y social, cuyo imperio sobre la
tierra pondrá fin a esa ya bastante larga contienda del hombre contra el
hombre, que tiene su origen en la desigualdad de fortunas
que nace del principio de la propiedad privada.
Abolir ese principio significa el
aniquilamiento de todas las instituciones políticas, económicas,
sociales, religiosas y morales que componen el ambiente dentro del
cual se asfixian la libre iniciativa y la 1;bre asociación de los
seres humanos que se ven obligados, para no perecer, a entablar entre sí
una encarnizada competencia, de la que salen
triunfantes, no los más buenos, ni los más abnegados, ni los mejor
dotados en lo físico, en lo moral o en lo intelectual, sino los más
astutos, los más egoístas, los menos escrupulosos, los más
duros de corazón, los que colocan su bienestar personal sobre
cualquier consideración de humana solidaridad y de humana justicia.
Sin el principio de la propiedad
privada no tiene razón de ser el Gobierno, necesario tan sólo para tener
a raya a los desheredados en sus querellas o en sus
rebeldías contra los detentadores de la riqueza social ; ni tendrá
razón de ser la Iglesia, cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser
humano la innata rebeldía contra la opresión y la
explotación por la prédica de la paciencia, de la resignación y de
la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y
fecundos con la práctica de penitencias inmorales, crueles y
nocivas a la salud de las personas, y, para que los pobres no
aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro para los
privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más
resignados, a los más pacientes, un cielo que se mece en el
infinito, más allá de las estrellas que se alcanzan a ver...
Capital, Autoridad, Clero : he ahí la
trinidad sombría que hace de esta bella tierra un paraíso para los que
han logrado acaparar en sus garras por la astucia, la
violencia y el crimen, el producto del sudor, de la sangre, de las
lágrimas y del sacrificio de miles de generaciones de trabajadores, y un
infierno para los que con sus brazos y su inteligencia
trabajan la tierra, mueven la maquinaria, edifican las casas,
transportan los productos, quedando de esa manera dividida la humanidad
en dos clases sociales de intereses diametralmente opuestos :
la clase capitalista y la clase trabajadora ; la clase que posee la
tierra, la maquinaria de producción y los medios de transportación de
las riquezas, y la clase que no cuenta más que con sus
brazos y su inteligencia para proporcionarse el sustento.
Entre estas dos clases sociales no
puede existir vínculo alguno de amistad ni de fraternidad, porque la
clase poseedora está siempre dispuesta a perpetuar el sistema
económico, político y social que garantiza el tranquilo disfrute de
sus rapiñas, mientras la clase trabajadora hace esfuerzos por destruir
ese sistema inicuo para instaurar un medio en el cual la
tierra, las casas, la maquinaria de producción y los medios de
transportación sean de uso común.
Mexicanos: El Partido Liberal mexicano reconoce
que todo ser humano, por
el solo hecho de venir a la vida, tiene derecho a gozar de todas y
cada una de las ventajas que la civilización moderna ofrece, porque esas
ventajas son el producto del esfuerzo y del sacrificio
de la clase trabajadora de todos los tiempos.
El Partido Liberal Mexicano
reconoce, como necesario, el trabajo para la subsistencia, y, por lo
tanto, todos, con
excepción de los ancianos, de los impedidos e inútiles y de los
niños, tienen que dedicarse a producir algo útil para poder dar
satisfacción a sus necesidades.
El Partido Liberal Mexicano
reconoce que el llamado derecho de propiedad individual es un derecho
inicuo, porque
sujeta al mayor número de seres humanos a trabajar y a sufrir para
la satisfacción y el ocio de un pequeño número de capitalistas.
El Partido Liberal Mexicano reconoce que la Autoridad y el Clero son el sostén de la iniquidad Capital, y, por lo
tanto, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano ha declarado solemnemente guerra a la Autoridad, guerra al Capital, guerra al Clero.
Contra el Capital, la Autoridad y el Clero, el Partido Liberal
Mexicano tiene enarbolada la bandera roja en los
campos de la acción en México, donde nuestros hermanos se baten como
leones, disputando la victoria a las huestes de la burguesía, o
sean : maderistas, reyistas, vazquistas, científicos y tantas otras
cuyo único propósito es encumbrar a un hombre a la primera magistratura
del país, para hacer negocio a su sombra sin
consideración alguna a la masa entera de la población de México, y
reconociendo todas ellas, como sagrado,, el derecho de propiedad
individual.
En estos
momentos de confusión, tan propicios para el ataque contra la opresión y
la explotación ; en estos momentos en que la Autoridad,
quebrantada, desequilibrada, vacilante, acometida por todos sus
flancos por las fuerzas de todas las pasiones desatadas, por la
tempestad de todos los apetitos avivados por la esperanza de un
próximo hartazgo, en estos momentos de zozobra, de angustia, de
terror para todos los privilegios, masas compactas de desheredados
invaden las tierras, queman los títulos de propiedad, ponen las
manos creadoras sobre la fecunda tierra y amenazan con el puño a
todo lo que ayer era respetable : Autoridad, Capital y Clero ; abren el
surco, esparcen la semilla y esperan, emocionados, los
primeros frutos de un trabajo libre.
Estos son,
mexicanos, los primeros resultados prácticos de la propaganda y de la
acción de los soldados del proletariado, de los generosos
sostenedores de nuestros principios igualitarios, de nuestros
hermanos que desafían toda imposición y toda explotación con este grito
de muerte para todos los de arriba y de vida y de esperanza
para todos los de abajo: ¡Vida, Tierra y Libertad!
La tormenta se
recrudece día a día : maderistas, vazquistas, reyistas, científicos,
delabarristas os llaman a gritos, mexicanos, a que voléis
a defender sus desteñidas banderas, protectoras de los privilegios
de la clase capitalista. No escuchéis las dulces canciones de esas
sirenas, que quieren aprovecharse de vuestro sacrificio para
establecer un Gobierno, esto es, un nuevo perro que proteja los
intereses de los ricos. ¡Arriba todos ; pero para llevar a cabo la expropiación de los bienes que detentan los ricos
!
La
expropiación tiene que ser llevada a cabo a sangre y fuego durante este
grandioso movimiento, como lo han hecho y lo están haciendo
nuestros hermanos los habitantes de Morelos, sur de Puebla,
Michoacán, Guerrero, Veracruz, norte de Tamaulipas, Durango, Sonora,
Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Yucatán, Quintana Roo y
regiones de otros Estados, según ha tenido que confesar la misma
prensa burguesa de México, en que los proletarios han tomado posesión de
la tierra sin esperar a que un Gobierno paternal se
dignase hacerlos felices, conscientes de que no hay que esperar nada
bueno de los Gobiernos y de que "la emancipación de los trabajadores
debe ser obra de los trabajadores mismos".
Estos primeros
actos de expropiación han sido coronados por el más risueño de los
éxitos; pero no hay que limitarse a tomar tan sólo posesión
de la tierra y de los implementos de agricultura : hay que tomar
resueltamente posesión de todas las industrias por los trabajadores de
las mismas, consiguiéndose de esa manera que las tierras,
las minas, las fábricas, los talleres, las fundiciones, los carros,
los ferrocarriles, los barcos, los almacenes de todo género y las casas
queden en poder de todos y cada uno de los habitantes
de México, sin distinción de sexo.
Los habitantes
de cada región en que tal acto de suprema justicia se lleve a cabo no
tienen otra cosa que hacer que ponerse de acuerdo para
que todos los efectos que se hallen en las tiendas, almacenes,
graneros, etc., sean conducidos a un lugar de fácil acceso para todos,
donde hombres y mujeres de buena voluntad practicarán un
minucioso inventario de todo lo que se haya recogido, para calcular
la duración de esas existencias, teniendo en cuenta las necesidades y el
número de los habitantes que tienen que hacer uso de
ellas, desde el momento de la expropiación hasta que en el campo se
levanten las primeras cosechas y en las demás industrias se produzcan
los primeros efectos.
Hecho el
inventario, los trabajadores de las diferentes industrias se entenderán
entre sí fraternalmente para regular la producción; de
manera que, durante este movimiento, nadie carezca de nada, y sólo
se morirán de hambre aquellos que no quieran trabajar, con excepción de
los ancianos, los impedidos y los niños, que tendrán
derecho a gozar de todo.
Todo lo que se
produzca será enviado al almacén general en la comunidad del que todos
tendrán derecho a tomar todo lo que necesiten según sus
necesidades, sin otro requisito que mostrar una contraseña que
demuestre que se está trabajando en tal o cual industria.
Como la
aspiración del ser humano es tener el mayor número de satisfacciones con
el menor esfuerzo posible, el medio más adecuado para
obtener ese resultado es el trabajo en común de la tierra y de las
demás industrias. Si se divide la tierra y cada familia toma un pedazo,
además del grave peligro que se corre de caer nuevamente
en el sistema capitalista, pues no faltarán hombres astutos o que
tengan hábitos de ahorro que logren tener más que otros y puedan a la
larga poder explotar a sus semejantes ; además de este
grave peligro, está el hecho de que si una familia trabaja un pedazo
de tierra, tendrá que trabajar tanto o más que como se hace hoy bajo el
sistema de la propiedad individual para obtener el
mismo resultado mezquino que se obtiene actualmente; mientras que si
se une la tierra y la trabajan en común los campesinos, trabajarán
menos y producirán más. Por supuesto que no ha de faltar
tierra para que cada persona pueda tener su casa y un buen solar
para dedicarlo a los usos que sean de su agrado. Lo mismo que se dice
del trabajo en común de la tierra, puede decirse del trabajo
en común de la fábrica, del taller, etc.; pero cada quien, según su
temperamento, según sus gustos, según sus inclinaciones podrá escoger el
género de trabajo que mejor le acomode, con tal de que
produzca lo suficiente para cubrir sus necesidades y no sea una
carga para la comunidad.
Obrándose de
la manera apuntada, esto es, siguiendo inmediatamente a la expropiación
la organización de la producción, libre ya de amos y
basada en las necesidades de los habitantes de cada región, nadie
carecerá de nada a pesar del movimiento armado, hasta que, terminado
este movimiento con la desaparición del último burgués y de
la última autoridad o agente de ella, hecha pedazos la ley
sostenedora de privilegios y puesto todo en manos de los que trabajan,
nos estrechemos todos en fraternal abrazo y celebremos con gritos
de júbilo la instauración de un sistema que garantizará a todo ser
humano el pan y la libertad.
Mexicanos: por
esto es por lo que lucha el Partido Liberal mexicano. Por esto es por
lo que derrama su sangre generosa una pléyade de héroes,
que se baten bajo la bandera roja al grito prestigioso de ¡Tierra y Libertad!
Los liberales
no han dejado caer las armas a pesar de los tratados de paz del traidor
Madero con el tirano Díaz, y a pesar, también, de las
incitaciones de la burguesía, que ha tratado de llenar de oro sus
bolsillos, y esto ha sido así, porque los liberales somos hombres
convencidos de que la libertad política no aprovecha a los
pobres sino a los cazadores de empleos, y nuestro objeto no es
alcanzar empleos ni distinciones, sino arrebatarlo todo de las manos de
la burguesía, para que todo quede en poder de los
trabajadores.
La actividad
de las diferentes banderías políticas que en estos momentos se disputan
la supremacía, para hacer, la que triunfe, exactamente
lo mismo que hizo el tirano Porfirio Díaz, porque ningún hombre, por
bien intencionado que sea, puede hacer algo en favor de la clase pobre
cuando se encuentra en el poder; esa actividad ha
producido el caos que debemos aprovechar los desheredados, tomando
ventajas de las circunstancias especiales en que se encuentra el país,
para poner en práctica, sin pérdida de tiempo, sobre la
marcha, los ideales sublimes del Partido Liberal mexicano, sin
esperar a que se haga la paz para efectuar la expropiación, pues para
entonces ya se habrán agotado las existencias de efectos en
las tiendas, graneros, almacenes y otros depósitos, y como al mismo
tiempo, por el estado de guerra en que se había encontrado el país, la
producción se había suspendido, el hambre sería la
consecuencia de la lucha, mientras que efectuando la expropiación y
la organización del trabajo libre durante el movimiento, ni se carecerá
de lo necesario en medio del movimiento ni
después.
Mexicanos: si
queréis ser de una vez libres no luchéis por otra causa que no sea la
del Partido Liberal mexicano. Todos os ofrecen libertad
política para después del triunfo: los liberales os invitamos a
tomar la tierra, la maquinaria, los medios de transportación y las casas
desde luego, sin esperar a que nadie os dé todo ello, sin
aguardar a que una ley decrete tal cosa, porque las leyes no son
hechas por los pobres, sino por señores de levita, que se cuidan bien de
hacer leyes en contra de su casta.
Es el deber de
nosotros los pobres trabajar y luchar por romper las cadenas que nos
hacen esclavos. Dejar la solución de nuestros
problemas a las clases educadas y ricas es ponernos voluntariamente
entre sus garras. Nosotros los plebeyos; nosotros los andrajosos;
nosotros los hambrientos; los que no tenemos un terrón donde
reclinar la cabeza; los que vivimos atormentados por la
incertidumbre del pan de mañana para nuestras compañeras y nuestros
hijos; los que, llegados a viejos, somos despedidos ignominiosamente
porque ya no podemos trabajar, toca nosotros hacer esfuerzos
poderosos, sacrificios mil para destruir hasta sus cimientos el edificio
de la vieja sociedad que ha sido hasta aquí una madre
cariñosa para los ricos y los malvados, y una madrastra huraña para
los que trabajan y son buenos.
Todos los
males que aquejan al ser humano provienen del sistema actual, que obliga
a la mayoría de la humanidad a trabajar y a sacrificarse
para que una minoría privilegiada satisfaga todas sus necesidades y
aun todos su caprichos, viviendo en la ociosidad y en el vicio. Y menos
malo si todos los pobres tuvieran asegurado el trabajo;
como la producción no está arreglada para satisfacer las necesidades
de los trabajadores sino para dejar utilidades a los burgueses, éstos
se dan mafia para no producir más que lo que calculan
que pueden expender, y de ahí los paros periódicos de las industrias
o la restricción del número de trabajadores, que provienen, también,
del hecho del perfeccionamiento de la maquinaria, que
suple con ventajas los brazos del proletariado.
Para acabar
con todo eso es preciso que los trabajadores tengan en sus manos la
tierra y la maquinaria de producción, y sean ellos los que
regulen la producción de las riquezas atendiendo a las necesidades
de ellos mismos.
El robo, la
prostitución, el asesinato, el incendiarismo, la estafa, productos son
del sistema que coloca al hombre y a la mujer en
condiciones en que para no morir de hambre se ven obligados a tomar
de donde hay o a prostituirse, pues en la mayoría de los casos, aunque
se tengan deseos grandísimos de trabajar, no se consigue
trabajo, o es éste tan mal pagado, que no alcanza el salario ni para
cubrir las más imperiosas necesidades del individuo y de la familia,
aparte de que la duración del trabajo bajo el presente
sistema capitalista y las condiciones en que se efectúa, acaban en
poco tiempo con la salud del trabajador, y aun con su vida, en las
catástrofes industriales, que no tienen otro origen que el
desprecio con que la clase capitalista ve a los que se sacrifican
por ella.
Irritado el
pobre por la injusticia de que es objeto ; colérico ante el lujo
insultante que ostentan los que nada hacen ; apaleado en las
calles por el polizonte por el delito de ser pobre ; obligado a
alquilar sus brazos en trabajos que no son de su agrado ; mal
retribuido, despreciado por todos los que saben más que él o por los
que por dinero se creen superiores a los que nada tienen ; ante la
expectativa de una vejez tristísima y de una muerte de animal despedido
de la cuadra por inservible ; inquieto ante la
posibilidad de quedar sin trabajo de un día para otro ; obligado a
ver como enemigo a los mismos de su clase, porque no sabe quién de ellos
será el que vaya a alquilarse por menos de lo que él
gana, es natural que en estas circunstancias se desarrollen en el
ser humano instintos antisociales y sean el crimen, la prostitución, la
deslealtad los naturales frutos del viejo y odioso
sistema, que queremos destruir hasta en sus más profundas raíces
para crear uno nuevo de amor, de igualdad, de justicia, de fraternidad,
de libertad.
¡Arriba todos como un solo hombre! En
las manos de todos están la
tranquilidad, el bienestar, la libertad, la satisfacción de todos
los apetitos sanos; pero no nos dejemos guiar por directores; que cada
quien sea el amo de sí mismo; que todo se arregle por el
consentimiento mutuo de las individualidades libres. ¡Muera la esclavitud! Muera el hambre! ¡Vida, Tierra y Libertad!
Mexicanos: con
la mano puesta en el corazón y con nuestra conciencia tranquila, os
hacemos un formal y solemne llamamiento a que adoptéis,
todos, hombres y mujeres, los altos ideales del Partido Liberal
mexicano. Mientras haya pobres y ricos, gobernantes y gobernados, no
habrá paz, ni es de desearse que la haya porque esa paz
estaría fundada en la desigualdad política, económica y social, de
millones de seres humanos que sufren hambre, ultrajes, prisión y muerte,
mientras una pequeña minoría goza de toda suerte de
placeres y de libertades por no hacer nada.
¡A la luchar; a
expropiar con la idea del beneficio para todos y no para unos cuantos,
que esta guerra no es una guerra de bandidos, sino de
hombres y mujeres que desean que todos sean hermanos y gocen, tras
manos. El mismo esfuerzo y el mismo sacrificio que cuesta elevar a un
gobernante, esto es, un tirano, cuesta la expropiación de
los bienes que detentan los ricos. A escoger, pues: o un nuevo
gobernante, esto es un nuevo yugo, o la expropiación salvadora y la
abolición de toda imposición religiosa, política o de cualquier
otro orden.
¡Tierra y Libertad!
EL DERECHO DE REBELION
Ricardo Flores Magón
Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. Una claridad inquietante comienza a disipar
las sombras que en el horizonte amontonó el crimen, y en la lividez del paisaje parece adivinarse la silueta de un gigante que avanza: es la
insurrección.
El Buitre Viejo se sumerge en el abismo de su conciencia, hurga los lodos del bajo fondo; pero
nada halla en aquellas negruras que le explique el porqué de la rebelión. Acude entonces a los recuerdos; hombres y
cosas y fechas y circunstancias pasan por su mente como un desfile dantesco: pasan los mártires de Veracruz,
pálidos, mostrando las heridas de sus cuerpos recibidas una noche, a la luz de un farolillo, en el patio de un cuartel,
por soldados borrachos mandados por un jefe ebrio también de vino y de miedo; pasan los obreros de El Republicano, lívidos, las ropas humildes y las carnes desgarradas por los sables y las
bayonetas de los esbirros; pasan las familias de Papantla, ancianos, mujeres, niños, acribillados a balazos; pasan los
obreros de Cananea, sublimes en su sacrificio chorreando sangre; pasan los trabajadores de Río Blanco, magníficos,
mostrando las heridas denunciadoras del crimen oficial; pasan los mártires de Juchitán, de Verlardeña, de Monterrey, de
Acayucan, de Tomóchic; pasan
Ordóñez, Olmos y Contreras, Rivero Echegaray, Martínez, Valadés,
Martínez Carreón; pasan Ramírez Terrón, García de la Cadena,
Ramón Corona; pasan Ramírez Bonilla, Albertos, Kankum, Leyva, Lugo,
pasan legiones de espectros, legiones de viudas, legiones de huérfanos,
legiones de prisioneros, y el pueblo entero pasa,
desnudo, macilento y débil por la ignorancia y el hambre.
El Buitre
Viejo alisa con rabia las plumas alborotadas por el torbellino de los
recuerdos, sin encontrar en éstos el porqué de la revolución.
Su conciencia de ave de rapiña justifica la muerte. ¿Hay cadáveres?
La vida está asegurada.
Así viven las
clases dominantes: del sufrimiento y de la muerte de las clases
dominadas, y pobres y ricos, oprimidos y déspotas, en virtud de
la costumbre y de las preocupaciones heredadas, consideran natural
este absurdo estado de cosas.
Pero un día
uno de los esclavos toma un periódico y lo lee: es un periódico
libertario. En él se ve cómo el rico abusa del pobre sin más
derecho que el de la fuerza y la astucia; en él se ve cómo el
gobierno abusa del pueblo sin otro derecho que el de la fuerza. El
esclavo piensa entonces y acaba por concluir que, hoy como ayer,
la fuerza es soberana, y, consecuentemente con su pensamiento, se
hace rebelde. A la fuerza no se la domina con razones: a la fuerza se la
domina con la fuerza.
El derecho de
rebelión penetra en las conciencias, el descontento crece, el malestar
se hace insoportable, la protesta estalla al fin y se
inflama el ambiente. Se respira una atmósfera fuerte por los
efluvios de rebeldía que la saturan y el horizonte comienza a aclararse.
Desde lo alto de su roca el Buitre Viejo acecha. De las
llanadas no suben ya rumores de quejas, ni de suspiros ni de
llantos: es rugido el que se escucha. Baja la vista y se estremece; no
percibe una sola espalda: es que el pueblo se ha puesto de
pie.
Bendito
momento aquel en que un pueblo se yergue. Ya no es el rebaño de lomos
tostados por el sol, ya no es la muchedumbre sórdida de
resignados y de sumisos, sino la hueste de rebeldes que se lanza a
la conquista de la tierra ennoblecida porque al fin la pisan hombres.
El derecho de
rebelión es sagrado porque su ejercicio es indispensable para romper los
obstáculos que se oponen al derecho de vivir.
Rebeldía, grita la mariposa al romper el capullo que la aprisiona:
rebeldía, grita la yema al desgarrar la recia corteza que le cierra el
paso; rebeldía, grita el grano en el surco al agrietar la
tierra para recibir los rayos del sol; rebeldía grita el tierno ser
humano al desgarrar las entrañas maternas; rebeldía, grita el pueblo
cuando se pone de pie para aplastar a tiranos y
explotadores.
La rebeldía es
la vida; la sumisión es la muerte. ¿Hay rebeldes en un pueblo? La vida
está asegurada y asegurados están también el arte, la
ciencia y la industria. Desde Prometeo hasta Kropotkine, los
rebeldes han hecho avanzar a la humanidad.
Supremo derecho de los instantes
supremos en la rebeldía. Sin ella, la humanidad andaría perdida aún en
aquel lejano crepúsculo que la historia llama la edad de
piedra; sin ella la inteligencia humana hace tiempo que habría
naufragado en el lodo de los dogmas; sin ella, los pueblos vivirían aún
de rodillas ante los príncipes de derecho divino; sin ella,
esta América hermosa continuaría durmiendo bajo la protección del
misterioso océano; sin ella, los hombres verían aún perfilarse los
recios contornos de esa afrenta humana que se llamó la
Bastilla.
Y el Buitre
Viejo acecha desde lo alto de su roca, fija la sanguinolenta pupila en
el gigante que avanza sin darse cuenta aún del porqué de
la insurrección. El derecho de rebelión no lo entienden los tiranos.
Regeneración, 10 de septiembre de 1910. Semilla Libertaria: 1.13-15.
Ricardo Flores Magón
El verdadero revolucionario es un ilegal por excelencia. El hombre que ajusta sus actos a la Ley podrá ser, a lo sumo, un buen animal domesticado ; pero no un revolucionario.
La Ley conserva, la Revolución renueva. Por lo mismo, si hay que renovar, hay que comenzar por romper la Ley.
Pretender que la Revolución sea hecha dentro de la Ley, es una locura, es un contrasentido. La Ley es yugo, y el que quiera librarse del yugo tiene que quebrarlo.
El que predica a los trabajadores que dentro de la Ley puede obtenerse la emancipación del proletariado, es un embaucador, porque la Ley ordena que no arranquemos de las manos del rico la riqueza que nos ha robado, y la expropiación de la riqueza para el beneficio de todos es la condición sin la cual no puede conquistarse la emancipación humana
La Ley es un freno, y con frenos no se puede llegar a la Libertad.
La Ley castra, y los castrados no pueden aspirar a ser hombres.
Las libertades conquistadas por la especie humana son la obra de los ilegales de todos los tiempos que tomaron las leyes en sus manos y las hicieron pedazos.
El tirano muere a puñaladas, no con artículos del código.
La expropiación se hace pisoteando la Ley, no llevándola a cuestas.
Por eso los revolucionarios tenemos que ser forzosamente ilegales. Tenemos que salirnos del camino trillado de los convencionalismos y abrir nuevas vías en sus carnes viejas los surcos que dejó nuestro látigo al caer.
Aquí estamos, con la antorcha de la Revolución en una mano y el Programa del Partido Liberal en la otra, anunciando la guerra. No somos gemebundos mensajeros de paz : somos revolucionarios. Nuestras boletas electorales van a ser las balas que disparen nuestros fusiles. De hoy en adelante, los marrazos de los mercenarios del César no encontrarán el pecho inerme del ciudadano que ejercita sus funciones cívicas, sino las bayonetas de los rebeldes prontas a devolver golpe por golpe.
Sería insensato responder con la ley a quien no respeta la ley; sería absurdo abrir el Código para defendernos de la agresión del puñal o de la Ley Fuga. ¿Talionizan? ¡Talionicemos! ¿A balazos se nos quiere someter?¡ Sometámoslos a balazos también!
Ahora, a trabajar. Que se aparten los cobardes: no los queremos; para la Revolución sólo se alistan los valientes.
Aquí estamos, como siempre, en nuestro puesto de combate. El martirio nos ha hecho más fuertes y más resueltos: estamos prontos a más grandes sacrificios. Venimos a decir al pueblo mexicano que se acerca el día de su liberación. A nueva vista está la espléndida aurora del nuevo día; a nuestros oídos llega el rumor de la tormenta salvadora que está próxima a desencadenarse; es que fermenta el espíritu revolucionario; es que la Patria entera es un volcán a punto de escupir colérico el fuego de sus entrañas. "¡No más paz!", es el grito de los valientes; mejor la muerte que esta paz infame. La melena de los futuros héroes flota al aire a los primeros soplos de la tragedia que se avecina. Un acre, fuerte y sano aliento de guerra vigoriza el medio afeminado. El apóstol va anunciando de oído en oído cómo y cuándo comenzará la catástrofe, y los rifles aguardan impacientes el momento de abandonar el escondite en que yacen, para lucir altaneros bajo el sol de los combates.
Mexicanos: ¡a la guerra!
(De Regeneración, septiembre 3 de 1910.)
Praxédis Gilberto Guerrero
Del montón de nubes que arremolina el huracán entenebreciendo el cielo, sale la espada flamígera que esgrime invisible brazo y con zigs-zags deslumbradores escribe en la página rugiente de los negros vapores la palabra ¡PASO! Cuanto más densa es la sombra, más resplandece el brillo de esa espada.
Del turbión de odios que nos cercan; del negro seno de las tempestades que la tiranía desencadena en torno (le nuestras frentes, sale la espada invulnerable de la Idea y escribe con los relámpagos del verbo, en las entrañas mismas de las tinieblas, cuartillas de honor al grito inextinguible: ¡PASO!
Caminamos sin desfallecer hacia la cima: hallarnos obstáculos; las rocas no nos detienen; si encontramos abismos que nos cortan la marcha, echamos sobre ellos, como un puente, la palabra ¡PASO!, y pasamos. En medio de siniestra selva de puñales, apartando malezas; saltando del campo al taller, del calabozo a la tumba, del colegio al cuartel; flagelando al apretado ejército de traidores y espías, echarnos pie adelante diciendo: ¡PASO! Nuestro avance no se estaciona a contemplar las toscas paredes que oprimen a nuestros hermanos; el espíritu indomable de ellos ha quebrantado los cerrojos y cruzado los cuerpos de guardia; ha dicho desdeñosamente a los centinelas: ¡PASO! y ha seguido a nuestro lado la ruta del porvenir.
Hombres quiméricos, arrojados por criminal ocaso a la cumbre del poder, torpes, sonámbulos ¿que no sentís la gestación del fuego? La montaña os lanzará al abismo cuando explote rugiente: ¡PASO!
El viejo sable de Ayutla y la Reforma salta impaciente en lá enmohecida vaina... ¡PASO! a las armas heroicas de las luchas redentoras.
Llegamos con el corazón sereno a la puerta de la muerte gloriosa y llamamos con el puño del acero exclamando: ¡PASO!
"Revolución" No. 14 Del 14 de Septiembre de 1907.
A PORFIRIO DÍAZ
St. Louis, Mo., Noviembre 11 de 1906
Sr. Presidente General Porfirio Díaz
Muy inútil y hasta ridículo me parece seguir ocultándome con nombre supuesto en este país, para evadir las persecuciones de ese gobierno contra los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.
Siendo yo uno de los miembros de la Junta y considerándome muy honrado con tan alta distinción, he resuelto ponerme enteramente a las órdenes de usted, aceptando las responsabilidades que sobre mí recayeren.
De usted afmo. y S. S.
Librado Rivera
P. S. Escribo esta carta con los elementos que nos proporcionan en este hospital.
St. Louis, Mo., Noviembre 11 de 1906
Sr. Presidente General Porfirio Díaz
Muy inútil y hasta ridículo me parece seguir ocultándome con nombre supuesto en este país, para evadir las persecuciones de ese gobierno contra los miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.
Siendo yo uno de los miembros de la Junta y considerándome muy honrado con tan alta distinción, he resuelto ponerme enteramente a las órdenes de usted, aceptando las responsabilidades que sobre mí recayeren.
De usted afmo. y S. S.
Librado Rivera
P. S. Escribo esta carta con los elementos que nos proporcionan en este hospital.
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