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viernes, 27 de septiembre de 2013

El Corán: Libro de los Signos

El Corán: Libro de los Signos

15/06/1996 - Autor: CDPI - Fuente: Verde islam 4
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El Corán es el corazón y el alma del Islam: los musulmanes creen que es la sabiduría de Dios revelada para toda la humanidad a través de Su Profeta Muhammad.
Parece algo sin sentido buscar información científica objetiva en un libro que ofrece principalmente una guía espiritual y social a través de la Revelación. Sin embargo, en el Corán hay muchas aleyas que contienen descripciones del mundo físico que son extraordinariamente similares a las de la ciencia moderna.
Tales aleyas abarcan una amplia gama de temas, desde las grandes líneas maestras del universo hasta los mínimos detalles de la vida en la tierra.
“¿Es que no han visto los infieles que los cielos y la tierra formaban un todo homogéneo y los separamos? ¿Y que sacamos del agua a todo ser viviente?”
Surah 21, Los profetas, aleya 30.

El Corán se diferencia mucho de la ciencia moderna en el modo de acercarse al conocimiento. El enfoque científico consiste en aislar y analizar lo específico, mientras que la Revelación Coránica siempre hace referencia a lo específico en relación con y como parte de todo el conjunto de la creación.
Actualmente la ciencia puede explicar muchas de las complejas interacciones que mantienen el ciclo de la vida sobre nuestro planeta. Existe la comprensión de cómo los insectos, los animales y el viento trasladan el polen desde el estambre de una planta hasta el óvulo de otra. Este proceso de fertilización de las plantas casi siempre depende de la existencia de características sexuales definidas, los estambres machos y los óvulos femeninos. Este es un conocimiento corriente hoy, pero en la época de la Revelación Coránica no se poseía una información tan detallada. En cualquier caso en el Corán leemos:
“Él es quien ha extendido la tierra y puesto... una pareja en cada fruto.”
Surah 13, El trueno, aleya 3.
 
"(Dios es quien) ha hecho bajar agua del cielo. Mediante ella, hemos sacado toda clase de plantas.”
Surah 20, Ta Ha, aleya 53.

El Corán describe lo particular para que el hombre avance en la comprensión de la unidad de todas las cosas y su lugar dentro de la creación. A la luz de esto quizás podamos esperar descubrir que cualquier observación detallada hecha en el Corán concuerde con los hechos científicos modernos. El descubrimiento de esta relación en su propio campo impulsó al Dr. Maurice Bucaille a hacer un estudio científico del Corán.
“Como médico particularmente atraído por las ciencias naturales y por la fisiología, he de reconocer que en 1972, cuando leí el Corán en su idioma original por primera vez, los datos referentes al hombre fueron los que más me impresionaron. Y dado el estado del conocimiento en la época del Profeta Muhammad es inconcebible que muchas de las afirmaciones del Corán conectadas con la ciencia pudieran ser obra de algún hombre.”
El interés inicial del Dr. Bucaille le llevó a un estudio general de todas las referencias científicas que aparecen en el Corán. Los resultados de su investigación se publicaron en dos libros La Biblia, el Corán y la Ciencia y ¿Cuál es el origen del hombre? Se dio cuenta de que para comprender plenamente esas referencias tenía que conocer a fondo muchas disciplinas científicas especializadas.
A medida que progresaba en su estudio encontró que cada descripción del mundo material en el Corán tiene su correspondencia en hechos científicos establecidos.
“Por lo tanto es perfectamente legítimo no sólo mirar al Corán como la expresión de la Revelación, sino también concederle un lugar especial por la garantía de autenticidad que proporciona y la presencia en él de reflexiones que, cuando se analizan hoy, aparecen como un desafío a la explicación humana.”
O sea que, cómo es posible para un libro recopilado en el siglo VIII predecir tanto de lo que la información científica ha logrado recientemente. Para comprender esto hemos de mirar la naturaleza de la Revelación Coránica y examinar su autenticidad.
Meca, en la Península Arábiga, es el centro del mundo musulmán. Meca siempre fue un lugar Sagrado y centro de peregrinación mucho antes de la época del Profeta Muhammad. Aquí nació Muhammad y creció hasta convertirse en un miembro respetado de la comunidad y un comerciante de éxito. Tenía el hábito de retirarse a la cercana Montaña de Luz durante periodos para la meditación y la contemplación. En la cueva de Hira, a los cuarenta y dos años, recibió su primera revelación, el seis de agosto del año 610.
“¡Recita en el nombre de tu Señor, Que ha creado,
ha creado al hombre de sangre coagulada!
¡Recita! Tu Señor es el Munífico,
Que ha enseñado el uso del cálamo,
ha enseñado al hombre lo que no sabía.”
Surah 96, La sangre coagulada, aleyas 1-5.

Las revelaciones continuaron durante más de veinte años hasta la muerte del Profeta en el año 632.
Como el Profeta era incapaz de leer o escribir, recurrió a sus compañeros letrados y les dictó, supervisando la transcripción y el registro fidedigno de las revelaciones. Estos fragmentos se reunieron más tarde como el Corán. Todos juntos son 114 Suras o capítulos, compuestos de más de 6000 aleyas.
A los quince años de la muerte del Profeta quedó compilado un Corán final, autentificado por los compañeros del Profeta que estuvieron con él mientras se sucedieron las Revelaciones. Esto se hizo durante el Califato de Uzman, en la ciudad de Medina, donde está enterrado el Profeta.
Cuando Muhammad llevó su mensaje a Meca mucha gente se volvió contra él y se vio obligado a huir con sus seguidores. En Medina le dieron refugio y allí fue donde se fundó la primera Comunidad Musulmana y donde Islam desarrolló su forma social. Desde entonces el Corán no ha cambiado y se ha conservado el significado original de las palabras. El mismo Corán, palabra por palabra y en su idioma original, el árabe, se usa hoy día en todo el mundo musulmán desde Marruecos hasta Malasia.
Para el musulmán el Corán es el libro de la sabiduría que regula cada aspecto de la existencia del hombre. Su conducta externa y la vida social de la comunidad además del desarrollo espiritual interno de cada persona. La forma que rige toda la vida social Islámica es tranquila y diáfana tanto en una compleja vida urbana, como en comunidades rurales tradicionales. El fundamento de cualquier comunidad sea grande o pequeña es el individuo. Es la conducta del individuo la que determina el patrón social, su fuerza o su debilidad.
Hay muchos versículos del Corán que guían la conducta individual y que hacen referencia a su responsabilidad hacia los demás. En toda comunidad musulmana, lo mismo urbana que rural, se aprende y asume esto desde una edad muy temprana. El Corán describe esta responsabilidad individual como una muestra de confianza que Dios ha dado al hombre. Implícita en esta confianza hay una triple responsabilidad, hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo natural. De este modo el individuo se percibe como perteneciente, como parte de un todo más que como algo separado.
Leyendo el Corán incluso los aspectos más rutinarios de la vida cotidiana adquieren significado. El Corán fue revelado 600 años antes de que un científico musulmán, Bin Nafis, descubriera la circulación de la sangre y 1000 años antes de que William Harvey brindara su comprensión a la ciencia occidental. Sin embargo, el proceso de la digestión y la distribución de los nutrientes a través de la sangre hasta los distintos órganos y glándulas se describe en esta aleya:
“Y en los rebaños tenéis motivo de reflexión. Os damos a beber del contenido de sus vientres, entre heces y sangre: una leche pura, grata a los bebedores.”
Surah 16, Las abejas, aleya 66.

Aceptando la responsabilidad de su vida el individuo se fortalece. A partir de su sentido de identidad y pertenencia crece la fuerza de la comunidad del pueblo y de ella la fuerza de la más amplia comunidad del mundo.
Por supuesto, el Corán es mucho más que una guía para la conducta moral y social. La aceptación de la Revelación esencialmente significa creer en Dios el Creador. También significa creer en Sus profetas. Porque el Corán es considerado como la palabra de Dios de modo bastante literal. Es un hecho conocido que un musulmán reza cinco veces al día, pero se comprende menos a menudo que su oración no termina cuando deja la mezquita, sino que debe acompañarle impregnando la conciencia con la que emprende todas sus actividades diarias, sin que importe lo mundanas que puedan parecer. De este modo consigue mantener una perspectiva de su mortalidad y vivir en el mundo sin ser del mundo.
Actualmente hay más de mil millones de musulmanes en el mundo, viviendo en muchos países diferentes. Divididos por la lengua, la cultura y la política, pero unidos por su fe común en Dios y en las enseñanzas del Corán. Y esto sucede en una época en la que mucha gente, sobre todo en occidente, siente que el progreso científico ha aportado dudas insalvables acerca del valor de las enseñanzas espirituales. El Islam nunca ha considerado que haya contradicción real entre ciencia y religión.
El profesor Ismail Faruqui, una autoridad muy respetada en los estudios islámicos, se manifestaba así en una entrevista efectuada poco antes de su fallecimiento:
“Ser musulmán es ser científico, porque no puedes ser musulmán si no cumples con los requisitos del califa y el requisito del califa es tratar con la naturaleza. Transformas la naturaleza, la naturaleza dentro de ti, la naturaleza en ti y en otros seres humanos y la naturaleza fuera, los árboles, las montañas, los ríos y todas las cosas: la Creación entera. De modo que has de estudiar la naturaleza para conocer sus leyes, sus secretos si los hay, para tratar con ella y transformarla. También por otra razón. La naturaleza es la creación de Dios y Dios ha establecido en la naturaleza sus modelos. Y, por tanto, descubrir los modelos de la naturaleza es descubrir los modelos de Allah y, en consecuencia, glorificarle. Hay, pues, estas dos razones para que cada musulmán sea un científico y por eso los musulmanes han hecho maravillas en la ciencia. El musulmán se aproxima a la naturaleza, no porque la naturaleza sea un enemigo, como lo hicieron los griegos por ejemplo, el musulmán va a estudiar la naturaleza no porque haya un genio en la naturaleza que intente controlar o dominar, en absoluto, el musulmán se aproxima a la naturaleza porque la naturaleza es un regalo de Allah, que Allah ha puesto al servicio del hombre para que el hombre pueda vivir y ejecutar el decreto de Allah.”
Observando la naturaleza el hombre ha aprendido siempre a acomodarla a sus necesidades. Los antiguos sistemas de riego son un ejemplo perfecto de cómo el hombre convierte la observación en conocimiento práctico. No es necesario tener una comprensión científica de la naturaleza para desarrollar una tecnología tan elemental.
En Europa no se presentó la primera descripción coherente del ciclo del agua hasta el s.XVI de la mano de Bernard Palissy. Él describió cómo el agua se evapora de los océanos y se enfría para formar nubes. Las nubes penetran tierra adentro donde se hinchan, condensan y caen en forma de lluvia. La lluvia se agrupa en lagos y torrentes y fluye hacia los océanos en un ciclo continuo. Esta imagen nos resulta familiar ahora, pero en la época del Profeta Muhammad las ideas que prevalecían le debían más al mito y a la especulación que al hecho observado.
En el s.VII a.C. Tales de Mileto creía que el agua de la superficie de los océanos la recogían los pájaros, quienes la llevaban al interior para dejarla caer como lluvia. Se creía que el agua regresaba al océano a través de un gran abismo, al que Platón llamó el Tártaro. Mientras que Aristóteles imaginó que el vapor de agua del suelo se condensaba en frías cuevas de montaña formando lagos subterráneos que nutrían manantiales.
El Corán, lejos de reflejar los conceptos erróneos comunes en aquel tiempo, está en estrecha concordancia con los datos de la moderna hidrología.
“¿No ves que Dios empuja las nubes y las agrupa y, luego, forma nubarrones? Ves, entonces, que el chaparrón sale de ellos.”
Surah 24, La luz, aleya 43.
 
“Dios es Quien envía los vientos y éstos levantan nubes. Y Él las extiende como quiere por el cielo, las fragmenta y ves que sale de dentro de ellas el chaparrón. Cuando favorece con éste a los siervos que Él quiere, he aquí que éstos se regocijan, mientras que, antes de haberles sido enviado desde arriba, habían sido presa de la desesperación.”
Surah 30, Los bizantinos, aleya 48-49.

Ciencia es el estudio del mundo material y de la forma en que tienen lugar los procesos de la naturaleza. Las enseñanzas espirituales, como en la Revelación Coránica, se presentan con una perspectiva más amplia.
“¿No ves cómo hace Dios bajar agua del cielo y Él la conduce a manantiales en la tierra? Mediante ella saca cereales de clases diversas, que, más tarde, se marchitan y ves que amarillean.”
Surah 39, Los grupos, aleya 21.

“Y entre Sus signos está el haceros ver el relámpago, motivo de temor y de anhelo, y el hacer bajar agua del cielo, vivificando con ella la tierra después de muerta. Ciertamente, hay en ello signos para gente que razona.”
Surah 30, Los bizantinos, aleya 24.

El Corán pide al hombre que mire los signos dentro de sí mismo y en el horizonte. Para alcanzar la comprensión un hombre tiene que usar sus ojos, su mente y su corazón. Todo camino de conocimiento exige un acto de fe. Pero no una fe ciega como se suele entender equivocadamente. Los verdaderos buscadores de conocimiento esperan que sus ideas y su fe en tales ideas, se pongan a prueba constantemente.
En la corta historia de la ciencia moderna se han presentado muchas ideas y conceptos que se han descartado como nuevos puntos de evidencia para una verdad diferente. A pesar de todo hay muchos descubrimientos científicos de los que puede decirse que son hechos incontestables. Por ejemplo, el hecho de que el sol es una fuente directa de calor y la luna carece de luz propia, es sólo un cuerpo reflectante, es un conocimiento común en la actualidad y se acepta sin cuestionarse. Hace 1400 años detalles tan específicos no eran moneda corriente.
Pero en el Corán, la luz de la luna se describe como Munir, una palabra que significa “tomar prestado” o “reflejar”. El sol se compara con una lámpara brillante --wahaj-- o con una antorcha --siraj--. Una precisa y acertada descripción de la diferencia entre la luz del sol y la luz de la luna.
“¡Bendito sea Quien ha puesto constelaciones en el cielo y entre ellas un luminar y una luna luminosa!”
Surah 25, El criterio, aleya 61.

Durante mucho tiempo los filósofos y científicos europeos creían que la tierra permanecía inmóvil en el centro del universo y que cualquier otro cuerpo planetario, incluido el sol, se movía a su alrededor. En occidente esta teoría geocéntrica no se puso en duda desde la época de Ptolomeo, en el s.II después de Cristo, hasta el s. XVI cuando Copérnico afirmó que es la tierra la que se mueve alrededor del sol. En el año 1609 el astrónomo alemán Kepler enunció las leyes que llevan su nombre, en las que se llega a la conclusión de que no sólo los planetas se mueven en órbitas elípticas alrededor del sol, sino que además giran sobre su propio eje a velocidades irregulares. Con este conocimiento se hizo posible para los científicos modernos explicar correctamente muchos de los mecanismos de nuestro sistema solar, incluyendo el proceso del día y la noche.
Al describir la secuencia de la noche y el día el Corán usa el verbo árabe “kawarra” que dice cómo la noche “enrolla” o “enrosca” al día y el día a la noche. Una imagen que concuerda a la perfección con un ciclo de noche y día provocado por el giro de la tierra sobre su eje.
“Hace que la noche suceda al día y el día a la noche.”
Surah 39, Los grupos, aleya 5.

“El es Quien ha creado la noche y el día, el sol y la luna. Cada uno navega en una órbita.”
Surah 21, Los profetas, aleya 33.

La Revelación va mucho más lejos que la ciencia en su visión unificada de la creación. Pero los aspectos que describen específicamente el mundo material coinciden con los datos científicos establecidos. Por otra parte, no hay observación en el Corán que haya sido refutada por los hechos científicos. No hay genuina contradicción entre la búsqueda religiosa de la sabiduría y la búsqueda científica de la verdad. El dogmatismo crea este cisma ilusorio. El dogmatismo religioso conduce a la negación de verdaderos descubrimientos científicos. El dogmatismo científico surge a menudo de la incapacidad para distinguir entre hechos y teoría. Y donde más evidente se hace esto es en la controversia que rodea la teoría de la evolución.
Para la mayoría de nosotros el concepto de evolución evoca el nombre de Charles Darwin. Darwin presentó sus teorías al mundo en dos libros principales: “La teoría de la selección natural”, publicado en 1838 y “El origen de las especies”, publicado en 1859. En las Islas Galápagos Darwin encontró la prueba viviente de un proceso evolutivo en funcionamiento. Por ejemplo, halló que había considerables variaciones en los picos de los pájaros, cada uno de los cuales había evolucionado para hacer uso de diferentes enclaves ecológicos. Pero las variaciones tenían lugar dentro de la misma especie. Darwin no pudo encontrar ninguna evidencia que apoyara su teoría de que una especie puede derivar en otra. Expresó sus dudas en una carta escrita a Thomas Thornton en 1861:
“... creo en la selección natural, no porque pueda probar en ningún solo caso que una especie se haya cambiado a otra, sino porque agrupa y explica bien (o eso me parece a mí) una serie de hechos en clasificación, embriología, morfología, órganos rudimentarios, sucesión y distribución geológica.”
A pesar de sus dudas la obra de Darwin tuvo un impacto tan poderoso que ha influenciado desde entonces la mayor parte de la investigación científica sobre el tema. La imagen popular de la evolución --que el hombre procede del mono-- goza de una aceptación tan general que ya se considera como un hecho más que como una teoría. Sin embargo, más de un siglo de investigación científica ha fracasado en demostrar esta teoría. Durante mucho tiempo la línea principal de investigación fue la paleontología, el estudio de los fósiles. Aquí una evidencia limitada y fortuita ha alimentado una ilimitada cantidad de especulación. En 1971, el profesor Grasse, que ocupó la Cátedra de Estudios sobre la Evolución en la Universidad de la Sorbona de París durante 30 años, escribió:
“En la historia de los primates, hemos de ser cautos para no dar por válidas las reconstrucciones de nuestros antepasados basadas en unos escasos vestigios, adelantados con toda seriedad por paleontólogos sumamente imaginativos. Esto explica porqué los árboles genealógicos del hombre se diseñan con rapidez y se descartan con la misma rapidez. Las obras más recientes sobre el tema parecen bastante mediocres, aunque implican nuevos e interesantes descubrimientos; los investigadores embarcados en estos estudios no tienen el conocimiento o el buen sentido de interpretar los descubrimientos correctamente.”
La evidencia de los fósiles ha mostrado que ha habido diferentes estadios en el desarrollo de la humanidad. Pero nunca se ha encontrado un eslabón que una cualquiera de esas formas homínidas con el linaje de otro animal. El famoso engaño del Hombre de Piltdown, demuestra el enfoque simplista de los paleontólogos al buscar este especulativo eslabón perdido.
El fósil más antiguo de una forma homínida, casi completo, es Lucy --se dice que tiene unos 3.500.000 años--. La estructura ósea muestra que Lucy caminaba erecta sobre dos piernas como nosotros y no como un mono. Lucy y los australopitecos como ella murieron durante la primera era glaciar.
“¿...habiéndoos creado en fases sucesivas?”.
Surah 71, Noé, aleya 14.

Fósiles encontrados en África, Asia y Europa muestran que hubo otra oleada de homínidos, más próximos a nuestro tamaño que Lucy y con una capacidad cerebral similar a la del hombre moderno. Esta oleada, el Homo Erectus, hace ya entre 500 y 150.000 años que desapareció.
“Hemos creado al hombre dándole la mejor complexión.”
Surah 95, Las higueras, aleya 4.

La siguiente oleada, el hombre de Neanderthal, está más cerca de nosotros en estructura y probablemente en apariencia. Murió hace 100.000-40.000 años.
“Si quisiera, os retiraría y os sustituiría por quien Él quisiera, igual que os ha suscitado a vosotros de la descendencia de otro pueblo.”
Surah 6, Los rebaños, aleya 133.

El hombre de Neanderthal convivió con el hombre de Cromagnon, al que sucedió constituyendo así la cuarta oleada. El hombre de Cromagnon es el antepasado directo del hombre moderno. No se ha encontrado un vínculo claro entre los diferentes estadios.
“Nosotros les hemos creado y hemos fortalecido su constitución. Si quisiéramos, podríamos sustituirles por otros semejantes.”
Surah 76, El hombre, aleya 28.

Una vez más la perspectiva del Corán y los hechos descubiertos por la investigación parecen coincidir. Pero aquí se detiene la semejanza. El Corán no comparte las teorías y especulaciones de los paleontólogos.
El último apoyo para la teoría de la evolución de las especies procede de la biología molecular, en especial del estudio de los cromosomas y el código genético. En los organismos pluricelulares el código genético completo se contiene dentro del núcleo de todas y cada una de las células del cuerpo. Una persona hereda una copia exacta de los genes de los padres y así se transmite información de una generación a otra. De la única manera que puede cambiar un gene es mutando durante el proceso de bipartición. Los especialistas en genética han probado que este proceso de mutación puede dar lugar a cambios físicos importantes en un corto espacio de tiempo. Pero esto está lejos de demostrar que una especie puede transformarse en otra. Y está aún más lejos de proporcionar una explicación completa de la miríada de formas de vida sobre el planeta.
Para que un organismo pluricelular cambie su naturaleza y su función muchos rasgos distintos han de evolucionar juntos. Lo que exige una coordinación genética extraordinariamente compleja. Atribuir tal coordinación al azar o a la mutación “casual” es un grave encogimiento de la imaginación. Francis Crick, que ha dominado la investigación genética desde sus comienzos, reconoce las severas limitaciones del enfoque molecular:
“En cierto modo se puede considerar todo el trabajo genético y molecular de los últimos 60 años como un largo interludio. Ahora que se ha concluido el programa hemos de volver de nuevo sobre los problemas que dejamos atrás sin resolver. Un organismo herido ¿cómo puede regenerar con exactitud la misma estructura que tenía antes? ¿Cómo forma el huevo el organismo?”.
Apenas se conoce nada del modo en que se comunican, cooperan y se organizan los genes para desarrollar un organismo de la complejidad del hombre. El intento de explicar la vida únicamente en términos de mecanismos moleculares azarosos es demasiado simplista. Fracasa al explicar las cuestiones fundamentales que hay tras el proceso de creación.
“Y os creamos. Luego, os formamos. Luego dijimos a los ángeles: “¡Prosternáos ante Adán!”
Surah 7, Los lugares elevados, aleya 11.

Es conocida la concepción espiritual que hay tras la creación del hombre a partir de arcilla o barro. La ciencia nos ha enseñado que hay también una realidad física en esta afirmación. Los componentes químicos que forman el cuerpo humano están presentes en mayor o menor cantidad en el suelo.
“¿... Señor, Que te ha creado, dado forma y disposición armoniosas, Que te ha formado del modo que ha querido?”
Surah 82, La hendidura, aleyas 7 y 8.

La creación de la humanidad en tanto especie se puede ver como un microcosmos con la creación de cada ser humano en particular. Las aleyas coránicas que tratan de la fertilización y desarrollo del embrión humano sorprenden por su claridad y precisión.
“...Que Él crea la pareja, varón y hembra, de una gota cuando es eyaculada.”
Surah 53, La estrella, aleyas 45 y 46.

“Luego, le colocamos como gota en un receptáculo firme.”
Surah 23, Los creyentes, aleya 13.

Una vez fecundado, el óvulo se desplaza hasta el útero donde expulsa vellosidades que utiliza para trepar por las paredes del útero y atraer alimento.
“¡Recita en el Nombre de tu Señor, que ha creado, ha creado al hombre de sangre coagulada!”
Surah 96, La sangre coagulada, aleyas 1 y 2.

“Luego, creamos de la gota un coágulo de sangre, del coágulo un embrión y del embrión huesos, que revestimos de carne. Luego, hicimos de él otra criatura.”
Surah 23, Los creyentes, aleya 14.

A medida que crece, el embrión atraviesa estadios durante los cuales muchas de sus partes no están proporcionadas.
“...Nosotros os hemos creado de tierra; luego, de una gota; luego, de un coágulo de sangre; luego, de un embrión formado o informe.”
Surah 22, La peregrinación, aleya 5.

“Luego, le ha dado forma armoniosa e infundido en él de Su Espíritu. Os ha dado el oído, la vista y el intelecto.”
Surah 32, La adoración, aleya 9.

Hemos nacido en una época de grandes logros científicos. Hemos aprendido mucho de los mecanismos infinitamente complejos de la Naturaleza. Cuando pensamos en la extraordinaria organización que preside el nacimiento y el mantenimiento de la vida, resulta cada vez más difícil considerarla producto de la casualidad.
Cuando los científicos profundizan en los mundos celular y subatómico y fuera en los misterios del universo, alcanzan nuevas y misteriosas fronteras del conocimiento. La concepción mecanicista clásica de la vida no sirve ya y los científicos se enfrentan a problemas que tradicionalmente se han considerado pertenecientes al reino de lo espiritual y de la creencia religiosa. Es cierto que la ciencia, al ser una forma de conocimiento relativa, nunca será capaz de responder a esas preguntas.
“¡Compañía de genios y de hombres! ¡Atravesad, si podéis, las regiones celestiales y terrestres! Pero no podréis atravesarlas sin ayuda de una autoridad!”
Surah 55, El Compasivo, aleya 33.

La comprensión de que la vida sólo se puede entender plenamente en términos de interrelaciones e interdependencias es el punto de partida de todo conocimiento religioso y espiritual. La Revelación Coránica es la más reciente en la larga tradición de sabiduría revelada. Presenta una perspectiva dentro de la cual otros medios de buscar conocimiento, incluida la ciencia, pueden orientarse hacia un entendimiento más completo. El mundo ya está viendo y sufriendo las consecuencias de la falta de una visión unificada.

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