La Pintada |
por Arturo Martínez Nateras*
Una inmensa piedra grabada le da nombre a esta pequeña localidad de la selva cafetalera de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Los petroglifos son mensajes de vida y de futuro.
El pequeño vallecito está envuelto entre cerros, sus cuevas fueron refugio de insurgentes y de revolucionarios antes de surgir como localidad productiva. Esa selva llegó a ser hogar de la guerrilla del profesor Lucio Cabañas Barrientos.
En 1957 se avecindaron los fundadores del asentamiento productivo. Ellos con sus manos plantaron las primeras huertas de café y dominaron las abruptas montañas. Llegar a La Pintada era toda una hazaña, caminar a pie o a lomo de bestia desde Atoyac o bajar del Filo Mayor.
Los fundadores bajaron desde Yextla y poco a poco La Pintada se constituyó como un polo de atracción por un sinnúmero de razones, entre ellas la disponibilidad de agua, la posibilidad de recibir tierra para producir café y la abundancia de flora y fauna para alimentarse y cultivar.
Los pintenses enfrentaron la hostilidad de los caciques que les negaban el derecho a asentarse en tierras del ejido El Paraíso o en bienes comunales de Tepetixtla; sufrieron y se sobrepusieron a las inclemencias del tiempo y a la hostilidad dominante.
Durante la crisis cafetalera de 1984 y ante la falta de apoyos del Inmecafe, decidieron organizarse y crear una figura productiva: la cooperativa La Pintada SCL, mediante la cual lograron exportar el grano verde e incidir en el proceso de agroindustrialización para ofrecer café de altura tostado, molido y envasado.
Siempre por su trabajo y con apoyos reales de los gobiernos federal, estatal y municipal, construyeron una pequeña población rural dotada de servicios sanitarios, agua entubada, calles empedradas; la construcción de una escuela primaria de ciclo completo, el jardín de niños, la telesecundaria, un auditorio de usos múltiples, la bodega, el beneficio húmedo y seco, la planta torrefactora, y hasta lograron la instalación de una línea completa de tecnología de punta adquirida en Hamburgo, Alemania.
Sus cuadros directivos incursionaron en la vida electoral transformando la resistencia agresiva por una serie de iniciativas triunfadoras -con María de la Luz Núñez Ramos, pintense hija y nieta de pintenses, como abanderada- que permitieron a la izquierda ganar la alcaldía de Atoyac y las diputaciones federal y local.
La avalancha del pasado 16 de septiembre arrasó con parte de la infraestructura, sepultó a más de 80 seres humanos de carne y hueso, con nombre y apellido, y la reacción de las autoridades ha sido tardía, lenta, a regañadientes. Quizá si hubiesen reaccionado oportunamente, se habrían logrado salvar algunas vidas. Me parte el alma escribir sobre tan conmovedora tragedia.
Después de ahora vendrá lo más difícil. Primero que nada los geólogos, con las autoridades y los pintenses, deben decidir si es viable el asentamiento humano en las proximidades de donde estaba o definir su reubicación.
La nueva fase de la vida de La Pintada debe tener una visión productiva. Lo mejor de todo es que con pasivos y problemas pero la maquinaria está entera; las huertas con inversión visionaria pueden ser detonadores de una nueva vida.
Con voluntad política presidencial en seis meses podría Enrique Peña Nieto subir a La Pintada a inaugurar el pueblo reconstruido y el complejo agroindustrial cafetalero. Ésta sería una verdadera batalla de la cruzada productiva contra el hambre.
Allá arriba, debajo de un majestuoso Palo Rey, están las cenizas de nuestro querido Fidel Núñez, líder fundador de la cooperativa, y con él comparten presencia ejemplar don Margarito Mejía, don Guillermo Valdés, el tío Tocho, La borrega, todos nuestros ancestros. Debajo de la avalancha de lodo quedó sepultado Leonardo Alarcón, quien fue uno de los presidentes de la cooperativa, y tantos y tan queridos amigos y camaradas; todas las víctimas tienen rostro, nombre y apellido.
Vamos a reencarnar y a seguir sus ejemplos positivos.
Es admirable la solidaridad nacional e internacional, y ella es un valor para volver a empezar en un nuevo piso.
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El autor de esta nota publicada en REFORMA, es originario de Tuxpan, Michoacán, en 1974 era dirigente del clandestino Partido Comunista; y del pago por el rescate del secuestrado senador Rubén Figueroa Figueroa, la brigada de ajusticiamiento del PdLP comandada por Lucio Cabañas Barrientos, entregó 2 millones de dólares a Arturo Martínez Nateras, luego éste fue fundador de la cooperativa cafetalera La Pintada y contrajo matrimonio con María de la Luz Nuñez Ramos; el libro "La Guerra en el Paraíso" de Carlos Montemayor es un relato de esa época en La Pintada, municipio de Atoyac, Guerrero.
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