viernes, 22 de noviembre de 2013

Una imagen ocasionalista del universo

Una imagen ocasionalista del universo


¿Tienen los objetos del universo existencia propia y poderes causales autónomos o están siendo constantemente creados y sustentados?


22/11/2013 - Autor: Nazif Muhtaroglu - Fuente: Revista Cascada



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Nazif Muhtaroglu.

Cuando vemos una película, creemos que estamos viendo el movimiento continuo de un objeto. Por ejemplo, un coche parece moverse durante cierto tiempo. En otras palabras, hay sólo un coche que se mueve. La realidad es completamente distinta. De hecho, lo que presenciamos es una serie de imágenes, o fotogramas, separados entre sí por finas bandas negras. Vemos una película que pasa a razón de 24 fotogramas por segundo. Pero debido al rápido movimiento de las imágenes, no podemos discernir los fotogramas individuales en este flujo discontinuo sino que los percibimos de forma continua, como si se tratase de un coche que se mueve en el tiempo y no de muchos fotogramas distintos que se suceden rápidamente unos a otros.

Nuestra incapacidad para percibir los fotogramas individuales suscita la pregunta de si también percibimos el universo de esta manera incompleta. ¿Tienen los objetos del universo existencia propia y poderes causales autónomos o están siendo constantemente creados y sustentados?

Hay una historia sobre Moisés, la paz sea con él. Aunque no sabemos si es cierta, contiene una lección provechosa. Según esta historia, Moisés se hace preguntas acerca de Dios y le pide al ángel Gabriel que le prepare un encuentro con Dios. Gabriel regresa con el mensaje de que Dios se manifestará a Moisés a medianoche, pero que Moisés debe esperarle sosteniendo un vaso de agua en cada mano. Moisés prepara los vasos y se dispone a esperar a Dios. Cerca de la medianoche, Moisés cae dormido por un instante. Los vasos caen de repente de sus manos y el estrépito de su caída le despierta. Entonces llega Gabriel con este mensaje de Dios: «Estoy siempre contigo y con todas las criaturas. Si dejase de aplicar Mi poder tan sólo un instante el orden desaparecería y todo se vendría abajo igual que tus vasos».

Existen puntos de vista diferentes sobre el modo en que Dios se relaciona con el universo, que van desde el ateísmo al ocasionalismo (que será definido más adelante). Pero, ¿podemos justificar realmente la creencia en que Dios sustenta constantemente el universo, tal como sugiere el relato? La idea de que la actividad creadora de Dios en el universo es incesante se denomina «creación continua». Existen, sin embargo, distintas versiones de esta doctrina. San Agustín creía que el universo está siendo sostenido continuamente por el poder divino, pero no descartaba la posibilidad de que cada ser tenga su propio poder de producir algo con ayuda de ese poder divino. Esta versión de la creación continua llevó a Santo Tomás de Aquino a la idea del «concurrentismo», que afirma que un suceso determinado se produce conjuntamente por el poder divino y el poder de los seres finitos. Otra versión de la doctrina de la creación continua se denomina «ocasionalismo», el cual niega categóricamente la atribución de poder causal a las criaturas. Según el ocasionalismo, todo es creación exclusiva de Dios a cada momento y ningún ser creado desempeña un papel en la creación. Esta doctrina fue formulada por primera vez por la escuela ash’arí de la teología islámica, tuvo eco entre los cartesianos, es decir, los filósofos seguidores de Descartes, y Malebranche le dio su famosa formulación. Este artículo se propone demostrar que el ocasionalismo presenta una explicación plausible del universo.

El ocasionalismo en la filosofía y la teología islámicas

La escuela ash’arí recibe su nombre del Imam Ash’arí (936 d.C.), un famoso sabio y teólogo musulmán, y fue la primera escuela que adoptó el ocasionalismo de forma consistente. En la cosmología ash’arí, el universo puede ser analizado en términos de dos categorías principales: las categorías de sustancia y de accidente. Un accidente puede ser considerado simplemente como una propiedad y la sustancia es la cosa a la que se atribuyen las propiedades.

Las sustancias se caracterizan generalmente por tener partículas invisibles (átomos). Los átomos son homogéneos, y la diversidad observable en la naturaleza es producto de la heterogeneidad de los accidentes inherentes a esos átomos-sustancias. Se considera que los accidentes son perecederos por naturaleza. Ningún accidente puede mantenerse sino que perece en el instante de su nacimiento si Dios no lo recrea en su sustancia. Este es el punto crucial que defiende el ocasionalismo. Los accidentes no pueden existir por sí mismos y los átomos, que necesitan accidentes para su existencia, tampoco pueden existir por sí mismos. Todos los átomos y accidentes precisan del poder de Dios para existir y subsistir en el tiempo.

En la metafísica ash’arí, no se trata de que Dios pueda crear cualquier cosa. Hay cosas que no caen dentro de la esfera del poder divino. Es absurdo que existan sustancias sin accidentes y decir que Dios puede crear una sustancia sin accidente es totalmente irracional. Lógicamente, los casos contradictorios quedan excluidos del ámbito del poder divino. En otras palabras, decir que Dios puede crear cuadrados redondos o casos lógicamente contradictorios es un error de categorías, como lo es decir que el número 2 es verde. Los números no son entidades a las que se puedan aplicar predicados de color. En otras palabras, los predicados de color poseen un determinado ámbito o extensión de aplicabilidad que excluye los números. Por otra parte, las propiedades de «ser impar» o «ser par» son aplicables a los números, pero no a los objetos materiales. Afirmar que esta silla es par es otro error de categoría.

Así pues, cada predicado tiene una cierta extensión a la cual se aplica legítimamente. Las cosas o las expresiones que caen fuera del ámbito (o extensión) de un cierto predicado conducen a un error de categoría si son asociadas con dicho predicado. Por tanto, la frase «Dios no puede hacer algo» incluye un error de categoría si ese algo en cuestión es por ejemplo una contradicción, pues las contradicciones no están dentro del ámbito del poder divino.

En resumen, las características generales de la cosmología ash’arí muestran un universo discontinuo, que depende del poder creativo de Dios para existir y subsistir en cada momento. Además, no considera ciertos casos como factibles de ser creados, tales como las absurdidades o los sinsentidos.

Al-Kindi apoya la descripción ash’arí del universo al señalar la imposibilidad de que exista un vínculo causal real entre objetos naturales. Afirma que cualquier cosa que resulte afectada por una acción o sea sujeto de ella no puede ser un verdadero agente. Un verdadero agente actúa sobre lo que es afectado sin verse él mismo afectado por ninguna clase de efecto. Todo en este universo es sujeto de acción y afectado por otro. Por tanto, solo Dios es el verdadero agente. El resto son causas sólo metafóricamente, y carecen de poderes causales reales.

Posteriormente, Al-Gazali se concentra en las relaciones causales aparentes entre sucesos y sostiene que la relación causal entre dos sucesos cualesquiera no puede ser justificada ni lógicamente ni por experiencia. Consideremos su ejemplo siguiente en el que el fuego y un trozo de tela entran en contacto y la tela resulta quemada. Un trozo de tela y el fuego no pueden tener una relación lógicamente necesaria entre ellos porque podemos concebir un suceso sin el otro, y esto no lleva a ninguna contradicción.

La simple observación no justifica que la combustión de la tela sea un efecto causado por el fuego porque lo único que podemos observar es que el fuego y la combustión de la tela aparecieron juntos, pero no que el fuego causara la combustión.

Esta metafísica ocasionalista no niega que los seres humanos sean libres en lo que eligen y que son responsables de sus acciones. Los ash’aríes se refieren a las acciones humanas mediante la fórmula siguiente: los seres humanos adquieren sus acciones, pero Dios las crea. Al-Maturidi clarifica posteriormente la naturaleza de la adquisición de sus acciones por parte de los seres humanos identificando como ámbito de esa adquisición la capacidad de elección de los seres humanos. La tesis de que Dios es el único agente causal en el universo suscitó la discusión sobre si las elecciones que hacen los humanos son creadas por ellos o no. Si se atribuye dicha creación al ser humano, entonces el ocasionalismo quedaría descartado porque eso implicaría atribuir a los humanos poder causal junto con Dios. Si Dios crea las elecciones humanas, entonces los seres humanos no pueden ser responsabilizados de sus elecciones sencillamente porque no son suyas. Sadr us-Sharia y posteriormente Taftazani ofrecen una solución ingeniosa a este problema al negar que la capacidad humana de elección pertenezca a la esfera del poder divino. En su opinión, la elección humana es un asunto relativo y relacional que surge entre la inclinación y la acción. Asumamos, por ejemplo, que siento deseo de beber agua. Decido entonces beber, tomo un vaso de agua y realizo la acción.

Mi elección es un asunto relacional entre mi deseo de beber agua y el acto de beberla. Las relaciones no son cosas que tengan existencia definida. Pensemos en derecha e izquierda. Mi pluma está a la derecha de mi taza de té desde un cierto punto de vista, y a la izquierda desde otro punto de vista. Si bien mi pluma y mi taza de té tienen existencias definidas, las relaciones de posición entre ellas, a derecha o a izquierda, no la tienen. Estas relaciones son asuntos relativos y por ello no son objetos reales sujetos al poder divino. En otras palabras, la elección humana en tanto que asunto relacional no está bajo el influjo del poder divino igual que no lo están los cuadrados redondos. Por consiguiente, sería un error de categoría decir que Dios podría o no podría crear las elecciones humanas. Veamos cómo ha sido formulado el ocasionalismo en Occidente.

El ocasionalismo de Malebranche y la tradición cartesiana

Malebranche (m. 1715) es un discípulo de Descartes. Acepta los principios básicos de la filosofía cartesiana y hereda los problemas legados por Descartes. ¿Cuál es la naturaleza exacta de la causalidad? ¿Cómo se relaciona la mente con el cuerpo? Estas son algunas de las cuestiones importantes a las que los filósofos cartesianos intentaron dar respuesta. El ocasionalismo de Malebranche es una respuesta a tales problemas y también el resultado de sus preocupaciones teológicas.

En lo que se refiere a su motivación teológica, Malebranche concluye que la creencia en las causas secundarias —es decir, el atribuir poder causal a otros seres aparte de Dios—, lleva al paganismo. Para Malebranche, si estamos bajo el control de un poder que pertenece a un ser natural, estamos obligados a servir a ese ser según el siguiente principio enunciado por San Agustín: todo lo que actúa sobre nosotros está por encima de nosotros, y lo inferior sirve a lo superior. Como resultado, niega cualquier capacidad causal en la esfera de los seres creados.

Malebranche denominó a su doctrina «ocasionalismo» porque Dios crea los acontecimientos, no de manera arbitraria sino de una forma regular, de modo que ciertos sucesos naturales son «ocasiones» para la creación divina de ciertos efectos. Lo que la gente denomina «causas o poderes naturales» son en realidad «causas ocasionales» en el sentido de que representan la uniformidad de la acción de Dios en el mundo y nos proveen de un sistema ordenado de naturaleza creada. Volviendo al ejemplo de Al-Gazali, podemos decir que la presencia del fuego cerca de un trozo de tela es la causa ocasional para que Dios queme la tela. Dada su insistencia en las causas ocasionales, los ocasionalistas no se sitúan al margen de la actividad científica; al contrario, la fomentan. En su opinión, los científicos buscan las causas ocasionales secretas y ocultas, y tratan de comprender cómo opera Dios en la creación.

Dios es la única causa real que posee auténtico poder causal. De acuerdo con el análisis de Malebranche de la verdadera causalidad, debe existir un vínculo necesario entre una causa real y su efecto. Un vínculo necesario sólo puede existir entre la voluntad de un ser infinitamente perfecto y un efecto cualquiera. Esta es la razón de que sólo Dios pueda ser considerado como una causa verdadera. En otras palabras, cualquier suceso o efecto precisa de un poder absoluto para existir. Es imposible que los seres finitos produzcan algo. Lo cual implica que los dos tipos de seres finitos de la metafísica cartesiana, o sea, cuerpos y mentes, son causalmente ineficaces.

Malebranche acepta la definición cartesiana de cuerpos y mentes. Los cuerpos son esencialmente sustancias extensas, mientras que las mentes son sustancias pensantes. Los cuerpos son impotentes por definición, porque la idea de extensión no incluye la idea de poder: no existe ningún poder que pertenezca a la esencia de los cuerpos. Malebranche pensaba que la observación o la experiencia sensorial nos lleva a imaginar un vínculo causal entre dos cuerpos que interactúan, como cuando una bola de billar golpea a otra. Sostiene que la razón corrige la percepción y nos muestra la verdad acerca de la ineficacia de dichas bolas reflexionando sobre el concepto de extensión que excluye el concepto de poder o eficacia causal.

Las mentes son también causalmente impotentes. Sin embargo, la gente posee libre albedrío y son por ello responsables de sus actos. Malebranche se abstiene de atribuir poder causal a la voluntad humana, diciendo: «No sé si eso puede llamarse poder». Sin embargo, no ofrece una explicación detallada como la de Taftazani acerca de la cuestión de cómo la gente puede ser libre si carece de poderes causales propios. No obstante, su ocasionalismo ofrece una buena solución al problema mente-cuerpo que tanto preocupó a Descartes y a muchos cartesianos. Este problema es bastante complejo porque la mente y el cuerpo son postulados como dos sustancias completamente distintas que no tienen nada en común. ¿Cómo, pues, interactúan, por ejemplo, cuando sentimos dolor al hacernos un corte en la mano o cuando movemos una silla si queremos hacerlo?

Malebranche resuelve el problema alegando que cada estado de mente y cuerpo es creado por Dios en función uno del otro. Es Dios quien crea el deseo de beber agua y Dios también quien mueve nuestros brazos sin ninguna interacción entre mente y cuerpo, y crea la acción de beber agua. Dicho en términos sencillos, el papel de los humanos en esta explicación es el de elegir cumplir o ignorar las intenciones que tienen en sus mentes.

Malebranche se acerca mucho a los ash’aríes en su planteamiento de las absurdidades. Las contradicciones y otras absurdidades no están sujetas al poder y la voluntad divinos. Esta posición de Malebranche le aparta del camino de Descartes porque Descartes admite que Dios puede cambiar las leyes lógico-matemáticas. Malebranche rechaza tal idea y excluye las contradicciones lógico-matemáticas de la esfera del poder divino.

Conclusión

Para mucha gente, la idea de que el universo es constantemente creado y controlado exclusivamente por el poder divino es difícil de aprehender. Mucha gente tiende a creer en una explicación más naturalista del universo, según la cual cada cosa tiene su propio poder y papel en el sistema global. Sin embargo, es fácil ver cuán a menudo nos engañamos si recordamos nuestra incapacidad para percibir los fotogramas de una película. La imagen de la realidad es más compleja que su apariencia. Existen excelentes razones para adoptar una explicación ocasionalista del universo. Es interesante ver que esta explicación ha sido defendida tanto por filósofos musulmanes como cristianos. Observamos numerosos paralelismos entre Malebranche y los filósofos musulmanes en esta cuestión.

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