Sentimientos del Islam
12/05/2007 - Autor: Ahmad Munir - Fuente: Webislam
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Ahmed Munir
Árabe, africano, latino o español. El musulmán se mueve hacia afuera en un sentido inverso a las manecillas del reloj que marcan el tiempo temporal. Busca su origen en cada salat, la luz primera y la última. Después se va al mercado a comprar los víveres para sus hijos.
En el mercado mira las frutas y los granos y también en ellos busca el origen y el fin. Paga y en el calor de la moneda se da cuenta de cómo el cobre se vuelve vida por un significado último y cuando regresa a casa está anocheciendo. El nuevo día en el Islam comienza al caer la tarde y comenzar el Recuerdo.
Dos maestros están hoy frente a frente en una mezquita latinoamericana. Uno explica que los musulmanes son aquellos que han reconocido el Santo Koran, el otro explica que cada ser humano está sometido a la Realidad Divina. Al final, con su respiración en voz alta, ambos llegan a un punto de partida: en cada aliento el ser creado adora de grado o inconscientemente a la Realidad Divina , que es Su sustento. El Único.
Un ser humano mira hacia los padres y sabe que su pertenencia a su entorno -el sagrado vínculo de sangre- le muestra entre sus monedas una tradición religiosa. La musulmana lo expresará a sus hijos, la católica también, el indígena vivirá culturalmente por esa ley. Nace el ser de y hacia la Luz, pero sus padres le nombran el primer trazo del camino.
El musulmán mira a sus padres y los honra profundamente. Se voltea hacia enfrente y comienza su camino: la realización de las palabras, caricias de su madre, y los gestos vivos de su padre. Ambos representan para él la puerta al universo de lo masculino y femenino. Serán los lentes con los que verá en su vida, lo demás depende de la agudeza de su ojo en el rostro y de sus ojos en el corazón.
No hay momento de espera en la intimidad. El aliento llama al beso y el beso a la unión última. Entre ellos hay mercados, autobuses, camellos y televisión. El ser humano se da cuenta de repente que en su cabeza hay una corona blanca. Y con ella mira el dolor causado al pasar de los años, el amor que se marchita en una parte de su ser y el oxido en la paredes interiores del pecho. Sólo el Recuerdo de la Verdad pule las huellas temporales..
Mirando bien se da cuenta por un instante que la materia prima, la Luz, es la misma en todos los fenómenos y en ese momento una avalancha de deseo, vida, prejuicios y tristezas la arrancan de sí y lo llevan a ser un vehículo de vida. ¿cuál es el momento? Cuando su incompletad le da un movimiento hacia lo otro: una pareja.
El río de la vida tiene sus bemoles: se abre paso entre manglares, vías rápidas y el soporte de la tradición social del hombre. La mejor posible en cada destino.
Y por fin llega la muerte con su vestido dominguero, y la cosecha aún en el surco. La enfermedad y el sollozo. El ser humano toma de si lo mejor y lo reparte abruptamente, porque no se había dado cuenta que lo tenía. A veces es demasiado tarde, a veces llega temprano.
A la entrada de la otra vida la pregunta de Dios no es ¿eras boliviano, mujer, musulman o cristiano, carpintero o cuantos hijos tenías? La pregunta es: Yo siempre he estado contigo ¿tu donde has estado?
El alma puede recibir la luz que su pecho soporto, la que no se vuelve un sueño en llamas que despierta la corona blanca.
Ahmed Munir es periodista de investigación en tierras indígenas, miembro de la tariqa Yerrahi en Mexico y responsable de Webislam para Latinoamérica.
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