lunes, 24 de noviembre de 2014

El Gran Manipulador

El Gran Manipulador

15/09/2001 - Autor: Abdelkarim Osuna - Fuente: Verde Islam 17
  • 0me gusta o estoy de acuerdo
  • Compartir en meneame
  • Compartir en facebook
  • Descargar PDF
  • Imprimir
  • Envia a un amigo
  • Estadisticas de la publicación


el gran manipulador web
el gran manipulador web
“Si no os enfrentase los unos a los otros os corromperíais.”
Qur’án
“Son las épocas de salvación y su signo es una fogosa resistencia.”
José Lezama Lima
Las mentiras del FBI
Cualquier persona reflexiva se dará cuenta de que estos días nos hemos visto enfrentados a un enorme proceso de manipulación de masas que ha inculcado en las gentes una versión insostenible de los acontecimientos para legitimar una nueva escalada bélica. No ha habido prácticamente nadie que cuestionase —por lo menos públicamente— la legalidad de la guerra que se nos anuncia, aún cuando ni las pruebas aportadas por el FBI aguantan el más mínimo examen, ni existe ningún dato que vincule a los supuestos autores con Ibn Laden. Hemos visto, en cambio, cómo todas las facultades críticas se ponían a un lado y los medios de comunicación y muchos ciudadanos se limitaban a repetir ciegamente un discurso dictado “desde arriba”.
Existe una resistencia interna a reconocer que todo es un montaje, pues ello nos conduciría a aceptar el carácter abiertamente manipulador de quienes nos gobiernan. Poner en duda la versión oficial nos conduce, en última instancia, a preguntarnos por qué la democracia se ha visto transformada en sierva de una maquinaria bélica que está convirtiendo el planeta en un inmenso campo de concentración, un campo global de trabajo donde más de tres cuartas partes de la humanidad trabajan para nosotros como esclavos.
En la versión oficial sobre lo acaecido el martes 11de septiembre de 2001 —que se nos ha ido dando a pedazos, como piezas de un puzzle que no encaja— hay tantos cabos sueltos que resulta comprensible que el Congreso de los EEUU haya decidido tomar un atajo y, prescindiendo de toda prueba, declarar la guerra... “a alguien”. El día 12 hubo analistas que anunciaban un determinado plazo para los bombardeos de represalia. A la pregunta de a quién se iba a bombardear contestaban con una sonrisa de sarcasmo. ¿Qué más da? Un periodista del Washington Post clamaba: “¡Declaremos la guerra! No importa a quien: no nos detengamos por un simple formulismo...” Y así toda la prensa.
Repasar la prensa de esos últimos días nos enseña mucho sobre cómo debieron gestarse los linchamientos del pasado, solo que ahora se trata de una escala mucho más grande, que abarca a países enteros y que ha sido dirigida por las instituciones más poderosas del planeta. Tal y como lo muestran las palabras del senador Gary Hart (que estuvo a punto de ser candidato republicano a la presidencia) no se trata de una exageración:
“El estado de ánimo de América tras este ataque se aproxima bastante al de una furia helada. ... En el Oeste tuvimos un problema con los ladrones de ganado en el siglo XIX. Procedimos de forma muy parecida a la que haremos ahora. Les daremos a estos terroristas un juicio justo... y después los colgaremos.”
Esta visión pueril y terrible de los sucesos es, por desgracia, la predominante en estos días, y nos hace pensar en esta inmensa nación, y en sus gentes como dominadas por una mitología infantil, que tiende a confundir la realidad con lo ficticio. Hace muchos años que viven en el sueño de su ‘superioridad’, sostenido por un patriotismo a toda costa que les hace incapaces de reflexión. El pueblo, incitado por los medios, parece querer venganza, y ésta es exactamente lo diametralmente opuesto a la justicia, su negación concreta. Todos lo sabemos.

Cabos sueltos
En verdad se tarda poco tiempo en escoger un culpable, y el gobierno USA, que lo tenía enfrente (o a su lado) ha preferido dirigirse a otras latitudes, ha escogido al enemigo perfecto, a ese mismo enemigo virtual minuciosamente creado por asesores de imagen en los últimos años: un loco ex-agente de la CIA con rostro de iluminado, que dice ser musulmán y odiar al gobierno de Arabia Saudí, a Israel y a los EEUU. ¿Se ha vuelto Ibn Laden en contra de su antiguo amo? ¿Es la “oveja negra de la CIA” como dicen algunos? ¿Sigue trabajando para ellos? No podemos saberlo, pero todas las sospechas son fundadas, perfectamente comprensibles para quien esté familiarizado con los métodos de los servicios de ‘inteligencia’ americanos.
En las listas de los presuntos ‘suicidas’ elaborada por el FBI hay muchos que están vivos. Abderrahmán Said al-Omari, piloto de Saudia Airlines, ha presentado una protesta en su nombre, y la embajada norteamericana en Riyad ha tenido que pedir oficialmente sus disculpas. Pero este no es el único caso:
Otro supuesto suicida, Said al-Ghamdi, ha afirmado que se encontraba desde hace nueve meses en Túnez... Un tercer saudí, Abdelaziz al-Omari, incluido en la lista de los diecinueve piratas del aire, se encuentra vivo y coleando en Arabia Saudí... afirma haber perdido su pasaporte en Denver en el transcurso de una estancia en los Estados Unidos en 1995. Un diplomático saudí, que estuvo desatacado en Washington, ha desmentido la implicación de su hijo... Desmentidos similares han sido presentados por Badr al-Hazemi, un médico, y Salem Ibrahim al-Hazemi, cuyos nombres figuraban en la lista del FBI.
Varios de ellos se han querellado por difamación contra la CNN. Tal vez de aquí unos años llegue la sentencia que los disculpa por seguir con vida y no haberse suicidado, pero seguramente ya será demasiado tarde y las tropas norteamericanas estarán firmemente asentadas en el centro de Asia.
En el diario español La Vanguardia del 14 de septiembre de 2001 apareció la siguiente noticia en referencia a dos de los cuatro supuestos pilotos suicidas, Mohamed Atta y Marwan Al Shehi. La Vanguardia dice textualmente:
“Instructores de vuelo contactados por La Vanguardia, cuya identidad se preserva para garantizar su seguridad explicaron ... que los dos eran malísimos como pilotos .... Ahora también han averiguado que alquilaron avionetas en otra academia llamada Tirrus, donde el instructor se negó a firmar el documento que acreditaba su pericia porque la forma de tripular de los alumnos era lamentable ... Según las fuentes aeronáuticas estadounidenses, esta trayectoria irregular denota que quienes tripulaban los Boeing eran personas con poca experiencia en el manejo de estos aparatos, en contra de algunas opiniones que sustentan la gran pericia de los terroristas.”
Pero esto no cuadra para nada con la opinión del comandante de la Fuerza Aérea Ecuatoriana, Oswaldo Domínguez, para quien “los atentados son increíbles”. Sobre la opinión de este experto militar, continúa el periodista Kintto Lucas:
“Conociendo la capacidad de defensa aérea e interdicción de Estados Unidos, el militar no entiende cómo los cazas no tuvieron oportunidad de actuar. También cree que los pilotos fueron entrenados en Estados Unidos, como parecen confirmar las investigaciones. Para afirmar esto se basa en que manejaron a la perfección las cartas de navegación aérea y los procedimientos de este país. Según el general de aviación ecuatoriano, ‘el segundo impacto en la torre fue conducido con la misma técnica de los pilotos japoneses en actos suicidas’. Existió precisión en la ruta hacia el objetivo, conocimiento de los principios aerodinámicos y el movimiento de los controles para hacer virar el avión y hacerle penetrar en el edificio, ‘por eso inclusive aceleraron en el tramo final’.”
No es creíble que unos aficionados a las avionetas, “cuya pericia era lamentable” sean capaces de manejar un Boeing con precisión desde su origen hasta un objetivo situado en el corazón de Nueva York.
Sobre Muhámmad Atta y Marwan Al Shehi también se sabe que habían sido vistos borrachos en varias ocasiones. Tres días antes del ataque Muhámmad Atta estuvo a punto de ser detenido por una bronca en un local nocturno, poniendo en peligro el supuesto plan para el que llevaba, según el FBI, años preparándose. Esa no es la imagen de un “suicida religioso” concentrado en el acto supremo de su vida. Como dice W. Stample: “O es un borracho o un fanático musulmán, pero ambas posibilidades son excluyentes”.
¿Entonces que pintan aquí en esta historia estos dos árabes, malos aprendices de aviación y buenos juerguistas? Indudablemente Atta y Marwan existen, o mejor dicho, han existido, porque tal como empieza a sospecharse que es la verdadera historia de este atentado, doblemente siniestro y monstruoso, Atta y Marwan, como los otros dos pilotos, ya no deben de estar en el mundo de los vivos. Han debido desaparecer para siempre y bien antes del 11 de septiembre. Los cuatro ‘pilotos’ árabes parecen una pista falsa preparada durante largo tiempo.
El tal Atta —del cual se ha distribuido ampliamente su fotografía por la cara de “mala leche” que tiene, en un alarde mezquino de maniqueísmo— había terminado su tesis doctoral... si se pensaba inmolar, ¿por qué realizar esa tesis? Otro de los inculpados como secuestradores acababa de doctorarse en Hamburgo, donde había cursado la carrera de Urbanismo según información aparecida en el diario El Mundo. La nota final fue de sobresaliente, para lo que hay que dedicar sin duda considerables esfuerzos. En el mismo periódico se asegura que sus compañeros y profesores “no se lo explican”.
La historia de los otros dos pilotos mencionados en el primer comunicado del FBI es todavía más escandalosa.
Tras informar a todo el mundo de que los ciudadanos Adnan Bukhari y Ameer Bukhari eran los pilotos que estrellaron los aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York y relacionarlos con la organización de Ibn Laden, la CNN tuvo que incluir una rectificación en su sitio web. Pero en un lugar muy poco llamativo: como acotación en una nota titulada Arrests made at New York airports. Citando fuentes ‘federales’, la CNN afirma ahora que el FBI considera inocente a Adnan Bukhari, quien incluso tuvo que someterse a la prueba del polígrafo en un interrogatorio. Además, el segundo piloto, Ameer, falleció el año pasado, precisamente en un accidente de aviación.
Entre los absurdos más evidentes de estos días está lo del “pasaporte encontrado” a cincuenta metros de las torres... ¿Será el mismo perdido en Denver en 1995 por Abdelaziz al-Omari? ¿O será que uno de los terroristas lo lanzó del avión como ‘recuerdo’ antes de estrellarse? ¿O será que el FBI lo ha puesto ahí —como Orson Welles-Quinlan en Touch of evil— en su misión de encontrar un rápido culpable?
Incoherencias
Estos son tan sólo algunos de esos ‘cabos sueltos’. Para un análisis algo más completo nos remitimos al artículo de William Stample Las incoherencias de la versión oficial (vínculo aparecido en el nº 140 de webislam y que se halla incluido en este número de Verde Islam), que citamos ampliamente:
“Siendo así es perfectamente comprensible que el martes 18, cuando al secretario de Defensa de los EEUU, Donald Rumsfeld, se le preguntó por qué el gobierno norteamericano no presentaba pruebas concluyentes sobre la implicación de Ussamah Ibn Laden y Al Qaeda en los atentados, contestara que “carece de sentido desvelar información confidencial”. Unos días antes el fiscal general de Alemania había declarado que la pista del FBI estaba totalmente equivocada. Además, la Policía alemana dijo tener constancia de la presencia de Atta en Hamburgo desde hace nueve años. La revista especializada Jane’s Defense Weekly, en su número de primeros de julio, presentó a Atta como uno de los colaboradores del líder de la Alianza del Norte, la oposición a los talibán... Quince días después de los sucesos el fiscal general de los EEUU, John Ashcroft, tuvo que reconocer ante el propio Congreso norteamericano que el FBI no había sido capaz de relacionar a los supuestos secuestradores con la organización de Ibn Laden. Los 352 sospechosos detenidos por el simple hecho de ser árabes, tuvieron que ser puestos en libertad, ante la inutilidad de las pesquisas. Pero la ‘guinda’ la ponía el secretario general de la OTAN cuando declaraba el día veintidós ante los atónitos periodistas, que “no es necesario que los EEUU presenten pruebas...”.
Las declaraciones de Rumsfeld, de Ashcroft y de Ferguson muestran claramente que no existe ninguna prueba sólida que fundamente la versión del FBI, y mucho menos una vinculación que los lleve a Afganistán. Aún así las tropas ya han sido trasladadas a la zona del conflicto.
La verdad es que no se puede relacionar a esos hombres con Laden por el simple hecho de que no se los puede relacionar con los propios ataques, excepto como víctimas.
Si mantenemos, aunque sea por un mínimo tiempo, nuestras capacidades críticas nos daremos perfecta cuenta de que no existe ninguna base legal para esta guerra, ni el Congreso de los EEUU tiene autoridad para saltarse todas las normas y autorizar dicha guerra sin una investigación satisfactoria; hacer eso es ponerse a la altura de lo que se combate. Si ejercemos un mínimo nuestro raciocinio nos daremos perfecta cuenta de que lo que Cheeney anuncia es la financiación de un nuevo terrorismo, y si nos acordamos de que ese al cual se señala como responsable de los atentados fue una creación de la CIA para combatir el comunismo, nos daremos perfecta cuenta de que entramos en una espiral completamente absurda de violencia...
¿Se acuerdan de cuando Ronald Reagan dijo que los muÿâhiddin afganos eran comparables a los pioneros norteamericanos en la lucha por la independencia? Ahora son terroristas... lo mismo sucederá inevitablemente en el futuro. No se pacta con la bestia, y cualquiera sabe que la legalidad se diferencia de la ilegalidad por eso, porque acepta las reglas y no cae en el “juego perverso y sucio” —según palabras del vicepresidente de los EEUU— al cual nos vemos abocados.
Guerra sucia
Si prolongamos un poco más nuestras capacidades críticas nos damos cuenta de que la versión oficial es completamente absurda, y de que asumir esa versión sin cuestionarla es un acto de irracionalidad y sumisión indigna de una persona civilizada. De hecho, ni en el caso de que Ussamah Ibn Laden haya sido el promotor de estos crímenes horrendos está justificado lo que nos anuncian: el pacto con pistoleros que den el tiro en la nuca a los disidentes de toda la tierra, pues ya no habrá medidas, y el gobierno norteamericano podrá ‘limpiar’ el globo de opositores a su política de imperio.
Los aliados se suman gustosos a esa política, pues todos tienen intereses que defender, opositores a los gobiernos sumisos a sus planes. Se pueden prever asesinatos de líderes de los derechos civiles, cierres de ONGs molestas, más opresión y más violencia institucionalizada. Recordemos las palabras de Kissinger referidas a un dictador sudamericano, Pinochet, según creo: “He is a son of a bitch, but is OUR son of a bitch...” (“Él es un hijo de perra, pero es NUESTRO hijo de perra”). Los USA prefieren un tirano que se ponga de su lado que un demócrata que vele por su gente. Incluso prefieren ser ellos mismos el tirano... lo cual es perfectamente normal en una sociedad mercantilista, para la cual sólo cuenta el beneficio. En realidad ésta no es la guerra contra el terrorismo sino la “piedra de toque” de la globalización, asociada de una forma genocida con la civilización occidental.
Por último, si pensáramos un poco, nos habríamos dado cuenta ya hace tiempo de que gran parte del planeta vive en la pobreza, de que el mismo 11 de septiembre, y según la FAO, murieron de hambre más de 36.000 niños en el tercer mundo, de que toda esta reacción es una locura, y de que hay unos cuantos hombres que se aprovechan de todo y ejercen una política conductista que encamina al mundo hacia la barbarie —mañana morirán 40.000, pasado mañana 50.000— en nombre de una justicia que se salta sus propias reglas cuando quiere, en nombre de una civilización increíblemente militarizada. Lo que se avecina es pues el tiro en la nuca de todos los disidentes del planeta a la política estadounidense, camuflada como “defensa de la libertad y la justicia”. Dentro de unos años muchos han de darse cuenta de lo que esto significa, pues el poder nunca se detiene, siempre va más allá de lo que hasta ese momento ha conseguido. Esto es, pues, el anuncio de un nuevo sistema policial global, que va mostrando cada vez mas descaradamente su verdadero rostro.
Justicia Infinita
Los gobernantes hablaron primero de justicia ‘infinita’ y más tarde de libertad duradera, cuando en realidad lo que se inicia es una guerra de apropiación de los pocos recursos naturales que aún no les pertenecen: las reservas de gas de Asia Central están en el ojo de todos los estados occidentales desde hace muchos años. Es evidente que se trata de un montaje, pero parece difícil hacer ver esto a la gente, que prefieren seguir aferrados a la idea del “occidente libre y civilizado”, de que pertenecen al bando de los ‘buenos’. Asumir la verdad, aunque esta sea tan evidente como ahora, parece imposible cuando ello nos supone cuestionar los tópicos en los que se asienta nuestra visión del mundo.
El gobierno USA señala con el dedo, y esto basta para que la población en masa crea que los árabes son ‘malos’: “está es una lucha entre el bien y el mal” ha declarado el presidente Bush, y en todos los periódicos se insiste en que el terrorismo es algo relacionable con el Islam, pues ésta es una religión fanática, que “promete el paraíso a quien se inmole por la causa”. Esto es algo absurdo y completamente contrario al Islam tal y como lo viven más de mil millones de personas.
Todos los musulmanes saben que el suicidio conduce directamente al Fuego, y que no hay ninguna justificación que lo haga lícito, como tampoco la participación en ningún acto en el que mueran civiles inocentes. Pero basta la imagen de unos cuantos para que esto carezca de importancia, pues sólo lo terrible es digno de aparecer en las noticias. Se ha difundido tan concienzudamente la imagen del “terrorista islámico” en los últimos años que ésta ha calado en la población, desplazando cualquier otra imagen posible del Islam.
Algo similar sucedió en Serbia durante la guerra de los Balcanes, donde se vio claramente cómo el control de la TV es el control de las conciencias, y cómo este medio puede modificar nuestra visión del mundo hasta límites insospechados. Cuando la TV de Belgrado sustituyó a la de Bosnia se produjo un cambio total en la información: “Los bosnios pasaron a ser denominados ‘musulmanes’, luego ‘fundamentalistas’, más tarde ‘turcos’ y ‘moros’, para acabar siendo simplemente ‘cerdos’.” (Montserrat Armengou, en el Viejo Topo nº 72).
Para huir de semejante identificación, la población serbia de la república Bosnia, tradicionalmente tolerante y acostumbrada a la convivencia con los musulmanes, fue desarrollando actitudes xenófobas. “Los vecinos pasaron a desconfiar de sus vecinos”. Muchos pasaron a justificar el genocidio. (Estos días hemos recibido información sobre el hallazgo de una nueva fosa común en Svrenika, con por lo menos 162 cadáveres. Esto no es noticia. Que Al-lâh los guarde junto a si).
Las cosas están tan mal, y la información que nuestros conciudadanos reciben es tan falsa, que los musulmanes europeos nos preguntamos si eso mismo no estará sucediendo hoy en día en nuestras sociedades, aunque en una escala menor, pre-bélica. Para muchos el Islam es fanatismo, y es imposible hacerles ver cualquier otra cosa. Una gran civilización se ve reducida a la miseria por la ‘magia’ de los medios, pues todo lo que éstos no mencionan ha dejado de existir para el televidente. Para que los cristianos se hagan una idea, es como si se nos dijera que el cristianismo es en esencia terrorista señalando al IRA, pasando por alto todos los siglos de civilización y grandes obras que el cristianismo ha realizado, así como el propio mensaje de Cristo y el modo de vivir de la mayoría de los cristianos del mundo.
Otras preguntas
Por todo ello nos hemos visto obligados a cambiar, por un momento, nuestra pregunta inicial —“¿Quién ha sido?”— por una serie de preguntas ante las reacciones en cadena de los últimos días: ¿Cómo es posible que la OTAN se apresure a sumarse a la “fiesta de la guerra” sin otras consideraciones que las del dedo que señala? ¿Cómo es posible que la urgencia de respuestas se ponga por encima de la legalidad más elemental? ¿Cómo es posible que se demonice al Islam a causa de unos terroristas a los que Washington ha armado? ¿Cómo es posible que miles de norteamericanos acepten recortes en sus libertades civiles para combatir a un enemigo invisible? ¿Cómo es posible que Dick Cheeney diga que se van a utilizar medios terroristas para erradicar el terrorismo, y que la gente no se escandalice?
Todas estas preguntas nos conducen a reflexionar sobre los mecanismos de la manipulación, y sobre esa parte del hombre dispuesta a dejarse seducir por la mentira, sobre todo cuando ésta tranquiliza su conciencia.
¿Por qué nos dejamos vincular tan fácilmente?
En 1895 Gustave Le Bon escribió Le psicologie des foules, considerado hoy como el primer tratado de la era moderna sobre la manipulación de masas. En su capítulo dedicado a “la imaginación de las masas” encontramos un párrafo sorprendente:
“Una gran epidemia en París que ha hecho perecer a cien mil personas en una semana, no ha impactado la imaginación popular. Esta verdadera hecatombe no se traducía en unas imágenes visibles sino por unas indicaciones estadísticas, dosificadas a lo largo de la semana. Un accidente que, en vez de cinco mil personas, hubiera hecho perecer quinientas, pero sucedido el mismo día en una plaza pública y asociado a un acontecimiento bien visible —como por ejemplo la caída de la Torre Eiffel— produciría sobre la imaginación una impresión inmensa”.
Realmente los que han ideado todo esto ni tan siquiera han sido originales. Sólo han tenido que sustituir el símbolo de la capital francesa por un icono del sistema americano. Ahora son las Torres Gemelas con todos sus trabajadores dentro, y la magnitud del ‘golpe’ nos hace pensar en la magnitud de la ‘manipulación’ que se pretende. La intención de impactar ha sido plenamente lograda. El alcance de lo que se nos ofrece como anzuelo debe ser proporcional a lo que se quiere conseguir con ello, lo cual nos da la medida de lo que vendrá. Hay que sorprenderse necesariamente por la audacia, por lo oportuno del ‘acontecimiento’. Todos los manuales lo dicen: la elección del momento es una de las claves para que la manipulación surta su efecto.
Nosotros nos damos perfecta cuenta de esto y no dejamos de sorprendernos de la credulidad de la gente. Nos desarma la facilidad con que se manipula, la impunidad actual de los poderes para lograr sus objetivos.
Pero ¿qué es exactamente la manipulación de masas? Se trata de una operación ‘mágica’ por la cual se impacta emocionalmente a la población con el fin de conducir su energía libidinal hacia los fines que se quiera. En 1984, el pensador rumano Ioan P. Culianu escribió sobre la “magia renacentista” como precursora de los actuales sistemas de manipulación de masas. Realmente aquí hemos encontrado algunas de las claves de lo que está sucediendo. Refiriéndose a un tratado de Giordano Bruno —De vinculis in genere— Culianu escribe:
“El mago del De vinculis es el prototipo de los sistemas impersonales de los medios de comunicación, de la censura indirecta, de la manipulación global y de los trusts que ejercen su control oculto sobre las masas occidentales. Desde luego, no es el modelo seguido por la propaganda soviética porque a esta última le falta la sutileza que tan bien se aplica en Occidente. Por el contrario, el mago de Bruno es del todo consciente de que, tanto para atar a las masas como para atar a un individuo, debe tener en cuenta toda la complejidad de las expectativas de los sujetos, y debe crear la ilusión total de que está ofreciendo unicuique suum algo único.
Por esta razón, en la manipulación bruniana se necesita tener un conocimiento perfecto del sujeto y sus deseos: sin tenerlo, no puede haber ningún ‘vínculo’. También por esta razón, el mismo Bruno admite que se trata de una operación extremadamente difícil que sólo puede realizarse desplegando unas facultades de inteligencia, perspicacia e intuición que estén a la altura de esta labor. Su complejidad en nada queda disminuida porque la ilusión debe ser perfecta para satisfacer las múltiples expectativas que se ha propuesto. Cuantos más conocimientos tenga el manipulador sobre aquellos que quiere ‘vincular’, mayor serán sus probabilidades de éxito puesto que sabrá escoger el momento propicio para crear el ‘vinculum’.” (En Eros y magia en el Renacimiento, ed. Siruela, pág 133).
El objetivo es dirigir los deseos y las expectativas de la gente hacia unos fines ilusorios que garanticen la gobernabilidad del territorio. En occidente se trata de la sociedad del espectáculo, que hace de todo una mercancía que se debe desear y que se puede conseguir mediante el “comportamiento correcto”. El modelo de ‘normalidad’, de humanidad, es aquel que desea lo que se le ofrece y se comporta consecuentemente para conseguirlo. Pero hay mucha gente, tanto en oriente como en occidente, que no acepta dicho modelo. El pensador rumano añade: “no hace falta tener mucha imaginación para darse cuenta de que la función del manipulador bruniano la ejerce ahora el estado; este nuevo ‘mago integral’ se encarga de producir los instrumentos ideológicos necesarios para conseguir una sociedad uniforme”.
Choque de vínculos
Existe una tensión entre el estado y otros grupos de presión que desborda los límites de este análisis. Hoy vemos cómo el marco del estado-nación se ha visto superado por el de las compañías financieras, que se mueven en un plano transnacional. Dada la incapacidad de los organismos internacionales para crear un vínculo intersubjetivo capaz de enlazar a las diferentes culturas, estas compañías se aprovechan del vacío dejado por dichas instituciones para realizar su política expansiva, de explotación económica. Es por ello urgente establecer una clase de vínculo a nivel intercultural que garantice la convivencia, que no esté basado en un concepto monolítico y unidireccional de la cultura.
Lo que hoy vemos suceder es un choque de vínculos y no de civilizaciones. El modo de vincularse a la existencia del musulmán no encaja con los planes de esas grandes corporaciones, que necesitan consumidores-productores, un modelo de ser humano muy alejado de aquel que el Islam propone: el musulmán es aquel que únicamente se vincula a lo Real, al propio hecho de la vida como manifestación de Al-lâh.
Si nos referimos a las expectativas de los norteamericanos es evidente que un suceso como este tiende a despertar todas las fantasías latentes sobre su misión en el mundo. Se trata de algo totalmente intrínseco al modo de vida americano tal y como se difunde en el cine y la televisión. La idea de que ellos salvaron a la civilización de las garras del nazismo está tan inculcada que abre un espacio a la demonización de cualquier fuerza que se les oponga o que simplemente no quiera seguir sus pautas culturales. Ellos no pueden entender que haya gentes —la mayoría silenciosa del planeta— que no aceptan su modo de vida y lo rechazan como zafio.
Todo esto va a permitir a las nuevas generaciones “penetrar en la pantalla cinematográfica de la historia”, sentir que están repitiendo la gesta de sus abuelos. La recurrencia a la mitología de la Segunda Guerra Mundial se ha hecho evidente con la mención de Pearl Harbor —un absurdo repetido sin cesar por la prensa— que tiene la función de propiciar ese encuentro ‘inesperado’ entre la ficción y la realidad. Los manipuladores están haciendo entrar al país entero dentro de su propia mitología, repitiendo las pautas y modelos de “un pasado glorioso” —que nadie en su sano juicio se atrevería a poner en duda— para garantizar la eficacia del vínculo. La estrategia es completamente demoníaca y tiene por objeto el mantenimiento del sistema imperial mediante la renovación del sueño colectivo.
Y es así como hemos llegado a la pregunta embarazosa: ¿Cómo es posible que la gente acepte y aplauda semejante farsa? O, dicho de otro modo: ¿Por qué nos dejamos vincular tan fácilmente?
El hecho decisivo, aquí, es que todos necesitamos vínculos, dar una dirección concreta a nuestras pulsiones. La necesidad del vínculo es algo intrínseco al hombre, y la respuesta del Islam no es tan solo el despojamiento, sino el romper con todos los vínculos desde su exclusividad para descubrirlos enlazados en el Uno. Se trata de “arrancarse los ojos” de lo particular y ser capaz de mirar de nuevo el mundo bajo las premisas de la universalidad y lo comunitario, bajo la certeza de que todo está vinculado entre sí por estar necesariamente vinculado con Al-lâh.
Todo lo que estos días ha sucedido es, en parte, comprensible. Tiene una explicación incontestable, y es poco probable que convenzamos a alguien, pues los ‘vínculos’ que el manipulador ha establecido son sin duda mucho más poderosos que este discurso. El que ha ideado el vínculo sabe muy bien cómo lograrlo. Juega con muchos factores a su favor, entre los que hay que destacar la propia conveniencia del sujeto vinculado, que facilita enormemente la asimilación de la mentira.
Fuerza imaginaria
En el caso del público norteamericano resulta evidente que cuestionar lo que les dice su gobierno significa cuestionar su propio modelo de vida. Los norteamericanos están tan convencidos de que su país es el baluarte de la libertad que con sólo poner en duda esa idea uno se hace sospechoso de anti-americanismo. Los norteamericanos son educados en esa mitología desde pequeños y sueñan con el heroísmo. Se les ha inculcado la idea de que su país representa la democracia y unos determinados valores de libertad y de justicia, etc.
Reconocer que su gobierno les engaña sería enfrentarse a las bases mismas de su mitología y les obligaría al esfuerzo considerable de preguntarse el por qué. Llegarían, inevitablemente, a la conclusión de que la democracia está secuestrada, y de que las corporaciones financieras, el lobby del armamento, el de las farmacéuticas y el de la banca (entre otros grupos de presión) tienen mucho más poder que el propio gobierno federal, y de que son las grandes corporaciones las que financian las campañas y escogen a los presidentes, congresistas y senadores en función de sus intereses.
Sucede entonces que lo que en las elecciones presidenciales se decide no es qué partido sino cuales de esas corporaciones van a dirigir el país en los próximos años, y resulta evidente que éstas no tienen los intereses altruistas que los norteamericanos presuponen a su país. Dado que todo esto llega de alguna manera a la población, se hace necesario cada cierto tiempo renovar el ‘vínculo’, y ofrecer al país nuevas expectativas. Es así como la cultura de la guerra se ha hecho dominante.
El eficaz funcionamiento del conjunto está garantizado por el patriotismo ciego, que se ha separado de sus valores, en un proceso idolátrico característico.
Todo ídolo se asocia, en un principio, al Creador Supremo —Good bless America— pero el hecho de hacerse visible y concreto lo traiciona, lo convierte en ídolo frente a otros ídolos. Cuando se venera únicamente el símbolo —la bandera— es cuando hay que renovarlo, y eso es lo que parece suceder ahora en la sociedad americana. La cantidad de banderas vendidas en los días siguientes al atentado es una muestra del grado de su eficacia.
Esperamos que los norteamericanos sean capaces de darse cuenta de lo que como nación les ha sucedido, y de rectificar en busca de sus verdaderos principios fundadores. Estamos seguros de que, en su obsesión por la historia, tendrán que vérselas algún día con esos principios y redescubrir colectivamente un vínculo muy superior al que ahora les conmueve. Todo ello implicaría un trabajo muy arduo, obra de generaciones, y no vemos cómo la cultura del revólver puede tornarse comprensiva.
A los que no crean que los norteamericanos sean capaces de matar a su propia gente les diremos que, en realidad, los que han tramado ésto no suelen pensar en términos de nacionalidad, sino de secta o de raza. Al verdadero poder no le importa la vida de unos miles de ciudadanos, como no le importa la vida del millón de muertos en Ruanda. Si es poder es precisamente por ser despiadado. Según la propia lógica del máximo rendimiento, solo deben importarle sus propios objetivos: provocar una guerra, ‘revitalizar’ la industria, o tener una excusa para asesinar a disidentes y realizar expulsiones en masa de emigrantes.
El poder siempre considera que el logro de esos objetivos es algo vital y que merece la pena el sacrificio de unas cuantas vidas. Sobre la necesidad de librarse uno mismo de los vínculos creados por el manipulador, escribe Culianu:
“Se exige del operador una labor sobrehumana: primero debe guardar inmediatamente y sin equivocarse las diferentes informaciones según su origen y, después, debe hacerse completamente inmune frente a cualquier emoción provocada por causas externas. En definitiva, se supone que ya no reacciona ante ningún estímulo externo. No debe dejarse conmover ni por la compasión, ni por el amor del bien y de lo verdadero, ni por nada, para evitar ser ‘vinculado’ a su vez. Para ejercer el control sobre los demás, hay que estar protegido ante cualquier control que venga de los demás. ... El manipulador es aquel que sabe todo sobre el amor, para aprender a no amar.”
¿Qué es lo que se quiere conseguir mediante la susodicha manipulación? La respuesta es obvia: ‘poder’, lo cual es para muchas personas un equivalente de superioridad, de ser. Mediante esta estratagema se legitima un nuevo colonialismo, ahora mucho más salvaje. Es evidente que las tropas norteamericanas se dirigen hacia los ricos yacimientos de gas natural de Asia central. Pero la verdad aún va mucho más allá de esto.
Ideología racista
Entre los objetivos prioritarios de lo sucedido el día 11 de septiembre está el de demonizar al Islam, tal y como se nos ha hecho claro, tanto por las reacciones inmediatas como por el prolongado trabajo realizado durante algo más de una década para identificar en la mente de los televidentes el Islam y el terrorismo. Quien esté detrás de estos ataques se ha revelado por sus métodos y por sus intereses, pero esto no es siempre fácil de comprender para la gente. La carga racista que ocultan nos sitúa frente a la ideología de una raza altamente vinculada a las corporaciones financieras. No nos estamos refiriendo necesariamente al sionismo, pues también la ultraderecha anglosajona trabaja en la sombra ¿Acaso son estos dos poderes antagónicos los que pugnan por controlar al gobierno norteamericano? En este caso podría tratarse de la ‘devolución’ del golpe de estado dado durante las elecciones presidenciales en Florida.
Si miramos a Argelia, Palestina, Chechenia, Indonesia, Sudán, Irak, Malasia, etc., vemos cómo el Islam se ve acosado y los musulmanes perseguidos con una virulencia que nos sobrecoge. En casi la totalidad de países de mayoría musulmana hay gobiernos dictatoriales y prooccidentales que gozan del apoyo de los Estados Unidos. Parece que el Imperio se ha dado cuenta de que el musulmán no es el ser sumiso que conviene a sus planes de expansión económica, y quiere neutralizar su fuerza controlando las ideas y los medios. De ahí que la ofensiva bélica venga precedida por una ofensiva mediática, que pretende confundir Islam y terrorismo, y dar una imagen de la Yihâd que no responde a su verdadera dimensión.
Hoy vemos cómo los estadounidenses se preparan para ampliar dicha ofensiva, y nos aterroriza pensar hasta donde pueden llegar en su afán de destruir el Islam en sus raíces, pero ellos no saben que esas raíces son las propias de la vida. Nos escandaliza ver un proceso de manipulación de masas tan enorme, ver cómo se empuja a medio mundo contra un país empobrecido y destruido, sin tener ninguna prueba contra nadie, con un simple grito (institucionalizado) de venganza. El nacionalismo americano se ve exaltado por los acontecimientos y el presidente de turno se aprovecha de ello descaradamente. Todos los tiranos de la historia han halagado al pueblo, haciéndolo creer pueblo escogido. Todos los tiranos se sitúan a si mismos y a su pueblo “a la cabeza de la civilización”, y frente al ‘bárbaro’, a aquel que les parece “completamente otro”.
La política como exclusión se inició, que nosotros sepamos, en la Antigua Grecia. En un reciente libro (Memóire d’Ulysse. Récits sur la frontière en Grèce ancienne, ed. Gallimard) François Hartog explica cómo lo griego se definió en función de lo no-griego, señalando una frontera claramente delimitada entre lo uno y lo otro: “Lo plenamente humano se identificaba con todo lo griego”. De ahí que el extranjero sea visto como a medio camino entre la bestia y el hombre. Eso se materializa políticamente mediante la definición de unas estructuras basadas en la exclusión, y que protegen tan sólo a unos determinados hombres, los ciudadanos, pero también mediante una dieta, unas costumbres, unos principios religiosos. La comida que revela ‘humanidad’ pone en el centro el pan y el vino, y la única posibilidad que tenía el extranjero de sobrevivir en la polis sin ser eliminado o esclavizado era la de ser aceptado bajo la custodia de un ciudadano griego hasta adoptar sus costumbres. Hay una incompatibilidad entre lo griego como “verdaderamente humano” y lo extranjero. Lo griego, sin embargo, no es únicamente un concepto que evoca un nacimiento: es algo que se puede aprender. Según el historiador Tucídides la ‘greicidad’ se elevó desde la barbarie en un proceso único destinado a sacar a todos los pueblos de la tierra de su estadio primitivo (pre-histórico).
Esos modelos y otros similares son una constante en nuestra historia. La misma lógica fue heredada por la antigua Roma, y pasó, tras diversas vicisitudes, a ser la base ideológica de la colonización. Durante muchos años, y desde la época de la Reforma, que dividió a Europa en estados definitivamente, hasta la Segunda Guerra Mundial, esa idea de Imperio fue pasando de mano en mano, siendo reivindicada por todos los Estados. Sería imposible trazar aquí todos los desarrollos de esa idea, todas sus consecuencias políticas. Queremos situarnos brevemente en un momento crucial de ese proceso, precisamente en el momento en que se da inicio a la carrera armamentística tal y como hoy la conocemos.
Génesis de la ideología militarsista contemporánea
Al finalizar la guerra de los treinta años (1618-1648), que enfrentó cruentamente a los países católicos con los estados protestantes, un químico alemán, Johan Rudolf Glauber, llegó a la conclusión de que sólo mediante el desarrollo tecnológico podría Europa llegar a procurarse un orden. El mismo Culianu, en su libro ya citado, nos dice que Glauber se sintió profundamente impresionado por los acontecimientos de su tiempo, y que consideró al estado prusiano como el único capaz de garantizar dicha paz mediante la imposición de su supremacía:
“Para alcanzar este objetivo era necesario que Alemania fuera proclamada ‘monarquía mundial’; y para ello tenía que establecer primeramente su supremacía militar y económica sobre el resto de la tierra, cosa que sólo podría conseguir mediante el desarrollo de una tecnología militar más avanzada.
Glauber postula el uso del arma química no sólo para garantizar la supremacía militar de Alemania, sino también para frenar el proceso de los turcos en Europa. Él mismo creó un arma más eficaz que la pólvora de fusil, en concreto unos tubos a presión por los que se pueden pulverizar ácidos sobre la armada enemiga, así como granadas y bombas de ácido que permiten conquistar las fortificaciones del adversario. El arma química tiene, para Glauber, una doble ventaja: asegurar la victoria a la armada que la posee, y cegar a los soldados enemigos sin matarlos. Los prisioneros podrán usarse como fuerza de trabajo a buen precio, lo que además garantizará la supremacía económica de Alemania.”
Llegados aquí nos damos perfecta cuenta de que los EEUU son el heredero de semejante concepción de Imperio. Ellos están desarrollando esta política hasta sus últimas consecuencias. Se hace así comprensible que los norteamericanos aprovechasen todos los experimentos realizados por los nazis y se llevasen a casa a todos los científicos que habían colaborado con ellos. Los EEUU han seguido desarrollando la política nazi a una escala planetaria, bajo la apariencia de la democracia. El propio Adolf Hitler no fue sino un líder elegido democráticamente, y por amplia mayoría, lo cual debería haber hecho a más de uno plantearse los límites de este sistema cuando los medios de manipulación de masas están en manos de unos pocos.
El ideólogo más influyente en la actual situación internacional no es otro que Goebbels, ministro de propaganda del movimiento nazi, que vio claramente la importancia del cine como medio de control de las conciencias, y trató de desarrollar una política en esa dirección. Goebbels estaría hoy admirado y satisfecho de que casi todos los postulados y métodos que había preconizado hubiesen sido tan perfeccionados.
En el texto de Culianu citado anteriormente hay algo que nos llama la atención: el hecho de que el primer teórico de la carrera armamentística fuera un químico. El hecho de que todas sus previsiones se estén viendo realizadas nos hace esperar lo peor, pues ya se habla desde hace muchos años de la “guerra química”. Pero el objetivo no es este, sino mantener drogada a la población y convertirla en trabajadores en masa para unos pocos hombres que lo controlan todo. Tampoco nos sorprende que en los mismos orígenes de la carrera de armamentos ya apareciese el Islam como enemigo.
En los últimos veinte años hemos asistido a una escalada bélica de dimensiones escalofriantes, planetarias, pero parece que nadie quiera darse cuenta. Las intervenciones militares estadounidenses son cada vez más cruentas y salvajes, hasta el extremo de cercar todo el territorio de Irak y bombardear a la población civil durante años, sin ningún motivo que lo justifique. Lo que se está haciendo son pruebas con armas químicas, y para que el experimento sea más eficaz se corta todo suministro de medicamentos. El embargo y la guerra química han causado la muerte de más de un millón de personas, pero a la prensa no le importa demasiado. Parece una política diseñada por químicos, que usa de cobayas a la población entera de un país.
El trabajo de “maquillaje mediático” de semejante horror no justifica la ceguera de nuestros compatriotas. Ni a Hitler ni a Stalin juntos se les hubiera ocurrido realizar semejante monstruosidad a la luz del día, hubieran tratado de ocultar los cadáveres, etc, pero parece ser que al público occidental le gustan esas cosas, las aprueban y aplauden como si se tratase del último estreno de Spielberg.
En otros términos, estamos ante el propio núcleo ideológico del Imperio: la superioridad de una cultura que debe imponerse a las demás para garantizar la estabilidad del planeta. La paradoja es que esta “cultura superior” pretende estar hoy representada por un pueblo que ha renunciado prácticamente a la cultura en favor del más puro militarismo, perdiendo incluso la tensión entre cultura y fuerza, tan característica del Imperio romano. En este sentido no hay duda de que la humanidad retrocede a marchas forzadas hacia la edad de las cavernas, y que la energía nuclear es una garantía para que ese proceso se consume.
La lógica de la exclusión
Exclusión frente a inclusión: esta es la dialéctica de todos los poderes. No es otra cosa lo que hoy sucede, aunque a un nivel más complejo. La civilización se reduce a unos cuantos países en la mente de los occidentales, y se ve a los otros como seres primitivos. El capitalismo está basado en el desprecio a la pobreza, y por eso necesita generar pobreza, para mantener vivo ese sentimiento de superioridad. Repitiendo incesantemente imágenes de un tercer mundo arruinado, los medios nos hacen sentir felices y civilizados. No importa ya que esa ruina la haya causado nuestro propio modo de vida. Se genera el desprecio a otras formas de cultura que no se basan únicamente en el desarrollo económico y la depredación de los recursos de la tierra. Es por eso que los muertos del tercer mundo apenas si despiertan una mínima compasión, pues en el fondo es como si no existieran más que para eso: para morir de hambre y hacernos sentir satisfechos con nuestra posición privilegiada.
La única explicación de que los occidentales aceptemos lo que está pasando en todo el planeta sin apenas inmutarnos es que en el fondo somos terriblemente racistas, que llevamos metida dentro la idea de que sólo la esclavitud del otro garantiza nuestra supervivencia, aunque no lo reconozcamos abiertamente y lo ocultemos con fórmulas de compromiso: defensa de la civilización, de la libertad, de la justicia, etc. Nuestra “buena conciencia” de ciudadanos europeos queda así libre de sospechas y enviamos a los ejércitos a realizar los exterminios que no queremos ver. Quizás por eso nos tragamos una farsa tan absurda como la construida estos días por el FBI con la ayuda de la CNN, tal vez por eso aceptamos las mentiras de nuestros gobernantes.
Toda la ideología occidental tiene como soporte esa idea de civilización. En el fondo pensamos que les estamos haciendo un favor, que les traemos el progreso. Pensamos que no saben gobernarse, pero en verdad lo hicieron bastante bien en muchos casos hasta la llegada de los colonizadores. Tenemos metido dentro el desprecio hacia los otros, oculto a veces bajo “el interés antropológico por los pueblos primitivos” y aberraciones semejantes. Pero en cualquier aldea de África hay más humanidad que en nuestras casas, pues hemos velado y ocultado todo lo que de humanidad nos queda para garantizar nuestra pertenencia a un sistema de valores que si es rechazado nos aplasta.
El miedo a lo otro, a lo que llamamos ‘primitivo’, es el miedo a nuestro propio primitivismo, al hecho de que tan sólo somos hombres, de que si nos quitamos las máscaras de nuestro oficio, nuestra nacionalidad, nuestra dignidad, nuestra riqueza, nuestra tecnología, etc, somos iguales a aquellos que en el fondo nos reflejan. Ellos son como nuestra prehistoria, nuestra historia personal oculta, y no queremos asumir que toda la historia de occidente no es más que una huida de aceptar nuestra condición natural de criatura, nuestra vulnerabilidad y sometimiento esencial a un principio creador que nos desborda.
¿Puede la mentalidad ‘occidental’ superar esos complejos, dejar de considerarse a sí misma como superior y aceptar la diversidad y los derechos de los pueblos a autogobernarse? ¿Puede un Imperio dejar de ser Imperio y devenir en otra cosa?
Yihâd y comercio de armas
En los días posteriores al atentado sufrido por las Torres Gemelas de New York vimos una oleada de fanatismo nacionalista y pseudo-religioso asomándose a la prensa estadounidense. En los días siguientes todo ello se materializaba en los discursos de los dirigentes: “guerra entre el bien y el mal”, etc. La palabra ‘cruzada’ estaba impunemente en boca de muchos analistas. Ello nos ha hecho recordar el siguiente pasaje de Las cruzadas vistas por los árabes de Amin Maalouf, donde describe lo ocurrido en Maarat el año 1098:
“Al alba llegan los frany: es una carnicería. ‘Durante tres días pasaron a la gente a cuchillo, matando a más de cien mil personas y cogiendo muchos prisioneros’. Está claro que las cifras de Ibn Attar son exageradas... Pero el horror en este caso no reside tanto en el número de víctimas como en la suerte casi inconcebible que les estaba reservada.
‘En Maarat, los nuestros cocían a paganos adultos en las cazuelas, ensartaban a los niños en espetones y se los comían asados’. Esta confesión del cronista franco Raúl de Caen no la leerán los habitantes de las ciudades próximas a Maarat, pero se acordarán mientras vivan de lo que han visto y oído. Pues el recuerdo de estas atrocidades, difundido por los poetas locales así como por la tradición oral, fijará en las mentes una imagen de los frany difícil de borrar. ... Los turcos no olvidarán jamás el canibalismo de los occidentales. A lo largo de toda su literatura épica, describirán invariablemente a los frany como antropófagos.” (Amin Maalouf, Las cruzadas vistas por los árabes, ed. Alianza. págs. 67-68)
Quizás algunos consideren poco oportuna esta cita, una exageración o un modo de alarmismo, pero no es menos fuerte lo que hoy en día están haciendo los norteamericanos en Irak: han cercado el país como un campo de exterminio y embargado alimentos, medicinas y todo lo necesario del exterior para la supervivencia. Como regalo van dejando caer sus bombas paulatinamente. Al terror psicológico se une el dolor físico del hambre, y al hambre el dolor de la impotencia. No otra cosa deben sentir los hombres encerrados en todas las prisiones del mundo, pero aquí la inocencia de la población es obvia y el espacio que les dejan para respirar se constituye en mundo. Dicen los viajeros que continúa la vida y se sorprenden del aguante del hombre sometido. El pueblo iraquí está ofreciendo al mundo una lección de resistencia inaudita, y su fuerza será recompensada un día.
Si hemos incluido esta cita es para indicar que la manipulación ejercida no tiene por objeto únicamente vincular al pueblo norteamericano. Es obvio que el calificativo de ‘cruzada’ empleado por Bush va dirigido a los musulmanes y tiene por objeto despertar ese antagonismo latente en todos ellos. Se juega con los mitos, con la repetición de acontecimientos para provocar en el otro un deseo de enfrentamiento. Se les ofrece así la oportunidad a los musulmanes de realizar las mismos gestas que sus antepasados, siempre teniendo en cuenta la abrumadora superioridad militar norteamericana. Ellos buscan el enfrentamiento, provocar el fanatismo. Ellos son los promotores del integrismo islámico, que juega a favor suyo.
La manipulación que hemos visto ponerse en marcha estos días no se reduce a un acontecimiento. Los resultados que ahora ‘cosechan’ los servicios secretos estadounidenses son el resultado de una larga siembra. Los medios de comunicación y las agencias de prensa han trabajado largamente en ello. La asociación entre ‘terrorista’ e ‘islámico’ es ya habitual en nuestras sociedades, pero también se ha trabajado en los países de mayoría musulmana para imbuir de una aureola de heroicidad al terrorismo. En ambos lados se ha trabajado en la línea conceptual de El choque de civilizaciones, de Samuel P. Huntington, un manifiesto racista que propugna veladamente el genocidio, y que hay que situar junto al Mein Kampf y a los Protocolos de los sabios de Sión como continuador de su estrategia.
Todos los que investiguen un poco saben que el llamado “integrismo islámico” fue en gran parte financiado por los EEUU, que casi todos los grupos llamados terroristas son creaciones de la política exterior americana, en su apoyo a la monarquía saudí y en su defensa del integrismo como arma de división en el seno de la ummah. Ellos han creado el monstruo que ahora dicen querer derribar. Pero en realidad lo fortalecen, arrastran a multitudes lejos del Islam y llevan a muchos a identificarse con esas ideas que parecen capaces de hacer frente al Imperio, cuando en verdad se trata de una nueva estrategia del imperio que nos desarraiga.
El Shaytán nos conduce hacia el odio y nos separa de nuestro carácter más noble, nos aleja del Uno, del principio de misericordia creador del Universo, y nos entrega a esas fuerzas de destrucción que todos los seres albergamos. Los musulmanes no podemos ponernos de lado de ese integrismo, pues sería entrar en ese juego monstruoso que deja de lado al Islam en favor de una confrontación que nos convierte en fieras.
Tendremos siempre que lamentar las víctimas inocentes que a nadie parecen importarles: la nueva generación de afganos, que ha de sufrir lo indecible, niños y niñas, hombres y mujeres condenados a otra guerra.
Pero la raíz del fundamentalismo es más lejana. Desde hace años muchos musulmanes venimos denunciando ese Islam producto del colonialismo, un Islam reactivo que se ha decidido a copiar los métodos de sus torturadores, en un absurdo afán competitivo. Ya poco importa denunciar este Islam como consecuencia de la destrucción de la educación tradicional en los países musulmanes; hemos de aceptar la realidad de que una gran parte de los musulmanes del mundo han asumido esa lógica del choque de civilizaciones. Han caído en la trampa del Shaytán. Que Al-lâh les proteja.
Una lucha real
Si hablamos de Yihâd no hablamos de sacrificio sino de esfuerzo por hacer de la vida algo digno del Creador. Somos depositarios de una entrega, y el don illahico de la vida nos contempla desde nuestro corazón ensimismado en la salat y en una mirada llena de fuerza y de ternura, abierta hacia las criaturas. El pueblo de Irak resiste ante la destrucción, sigue viviendo de acuerdo con los principios del Islam y no claudica. Por eso el Islam es un peligro para esas fuerzas que quieren hacer del hombre algo despojado de toda su dimensión trascendente, una marioneta en manos de la oferta y la demanda.
Nosotros sabemos que en todo lo que está sucediendo se esconde el rechazo de la Palabra revelada. El hombre que ha hecho de la Revelación el centro de su vida jamás será presa de esa maquinaria, jamás podrá entrar a formar parte del mundo como mero consumidor, jamás podrá ser manipulado por los medios de una forma tan descarada como la de los occidentales que se dejan atrapar por las imágenes del odio y la violencia. Pero, por desgracia, no todos los musulmanes dan pruebas de esa independencia y libertad internas, y muchos se vinculan a la Palabra tan sólo por lo que les dicen los ulemas. Occidente lo sabe y ese es otro de los medios que utiliza para tratar de neutralizar la fuerza del Islam: la propagación de lo que se ha llamado el Islam radical, absurdamente legalista y despojado de toda dimensión interna. Por eso los poderes de occidente pactan y se entienden a las mil maravillas con la dinastía Saudí y regímenes semejantes, pues el integrismo es el mejor garante de la sumisión que se persigue.
Pero el wahabbismo no cala en la población más que mediante el uso de la fuerza. Incluso en Arabia Saudí, donde es la “religión de estado”, sabemos por viajeros y conocidos, que gran parte de la población detesta el wahabbismo, que se siente tradicionalmente islámica y se da perfecta cuenta de que se trata de una concepción colonialista del Islam, de un pacto entre ciertos ulemas y los estados occidentales para neutralizar al Islam en sus raices. Hace 150 años, cuando Gran Bretaña era la potencia dominante del imperialismo occidental, el cónsul británico en Yedda se dio cuenta de los peligros que representaba la Peregrinación a Meca:
“El punto realmente importante para la política de Inglaterra, creo, es el Hiÿaz porque es el foco del pensamiento musulmán y el núcleo desde el cual irradian las ideas, consejos, instrucciones e implicaciones dogmáticas...
Algunas personas acuden al Haÿÿ por razones políticas. Meca, al estar libre de la intrusión europea, es un terreno seguro donde pueden tener lugar reuniones, en el cual se intercambian ideas... Si este consulado pudiera tener un agente musulmán de confianza en Meca, creo que podríamos obtener una información de gran valía..”
Desde luego que ese ‘agente’ musulmán en Meca ya lo tienen. En este sentido, Abderrahmân Muhámmad Maanán (de cuyos textos hemos tomado todo lo anterior) escribe: “Esta es la verdadera naturaleza de la dinastía Saudí, una realidad que los musulmanes no tienen que olvidar nunca”.
Sólo allí donde la guerra sustituye a la convivencia pacifica, islámica, y se constituye en norma, tienen los integrismos un campo abonado donde cultivar su ideología intransigente. Eso sucedió en Afganistán, donde siglos de Islam impregnado de sufismo y tolerancia se han visto sustituidos por un Islam inculto y excluyente, que aplica de forma absurda unas cuantas frases sacadas de contexto, despojadas de su carácter revelado y convertidas en leyes sin matiz, sin el carácter illáhico —sagrado, de protección y encuentro— que caracteriza a la verdadera shari’a. Esta transformación sufrida por Afganistán es obra de la propia guerra, pero sobre todo del fundamentalismo financiado por los Estados Unidos y el gobierno de Pakistán, en colaboración con la indispensable aportación económica de ‘Arabistán’.
Guerras y guerras
El Qur’án nos habla de la guerra, y nuestro amado Profeta —sallâllahu allâihi wa sallam—, siendo acosado, tuvo que luchar por la comunidad naciente. En la memoria colectiva del Islam están inscritos episodios como las batallas de Badr y Uhud, donde los musulmanes fueron puestos a prueba. Pero también recordamos la batalla de Siffin, donde los omeyas de Moawiya se enfrentaron a ‘Alî Ibn Abî Tâlib, con las consecuencias que todos conocemos, y tantas otras guerras que han enfrentado a los musulmanes entre sí.
En otras épocas se hablaba de la guerra como un modo de liberación de la tiranía, incluso como de una aventura. Quiero citar unas palabras de Chesterton leídas hace tiempo y que me han vuelto estos días a la cabeza. Es una larga cita de El Napoleón de Notting Hill, pero creo que merece la pena pues revela mucho de lo que podría estar pasando por la mente de multitud de hombres, ávidos de ser, de sentirse existir mediante la vinculación a los acontecimientos históricos:
“Si todas las cosas son siempre las mismas, es porque son siempre heroicas. Si todas las cosas son las mismas es por que son siempre nuevas. Sólo un alma es dada a cada hombre, y a cada alma sólo le es dado un poco de poder: el poder, en algunos momentos, de elevarse hasta las estrellas. Si siglo tras siglo ese poder recae sobre los hombres, sea lo que sea aquello que se lo dé, es grande. Todo lo que hace al hombre sentirse viejo es mezquino, sea un imperio o la trastienda de un usurero. Todo lo que haga al hombre sentirse joven es grande, sea una guerra o una historia de amor. Y en las tinieblas de los libros de Dios hay escrita una verdad que es también un enigma. Es sobre las cosas nuevas que cansan a los hombres, sobre las modas, los propósitos, las mejoras y los cambios. Es sobre las viejas cosas que emocionan y que intoxican. Es sobre las viejas cosas que son nuevas.
No hay escéptico que no tenga la sensación de que otros han dudado antes que él. No hay rico ni veleidoso que no sienta que todas las novedades son antiguas. No hay adorador del cambio que no sienta sobre su nuca el enorme peso del cansancio del Universo. Pero nosotros, los que hacemos cosas antiguas, estamos alimentados por la naturaleza de una infancia perpetua. No hay hombre enamorado que piense que otros hombres lo estuvieron antes que él. No hay mujer que tenga un hijo que piense que ha habido otros hijos antes que el suyo. No hay hombre que luche por su ciudad que sienta el peso de los imperios destruidos. ¡Sí, el mundo es siempre el mismo porque es inesperado!”
Esas ansias de participación en el desarrollo de la historia es lo que está moviendo a muchos corazones al combate. Hoy en día vemos que los pueblos están siendo aniquilados, despojados de todo. Vemos cómo los palestinos son tratados como si no fuesen seres humanos, como si no tuviesen ojos, rostro, corazón, como si no hubiesen nacido de una madre, como si fueran hijos de un laboratorio, cobayas de un experimento judío. El trato que reciben los palestinos y otros pueblos de la ummah hace desear a muchos levantarse en armas, lanzarse a una guerra para defender a sus hermanos. Esa reacción sucede a muchos como algo normal, les inflama y predispone hacia el combate, sin detenerse a medir las consecuencias ni el alcance de este tipo de comportamientos. Pero esto no importa al musulmán, éste arriesgaría su vida por nada si fuera lo que su corazón le pide, pues nuestro Dîn es el sometimiento sin cálculo, sin atender al premio ni al castigo. El musulmán hace lo que siente que Al-lâh quiere que haga sin medir las consecuencias de sus actos, pues en el propio camino recto del sometimiento encuentra el Yanna.
Un modelo confrontativo
Pero el mundo no lo mueven los entusiasmos, y los gritos de angustia no son escuchados. En el sombrío espacio de la ‘biopolítica’ actual, donde el hombre solo tiene derechos por su nacimiento biológico —pertenece a un Estado por su nacimiento— las armas no son ya eficaces, pues el triunfo de cualquier Estado es el triunfo del Imperio. Sólo vence quien está en buenas relaciones con la industria de armamentos, y sólo está en buenas relaciones con la industria de armamentos quien es capaz de idear la estrategia más sofisticada para proporcionarle guerras. En ese terreno no hay duda de que el llamado “primer mundo” ha ganado la partida, y ya vanos sabiendo el porqué de un calificativo, ‘primer’, que no se debe ni a la superioridad de la raza, como quieren algunos, ni a que los ‘tercermundistas’ sean unos vagos incultos que no sirven para nada, como cree la mayoría.
La habilidad de EEUU en este sentido supera todo lo imaginable: es difícil ser capaz de mantener tantas guerras directas en el mundo y tener convencido al público de que es el representante de la justicia y la democracia.
En los tiempos del Profeta —sallâllahu allâihi wa sallam— las espadas las hacían los hombres, no la industria. Hoy en día todas las batallas las gana esa gigantesca maquinaria de fabricación de armas y de guerras, ese monstruo de cien patas, hidra mortal que extiende un poco más su dominio cada vez que un estado musulmán realiza una compra de armas para defenderse de su vecino musulmán, pues así toda la riqueza va a parar a las manos del enemigo real, que no puede ser otro que esa forma de vida generadora de guerras.
Debemos aceptar este hecho y no participar en la carrera de armamentos, cuya lógica final es la destrucción total. Muchos hombres se mueren de hambre... En los años anteriores vimos cómo un Estado que se autocalifica de islámico —como si las palabras ‘Estado’ e ‘islámico’ no fueran incompatibles— lograba desarrollar una bomba atómica. La situación es comprensible, ya que su vecina India ha hecho lo mismo, pero ha habido aquí un error monumental, como estamos viendo perfectamente ahora. De hecho Pakistán cifra su deuda externa en ¡36.000 millones de dólares! Con lo cual podemos decir que es una marioneta en manos del Fondo Monetario Internacional y de la banca... ¿De qué le sirve a Pakistán la bomba atómica si ha sido atrapado económicamente por medio de la usura? Lo mismo sucede con la India. Si ambos estados hubieran llegado a un acuerdo inteligente hubieran podido encaminar sus recursos y energías hacia fines más nobles que una guerra de desgaste, una guerra sin futuro que está destruyendo Cachemira, uno de los parajes más hermosos de la tierra. Tarde o temprano se verán abocados a un acuerdo, y entonces se darán perfecta cuenta del tiempo perdido y del odio que su intransigencia ha generado.
Metodología
La ineficacia de las armas nos deja pocas posibilidades de defensa; estamos a merced del Shaytán esperando a que nos despedace. Hoy en día el musulmán se siente amenazado. Si proclama su intención de cumplir con la Palabra profética hasta sus últimas consecuencias se le hace evidente que va a acabar chocando con los poderes, tan poco sutiles y tan entregados a la ‘devoración’ del mundo.
La guerra siempre la ganarán ‘ellos’, pues no son ya ese enemigo aparente centralizado en un nación determinada sino los que se esconden detrás de todos los Estados. Ellos no son ningún gobierno sino los que fomentan rebeliones y propician “guerras de liberación”. Sus métodos son siempre similares: si quieren entrar directamente en guerra provocan un atentado o un ataque y lo utilizan como excusa. Esto es lo que hicieron en 1932 con el incendio del Reichstag para iniciar la represión del comunismo, lo que hicieron en Cuba (voladura del Maine) para iniciar la guerra con España, y lo que han hecho ahora.
Cuando no quieren intervenir directamente financian la campaña de algún “señor de la guerra” y desestabilizan las políticas internas de todas las naciones, propagan la guerra y se hacen de oro vendiéndoles las armas a los dos bandos. No otra cosa fue la Segunda Guerra Mundial y del mismo modo se presenta la Tercera. Los mismos que financiaron el movimiento nazi hicieron entrar a América en la guerra. La situación es aberrante, pues vemos cómo la democracia no es sino rehén de la industria armamentística, una industria de cuya lógica racista ya hemos hablado.
Todo intento externo de colaborar en la destrucción del sistema es fagocitado por éste, redunda en beneficio del Shaytán y prolonga su reinado. Ya hemos visto cómo muchos supuestos musulmanes son en realidad los mejores colaboradores del sistema shaytánico. Prueba de ello son las enormes cifras destinadas a la compra de armas realizadas a los EEUU por parte de estados denominados ‘islámicos’ en los últimos años.
Cuando un líder musulmán proclama el Yihâd sube la bolsa y los fabricantes de armas se frotan las manos. El fundamentalismo fue apoyado por EEUU porque esa interpretación simplista del Yihâd es hoy en día un buen negocio. No nos extrañaría nada que los norteamericanos idearan algo para contentar a su pueblo y “dejarse ganar” a los ojos de los musulmanes, con objeto de prolongar el mito Talibán y propagar el fundamentalismo... siempre cumpliendo sus objetivos encubiertos: el control de las reservas de gas natural. A principios de 2001, hace tan solo unos meses, el gobierno Bush entregaba 43.000 millones de dólares al Talibán. Ese dinero volverá a su casa. Así se consigue prolongar la guerra, hacerla más intensa y emotiva.
¿Cómo es posible el Yihâd ahora?
En realidad, por ser algo inherente al Islam, no podemos hablar de una forma contemporánea de Yihâd diferente de las de antes, pues antes y después son solo conceptos que escapan del instante, verdadero ‘lugar’ de la acción germinativa.
La humanidad repite siempre los mismos modelos y las respuestas son siempre paralelas. Se trata, sin duda, de la entrega abierta y generosa de todo lo que somos a la consecución de la paz, una entrega combativa, que no acepta medidas y que nos obliga a superar nuestras propias miserias y opiniones a favor de una Realidad que nos desborda.
Una cosa importante: en esos intentos por suavizar la significación del Yihâd se ha querido presentarlo como una simple justificación de la guerra defensiva. Pero esto no es cierto: el Yihâd no es exclusivamente lucha para repeler agresiones. El Yihâd está mucho más abierto, y adopta la forma sabia que exija cada circunstancia. El Yihâd no tiene más meta en la que disolverse que la consumación de los tiempos, tal como afirmó Rasûlullâh (s.a.s.).
Se trata, por tanto, de algo más que de una actitud defensiva. El amor propio y la dignidad del musulmán, junto a su extraordinaria riqueza espiritual, es lo que hace de él un muÿâhid en potencia, dispuesto siempre a afirmar su ser y expandirlo. Ahora bien, en la misma medida en que el Yihâd no es defensivo, tampoco es agresivo.
El Qur’án repite constantemente: “Allah no ama a los agresores”. Se trata, pues, de un estado tenso en el que se conjugan la audacia y la sabiduría, el arrojo y la generosidad.
Esos extremos, esa positividad del espíritu en tensión, configuran al muÿâhid que avanza resueltamente hacia Allah sobre un Sendero Recto. El Yihâd significa que el musulmán es un vórtice de energía, pura vida en acción. (Abderrahmân Muhámmad Maanán, El Yihâd).
La luz nos alecciona, sobrevolando el mundo. La luz no se resigna porque es intocable, sólo pueden tocarla a través de su propio cuerpo los hombres que ya se han convertido en hombres de luz, entonces la luz puede tocarse, y puede propagarse.
Debemos crear un mundo de luz paralelo al mundo de las fábricas y de la guerra, y ese mundo habremos de hacerlo cada vez más amplio, más habitable y compartible. Si los musulmanes nos cerramos estaremos simplemente colaborando en nuestra muerte en vida, si nos enfrentamos directamente con las armas estamos alimentando al Shaytán.
¿Dónde se sitúa ese mundo paralelo? No en la tierra imaginaria de Hurqalya de los ishraqíes sino entre esos que nuestro hermano Hashim llama “los olvidados de la historia”. El Islam es la única fuerza a nivel planetario que hace sombra a ese militarismo camuflado de buenas intenciones. Todos los pueblos de la tierra han de admirarse de la capacidad de resistencia de los musulmanes.
Por eso para nosotros es fundamental desarrollar lazos de solidaridad con todas las víctimas de la depredación capitalista, constituirnos en fuerza de cohesión del tercer mundo y expandir nuestro aliento mediante un trato verdaderamente humano. Proteger al Insan de la esclavitud es proteger al mundo. Proteger a la Creación de la rapiña.
Se trata de expandir una vida que no compite con el Estado, que se desarrolla en paralelo, a la espera de que el sistema shaytánico se derrumbe por sí solo, como ya está ocurriendo. Los musulmanes tenemos la inmensa tarea de preparar el Islam que debe suceder a ese derrumbamiento, no un Islam fanático sino una forma de vida que sepa incorporar sin violencia lo mejor de la cultura occidental, las bases positivas de la democracia y la lucha contra el fanatismo religioso. El derrumbamiento del sistema shaytánico es algo inminente. Sus signos, las vacas locas y la corrupción generalizada y, sobre todo, la crisis irreversible del sistema educativo, el abuso de fármacos y drogas y el militarismo dominante.
Todos estos son signos de que Allâh ha decretado la destrucción, pues ellos continúan como un sistema de depredación que no puede sostenerse. Estos días hemos visto uno de los signos de la autodestrucción en la sociedad americana. Lo que está podrido no puede sostenerse, su propia lógica depredadora acabará por estallarle en la cara. El culto a las armas y el abandono de la educación son evidentes. A los niños norteamericanos un poco ‘movidos’ (es decir: con inquietudes) les dan pastillas desde los seis años, tanto en casa como en el colegio. No exagero: las cifras de niños que toman fármacos habitualmente son astronómicas. Es un país narcotizado, lleno de sectas y de fanatismo.
De hecho necesitan el Islam como soporte, un camino fuerte de pacificación, de recuperación de la fitra, y de una economía de subsistencia que acabe con la depredación y el despilfarro. Los musulmanes somos todavía los hombres y mujeres del encuentro, y la destrucción de las Torres, aún siendo una catástrofe, forma parte del proceso de encuentro entre el Islam y el mundo ‘occidental’, un encuentro que debemos prefigurar con nuestro esfuerzo creador, apartándonos del camino de la guerra institucionalizada y siendo lo suficientemente libres todavía como para establecer sólidos lazos de rahma, para trabajar en la superación de la idea de Imperio en todos los terrenos. Pero sólo Al-lâh sabe.
Un Qur’an encontrado
“¿Es que no han reparado en el Qur’án? Si procediera de otro que Al-lâh, hallarían en él muchas contradicciones. Y cuando les llega algún rumor que pueda afectar a la seguridad o infundir miedo lo propagan.”
(Qur’án. An-Nisa, 82-83)
Entre las noticias de los últimos días hay una que me ha hecho despertar en medio de la noche. No eran pesadillas con gente cayendo de la planta cien de un rascacielos, ni con los rostros de los niños afganos que van a morir mañana. Me refiero al Qur’án que el FBI dice haber encontrado junto a ese fantástico manual de aviación escrito en árabe.
Ayer acabé este artículo y no puedo dejar de pensar en ese Qur’án, guardado entre cientos de pruebas en las dependencias del FBI. La presencia de ese Qur’án se me presenta como un signo.
Ese hallazgo es, por supuesto, una invención. Los musulmanes tenemos prohibido (según la tradición, la sunna) ir a ninguna misión de combate con el Qur’án a cuestas (para evitar que caiga en manos del enemigo), y es poco probable que un musulmán lo olvide en un parking. Quien haya puesto ese Qur’án en esta sórdida historia no sabe lo que hizo... o tal vez haya querido desprestigiar el Libro.
A veces he llegado a pensar que el odio de occidente hacia el Islam es precisamente a causa del Qur’án. Existen muchos creyentes occidentales que no pueden soportar la idea de que la revelación más completa entregada nunca al ser humano sea en árabe, transmitida a través de un “hombre iletrado”, sâllallahu ‘alâihi wa sâllam. Existen muchos cristianos y judíos que no pueden soportar que “su Dios” les haya hablado en otra lengua, haciéndoles perder protagonismo, y echándoles en cara las tergiversaciones y abusos que han cometido en Su nombre. En particular a los judíos les hace enfrentarse al hecho exclusivista y malsano de creerse un pueblo escogido, de que sus libros sean sólo para ellos. Ellos han traicionado Su Palabra universal a favor de un egocentrismo racista que raya en la paranoia.
Quien haya puesto el Qur’án en esta historia tal vez sienta ese odio, y tenga al Islam como conjunto en su punto de mira. Eso explica las palabras de Bush sobre la ‘cruzada’, y las de William S. Cohen llamando a la “guerra santa estadounidense”. También explica la campaña de los últimos años en los medios de comunicación, tal vez legitimando día a día, mediante ideas y definiciones, el genocidio del futuro. En este sentido la escalada bélica que viene parece no tener otro objetivo que empujar a los musulmanes del mundo en masa hacia el integrismo, que es precisamente la respuesta que justifica la teoría de la incompatibilidad y del choque de civilizaciones. Eso explica también la asociación estrecha de los norteamericanos con el gobierno Saudí, y su apoyo histórico a las corrientes integristas en detrimento del Islam tradicional.
¿Por qué el Islam?
“Dí: ¡Oh Gente del Libro! ¿Por qué intentáis apartar del Camino de Al-lâh a quien cree haciéndolo parecer tortuoso cuando vosotros mismos sois testigos de que es recto?”
(Qur’án Al-Imran, 99)
Pero ¿por qué este rechazo del Islam? Creo que detrás de ese odio se oculta el miedo. Pero ese miedo no es hacia el Islam como religión tipificada sino a la fuerza de la Palabra revelada, al hecho de que el Qur’án nos exhorta a entregarnos a Al-lâh desde nuestra vulnerabilidad de criaturas, nos obliga a renunciar a mediadores y a entregarnos no de un modo formal sino integralmente: como cuerpo, desde las propias venas que sienten cómo fluye la rahma. Es la proscripción de clero, tantas veces traicionada, la que hace que el Islam sea una fuerza incontrolable. También está el hecho de que el musulmán no acepta otro gobernante que Al-lâh, y ello hace necesario siempre el consenso para todas las cosas que afectan a la comunidad. Todo musulmán es un anarquista en potencia, si despojamos al término ‘anarquista’ de sus connotaciones más políticas y lo completamos con la idea de la ashura, una necesidad de discutir y de llegar a acuerdos colectivos.
El Islam, en cuanto a religión clasificable según unos ritos y unas costumbres determinados, es perfectamente dominable. Pero no en cuanto a depositario de la Palabra revelada, siempre abierta a nuevas interpretaciones. En cuanto que alguien capaz de recibir una comunicación directa de Al-lâh, el musulmán es alguien no manipulable, que jamás entrará a formar parte de los planes del Shaytán, que mantendrá despierta la exigencia de justicia universal y que no se podrá conformar con que sólo le dejen cumplir unos ritos privados.
“El carácter indomable de los musulmanes, su historia de eternas insumisiones, su igualitarismo, su hondo sentido de la espiritualidad más allá de toda superficialidad y de toda artificialidad, nacen de ese nervio anclado en las profundidades de la conciencia. En realidad, el Yihâd está más allá de todo discurso posible; está más allá de lo controlable, vertebrando lo esencial del Islam y velando por su fidelidad a sí mismo”. (Abderrahmân Muhámmad Maanán, El Yihâd, en webilam 143)
La fuerza del Islam está en el Yihâd, y éste es inseparable de la capacidad de escuchar esa Palabra según nuestras propias capacidades, una Palabra que estalla en fecundidad de actos, que se desborda en entrega y desbarata todas las maquinaciones. La capacidad de escucha es lo que nos dice el dónde del combate, lo que nos dice el cómo. Saber escuchar es responder en el mismísimo instante de la escucha, responder a las ansias de justicia, a las plegarias que nos nacen de repente, es sorprenderse a uno mismo conversando con las sombras y despertando al tacto de un mundo que siempre se renueva.
Un hombre capaz de comunicarse con Al-lâh difícilmente necesitará de todo aquello que los poderes nos ofrecen. Será un hombre libre en el pleno valor de la palabra, un hombre que se mueve por los signos, por la luz y no por la “basura llamativa” que las televisiones y los anuncios de neón le ofrecen. Un hombre que haya descartado de sí toda ansia de poder no morderá el anzuelo, no se convertirá en un competidor, no accederá a entrar en el juego de los servilismos y las recompensas.
He dicho antes que los que pusieron el Libro en este asunto tal vez trataban de desprestigiar al Libro, pero ellos no saben nada de su fuerza. Es así como ese Qur’án encontrado se convierte a nuestros ojos en un signo de un encuentro real entre el Islam y occidente, el que ha de producirse por debajo de todas las masacres.
Estos días he pensado mucho en los mogoles. Ellos arrasaron gran parte del mundo islámico, no dejaron en muchas ciudades más que un montón de piedras esparcidas y rastros de cadáveres sin sueño. Herat, Samarcanda, Bujara fueron ciudades destruidas. En la segunda generación ya se habían reconocido musulmanes. El Islam se propaga por contagio, pero es un contagio de luz y no de muerte, y en el encuentro entre el Islam y occidente ninguna ‘cortina’ o barrera de fuego podrá evitar que el Islam vaya calando entre los mejores de nuestros compatriotas. El hecho de que el Islam esté tan desprestigiado es garantía de que todos aquellos que lo aceptan en este tiempo lo hacen sólidamente y no como un capricho. El Islam es refractario a la new age, no puede confundirse con ella más que mediante una forma edulcorada de sufismo.
Encuentro inevitable
Estamos seguros de que todo esto no es más que uno de los capítulos del encuentro entre el Islam y occidente, un encuentro prefigurado en los musulmanes conversos europeos, y que pasa por el fin del fundamentalismo. En ese sentido todavía recuerdo las palabras de mi maestro Abdelmu’min Aya pidiendo a Al-lâh que destruyese al régimen Talibán, “que tanto daño está haciendo al Islam” (en webislam nº x). Creo que la du’a de Abdelmu’min ha sido escuchada...
En la redacción de webislam hemos visto estos días cómo el teléfono no paraba de sonar, pues numerosos periodistas se preguntaban por nuestras reacciones. Muchos de ellos se han dado cuenta de todo lo que esto significa, y aunque no aceptan la idea de una conspiración interna o de un golpe de estado, si se dan cuenta de lo que EEUU está preparando al hablar de una cruzada. La mayoría de los periodistas —aunque su trabajo sea propagar noticias, y esas noticias vengan casi siempre “filtradas desde arriba”— no tiene ningún interés especial en colaborar en un genocidio, lo cual les está llevando a que se replanteen las palabras y las definiciones.
Además, todo esto pone de manifiesto el miedo al Islam, un miedo que no deja de sorprender a todos los habitantes del tercer mundo, que ven en él una fuerza indestructible. Todos quedan sorprendidos de su capacidad de rebeldía, de su no aceptación de la injusticia. Los que pusieron un Qur’án en medio de todo este lío sabían lo que hacían. En realidad, quienes han tramado todo saben perfectamente que su miedo a la Palabra revelada está justificado. El Islam expresa, hoy precisamente, la no aceptación de la manipulación y la injusticia. Promete luchar contra la usura, contra la acumulación de capital en unas pocas manos que se hacen capaces de comprar conciencias y países.
El vínculo
Hemos hablado de los vínculos y es hora de preguntarse ¿Qué es exactamente un vínculo? Se trata de algo que nos somete, que nos obliga, mediante su potencia emocional, a someternos. Dicho esto se comprenderá que se trata de algo muy relacionado con la idolatría, y que el único modo de desbaratar el vínculo que los estados nos ofrecen es establecer un vínculo más sólido, el único vínculo que garantiza nuestra expansión de criaturas hacia todos los ángulos del mundo.
Agrandar ese vínculo hasta el infinito es liberarse de todas las manipulaciones y empezar a ver a las cosas y a los seres humanos formando parte de una Unidad secreta, cuyo sentido final necesariamente se nos escapa. Despojados de máscaras y nombres, tan sólo como hombres y objetos, valiosos por el simple hecho de estar vivos, de existir aquí y ahora. Todo esto hace evidente por qué el Shaytán quiere destruir el Qur’án como posibilidad de escucha individual de la revelación. Separar al musulmán del Libro mediante la legislación o mediante una lectura racionalista es lo que los musulmanes no podemos aceptar sin saber que estamos renunciando a la fuente más preciosa de conocimiento.
Nuestra tarea es preservar el Libro, interiorizar el Libro y separarnos de los vínculos meramente ‘casuísticos’ (es decir, de la lógica de los premios y castigos: “si hago los cinco salats al día y le doy el zakat al ulema de turno voy al paraíso”).
Pero el Yihâd es también el esfuerzo para reestablecer la shari’a, para darle un nuevo impulso y una nueva interpretación según los principios coránicos. Si desaparece la shari’a la tensión propia de todo ser humano se rompe y hacemos un esfuerzo hacia el vacío. En este sentido el Yihâd consiste en ser capaces de vivenciar esa dicotomía entre la Ley en su aspecto concreto y la libertad de interpretación, sin destruir ninguno de los dos polos que nos dan consistencia y nos permiten crecer internamente. Todo ello hace del Islam un camino de superación, confrontación y lucha, donde el esfuerzo real prevalece sobre los “buenos sentimientos”.
Terminamos con unas palabras de nuestro hermano Husseyn Vallejo. Se trata de un fragmento inédito de su Libro de los súbitos:
“Debemos ser conscientes de que lo que se escucha cuando verdaderamente se escucha es al otro, a lo Otro. Escuchar implica necesariamente un reconocimiento del otro y de su habla, el reconocimiento de un lenguaje distinto, que en un principio nos es desconocido. ... No es posible escuchar el Qurán sin tener esa actitud... no debes creer nunca que ya sabes lo que dice, pues una y otra vez te sorprende su profundidad sin límite. La Rahma de Al-lâh solo descansa en Al-lâh, pero por nosotros pasa y no se queda. Tenemos la sensación de que ella está perpetuamente asentada en nosotros porque está cruzando constantemente por nosotros.

Esa diferencia es esencial, pues si pensamos que la Rahma está en nosotros creemos que la Rahma es nuestra, que se asienta en nuestro interior. Eso es soberbia, es pensar que porque mencionamos la Palabra de Al-lâh esta palabra es nuestra, que podemos sujetarla a límites precisos. Existe un hadith en que el Profeta, sâllallahu ‘alâihi wa sâllam, dice: ‘el Qur’án se escapa más que un camello del establo.’ La Palabra quránica germina y retorna siempre al mismo sitio: a la profundidad insondable del mundo, donde los creyentes se lanzan a buscarla.”
Vincularse directamente a Al-lâh por medio de una vivenciación personal de la Palabra implica romper con todos los vínculos que el Shaytán nos ofrece. El único vínculo que el musulmán debe aceptar es aquel que nos permite relacionarnos con el Todo y nos hace sumergirnos en lo Real sin mediadores. Vincularse a Al-lâh es desvincularse de todos los poderes, reconocer que únicamente en algo que no podemos definir ni encerrar en ningún molde se encuentra aquello que nos alimenta, que nos fuerza a la vida y nos convoca a renacer a cada instante. Pensar y actuar por el establecimiento de una comunidad basada en estos principios esenciales es la enorme tarea que Al-lâh nos encomienda. Íhdinâ s-sirâta l-mustaqîm. Guíanos al Sendero Recto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario