viernes, 28 de agosto de 2015

La filosofía del Estado Islámico: de perseguidos a perseguidores

La filosofía del Estado Islámico: de perseguidos a perseguidores
El EI ha dado un giro copernicano a la forma cómo Occidente entiende el yihadismo. Su gran innovación ha sido pasar de esconderse en las sombras a ocupar el poder, una estrategia que mantiene paralelismos con el marxismo y podría asentar un poderoso precedente para futuros grupos en la política mundial
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El EI está gobernado por extremistas que no hacen sino cometer grandes atrocidades
Eduardo Collin Hernández
Desde hace más de diez años, en Irak, una organización extremista islámica dependiente de Al-Qaeda llevaba existiendo de forma marginal, esperando su momento. Se sabe que su objetivo, implantar un Estado Islámico, ya era su primera prioridad desde hace tiempo.
Fue en la Guerra Civil de Siria, creada por la Primavera Árabe, que esta organización por fin saltó. Aprovechando puntos débiles, conquistó a principios de 2014 la parte este del país, desalojando a los rebeldes sirios, entre los que se contaban también ramas de Al-Qaeda. Fue un audaz movimiento, pero en contra de lo que todos se esperaban, fue solo el primero de varios.
En Junio de ese mismo año, de repente, se auto-instituyó como el ‘Estado Islámico’, y pidió lealtad política y religiosa a todo el mundo musulmán. De nuevo políticos, analistas y civiles de estas regiones consideraron el movimiento como temerario, y el consenso general fue que esta organización no podía durar mucho más.
Pero de nuevo infravaloraron al grupo. A la vez que proclamaban el nuevo Califato, lanzaron una ofensiva relámpago por todo el norte de Irak, capturando Mosul, una gran ciudad con un arsenal armamentístico enorme y unas reservas de dinero en el Banco Central de varios cientos de millones, y crujiendo al ejército iraquí hasta llegar casi a Bagdad, la capital.
¿Y qué ha hecho desde entonces? Militarmente, los frentes se han estabilizado. El Estado Islámico ha perdido el efecto sorpresa, y ha logrado algunas victorias, y sufrido algunas derrotas. Pero es en el interior donde está lo sorprendente. El grupo ha implantado estructuras estatales, encargándose de la sanidad, educación, justicia, infraestructuras, policía, etc. Y por más que algunos no lo quiera reconocer, el EI es hoy por hoy tan país como cualquier otro en la tierra, aunque en el exterior no tenga más que enemigos. Este hecho es el que separa a esta organización de todas las otras extremistas islámicas habidas hasta el presente. Podemos decir que, ideológicamente hablando, el Estado Islámico está en un escalón superior y más maduro.

Una realidad alternativa
El Estado Islámico ha renunciado a la marginalidad de todos los grupos como Al-Qaeda. Ha abandonado el estar en las sombras, el hacer atentados, la estrategia del maquis. Se ha centralizado políticamente hablando. Ha abandonado ser la oposición. Cuando eres la oposición, cuando te autodenominas oposición, estás reconociendo implícitamente que el centro no te pertenece, que es otro el que ahora mismo manda. Lo sorprendente, lo novedoso, es que por fin, después de décadas de victimismo e infancia ideológica, el Estado Islámico se postula como una realidad alternativa, que existe y gobierna, para todos aquellos que tengan la misma ideología.
Por eso, decenas de grupos alrededor del mundo han jurado formalmente su alianza al Estado Islámico, en el Magreb, en Nigeria (Boko Haram), en Libia y en el Sinaí, en Somalia, en el Yemen, en Pakistán y las Filipinas. Y la lista podría continuar. Muchos de ellos, de todas formas, son tan marginales como lo era ISIS hace cinco años.
Lo especial de esta gente es que en materia de política no actúan de manera totalmente racional, en el sentido de que según su lógica con la ayuda de Dios son invencibles, que es cuestión de tiempo que consigan todos sus objetivos y que en realidad, aunque ellos mismos de repente no quisieran, existe una inevitabilidad del destino que les empujan a ser victoriosos no importa lo que ocurra.
Paralelismos con el marxismo
La mentalidad de estos grupos es parecida a la que tuvieron las organizaciones comunistas y revolucionarias desde la década de 1850 hasta la revolución soviética. Siempre desde la sombra, planeando y aguardando el momento, en su caso convencidos de que la inevitable revolución del proletariado llegaría en los siguientes diez años, y aplazando la fecha década tras década sin perder un ápice de fe en la causa y la victoria. Como se pudo ver, actuar así, aunque ayuda mucho a conseguir el objetivo, no es garantía de que este vaya a suceder, ni mucho menos. Y posiblemente lo mismo ocurra con los movimientos islamistas. El equilibrio geopolítico, la realidad de los números, se impone a cualquier sueño utópico.
Pero no hay que despreciar estos movimientos. Desde un punto de vista histórico, los dos movimientos tienen un origen contestatario. Por un lado, para los comunistas, la innegable opresión de las clases más bajas de la sociedad en un momento en el que por fin la educación empezaba a llegar a las masas; y por otro, para los islamistas, la nostalgia del recuerdo de una época en la que el empuje del Islam era como un tsunami, y esta civilización era militarmente, culturalmente y económicamente quizá el lugar más importante del mundo, en contraste con la situación humillante para los pueblos árabes de los últimos siglos, y décadas, a manos de Occidente, su rival clásico.
Recordemos que los países en la región mesopotámica fueron creados de un modo totalmente artificial, simplemente para complacer los equilibrios geoestratégicos de las potencias occidentales, y que las fronteras políticas que se crearon no correspondían en absoluto con las fronteras culturales de la región. Los árabes desde el inicio de su independencia formal se sintieron viviendo en parcelas diseñadas por amos extranjeros, con las cuales nadie se sentía identificado.
Y tengamos en cuenta también lo siguiente: El Islam es una religión que está enfocada ideológicamente en la unidad, en todos los aspectos vitales. Cuando eres un musulmán de verdad, vives gracias a, por y para Alá, y la existencia del mundo simplemente no tiene sentido de no ser por Él. Hay un solo Dios, y Mahoma es su profeta. Hay un solo libro, el Corán. Una religión verdadera, una forma de vivir, la recta, una cultura, una lengua (es curioso que se hable esencialmente la misma lengua desde Marruecos hasta Omán), y ahora, con el Estado Islámico, un solo estado. Un buen musulmán va a pensar que vivir en un país cuyo nombre mismo sea diferente al de ‘Islam’, significa que es un proyecto humano secular, distinto al propósito de reconocer la existencia y la autoridad de Alá, y por tanto, imperfecto filosóficamente hablando. Solo un Estado Islámico puede ser perfecto, en su esencia.
Por ser un proyecto político tan novedoso, este Estado Islámico tiene la capacidad de acoplarse a la mentalidad y las tecnologías de máxima actualidad. Su magnífico uso de internet y las redes sociales, su impecable departamento de propaganda, con periódicos y una revista de grandísima calidad, su música, su red de contactos, toda su forma de actuar revela una organización ágil y joven, aunque su ideología tenga un origen ancestral, que contrasta con la lentitud exasperante de las estructuras políticas tradicionales de Occidente.

Un proyecto inviable
El Estado Islámico es importante porque ha sido la primera organización en llevar a la práctica otra vez el antiguo Califato de Mahoma. Es posible, probable de hecho, que desaparezca en la práctica en los siguientes años y que el control de las regiones que tiene vuelva a Siria e Irak como en antaño. Rodeado de enemigos, gobernado por extremistas que no hacen sino cometer grandes atrocidades y superados en número y dinero por el resto del planeta, con un población que siente que vive en una gran cárcel nacional, en la práctica no es un proyecto viable, pero ideológicamente hablando han sido los primeros en devolver al Islam su orgullo perdido, y son un signo más de la creciente polarización del mundo, que Occidente domina cada vez menos.
Todo esto es lo que les hace tan atractivos, a pesar de su extremismo en las formas y en el fondo, el que sea un Estado con sentido vocacional mucho más profundo que la gran mayoría de los distintos Estados en este planeta. Como dice la frase, los necios crean nuevas rutas viajadas más tarde por hombres sabios. Y tanto si el Estado Islámico consigue sobrevivir a esta etapa de adolescencia política con tintes fascistas como si no, bien podríamos presenciar en el futuro lejano la existencia de este país o un sucesor espiritual suyo en otra parte que puede durar décadas, en paz. Y en ese momento su existencia no sería algo malo de por sí, solamente diferente.

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