Donald Trump, un 'cruzado' por el cristianismo
El polémico magnate y candidato republicano tacha a los líderes de Estados Unidos de estúpidos y promete defender una fe "en estado de sitio"
En las distancias cortas no usa Teleprompter y se defiende como un magnífico orador, aunque ofrezca datos imprecisos, cuando no totalmente falsos
¿Cuánta gente está viendo a Donald Trump en el polideportivo de la Universidad de Liberty? ¿Tal vez 8.000? ¿O 10.000? Él dice que "hemos roto un récord".
¿Será verdad?
Donald Trump tiene un concepto flexible de la verdad. Dice, por ejemplo, que la tasa de paro en Estados Unidos no es del 5,2%, como dicen las estadísticas oficiales, sino del 22%. Es algo que ningún economista -serio o no- compra. Dice que los musulmanes de New Jersey se echaron a la calle para celebrar el 11-S, y que él lo vio en televisión. Aparentemente, solo lo vio él. Y nadie más. Dice que, entre los inmigrantes ilegales de México "habrá algunos que, supongo, serán buena gente".
Y dice que EEUU liberó a 14 iraníes "que estaban en la lista de Interpol, o sea, que son peligrosísimos" a cambio "de cuatro estadounidenses". En realidad, Washington soltó a siete, que no estaban en ninguna lista, y Teherán, a cinco, aunque uno de ellos decidió quedarse en Irán.
Así que, ¿cómo saber si de verdad ha batido el récord del polideportivo? Es imposible. E irrelevante. Porque lo que está claro es que el sitio está lleno. Y Trump es un orador excelente. Para empezar, no usa teleprompter. Si improvisa o si lo tiene ensayado, es imposible saberlo. A fin de cuentas, él es una estrella de 'reality shows'. Y, como tal, sabe salirse del guion.
¿Alguien le insulta desde el público? Lo agradece, "porque así las cámaras dejan de enfocarme a mí, y tienen que girar, y entonces se ve cuanta gente hay. Si no, las cámaras nunca enseñan a la gente. Yo sólo leo prensa económica. Los periodistas económicos tienen sus trucos, pero al final los números son lo que hay. Pero los periodistas políticos nunca dicen la verdad". Otro aplauso. Como cuando señala "a ese señor de ahí, el del sombrero vaquero", como una persona que, convenientemente armada, habría liquidado ella sola a los terroristas del Estado Islámico.
La gente se ríe con Trump en Liberty University, un centro académico con 19.000 alumnos en el que se imparte una educación tan estrictamente cristiana que roza el fundamentalismo y que lleva a explicar en clase de Biología que Dios creó el Universo en exactamente seis días hace unos 4.000 años.
El fundador de la Universidad, Jerry Falwell, vivió un periodo de ostracismo público cuando acusó a "los abortistas, las feministas, los gays, las lesbianas y la Asociación de Defensa de los Derechos Civiles por su responsabilidad en los atentados del 11-S". ¿La razón? Esas personas van contra Dios. "Vosotros ayudasteis a que esto pasara". Y Dios castigó a EEUU. No en Chelsea o Dupont Circle, que son los barrios gays más famosos de Nueva York y Washington, respectivamente, sino en las Torres Gemelas y en el Pentágono. Claro que la puntería del Altísimo no es cuestionable en Liberty University.
Trump rompe con el debate político por todas partes. Su solución es clara: EEUU tiene lo que se merece. "Yo no tengo nada contra China ni contra México. Sí tengo algo en contra del liderazgo tan estúpido que hay en este país", declara. Y pone el polideportivo boca abajo. Igual que cuando defiende el derecho a llevar armas. A fin de cuentas, en el campus de Liberty eso es legal desde 2011. En diciembre, el actual rector de la universidad, Jerry Falwell 'hijo' dijo que "si más gente llevara armas, podríamos liquidar a esos musulmanes antes de que lleguen".
La cuestión religiosa es muy importante en Liberty. "Yo defenderé el Cristianismo", proclama el empresario, que va por su tercera esposa. Trump pide a su hija Ivanka que salude. La misma Ivanka de la que dijo que "si no fuera mi hija, tal vez le pediría que saliera conmigo".
Lynchburg tiene un tercio de su población negra. Pero aquí apenas hay personas que no sean blancas. Los estudiantes proceden de familias blancas, pobres, religiosas y conservadoras en materia social, pero que dependen del Estado para llegar a fin de mes. Gente que, en definitiva, disputa a los negros y a los hispanos los cupones de comida y las becas para estudiar.
Trump lo sabe. Arranca una ovación formidable cuando declara que "queremos ser políticamente correctos. Y eso no funciona, porque lleva mucho tiempo. Es agotador". Su mensaje es de izquierdas a veces, de derechas otras. Habla de 'la mayoría silenciosa', como término 'en clave' que creó Richard Nixon para ganar el voto, precisamente, de los blancos pobres que antes votaban demócrata. Ronald Reagan conquistó a ese electorado hasta el punto de que pasó a llamarse "demócratas de Reagan'. Si Trump se lo lleva de calle, no es que pueda ganar la nominación republicana. Es que puede ganar las elecciones.
¿Y qué pasará entonces? Que construirá el muro con México. Pero lo hará bien. "Tenemos que hacerlo bonito. ¿Por qué? Porque algún día lo van a llamar El Muro de Trump".
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