Abu Mahdi al Muhandis, el fiel escudero de Qasem Soleimani en Irak
El comandante 'de facto' de 'Hashid Shaabi', la constelación de milicias chiíes financiadas por Irán, se definía a sí mismo como "un soldado de Soleimani", junto al que ha muerto este viernes en el ataque perpetrado por EEUU en el aeropuerto de Bagdad
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En los primeros meses del Irak que sucedió al fin de Sadam Husein, el entonces ministro del Interior deslizó una reveladora confesión a propósito de Abu Mahdi al Muhandis. Su inquebrantable lealtad y estrecha amistad con el general Qasem Soleimani le convertían en un miembro más de la fuerza de élite Quds, la unidad de los Guardianes de la Revolución iraní encargada de las operaciones en el extranjero. Años después, en un documental manufacturado por la televisión estatal iraní, él mismo se presentó como "un soldado de Soleimani".
Su vasallaje fue incondicional y duró hasta su último suspiro. Al Muhandis ha hallado la muerte a primera hora de este viernes junto a Soleimani cuando el vehículo en el que viajaban ambos fue reducido a un amasijo de hierros y fuego por un dron estadounidense en las inmediaciones del aeropuerto internacional de Bagdad, en un ataque de consecuencias aún impredecibles para una región en llamas.
De padre iraquí y madre iraní, Al Muhandis ('El ingeniero', en árabe) -el nombre de guerra tras el que se escondía Jamal Jaafar al Tamimi- nació en 1954 en la provincia sureña de Basora. Durante décadas, medró en la arena política y las cuitas sectarias iraquíes, siguiendo los dictados del hombre que extendió los tentáculos de Teherán por Líbano, Siria, Irak o Yemen.
En el momento de su óbito, Al Muhandis era oficialmente el 'número dos' de 'Hashid Shaabi' (Movilización Popular, en árabe), la constelación de milicias chiíes financiadas por Irán e integradas desde 2016 en el organigrama de las fuerzas armadas iraquíes. Pero la influencia de quien una vez fue apodado "primer ministro de Irak en la sombra" y el verdadero creador de la organización paramilitar excedía sus ocupaciones actuales.
"Fue un destacadísimo comandante paramilitar en Irak. Aunque su cargo oficial era el de vicelíder de 'Hashid Shaabi', era 'de facto' el comandante de la organización que desempeñó un papel clave en la derrota del Estado Islámico", replica a EL MUNDO el reputado analista iraquí Hayder al Khoei. En su mensaje de despedida, el Ministerio de Defensa iraquí le recordó como un "héroe mártir" caído junto a varios milicianos en "un ataque infame de EEUU".
Al Muhandis había sido una figura clave del 'establishment' fraguado tras la invasión estadounidense de Irak en 2003 y el ascenso al poder de una élite chií tutelada por Teherán. Había inaugurado su activismo político durante su vida estudiantil, sumándose al entonces proscrito partido chií Dawa. Poco después de graduarse en Ingeniería Civil en 1977, huyó de Irak sorteando la represión emprendida por Sadam Husein contra los miembros de la formación tras el nacimiento de la República Islámica de Irán. Un "puño de hierro" que incluyó la ejecución de varios de sus dirigentes.
Hábil para el ejercicio de la política y las intrigas, halló refugio en Kuwait, donde trabó complicidad en el difunto líder de HizbuláMustafa Baddredine, caído en Siria en 2016. Desde allí, sirvió como comandante de las Brigadas Badr, una unidad de combatientes iraquíes establecida por Teherán para librar batalla contra Sadam. En 1984, volvió a emprender la huida antes de ser condenado a muerte por un tribunal kuwaití por su implicación en los atentados contra las embajadas estadounidense y francesa y el intento de asesinato del emir de Kuwait.
Al Muhandis vivió entonces al abrigo de Irán, el benefactor que le proporcionó entrenamiento castrense, hasta que, en 2003, el ocaso del dictador le dejó el camino expedito para su regreso a casa. Fue elegido parlamentario en 2005 bajo las siglas de Dawa, pero su paso por Irak fue fugaz. La presencia de las tropas estadounidenses contra las que siempre batalló y las tentativas de arrestarle le obligaron a buscar acomodo en el país vecino. En 2003, fundó Kataeb Hizbulá, una pequeña pero radical milicia a la que EEUU atribuyó el ataque con misiles que el pasado 27 de diciembre segó la vida de un contratista estadounidense en una base militar de Kirkuk.
En 2009, Washington designó como "entidades terroristas" al propio Al Muhandis y su milicia. Al ingeniero lo acusó de haber forjado una red de contrabando de armas por los confines de Oriente Próximo y haber alentado una retahíla de atentados en la región.
Su batallón se curtió en la guerra civil que desangró Irak y jugó lugar un papel notable en la guerra civil siria, proporcionando oxígeno a las tropas de Bashar Asad, y en la lucha contra las huestes del autodenominado Estado Islámico. Fue entonces, una vez consumada la retirada de las tropas estadounidenses en 2012 y con la agónica batalla contra los yihadistas como trasfondo, cuando su figura pública -blindada por su cargo oficial- volvió a resurgir en Irak.
Casado con una iraní y con doble nacionalidad, Al Muhandis se paseó durante las últimas décadas por los pasillos de Teherán y Damasco a mayor gloria de los intereses iraníes. Fue asesor de Soleimani y, en su nombre, construyó la red de las milicias chiíes en Irak, cementando un inmenso poder autónomo al ejército pese a haberse integrado formalmente en su aparato y manteniendo el control de sus finanzas y directrices hasta el final.
Su liquidación junto al hombre al que sirvió de escudero abre un tajo en Irak. "Su pérdida no será tomada a la ligera por muchas facciones de las fuerzas de Movilización Popular e incluso por el propio Gobierno iraquí del que formaba parte", vaticina el analista local Mohamed Husein. "Simbólicamente es una gran pérdida. Quién lo reemplazará es una pregunta complicada", admite Ayman al Tamimi en conversación con este diario.
Poco dado a las alocuciones públicas, Al Muhandis se dejó ver el martes por los aledaños de la embajada estadounidense en Bagdad, donde miles de milicianos sometieron a la legación diplomática a horas de asedio en represalia por los ataques aéreos estadounidenses que segaron la vida de 29 camaradas el pasado domingo. En su última declaración, el líder chií clamó a modo de pertubador epílogo: "La sangre de nuestros mártires no será derramada en vano. Nuestra respuesta resultará muy dura para las fuerzas estadounidenses en Irak".
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