Al iniciar el presente texto dudamos si utilizar cualquiera de los dos siguientes adjetivo: ruindad o perversidad.
Luego preferimos que sea el lector quien lo utilice según su propia interpretación de los hechos a relatar.
Por ello, empezamos por las definiciones respectivas.
Según la Real Academia, el adjetivo “perversidad” define a una persona que obra con mucha maldad y que lo hace consciente y disfruta de ello.
De igual manera, la Real Academia define el adjetivo “ruindad”, como el comportamiento de una persona despreciable por cometer o ser capaz de cometer malas acciones, con falsedad, hipocresía, traición o engaño.
¿Con cuál de los dos adjetivos se queda usted al escuchar la noticia de que el presidente López Obrador ya mando a diseñar el boleto para la rifa del avión presidencial?
¿Es una “perversidad” del presidente o acaso se trata de una “ruindad”?
Cualquiera que sea el caso, lo cierto es que estamos al límite de lo tolerable por una sociedad que ya no sabe dónde terminan la mentira y el engaño y tampoco sabe dónde empieza la verdad.
Lo cierto es que resulta una perversidad presidencial y una ruindad de sus colaboradores, secretarios de Estado y legisladores, que ninguno sea capaz de poner un alto a ese engaño colectivo y peor chiste llamado la rifa del avión presidencial; a esa burla colectiva que ofende a los ciudadanos
Y es un engaño por razones elementales.
1.- Antes de tomar posesión del avión y de tratar de rifarlo, el aparato debe ser propiedad del Estado mexicano.
2.- Hoy es propiedad del fabricante quien lo dejó en calidad de renta financiera al gobierno mexicano.
3.- Para que el avión pase a manos del gobierno de México se deben pagar los contratos y el costo del aparato, en su totalidad, para que el mismo gobierno que lo pagó, decida lo conducente.
4.- ¿Qué sentido tiene y qué utilidad práctica reporta al Estado mexicano, pagar por un avión, el cual luego será rifado y pagado, dos veces, por las contribuciones de los mexicanos?
La duda es fundamental porque, en los hechos, la rifa del avión presidencial se convierte en un impuesto adicional para seis millones de personas que desembolsen 500 pesos.
5.- ¿Para eso fue contratado el presidente, para hacer rifas? ¿No será que se trata de una ruindad presidencial?
6.- Una vez resuelto lo arriba citado, da la casualidad de que el avión no es del presidente, sino de todos los mexicanos. Es propiedad de la nación. Por tanto, deberá ser objeto de todo un procedimiento para su desincorporación como activo del Estado.
7.- Superado ese otro obstáculo, viene la parte fina. ¿Para qué quiere un ciudadano de a pie un avión de casi 300 millones de dólares?
Y, aquí, en éste punto, queda claro que la perversidad presidencial no tiene límites.
¿Por qué?
8.- Precisamente porque la perversidad pega en el hilo fino de las ambiciones y aspiraciones del ciudadano. ¿Recuerdan las candidaturas por tómbola?
9.- Ese es el centro del tema; desatar la ambición colectiva.
Y aquí es donde ya no sabemos si el presidente Obrador es “perverso” o “ruin”. ¿O será más “ruin” que “perverso”?
¿Por qué?
Porque de tanto en tanto, Obrador agita la zanahoria de la rifa, por encima de las cabezas de sus seguidores y se muere de risa al ver cómo todos se abalanzan para alcanzar el premio.
Un espectáculo que combina perversidad y ruindad.
Y es que, para bien o para mal, nadie sabe para qué “chingados” quiere un avión, como el presidencial, pero todos tienen claro que existe una oportunidad, entre seis millones, si compra su “cachito”.
En efecto, López Obrador no sólo es un hombre malo, una mala persona, sino y un gobernante con las cualidades fundamentales del dictador; la perversidad y la ruindad.
Claro, mientras que agita la zanahoria, dejan escapa de la cárcel al operador financiero de El Chapo. Claro, necesitan quien les pague.
Se los dije.
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