viernes, 4 de septiembre de 2020

El Congreso es un mercado 

Se prestan o alquilan curules con fecha de caducidad, por evento, por votación o por día, según se requiera

Manuel Lopez San Martin
Manuel López San Martín / Definiciones / Heraldo de México
El Congreso como tianguis, donde se traspasan legisladores; se prestan o alquilan curules con fecha de caducidad, por evento, por votación o por día, si se necesita.
Un mercado surrealista donde quien pueda pagar con dinero, posiciones o promesas, logra hacerse de diputados. Y en lo dantesco, el pudor se guarda para que no estorbe en la búsqueda de objetivos.
Qué más da que Gerardo Fernández Noroña haya llamado asesino al exdelegado en Coyoacán Mauricio Toledo. Si lo necesita para engrosar las filas del PT lo purificará y sonreirá junto a él para darle la bienvenida a su grupo parlamentario. Qué importa que el PRD haya combatido históricamente al PRI, con tal de garantizarle al tricolor la presidencia de la Mesa directiva le prestará –como ocurrió- cuatro diputados durante menos de 48 horas al partido que acusó de persecutor y antidemocrático durante décadas.
La semana que termina fuimos testigos de la transacción descarada en San Lázaro con el pretexto del jaloneo por la presidencia de la cámara. Se ha normalizado la compra-venta de diputados, el chapulineo. La voluntad de los votos no es tan relevante como el interés de los partidos por jugosos cargos y cuantiosas bolsas económicas.
Pero lo observado en estos días, apenas es una estampa de un modus operandi: 45 diputados federales, casi el 10% del total, han brincado de un grupo parlamentario a otro durante la actual Legislatura. El PRD, por ejemplo, ha perdido nueve legisladores, pasó de 20 a 11. El PES, de contar 31 al inicio, hoy tiene 24.
En contrasentido, el PT consiguió mágicamente la adhesión de más de una decena de diputados desde que comenzó la Legislatura. Inflaron artificialmente el grupo parlamentario, que comenzó siendo de 29 diputados y llegó a arañar hace un par de días casi los 50.
El tráfico de diputados es cosa normal. Al cuarto día de iniciada la Legislatura, el Verde le transfirió cinco de sus 16 diputados a Morena, para garantizarle la mayoría absoluta y que pudiera presidir la Junta de Coordinación Política.
Pero aún entre tanto malabar, hay quienes dan saltos dobles. La diputada Leticia Díaz Aguilar fue de Morena al PT y de ahí de vuelta a Morena en 15 días, entre el 30 de junio y el 15 de julio; el diputado Manuel López Castillo que llegó a través de la tómbola morenista a San Lázaro, fue integrante del grupo parlamentario del PT, menos de 24 horas.

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Después de berrinches y saltos legislativos de una fracción a otra, la telenovela que vimos en la cámara llegó a su fin sin que hubiera final feliz para todos: el PT se quedó con las ganas de presidir San Lázaro con Fernández Noroña, lo que nunca debió ser una posibilidad, porque los números jamás les dieron.
Finalmente ganó la legalidad y la conducción del tercer año de la Legislatura recayó en quien por Ley debía llevarla: la tercera fuerza, el PRI. Lo demás, se pensará, es mera anécdota. En realidad, es más que eso: es la descripción de una forma de hacer política que huele a podrido, donde el mercantilismo y no las convicciones definen las acciones de representantes populares que no representan a nadie, más allá de sus propios intereses. Tan burdo como grosero. Tan real como patético.

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