miércoles, 2 de mayo de 2012

abstencionismo activo ante comicios transados el 1 de julio del 2012

Abstencionismo, opción válida y respetable Por: Mario Rojas A. Desde las entrañas del sistema y de la clase política tan autoritaria como corrupta, han surgido las voces de los sacerdotes de la democracia, los alaridos y espadazos de los cruzados que quieren linchar a quienes proponen el abstencionismo activo o la anulación del voto. Los defensores del sistema quieren rescatar la “tierra santa” -de la república made in televisa o hollywood, que para el caso es lo mismo- de las garras de los nuevos moros –malos ciudadanos críticos e irresponsables, dicen ellos- que pretenden destruir sus “divinas instituciones” manipuladas por el panismo retrógrado, corrompidas por los dinosaurios priístas –que hoy reviven en sus juniors o dinosaurillos, igual de voraces- y la complaciente connivencia de la izquierda cachonda, corrompida por el sistema desde su origen pesetista, y hoy infiltrados y apoderados de la franquicia perredista. Pero, dejando a un lado los calificativos, que bien se los merecen, podemos preguntarnos ¿es el abstencionismo tan malo como dicen? Algunos personajes del sistema piensan que la democracia nació con ellos, que los abstencionistas de antaño, y la gente que repudió las elecciones en el pasado, nada logró de positivo, que por el contrario, fueron esos malos ciudadanos los culpables del atraso democrático que había en el país, eso nos quiere decir, entre otros, José Woldenberg, quien estuvo en el lugar conveniente, tuvo la suerte e inteligencia de estar a la cabeza del Instituto Federal Electoral y ahí desarrolló con acierto y honestidad su función, eso se le reconoce, pero de ninguna manera puede decirse que él sea el padre de la democracia mexicana, y tampoco le queda que se ostente como tal. En su afán de descalificar a quienes desde una posición democrática y de izquierda proponen la abstención o la anulación del voto, como José Antonio Crespo (intelectual de izquierda bien estimado y respetado por su congruencia política), Woldenberg mete en el mismo saco a personajes poco honestos y ampliamente cuestionados por sus actos de complicidad con la represión y corrupción estatal como Jacobo Zabludovsky (basta recordar su encubrimiento informativo de la masacre estudiantil de 1968), o de líderes de dudosa honestidad y discutida trayectoria política como Dulce María Sauri (se recuerda su estrecha relación con Salinas De Gortari y su respaldo al fraude electoral de 1988). No, ciertamente no se puede realizar un análisis objetivo partiendo de la egolatría democrática de José Woldenberg, ni de su falta de rigor al criticar por igual a todos los que están por la abstención. Lo que hace falta es una revisión histórica objetiva y apartidista de lo que es y ha sido el abstencionismo. Para iniciar cabe hacer algunas diferencias en esa masa histórica de ciudadanos que aparece una y otra vez, y que por diferentes razones no acuden a votar, es necesario cualificarla y evaluarla, especialmente por sus consecuencias. En lo social y político distingo básicamente dos tipos de abstencionismo: el activo y el pasivo; los que a su vez se expresan en tres estratos de la sociedad mexicana: en el lumpen elector; entre los trabajadores y clases medias; y en el gran elector capitalista. La dialéctica y lógica difusa nos permite entender que los dos tipos de abstencionismo, y su manifestación dentro de los tres sectores sociales, no tienen una línea maniquea de separación, por el contrario, sus linderos son confusos e intensamente entremezclados, haciendo difícil la caracterización y/o definición neta de tales expresiones. Siento mucho no poder decir, de manera simple dónde empieza uno y termina el otro, ni “quienes son los buenos y los malos”, como acostumbran decir de manera pueril en el sistema noticioso y malinformador de Televisa y TVAzteca. A pesar de estas dificultades metodológicas para definir las diferentes manifestaciones y motivaciones del abstencionismo, sí se pueden establecer algunas de las características más destacadas, aunque matizadas, de este fenómeno electoral. Abstencionismo activo: práctica electoral mediante la cual los electores determinan de manera deliberada, individualmente o de manera concertada con otros, voluntaria y consciente, anular su voto o no asistir a las urnas, como una manifestación de protesta y/o inconformidad con el estado de cosas, o porque ningún partido o candidato les inspira alguna confianza política. Abstencionismo pasivo: actitud de los electores que no acuden a las urnas a emitir su voto, sea por negligencia voluntaria, o involuntaria, por falta de motivación y desconocimiento político, y/o por la apatía popular ante un sistema incompetente, corrupto, e incapaz de elevar el nivel de conciencia y participación ciudadana. El lumpen elector Este sector lo componen las grandes masas de ciudadanos analfabetas políticos, con bajo conocimiento de la historia mexicana, e ignorantes de las propuestas de los partidos y candidatos; tal vez sean más de la mitad de los electores. Tanta demagogia y promesas incumplidas hacen que estos ciudadanos sean apáticos, personas que no ven en las elecciones ningún beneficio concreto para su estado de marginación económica y social, por el contrario, perciben únicamente que los miembros de la clase política, eternos candidatos y funcionarios, son cada vez más ricos, corruptos y prepotentes. No obstante, el lumpen elector puede votar por quien pague más, sabe que eso no resuelve su situación marginal ni su desempleo o subempleo, pero al menos algo mitiga sus necesidades. Los marxistas les dicen “lumpen”, los conservadores y liberales les dicen peyorativamente “pelusa”, “nacos”, “pelados”, “acarreados” (en el argot electoral), etc. Por lo general están enajenados por la pantalla idiota viendo la telenovela de su preferencia, alcoholizados en el futbol, escuchando música desechable, o acudiendo a las fiestas y bailes tan frecuentes en las áreas marginales. En lo ideológico dominan en ellos los conceptos y valores judeocristianos, fuertemente maniqueos, favorables a la supuesta libertad que les brinda el capitalismo y por supuesto, imbuidos en un anticomunismo atroz e irracional. Estas grandes masas son manipulables mediante el “clientelismo”, la dádiva, la torta y la despensa, su autoestima baja se refleja también en su deteriorada dignidad, por todo eso son carne de cañón para el acarreo, para votar por el “partido y candidato que dé más”, mientras haya, y siempre ha habido, quien compre su voto, salen a votar y con frecuencia son ellos quienes atiborran las colas de las casillas para votar “con falso fervor” por el partido y candidato “benefactor”. El lumpen elector ha tenido altibajos de participación, aunque siempre ha tenido un sector abstencionista, puede afirmarse que siembre han votado lo suficiente como para ser la mayoría de los que acuden a las urnas, así, paradójicamente, “quienes menos saben de política son quienes más votan”, aunque esto es relativo, ya que también se mueven por intuición, una forma de “racionalización inconciente”. En los años setenta, cuando no importaba contar los votos por que siempre ganaba el PRI, el lumpen elector se puso caro, pero aun así, sería el principal sostenedor de la legitimidad del régimen, el abstencionismo alcanzaba entre el 60 y 80 por ciento de los electores, y podría decirse que ellos serían la mayoría de los electores que acudían a votar, en su mayoría por el PRI. En 1988 una buena parte del lumpen elector jugó a las dos caras, una mayoría aceptó las dádivas del PRI, pero votó por los candidatos del FDN, pero, no obstante que Cuauhtémoc Cárdenas y la izquierda ganó, el sistema reconoció a Carlos Salinas (meses después, el PAN reconocería la legitimidad de la usurpación). Después de la imposición salinista, gracias al financiamiento del Estado, los demás partidos aumentaron sus recursos disponibles para la compra del voto, es decir, se “pluralizó el acarreo” y creció la oferta para la compra del voto entre el lumpen elector. Parecería que en el 2006 se polarizaría el voto del lumpen elector, unos por Andrés Manuel López Obrador, otros por Felipe Calderón, y en menor escala, aunque en número nada despreciable, votarían por Roberto Madrazo, algunos votarían por los partidos pequeños y otros se abstendrían. De cualquier manera, una nueva traición del estado frente al elector, parecería que la vía electoral esta vedada definitivamente para la izquierda. Clases medias y trabajadores electores Trabajadores y clases medias conforman un sector de electores de alrededor del 30 o 35 por ciento, tienen un mayor grado de formación política, y conocimiento de la historia de México, pero de ninguna manera se puede decir que sea suficiente, ni siquiera aceptablemente media, en su mayoría desconocen los documentos básicos de los partidos, ni siquiera aquellos que están afiliados a cualquiera de ellos. Por lo general se afilian y votan por un partido de la misma manera que apoyan a su equipo de futbol, por simple simpatía y “amor a la camiseta”. Probablemente un poco menos de la mitad de entre ellos se ha afiliado a un partido político, constituyendo la mayoría del conocido “voto duro” de los partidos, con todo y esto, probablemente más de la mitad sean abstencionistas, especialmente aquellos que tienen un mayor conocimiento de las propuestas de los partidos, que saben y conocen la trayectoria corrupta y demagoga de muchos de los líderes y candidatos, de aquí la otra paradoja, “quienes saben más de política tienden a la abstención”, al menos en esta época, y es lógico, ¿quién quisiera votar si no está conforme con ninguno de los candidatos impuestos por las mafias partidistas? Ciertamente que, buena parte del voto razonado y consciente también proviene de los trabajadores calificados y clases medias, entre ellos se encuentran las personas más instruidas y militantes de los partidos, y también, de ahí surgen las clases políticas de todos los partidos, su corrupción y falta de congruencia es fiel reflejo de la misma condición de la sociedad en donde se gestan. Es bueno por México Es bueno por México Dada su mejor situación social y económica, las posibilidades de acarreo es mínima, por el contrario, entre ellos se encuentran los principales acarreadores de los lumpen-electores. En otros casos, su condición social les permite también un mayor grado de dignidad y de conciencia para oponerse a las bajezas electorales, tenemos entre ellos a los mejores intelectuales, normalmente de izquierda, que influyen de alguna manera en el proceso electoral como líderes de opinión. El gran elector capitalista La clase que detenta el poder económico (y político) en México es muy diferentes de la de otros países con un sistema y cultura democrática mayormente consolidado, en donde los grandes burgueses y empresarios se afilian a diferentes partidos, en especial a los que defienden la libre empresa, como los conservadores, los demócrata-cristianos, liberales, socialdemócratas, e incluso algunos pocos encuentran acomodo entre los partidos ecologistas (de verdad, y no la caricatura de partido verde mexicano), y hasta en partidos de izquierda democrática más radical. No, en México la clase empresarial ha usado (algunos dicen que son los verdaderos propietarios) al PAN y al PRI para su beneficio, una minoría se ha afiliado al PRD y a otros partidos. El elector burgués y empresarial es poco numeroso, entre el 5 y 10 por ciento de los electores, sin embargo, es quien controla los medios de descomunicación y malinformación, y desde ahí manipulan al elector, especialmente al lumpen, y parte importante de los trabajadores y clase media. En su mayoría tienen un buen conocimiento de la política, en especial de las plataformas electorales y las propuestas legislativas de los partidos, saben muy bien qué propuesta podría beneficiarles y cuál afectarles, son en suma, el sector de la población mejor informado. Como en la colonia española y durante los gobiernos republicanos centralistas, conservadores, e imperiales, de la República, los panistas han dispuesto del apoyo de la iglesia y de un sector considerable de empresarios medios que gustan de comulgar cada viernes primero; mientras que los priístas han gozado del apoyo y financiamiento de los medianos y grandes empresarios menos mojigatos, muchos de ellos han hecho sus enormes fortunas de una relación espuria con el poder en turno. La clase propietaria del capital y de los medios de producción es y ha sido la más participativa en las elecciones, aunque a su manera, sabe que su voto no es tan numeroso, para obtener los resultados que necesita, de manera abierta o secreta, ha financiado las campañas de los candidatos y partidos que mas les favorecen, una vez que los electores los elijen, ellos encuentran el momento y forma de cobrarse lo invertido. Con sus notables excepciones, ellos no tienen principios ni partidos, únicamente intereses muy concretos que defender, capital, contratos, inversiones, reducciones de impuestos, infraestructuras, legislación favorable, etc., Así que, si José Woldenberg quiere encontrar ciudadanos modelo de participación, que voten (y hasta multiplican su voto) sin falta, y que acudan a las urnas con enorme “fervor republicano”, tiene ahí a la mayoría de los capitalistas y propietarios mexicanos. No sería razonable desconocer excepciones, las hay en la historia y en el momento actual, ciertamente no faltan los empresarios que han destinado sus fortunas por buenas causas, que no amanecen únicamente para ver en cuanto crecieron sus acciones y riqueza, y que son capaces de entender que la existencia puede tener objetivos más elevados que los de engordar la chequera. Nos es imposible, aunque si algo extraño, que haya empresarios que participen en la votación con una conciencia política ciudadana convencida, y que, incluso, muchos de ellos puedan sentirse decepcionados de las instituciones y procesos electorales, y que estén también a favor del abstencionismo o de anular su voto. Tipos de abstencionismo y voto de rechazo De manera resumida se puede decir que existe un abstencionismo activo y otro pasivo: el primero se da entre los sectores más politizados de las clases medias, entre los trabajadores y algunos sectores del lumpen, por diversas causas -generalmente por rechazo e inconformidad- los ciudadanos no acuden de manera deliberada a las urnas; en el segundo, el ciudadano desmotivado, sin interés, se queda en casa para no hacer nada o cualquier otra cosa que considera más importante, muchas veces algo banal como ver el futbol, ver una película, o simplemente quedarse en casa recostado. Ninguno de los dos es menos importante, ambos expresan nítidamente la protesta frente a un sistema electoral incompetente y corrupto (abstencionismo activo); o por que las instituciones electorales, partidos y candidatos, no lograron despertar ningún interés entre ellos, lo que es igualmente de legítimo ¿por qué votar si no me interesa? Anular el voto de Neuronaymedia.Blogspot Anular el voto de Neuronaymedia.Blogspot En una proporción mucho menor que el abstencionismo, se ha dado el voto de rechazo, en este caso, la persona acarreada y obligada por el patrón o partido, o el elector muy politizado, expresan su rechazo a las elecciones anulando su voto, votando por cualquiera no registrado, candidato independiente (Valentín Campa) o personaje real o ficticio (Cantinflas, El Santo), escribiendo algún insulto sobre la boleta, o simplemente anulando el voto con una cruz en toda la boleta; cualquiera de estas es una forma de protesta, de inconformidad, de malestar en contra de las elecciones. Resultados positivos del abstencionismo Al contrario de lo que se dice, el abstencionismo ha producido buenos resultados. Quiérase o no asumir de manera pública, el desprecio del pueblo hacia la farsa electoral tiene una lectura obligada al interior de las camarillas que se han apropiado de los partidos, de las mafias políticas, y de los eternos candidatos y vividores del presupuesto. Cuando la mayoría aplastante de los ciudadano desprecia a las instituciones que hacen el teatro, y no acude a una supuesta “fiesta de la democracia”, en donde, de ir, se sentiría extraño, en un evento que les ajeno, y que únicamente sirve para legitimar a farsantes y ladrones del presupuesto. Los gobiernos que no surgen de la mayoría ciudadana no cumplen con los establecido en el Artículo 39 constitucional, por eso mismo, no dimanan de la soberanía popular, podrán ejercer el poder (como lo hace FECAL) pero no son gobernantes sostenidos por la voluntad de los ciudadanos, y lo saben muy bien. En los años setenta, el abstencionismo llegó a ser de más del 70 por ciento de los electores, los gobernantes de aquel entonces ejercieron el poder con el respaldo de apenas un 15 o 20 por ciento de los electores, eso fue el principal factor que presionó a los gobiernos priístas para impulsar la apertura democrática y el registro de nuevos partidos. Ciertamente que hubo otros factores que presionaron la apertura del partido de estado: la molestia de amplios sectores de la población por las masacres estudiantiles de 1968, y 1972; la guerra sucia contra la guerrilla; el desgaste social del sistema derivado de la represión contra los ferrocarrileros, maestros, médicos, estudiantes, y electricistas; la lucha del partido comunista y el mexicano de los trabajadores para obtener su registro electoral; cierto, todo esto influyó, pero fue el abstencionismo el que puso en evidencia con mayor contundencia la falta de sustento del régimen priísta y su carencia de legitimidad constitucional. Quiérase o no reconocer, la apertura democrática iniciada en los años setenta, fue ante todo una respuesta positiva del Estado, ante la presión del abstencionismo que deslegitimaba de manera radical al sistema de dictatura de partido único. Cuando la población ha considerado positivo participar, lo ha hecho, cuando considera que su voto vale y hay una opción que puede hacer que las cosas cambien para bien, en ese momento el abstencionismo se reduce, pero nunca de manera artificial, únicamente por que dos o tres potentados o miembros de la clase política dominante dicen que deben de hacerlo. Así la ciudadanía salio en masa en 1988, votó por Cuauhtemoc Cárdenas, pero fue traicionada por ese mismo sistema que hoy dice que deben de salir a votar. En el 2006, buena parte de la ciudadanía salio a votar, pero se vio nuevamente traicionada por las mismas instituciones que le exigen que salga a votar, corrupción, monopolio partidario, anulación de candidatos independientes, altos sueldos de funcionarios, brincoteos de un cargo a otro, eternos vividores de la política, plurinominales escogidos entre las mafias partidarias, falta de democracia interna, etc., etc., por todo eso, la ciudadanía esta hastiada y no siente que la elección sea algo nuestro, sino una pantomima de quienes detentan el poder. Si usted tiene un candidato progresista y democrático que lo satisface, está bien que acuda a votar por él, no lo deje solo, en los demás sería bueno que anule su voto. Sí ninguno de los candidatos y partidos le satisface, sin remordimientos puede abstenerse, o acudir a la urna y anular su voto, eso no significa que usted sea un mal ciudadano, sino todo lo contrario, que usted esta ejerciendo libremente su derecho de expresar su repudio e inconformidad con la farsa electoral. En resumen, la abstención, cualquiera que ella sea, es una presión política formidable para un sistema corrupto y simulador como el que existe en México, mientras mayor sea, más fuerte será la bofetada que los ciudadanos le darán a las pandillas partidarias que mal gobiernan México. La abstención, mientras mayor sea, abre las puertas para una nueva y verdadera reforma política que permita la elección de verdaderos representantes de los ciudadanos, e incluso, para la discusión amplia y pública de una Nueva Constitución Política Mexicana que pueda hacer realidad las esperanzas y utopías que ha soñado la población, simplemente, una sociedad que pueda alcanzar su felicidad.

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