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sábado, 14 de abril de 2012

EN XOCHICALCO EL POPOCATEPETL

EN XOCHICALCO EL POPOCATEPETLMARCA EL TIEMPO

Texto y Fotografías : RUBÉN B. MORANTE

En mi articulo “ La Gruta del Sol “ , hablo de uno de los secretos que Xochicalco pronto iba a develar. Entonces estaba terminando mis investigaciones acerca de un evento astronómico que se presenta en esta zona y el cual no sólo es impresionante por su belleza y magnitud, sino que nos permite deducir importantes datos acerca de la historia de este lugar. Años de trabajo, de largo viajes, de estrelladas y frías noches en los volcanes y en las tierras del occidente de Morelos, me condujeron a observar, amanecer tras amanecer, cuando las nubes y la contaminación lo permitían, la salida del Sol en la zona montañosa del centro de México, desde el Cofre de Perote hasta el Popocatépetl, pasando por la Malinche.

Fue lo que llamé el camino tras la sombra de los volcanes, pues el alineamiento casi perfecto de los volcanes más altos de Mesoamérica me condujo hacia el punto donde se observaba el que quizá haya sido el descubrimiento más grande de la astronomía prehispánica: el sitio donde la geografía determinó una de las referencias calendáricas más exactas.

Sin duda es en los volcanes donde se dan los amaneceres de mayor belleza; el ambiente es místico, los tonos rojizos van encendiendo poco a poco el paisaje recién descubierto por el día y las sombras se proyectan largas hacia el poniente. Podríamos decir lo mismo de los atardeceres, sin embargo, entonces la atmósfera es menos transparente.

Así era aquella mañana en la cúspide de La Malinche, cuando hacia el norte del Cofre de Perote, el sol había despuntado y sus rayos hacían que la gigantesca sombra del volcán tlaxcalteco se extendiera sobre el valle de Puebla cual flecha de un atlatl enorme, señalando hacia el Popocatépetl . El Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba permanecían al margen (como simples espectadores del triple alineamiento), uno al norte del Popo y el otro al sur del Cofre. Era día de tránsito cenital.

Posteriormente y siguiendo la sombra que el Dr. Atl pintara magistralmente, cubría ahora el valle de Morelos. A lo lejos se distinguía la Sierra Madre del Sur y hacia ella señalaba esta otra flecha. ¿Qué sitio estaría en la dirección indicada por estas sombras? De la exploración en el campo hube de pasar a los papeles, a los mapas y escritos, a los estudios de los más reconocidos tratadistas y así formulé mis primeras hipótesis: las sombras indicaban con exactitud la ubicación de un lugar muy relevante para la arqueología mesoamericana, un sitio donde el día de tránsito cenital debió tener una gran importancia.

Seguí pues las sombras y allí donde señalaban encontré colinas remodeladas, juegos de pelota, templos, edificios, basamentos con finos bajorrelieves, todo un centro ceremonial cuidadosamente planeado. Allí la relevancia del tránsito cenital no fue difícil de comprobar, aparte de que en todo Mesomérica la tuvo, en Xochicalco se resaltó en los observatorios subterráneos, de ello hablo en mi artículo sobre “La Gruta del Sol”.

El siguiente paso fue captar los efectos visuales que se producían en Xochicalco a la salida del Sol el día indicado. Para ello había que ubicarse en el sitio preciso dentro de una zona arqueológica, había que conocerla perfectamente, que recorrerla y pasar muchos días bajo el agobiante sol de esta región semiárida. Luego de varios viajes al sitio, complementé mi conocimiento de campo con un estudio que recientemente publicó la UNAM; se trata de una investigación realizada por dos de los más connotados estudiosos de la arqueología de Morelos: Ann Cyphers y Kenneth Hirth.

Por fin, después de múltiples intentos, localicé un punto desde el cual se presenciaba un espectáculo breve pero impresionante. No había duda, no solo era el punto más alto del área ceremonial de mayor importancia, sino que desde allí múltiples factores corroboraban la búsqueda de la visual hacia oriente, hacia un magnifico fenómeno natural.

La zona arqueológica de Xochicalco abarca más de 100 km2. Se extiende en un lomerío, al sur de la sierra del Ajusco, de donde descienden los ríos que formaran la vertiente del Amacuzac, afluente del Balsas. La parte que tienen los edificios más importantes, y donde seguramente estuvo el centro administrativo de esta Ciudad-Estado, se localiza en el cerro llamado de Los Tres Lóbulos, que recibe este nombre porque se asemeja a en trébol. También llamado cerro de Xochicalco, está formado por las llamadas colinas del Norte, Sur y Poniente; cada una de ellas está ubicada en distinto nivel; la más alta, la Norte, fue aislada de las otras dos, lo que ha llevado a los arqueólogos a pensar que era un área reservada a los sacerdotes y cuyo acceso estaba restringido al pueblo. Es allí donde se localizan construcciones como el basamento de la Serpiente Emplumada, el edificio de Las Estelas, donde César Sáenz encontró esos magníficos monumentos, el Templo de las Ofrendas, también descubiertas por Sáenz, el Juego de Pelota Norte, los subterráneos-observatorios, incluyendo la Gruta del Sol y la Acrópolis, un edificio poco explorado y desde cuya cúspide se observa el espectáculo astronómico que describiré a continuación.


EFECTOS VISUALES DESDE LA ACRÓPOLIS

Conforme se asciende a la Acrópolis, el punto más alto del cerro del Xochicalco, se va teniendo una vista cada vez más amplia del horizonte oriental, de manera que al llegar a la parte más alta de este edificio, si el día está claro, se podrá observar el Popocatépetl como única señal de la lejana Sierra Nevada. Es un cono que destaca con un tono azul-blanquizco.

Su lejanía se acentúa al aparecer el cerro Coatzin o de La Bodega en primer plano, a escasos 300m. Quien lo vea puede sospechar desde este momento su función de marcador astronómico. No es fácil localizar este volcán desde Xochicalco, la mayoría de las veces la contaminación impide verlo y su silueta es tan difusa que se pierde en el horizonte.

Pero hay momentos en que el Popocatépetl resalta como si fuera la más cercana de las montañas; son tan sólo unos minutos de cuatro días del año: los dos días de tránsito cenital en la latitud geográfica de Xochicalco, así como el día anterior al primero y posterior al segundo de dichos tránsitos. A continuación describiré los efectos visuales de estos días.

Son las 5:45 de la mañana del día 14 de mayo de 1990. Mañana será el día de tránsito cenital. Un grupo de arqueólogos y un historiador especializado en el estado de Morelos, a quienes he invitado a presenciar el fenómeno, esperan impacientes a mi lado. No vemos el Popocatépetl y ya el cielo está claro, las últimas estrellas desaparecen ante la inminente llegada del Sol. Entre los trinos de las aves y el chirriar de los grillos, escucho voces desilusionadas; mis acompañantes se han levantado de madrugada, viajaron hasta aquí y finalmente, piensan, no podrán ver nada.

El fenómeno se dará esta vez. Yo los dejo en su creencia y prosigo con la colocación de mi equipo fotográfico. Una tenue capa de polvo se extiende sobre el valle de Cuernavaca y ni con binoculares se logra ver el volcán. A las 6:10 les anuncio que allí está la montaña. Habiéndola visto otras veces, logro distinguir sus contornos, sus muy débiles contornos; los veo así sin necesidad de aparato alguno, a ojo desnudo como dirían algunos astrónomos. A las 6:15 no sólo se distingue el Popocatépetl con toda claridad, sino que incluso el macizo del Ventorrillo, en su ladera norte, puede ser localizado. Pronto saldrá el sol, les advierto. La figura del Popocatépetl, a pesar de su pequeñez aparente y de su lejanía, destaca en un entorno preñado con la luz cálida del amanecer. Hoy saldrá al Sol a la derecha de la cúspide, les informo, y a las 6:17 por dicho punto irrumpen los rayos del astro. Son instantes lentísimos.

Entre exclamaciones de júbilo, escucho el accionar de los obturadores. Dura sólo unos instantes, lo que tarda el Sol en desprenderse de la Tierra o lo que tarda el horizonte en recorrer un diámetro solar, como se quiera. El hecho es que son poco más de tres minutos en que la montaña y el astro se conjuntan en un espectáculo de gran intensidad, de gran significación. Muy pronto, el Sol se desprende de la montaña y ésta última vuelve a desaparecer en el horizonte. No se volverá a ver en todo el día, ni con binoculares podrá ser localizada.

Volvimos al día siguiente, 15 de mayo, tránsito cenital en la latitud de Xochicalco (18º 47’ norte). El espectáculo del día anterior se repite, solo que ahora el Sol sale a la izquierda de la cúspide. El avance aparente del astro ha sido de un día, unos 14 minutos hacia el Trópico de Cáncer, sitio al que arribará el 21 de junio y donde sólo habrá un tránsito cenital. Por su declinación, el ascenso solar en este día, permitirá que suceda algo que no se dio 24 horas antes; esta vez, el último punto que el Sol tocará de la tierra, el sitio exacto donde se desprenderá el horizonte, será el Pico de Anáhuac, la mayor elevación del Popocatépetl. Luego de ello, al igual que el día anterior, el volcán se pierde de vista.

El 16 de mayo, con el fin de contar con un punto de comparación, regreso al amanecer. El Popocatépetl no aparece como en los días anteriores. El Sol sale pronto hacia la ladera norte del volcán y sólo se distingue parte de esta pendiente. El cono de la montaña no destacará hoy, su cúspide se halla perdida entre una atmósfera cada vez más brillante por la acción de los rayos solares. Será difícil que quien no conozca la ubicación exacta del Popocatépetl lo localice y lo mismo sucederá en todos los amaneceres hasta el segundo tránsito cenital, donde los efectos se darán en sentido opuesto, pues entonces el avance aparente del Sol será al revés, de norte a sur y, a partir del día siguiente a dicho segundo tránsito, el gran volcán aparecerá difuso, si aparece, en el horizonte, hasta el próximo mes de mayo, cuando una vez más la Tierra complete un ciclo y coloque, el día anterior al primer tránsito cenital, el hermoso cono eruptivo ante el gigantesco reflector.


SIGNIFICADO CALENDARICO

La Tierra da una vuelta completa alrededor del Sol cada 365 días, 5 horas, 49 minutos, o sea que no le toma un número exacto de días completar una revolución. Esto es lo que provoca que se agregue a nuestro calendario un día cada cuatro años y que ciertos siglos (cuyo número no es visible entre cuatro) no se haga este ajuste. Son cálculos que el hombre ha hecho a través de milenios y que con la tecnología actual se nos antojan muy sencillos.

A finales del siglo XVI los europeos habían acumulado un error de diez días al no tener bien determinados los ajustes necesarios. En Xochicalco, la observación del Popocatépetl como marcador del día de tránsito cenital no permite errores en este ajuste. Comparando mis fotografías, tomadas durante varios años consecutivos de observaciones, noté que aún el desfasamiento anual de la ubicación solar, por la fracción de día en que el Sol se atrasa año con año, se puede observar desde Xochicalco.

Claro que los xochicalcas no contaron con el auxilio de la fotografía, pero la cúspide del Popocatépetl es un indicador tan claro que las observaciones pueden hacerse de esta manera: Tamando un año como base, en el primer tránsito cenital el Sol saldrá a la derecha de la cúspide un día antes de la fecha de este evento (algo muy fácil de recordar), y el día de tránsito saldrá a la izquierda, tal como lo observamos en 1990. Al cabo de 365 días sucederá lo mismo, sólo que el Sol aparecerá más cerca de la cúspide del volcán. Dos años (de 365 días) después, el astro se verá exactamente en la cúspide y al cuarto año aparecerá a la derecha de la misma, indicando la necesidad de hacer un ajuste calendárico, pues la posición ya no es la del día de tránsito cenital sino la de un día antes, en el que, por supuesto, no se dará dicho tránsito, cosa que se puede confirmar en la Gruta del Sol.

Las implicaciones de esta observación son muchas, entre ellas, pueden contarse las siguientes: La cúspide del cerro de la Tres Lóbulos o de Xochicalco (colina Norte) fue remodelada en el periodo Clásico (hacia 650 dC). Para entonces la lógica más elemental indica que ya se tenía conocimiento del evento que se presentaba hacia el horizonte. Es muy probable que esta remodelación fuese motivada, entre otros factores, por el hecho de que tal evento se observaba desde allí.

Poseo un trabajo detallado donde hago un análisis de las alturas del cerro de Xochicalco y de su visual sobre el cerro de Coatzin; en él se concluye una búsqueda del efecto visual hacia el Popocatépetl precisamente desde el edificio conocido como Acrópolis y por encima de las estructuras y plazas de la cúspide del cerro Coatzin. Ello indica tres cosas: la función de ciertas estructuras, la fecha de ocupación del sitio y los motivos de su ocupación por un grupo de avanzados sacerdotes-astrónomos.

En cuanto a los conocimientos de dichos sacerdotes-astrónomos, se puede afirmar como muy posible que cuando menos desde el año 650 d.C. supiesen de la fecha exacta del tránsito cenital y que hicieran ajustes calendáricos cada cuatro años. Anthony Aveni ha dicho que el tránsito del Sol por el cenit pudo haberse utilizado para ajustar fechas en el calendario agrícola. Mi trabajo apoya tal afirmación.

Este descubrimiento ubica a los astrónomos xochicalcas entre los más adelantados del orbe. Es posible que contaran con un calendario al menos tan avanzado como el de los mayas, y definitivamente más exacto que el de los europeos nueve siglos después.

Referencias:
Kenneth Hirth y Ann Ciprés, Tiempo y asentamiento en Xochicalco, UNAM, México, 1988

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