Francia: gendarmería nacional, el modelo que desea Peña Nieto
Hollande, Peña y Rivera. Protocolo presidencial. Foto: AP |
PARÍS (apro).- En septiembre 2012 concluyó la formación de los 100 alumnos de la escuela de Gendarmería de Chateaulin, en Bretaña, al oeste de Francia. El país galo cuenta con cuatro escuelas de gendarmes. De ellas salieron los 98 mil gendarmes franceses desplegados a lo largo y ancho del territorio. Un año de formación antes de dirigirse a uno de los 3 mil 600 cuarteles de Francia.
La Gendarmería Nacional francesa es una fuerza de policía con estatuto militar que cubre las zonas rurales y las ciudades de menos de 20 mil habitantes; es decir, 95% del territorio galo y 50% de la población.
Es también lo que propone el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, para su país: una gendarmería nacional, de origen militar pero con mando civil. Así lo manifestó en octubre pasado durante su visita a París.
¿Qué pensar de esa iniciativa?
Ejercito por Gendarmería
“Es la continuidad de lo que hizo el gobierno anterior”, dice Javier Enríquez Sam, coordinador general del Colectivo contra la Tortura y la Impunidad (CCTI). “Con esa medida, Peña Nieto quiere mantener los militares en las calles”, afirma. Así, el porvenir de los 40 mil militares desplegados a través del país está en un callejón sin salida.
La reforma de la Ley de Seguridad, una de las iniciativas más importantes del mandato del presidente Felipe Calderón, justamente planteaba que, a petición de una autoridad local, se pudiera dar instrucciones a las Fuerzas Armadas para encarar “afectaciones a la seguridad interior”. Una reforma que resolvería el largo debate sobre la legalidad de los militares en las calles, que si bien logró su aprobación por el Senado en abril de 2010, no corrió la misma suerte en la Cámara de Diputados.
Por el momento, la presencia del Ejército en las calles se enfrenta a un vacío jurídico. “La propuesta de crear una gendarmería permitiría dar un marco legal a la presencia de militares en las calles”, subraya Juan Salgado, profesor del CIDE, especialista en cuestiones de seguridad.
Esta es justamente la propuesta del equipo de transición del presidente electo: integrar en esa nueva Gendarmería a “los entre 40 mil y 50 mil efectivos que pertenecen a secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina que actualmente están destinados al combate del narcotráfico y crimen organizado”, dijo el vicecoordinador de Seguridad y Justicia del equipo de transición, Jorge Carlos Ramírez Marín, en una reunión con los senadores el 18 de octubre.
“De todos modos, Peña Nieto tiene que buscar alternativas a lo que hizo Calderón, porque la política de seguridad de su predecesor fracasó, y la sociedad mexicana reclama un cambio”, señala Ernesto López Portillo, presidente de la organización Insyde, especialista en cuestiones de seguridad en México.
“Tenemos que elegir entre un modelo de seguridad civil o militar. Enrique Peña Nieto ha elegido la segunda opción, y no sé si es la mejor para México”, afirma.
El temor ante la militarización de la seguridad no es algo nuevo: los opositores a la Ley de Seguridad Nacional, entre legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ya temían que la reforma implicara una mayor militarización de la estrategia anticrimen, lo que conllevaría más violencia. Un miedo compartido por numerosos activistas que observan con preocupación el incremento de los casos de tortura durante el mandato de Calderón. De 2007 a 2011 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos registró un incremento de 425% en el número de denuncias por tortura.
De la misma manera un informe de Amnistía Internacional, presentado a principio de octubre pasado alertó sobre la impunidad en casos de torturas. “Aquellos que cometen actos de tortura están conscientes de que hay pocas probabilidades de que sean presentados ante la justicia”, indica el reporte.
“Entonces, que pasará con esa nueva Gendarmería?” interpela Enríquez Sam, coordinador del CCTI. “¿Dejaran de torturar a personas civiles? No lo creo.”
Muchos activistas aun recuerdan a la Policía Federal Preventiva, creada en 1999 durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Muchos de sus efectivos venían directamente de las filas del Ejército. “En esa época, constatamos muchos casos de torturas y una represión aún más fuerte”, señala el activista del CCTI.
“¿Utilizar las fuerzas armadas puede ser un riesgo para los ciudadanos, ya lo sabemos; entonces tendríamos que estar muy atentos a los esquemas de formación y de supervisión de esa Gendarmería”, analiza Ernesto López Portillo.
“La formación de los gendarmes será muy importante, porque hasta ahora los militares son formados para eliminar enemigos, para combatir. No poseen una capacitación para trabajar con civiles”, añade Salgado, del CIDE.
Disciplina de hierro
El año pasado, los 100 alumnos de la escuela de Gendarmería de Chateaulin, en Bretaña, pasaron diez meses en un cuartel como verdaderos gendarmes. Les pagaban mil 400 euros al mes.
En Francia cualquier ciudadano que desee ser gendarme debe tener al menos la preparatoria terminada, superar unas pruebas físicas y aprobar un examen escrito para ingresar a la Escuela Nacional de Gendarmería.
Durante un año, los estudiantes se levantan a las cinco de la mañana todos los días para realizar los honores a la bandera. Reciben una formación divida en tres bloques: entrenamiento militar, formación jurídica y administrativa, y una formación que incluye cultura general, deontología y relaciones humanas.
“Ahí esta la fuerza de la Gendarmería”, apunta Georges Philippot, un general de Gendarmería francés: “Durante la formación les enseñamos la importancia de las tres funciones del gendarme: proteger al ciudadano –igual que la policía–, pero también salvaguardar el Estado y defenderlo militarmente, si es necesario”.
Pase lo que pase, un gendarme siempre será fiel a su Estado, hasta… lo más vergonzoso: durante la Segunda Guerra mundial, la Gendarmería constituyó, junto con la policía, el brazo encargado de la seguridad del régimen de Vichy y de su política colaboracionista, deportando familias judías y matando a resistentes.
Otra característica del gendarme: una disciplina de hierro, consolidada en los cuarteles de gendarmes, separados de los militares, donde viven con sus familias.
Para Philippot esa disciplina fuerte es necesaria para limitar los derrapes y la corrupción, que se puede constatar actualmente en la policía gala: “Francia no tiene la cultura del orden como en los países sajones, por eso creó un modelo intermedio, civil y militar, y además, perfectamente adaptado a los tiempos de crisis”.
Gendarmería… imperial mexicana
Que mejor ejemplo de crisis que el año de creación de la Gendarmería Nacional francesa: 1791, dos años después de la toma de la Bastilla y dos años antes de la ejecución del rey Luis XVI. La ley del 28 Germinal año VI, según el calendario revolucionario (17 de abril de 1798) precisa que “el cuerpo de la gendarmería nacional es una fuerza instituida para asegurar en el seno de la República el mantenimiento del orden y la ejecución de las leyes”.
Orden y legalidad, mediante la creación de 2 mil cuarteles en toda Francia. “Durante la Revolución francesa, la Gendarmería tuvo un papel muy importante en la construcción de la identidad nacional, gracias a su red de cuarteles en todo el territorio”, señala el general Philippot. Y orden y sumisión también en el poco famoso episodio de la Gendarmería Imperial, creada en México por Napoleón III en 1865, para “pacificar” y fortalecer el reino de Maximiliano I, emperador de México.
“Era una manera de tener una fuerza de seguridad fiel y leal al Imperio”, señala Adrien Kippeurt, autor de una tesis de historia sobre esa primera gendarmería mexicana que realizó en la Universidad de la Sorbona.
Después de la invasión francesa en 1861, los Rurales, la fuerza de seguridad ya existente, apoyaron a las fuerzas republicanas de Benito Juárez. Si los Rurales estaban basados en un sistema de ciudadanos voluntarios para defender su municipio, el Ejército francés quería crear una fuerza de seguridad interior más centralizada. La Gendarmería Imperial mexicana se componía de “exmilitares franceses, europeos fieles a Maximiliano, pero también mexicanos voluntarios o que provenían de la antiguas fuerzas locales”, añade el investigador galo que encontró en los archivos del Ejercito francés la mención de una decena de cuarteles de gendarmería, principalmente en el centro del país, en grandes ciudades como México o Puebla, pero también en pequeños municipios como Paso del Macho, en el estado de Veracruz.
La aventura de los gendarmes imperiales de México terminó dos años después de su creación, en 1967, con el retiro de las tropas francesas: “Era un símbolo del Imperio, por lo tanto, Benito Juárez la suprimió”, analiza Kippeurt.
“A lo largo y ancho del país”
¿Qué enseñanzas sacar de esa primera experiencia de Gendarmería en México, tomando en cuenta el contexto histórico a distancia, y sobre todo, el hecho de que la autoridad creadora ya no sería, un ejercito extranjero, sino el propio Estado mexicano?
Primero, la adaptación, o no, en México, de un modelo por esencia centralista. En 1866, el general Bazaine, al mando de las tropas francesas en México, no quiso poner en marcha la centralización administrativa del Ejército y de la Gendarmería y preconizó una descentralización, para adaptarse a la realidad de México. “Si la Gendarmería funciona muy bien en el marco de un sistema muy centralizado, como Francia, tendrá que ser adaptado a un país federal como México” advierte Salgado.
En España, país federal de facto, la Guardia Civil, creada en el siglo XIX a partir del modelo francés, siempre ha funcionado bajo mando y sistema centralizado. “El modelo de éxito para un país federal como México está en los municipios”, señala López Portillo.
“En todo caso, sería mixto: la gendarmería como estructura temporal, y el desarrollo de un modelo de policías municipales a largo plazo”, agrega.
Segunda enseñanza, la más importante: tanto durante el reino de Maximiliano I como en la propuesta de Peña Nieto, la Gendarmería constituye un instrumento de legitimación y fortalecimiento del Estado-Nación “a lo largo y ancho del país”. Esa fue justamente la expresión utilizada por el presidente electo cuando visitó la sede de la Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico (OCDE). Ahí, declaró su voluntad de desplegar “una mayor capacidad y fuerza del estado a lo largo y ancho del territorio nacional, especialmente a las pequeñas poblaciones y ciudades medianas que en algunos casos es lugar y refugio para bandas delincuenciales”.
En Francia, los 3 mil 600 cuarteles repartidos en el territorio “permiten tener una fuerza de proximidad”, analiza Salgado. “Es parte de su éxito en Francia. Pero el apoyo o la aceptación de la población es muy importante”, añade.
A la vez representantes y defensores del Estado-Nación, los gendarmes encarnan también en el país galo la fuerza de seguridad de proximidad, frente a una policía considerada como más “fría”, acantonada en las grandes ciudades.
En México el objetivo sería, según el equipo de transición del PRI, utilizar “en un principio” instalaciones que el Ejército tiene en todo el país. Una promiscuidad entre efectivos militares y gendarmes que podría sembrar la duda en el seno de la población: ¿Serán realmente una nueva fuerza de seguridad efectiva, o simplemente militares con nuevo uniforme?
Preguntas sin respuestas por el momento. En cualquiera de los casos, el gobierno de Peña Nieto tendrá mucha presión para presentar una política de seguridad nueva y convincente, que supere los fallos de su predecesor. Podría no tener derecho a equivocarse.
La Gendarmería Nacional francesa es una fuerza de policía con estatuto militar que cubre las zonas rurales y las ciudades de menos de 20 mil habitantes; es decir, 95% del territorio galo y 50% de la población.
Es también lo que propone el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto, para su país: una gendarmería nacional, de origen militar pero con mando civil. Así lo manifestó en octubre pasado durante su visita a París.
¿Qué pensar de esa iniciativa?
Ejercito por Gendarmería
“Es la continuidad de lo que hizo el gobierno anterior”, dice Javier Enríquez Sam, coordinador general del Colectivo contra la Tortura y la Impunidad (CCTI). “Con esa medida, Peña Nieto quiere mantener los militares en las calles”, afirma. Así, el porvenir de los 40 mil militares desplegados a través del país está en un callejón sin salida.
La reforma de la Ley de Seguridad, una de las iniciativas más importantes del mandato del presidente Felipe Calderón, justamente planteaba que, a petición de una autoridad local, se pudiera dar instrucciones a las Fuerzas Armadas para encarar “afectaciones a la seguridad interior”. Una reforma que resolvería el largo debate sobre la legalidad de los militares en las calles, que si bien logró su aprobación por el Senado en abril de 2010, no corrió la misma suerte en la Cámara de Diputados.
Por el momento, la presencia del Ejército en las calles se enfrenta a un vacío jurídico. “La propuesta de crear una gendarmería permitiría dar un marco legal a la presencia de militares en las calles”, subraya Juan Salgado, profesor del CIDE, especialista en cuestiones de seguridad.
Esta es justamente la propuesta del equipo de transición del presidente electo: integrar en esa nueva Gendarmería a “los entre 40 mil y 50 mil efectivos que pertenecen a secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina que actualmente están destinados al combate del narcotráfico y crimen organizado”, dijo el vicecoordinador de Seguridad y Justicia del equipo de transición, Jorge Carlos Ramírez Marín, en una reunión con los senadores el 18 de octubre.
“De todos modos, Peña Nieto tiene que buscar alternativas a lo que hizo Calderón, porque la política de seguridad de su predecesor fracasó, y la sociedad mexicana reclama un cambio”, señala Ernesto López Portillo, presidente de la organización Insyde, especialista en cuestiones de seguridad en México.
“Tenemos que elegir entre un modelo de seguridad civil o militar. Enrique Peña Nieto ha elegido la segunda opción, y no sé si es la mejor para México”, afirma.
El temor ante la militarización de la seguridad no es algo nuevo: los opositores a la Ley de Seguridad Nacional, entre legisladores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ya temían que la reforma implicara una mayor militarización de la estrategia anticrimen, lo que conllevaría más violencia. Un miedo compartido por numerosos activistas que observan con preocupación el incremento de los casos de tortura durante el mandato de Calderón. De 2007 a 2011 la Comisión Nacional de los Derechos Humanos registró un incremento de 425% en el número de denuncias por tortura.
De la misma manera un informe de Amnistía Internacional, presentado a principio de octubre pasado alertó sobre la impunidad en casos de torturas. “Aquellos que cometen actos de tortura están conscientes de que hay pocas probabilidades de que sean presentados ante la justicia”, indica el reporte.
“Entonces, que pasará con esa nueva Gendarmería?” interpela Enríquez Sam, coordinador del CCTI. “¿Dejaran de torturar a personas civiles? No lo creo.”
Muchos activistas aun recuerdan a la Policía Federal Preventiva, creada en 1999 durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Muchos de sus efectivos venían directamente de las filas del Ejército. “En esa época, constatamos muchos casos de torturas y una represión aún más fuerte”, señala el activista del CCTI.
“¿Utilizar las fuerzas armadas puede ser un riesgo para los ciudadanos, ya lo sabemos; entonces tendríamos que estar muy atentos a los esquemas de formación y de supervisión de esa Gendarmería”, analiza Ernesto López Portillo.
“La formación de los gendarmes será muy importante, porque hasta ahora los militares son formados para eliminar enemigos, para combatir. No poseen una capacitación para trabajar con civiles”, añade Salgado, del CIDE.
Disciplina de hierro
El año pasado, los 100 alumnos de la escuela de Gendarmería de Chateaulin, en Bretaña, pasaron diez meses en un cuartel como verdaderos gendarmes. Les pagaban mil 400 euros al mes.
En Francia cualquier ciudadano que desee ser gendarme debe tener al menos la preparatoria terminada, superar unas pruebas físicas y aprobar un examen escrito para ingresar a la Escuela Nacional de Gendarmería.
Durante un año, los estudiantes se levantan a las cinco de la mañana todos los días para realizar los honores a la bandera. Reciben una formación divida en tres bloques: entrenamiento militar, formación jurídica y administrativa, y una formación que incluye cultura general, deontología y relaciones humanas.
“Ahí esta la fuerza de la Gendarmería”, apunta Georges Philippot, un general de Gendarmería francés: “Durante la formación les enseñamos la importancia de las tres funciones del gendarme: proteger al ciudadano –igual que la policía–, pero también salvaguardar el Estado y defenderlo militarmente, si es necesario”.
Pase lo que pase, un gendarme siempre será fiel a su Estado, hasta… lo más vergonzoso: durante la Segunda Guerra mundial, la Gendarmería constituyó, junto con la policía, el brazo encargado de la seguridad del régimen de Vichy y de su política colaboracionista, deportando familias judías y matando a resistentes.
Otra característica del gendarme: una disciplina de hierro, consolidada en los cuarteles de gendarmes, separados de los militares, donde viven con sus familias.
Para Philippot esa disciplina fuerte es necesaria para limitar los derrapes y la corrupción, que se puede constatar actualmente en la policía gala: “Francia no tiene la cultura del orden como en los países sajones, por eso creó un modelo intermedio, civil y militar, y además, perfectamente adaptado a los tiempos de crisis”.
Gendarmería… imperial mexicana
Que mejor ejemplo de crisis que el año de creación de la Gendarmería Nacional francesa: 1791, dos años después de la toma de la Bastilla y dos años antes de la ejecución del rey Luis XVI. La ley del 28 Germinal año VI, según el calendario revolucionario (17 de abril de 1798) precisa que “el cuerpo de la gendarmería nacional es una fuerza instituida para asegurar en el seno de la República el mantenimiento del orden y la ejecución de las leyes”.
Orden y legalidad, mediante la creación de 2 mil cuarteles en toda Francia. “Durante la Revolución francesa, la Gendarmería tuvo un papel muy importante en la construcción de la identidad nacional, gracias a su red de cuarteles en todo el territorio”, señala el general Philippot. Y orden y sumisión también en el poco famoso episodio de la Gendarmería Imperial, creada en México por Napoleón III en 1865, para “pacificar” y fortalecer el reino de Maximiliano I, emperador de México.
“Era una manera de tener una fuerza de seguridad fiel y leal al Imperio”, señala Adrien Kippeurt, autor de una tesis de historia sobre esa primera gendarmería mexicana que realizó en la Universidad de la Sorbona.
Después de la invasión francesa en 1861, los Rurales, la fuerza de seguridad ya existente, apoyaron a las fuerzas republicanas de Benito Juárez. Si los Rurales estaban basados en un sistema de ciudadanos voluntarios para defender su municipio, el Ejército francés quería crear una fuerza de seguridad interior más centralizada. La Gendarmería Imperial mexicana se componía de “exmilitares franceses, europeos fieles a Maximiliano, pero también mexicanos voluntarios o que provenían de la antiguas fuerzas locales”, añade el investigador galo que encontró en los archivos del Ejercito francés la mención de una decena de cuarteles de gendarmería, principalmente en el centro del país, en grandes ciudades como México o Puebla, pero también en pequeños municipios como Paso del Macho, en el estado de Veracruz.
La aventura de los gendarmes imperiales de México terminó dos años después de su creación, en 1967, con el retiro de las tropas francesas: “Era un símbolo del Imperio, por lo tanto, Benito Juárez la suprimió”, analiza Kippeurt.
“A lo largo y ancho del país”
¿Qué enseñanzas sacar de esa primera experiencia de Gendarmería en México, tomando en cuenta el contexto histórico a distancia, y sobre todo, el hecho de que la autoridad creadora ya no sería, un ejercito extranjero, sino el propio Estado mexicano?
Primero, la adaptación, o no, en México, de un modelo por esencia centralista. En 1866, el general Bazaine, al mando de las tropas francesas en México, no quiso poner en marcha la centralización administrativa del Ejército y de la Gendarmería y preconizó una descentralización, para adaptarse a la realidad de México. “Si la Gendarmería funciona muy bien en el marco de un sistema muy centralizado, como Francia, tendrá que ser adaptado a un país federal como México” advierte Salgado.
En España, país federal de facto, la Guardia Civil, creada en el siglo XIX a partir del modelo francés, siempre ha funcionado bajo mando y sistema centralizado. “El modelo de éxito para un país federal como México está en los municipios”, señala López Portillo.
“En todo caso, sería mixto: la gendarmería como estructura temporal, y el desarrollo de un modelo de policías municipales a largo plazo”, agrega.
Segunda enseñanza, la más importante: tanto durante el reino de Maximiliano I como en la propuesta de Peña Nieto, la Gendarmería constituye un instrumento de legitimación y fortalecimiento del Estado-Nación “a lo largo y ancho del país”. Esa fue justamente la expresión utilizada por el presidente electo cuando visitó la sede de la Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico (OCDE). Ahí, declaró su voluntad de desplegar “una mayor capacidad y fuerza del estado a lo largo y ancho del territorio nacional, especialmente a las pequeñas poblaciones y ciudades medianas que en algunos casos es lugar y refugio para bandas delincuenciales”.
En Francia, los 3 mil 600 cuarteles repartidos en el territorio “permiten tener una fuerza de proximidad”, analiza Salgado. “Es parte de su éxito en Francia. Pero el apoyo o la aceptación de la población es muy importante”, añade.
A la vez representantes y defensores del Estado-Nación, los gendarmes encarnan también en el país galo la fuerza de seguridad de proximidad, frente a una policía considerada como más “fría”, acantonada en las grandes ciudades.
En México el objetivo sería, según el equipo de transición del PRI, utilizar “en un principio” instalaciones que el Ejército tiene en todo el país. Una promiscuidad entre efectivos militares y gendarmes que podría sembrar la duda en el seno de la población: ¿Serán realmente una nueva fuerza de seguridad efectiva, o simplemente militares con nuevo uniforme?
Preguntas sin respuestas por el momento. En cualquiera de los casos, el gobierno de Peña Nieto tendrá mucha presión para presentar una política de seguridad nueva y convincente, que supere los fallos de su predecesor. Podría no tener derecho a equivocarse.
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