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domingo, 28 de enero de 2018

Al menos 95 muertos y 158 heridos al estallar una ambulancia bomba en Kabul

El coordinador de la ONG italiana Emergency, que atiende en su hospital a 131 heridos, habla de "masacre"

Dos hombres ayudan a uno de los heridos en el atentado que ha sacudido esta mañana el centro de Kabul. MASSOUD HOSSAINI (AP) / ATLAS
Casi un centenar de personas han resultado muertas este sábado y otras 158 heridas en un atentado en el centro de Kabul. El ataque, con una ambulancia cargada de explosivos, es el cuarto que sufre la capital afgana en el último mes y el más sangriento desde el camión bomba que en mayo del año pasado causó 150 muertos. Los talibanes se han atribuido la matanza, al igual que hicieron con el asalto al hotel Intercontinental hace una semana.
“Los últimos datos que tenemos son de 95 muertos y 158 heridos”, ha declarado Waheed Majroh, portavoz del Ministerio de Sanidad, seis horas después del atentado,citado por ToloNews. La gravedad de algunos hospitalizados hacía temer que el número de víctimas mortales siguiera aumentando.
Era poco antes de la una de la tarde local (tres horas y media antes en la España peninsular) cuando una ambulancia cargada con explosivos ha estallado en un control de la policía en el centro de Kabul, al lado de la popular Chicken Street y de varias embajadas, entre ellas la de la Unión Europea. La zona se encontraba especialmente concurrida por tratarse del descanso para el almuerzo en un día laboral para la mayoría de los afganos.
“Es una masacre”, ha manifestadoDejan Panic, el coordinador en Afganistán del grupo de ayuda Emergency, que gestiona un hospital especializado en trauma cercano al lugar de la explosión. Ese centro ha recibido 131 heridos, según ha informado en su Twitter.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), por su parte, denuncia el uso de una ambulancia para perpetrar el atentado. “Podría considerarse perfidia bajo el DIH [Derecho Internacional Humanitario]. Inaceptable e injustificable”, ha tuiteado su oficina en Afganistán.
Este nuevo ataque de los talibanes, cuyo asalto el hotel Intercontinental una semana antes causó al menos 22 muertos (14 de ellos extranjeros), contradice la confianza mostrada tanto por el presidente afgano, Ashraf Ghani, como por EEUU, en que una nueva estrategia militar más agresiva ha logrado echarles de los centros urbanos. Desde el pasado verano, la Administración Trump ha apostado por un aumento de los bombardeos sobre los insurgentes con el fin de inclinar la balanza hacia las fuerzas de seguridad afganas y obligar a aquellos a negociar. Los rebeldes se empeñan sin embargo en demostrar que no les han debilitado.
Al menos 95 muertos y 158 heridos al estallar una ambulancia bomba en Kabul
“El cambio de estrategia se ha traducido en que las ciudades se han convertido en el nuevo frente”, interpreta el comentarista afgano Bilal Sarwary. En conversación telefónica con EL PAÍS, explica que en la medida en que EEUU han intensificado su apoyo a las fuerzas especiales afganas con el bombardeo de posiciones de los talibanes y del Estado Islámico, estos grupos han encontrado en los ataques en los centros urbanos “un medio de garantizarse titulares y de minar la confianza de la gente en el Gobierno”.
Sarwary subraya también “los fallos de inteligencia y seguridad” que siguen produciéndose en el país y que atribuye a la cultura de impunidad. “Nadie es cesado y mucho menos dimite después de incidentes como el de hoy”, lamenta.
No es el único que apunta en esa dirección. Omar Zakhiwal, embajador afgano en Pakistán, se ha referido a “otra brecha de seguridad y deficiencia de los servicios de información” en sucondena al atentado. De igual modo, el general Mohammad Ayub Salangi, jefe de la policía de Kabul y las provincias del noreste, ha instado al presidente Ghani a emprender “reformas urgentes y exigir responsabilidades a los funcionarios”.
A raíz de la intervención de EEUU que les desalojó del poder en diciembre de 2001, los talibanes combaten tanto a las tropas extranjeras como al Gobierno afgano al que acusan de lacayo de Occidente. Tanto ese grupo, como la rama local del Estado Islámico, han aumentado sus ataques en Kabul desde 2016 convirtiendo esa ciudad de cinco millones de habitantes en una de las más peligrosas del país para los civiles.
Y eso a pesar de que desde el brutal camión bomba de mayo del año pasado el centro se convirtió en una fortaleza de muros de hormigón y controles policiales dedicados a inspeccionar los vehículos que los cruzaban. Sin embargo, según periodistas locales, las ambulancias escapaban hasta ahora a ese escrutinio, una brecha que ha sido explotada por los terroristas y ha permitido que el ataque de este sábado se haya producido a menos de cien metros de la oficina del jefe de la policía de Kabul, a 50 de la Dirección Antiterrorista y a 30 de las instalaciones de la Dirección Nacional de Seguridad.
“Han conseguido que no haya ni un pueblo, ni un valle, ni una montaña segura; ahora tampoco las ciudades”, resume Sarwary. “Esto ponen en una situación muy difícil tanto a los diplomáticos como a las ONG, no solamente para su trabajo sino también porque están tratando de convencer a los refugiados de que es seguro regresar y claramente no es así”, concluye.

DOBLE FRENTE INSURGENTE

La mayoría de los grandes atentados que sufre Kabul y otras ciudades afganas son obra de los talibanes, y en particular de la red Haqqani. Ellos se han responsabilizado tanto de la ambulancia bomba de este sábado como el asalto al hotel Intercontinental una semana antes. Pero en julio de 2016, entró en escena el Estado Islámico en Jorasán, una rama local del grupo surgido en Irak y Siria y más conocido por sus siglas inglesas ISIS, con una doble explosión que causó al menos 85 muertos. Desde entonces ha firmado una veintena de ataques en la capital, a menudo de carácter sectario como el que llevaron a cabo contra un centro cultural chií el pasado 28 de diciembre. También se han atribuido el asalto contra la sede de la ONG Save the Children en Jalalabad del pasado miércoles y elprimer atentado de este año en Kabul que dejó una veintena de muertos.

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