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lunes, 17 de diciembre de 2018

Hijo de conversos. ¿Dónde comienza la historia?

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Ciertamente, no podría determinar mi inicio aunque haya nacido hace 30 años o dentro de 30 años. Indagar de cierta manera, nos conduciría a la complicada historia del origen del hombre. Pero no me refiero a eso. ¿Dónde empieza tu historia, hijo de conversos?
Si, digo que soy musulmán, que mis padres se convirtieron al islam y que por eso me llamo Karim. Que en el colegio me explicaba de este modo: “me llamo Karim porque mis padres se hicieron musulmanes y entonces me pusieron un nombre árabe”.
De esta manera, parecía quedar explicado mi origen y ya jugaba en el recreo como uno más. Desconozco la idea o imagen que quedaba en la mente del interlocutor. Pero entonces eso no era importante. Pues yo ya estaba dentro. Quiero decir que, sin quererlo, estaba flotando. Que no había límites ni fragmentación en la realidad en la que me movía. Jugaba en el recreo y postraba mi cabeza en el suelo de la misma manera. Dormía y despertaba indiferentemente. Todo era Uno. Figúrate que ahí comienza la historia, hijo de conversos. Estás flotando y no te puedes explicar cómo ni porqué.

El camino de los conversos: un viaje a la unicidad

Me llevaron con ellos a ese lugar donde todo gira en torno a lo Uno. Ahora puedo observar la escena con más nitidez. Ingrávido me hallo en un vacío, el vacío del encuentro. La oscuridad y la luz siguen siendo las mismas, tenga o no abiertos los ojos. Buceo en la matriz porosa que mamá y papá pusieron ahí. Sondeo los límites y observo desde diferentes ángulos la constitución de esta matriz, determino su peso, la saboreo. Aunque me atrevería a decir que de un modo inconsciente, del mismo modo que uno adquiere el lenguaje o ciertas habilidades connaturales al ser humano.
El esfuerzo de ellos, de aquellos que no se conformaron con el statu quo, con un esquema de pensamiento que les parecía insuficiente y no les proporcionaba una sinceridad para con sus corazones. Creo que lucharon por encontrar su naturaleza primordial, buscarse a sí mismos. No soportaban la idea de estar alienados, de modo que se lanzaron a indagar por los entresijos de la mente, del lenguaje, de los estados de conciencia, del arte, de la educación… en definitiva, tenían que vaciarse, revolcarse en el barro, gritar, reír, abrazarse. Y así lo hicieron, con intensidad y mucha valentía.

Recordar, aquello que pretendían mis padres…

Hijo de converso, me gustaría que seas consciente de lo que pretendían: recordar. Y lo hicieron a través del recuerdo. Me explico: es como en aquel libro en el que hay unos pájaros que están día y noche diciendo “atención, recuerda”. Ellos eran ellos mismos y el pájaro. Los que se advertían del recuerdo y los que recordaban. Como un sistema de comunicación nuevo que aún no comprendían, iban pulsando teclas aquí y allá, ensayo y error. Hasta que, ya digo que con intensidad y mucha valentía, iban conformando una suerte de lenguaje, de comunicación para con sus corazones.
Este proceso de apertura, de súplica, de confianza, de entrega, de aceptación, ha sido como los pasos bien orientados de un peregrino. Este fue su proceso de depuración de las asperezas, el cual iba refinándose cuando el islam vino a ellos. Era lo consecuencia lógica, pues por cada centímetro que te acercas a Allah, Él se acerca cien. La matriz porosa, el islam, los impregnó. Islam significa paz y sumisión. En este nuevo medio aquel lenguaje cobraba todo el sentido y coherencia, ya sabían que teclas pulsar, y un nuevo estado de sosiego calmaba el anhelo de sus corazones. La baraka y la rahma.
Y este es mi origen como hijo de converso. Por eso, cuando alguien me pregunta, tengo que explicar de la matriz de la que vengo. Después de 30 años me he dado cuenta de que es uno de los mejores mantras que se han impregnado en nuestra genética… “anhelábamos descubrirnos a nosotros mismos y como consecuencia lógica nos reconocimos musulmanes”.
Por eso forma parte de mí el camino del autoconocimiento, para conocer mejor a mi señor. A Allah. A Dios. A la matriz porosa que todo lo engloba. Por eso, doy todos los días gracias por semejante regalo. Alhamdulillah.

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