El violinista de Mosul que venció a los torquemadas del Califato
Los barbudos del is lo persiguen desde julio.
"Se llevaron mis instrumentos, mi música... Y opté por escapar a Bagdad"
Durante los dos últimos años y medio su violín sonó en los rincones más remotos de la casa, lejos de las huestes del autodenominado Estado Islámico que gobernaron a sangre y fuego la geografía de Mosul. Amin Mokdad desafió la ley de los bárbaros que hizo añicos monumentos y envió a la hoguera libros e instrumentos musicales empuñando el único arma que conocía, su violín. "Jamás dejé de tocar el violín. La música es la manera que tengo de expresarme. Las palabras mueren cuando se dicen. En cambio, la música... No sé como explicarlo", relata a Crónica Amin, de 28 años, que arriesgó su vida por los tañidos de violín, violonchelo y guitarra que descubrió siendo niño.
"Me inicié con 10 años. Mi padre me enseñó. Escuché una pieza de Beethoven y me fascinó. Con el tiempo, supe que no pertenecía a Beethoven pero ese detalle era lo de menos", rememora este veterinario que hace una semana logró huir de Mosul tras resistir heroicamente agazapado en su callejero. "Mi familia -esboza- escapó antes de que el Daesh [acrónimo en árabe del Estado Islámico] tomara la ciudad en 2014. Mi padre es escultor y mi madre pintora. Tengo dos hermanos y una hermana. Se fueron a Bagdad; yo no tuve más remedio que quedarme".
Al irrumpir en la segunda urbe de Irak, los adláteres de Abu Bakr al Bagdadi decretaron una retahíla de prohibiciones: clausuraron las bibliotecas, prohibieron el tabaco y desterraron la música. Amin se refugió entonces entre los muros de su hogar. "Mi amigo Omar venía a casa y pasábamos horas tocando, hablando de cultura o divagando sobre nuestro futuro", evoca el artista. "Durante el primer año de ocupación fuimos más atrevidos. A veces trasladaba los instrumentos escondidos en bolsos o envueltos en telas para sortear el registro de los terroristas. Éramos conscientes, no obstante, de que el mínimo error nos podría costar la vida".
El pasado febrero los agentes de la hisba (policía religiosa que aún patrulla las calles de Mosul) arrestaron a un adolescente acusado de escuchar música occidental contraria a la rigorista interpretación del islam que propugnan los acólitos del califato. Unas semanas después, su cuerpo decapitado fue entregado a sus parientes. "Viví días de zozobra por las historias que escuchaba pero llegó un momento en el que decidí actuar con libertad a pesar del miedo y las advertencias que me hacían mis allegados", murmura Amin, que vive desde hace más de un lustro entregado a la magia de las cuerdas. "Desde 2009 tocaba en público. Gané varios premios en certámenes de la universidad y solía caminar por mi barrio con instrumentos musicales. Ya entonces la música era algo extraño en Mosul. Mis vecinos estaban al tanto de mi afición y no resulta raro que la información terminase llegando a oídos del Daesh".
Una visita de los barbudos el pasado julio inauguró la persecución. "Entraron en casa y me interrogaron durante tres horas. En casa tenía tres violines, dos guitarras y un violonchelo. El Daesh se lo llevó todo: los instrumentos, los volúmenes de mi biblioteca y los discos duros en los que guardaba mi música. Prometieron volver al día siguiente. Opté por escapar a la casa de unos parientes. Cuando regresaron y no me encontraron, se volvieron locos", comenta desde la capital iraquí, donde acaba de reencontrarse con su familia y con Omar, el compañero de batallas que también desertó de la villa.
Durante el último medio año, Amin permaneció camuflado en el distrito de Al Wahda, liberado por las fuerzas de seguridad estos días. "Era un barrio repleto de terroristas. Como no podía salir, dediqué el tiempo a leer y a escribir poesía y novelas. En cuanto concluyeron las escaramuzas, tomé la ruta hacia Bagdad", replica.
"Antes de que impusieran su ley, había noches interminables de música en los cafés. En una ocasión vaciamos de sillas y mesas uno y lo convertimos en una sala de teatro. Queríamos acercar la música a la gente... En vísperas de la llegada del Daesh, compramos un amplificador que no llegamos a usar", desliza Amin, empeñado en recorrer el camino de regreso al páramo en ruinas cuando las tropas iraquíes canten victoria. "Me gusta Mosul. Esperaré lo que haga falta para volver. No pienso emigrar. Alcanzar el éxito en Mosul es mucho más difícil que hacerlo en el extranjero".
QUIÉN ES: Sobrevivió 30 meses en la ciudad tomada por los yihadistas sin renunciar al "pecado mortal" de tocar su violín. QUÉ HIZO: Perseguido por el IS, halló refugio en la casade unos parientes. "Me amenazaron. Tuve que huir. El vecindario se llama 'Al Salam', paz en árabe. Pero allí no había paz". SU SUEÑO: "Contribuir a un mundo mejor, más bello".
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