Trump y el fin del “neoliberalismo” en México
Héctor Apolinar Dossier Politico
Dia de publicación: 2017-01-10
Bajo los lemas “Primero America” (America first) y “Hacer a América grande otra vez” (Make America great again), Donald Trump anuncia el fin de la era del “neoliberalismo económico”, que reinó en el mundo occidental desde la década de los 80s hasta la actualidad, bajo la dirección de los gobiernos de Margaret Thatcher, en Inglaterra, y de Ronald Reagan, en Estados Unidos.
El “neoliberalismo económico” impulsó la reducción al mínimo de la participación del Estado (gobiernos) en la economía, la privatización de empresas y servicios bajo responsabilidad del gobierno, así como la “desregulación” de la economía para permitir que las “fuerzas del mercado” (las empresas) determinen los precios, las inversiones y la desparición o quiebra de empresas que no puedan sobrevivir a la “libre competencia”.
Bajo esas políticas el mundo occidental experimentó una un incremento y concentración de la riqueza mundial en poder de los sectores de la sociedad más ricos; vio el empobrecimiento de la clase media y el crecimiento de la pobreza.
Trump nos anuncia que su próximo gobierno ya no lo permitirá.
Para ello, anunció que obligará o presionara que cientos o miles de empresas regresen las inversiones que tienen en otros países a los Estados Unidos y que de no aceptar sancionará a esas empresas mediante altos impuestos a sus productos que ingresen a EU.
También que modificará por completo el Tratado de Libre Comercio que firmó hace más de 20 años con México y Canadá, porque, afirma, que ese tratado generó el traslado de empresas a México y el cierre de empresas en su país, produciendo un fuerte desempleo en varias zonas industriales.
Argumenta, entre otras cosas, que las empresas enviaron al despido a miles de trabajadores con buenos salarios y dieron empleo en México a trabajadores con bajos salarios.
Lo mismo afirma en el caso de China comunista, país que en los últimos 20 o 30 años se convirtió en el centro maquilador del mundo occidental. Miles de empresas de todo tipo y de muchos países occidentales, trasladaron sus operaciones a China aprovechándose de sus bajísimos salarios, los bajos impuestos y la ausencia de regulaciones ambientales.
Gracia a ello, China ha logrado tasas de crecimiento económico superiores al 10 por ciento durante más de 10 años, aunque en los últimos cinco años la redujo notablemente.
Como es sabido China inundó los mercados norteamericanos con sus productos pero que, en realidad, son de empresas norteamericanas de todo tipo, desde Nike hasta Apple, causando, en muchos casos, el cierre de empresas y desempleo en Estados Unidos.
No hay duda que con la aplicación de esa política se enriquecieron infinitamente no sólo los dirigentes del Partido Comunista de China, sino, sobre todo, los dueños y accionistas de las empresas.
Donald Trump anunció ya que esa situación no se mantendrá ni un minuto y que a partir de que tome protesta como Presidente de EU, obligará a las empresas norteamericanas a regresar, por lo menos, una buena parte de sus operaciones a Estados Unidos para, así, crear empleos.
Eso es lo que quiere decir “Primero América”.
En los medios empresariales de México y de Estados Unidos, muchos dudan que Trump pueda lograr lo que anuncia, porque consideran que existen importantes intereses empresariales que saldrían perjudicados e, incluso, los propios consumidores norteamericanos al elevarse los precios de los productos producidos en EU, donde se pagan salarios más elevados que en México.
Sin embargo, como lo ha demostrado, aplicará la fuerza del gobierno norteamericanos en sus manos para lograr lo que se propone, sin importar las consecuencias negativas que pudiera desatar.
Durante su campaña electoral demostró que no le importa el qué dirán los medios de comunicación o algunos sectores políticos a los que derrotó tanto al interior del Partido Republicano como a su adversaria Hillary Clinton, a la que, incluso, amenazó con meter a la cárcel y la calificó de corrupta e inmoral.
Esas acciones que anuncia Trump implican una intervención masiva y directa del gobierno en los asuntos económicos, violando todas las “reglas” del “libre mercado” y del liberalismo económico. Por ello afirmamos, como muchos, que es el fin del neoliberalismo.
Lo anterior no quiere decir que las acciones de Trump serán mejores. No lo sabemos a ciencia cierta, ya que aún no se dan a conocer.
Sin embargo, podemos pensar que cerraran algunas empresas norteamericanas que se encuentran en México y que, otras, dejarán de invertir en el país.
Lo que se vislumbra con claridad es que Trump impondrá una forma de gobierno “populista” autoritario, en el que prevalecerá más la presión, el amedrentamiento, la amenaza, la fuerza, la demagogia, recursos de los que hizo gala durante su campaña electoral contra todos aquellos que se le opusieron.
En Estados Unidos, hay sectores de la sociedad que ven con honda preocupación que Trump se convierta en una seria amenaza para la democracia norteamericana.
México deberá prepararse para una situación adversa frente al gobierno de Trump, no solamente en lo económico, sino en materia de indocumentados y seguridad.
Empero, lo que hemos visto hasta hoy, son medidas tibiaas e inapropiadas del gobierno de la república, como nombrar a Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda, para “calmar” a Trump.
Durante casi 30 años, México le apostó al Tratado de Libre Comercio, que negoció y firmó, Carlos Salinas de Gortari. Así México se convirtió en un centro maquilador de productos norteamericanos desde automóviles hasta televisores, ropa, partes electrónicas, entre otras cosas.
Se privilegió al sector maquilador en materia fiscal, salarial y de servicios esenciales para operar, con el fin de “estimular” que llegaran a México más inversión extranjera.
Se dijo que el TLC era un camino para la prosperidad económica del país, y no fue así. Solamente el 30 por ciento de la economía se ha beneficiado por el TLC, cuyos beneficios van a los bolsillos de los dueños de las empresas maquiladoras y muy poco a los de los trabajadores que tienen salarios bajos.
Si Trump rechaza continuar con el TLC tal como está o decide abandonarlo (lo que es posible) la población mexicana sufrirá las consecuencias de una falta de previsión de sus gobiernos que no le apostaron a la economía ni a los productores nacionales con el fin de hacerlos más competitivos y productivos.
Tenemos el más claro ejemplo de ello: Pemex, una de las más grandes empresas petroleras del mundo, construida durante décadas, que, a pesar de sus problemas de corrupción y malas inversiones, le dio a los mexicanos enormes recursos para financiar salud, educación, infraestructura, electricidad, pensiones, nivel de vida, entre otras cosas.
Hoy, Pemex está casi en quiebra. Los gobiernos del PRI y del PAN la arruinaron y hoy está casi muerta y se venden sus partes al mejor postor.
¿Podremos hacer algo todavía, antes de que el país se convulsione todavía más?
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