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domingo, 17 de diciembre de 2017

El futuro del Islam y el Cristianismo a nivel mundial

Nuestra relación es como la de dos hermanos, separados por la selva y el desierto, que se encuentran de casualidad

20/05/2005 - Autor: Ahmad Kuftaro - Fuente: kuftaro.org
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Ahmad Kuftaro
Ahmad Kuftaro
En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.
Mi distinguida audiencia, doy gracias a Dios, el Todopoderoso, por cuya gracia se puede realizar este encuentro internacional que espero sea memorable e inspirador para todos. También agradezco la estima y respeto de los que nos han invitado a participar en este conferencia.
Las religiones reveladas, especialmente el Islam y el Cristianismo, son piezas clave en el plan que Dios hizo para beneficiar a la humanidad, en este mundo y en el otro, y para evitar que esta noble criatura se extraviase, y además le proveen una guía para conducirlo hacia la prosperidad y la rectitud. Así, Dios escogió a Sus profetas y enviados de entre los hombres, para que guiasen la humanidad; su misión era instruir a sus congéneres, advirtiendo y predicando, y mostrar los límites dentro de los cuales se puede preservar la familia y el honor; y el prerrequisito para cumplir con estos objetivos es la creencia perfecta en Dios, al que tanto el Islam como el Cristianismo ordenan adorar.
Si Dios es el Señor de la humanidad, parece razonable y lógico que Su fe sea una sola religión cuyos fundamentos no hayan variado con el paso de las generaciones. El Sagrado Corán dice: "Os ha legislado dentro de la práctica de Adoración, lo que encomendó a Noé, lo que te hemos inspirado a ti y lo que encomendamos a Abraham, Moisés y Jesús: que establecierais firmemente la práctica de adoración y no os dividierais en ella." (Noble Corán 42:13). El profeta Muhammad hizo aún más hincapié en esta tradición diciendo: "Nosotros, los profetas, pertenecemos a un mismo padre, nuestra fe es una, pero nuestra leyes varían"; así confirma que él es miembro de la hermandad de los profetas, cuyo objetivo es alcanzar la felicidad de la humanidad. Esta hermandad incluye individuos, líderes de cada pueblo que, aunque tuvieran diferentes estilos, nunca invalidaron las estructuras de sus predecesores, sino que, por el contrario, las complementaron y completaron, permitiendo que las leyes se acomodaran a las circunstancias cambiantes de la vida del hombre.
Abraham estableció los cimientos de esta estructura, combatiendo la idolatría y alzando el estandarte del monoteísmo. Este estandarte fue mantenido por sus heraldos y sucesores Moisés, Jesús y Muhammad, al último de los cuales se le dio el Sello de la Profecía. Muhammad, siguiendo esta analogía, nos dijo: "La relación que existe entre los profetas anteriores y yo, es como la de un hombre que construyó una casa muy bella, pero dejó un espacio para colocar un ladrillo. La gente iba y admiraba la casa, pero decía: ¿por qué no han puesto este ladrillo? Yo soy ese ladrillo y el último de los profetas".
Esta tradición sobre los profetas delinea el proceso gradual a través del cual Dios ha perfeccionado Su religión. La misión de Muhammad, entonces, está enraizada en el origen de las religiones anteriores. Dice Dios en el Corán: "Decid: "Creemos en Dios, y en lo que se hizo descender a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las Tribus, y lo que se le dio a Moisés y a Jesús y en lo que le fue dado a todos los profetas procedente de su Señor. No hacemos distinciones entre ellos y nos postramos ante Dios" (Noble Corán 2:136).
Cada religión decretada por Dios se refiere a los asuntos de esta vida y de la otra y afirma una fe absoluta en Dios. El mensaje de los profetas, no se restringía a sus propias comunidades, sino que incluía unos horizontes más amplios y vastos. Jesús y Muhammad, por ejemplo, fueron mandados para iluminar los corazones de toda la humanidad y no sólo para la gente de Jerusalén y la Meca. Jesús dijo: "He venido como salvador del mundo" y Dios dice lo mismo de la misión de Muhammad: "Y no te hemos mandado sino como misericordia para toda la humanidad". (Noble Corán 21:107).
Actualmente, podemos observar los resultados y la realidad de la misión universal de ambas revelaciones, pues el Islam y el cristianismo son las religiones más extendidas en el mundo. Pero también hoy en día, con el avance de la tecnología y el incremento en el lujo, la facilidad y el hedonismo que estos avances facilitan, vemos cómo los valores religiosos disminuyen, esto conlleva un aumento en los niveles de ansiedad, en la medida en que la civilización ansía incrementar sus logros materiales; todo esto, por la ausencia de una conciencia de Dios y su consecuencia directa es que el hombre se encuentra en un constante estado de confusión moral y salvajismo, engañado por las falsas promesas del mundo tecnológico.
Así, esta falta de conciencia ha llevado al hombre a ignorar la religión y los valores espirituales que guarda, evitando que su corazón se llene de esperanza. en esa medida, la esperanza se ha convertido en un concepto extraño a la generación actual, que no ha visto nada sino sueños rotos; aún más, estos sueños rotos han producido un vacío que ni los clubes de entretenimiento, ni las discotecas o los placeres carnales pueden llenar y estos escapes de la realidad del mundo sólo representan un intento desesperado por escapar de estas frustraciones de forma destructiva. Esta búsqueda placeres fugaces y esa idolatría de lo material, hace descender al hombre al nivel de las bestias, haciéndolo dañino e irresponsable consigo mismo y con quienes lo rodean.
Lo material debe ser siervo de la humanidad y no su dueño; los placeres que proporciona deben ser mantenidos bajo control pero, lamentablemente, actualmente son los placeres los que controlan al hombre, ¿quién es el responsable de este estado de cosas? ¿La esencia y los fundamentos de la religión, o la inhabilidad del estamento clerical para conducir a los hombres hacia la fe, a través de argumentos racionales?
La religión Divina es esencialmente una guía para todos aquellos que están perdidos, una fuente de bondad para todos y un camino de rectitud para aquellos que se esfuerzan en llevar una vida digna y feliz. En resumen, es el ideal a perseguir. Sin embargo, las interpretaciones personales, las reflexiones superficiales sobre algunos textos y las traducciones literales, han oscurecido la verdadera religión, la que solía iluminar el camino del hombre con amor y paz.
La religión nunca ha fallado en satisfacer las necesidades materiales y espirituales del hombre. La doctrina divina que proporciona el cristianismo y el Islam, permite a la humanidad resistir los placeres y deseos excesivos. Así, las convicciones religiosas liberan al hombre para que pueda alcanzar la mayor productividad posible en todos los campos en los que se ocupe.
Nuestra misión como clérigos, creyentes en Dios y en Sus mensajeros, es hacer énfasis en este hecho con la práctica, llevando la antorcha que guíe a aquellos que han errado y rescatando a la humanidad del estancamiento en que se encuentra. No debemos detenernos, confesando nuestra incapacidad, sino que debemos revisar nuestros métodos de tratar a la gente y reconocer nuestras faltas, para así poder corregirlas.
En general, aquellos que abandonan la religión no lo hacen por una animadversión hacia Dios, el Creador, sino más bien porque encuentran que sus clérigos tienen alguna deficiencia ya porque son unos fanáticos o bien por ser puritanos extremos, refugiados en creencias que chocan con el razonamiento lógico y con la ciencia. Lo que los clérigos de hoy en día necesitan es ser valientes, sabios y sinceros, particularmente con aquellos que, faltos de moral y fe, han rechazado la religión como si fuera un plato a medio cocinar. Debemos preparar alimento para el alma y la mente, de forma que sea apetitosa para todos. Nuestro trabajo debe ser elevar a la humanidad y nuestro papel es como el de los médicos que prescriben las medicinas con cariño y simpatía. No debemos condenar a otros de ateos, pues este juicio sólo corresponde a Dios y las acciones sólo son determinadas por su sinceridad y ésta sólo la puede ver Dios. El arrepentimiento borra todas las faltas del pasado tal y como la misericordia de Dios abarca todos los pecados del mundo.
Jesús dijo: "El cielo se regocija cuando un pecador se arrepiente, más que si noventa y nueve hombres piadosos se abstienen de pecar". Muhammad dijo: "Dios extiende Su perdón durante la noche, para que aquellos que han pecado durante el día se puedan arrepentir, así como lo extiende durante el día para que aquellos que han pecado en la noche se arrepientan", Jesús también dijo: "No he venido a destruir a nadie sino a salvar" y también: "Amo la misericordia y no el sacrificio".
Como hombres de religión debemos tener en cuenta los cambios que sufre el hombre contemporáneo. En el pasado, la gente aceptaba lo que sus clérigos les enseñaban sin discusión. Hoy en día, encontramos que el hombre moderno se ha liberado de esta servidumbre, critica todo con libertad y, en particular, a las religiones, incluyendo sus doctrinas, dogmas y seguidores. El hombre de hoy no acepta lo que no satisfaga su intelecto o sus inclinaciones científicas. Así pues, como hombres de religión, debemos dejar atrás las prácticas que no sean razonables y aquellas prácticas que han distorsionado las esencia y el brillo de la verdadera religión a ojos de nuestros contemporáneos.
Entonces, ¿Cómo deberíamos presentar la religión? Muhammad y Jesús predicaron la fe con sentido común, argumentos y con una conducta ejemplar. Jesús se guió a través de una profunda convicción en sus creencias, cosa que revelaban sus acciones y su relación con Dios; esta guía lo llevó a hablar de Muhammad, quien estaba aún por venir. Dios habla de esto en el Corán: "Y cuando dijo Jesús, hijo de María: "¡Hijos de Israel! Yo soy el mensajero de Dios para vosotros, para confirmar la Torá que había antes de mí y para anunciar a un mensajero que ha de venir después de mí cuyo nombre es Ahmad (Ahmad es uno de los nombres del profeta Muhammad, que significa "el que más alaba")"." (Noble Corán 61:6).
Lamentablemente los clérigos de hoy en día difícilmente reúnen estas características. En el pasado las cosas eran más sencillas y la religión se extendía a pesar de la pobre educación de la gente, pues sus contemporáneos eran gente con corazones abiertos, que podían convertirse fácilmente, en aquel tiempo, los ídolos eran de madera o piedra y por eso eran fácilmente conquistados. Pero el estado de cosas actual es más complejo: los ídolos son los deseos carnales, las ideologías y las doctrinas internacionales que poseen utilizan todos los medios de comunicación modernos en campañas de propaganda masiva hasta tal punto, que muy pocos se pueden resistir. Entonces, la separación entre el hombre moderno y la religión se ha hecho más profunda y la fe y el amor mutuo han disminuido en la medida en que el egocentrismo y la anarquía aumentan y empiezan a predominar.
Las organizaciones internacionales como las Naciones Unidas o la Corte Internacional de Justicia y varios tratados multilaterales, buscan el establecimiento de la paz mundial, sin embargo, han fracasado hasta el punto en que, sus países miembros, se encuentran inmersos bien en guerras civiles o con sus vecinos. Mientras se pierden miles de vidas, la sangre es derramada y los pueblos son devastados, las Naciones Unidas no pueden sino emitir débiles pronunciamientos y condenas. Incluso el Consejo de Seguridad, con sus largos debates sobre el restablecimiento de la paz mundial y la defensa de los derechos humanos, se sume en la inactividad debido al poder de veto de los cinco grandes poderes. Esta postura frustra cualquier propósito moral y destruye todos los intentos posibles por evitar las injusticias que sufren los pueblos y las naciones oprimidas.
Si el hombre fuese capaz de darse cuenta, de nuevo, de los beneficios que la religión le ofrece, sería necesario encender una lámpara, alimentada con la cooperación y la tolerancia religiosa para guiarlo, una lámpara que debe ser llevada por almas benevolentes dotadas con una fuerte determinación y con una fe profunda en Dios, conscientes de sus responsabilidades y con un profundo sentido del deber; en resumen, la religión necesita navegantes hábiles y sabios.
Por ello, es el momento para que sirvamos, como hombres de religión, a nuestras creencias y cooperemos unos con otros para construir de un mundo fraternal, basado en la fe racional. Debemos trabajar para iniciar una revolución espiritual con sinceridad, sabiduría y conocimiento, de la misma manera en que nuestros padres espirituales, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad hicieron en el pasado.
Muhammad dijo: "Al final de cada siglo, Dios envía personas para revivir la religión, abolir la ignorancia, la exageración y las malas interpretaciones". Creo que estos revivificadores de la religión, particularmente en nuestro tiempo, son aquellos que tratan de hacer de esta cooperación una realidad.
¿Cómo se puede conseguir esta cooperación? ¿Cuáles serán sus bases para conseguir un mejor futuro? Primero, ser conscientes de que no hay cooperación posible sin antes entender y reconocer las bases esenciales comunes, y los objetivos, de nuestras religiones. Además, este conocimiento no debe limitarse a una cierta élite, sino que debe ser un bien público al que puedan acceder musulmanes y cristianos por igual.
Encontramos en el Corán largos capítulos dedicados a Jesús y su madre, la Virgen María, describiendo detalladamente sus enseñanzas y milagros. Dios honró aún más a Jesús con un capítulo del Sagrado Corán llamado la Mesa Servida, que se refiere a la Última Cena. Otro largo capítulo se llama María y en este se santifica y ennoblece a la Virgen María; otro más, se titula "La familia de Imran", en honor a la familia de Jesús y su madre. Estos capítulos del Sagrado Corán narran la concepción milagrosa de Jesús en María y su nacimiento; el ángel Gabriel se dirige a María de la siguiente manera: "¡Oh María! Dios te ha elegido, te ha purificado y te ha escogido entre todas las mujeres de la creación" (Noble Corán 3:42) y "¡Oh María! Dios te anuncia una palabra procedente de Él. Su nombre será el Ungido (en árabe al-Masih, que se corresponde con Mesías), "Jesús" hijo de María; tendrá un alto rango en esta vida y en la Última; y será de los que tengan proximidad. En la cuan y siendo un hombre maduro, hablará a la gente y será de los justos." (Noble Corán 3:45-46).
Este es el credo que los musulmanes han aprendido de su Libro Sagrado, el Corán, desde su revelación hace más de catorce siglos; así, cada musulmán lleva dentro de sí un profundo respeto por Jesús y la cristiandad y por la doctrina que él predicó. El capítulo de "La Mesa Servida" dice: "Y seguro que encontrarás que la gente con enemistad más fuerte hacia los que creen son los judíos y los que asocian; mientras que encontrarás que los que están más próximos en afecto a los que creen, son los que dicen: Somos cristianos. Esos es porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no son soberbios." (Noble Corán 5:82) .
Así, tenemos que el Islam, desde el comienzo, ha extendido su mano de cooperación y hermandad hacia aquellos que dicen ser los seguidores de Jesús. Estos son sólo unos pocos ejemplos de las referencias que el Corán hace sobre la santidad de Jesús y de sus mandamientos. Siendo así, ¿no deberían los cristianos apreciar al Profeta del Islam, y ofrecer su cooperación y entendimiento, tal como lo hacen los musulmanes?
Ciertamente el Vaticano ha dado el primer paso al extender su mano de forma fraternal al Islam. ¡Que hecho tan sublime y preciado a los ojos de Dios y de Jesús; si tan sólo se dieran otros pasos como éste por el bien de la paz mundial y por la hermandad que Jesús y Muhammad trajeron a la humanidad!
Desde los días de las Cruzadas, cuando la Europa Cristiana conquistó y colonizó el mundo árabe, animados por la iglesia de Roma, pasaron muchos siglos en los que los musulmanes y los cristianos se vieron unos a otros con animosidad. Siglos más tarde, el colonialismo europeo y el imperialismo en tierras árabes sólo aumentaron el problema. El alejamiento resultante creó división entre estas dos comunidades, división que no debía haber existido desde el principio. Ahora, cuando la humanidad se encuentra al borde de la extinción, debemos darnos cuenta de que, a la luz del mensaje de Jesús y el Evangelio y de Muhammad y el Corán; los cristianos y los musulmanes son hermanos. El hombre debe entender que la vida en esta tierra es transitoria, y que la resurrección y el Día del Juicio Final son una realidad. Debe darse cuenta de que la moral y las obligaciones religiosas son tanto para este mundo como para el otro. Y darse, al mismo tiempo, cuenta de que el orgullo, la avaricia y el materialismo puro son vicios que sólo llevan a la aflicción y la pobreza en esta vida y en la otra.
El Corán dice: "…y entonces el hombre será juzgado por sus acciones, y sus acciones serán examinadas y se le pedirá cuenta por ellas con justicia" (Noble Corán 53:39-41)
Así, el hombre es obligado por su Creador a trabajar honestamente en este mundo para crear un ambiente donde puedan vivir todos, un ambiente de cooperación y entendimiento. El Sagrado Corán ordena a los musulmanes conocer el cristianismo, pero ¿conocen los cristianos el Islam? Os conocemos, ¿nos conocéis vosotros? Os ofrecemos amistosamente la mano respondiendo a la orden de nuestro Profeta, así que extended vuestra mano. Estudiamos vuestra religión, haced lo mismo con la nuestra. Os acogemos, acogednos a nosotros. Santificamos a Jesús, Su Sagrado Evangelio y a la Virgen María, así que de devolved el saludo a vuestros hermanos musulmanes de igual manera, o más amablemente si se puede.
Nuestra relación es como la de dos hermanos, separados por la selva y el desierto, que se encuentran de casualidad. Al principio se miran desde la distancia, sin darse cuenta de su parentesco, y se acercan con cuidado y atentos. Finalmente, por el valor de uno de los dos, se acercan más y se reconocen, y se dan cuenta de que en esencia son uno sólo.
No puedo insistir más en la necesidad de cooperar mutuamente y espero que la benevolencia y la fe salgan al fin victoriosas. Estos tiempos en los que vivimos son el mejor momento para hacer prevaler la creencia en Dios desde todos los puntos de vista, en los modales, las acciones, la moral y en los códigos sociales. Los tiempos del sectarismo fanático y de las doctrinas religiosas inflexibles se han ido y nunca volverán. El criterio para la aceptación o no de algo es la razón y la ciencia; la religión es razón y ciencia, con la misericordia y favor de Dios, pues es la fuente de donde el hombre puede obtener la vida paradisíaca antes de los Cielos.
Que Dios nos ayude a todos a ser beneficiosos y a seguir el camino recto. Y que Él nos ayude a seguir lo que oímos de la mejor manera. Las alabanzas son para Dios, el Señor de la Creación.
Conferencia pronunciada en Roma (Diciembre de 1985)
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