Están perdiendo el control de su capital de facto. Su territorio se ha reducido, al pasar de ser del tamaño de Portugal a consistir en un puñado de enclaves militares. Los líderes que aún viven están prófugos.
Sin embargo, en lugar de declarar que el Estado Islámico y su virulenta ideología han sido conquistados, muchos funcionarios de antiterrorismo se preparan para una nueva y mortal encarnación del grupo yihadista.
La organización tiene una trayectoria probada como un grupo insurgente capaz de soportar fuertes arremetidas militares y seguir reclutando adeptos por todo el mundo, listos para matar en su nombre.
Los líderes del Estado Islámico dieron señales hace más de un año de que habían delineado planes de contingencia para regresar a sus raíces como una fuerza guerrillera después de la pérdida de su territorio en Irak y Siria. El grupo no necesita gobernar ciudades para inspirar los ataques terroristas de llamados lobos solitarios en el extranjero, una estrategia que ya ha adoptado con efectos devastadores en lugares como Mánchester o en Orlando.
“El Estado Islámico no está acabado”, dijo Aaron Y. Zelin, quien estudia los movimientos yihadistas como parte del Washington Institute for Near East Policy. “El EI tiene un plan: aguantar a que se desgasten sus enemigos en lo local y así ganar tiempo para reconstruir sus redes, al tiempo que proporciona inspiración a sus seguidores externos con el fin de seguir combatiendo a los enemigos suyos que se encuentran lejos”.
A pesar de las noticias del 17 de octubre sobre que las fuerzas respaldadas por Estados Unidos dijeron haber capturado Al Raqa, la capital del autoproclamado califato del grupo, a los funcionarios europeos de antiterrorismo les preocupa que este haya podido desplegar células durmientes afuera mucho antes de que se acumularan las pérdidas en el campo de batalla.
En Irak, donde tuvo sus inicios el grupo que se convirtió en el Estado Islámico, los funcionarios de seguridad están preparándose para futuras olas de ataques suicidas en contra de civiles. Incluso si los gobiernos son capaces de desarticular planes organizados como los ataques a París de 2015, los funcionarios de todo el mundo reconocen que prácticamente no tienen manera de detener los ataques solitarios inspirados en o habilitados por la propaganda del Estado Islámico, siempre presente en internet.
“Está claro que nos enfrentamos a una intensa amenaza terrorista en el Reino Unido por parte de extremistas islámicos”, dijo Andrew Parker, director del servicio de inteligencia MI5, en un discurso el 17 de octubre. “Esa amenaza es multidimensional, evoluciona rápidamente y opera a una escala y velocidad nunca antes vistas”.
Los funcionarios de antiterrorismo estadounidenses y europeos admiten que no conocen las capacidades reales que todavía tiene el Estado Islámico ni cuánto ha disminuido el atractivo de la ideología del grupo debido a la sarta de importantes derrotas militares.
El general Joseph F. Dunford Jr., presidente del Estado Mayor Conjunto estadounidense, predijo en septiembre que la pérdida de territorio precipitaría la pérdida de credibilidad. “Seguiremos viendo una reducción del territorio, una reducción en la libertad de movimiento, una reducción de recursos y menor credibilidad de su discurso”, dijo en una audiencia ante el senado.
Otros analistas y funcionarios son menos optimistas. Señalan un discurso del año pasado de Abu Muhammed al-Adnani, entonces vocero del Estado Islámico y previo a su muerte en un ataque estadounidense con drones, en el que incitaba a los seguidores del grupo a pelear como una insurgencia ágil y austera en lugar del gigante burocrático en el que se había convertido.
“La verdadera derrota es la pérdida de la fuerza de voluntad y del deseo de pelear”, dijo. “Quedaríamos derrotados y ustedes serían victoriosos solo si fueran capaces de eliminar el Corán de los corazones musulmanes”.
Ya salvó una vez al grupo su capacidad para unir el fervor religioso al resentimiento político de los musulmanes sunitas, que se sienten alienados por un gobierno iraquí dominado por chiitas.
En 2007 y 2008, durante la escalada militar estadounidense, parecía estar vencido. Para cuando las fuerzas estadounidenses se retiraron de Irak en 2011, los funcionarios de inteligencia calculan que el predecesor del Estado Islámico, entonces llamado el Estado Islámico de Irak, había quedado reducido a 700 combatientes. Fue considerada una amenaza tan pequeña que la recompensa ofrecida por Estados Unidos por la captura de su líder se desplomó, de 5 millones de dólares a solo 100.000.
Les tomó menos de tres años a los insurgentes, golpeados y menguados, reagruparse y hacer ruido al autoproclamar un califato islámico desde la costa mediterránea de Siria hasta cerca de la capital iraquí, Bagdad. Se convirtió en el grupo terrorista más rico del mundo, y también el más temido.
Aun con la pérdida de la mayor parte de ese territorio, la organización está lejos de haber sido derrotada, y permanece más fuerte hoy en día que cuando las tropas estadounidenses la sacaron de Irak.
Actualmente, el grupo tiene entre 6000 y 10.000 combatientes en Irak y Siria, según la coalición antiyihadista liderada por Estados Unidos. Eso representa entre ocho y catorce veces la cantidad que tenía en 2011.
“Esa es la comparación pertinente”, dijo Daniel L. Byman, un asociado sénior del Centro para las Políticas del Medio Oriente de la Institución Brooking y quien monitorea a los grupos yihadistas. “Este es un grupo muy fuerte que cuenta con muchos simpatizantes, que tiene ideas bien arraigadas y varias redes. Tiene mucho a qué recurrir aunque pierda su territorio físico”.
El grupo también ha desarrollado una poderosa red en los medios sociales que le permite, sin presencia física, lanzar propaganda, reivindicar ataques terroristas y no solo motivar ataques, sino ayudar en su planeación y ejecución de manera remota.
Gran parte de sus ataques en Occidente en los últimos años han sido realizados por hombres que se comunicaban en línea con el EI, que recibían instrucciones detalladas mediante mensajes encriptados sin conocer jamás a sus mentores terroristas.
Así fue dirigido el primer ataque importante en Estados Unidos cuya responsabilidad se atribuyó el EI –un tiroteo frustrado en un centro comunitario en Texas en 2015–, de acuerdo con una evaluaciónreciente de la oficina de inteligencia y análisis del Departamento de Seguridad Nacional.
El Estado Islámico también puede tener agentes encubiertos o células durmientes fuera del Medio Oriente. Funcionarios estadounidenses de alto nivel dijeron el año pasado que el grupo había enviado a cientos de agentes a Europa y otros cientos más a Turquía.
Además, el grupo ha seguido sembrando el caos aunque haya perdido territorio. Tan solo en 2017 ha reivindicado tres ataques terroristas que mataron a 37 personas en el Reino Unido; un bombardeo en un club nocturno en Estambul en la víspera del Año Nuevo, donde murieron 39 personas, y ataques en más de otros siete países.
En agosto, cuando el grupo estaba cerca de perder el control de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, personas vinculadas al grupo atropellaron a una multitud con una camioneta en el corazón de Barcelona; trece personas fueron asesinadas y el grupo dejó claro que todavía tiene relevancia.
También es prematuro asegurar que el Estado Islámico se está quedando sin territorio. Aunque su presencia en Irak y Siria se ha encogido, aún controla cerca de 10.000 kilómetros cuadrados a lo largo del valle del río Éufrates, en ambos lados de la frontera siria-iraquí. Comandantes de los ejércitos estadounidense e iraquí creen que los líderes principales del grupo están escondidos en zonas desérticas a lo largo de la frontera.
Al mismo tiempo, hay ramas del EI en África del Norte y Asia que todavía coordinan operativos, y los campos del grupo en el este de Afganistán siguen básicamente intactos, a pesar de ataques aéreos por parte de Estados Unidos.
Algunas zonas que previamente se habían declarado liberadas han visto un retorno de combatientes del EI. Los militantes publicaron hace poco un video que los muestra a cargo de un puesto de control en una zona de Libia de la que el grupo había sido expulsado a finales de 2016; se trataba de un territorio con una extensión de 160 kilómetros de costa. Asimismo, el grupo sigue creciendo en otros rincones del mundo lejos de sus raíces en el Medio Oriente, incluyendo Filipinas, donde un grupo afiliado local tomó el control de la ciudad de Marawi durante meses, así como en África Occidental, donde los militantes siguen aumentando sus filas e invadiendo zonas antes en manos de Al Qaeda.
Y en caso de que el Estado Islámico sí tenga un declive, otras organizaciones yihadistas están listas para ocupar el vacío que eso dejaría.
Al Qaeda, cuyo atractivo ante los combatientes jóvenes fue en gran parte eclipsado por el nuevo y tecnológico califato del Estado Islámico, compite por regresar.
“La razón por la que el EI ganó muchos seguidores rápidamente fue que atrajo a los impulsivos, los que buscan gratificación inmediata”, dijo Bill Roggio, miembro destacado de la Fundación para la Defensa de las Democracias, que monitorea a grupos terroristas. “Ese modelo de califato ha desaparecido, pero queda Al Qaeda”.
Ese viejo grupo ha estado invitando a sus seguidores a dejar el enfoque del Estado Islámico de proteger campos de batalla en el Medio Oriente y a concentrarse en su lugar en ataques a Estados Unidos y otras tierras fuera de la región.
También ha estado promoviendo a un nuevo líder más joven y carismático: Hamza bin Laden, de 27 años, el hijo de Osama.
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