Breve historia de la Navidad (Parte 1)
Martes 13-12-2010| IslamWeb
Por Néstor Pedraza
“Llegó diciembre con su alegría” se escucha decir cada año cuando llega a su fin. Es la época del año con mayor venta de alcohol y mercancías, con mayor cantidad de accidentes de tráfico y suicidios, la época en que las calles se llenan de luces de colores, las casas son adornadas y las familias se unen o desunen alrededor del árbol, el pesebre, la música y la botella. Según la Comisión de Seguridad de Productos del Consumidor (CPSC, por sus siglas en inglés), “las luces de decoración para Navidad envían en estas fechas a cerca de 12.500 personas a las salas de emergencia de los hospitales por accidentes. Por otro lado, las velas y candelabros son también el detonante de accidentes que causan 1.200 heridos y 150 muertos en promedio al año en Estados Unidos.” A pesar de la prohibición de la pólvora y las campañas contra su uso, en Bogotá se presentaron 26 lesionados por pólvora en 2008, una notable mejora frente a 204 heridos y un muerto registrados antes de la prohibición en 1995. En República Dominicana, el incremento en los accidentes de tránsito en navidad ha llevado a organizar planes de traslado aéreo con flotillas de helicópteros para atender a las víctimas durante estas fechas. En ciudades como Barranquilla, las estadísticas de accidentalidad y muerte relacionadas con consumo de alcohol en época navideña, sólo se comparan a las de la época del carnaval, lo que establece una relación entre la festividad cristiana y la festividad pagana: ambas terminan teniendo similares consecuencias. Entonces, ¿qué distingue a la navidad de otras celebraciones? ¿Realmente es una festividad para unir a las familias y a la sociedad en torno al recuerdo de Dios, o es una excusa para olvidar a Dios y permitir todos los excesos?
Quizá la respuesta tenga que ver con la historia de esta fiesta. Una historia de sincretismo en el que se ha mezclado tradiciones de diferentes religiones y culturas paganas a lo largo de los siglos, lo que ha hecho que diversos grupos de cristianos hayan denostado de ella, al punto de haberla prohibido en Inglaterra y Estados Unidos en el siglo XVII.
Fue Roma la responsable de este sincretismo. A medida que el Imperio crecía, no sólo romanizaba a los pueblos conquistados, sino que también recibía el influjo de sus culturas. Galos, persas, egipcios y otros, mantuvieron tradiciones, religiones y hábitos que se fueron diseminando por todo el imperio a medida que ellos transitaban por toda Roma y se mezclaban en diferentes grados con la población romana. Algunas de estas religiones y tradiciones tuvieron más influencia sobre Roma que otras, entre ellas:
• En muchas religiones paganas que rendían culto a dioses solares, se celebraba el solsticio de invierno: en la noche más larga del año en el hemisferio norte, se hacían diferentes celebraciones pues a partir de aquel día comienzan a acortarse las noches y alargarse los días, por lo que se celebraba el renacimiento del dios solar y el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Los babilonios realizaban un festival anual para celebrar el nacimiento de Tamuz, el dios Sol encarnado, nacido de una virgen, la reina viuda Semiramis. Este festival fue luego tomado por los persas con el nombre de Sacaea, en el que hacían intercambios de regalos, representaciones teatrales, y había 5 días de procesiones en honor al dios solar Mitra. Los egipcios también celebraban este festival durante 12 días en honor a Horus, el dios Sol encarnado que nació de la virgen Isis. Estas celebraciones fueron adoptadas por los romanos en sus saturnales, fiestas en honor al dios Saturno, que duraban una semana (del 17 al 24 de diciembre). Durante estas fiestas los esclavos tenían amplias libertades, se hacían banquetes a los que se invitaba a los vecinos, se hacían reuniones familiares, las personas se hacían regalos unas a otras, y a muchos criminales se les conmutaba la pena.
• En el norte de Europa se celebraba el Yule, una fiesta de invierno en la que se quemaban troncos adornados con ramas y cintas para pedirle al Sol que brillara con más fuerza. Contrario a lo que muchos afirman, los celtas no tenían calendario solar y no celebraban el solsticio de invierno. Eran los egipcios los que hacían decoraciones con palmas, los escandinavos los que hacían grandes fogatas en honor a Odín y Thor, y los babilonios los que adornaban árboles con frutas. Los germanos decoraban los árboles en invierno cuando perdían sus hojas para que los espíritus que habitaban en ellos regresaran pronto. En diversos pueblos, los campesinos adornaban sus casas con ramas y troncos de árboles perennes para llamar así de nuevo al verdor de los bosques. Estas tradiciones también fueron adoptadas por los romanos, cuyas casas eran decoradas con laureles y follaje durante las saturnales en diciembre.
• La medianoche del solsticio de invierno marcaba el inicio del primer día de vida del dios solar. Era el momento del nacimiento de Horus, Tamuz, Saturno y muchos otros dioses solares. Mitra no era propiamente el Sol, en la India aparece como dios de la luz, asociado al dios del océano (Váruna). En Persia, Mitra nació en un manantial sagrado y fue adorado por pastores poco después de su nacimiento. Encontró luego al toro primordial, al que por orden del Sol sacrificó. De los restos del toro surgieron el vino y el trigo, así como los animales útiles al hombre. Los romanos adoptaron el 25 de diciembre, día de celebración de estos dioses paganos, para su fiesta dies natalis Solis Invicti (natividad del Sol Invicto), celebración establecida por el emperador Aureliano en 274 cuando nombró como oficial del Imperio Romano una religión sincrética entre el culto a Mitra y otros cultos orientales a dioses solares, en la que se celebraba una eucaristía con pan y vino.
Breve historia de la Navidad (Parte 2)
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Martes 13-12-2010
Mencionabamos algunas delas religiones y tradiciones que tuvieron más influencia sobre Roma que otras, entre ellas:
• Jesús, la paz sea con él, era judío y los judíos no celebraban sus cumpleaños, de hecho registraban las fechas de muerte de las grandes personalidades, no sus fechas de nacimiento. Esa es una de las razones por las que se desconoce la fecha de nacimiento de Jesús, la paz sea con él. En la Biblia se lee: “Vale más el día en que se muere que el día en que se nace” (Eclesiastés 7:1). Esto porque aunque una persona nazca con talentos especiales, aún no ha hecho nada con ellos. Mientras que a su muerte, se celebran las hazañas que haya hecho en vida. Por otra parte, la vida no comienza en el momento del nacimiento sino en el de la concepción. La celebración de los cumpleaños está relacionada con el ego y la vanidad, es el día en que la persona considera que tiene derecho a ser el centro de atracción y a que le complazcan en todo. En antiguas religiones paganas, el día del cumpleaños era el día en que se llevaban a cabo rituales mágicos para que la persona fuera protegida durante el siguiente año. Se aplaudía y se hacía ruido con diferentes instrumentos para alejar a los malos espíritus. Los griegos ponían pasteles y cirios encendidos en el templo de Artemis para celebrar su cumpleaños, el detalle del pastel lo tomaron de la tradición repostera Persa y las velas representaban la luz de la diosa lunar. El círculo de velas encendidas tenía que ver en otras culturas con rituales de protección contra los malos espíritus, y también con la creencia de que las velas en círculo tenían el poder de conceder deseos. En la Biblia, los dos cumpleaños referenciados son el del faraón (Génesis 40:20-21) en el que el copero fue restablecido a su trabajo y el panadero fue ahorcado, siguiéndose la interpretación de un sueño por parte de José. Y el de Herodes (Mateo 14:6-11), en el que el rey cortó la cabeza de Juan el Bautista para cumplir el deseo de la hija de Herodías. En Job 1:4-5, algunos consideran que lo que celebraban los hijos de Job eran sus cumpleaños. Job celebraba holocaustos después de aquellas fiestas para purificar a sus hijos temiendo que hubieran pecado, lo que nos muestra que no era una celebración aceptada en el judaísmo. Jesús, la paz sea con él, no celebraba su cumpleaños y los primeros cristianos no tenían una fiesta para celebrar el aniversario de su nacimiento. Los egipcios sólo celebraban el cumpleaños de los varones de la realeza. Y el que Herodes celebrara su cumpleaños, no era más que una de las muchas afrentas contra la religión y tradición judaicas que le convirtieron en blanco de las críticas de su pueblo y de las denuncias del Bautista. Los alemanes medievales hablaban de un gnomo que daba regalos adicionales a los niños que se portaban bien, y hasta principios del siglo XX vendían muñecos que representaban al gnomo barbudo. Los romanos adoptaron la celebración de los cumpleaños, e incluso llegaron a establecer la costumbre (vigente hoy día) de convertir los cumpleaños de personalidades importantes en fiestas nacionales.
Después que Jesús, la paz sea con él, dejó este mundo, surgieron diferentes grupos de nazarenos o judíos reformados, seguidores del Mesías. De acuerdo a los estudiosos del evangelio Q y otros eruditos bíblicos, estas primeras comunidades no se llamaban cristianas ni tenían la concepción del Cristo, pues no tenían la doctrina de la resurrección ni de la salvación por la sangre, sino que se esforzaban en seguir la sunna (ejemplo o tradición) de Jesús, la paz sea con él. Eran comunidades judías que celebraban la pascua y el sábado. Pero Pablo de Tarso (San Pablo Apóstol para los católicos) llevó a Grecia y Macedonia su propia concepción de lo que había sido el mensaje de Jesús la paz sea con él. La visión particular de Pablo se mezcló con la filosofía y la cultura helenas y dio origen a una forma de cristianismo que sería más adelante adoptada por el emperador Constantino como la religión del Imperio.
En efecto, la multiplicidad de culturas, tradiciones y religiones que había en Roma, con especial influencia de la religión persa de Mitra y la religión egipcia de Isis, hacían que Roma perdiera unidad e identidad. Para subsanar ello, se había intentado establecer una religión oficial que sirviera de soporte a la unidad del imperio. La religión de Mitra había fracasado, pues era una religión que se basaba en rituales secretos, comunidades pequeñas donde la mujer era excluida, y no había sido posible establecerla como una gran religión imperial. Se intentó también establecer el dogma de la divinidad del emperador. Templos a los emperadores habían sido construidos en un intento por darle al César romano el mismo carácter divino de los faraones egipcios, sin éxito. Constantino vio en el cristianismo heleno de Pablo y los intelectuales griegos y macedonios que lo siguieron, la oportunidad perfecta para establecer la religión imperial que Roma necesitaba. De modo que Constantino estableció que parte de los impuestos se dedicaran a la construcción de iglesias para la nueva religión, y a partir de allí, el cristianismo comenzó a construirse a imagen y semejanza de Roma. Con los siglos, se construyeron iglesias cada vez más monumentales y llenas de imágenes y decoraciones lujosas, como compete a una religión imperial. La celebración de la eucaristía, que tomó muchos elementos de la eucaristía de la religión de Mitra, se hizo cada vez más elaborada y compleja. Las comunidades cristianas primitivas, todas ellas judías, fueron perseguidas y exterminadas, así como las sectas derivadas del cristianismo, en particular los gnósticos. La idea de la Trinidad, que comenzó a surgir en el siglo II por influencia de las trinidades romanas, persas y egipcias, se convirtió en el primer gran debate divisor de la Iglesia Romana. Los seguidores de Arrio negaban la consustancialidad del Padre y el Hijo y aseguraban que el Hijo era creado mientras el Padre era no-creado. Esto llevó a Constantino a inventar el concepto del Concilio Ecuménico y a pedir que se convocara el primero de ellos, el Concilio de Nicea, en el año 325. En ese concilio se cambió la fecha de la pascua cristiana para que no coincidiera con la judía (haciéndola coincidir con la celebración pagana de la primera luna llena de primavera, los griegos la celebraban con pan y vino), se estableció el credo y se escogió, de entre más de 100 evangelios y protoevangelios escritos en el primer siglo, los cuatro que hoy están en la Biblia cristiana (curiosamente, uno de esos cuatro es un evangelio gnóstico: el de Juan). En ese concilio se declaró al arrianismo como herejía y se le comenzó a combatir. Detalle interesante es que Constantino, fundador de la Iglesia de Roma como la conocemos hoy, fue pagano toda su vida, hasta que en su lecho de muerte decidió abrazar el arrianismo (siempre se dice que se hizo cristiano, pero no nos cuentan que no se hizo trinitario sino unitario).
Breve historia de la Navidad (Parte 3)
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Martes 13-12-2010
En forma muy breve, fue así como el cristianismo primitivo se convirtió en el hegemónico catolicismo. Con el Edicto de Tesalónica, en 380, el emperador Teodosio I estableció de forma definitiva al catolicismo romano como la religión oficial y única del Imperio, e inició una brutal persecución contra todos los no-católicos, en especial paganos y arrianos. A través de los siglos, todo vestigio de cristianismo primitivo fue destruido y el catolicismo se consolidó como única forma de cristianismo que existió hasta el siglo XVI, cuando Lutero inició la Reforma. Como decía, el catolicismo se fue construyendo a imagen y semejanza de Roma para cumplir con su función de religión imperial. No fue por laxitud o tolerancia, sino por necesidades políticas del imperio, que la Iglesia de Roma, en lugar de erradicar el paganismo y la idolatría y establecer los principios de estricto monoteísmo que enseñó Jesús, la paz sea con él, prefirió absorber costumbres, rituales y festividades paganas, en aras de mantener el orden y extenderse con mayor facilidad. Entre esas costumbres, estableció el domingo, día del sol, día sagrado en la religión de Mitra ya consagrado como día de fiesta en Roma, como el día de celebración de la crucifixión de Jesús, la paz sea con él, para distinguirse de los judíos que celebraban el sábado. También estableció el 25 de diciembre, fiesta de celebración del nacimiento de los dioses solares, como fecha para celebrar el nacimiento de Jesús, la paz sea con él, cuya fecha de nacimiento permanece desconocida. Obviamente, para celebrar el aniversario del nacimiento de Jesús debió aprobar la celebración de los cumpleaños.
Por supuesto, esto no sucedió de la noche a la mañana. Los nazarenos rechazaban la celebración de los cumpleaños por considerarla pagana, e incluso en el cristianismo heleno que originaría al catolicismo, en el siglo III, los primeros Padres de la Iglesia predicaban contra la celebración de los cumpleaños y consideraban sacrílego investigar la fecha de nacimiento de Jesús, la paz sea con él, pues consideraban pecaminoso celebrar dicho nacimiento. No fue hasta el siglo IV, gracias a los esfuerzos de Constantino, que se comenzó a celebrar la Navidad, y las Saturnales se convirtieron en lo que hoy llamamos el “espíritu navideño”. Sin embargo, la Iglesia de oriente no celebraba la navidad sino la epifanía, el 6 de enero. San Juan Crisóstomo, patriarca de Alejandría, y San Gregorio Nacianzeno, fueron los que, merced a intensas gestiones, lograron que en oriente se celebrara también la navidad.
La costumbre pagana de dar regalos en estas épocas se fusionaba con varios mitos sobre quién era el que fabricaba y/o llevaba los regalos a las casas. Una bruja, unos gnomos, o un anciano barbudo, eran los personajes en diferentes culturas. Estos y otros mitos, como el del Joulupukki de Finlandia, se entremezclaron con la imagen mítica que cobró San Nicolás de Bari, un obispo nacido en la actual Turquía, que se hizo famoso por su caridad y su amor para con los niños. Para el siglo XIX, la mezcla de estos mitos fue utilizada por Clement Clark Moore, quien publicó en 1823 un poema sobre un duende que viaja en trineo llevando regalos a los niños en Navidad. Varios artistas dibujaron diferentes versiones de este personaje mítico, que siguió mezclándose con otras tradiciones, hasta que en 1931 la empresa Coca-Cola contrató una campaña publicitaria en la que se estableció la figura de Santa Claus tal y como la conocemos hoy día, rodeado de duendes que le ayudan en la fabricación de juguetes.
La tradición de diversos pueblos europeos de adornar árboles en honor a sus dioses, se fue fundiendo con el cristianismo a medida que dichos pueblos fueron evangelizados. Surgieron diversas leyendas, como la del leñador que, teniendo su hija enferma, y viendo mientras cortaba leña en el bosque que ocurría una lluvia de estrellas, decidió llevar un trozo de árbol, adornándolo con frutas y flores, y poniéndole una estrella de papel en la punta, para que su hija pudiera disfrutar también lo que él había visto. También está la de los ancianos que dieron refugio en su cabaña a un niño, que resultó ser el dios encarnado de la trinidad, quien les dijo que plantaran una rama de pino, del que surgió un árbol que daba por frutos manzanas de oro y nueces de plata. Sin embargo, San Bonifacio se hizo famoso por combatir la costumbre pagana del árbol navideño. No fue sino hasta principios del siglo XVII, en Alemania, que comenzó a popularizarse el árbol de navidad, gracias a una leyenda según la cual, Martín Lutero habría decorado un árbol y lo habría iluminado con velas para recrear el brillo de las estrellas en los árboles del bosque en navidad. En realidad, fue la reina Victoria de Inglaterra quien estableció la costumbre del árbol navideño como señal de fidelidad a su reinado. Parece ser que el primer árbol de navidad que se puso en España se hizo en Madrid en 1870. También en el siglo XIX comenzó la costumbre de cantar villancicos y de regalar tarjetas navideñas. En cuanto a la costumbre de armar el pesebre, viene del siglo XIII, cuando San Francisco de Asís consiguió una autorización papal para representar la natividad con un pesebre viviente. Otras tradiciones paganas regionales se han mezclado con las mencionadas, dándole un toque particular a la navidad en diferentes partes. En Cali, por ejemplo, se acostumbra la realización de las chirimías o diablitos, comparsas en las que los niños se disfrazan de diferentes personajes, principalmente el diablo y la muerte, y van por las calles haciendo sonar tambores y pidiendo dinero para la fabricación del muñeco de año viejo, que rellenarán de pólvora y quemarán el 31 de diciembre. Esa combinación de exaltación al diablo y celebración cristiana es apenas una de muchas muestras de convivencia de lo idólatra y lo pagano con lo cristiano. También hay costumbres regionales de origen absolutamente católico, entre ellas está la Novena de Aguinaldos, que se reza entre el 16 y el 24 de diciembre. Esta novena fue encargada por la directora del colegio La Enseñanza de Bogotá y escrita en el siglo XVIII por el peruano Fray Fernando de Jesús Larrea. La colombiana madre María Ignacia la modificó a comienzos del siglo XX dándole la forma actual. Esta tradición católica, que une a familiares, amigos y vecinos alrededor del pesebre, también se ha mezclado con costumbres paganas locales: hoy día rezar la novena se acompaña indefectiblemente de cánticos, vino, buñuelos, natilla, y muchas veces termina en baBreve historia de la Navidad (Parte 4)
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Martes 13-12-2010
Para las iglesias católicas y varias iglesias protestantes que celebran la navidad, el origen pagano de las tradiciones navideñas no afecta la importancia y trascendencia del hecho de rendir homenaje a su divinidad encarnada, al hombre que consideran consustancial con Dios. Argumentan que si su mente y su corazón están enfocados en alabar al hijo del Creador, no importa que los medios para ello tengan relación y algunas raíces en cultos idólatras. De modo que el que tenga orígenes paganos, y que hoy día se haya convertido en una festividad superficial y mercantilista, no le resta méritos a quien la celebre con el firme propósito de recordar a Dios. Por su parte, los Testigos de Jehová y algunas iglesias de la Reforma creen que llevar a cabo fiestas paganas para alabar a Dios es un contrasentido, que se constituye en una mayor blasfemia cuanto mayor sea la creencia en que dando regalos materiales y consumiendo bebidas alcohólicas se está ganando el favor divino. De hecho, en el siglo XVII los calvinistas declararon que celebrar el cumpleaños de Jesús, la paz sea con él, era una invención humana. Para los puritanos, Jesús, la paz sea con él, no habría aprobado la celebración de la navidad por ser una práctica pagana y una excusa para hacer el mal. En 1643 el Parlamento de Inglaterra declaró ilegal la navidad y la pascua, y en 1659 los puritanos de Massachussets declararon la ilegalidad de la navidad. Los cuáqueros en Filadelfia también rechazaban la idea de celebrar la navidad. Fueron los católicos irlandeses y alemanes los que con su migración a Estados Unidos en el siglo XIX, renovaron el interés por esta festividad.
La navidad, hoy por hoy, es la gran alegría de los comerciantes, sean judíos, cristianos, ateos, agnósticos, masones o satanistas. Es también la alegría de los niños que cuentan con padres que pueden colmarlos de regalos. A la vez, es motivo de depresión para quienes sienten el peso de la soledad más que nunca en estas fechas (en muchos lugares se ha prohibido hacer sonar las campanas de las iglesias a la medianoche del 25 de diciembre, por ser éste un detonante de muchos suicidios), y de tristeza o envida para quienes no tienen la suerte de recibir regalos. Una fiesta instaurada para celebrar, recurriendo a tradiciones paganas, el nacimiento de un hombre que rechazó toda forma de paganismo e idolatría, un hombre que nunca celebró su cumpleaños, y que jamás tuvo la pretensión de ser celebrado ni mucho menos adorado.
«No aprendan ustedes la conducta de las naciones, ni se aterroricen ante las señales del cielo, aunque las naciones les tengan miedo. Las costumbres de los pueblos no tienen valor alguno. Cortan un tronco en el bosque, y un artífice lo labra con un cincel. Lo adornan con oro y plata, y lo afirman con clavos y martillo para que no se tambalee. Sus ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones! Tienen que ser transportados, porque no pueden caminar. No les tengan miedo, que ningún mal pueden hacerles, pero tampoco ningún bien.» Jeremías 10:2-5.
baile y borrachera.
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