Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

Libro en PDF 10 MITOS identidad mexicana (PROFECIA POSCOVID)

  Interesados comunicarse a correo: erubielcamacho43@yahoo.com.mx  si quieren versión impresa o electrónica donativo voluntario .

domingo, 9 de septiembre de 2012

En el occidente del sometimiento

En el occidente del sometimiento Fragmento del artículo: Islam y laicismo, en el occidente del sometimiento. 09/09/2012 - Autor: Abdennur Prado - Fuente: verde islam democracia islam occidente pensamiento sometimiento 3 En el occidente del sometimientoLos musulmanes españoles nos situamos en una situación de hecho, y es en ella en la cual tratamos de hacer posible la práctica del islam. No soñamos con la restauración del califato según unos modelos del pasado, sino en las nuevas creaciones del futuro. No nos remitimos a ninguna edad de oro sino que tratamos de vivenciar el islam aquí y ahora. La Revelación está descendiendo a nuestros corazones. No hay pasado, presente o futuro para la eternidad de la Palabra. Todo el Tiempo es Suyo, porque —según el hadîz qudsi— Al-lâh es el Tiempo. Si hemos definido la Shura como ‘democracia directa’ es para contextualizar nuestro trabajo, y mostrar a la sociedad donde vivimos que el islam no pretende arrasar con todo, sino constituirse en alternativa a la deshumanización global. Proponemos desde el islam la superación de la democracia dominada por tecnócratas hacia formas más abiertas de participación del pueblo. Se trata de una de las ideas-fuerza capaces de hacer salir a los musulmanes de la posición de sospechosos y situarnos como perspectiva de futuro. Los que no nacimos ayer sabemos que democracia y neoliberalismo son incompatibles. Debemos denunciar eso que Roger Garaudy ha denominado el “monoteísmo de mercado”: la religión dominante en nuestros días, cuya consigna es la del máximo rendimiento, y a todas esas nuevas castas (verdaderos mediadores entre su dios y el hombre) que tratan de justificar los nuevos modos de colonialismo y someten al planeta a la rapiña, desarraigando pueblos y aniquilando identidades en nombre de ese dios cruel que es el mercado. Defendemos el control de la usura y el cese de la carrera armamentística (una cosa conduce a la otra) como algo imprescindible. Esto es mucho más importante que ningún pañuelo. Se trata de redefinir la democracia como contraria a todo pensamiento que necesita imponerse como doctrina única, a todo grupo de presión jerárquico. Pues, en definitiva, ¿qué es el laicismo sino una reacción a la idea de iglesia que se ve definida por aquello que rechaza? Nosotros negamos la imposición de una jerarquía que separa al hombre de si mismo, negamos otra mediación que la de la Palabra revelada, que no es sino lo más inmediato al hombre. Al-lâh está más cerca de nosotros que nuestra vena yugular, y desde allí le habla a cada uno. Por ello nuestra oposición se dirige también hacia aquellos musulmanes que han abandonado la tradición por posicionamientos ideológicos, similares a los occidentales: integrismo, clericalismo, reformismo, modernidad, doctrina... Todos tratan de separar al hombre de su Señor secreto, de esa verdad que no puede codificarse, que sólo a él le atañe. Pero el sistema necesita mediar, definir, representar, hacerse necesario. Todo esto explica la persecución del islam (la inmediatez) a escala planetaria. Una sociedad abierta sería aquella capaz de integrar en su seno una pluralidad de vías, de aceptar que no existe un poder que tenga derecho a dictar el modo de comportamiento de los ciudadanos, sino a establecer un marco general en el cual convivan todas las vivencias que no pretendan imponerse como modelo autoritario. Ese modelo es, para los musulmanes, el islam, y fácilmente puede compatibilizarse con las más valiosas adquisiciones de nuestras democracias formales, en contra de lo que constantemente se señala. La idea del islam es la de una comunidad de hombres conscientemente sometidos a la Realidad Única, donde la explotación y la usura están vedadas, en favor de las formas tradicionales de comercio e intercambio, según unos modelos válidos en el presente. La acumulación de riquezas y la degradación del medio ambiente son haram porque destruyen el orden perfecto de la Creación, porque pretenden estancar la Rahma de Al-lâh, ponerle diques a una Misericordia que no cesa de fluir desde la Fuente. Según una tradición del Profeta Muhámmad (paz y bendiciones), una comunidad en la cual un solo hombre pasa hambre no puede ser llamada propiamente ‘islámica’, porque en verdad todos somos uno. El encuentro de cada criatura con el Creador nos conduce al umbral de otro diálogo: el que entablan los hombres libres entre sí. Un contrato social basado en estas premisas tiende a mostrar que el hombre, cuando se ha liberado de toda idolatría, es capaz de convertirse en el califa de la Creación, de ejercer esa responsabilidad que emana del sometimiento, de la aceptación consciente de la Unicidad de todo lo creado. Responsabilidad que me arranca de mi mismo, de mi solipsismo, de mis limites de criatura, para insertarme en un entramado de relaciones donde el otro no es un ser ajeno, sino otro modo de yo, el hombre. La comunidad de los creyentes, insha Al-lâh. Ante esta perspectiva es lógico que el Estado se defienda. Los musulmanes recordamos la comunidad fundada por el Profeta Muhámmad (la paz sea con él) en Medina. Existen tradiciones que nos muestran cómo varias legislaciones co-existían sin ningún problema, cómo los judíos tenían el derecho a regirse por la Torá, y no les era impuesta la Sharîa. Existe además el documento impagable de la llamada “constitución de Medina”, en el cual se reconoce el derecho a la diversidad de una manera explícita. Desde el momento en que el Qurán prohíbe la imposición del islam y afirma la validez de todas las revelaciones anteriores, para los primeros musulmanes no existía tolerancia sino pleno reconocimiento de la diversidad, pluralidad de vías totalmente emanadas del mismo principio Creador. Gentes como Buda, Zoroastro o Lao Tsé, etc., son musulmanes: hombres que se someten a la Realidad. A lo que nos oponemos, por sectarias, es a las ideologías creadas por los hombres con el fin de enfrentarnos los unos a los otros en una guerra siempre fratricida. No somos únicamente los musulmanes, sino millones de hombres de todos los países (la mayoría silenciosa), quienes tenemos nostalgia de una sociedad abierta, en la cual las diferencias no sean únicamente toleradas con desprecio, sino que sea posible el reconocimiento de la diversidad como algo necesario. Tenemos nostalgia de esa pluralidad que la democracia nos había prometido, de la igualdad de derechos y el abandono del dominio de las castas, sean económicas, sean sacerdotales. “El hombre tiene nostalgia de una medida perdida”, dice el poeta, y nosotros afirmamos la posibilidad de construir un espacio común (una comunidad) no mediatizado por ningún interés ni ideología, no monopolizado por ninguno de esos monoteísmos que asolan el planeta... No podemos permitir que nuestra vida se vea dominada por la nueva teocracia (con sus academias y sus dogmas), que pretende imponer un pensamiento único a todas las gentes del planeta. Pero sólo Al-lâh sabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario