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domingo, 7 de octubre de 2012

¿Qué es Allah para los musulmanes?

¿Qué es Allah para los musulmanes? Charla pronunciada por Abderrahmán Mohamed Maanán 07/10/2012 - Autor: Abderrahmán Mohamed Maanán - Fuente: Revista Alif-Nun allah dios ilah tasawwuf 2 allahuakbarBismil-lâhi r-ahmâni rahîm Una persona es considerada como musulmana por el resto de los musulmanes en cuanto dice una frase que consiste en una negación y en una afirmación. Esa frase es lâ ilâha illâ Allâh, comúnmente traducida por “no hay más dios que Dios”, pero que, de momento, nosotros expresaremos como “no hay ilâh más que Allâh”, de modo que vamos a ver qué significa la palabra ilâh –que aquí aparece como ilâha por cuestiones de declinación– para descubrir qué es lo esencial del Islam. Cuando buscamos en cualquier diccionario de árabe, la palabra ilâh aparece con el significado de “dios” pero, no obstante, sabemos que el tema es mucho más complejo. Los árabes llamaban ilâh a todo aquello en cuya eficacia el hombre confía, de modo que a sus dioses los llamaban âliha, plural de ilâh . Pero, tal y como hemos comentado en muchas ocasiones, cada palabra, en lengua árabe, no significa una cosa concreta sino una idea 2 . Si empezamos a indagar realmente qué significa la palabra ilâh dentro de su raíz, empezaremos a tener matices que nos irán aclarando cada vez más lo que significa realmente la palabra ilâh en la mente de los musulmanes. Si traducimos la palabra ilâh simplemente por “dios” podemos empezar a confundirnos, y quizás en árabe signifique algo más importante o, por lo menos, diferente. En su raíz, âha–yalûhu significa “ser oscuro, o ambiguo”; en otra de sus etimologías significa “producir amor”, es decir, “enamorar”. El ilâh sería aquello que atrae la atención absoluta del ser humano y éste cree en su eficacia y la acepta. Así, ilâh podremos traducirlo, según los contenidos que tiene en árabe, por muchas palabras distintas. Podemos traducirlo, quizás, como lo Real o la Verdad. El beduino, cuando considera algo como ilâh, lo que hace es dotarlo del estatuto del ser. Dentro del desierto, que es el paisaje que debemos tener en mente cada vez que hablemos del Islam y de sus orígenes, cada realidad y cada cosa tiene un significado especial, pues el desierto es un espacio vacío donde las cosas siempre son excesivamente vagas. Dentro de ese espacio, una piedra puede estar revestida de un carácter muy especial precisamente porque se destaca, y al destacarse se convierte en referencia. Eso ya de por si es un ilâh , es decir, algo concreto, tangible y con poder para satisfacer al ser humano. De este modo, el ilâh es la fuerza espiritual que habita algo y que le da realidad, y por lo tanto le confiere solidez y eficacia. Es el malakût de cada cosa, es decir, su mundo espiritual. El Islam va a romper con la idolatría, es decir, con la visión de que el ilâh o los âliha son muchos; y afirmará que es esencialmente uno: Allâh . Dentro de la lengua árabe, Allâh es una palabra con dificultades a la hora de ser analizada desde el punto de vista gramatical. Se ha dicho –y normalmente se acepta– que la palabra Allâh no es más que la palabra ilâh con artículo. Sin embargo, esto implicaría una evolución de la palabra ilâh, según las reglas de la gramática árabe, que los gramáticos no aceptan. Por lo tanto, la mayoría de los gramáticos consideran Allâh una palabra aparte que no tiene ningún origen en raíz dentro de la lengua árabe. De este modo, la frase lâ ilâha illâ Allâh , que es la fórmula iniciática al Islam, nos está diciendo que no hay más ilâh que Allâh y, por lo tanto, todo aquello que el hombre ha imaginado como eficaz no existe, y que sólo Allâh existe. Con esto entramos en la cuestión esencial dentro del Islam en general y del sufismo (tasawwuf) en particular, que es el hecho de que lo único real es Allâh y todo lo demás son espejismos. Este asunto nos plantea graves problemas, pues ¿qué hace que las cosas que nos rodean tengan una entidad que pueda afectarnos, si no son reales? el musulmán y el sufí saben que aquello que hace que las cosas tengan una eficacia es la presencia subsistente de Allâh en ellas; es decir, Allâh es el ser y lo comunica. Ahora bien, aquello con lo que tú te encuentras no es con Allâh sino con la apariencia que Él adopta en cada momento. Tu relación es con lo creado y no con lo esencial. Se nos empieza diciendo que Allâh es tan absolutamente distinto de cualquier cosa que tú puedas experimentar o imaginar que jamás lo vas a alcanzar, y que te confundirías muchísimo si pretendieras identificar a Allâh con cualquier cosa concreta o abstracta que se te ocurra. Es decir, se da por un hecho imposible desde el principio alcanzar a Allâh. Él no tiene límites, es el absolutamente presente y el infinitamente remoto y lejano. En esa duplicidad de la naturaleza de Allâh reside el detonante de la espiritualidad islámica que es el tasawwuf. En principio, ningún musulmán aceptará haber encontrado a Allâh y, por lo tanto, haberlo convertido en un ilâh, en un hecho concreto, pensable e imaginable y, en consecuencia, convertirlo en una meta alcanzable. Allâh es solamente lo que vas experimentando y encontrando a lo largo de tu vida, pero sin identificarlo jamás con nada concreto, y así evitar que se convierta en un ídolo que te impida seguir avanzando. Porque Allâh jamás tiene techo ni límites; simplemente llegarás a un vacío continuo que lo único que hará es ir alzándote en el conocimiento, en la medida de tus posibilidades. En uno de los capítulos del Corán, la sûrat Yâ’ Sîn, hay una imagen muy bonita en la cual se nos habla de un personaje al que la tradición musulmana llama Habîb an-Nayyâr, cuyo nombre podría traducirse como “El Amante, el Carpintero”. Habîb an-Nayyâr parece haber sido un personaje histórico, un carpintero cristiano tallador de imágenes sagradas. Según explica el Corán, a su pueblo llegan una serie de profetas y él es el único de toda su ciudad en responder a la llamada de éstos. El comentario sufí que hace Ibn al-‘Arabî a la sûrat Yâ’ Sîn es especialmente significativo. Pone en boca de Habîb an-Nayyâr las siguientes palabras: es el amor el que conduce hacia Allâh , y no la sabiduría. La sabiduría es un resultado, pero es fundamentalmente la necesidad del ser humano de encontrar algo consistente en esta existencia la que lo conduce hasta Allâh; y esa necesidad y esa inclinación constituye el principio del amor. Habîb an-Nayyâr era un verdadero amante, un buscador de la verdad, y en el momento en que los profetas llegan hasta él, éstos le comunican ese aspecto infinito e impensable de Allâh. Hasta ese momento, él había estado confundido porque había dedicado su vida a labrar imágenes de Allâh, su amado, pero tratando de concretarlo en algo, es decir, intentando rebajar a Allâh a su universo de percepciones, cuando a lo que te invita el simple nombre de Allâh es a abrirte a lo infinito, según el famoso hadiz qudsi 3 : “No me abarcan ni los cielos ni la tierra, pero sí puede abarcarme el corazón del hombre”. Es decir, el corazón del hombre puede abarcar algo que es infinitamente más grande que los cielos y la tierra, que el universo, que todo el espacio; y puede abarcar lo impensable, que es Allâh. Es la empresa que se propone el sufí. También hay otra breve historia dentro del Corán que nos habla de Abrahán, el padre de los unitarios, que relata el momento en que se sintió frustrado con los ídolos que adoraba su pueblo, decide abandonarlos y abandona su tierra. En ese momento sale la primera estrella de la noche y dice: “Eso es Allâh, porque ilumina.” Después sale la Luna, que apaga la luz de las estrellas, y dice: “¡No, no! Esto es Allâh , que es más grande.” Cuando pasan las horas sale el Sol y dice: “¡No! El Sol es mi señor; no puede ser ni las estrellas, que ya han desaparecido, ni la Luna, que ya ha desaparecido.” Pero llega la tarde y se pone el Sol, y se repite el ciclo. Entonces se dice: “Ahora sí me he dado cuenta: mi señor es Allâh .” Es decir, algo que trasciende cualquier experiencia que se pueda tener de las cosas. Él ya no define a Allâh, ya no sabemos qué es lo que realmente ha entendido que era su señor interior; simplemente ha superado el universo como imagen de Allâh para llegar a su corazón, a su sentido. Esto es lo primero que debe tenerse absolutamente claro cuando se habla de Allâh. Homologarlo a algo definible es traicionar desde el principio el significado que tiene la palabra para un musulmán, el cual jamás ha visto ninguna imagen ni ninguna definición de Allâh. Allâh no es ofrecido a los musulmanes como una doctrina o como una serie de enseñanzas que aceptar, basadas en una visión convencional de la fe, sino como un auténtico desafío para crecer espiritualmente. No se lo define sino que se lo sitúa como meta imposible de alcanzar. Y en ese progreso hacia aquello que es absolutamente imposible es donde el hombre va experimentando a Allâh. Dice el Corán: “Allâh está cada día en un asunto distinto”, y esa es una frase clave dentro del tasawwuf. Es decir, lo mismo que a Allâh no puedes asociarlo a algo concreto porque Él siempre estará en un asunto distinto a aquel en el cual tú crees haberlo encontrado, tú mismo tienes que ser capaz de cambiar para aceptar una manifestación distinta de Allâh , fuera de tus juicios personales acerca de lo que sea lo bueno, lo malo, lo justo o lo injusto. Así, precisamente lo que pretendemos es trascender todo eso para llegar a intuir a Allâh, sin tener la descortesía de intentar definirlo de ningún modo. Eso es lo que hay que aceptar para empezar a entender qué pretende y cuál es la mentalidad de un musulmán cuando utiliza la palabra Allâh. Ya lo hemos dicho muchas veces: Allâh jamás es ofrecido a los musulmanes como un “gair”, como un “otro”. La palabra gair, clave también dentro del sufismo, significa “otra cosa”. Allâh no es ni gair ni acepta el gair. Es decir, Él no es una cosa que, por mucho que la idealicemos, en cualquier caso la hemos puesto al nivel de nuestra comprensión, ni es un añadido a la existencia que nosotros podemos contemplar. No es algo que exista en el mismo nivel en que existamos nosotros, ni siquiera tiene nada que ver con nosotros. Y lo que es más importante, Allâh tampoco acepta el gair, es decir, nosotros no somos “otra cosa” para Allâh. Eso es muy importante, pues dentro del Islam no existe ninguna dualidad. ¿Cómo podemos pasar de nuestra percepción dual de toda la existencia a una percepción dentro del tauhîd, de la unicidad más absoluta a la que nos invita el Islam? Para eso debemos ir rompiendo muchos esquemas que nos permitan simplemente asomarnos a esa otra dimensión de la existencia donde todo es Uno, pero siempre desde el equilibrio pues, según la perspectiva musulmana, no debemos olvidarnos de este mundo sino volver y vivir en él. Realmente, cuando el sufí acaba su búsqueda se encuentra en el principio del que partió. Parte del mundo y a él regresa, aunque con una percepción del mismo radicalmente distinta: un mundo transformado por la presencia de lo Real, en el cual ya todo queda vinculado con todo en una percepción unitaria de la existencia. No obstante, el sufí jamás construirá una doctrina con esta o con cualquier otra afirmación y no ofrecerá a los musulmanes nada que deban aceptar por fe, sino simplemente les mostrará un camino a recorrer. La progresión espiritual del ser humano, en la cual éste va alcanzando cada vez mayores niveles de sutileza, consiste en derribar todos nuestros ídolos y todas nuestras certezas de manera permanente, dentro de una peregrinación que él sabe que jamás puede tener ninguna meta, es decir, nunca se encontrará con Allâh. Dentro de la Sunna, de la tradición musulmana, se nos dice que el Profeta Muhammad tuvo una noche un viaje espiritual al séptimo cielo y estuvo cerca de Allâh, a “dos medidas de arco”; aunque nunca llega hasta El. Porque llegar es absolutamente imposible, pues no hay donde llegar. No hay un fondo para la existencia ni un centro al que, llegado a él, se termina el camino, sino que siempre habrá, tal y como dicen los sufíes, un taraqqî, un continuo alzamiento y un continuo despertar. NOTAS.- 1 Abderrahmán Mohamed Maanán nació en Melilla y es Doctor en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Es autor de varias obras, entre las que destaca un tafsir (comentario) de una parte del Sagrado Corán, publicado en varios volúmenes. Ha traducido diversas obras del árabe, entre las que destaca Los engarces de la sabiduría, de Ibn al-‘Arabi, publicado por Ediciones Hiperión. 2 Véase Abderrahmán Mohamed Maanán, Conceptos fundamentales del pensamiento islámico , revista Alif Nûn nº 33 3 El hadiz qudsi es un tipo de dicho profético en el que es el mismo Allâh quien habla a través de la boca

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