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viernes, 16 de agosto de 2013

Jutba de la vida espiritual

Jutba de la vida espiritual

Sabemos que la transmisión del mensaje no consiste en repetir mecánicamente la forma de los textos

15/01/2003 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Jutba de la vida espiritual
Jutba de la vida espiritual
A veces nos lamentamos de la profunda herida que recorre la Ummah. Hablamos de la división entre los musulmanes, de los conflictos que sacuden las comunidades, como si el tiempo que vivimos fuese una época especialmente difícil. Hablamos también de la intransigencia y del integrismo, pero esta visión no deja de ser una consecuencia de nuestra propia ignorancia de la sabiduría con la que Allah nos hace vivir en este mundo y peregrinar hacia la Realidad.
¿Qué es el islam? ¿Cómo puede existir el sometimiento a la Realidad Única en un mundo diverso y aparente? ¿Dónde está la verdad de ese sometimiento? ¿En la forma externa, en la práctica formal del din, en la experiencia interior, en la vivencia del fanah fillah?
Aparentemente nos encontramos ante una contradicción entre quienes defienden una práctica literal y homogénea y aquellos que ponen el énfasis en la transformación interior, en la alquimia espiritual. Aparentemente, porque en realidad no hay contradicción entre ambas. La contradicción es fruto de nuestra propia ignorancia, de nuestra propia mente polar, porque si nos acercamos a los maestros espirituales en seguida nos daremos cuenta de que están interiorizando y poniendo en práctica, literalmente, aquello que está contenido en la Revelación, en el Qur’an. No hemos conocido a ningún espiritual que nos haya alejado del din del islam, sino más bien todo lo contrario.
Por su parte, los eruditos y estudiosos, las llamadas ‘autoridades islámicas’, ulemas y fuqahas, ponen el énfasis en la práctica exterior, en las formas, porque creen que si éstas se pierden desaparecería el islam. Y eso es una barbaridad filosófica, porque se está identificando el sometimiento a la Realidad con la adopción de una determinada vestimenta. Y no se está teniendo en cuenta la diversidad y riqueza de la Revelación que Allah nos señala en el Qur’an:
"Allah hace descender la mejor de las enseñanzas en forma de una escritura divina con total coherencia interna, que repite cada formulación de la verdad de diversas formas, una escritura divina ante la cual se estremece la piel de los que temen a su Sustentador: pero después su piel y sus corazones se distienden con el recuerdo de la gracia de Allah...
Así es la guía de Allah: con ella guía Él a quien quiere ser guiado, pero aquel a quien Dios deja que se extravíe jamás podrá hallar quien le guíe."
(Qur’an, Sura 39, As-Sumar, Las Multitudes, aya 23)
La Verdad se expresa de diversas formas. Todas las formas que componen nuestro mundo son una expresión divina. La conciencia de esta revelación, de este tayali nos lleva a la conciencia de la Realidad, más allá de las formas y de las interpretaciones. Aferrarnos a una sola interpretación, a una forma rígida, nos aleja del sometimiento a lo real porque lo real se nos manifiesta en lo diverso. Allah nos dice que si Él hubiera querido habría hecho de nosotros una sola comunidad, nos habría otorgado una sola interpretación, un dogma común válido para todos los casos, pero esto no es así. El Qur’an no es una receta de cocina sino aquello que nos hace gustar el alimento. Precisamente Allah nos crea en la diversidad para que nos conozcamos unos a otros, para que sean posibles el reconocimiento y la adoración. Allah crea al otro como misericordia para el encuentro, para realizar el tawhid en la creación, como una forma de facilitarnos el reconocimiento de nuestra propia irrealidad, Alhamdulilah. Allah crea para nosotros un espejo donde se refleja la vacuidad de todas las formas —la illaha—, un espejo radiante y reflexivo. Hay quienes reconocen su propia vacuidad en ese espejo, y se someten a esa Realidad diciendo illa Allah, y hay quienes se deslumbran con su reflejo y se aferran a su superficie como si fuese posible conservar sus destellos.
Unos expresan la vida inasible y otros expresan un eco lejano de esa misma vida, una huella. Los primeros comprenden ambas expresiones pero los segundos sólo pueden comprender la suya. Sin embargo ambas son necesarias para la continuidad del islam y su actualización permanente, porque el islam no es una teoría o un dogma sino la expresión del sometimiento a la Realidad en el seno de la comunidad de los seres humanos. Y ese sometimiento implica una Yihad, una dialéctica incesante y un contraste continuo de signos e interpretaciones, porque si bien es cierto que cuando uno despierta, despierta con él toda la creación, ese despertar está lleno de compasión hacia las criaturas por la conciencia de su precariedad y de su vacuidad.
Necesitamos, es cierto, la ciencia del corazón, pero la ciencia del corazón es siempre una ciencia aplicada al otro, un conocimiento para el otro, y acaba siempre transformando a las sociedades y a las culturas, porque la realización espiritual, aunque sea un camino individual, afecta a toda la humanidad. No puede haber un progreso interior desvinculado de nuestro mundo de relaciones humanas. Por esa razón, los espirituales regresan al mundo para ayudar a las almas a cruzarlo. Y es precisamente este mundo de relaciones humanas el que hace necesario un marco de encuentro, una forma y un pacto, una terminología, la adopción de un lenguaje que nos sirva para ese fin. Y esa es precisamente nuestra tarea.
Las escuelas surgen siempre alrededor de un espiritual que ha aplicado su experiencia de la Realidad, su islam, a la mejora de las condiciones interiores y exteriores de sus contemporáneos. Más tarde, los seguidores, a medida que el impulso del corazón de estos santos se aleja, se aferran a la superficie del espejo, tratando de atrapar allí lo que ha quedado de ellos.
Quienes han escapado del shirk saben que la discrepancia entre las escuelas, la divergencia de interpretaciones, no es sino la forma de mantener vivo un diálogo fecundo, un contraste necesario que actualiza la forma de vivir de los musulmanes, tanto su realidad interior como su mundo de relaciones sociales y comunitarias. Pero no debemos olvidar que todas esas escuelas, todas las posibles expresiones del islam histórico, todas las formas sociales de vivir el sometimiento, han surgido de la enseñanza de unos maestros iluminados, la paz sea con todos ellos, y, especialmente de la transmisión de Sayddina Muhámmad, la paz sea con él, de su ejemplo y de su naturaleza sabia y luminosa.
En nuestros análisis se destacan los factores sociales y políticos que hacen emerger las escuelas y las doctrinas, se enfatizan las causas terrenales que llevan a unas determinadas interpretaciones del Qur’án, se ponen de manifiesto las diferencias entre unas escuelas y otras, pero todo ello no hace sino expresar la riqueza del mensaje único que está implícito en todas ellas sin excepción: la disolución de nuestra naturaleza mental e ilusoria en la Realidad Única, el desenmascaramiento de los ídolos que nos velan a esa Realidad, la superación de cualquier interpretación en la Presencia.
¿Cómo podemos entonces vivir prisioneros de las palabras, aunque estas palabras sean hermosas y trascendentes, aunque conserven el perfume de lo real?
Si reducimos nuestra experiencia del islam al debate filosófico o conceptual, si nos ceñimos a una lucha ideológica con el pretexto de devolver el islam a su pureza, no haremos sino hacer más denso el velo, porque, a fin de cuentas, nuestro objetivo no es otro que Allah, y Allah está más cerca de nosotros que cualquier discusión y cualquier conceptualización.
Sabemos que la transmisión del mensaje no consiste en repetir mecánicamente la forma de los textos pensando que así preservamos la revelación, porque la revelación se preserva a sí misma, y así nos lo dice Allah en el Qur’an, asegurándonos que se halla"en una tabla bien guardada" ¿Por qué entonces esa arrogancia de pretender preservar aquello que no puede perderse?
La cuestión más delicada estriba en reconocer dónde está guardada esa tabla. Si decimos que está guardada en el libro no estamos diciendo nada, porque el libro tiene muchas dimensiones, múltiples facetas, el Libro tiene una caligrafía, una letra y un sentido. ¿En qué lugar del Libro está guardada? Si decimos que está guardada en el corazón humano tampoco estamos diciendo nada, porque el corazón humano se equivoca. ¿Dónde está entonces esa revelación, esa enseñanza?
Para responder a esa pregunta hemos de considerar que la Revelación es un medio, no un fin en sí mismo. El Qur’an es la herramienta que Allah nos crea para que despertemos a Él, así que no podemos idolatrar el Qur’an, ni considerar que con sólo oir la recitación o repetir las suras hemos llegado a nuestro destino. El Qur’an ha de hacer mella en nosotros, destrozarnos en nuestra ignorancia y resucitarnos en nuestra conciencia vacía de todo menos de Realidad.
Todos los maestros espirituales han expresado su experiencia de fanah fillah. Cada uno de ellos ha hablado con sus propias palabras, en el lenguaje de su tiempo y lugar. No han pretendido establecer doctrinas ni dogmas inamovibles sino, todo lo contrario, expresar, con más o menos acierto, aquello que es inexpresable en su totalidad. Luego, algunos seguidores han tomado al pie de la letra sus palabras y han hecho de su enseñanza una doctrina. Eso ocurre así en todas las transmisiones espirituales que tienen lugar en este mundo. Si eso no fuera así, no serían necesarios los santos ni los profetas. Y lo son. Son las referencias que más necesita la humanidad.
Ningún verdadero maestro espiritual ha pretendido establecer una doctrina y, sin embargo, las doctrinas y los dogmas se han constituido a partir de las palabras de estos maestros, sacadas de contexto, aplicadas en un tiempo y lugar diferente, muchas veces en situaciones que nada tienen en común con las que vivieron quienes las formularon.
El ser realizado, el muhsim, expresa su experiencia de la realidad de manera que el otro pueda comprenderla o asimilarla. Para ello se sirve de las palabras o del medio de expresión que sea, de la manera que considera más conveniente, pero sin dejarse atrapar por la forma de esas palabras, sin sucumbir a su hechizo alienante. Por eso muchas veces se advierten aparentes contradicciones que en realidad no son tales, sino la expresión de una diversidad de situaciones y contextos en los que se produce la expresión del sometimiento. Como no pretenden establecer doctrinas, estos seres realizados usan de las palabras como una herramienta plástica, sin otro objetivo que ayudar al despertar de la conciencia que aparece en ellos y no frente a ellos. Por eso dice Allah del Qur’an:
"¡Pues, en verdad, hemos dado múltiples facetas en este Qur’án a toda clase de enseñanzas diseñadas para beneficio de la humanidad!"
(Qur’an, sura 17, El Viaje Nocturno, aya 89)
Un maestro espiritual es un ser humano realizado, un muhsim, alguien que ha vivido la extinción de su nafs en la Realidad Única, y subsiste permanentemente en Ella, no un teórico que conoce los postulados metafísicos, aunque también reconozca la Realidad en el discurso filosófico, porque su sometimiento, su realización, su islam, le ha llevado al ihsán de reconocer a Allah en todas Sus manifestaciones sin excepción.
Un maestro espiritual es alguien que ha realizado en sí mismo al Muhámmad de sus ser, haciéndose capaz de contener la riqueza y la diversidad del Qurán en su corazón.
Un maestro espiritual es alguien que ha muerto a sí mismo y ha regresado a sí mismo, alguien que ha visto y oido lo que no puede comprenderse mediante la razón. Y esta experiencia es intransferible. Nadie puede comunicar la iluminación a otro o vender la sabiduría, nadie puede despertar por otro, pero puede ayudarle sin tener que hacer nada más que lo que hace. El ihsán es una experiencia que ocurre en la más profunda soledad y, por lo tanto, no tiene más testigo que Allah, Subhana wa Ta’ala. Por eso el Qur’an está tan bien guardado, y los muhsimes son como las matronas que nos ayudan a nacer.
Las personas que han llegado a una experiencia real del sometimiento a lo real constituyen el corazón de la Ummah y son nuestros maestros, los instructores de todos aquellos que queremos avanzar por esta vía.
Allahumma:
Haz que nos alcance la báraka y la enseñanza de Tus siervos sometidos
Haznos capaces de vivir nuestra transformación irreversible
Resucítanos a la Realidad y haz que nuestras vidas sean una ‘ibada.
Amin.
2.
Nuestros maestros no son sólo los profetas y enviados, la paz sea con todos ellos, sino también los salihin, los muhsimún, los ejemplos vivos del sometimiento realizado. Sin ellos, el islam no existiría en este mundo, porque son sus corazones los que albergan la forma humana del sometimiento. Por eso nos dice Allah en el Qur’an que Su mensaje está en una tabla bien guardada, porque, aunque el corazón humano se equivoca, existen seres cuyos corazones son purificados por la Ciencia Divina, por la Háqiqa, y se han hecho capaces de vivir y comprender su propia vacuidad, su realidad irreal, la illaha, y han regresado al mundo de las formas para ayudarnos a trascenderlas irreversiblemente, para ayudarnos a superar la religión de los antepasados.
Aparentemente no son diferentes de los demás seres humanos. Se visten y comen como los demás y nada hay en ellos que nos haga presagiar su rango, pero en su cercanía, en su mirada, en su evocación, encontramos los destellos luminosos de la Realidad, que reconduce así nuestra conciencia hacia su fuente creadora. Sus lataif están despiertas y nos ayudan a despertar, alhamdulilah.
Para transmitir una enseñanza espiritual no sirven fórmulas fijas, manuales ni catecismos, porque cada ser humano vive en unas coordenadas particulares y únicas. Y los maestros lo que hacen es ayudarnos a descubrir nuestra interioridad, que esa sí es común a todos nosotros, porque no tiene forma ni nombre, ni existencia. Pero en cualquier caso todo esto no son más que palabras que nos distraen precisamente de la Realidad, que nos desvían del fin de nuestra adoración consciente, ídolos que nos entretienen mientras tanto, como si fuésemos a vivir para siempre en la alienación. Subhana Allah.
La vitalidad de nuestro din está en los corazones de los muhsimún que lo mantienen vivo, con sentido, con significado. Y la repetición mecánica de los preceptos no sirve más que para ahogar la posibilidad del islam, de nuestro sometimiento a lo real.
Un maestro espiritual es una lámpara encendida con el aceite de la Realidad. Su luz se propaga en todas direcciones y niveles. Quienes están más cerca de su corazón se benefician de su luz y pueden acabar iluminándose, convirtiéndose a su vez en maestros de espíritu. Otros viven una transformación que les hace ser buenos transmisores de sus enseñanzas, otros son alcanzados emocionalmente y acaban siendo guardadores de su memoria y de sus palabras. Los más alejados, los que sólo alcanzan lo externo, acaban reproduciendo miméticamente lo que han visto y oido, y ejercen una influencia en el plano de las costumbres y de los usos culturales.
Por esa razón nos insiste tanto Allah en el Qur’an en el obstáculo que representa para nuestra aquida la religión de los antepasados, la fuerza de la costumbre, la forma codificada que la cultura adopta como expresión de la sumisión a la realidad. Cuando Ibrahim, la paz sea con él, tratando de transmitir el mensaje, pregunta a los adoradores de ídolos sobre la naturaleza de su ‘ibada, aquellos le respondieron:
"Hallamos a nuestros antepasados adorándolas."
(Sura 21. An Anbiya. Los profetas. Aya 53)
Por esta razón los maestros tratan de ayudarnos a trascender esos estereotipos que impiden nuestro despertar, y por eso mismo usan de las palabras como una herramienta para desmitificar nuestra experiencia.
Sabemos que todo ‘arif es ‘alim, pero que no todo ‘alim es ‘arif. Todo aquel que tiene un conocimiento de lo interno adquiere un conocimiento de lo externo, pero no al contrario. La creación es una expansión desde dentro, una eclosión que genera forma, no una forma, porque una forma no genera nada porque no es nada. Un sonido no hace una palabra, un significado abstracto e innombrable tampoco.
Por eso es comprensible que los seguidores de todas las doctrinas se aferren compulsivamente a las formas, porque sólo ven la superficie del espejo y esa es su manera de preservar su sometimiento, esa es la expresión de su islam. Por eso decimos de ellos que son musulmanes, porque aunque estén lejos de haber completado su sumisión, están siguiendo las huellas de un camino trazado, unas huellas débiles, lejanas, pero huellas al fin y al cabo, exactamente igual que cualquier otro. Es también comprensible que estas gentes consideren herejes o cafres a quienes no comparten su forma de interpretar la revelación, porque no conocen otra, porque lo que les ha llegado es un eco debilitado por la costumbre, por las formas y por la cultura.
Lo que ya no resulta tan comprensible es que, quienes llegan a comprender esto ocupen su tiempo en tratar de demostrar mediante argumentos doctrinales y filosóficos que los primeros están equivocados. Es una pérdida de tiempo dedicarse a rebatir los argumentos de cualquier doctrina, porque las doctrinas son las expresiones históricas de una decadencia espiritual, de una regresión a la religión de los antepasados. No podemos perder nuestra energía descalificando a quienes sólo ven la superficie del espejo, sino tratar de vivir nuestro sometimiento más allá de cualquier denominación, de cualquier interpretación y de cualquier palabra. Nuestra misión es establecer la ‘ibada en el mundo, y la ‘ibada trasciende cualquier expresión concreta. Allah nos dice que no nos ha creado sino para que Le adoremos conscientemente.
Y así, el ser realizado proyecta el tawhid sobre el mundo. El muhsim no separa sino que une porque está unificado interiormente, porque no está dividido por las palabras. Y es precisamente el ihsán nuestro mejor objetivo en esta tierra. Nuestra mejor provisión es la taqua, y la taqua no nos lleva a combatir las formas y las doctrinas, sino que nos ayuda a trascenderlas y considerarlas como lo que son: las expresiones plenas y diversas de una sola Revelación, los ecos de una Sola Realidad que se nos manifiesta incesantemente de todas la maneras posibles.
Allahumma:
Haz que quienes vivimos tratando de someternos a Ti superemos los velos que nos separan.
Preserva la taqua y la hermandad en este mundo de insatisfacción y alejamiento.
Amin.

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