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martes, 9 de septiembre de 2014

¿Pero si no hay Islam: Contra quién estamos en guerra?

¿Pero si no hay Islam: Contra quién estamos en guerra?


El negocio no es la paz, la libertad, la cultura, el bienestar y el progreso social


09/09/2014 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: La Tribuna del País Vasco



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Bolsa de Nueva York

Desde la desastrosa irrupción en el terroríficamente complejo escenario de Oriente Medio de los fanáticos de la secta Jawariy*, instauradores del autoproclamado Califato Islámico o Estado Islámico de Irak y Siria, cuyas víctimas principales no son cristianos ni chiítas sino musulmanes sunitas con 8 apellidos islámicos, ha habido una explosión de editoriales y artículos de opinión que nos retrotraen a la famosa Guerra de Civilizaciones predicada por otros fanáticos, los neocon, aquellos amiguetes de nuestros inolvidables presidentes de la saga Bush, padre e hijo.

Es cierto, y por lo tanto es un atenuante, que las atrocidades cometidas por estos bárbaros - publicitadas a bombo y platillo por los medios de comunicación y sobre todo por el ciberespacio con un alarmante morbo insano que dice muy poco de nuestra salud mental- provocan en cualquier persona un rechazo visceral, por lo que siendo editorialista la tentación inmediata es desahogar la rabia y el rechazo con el talento que uno mejor maneja, que no es la espada sino la pluma.

Vale, se comprende. Pero ahora toca reflexionar sobre el exabrupto que actúa como una blasfemia o un juramento en arameo; de válvula de escape terapéutica ante tanta miseria y tanta hipocresía política.

Especialmente me han preocupado dos artículos, no tanto por su contenido, que no es más alarmante que otros, sino por el aprecio personal que tengo a sus autores.

Al primero, Don Arturo Pérez-Reverte, le leo su “Patente de Corso” desde que inició su singladura dominical hace una porrada de años. Además he leído alguna de sus novelas y muchos artículos y opiniones suyas, y me siento próximo a su manera de ver el mundo. En todo caso reconozco su talento y siento verdadera envidia sana de su trayectoria profesional. Vamos, que me cae muy bien y me parece una voz sincera y clara, algo de agradecer en el panorama nacional.

Sin embargo en su último artículo “Es la guerra santa, idiotas”** creo que ha patinado como King Kong en el lago helado de Central Park. No creo que pretenda analizar el asunto a fondo, distanciándose de él, sino provocar una reacción en una audiencia adormilada con un golpe en la mesa, ya que no escribe el reportero de guerra sino el columnista de El Semanal. Le entiendo, pero creo que juega con fuego y con ese fuego nos podemos quemar todos, él incluido, ya que hay antorchas -nada amigas de la libertad que él defiende- que podrían encenderse con sus palabras.

Al segundo, Don Raúl González Zorrilla, tengo el gusto de conocerle personalmente ya que dirige La Tribuna del País Vasco donde escribo mi sección DIVERSIVENCIA con total libertad. Es un gran profesional del periodismo pero sobre todo es una persona razonable, dialogante y formada que conoce de primera mano lo que significa estar bajo la presión de intolerantes fundamentalistas en tu propia casa.

Su editorial “Breve defensa de Occidente”*** me hizo reflexionar sobre la percepción que tenemos desde “aquí” de lo que está sucediendo “allí”. Teniendo en cuenta que yo me encuentro un poco en tierra de nadie, hay afirmaciones de mi colega que me ponen un poco en guardia.

Antes que nada debo aclararles a ambos que se puede ser musulmán vasco -con más de 8 apellidos-, donostiarra, periodista, empresario, representante en Euskadi de la European Muslim Union Foundation**** –una fundación europea que trata de mediar entre las administraciones y las asociaciones musulmanas europeas de la Unión, Balcanes, Turquía, Este Europeo y Rusia-, miembro de una importante ONG de defensa del Medio Marino y padre de familia numerosa, sin que por eso se tenga que producir necesariamente un pliegue en el espacio-tiempo y se derrumben las columnas de la Acrópolis y la cúpula central del Vaticano.

Dicho esto, les invito a ambos a visitar Getxo y Algorta. Por la noche es un espectáculo difícil de olvidar, tan bello como lo es nuestra querida Bahía de La Concha pero con un mensaje más perturbador. La ría divide dos mundos: la Margen Derecha y la Margen Izquierda. La elección de cuál de las dos es la izquierda o la derecha es cosa del observador ya que todo depende de hacia dónde enfiles tu proa, hacia Bilbao o hacia la desembocadura. Pero quizás por consenso político se ha denominado Margen Derecha al lugar donde se construyeron los palacetes del capital y a la Margen Izquierda donde se construyeron las chozas de sus esclavos, hoy pujantes municipios como Barakaldo, Sestao, Portugalete y Santurce. Siempre me resultó poética esta estampa vista desde Neguri: los amos con sus palacetes podían levantarse y ver tras la neblina asentada en la ría, que bien podría simbolizar la corriente de los tiempos, los asentamientos sucios, caóticos, humeantes, a menudo escupiendo fuego desde las chimeneas de los altos-hornos y refinerías, donde sus esclavos, como enanos que trabajaran en las minas subterráneas, estaban produciendo para ellos un inmenso capital.

A mi esta descripción de la realidad me parecía más acertada para entender el mundo que la que trataban de explicarnos en los mítines del batxoki. En Neguri los amos tenían todos ocho apellidos vascos -alguno incluso de origen inglés- no había ninguno que hubiera venido de Madrid, ni de Sevilla, ni siquiera de Barcelona. Eso si, cuando ETA empezó a matarlos, cogieron el dinero y se fueron a la capital o al extranjero. Pero quedaron sus palacios.

Tratar de defender la civilidad de la Margen Derecha frente a la barbarie de la Margen Izquierda basándose, por ejemplo, en el urbanismo, es como mínimo un ejercicio de cinismo.

Pues bien, amigos, eso es lo que hacemos cuando defendemos la Civilización Occidental frente a la barbarie de lo que sucede en el otro “margen” del muro romano.

Para empezar, los valores y el orden social del que nos beneficiamos no es un invento exclusivo nuestro. No podemos llamarlo ni civilización europea, ni greco-romana, ni judeo- cristiana, sin faltar a la verdad. Los amos tienen el privilegio, siempre lo han tenido, de construir los mejores palacios, comer la mejor comida, leer los mejores libros, vestir la mejor ropa, y rodearse de los mejores artistas, pensadores y científicos. Ese es el privilegio del que tiene el poder. Eso no le da ningún tipo de superioridad moral. Simplemente le dota de calidad de vida.

El esclavo, por contra, sólo tiene su capacidad de resistencia a la violencia ejercida por el amo, lo que le da dureza. Se tiene que adaptar a la escasez de recursos, a veces a la miseria, a la falta de educación formal, a la dependencia tecnológica e incluso intelectual, a la guerra constante, a la injusticia infame. Eso lo hace especialmente resistente y capaz de cualquier cosa para mejorar su situación. Las grandes civilizaciones, las que dominan al resto, por contra, acaban apoltronándose. De modo que siempre se produce en la historia un péndulo entre el barbarismo de las tribus nómadas y el sedentarismo de las grandes civilizaciones cuya esencia es siempre urbana. Algo magistralmente descrito por el historiador musulmán de origen sevillano Ibn Jaldún.

Esto no es algo que tenga que ver ni con la religión, ni con la cultura, ni con la etnia, ni con la geografía. Esto tiene que ver con la esencia misma del ser humano y su constante dicotomía entre su avaricia mundana y su afán de trascendencia.

Estoy de acuerdo con mis colegas en que estamos en plena Tercera Guerra Mundial y que parece que no nos hemos enterado aún. Pero no estoy de acuerdo en quién es el enemigo, o mejor aún, cómo es el enemigo. El enemigo de nuestra libertad no hay que buscarlo en los páramos del este o en los desiertos de oriente. El enemigo de nuestra civilización está en Wall Street financiando a los bárbaros a la vez que financia a las legiones romanas; financiando a Felipe II y financiando a la Reforma Protestante; financiando a los Nazis y financiando a la Unión Soviética... El dinero no tiene ideología.

El negocio no es la paz, la libertad, la cultura, el bienestar y el progreso social. El negocio, ha sido, es y será la guerra. Así que mientras haya usureros habrá guerras. Luego ellos, a través de sus sicarios en universidades y medios de comunicación, nos las disfrazarán de religión, de política, de odios tribales, de plagas...

Pero se trata de puro negocio, de puro control de los exhaustos recursos energéticos del planeta. La guerra es entre capitales, no entre civilizaciones.

La civilización islámica desapareció hace más de 100 años con la desaparición del último califa otomano. ¿Contra quién choca la civilización capitalista? ¿No estará chocando contra si misma al haber dado la vuelta completa al orbe?

Las civilizaciones no chocan, las civilizaciones se funden y crean otras nuevas. Precisamente porque son civilizadas. Lo que chocan son los mismos miserables intereses usureros de toda la vida; la vieja historia de la miseria humana: “Ese antílope lo vi yo primero y si lo tocas te rompo el cráneo con mi hacha de silex”.

Notas

*Para conocer más a cerca de los Jawariy y su papel en el Estado Islámico de Irak y Siria: http://issuu.com/islamhoy/docs/islam_hoy_34/9?e=7793720/9151249

** http://www.finanzas.com/xl-semanal/firmas/arturo-perez-reverte/20140831/guerra-santa-idiotas-7566.html

*** http://latribunadelpaisvasco.com/not/1672/breve-defensa-de-occidente

**** www.emunion.eu



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