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viernes, 8 de mayo de 2015

Jutba de las orillas

05/03/2003 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Jutba de las orillas
Jutba de las orillas
Alhamdulilahi rabbil’alamin.
Las alabanzas son para Allah, Señor de los mundos, el Compasivo, el Sabio, que nos ha traído hasta el lugar donde confluyen las orillas, donde las aguas se juntan sin mezclarse, Alhamdulilah, para que nos conozcamos unos a otros y así Le conozcamos a Él. Porque nosotros sólo podemos conocerLe en Su creación, cuando miramos hacia esos dos mares, a esas dos orillas, y sentimos la unidad indisoluble, el tawhid unitivo que alcanza a toda criatura, a todo ser.
Barakalawfiq por crear para nosotros el ansia de conocer y de saber, por facilitarnos la hikma que necesitamos en esta shura. Sus dones nos alcanzan por medio de este Qur’an Generoso que nos recuerda que toda la creación es un signo Suyo, un tayali Suyo, el Aliento de Su Compasión. Alhamdulilah.
Dos mares, dos orillas y un lenguaje común, una comunidad interpretativa, un espacio coránico donde trascendemos cualquier dualidad, en el corazón mismo de la metáfora, este encuentro de nuestras orillas tiene un profundo sentido contemporáneo. No se trata sólo de la reunión de quienes nos servimos de una misma lengua, sino de quienes tratamos de compartir una forma de vivir que vamos descubriendo poco a poco. No se trata tanto de cruzar un océano y arribar a otra orilla como de trascender cualquier orilla, cualquier barrera separadora dentro de nosotros mismos, cualquier ídolo que se interponga. Se trata, en definitiva, de caminar juntos por la vía del sometimiento a la realidad, por el camino del islam.
Allah Subhana wa Ta’ala está creando para nosotros la visión de esas dos orillas, de esas dos fuentes que tiene todo conocimiento verdadero, la percepción sensorial que nos muestra el mundo exterior y el sentido místico intuitivo, la ciencia del corazón. La convergencia de estas dos orillas nos procura una conciencia superior, una conciencia que ya no está dividida ni velada, una Háqiqa que es experiencia del tawhid. Una orilla es visión y la otra recuerdo.
La confluencia de las dos orillas es el lugar donde nuestra percepción del mundo se funde con nuestro mar interior, la Háqiqa que nos hace cruzar las alambradas de la lógica y de la causalidad, abriéndonos a todas las direcciones y planos de la Realidad, a todos los signos. Cruzamos hacia una orilla sin retorno y morimos a la incredulidad y a la perplejidad, nacemos puros y llenos de compasión hacia lo creado porque así conocemos a los otros y así vamos comprendiendo que no hay otro que Él. Y en esa conciencia de Su Sabiduría y de Su poder somos así creados como jalifas Suyos.
Nos encontramos en busca de sentido, en un mundo en el que las viejas orillas se han difuminado. Conceptos que hasta ahora nos servían para explicarnos nuestro ser en el mundo ya no nos sirven. ¿Dónde están hoy dar al islam y dar al harb, la tierra del sometimiento a la Realidad y la tierra del conflicto?
Constatamos que, en nuestro tiempo, rebelión y sometimiento conviven en un mismo territorio geográfico. En una sola tierra habitan creyentes y no creyentes, pacíficos y beligerantes, ignorantes y sabios. Sabemos que nuestro oriente no es ya un punto de la geografía horizontal, que la luz que necesitamos proviene de un árbol bendito que no es del oriente ni del occidente, Luz sobre Luz, que necesitamos más que nunca para poder vivir en un mundo lleno de preguntas y posibilidades.
Quienes habéis cruzado un océano para llegar hasta aquí, quienes habéis hecho un gran esfuerzo, un gran yihad, buscando sentido, arribáis a una tierra que expresa sus propias contradicciones, donde la pluralidad es uno de sus desafíos más evidentes, en un momento en que la humanidad necesita recobrar el diálogo íntimo y eficaz con lo real, alhamdulilah, y para eso estamos aquí, para dialogar sobre los temas que nos afectan y nos preocupan en nuestra vida cotidiana, atendiendo a todas las orillas, a nuestra necesidad de progresar interiormente, de crecer moral y espiritualmente, y a la urgente tarea de construir una comunidad humana basada en la dignidad, la justicia y la espiritualidad. Y hemos de hacerlo en un contexto donde las viejas orillas ya no nos sirven. Estamos aquí para adorar a Allah también en nuestra apertura al diálogo, en nuestra manera de pensar. Qué Él nos procure siempre el buen criterio. Masha Allah.
Hoy nos sentimos especialmente atentos a los signos y hacemos un esfuerzo para descifrar el sentido de un conflicto que se está expresando de una manera cruda y evidente. Estamos tratando de conocer la naturaleza de este conflicto que afecta a casi todos los aspectos de nuestra vida, a nuestro estado sicológico, a nuestra vida familiar y social más próxima, a esa sociedad rica y plural que no consigue responder con justicia y verdad a las necesidades humanas, sino al mercado de los seres y objetos, y que no conoce más leyes que las del rendimiento y la eficacia. Ahora, cuando el mundo nos devuelve la imagen del enfrentamiento, miramos dentro de nosotros mismos y, viendo nuestra condición real, nos preguntamos. ¿Qué se está decidiendo en esta lucha? ¿Qué poderes se enfrentan?
Sabemos que existen grados de compromiso y grados de conflicto, que el conflicto implica sobre todo esfuerzo, tensión. Distinguimos entre nuestro esfuerzo por la supervivencia física, el pequeño yihad, y nuestra lucha por la supervivencia en la Realidad, o gran yihad. Porque supone realmente un gran esfuerzo, un gran yihad, mantener la integridad y la coherencia, mantener vivo nuestro imán en un campo de batalla donde no dejamos de percibir la maldad, el juego sucio y la indignidad de quienes no sirven ni reconocen a la unidad, al tawhid, y sólo siguen a sus propios demonios y fantasmas.
Enfrentar la barbarie con todo nuestro ser cuando la barbarie nos amenaza y oprime por dentro y por fuera es realizar nuestro islam, nuestro sometimiento a esa Realidad que es en sí misma una Paz completa. Nos esforzamos en la senda de la verdad y de la realidad porque nuestro imán nos impulsa en esa dirección, nos lleva hasta los signos y a su interpretación, nos hace responsables de nuestras decisiones. Luchamos porque no podemos hacer otra cosa, porque Allah quiere que seamos conscientes de Él, y nos está dando Su áman para ello. Porque nos está dando sentido mediante un Qur’an que nos aclara:
"Se os ha prescrito combatir, aunque os resulte odioso; pero puede ser que os desagrade algo y sea bueno para vosotros, y puede ser que améis algo y sea malo para vosotros: Allah sabe y vosotros no."
(Qur’an Sura 2, Al Baqara, aya 216)
No podemos autoengañarnos cuando Allah nos concede Su recuerdo. Porque tenemos taqua nos decidimos a combatir la falsedad y el mal en nosotros mismos antes que nada, purificarnos en el yihad, abrirnos a los otros, hacernos vulnerables. Con esta conciencia de Allah nos esforzamos en Su senda, defendiéndonos de quienes tratan de imponerse mediante el engaño y la violencia. Nos alineamos con los más débiles y oprimidos porque, como jalifas, somos responsables de toda la creación, pero especialmente de nuestros semejantes. La compasión y la solidaridad con los amenazados y oprimidos es consecuencia de nuestra taqua. Por eso no permanecemos indiferentes.
Los poderes que ahora se enfrentan se han estado enfrentando siempre. Un poder falso y mentiroso que se constituye en la violencia y el miedo a la muerte frente a un poder emergente que vive en el interior del ser humano, y que es la luz de una conciencia distinguida, el gérmen de la paz, el salam. El discurso de quienes predican la guerra y la destrucción trata de confundir, de velar la cruda realidad de sus intereses, el rostro inhumano de su depredación, pero no lo consigue. Dicen estar combatiendo el mal mediante la guerra, pero en realidad están tratando de ocultar la verdadera naturaleza del conflicto.
La naturaleza real del conflicto tiene una dimensión trascendental que nos sobrepasa, que está sacudiendo las conciencias de todo el mundo, creyentes y no creyentes de todas las culturas y tradiciones y esos poderes humanos que nos parecían inamovibles expresan ahora una evidente fragilidad. Los opresores deciden la guerra en el momento de su mayor oscuridad, en un momento que es, asimismo, sagrado para los oprimidos y las víctimas. Esto añade un elemento de arrogancia y destructividad a su discurso. No es la primera vez que los opresores violan el tiempo sagrado, lo sabemos, pero el Qur’an nos aclara la situación:
"Te preguntarán acerca de combatir en el mes sagrado. Di: ‘Combatir en él es algo muy grave; pero que se impida el acceso a la Casa Inviolable de Adoración y expulsar de ella a su gente es aún más grave a los ojos de Allah, pues la opresión es más grave que matar.’
Vuestros enemigos no dejarán de combatiros hasta que reneguéis de vuestro imán, si pueden. Pero si alguno de vosotros reniega de su imán y muere siendo infiel a la verdad, sus obras serán inútiles en esta vida y en la Otra; esos están destinados al fuego, y en él permanecerán.
Ciertamente, los que han llegado a creer y los que han abandonado el ámbito del mal y se esfuerzan por la causa de Allah, esos pueden esperar la misericordia de Allah pues Allah es indulgente, dispensador de gracia."
(Qur’an, Sura 2, Al Baqara, ayat 217-218)
Allah nos aclara el sentido que tiene nuestro esfuerzo cuando se produce en el tiempo sagrado, y así nos ayuda a comprender la dimensión de nuestro gran yihad.
Cuando los enemigos aprovechan nuestro tiempo sagrado para atacarnos están expresando con ello que atacan no sólo a nuestras personas sino, sobre todo, a aquel ámbito sagrado que vive en nuestro interior, a esa Casa Inviolable de Adoración que es el núcleo de nuestra libertad de conciencia y de creencia, la casa que alberga nuestroimán. Por eso dice Allah que en este caso la opresión es más grave que la destrucción física, porque está tratando de imponer el velo por la fuerza, un velo que ahoga cualquier posibilidad de supervivencia, porque nos sustrae de la realidad, nos aleja de Allah y ese es nuestro peor destino. La opresión es ejercida, no sobre nuestro islam sino sobre nuestro imán. Lo que está en juego es la ámana de Allah en nosotros. A Él Le pedimos que nos mantenga siempre en Su áman, insha Allah.
Nosotros conocemos las nefastas consecuencias que tiene para una comunidad la imposición de un pensamiento único, contrario a las creencias y a las formas de vivir de sus ciudadanos. Sabemos de los males sociales y morales que produce la tiranía ideológica, la imposición de la doctrina. Y por eso mismo nos enfrentamos con todas nuestras fuerzas a esa marea de falsedad que trata de oscurecer el mundo, de velar la luz y la esperanza del alma humana, de ocultar el verdadero dolor del ser humano, la injusticia y la desigualdad, para que no sigan siendo los pilares de su dominio, masha Allah.
Los opresores son los enemigos de la humanidad: no quieren destruir el mundo sino hacerle renegar a la humanidad de su mejor condición, para poder seguir así detentando su poder. Ese es el fundamento de toda inquisición política y espiritual. Por eso estamos en contra de esta guerra, porque, como mu’minún, no podemos asumir su discurso, porque para nosotros son evidentes su falsedad y su propósito. Esta conciencia nos sitúa en la dimensión de los shuhadá, dimensión que es, a la vez, la de los testigos y la de los mártires, la de quienes defienden con sus personas y sus bienes ese espacio sagrado; porque vivimos en un tiempo sagrado, porque nos damos cuenta de lo real mientras lo real nos enfrenta a un enemigo que puede destruirnos. Así sigue diciéndonos el Qur’an:
"Así pues, que combatan por la causa de Allah quienes están dispuestos a dar la vida de este mundo a cambio de la ájira: pues a quien combata por la causa de Allah, tanto si muere como si sale victorioso, le daremos una magnífica recompensa.
¿Y cómo podéis negaros a combatir por la causa de Allah y la de aquellos hombres, mujeres y niños oprimidos que imploran: ‘¡Sustentador nuestro! ¡Sácanos de esta tierra de gente opresora! ¡Danos, de Tu gracia, un protector! ¡Danos, de Tu gracia, un auxiliador!’
Quienes han llegado a creer combaten por la causa de Allah, mientras que los que se obstinan en negar la verdad combaten por la causa de los poderes del mal. Combatid, pues, contra esos amigos de Shaytán: ¡ciertamente, el engaño de Shaytán es en verdad débil!"
(Qur’an, Sura 4, An Nisa, ayat 73-76)
Nuestra lucha es contra el engaño, contra el uso coercitivo del velo, contra la insensibilidad, contra la falta de compasión, contra el sadismo, contra la opresión y contra la locura. Sabemos que podemos vivir sin todo eso, que es posible la comunidad de los hombres y las mujeres libres, sujetos en su taqua de Allah, en medio de las diferencias y las polaridades, aunque hasta ahora no hayamos podido vivirlo de una forma constante e integral. No somos como nuestros enemigos, que quieren modelar un rebaño clónico de seres estúpidos y sumisos a sus intereses personales. Nosotros somos capaces de vivir en la diversidad, de desearla y asumirla como un medio de crecimiento y de madurez, porque somos sensibles a un Qur’an que así se nos revela. Porque estamos respondiendo a la Realidad con nuestras personas.
Allahumma: Danos la mejor conciencia de nuestra lucha. Da sentido y criterio a nuestra shura.
Provéenos de los signos y haz que nuestro encuentro sea un esfuerzo por Tu causa.
Manténnos constantemente en taqua.
Amin.
2.
Combatir en la senda de Allah es vivir en la arena de lo real. El yihad es un esfuerzo que nos acerca a nuestro destino, que nos hace conscientes de Él, y esa es, en sí misma, la mejor retribución. Por eso nos dice Allah que, aunque nos maten, ya hemos recibido la mejor recompensa, alhamdulilah. Porque hemos de morir de todos modos y es mejor morir antes de morir, ser conscientes de Allah en esta vida que vivir velados en la inconsciencia.
El mú’min sólo puede combatir en esta senda, porque su imán es una taqua que le lleva a difundir la verdad y la paz y a oponerse a la mentira, a la injusticia y a la opresión. En esta lucha aparentemente desigual la victoria es siempre del mu’min, porque el mu’min sabe por qué y por Quién lucha, mientras que su enemigo sólo sirve a sus demonios personales, a sus debilidades morales, a una apetencia pervertida. Esos demonios sólo tienen la fuerza limitada de sus albergadores y socios, y esa fuerza, comparada con el poder de la realidad, no es absolutamente nada. Allah nos lo aclara cuando leemos en el Qur’an:
"¿O es que pensáis que entraréis en el jardín sin que Allah tenga constancia de que os habéis esforzado por Su causa, y tenga constancia de que habéis sido pacientes en la adversidad?
Pues, ciertamente, anhelasteis la muerte por la causa de Allah antes de veros frente a ella; ¡y ahora la habéis visto con vuestros propios ojos!"
(Qur’an Sura 3, Al Imram, ayat 142-143)
Allah nos dice que nuestro futuro depende de nuestro imán, no del deseo de autoinmolación. Allah no nos dice que deseemos la muerte en nuestro yihad, sino que nos esforcemos por mantenernos en la senda de la realidad, que nos esforcemos por aquello que nos señala nuestro imán, por establecer en nuestra tierra el sometimiento a la Realidad. Esta lucha es una dawa que produce la paz más duradera de todas, la que se conquista en nuestro interior tras el mayor de todos los esfuerzos.
Tanto si morimos en la lucha como si sobrevivimos, la recompensa nos alcanza siempre porque el gran yihad implica la conciencia de Allah, una taqua que asume la vida y la muerte como accidentes de una creación que Le pertenece por completo. En el yihad reconocemos Su poder para darnos la vida y para quitárnosla. En el yihad nos volvemos mu’minún porque estamos aceptando la posibilidad real de morir, porque nos sometemos al decreto de nuestra creación de una forma completa e impecable. No podemos someternos a medias, y en esta conciencia unificada somos testigos de lo real en nosotros mismos, alhamdulilah, y lo proclamamos sin ninguna vergüenza: la illaha illah Allah.
Hacer el gran yihad es ser conscientes de a quién estamos combatiendo y para qué. No podemos caer en el error de confundir a amigos y enemigos, porque entonces la lucha estará perdida, porque lucharemos sin sentido ni finalidad. Y así nos lo aclara el Qur’an:
"Oh mu’minún, cuando salgáis a combatir por la causa de Allah, usad vuestro discernimiento y no digáis a quien os ofrece el sa­ludo de paz: ‘Tú no eres creyente’, ‑-movidos por el de­seo de los beneficios de esta vida: pues junto a Allah hay grandes botines. También vosotros erais antes de su condi­ción, pero Allah os ha favorecido. Usad, pues, vuestro discernimiento: ciertamente, Allah está siempre bien informado de lo que hacéis."
(Qur’an, sura 4 An Nisa, aya 94)
No podemos tratar a los demás como enemigos para transgredir sus derechos y aprovecharnos de sus bienes, como hacen los cafres. Allah nos incita a usar nuestro discernimiento para distinguir a nuestros enemigos verdaderos, a quienes realmente están tratando de sembrar la incredulidad, de extender el velo dentro de nosotros. El Qur’an nos ayuda a recordar nuestra condición anterior, nuestra propia incredulidad, la pobreza de nuestro imán, lo lejos que de Allah estábamos. La experiencia de alejamiento que hemos llegado a vivir nos ayuda a comprender la naturaleza de nuestra lucha y la condición de nuestros enemigos.
Allah Subhana wa Ta’ala nos dice que "así éramos nosotros antes". Allah quiere que recordemos nuestra propia condición incrédula para que tratemos con justicia a los demás durante nuestra lucha, para que así sirvamos a Su propósito de transmitir un mensaje liberador, de instaurar un islam cierto y duradero. Allah quiere que comprendamos que nosotros somos hoy agraciados con su áman mientras otros seres humanos viven en un estado de alejamiento.
El gran yihad es la única guerra limpia y digna que podemos vivir los mu’minún porque es el único ámbito en el que los combatientes están enfrentados en un plano de igualdad real. Luz y oscuridad se enfrentan en la arena de nuestros corazones. El enemigo hostil no es otro que Shaytán, que es quien nos divide y nos convence de que la lucha se está produciendo fuera de nosotros, como si esa lucha no nos afectara por dentro, como si nosotros no tuviéramos nada que combatir en nuestro interior. Ese es el enemigo que nos oprime, el que nos tiene entretenidos, el que nos mantiene cercados en nuestra ignorancia.
La mejor de nuestras armas es la taqua constante, la conciencia de Allah en todas nuestras acciones, el recuerdo vivo de Su compasión en nuestro interior, el encuentro valiente y desprendido con el mundo.
La báraka de Muhámmad, la paz y las bendiciones sean siempre con él, vive en el corazón de quienes luchan por defender la verdad y la dignidad, sea con las armas, con la palabra o con la intención, porque en ellos está latiendo el Qur’an. En un hadizsahih relatado por Abu Daud, y transmitido de Abu Musa, se narra que cuando el profeta, la paz sea con él, en sus enfrentamientos con el enemigo, temía alguna gente, solía decir:
"¡Allahumma inna nayaluka fi nuhurihim, wa naudhu bika min shururihim!"
Oh Allah: protégenos de ellos y refúgianos en Ti de sus males.
Ahora nosotros también Le pedimos:
Allahumma: Derrama Tus gracias sobre Muhámmad, su familia y sobre quienes le siguen y ayúdanos a luchar con las armas que él nos ha legado, con este Qur’an que nos procura el buen criterio y nos enseña la paciencia, la confianza, la solidaridad y la perseverancia.
Allahumma: Establece firmemente el imán en nuestros corazones para que así se realice lo mejor de Tu creación.
Amin.

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