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jueves, 19 de enero de 2017

La resplandeciente Fatimah Zahra

Hadrat Fatimah (as) fue la hija predilecta del Profeta Muhammad (saww) y de Jadiyah al-Kubra (as). Esposa del Imam Alí (as) y madre de los nobles Imames, Hasan ibn Ali (as) y Husayn ibn Ali (as).

17/01/2017 - Autor: Yibril ibn al-Waqt - Fuente: Weblog Tashayyu
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Ya Fatimah al-Zahra (as)
Fâtimah bint Muhammad, fue la última y cuarta hija del matrimonio del Profeta Muhammad con Jadiyah bint Juwalid. Era la esposa de Mawlana Imam Alî, y sus hijos fueron Imam Hasan e Imam Husayn. Hadrat Fâtimah nació en la Meca el día 20 del mes de Yumada al-Zani, cinco años después de la designación de Muhammad como Profeta y del inicio de su Misión. Vivió en La Meca desde su nacimiento hasta la emigración de los musulmanes a Medina. Se ha narrado en las fuentes tradicionales tanto sunnis como shiíes que Al-lâh ordenó al Profeta Muhammad no tocar a su esposa Jadiya durante cuarenta días, tiempo en que se entregó al ayuno, la oración y el culto, cuando fue llevado al miraj (viaje celestial), donde comió alimentos celestiales en el paraíso, al retornar de aquella experiencia espiritual volvió a la noble Jadiya y ella quedo embarazada de Hadrat Fâtimah.
Sobre el nacimiento de Hadrat Fâtimah, su madre Jadiyah narró en una tradición: "Cuando llegó el momento del alumbramiento de Fâtimah, envié por las mujeres quraishítas de mi vecindad para que me asistieran. Ellas se negaron rotundamente a hacerlo, alegando que yo las había traicionado por el apoyo que le había dado a Muhammad. Estuve preocupada e inquieta por un rato, cuando para mi gran sorpresa vi a cuatro extrañas mujeres altas con halos a su alrededor, acercándoseme, encontrándome consternada. Una de ellas se dirigió a mí saludándome, y me dijo: ¡Oh Jadiyah! Yo soy Sarah, la madre de Isaac, y las otras tres son María, la madre de Jesus, Asiah, la hija de Mazahim, y Umm Mariam, la hermana de Moisés. Allâh nos Ha ordenado poner nuestro conocimiento acerca de la asistencia de parto a tu disposición. Luego, todas se sentaron alrededor mío y me prestaron los servicios de asistencia del parto, hasta que mi hija Fâtimah nació."
Hadrat Fâtimah fue una de las mujeres árabes sobresalientes y elocuentes, que ibn Tayfur ha narrado en sus sermones un texto titulado Kitabul-Balaghatun-nisa (el libro de la elocuencia de las mujeres). Fue la única dama que acompañó a su padre el Profeta al evento de la mubâhala con los cristianos sirios de Nayran. Hadrat Fâtimah no juró lealtad al califa Abu Bakr y se opuso con firmeza, después de la confiscación de las tierras de Fadak y la usurpación del derecho de su esposo Mawlana Imam Alî al califato, en la cual pronunció un sermón en la Mezquita del Profeta en Medina, que es conocido como Jutbat al-Fadakiyya. Poco después de la muerte del Profeta Muhammad, Hadrat Fâtimah falleció en Medina, el día 3 del mes de Yumada al-Zhani del año 11 de la hégira lunar (29 de agosto del año 632 de nuestra era), y fue enterrada en secreto por la noche.
Hadrat Fâtimah tuvo varios epítetos tales como al-Zahra, al-Siddiqa, al-Tahira, al-Radiyya, al-Mardiyya, al-Mubaraka, al-Batul, etc., y entre estos epítetos, al-Zahra es el más famoso que se une a su nombre Fâtimah al-Zahra (la brillante Fatima, la radiante Fatima y la excelsa Fâtimah). Hadrat Fâtimah al-Zahra y Mawlana Imam Alî, fueron la pareja ejemplar, la manifestación de una sicigia eterna que surge en la eternidad del pleroma del lâhût (divinidad), que mantienen, el uno respecto al otro, la misma relación que las dos primeras hipóstasis del aql (inteligencia) y del nafs (alma). Así la pareja Alî-Fâtimah es el símbolo, la epifanía terrenal, de la pareja eterna aql-nafs. A partir de ahí podemos darnos cuenta de las implicaciones de su persona respectiva. El aql es la sustancia oculta de todo ser y de todo objeto; es la parte suprasensible que necesita la forma visible para manifestarse; es como el cuerpo arquetipo, la masa astral interna del sol, invisible a la percepción humana, con respecto a su forma visible, de la que constituye su aura, su brillo y esplendor. El maqâm (estado, rango, nivel) de Hadrat Fâtimah corresponde precisamente a esa forma visible del sol, sin la que no sería posible ese esplendor ni ese calor. Por eso se le ha dado a Fâtimah un nombre solar: Fâtimah al-Zahra, la deslumbrante, la resplandeciente Fâtimah. La totalidad de los universos está formada por esta luz de Hadrat Fâtimah, esplendor de cada sol que ilumina cada universo posible.
También podemos hablar de una sofianidad cósmica, que tiene su origen en la persona eterna de Hadrat Fâtimah. Como tal, asume un rango triple, una triple dignidad y función. Al ser la forma manifestada, lo que equivale a decir la propia Alma de los Imames, es el bâb (umbral) a través del cual los Imames difunden el don de su luz, igual que la luz del sol procede de la forma del sol que es su esplendor resplandeciente, y no procede de la sustancia invisible de su «cuerpo arquetipo». En segundo lugar, representa también toda la realidad pensable, el pleroma de los significados de todos los universos, porque nada de lo que es puede serlo sin una denominación. Ahora bien, atributo y significado están en el mismo nivel de ser que la forma, y la forma está precisamente en el nivel de ser del Alma, ya que es el Alma-Sofía que confiere denominación y significado. Por esta razón, todo el universo del alma y el secreto de los significados dados por el Alma son el universo mismo y el secreto de Hadrat Fâtimah. Ella es la Sofía, la sabiduría y la potencia divinas que abarcan todas las cosas, la luz divina que ilumina todos los universos. Ésta es la razón por la que además su persona eterna, que es el secreto del mundo del Alma, es asimismo la forma en que se manifiesta, sin la que el Principio creador del mundo permanecería desconocido e irreconocible para siempre.
La categoría ontológica de los Imames en su entidad eterna trasciende cualquier representación y percepción, cualquier medio de expresión y de designación entre las criaturas, mientras que la categoría de Hadrat Fâtimah es el nivel de su epifanía, porque el rango de su ser es el rango mismo del Alma en cada nivel del ser. Así, el nivel de ser de Fâtimah abarca la totalidad de los niveles de conocimiento, de la gnosis, hasta tal punto que el rango de preeminencia respectiva de los Profetas en cuanto a su conocimiento de Al-lâh está en función de su conocimiento de Fâtimah. Incluso los más eminentes de los ciento veinticuatro mil Profetas, los que, antes de Muhammad, fueron enviados a revelar un Libro celeste, incluso ellos están por debajo del rango de Fâtimah, porque todos sus conocimientos, revelaciones y fuerzas taumatúrgicas proceden de ella, pues Fâtimah es la lawh mahfûz (tabula secreta).
De acuerdo con la tradición, Gabriel es en efecto, el ángel de la Revelación y el ángel del Conocimiento, el mensajero enviado a los Profetas. Pero él mismo recibe de sí mismo las revelaciones divinas que les comunica, a través de los otros tres arcángeles que sostienen el Trono: Azrael, Serafiel y Miguel. Tan sólo el arcángel Miguel recibe así directamente una parte del conocimiento que contiene la Tabula secreta, que marca la categoría y la posición de Hadrat Fâtimah como corazón del mundo espiritual trascendente. Hay algunas aleyas coránicas cuyo pleno sentido no puede comprenderse más que a través del tawîl (hermenéutica espiritual) shiíe, como por ejemplo ésta en la que Al-lâh afirma: «¡Sí, lo juro por la Luna y por la noche cuando declina, y por la aurora cuando brilla! ¡En verdad, este signo es uno de los signos mayores. Una advertencia para los humanos!» (Suratul-Muddazzir 74, ayats 32-36). Este Signo entre los Signos mayores es Hadrat Fâtimah al-Zahra entre los Imames de la familia profética.
Si reconsideramos las prerrogativas ontológicas de Hadrat Fâtimah al-Zahra, podemos decir que ella, a través de la cual la existencia terrenal se transfigura en aurora de una Tierra supra celeste, es la teofanía. Un Eterno-femenino, previo incluso a la mujer terrenal, porque es anterior a la diferenciación de lo masculino y lo femenino en el mundo terrenal, del mismo modo que la Tierra supra celeste domina todas las Tierras, celestes y terrenales, y su existencia es anterior a ellas. Esto es así porque Hadrat Fâtimah es el Alma: el Alma de la creación, el Alma de cada criatura, es decir, esa parte constitutiva del ser humano que se muestra sobre todo a la conciencia imaginativa bajo la forma de un ser femenino, Anima. Es lo Eternamente-femenino en el hombre, y por eso también el arquetipo de la Tierra celeste; es el paraíso, nuestra iniciación a ello, ya que es la que manifiesta los Nombres y los Atributos divinos revelados en las personas teofánicas de los Imames, es decir, en los Cielos del pleroma del lâhût.
En la gnosis ismailí se designa a Hadrat Fâtimah al-Zahra como Fâtimah-Fâtir (Fâtimah-Creador en masculino), y se nos invita de este modo a percibir a una altura de resonancia extraordinaria el sentido de la denominación habitual que la devoción shiíe otorga a Hadrat Fâtimah. Ésta saluda en Fâtimah a la «reina de las mujeres». Pero ahora se nos invita a captar su sentido más allá y muy por encima de la diferenciación sexual que constituye la condición de la humanidad terrenal, un sentido que debemos traducir por algo parecido a «soberana de la humanidad femenina» o de «la humanidad en femenino». Lo que debemos entender como femenino es en primer lugar la totalidad de los seres de los universos de lo Posible. Todas las criaturas han sido dotadas de alma, del Anima de los santos Imames; éstas proceden a su vez del «lado izquierdo», como Eva, el Anima de Adán, creada de su costado izquierdo, del mismo modo que la luz del sol está formada con la forma visible y los atributos del sol.
Como la totalidad de las criaturas está dotada de alma, la naturaleza ontológica de los universos de las criaturas, con respecto a los Imames como potencias cosmogónicas, tiene un carácter femenino. En este sentido, los Imames son los «hombres de Al-lâh», a los que así aluden algunos versículos coránicos. Al mismo tiempo también los Imames, que inician sobre la Tierra el ciclo de la iniciación al sentido oculto de las revelaciones, han sido creados a partir del alma del Profeta Muhammad, o son más bien el alma del Profeta. Así nos lo dan a entender algunas aleyas coránicas, como ésta, por ejemplo: «Y entre sus señales está el haber creado de vosotros mismos parejas para que encontréis la calma junto a ellas» (Suratur-Rum 30, ayat 21). En este sentido, los Imames son las «parejas» del Profeta. Es más, como la iniciación no es nada más que el nacimiento espiritual de los creyentes, cuando se habla de la «madre de los creyentes» en su verdadero sentido, hay que entender como «madre», en su sentido verdadero y esotérico, a los Imames. A través de ellos se lleva a cabo efectivamente este nacimiento espiritual, y a ello aluden estas palabras del Profeta Muhammad: «Yo y Alî somos el padre y la madre de esta comunidad.»
Luego, por una parte los Imames, como instrumentos y causas eficientes de la Creación, son los «hombres de Al-lâh»; son masculinos. Pero por otra parte, y simultáneamente, son el alma del Profeta Muhammad, es decir, el Anima, lo Femenino del Profeta a través de lo cual se realiza la iniciación, es decir, la creación espiritual. Ahora bien, ya sabemos que el rango ontológico del Alma y la realidad del Alma son el rango mismo y la realidad de Hadrat Fâtimah. Los Imames, como agentes de la cosmogonía, son masculinos, dado que la creación es su alma; como autores de la creación espiritual, es decir, en su función iniciática, son femeninos, ya que son el Alma, y porque el Alma es Fâtimah. También hemos leído que Hadrat Fâtimah es la teofanía del pleroma supremo, y por eso la función teofánica e iniciática de los Imames es precisamente su capacidad de ser «fatimíes». Su fatimiyya como su «sofianidad» es el sentido de la atribución otorgada a Hadrat Fâtimah al-Zahra como Fâtimah-Fâtir. Sus funciones se corresponde una con otra, de un universo a otro: En el pleroma del lâhût, como Tierra supra celeste donde se asienta; sobre la Tierra terrenal, como hija y Alma del Profeta Muhammad y como origen de quienes son a su vez el alma del Profeta, el linaje de los Imames. Ella es la teofanía y la iniciación; es maŷma al-nûrayn, donde confluyen dos luces, la luz de la profecía y la luz de la iniciación. Gracias a ella la creación tiene una naturaleza sofiánica, y los Imames quedan investidos de la sofianidad que transmiten a sus fieles, porque ella es su alma.
Ahora bien, la meditación primitiva del shiísmo situaba también a Hadrat Fâtimah al-Zahra en el centro de la perspectiva litúrgica de la Fiesta de la mubâhala (adopción espiritual de los mawâli conversos al Islam). Según el hadith qudsî (narración sagrada) relatado por Muhammad Bâqir al-Maŷlisî: «Fâtimah, su padre, su esposo, y sus dos hijos, son los Cinco bajo el Manto.» Esta posición de Hadrat Fâtimah es axial, privilegiada y expuesta; único vínculo «carnal» entre su padre Muhammad, su esposo Alî, y sus dos hijos, Hasan y Husayn; Umm Abîhâ (madre de su padre), único principio de perpetuidad de la raza; escogida para soportar las disposiciones de los juicios de Al-lâh: Ella está en el centro de las «cinco relaciones parentales que ocultan la divinidad.» Hadrat Fâtimah, es la llamada Rûh al-Amr (Espíritu de Al-lâh, en la noche del destino) de un destino en la pre eternidad, la señal creadora, fitra, que predestina a los Elegidos en la Piedad paternal, «paternidad espiritual» del Rahmân Rahîm (El Clemente, El Misericordioso). Bajo este aspecto, el shiísmo denomina a Hadrat Fâtimah con el nombre de un atributo divino: Fâtir (creador).
En la cosmogonía de cinco etapas de los ismailíes, Fâtir, primera emanación, toma el nombre de kunî (imperativo femenino de kun); de conformidad con el hadith de Yabir ibn Abdullâh al-Ansarî: «Al-lâh le dijo, escogiéndola de entre el puñado de los predestinados: kun fayakun (Sé, y llegó a ser)», mediante una purificación pre eterna. No es únicamente la feligresía popular, sino también diversos hadith, desde el año 138 de la hégira lunar (755 de nuestra era), y sobretodo el Umm al-Kitâb (madre de los libros), los que proyectan la gloria de la pre eternidad, el coronamiento de Fâtir, bajo la forma siguiente: Adán y Eva ven de pronto, en el cielo del Paraíso, a una joven espléndida con una tây (corona) de su padre Muhammad, un tawq (collar) o sayf (espada) de su esposo Alî, y dos qurtayn (zarcillos) de sus dos hijos, el uno es de diamantes, por Hasan el envenenado, y el otro de rubíes, por Husayn el degollado. Esta proyección es estática y sólo se dinamiza conforme a una periodización cíclica, que ha variado con diferentes modulaciones, que utiliza los valores numéricos de las letras árabes para caracterizar los años de la hégira. El año de Fâtir es el año 290 de la hégira lunar (903 de nuestra era), es decir, F+A+T+R = 80+1+9+200 = 290. Pero es, por partida doble, un año Fatimiyya porque, para los ismailíes, Hadrat Fâtimah se convierte en ese año en la Mariam Kubra (Suprema Mariam), ya que este año 290 de la hégira lunar significa la conjunción de Fâtir con el nombre de Mariam, es decir, M+R+I+M = 40+200+10+40 = 290.
Sin embargo, la historia nos muestra que, al no hacer distinción en el Islam entre la doctrina y la ley, los ismailíes perseguidos y acosados esperaron a este año 290 para rebelarse en nombre de la justicia. En tres regiones diferentes: En Jurasán, con el dâî Ghiyâz; en el Yemen, con el dâî Mansûr; y en Argelia, cerca de Setif, algunos dâîs predicaron el advenimiento de la justicia, a los 90 años vencido el año 200 de la hégira lunar, en el mes de Rayab. La doctrina cíclica ismailí, esencialmente salmaniana, que aparecía desde el año 120 de la hégira lunar (738 de nuestra era) en Madain, pone en movimiento el Quinario estático de la mubâhala por medio del Septenario, de la tradición de los «Siete Imames» ismailíes, que se remonta también al fundador de la Jattâbiyya en el siglo II de la hégira lunar. Tradición cuyo origen parece igualmente coránico: Los Siete Durmientes de Éfeso, cuya sura es la única leída cada viernes en las mezquitas. Ya que el año hegiriano de los Ahl al-Kahf (Gente de la Caverna), de los Siete Durmientes es presentado en el Sagrado Corán: «Ellos permanecieron en su caverna trescientos años y nueve más» (Suratul-Kahf 18, ayat 25) como el 309 de la hégira lunar (922 de nuestra era), apenas diecinueve años después del 290, los dâîs fatimíes han vinculado los Ahl al-Kahf a su Dâr al-Hiyra (territorio de la emigración) de Ikyân (los siete pilares aún venerados e incensados de los Siete Durmientes de Éfeso que se remonta a la época Fatimí y las fundaciones religiosas que atestiguan la antigüedad de esta fundación),entre los años de 288-290 de la hégira lunar, y correlacionado la fundación de su capital en Mahdiya (Túnez), en el año 309 de la hégira lunar, con la salida mística del Mahdî de la Caverna de Refugio (identificada con Hadrat Fâtimah), donde sus sucesores se habían ocultado.
Es notoriamente creciente la meditación ismailí sobre la fiesta de la mubâhala, misteriosa perspectiva sobre Fâtimah y Mariam en el pensamiento islámico. Hadrat Fâtimah al-Zahra, madre pre eterna de los dos elegidos Imames, destinados a una muerte cruel en pro de la justicia, es una Batûl (virgen); como Mariam, ella los ha preconcebido por el oído, aquiesciendo a su Destino, en la Noche del Mîzâq (pacto), a la voz del Espíritu; y ella les ha originado en el tiempo, confiándoles a un Testigo del Espíritu, un converso extranjero, Salmân al-Farsî, que será quien la entierre en secreto; el que había ido a Amorium a rezar ante los Siete Durmientes; Salmân, el primero de los abdâl (devotos), de los wâlis apotropaicos e intercesores que, en su mayoría, no son árabes, los mawâli directamente adoptados por el Profeta Muhammad y confiados a su hija preferida. Hadrat Fâtimah está identificada como Fâtir en la mezquita de al-Aqsâ de Jerusalén, donde su padre, el Profeta Muhammad, transportado en espíritu, encontró la Jerusalén celeste, que será la suprema qibla del Islam. El vínculo devocional entre la ascensión nocturna del Profeta a Jerusalén y Fâtimah es tal que el barrio de Darb al-Ahmar de El Cairo está dedicado conjuntamente a Hadrat Fâtimah bajo la figura de su homónima Nubuwiyya (iniciación artesanal de la época fatimí) y al isrâ (ascensión nocturna) de su noble padre. Y en Jerusalén, Hadrat Fâtimah está al lado de Salmân, epónimo de la Qubbat al-Silsila (Potencia de la Cadena) en el Mihrab Zakariyyâ.
¿Cuál ha sido el papel de Salmân al-Farsî en la mubâhala? Muchos eruditos han testimoniado su simpatía a favor de la historicidad de Salmân, haciendo de él, el testigo divino de la mubâhala, el árbitro entre los musulmanes y los cristianos, resolviendo su antagonismo mediante una teoría cíclica de la metemsomatosis del imamato y de las demás funciones sagradas de los Cinco del manto. El pensamiento de Salmân, director espiritual de los hijos de Hadrat Fâtimah tras su muerte (matrimonio persa del Imam Husayn, etc.), ha sido el que ha conducido al ismailismo salmaniano a establecer el principio exegético utilizado por los mejores espirituales del shiísmo hasta los escritos de Marandî que nos dice: «El que reúne las dos luces y el lugar de encuentro de Abraham en acontecimientos del señor de los dos mundos, y la madre de los dos descendientes del Imam Alî, Hasan y Husayn, la gran fiel y pura, la intachable señora Fâtimah al-Zahra.» En el ciclo muhammadí, es licito aplicar a Hadrat Fâtimah todos los privilegios reconocidos por el Sagrado Corán a Mariam en el ciclo isawiyya. Ya que ella ocupa un lugar central en la confrontación islamo-cristiana desde el año 10 de la hégira lunar (631 de nuestra era).
En cuanto a la devoción a Hadrat Fâtimah al-Zahra, esta hiperdulía, en el centro mismo de Medina, desde el surgimiento del Islam, vemos en el Florilegio realizado por G. Levi della Vida, en donde se halla un estudio sobre este tema, cuyo plan resumimos aquí: Primero, la oración de Nasîruddîn al-Tûsi denominada Dhât al-Ashân (destacada): «Oh Señora de las Aflicciones, oh tú la secretamente enterrada, la expoliada públicamente, la de rango olvidado y desconocida tumba.» Las festividades de la Mubâhala, la Mawlûdiyi, la Arûsiyî-Quraish, y la Ziyârât (visitas peregrinas a los mausoleos): Cinco en Medina (tres en la Rawda, y dos en la Yannatul-Baqî); segundo, la teología de la Fitra (naturaleza): La Tasliyya (manifestación) divina; y tercero, la curva vital de Hadrat Fâtimah: Psicologías individuales e historia colectiva. Hadrat Fâtima al-Zahra, en realidad, ha sido junto al Profeta Muhammad, la sustituta de su madre, Jadiya, la Rabbat al-Bayt (señora de la casa), asilo de los mustadafîn (pobres, humildes), en la que se amparaba la clientela personal del Profeta, los extranjeros conversos que el orgullo tribal árabe no aceptaba como mawâlis. De ella han heredado los shiíes, a lo largo de los siglos, su afecto por los creyentes pobres y oprimidos, los artesanos y campesinos convertidos. Fue para defenderlos, y no para recibir un patrimonio hereditario, una Sadaqat Ahlul-Bayt (limosna de la Casa del Profeta), como desde el año 61 de la hégira lunar (681 de nuestra era), su nieto Hasan ibn al-Hasan, por lo que Hadrat Fâtimah, solicitó el palmeral de Fadak a su noble padre. El Profeta apenas pensó en ello y murió sin hacer ningún legado, por lo que Abû Bakr, en rigor de justicia, negó Fadak a Hadrat Fâtimah, olvidando que la mujer mazal ala (símbolo de la gracia), no podría ser indefinidamente despreciada y frustrada.
Era necesario que Hadrat Fâtimah al-Zahra, como rehén de la hospitalidad árabe, que rogaba no por ella misma sino por los demás, muriese en el desamparo, enmurada en su duelo filial, reteniendo la mano de su noble padre muerto, la bayat, la promesa de alianza, el Shibbâk al-Rasûl (la ventana del Enviado). Prenda de su promesa de venir a buscarla a ella la primera después de su muerte. Y en efecto, Fâtimah murió 75 días después que el Profeta Muhammad, habiendo dado a luz prematuramente a un niño, muerto al nacer, Muhsin, Sâhib al-Sir al-Yafî (testigo verdadero del secreto oculto), su cenotafio yace al oeste de Alepo en Siria. Muhsin murió como mártir, y es el prototipo de todos los «Santos Inocentes» del Islam. Hadrat Fâtimah fue maltratada como una rebelde por haberse negado a salir de su morada de aflicciones para ir a prestar juramento. Tenía entonces «sueltos los cabellos», noble gesto de supremo desamparo de la mujer libre que habrá de renovar en la Resurrección. Este gesto de la reina abandonada, sin que su príncipe pudiera intervenir, es el origen de toda una futuwwa (caballería) de insurrectos: De fityân (jóvenes y valientes caballeros), de fidâwiyîn (combatientes mártires), puestos al servicio del infortunio desarmado, deshacedores de entuertos, vengadores de los seguidores de Alî, fatimíes acosados y perseguidos; de qurbâniyîn (que ofrecen la propia vida), Abât al-Daym (penitentes del honor), que se negaban a ceder ante la injusticia; recuperan así, al dejarse matar por los oprimidos, la pureza primordial, esencial, divina, de su voto de sangre de caballería. Lo que no quiere decir que hayan comprendido toda la vida secreta de Hadrat Fâtimah, velada más allá de los celos de Aisha por otro celo, el de Al-lâh. Vida de compasión interior, de lágrimas, de plegarias por los muertos en Uhud, y en los cementerios, votos de ayuno: Cosas de poco peso para los teólogos y canonistas musulmanes. Vida que les sobrevuela y está suspendida sobre ellos en el Islam, como una amenaza, cada vez más inminente, de la gracia de Al-lâh: Del voto secreto de la Mujer, virgen y madre, que trasciende todos los axiomas y promesas de los hombres.

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