Cómo fue que ISIS produjo su cruel arsenal a escala industrial
05 DE ENERO DE 2018 10:00 PM
ACTUALIZADO 05 DE ENERO DE 2018 10:00 PM
Cuando terminaba la primavera, las fuerzas iraquíes que combatían al Estado Islámico (EI) en Mosul descubrieron tres lanzagranadas con una característica inusual: un líquido espeso se derramaba de las ojivas. Las pruebas que se realizaron posteriormente arrojaron como resultado que las ojivas contenían un primitivo agente vesicante parecido al gas mostaza, un arma química prohibida que quema la piel y el tracto respiratorio de las víctimas.
Los cohetes químicos improvisados fueron los últimos de una serie de armas que desarrolló el EI durante el mayor proceso de fabricación de armas yihadista del que se haya tenido conocimiento reciente.
Las fuerzas de combate irregulares, con acceso limitado a mercados mundiales de armamento, fabrican sus propias armas de forma rutinaria. Sin embargo, el EI llevó la práctica a otro nivel, con producciones “que nunca habíamos visto” de una fuerza que no perteneciera a un Estado, explicó Solomon H. Black, un funcionario del Departamento de Estado que rastrea y analiza armas.
Personal que se dedica al desminado humanitario, ex técnicos del ejército encargados del desecho de artillería explosiva y analistas de armas que trabajan en zonas que tomó el EI dieron a The New York Times decenas de informes y una cantidad aún mayor de fotografías y dibujos en los que se detallan las armas que ha desarrollado la organización miliciana desde 2014, cuando estableció el autoproclamado califato en Siria e Irak.
En los documentos se concentra todo el trabajo de un equipo con mentalidad yihadista: un sistema de producción de armamento en el que se combinaban la investigación y el desarrollo, la producción en masa y la distribución organizada para amplificar la resistencia y poderío de la agrupación miliciana.
Las armas que produjo y utilizó el EI en contra de sus enemigos armados en varios frentes y en contra de civiles que no apoyaban a su régimen eran de una diversidad innovadora y familiar. A veces eran excepcionalmente crueles.
En un informe se detallaba que antes de que fueran expulsados de Ramadi, los combatientes del EI enterraron una enorme carga explosiva debajo de un grupo de casas y la conectaron al sistema eléctrico de uno de los edificios.
Se creía que las casas eran seguras. No obstante, cuando una familia regresó y conectó un generador, su casa voló por los aires a causa de una inmensa explosión, según Snoor Tofiq, jefe de operaciones a nivel nacional de Ayuda Popular Noruega, organización que está quitando armas improvisadas de zonas que abandonó el EI. Murió la familia entera, mencionó.
Craig McInally, otro jefe de operaciones de la organización noruega de desminado, señaló que había una cantidad indiscriminada de dispositivos explosivos por todas partes, entre los cuales al aparecer se encontraban cuatro calentadores y un generador que se recuperaron cerca de Mosul.
Los calentadores y el generador, los cuales son útiles tanto para civiles desplazados como para combatientes, estaban llenos de explosivos escondidos. Según McInally, las bombas habían sido configuradas para explotar si una persona se les acercaba o intentaba moverlas.
Si se suman el alcance y la escala de la producción del Estado Islámico, quedan demostrados los peligros de una organización miliciana determinada a la que se le permite cumplir sus ambiciones en un espacio grande y sin gobierno.
Algunos componentes de las armas, por ejemplo, eran en esencia estandarizados, incluidos los cebos de las municiones moldeadas por inyección de fabricación local, municiones para lanzamisiles de hombro, municiones para mortero, partes de bombas modulares y minas terrestres con el cuerpo hecho de plástico que fueron sometidas a una gran cantidad de mejoras. Muchas de las armas se produjeron en cantidades industriales.
Los hallazgos también incluían los que al parecer eran prototipos de armas que no fueron seleccionadas para la producción en masa o que fueron abandonadas en el desarrollo, entre ellas proyectiles llenos de sosa cáustica y municiones para lanzamisiles de hombro que contenían un agente vesicante.
A pesar de que el EI ha sido expulsado de casi todos los territorios que ocupó en Irak y Siria, los funcionarios de seguridad afirman que sus avances representan riesgos para otras zonas, pues sus miembros se mudan a otros países, sus miembros extranjeros vuelven a sus lugares de origen y los veteranos de su red de producción de armas recopilan y comparten conocimiento y técnicas en línea.
“Están diseminando este conocimiento por todo el mundo”, aseguró Ernest Barajas Jr., un ex técnico de infantería de marina especializado en el desecho de artillería explosiva que ha trabajado con organizaciones que se encargan de retirar artillería en zonas que ocupó el EI. “Se está yendo hacia las Filipinas, está en África. Es una situación que seguirá creciendo”, agregó.
El fruto de la insurgencia
Se conoce bien cuál es una de las razones por las que el EI tiene ese nivel de sofisticación: sus programas de armamentos surgieron de los grupos insurgentes que combatieron la ocupación estadounidense de Irak de 2003 a 2011.
Los grupos milicianos sunitas y chiitas se volvieron expertos en la fabricación de bombas improvisadas, tanto a partir de municiones convencionales abandonadas por el ejército iraquí en 2003 después de ser derrotado como con ingredientes que preparaban los fabricantes de bombas por sí solos. Los funcionarios estadounidenses afirman que ciertos grupos chiitas recibieron asistencia técnica y componentes de Irán.
Los fabricantes de bombas sunitas también desplegaron armas químicas, en algunas ocasiones combinando dispositivos explosivos con cloro, una sustancia tóxica que se puede usar legalmente, y en otras en bombas hechas de cohetes químicos deteriorados o proyectiles que dejó el extinto programa de armamento químico de Irak.
El Estado Islámico, el cual evolucionó de Al Qaeda en Irak, se basó en la industria letal de sus predecesores.
McInally afirmó que la producción de armamento de la agrupación parecía estar centralizada y que se consideraba con sumo cuidado.
Señaló que, cuando el personal que se dedica al desminado ha encontrado armas, a menudo se ha topado con dispositivos improvisados que tienen un diseño modular que permite que los combatientes del EI escojan de entre diversas partes uniformes para ensamblar los dispositivos lo más rápido posible. Las partes separadas se produjeron de un modo inconfundible para que se combinaran antes de usarse.
“Es una colección de placas de presión, hay otra de cargas y una más de interruptores”, explicó McInally. “Componentes que se pueden conectar según sea necesario. Es ingenioso. Es impresionante”.
The New York Times está omitiendo en este artículo los detalles técnicos de las armas y las mezclas explosivas que fueron descritas, con el fin de evitar que se disemine información útil para los imitadores.
Barajas señaló que las cargas explosivas se estandarizaban aún más: por medio de un “explosivo casero” que se hacía con una receta que el grupo afinaba y producía a escala industrial.
Barajas mencionó que la mezcla es una combinación muy conocida de fertilizante de nitrato de amonio y aluminio que tiene una larga historia de uso en muchos conflictos, incluido el de Irak. Sin embargo, el EI mejoró el explosivo al agregar otro material que facilita su detonación. The New York Times ya había documentado la importación que había realizado el EI desde Turquía de grandes cantidades de nitrato de amonio, junto con secciones de tubería pesada.
El EI también se ha dedicado a la recolección organizada, incluida la de bombas defectuosas hechas en Estados Unidos que arrojaron los aviones de guerra de la coalición para reutilizar su poder explosivo. Un conjunto de fotos que proporcionó el personal de desminado muestra cómo el grupo organizó un desguace al aire libre para abrir las bombas estadounidenses que se arrojaron desde aviones y no explotaron, con el objetivo de sacar el explosivo que tenían dentro.
Estos explosivos suelen ser más poderosos y confiables que los caseros. Barajas afirmó que el EI utilizó lo que había recolectado para darle un uso prioritario: los ataques suicidas.
“Cada vez que hice una prueba de explosivos en la artillería que estaba enterrada, si encontraba que estaba conectada a los interruptores de presión, el resultado que obtenía era ‘explosivo casero’”, comentó Barajas. Sin embargo, los explosivos que tienen los chalecos y los cinturones explosivos eran compuestos como el RDX y TNT, los cuales se habían extraído de artillería convencional, agregó.
No todo lo que ha desarrollado el EI ha sido eficaz. Cuando los diseños experimentales fallaban, los ingenieros del EI hacían cambios o dejaban de trabajar en ellos.
Según un funcionario del gobierno estadounidense que examinó un análisis del lanzagranadas lleno de agente vesicante, es probable que las armas no tuvieran una trayectoria predecible y precisa. Los rayos X demostraron que solo las habían llenado parcialmente y que eran inestables.
Dispuestas para un uso despiadado
Muchas de las bombas del EI se han utilizado en contra de las fuerzas militares y policíacas que lo combaten. Aso Mohammed, una de las personas encargadas del desminado que trabaja con la Fundación Suiza para el Desminado, señaló que, según sus cálculos, los dispositivos explosivos improvisados habían sido responsables de 60 por ciento de las bajas de los soldados peshmerga del norte de Irak.
No obstante, otros usos fueron consistentes con la indiferencia bien documentada del EI hacia el derecho internacional y las consideraciones humanitarias, lo cual queda en evidencia en sus secuestros, ejecuciones públicas, producción de videos “snuff” y bombardeos a espacios públicos.
En un comunicado preparado, el ejército de Estados Unidos en Bagdad mencionó que las fuerzas de la coalición han recuperado y destruido osos de peluche con bombas escondidas. El personal que se encarga del desminado y sus supervisores en Irak con frecuencia intercambian informes y detalles de otras trampas que pone el EI, entre ellas en muñecas, animales de peluche y camiones de plástico, así como tazas de té, extintores, linternas y copias del Corán.
Dos de los encargados del desminado, Steve Kosier y Mohammed, de la organización suiza de desminado, señalaron que las armas locales que hacía el EI habían evolucionado de una forma predecible y funesta. Los dispositivos improvisados que alguna vez estuvieron conectados a una sola placa que provocaba la explosión de la bomba, con el paso de la campaña, fueron conectados a varias placas: una adaptación que tenía buscaba detener a los encargados del desminado cuando despejaban los edificios, los caminos y el terreno.
Kosier mencionó que había desarmado una bomba improvisada que “tenía cuatro placas de presión alrededor del contenedor y cada placa tenía una batería de 9 voltios”. Cada placa estaba conectada por medio de un circuito eléctrico separado a un contenedor de potentes explosivos caseros, los cuales a su vez tenían debajo un “dispositivo antilevantamiento”: en esencia, una trampa añadida a una trampa que de por sí ya era compleja.
El objetivo de esas trampas, afirmaron los encargados del desminado, es asesinar a las personas que intentan hacer que el territorio que fue del EI sea seguro.
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