Se notó en los comicios del 2 de
julio que muchos no votaron por
la mejor opción, todas eran im-
presentables. Se votó con el hígado,
para que el otro no gane. Así la oposi-
ción, que no tenía cómo ensalsar a
Xóchitl Gálvez, como los de Morena,
con una candidata globalista, emba-
rrada de narcotráfico y con una ges-
tión funesta en la capital del país.
Se nos presentó a una loba des-
nuda, Xóchitl, contra otra en piel de
oveja. Porque los panistas y priistas
no pueden ocultarse, y el pueblo no
los quiere. Mientras Claudia Shein-
baum, esperanza de la esperanza,
porta un disfraz rabón para sus garras
‒pero su gente hace que no las ve.
Así, Xóchitl era la “menos peor”, el
regreso claro a lo que ya no se quiere;
el pueblo sabría que ella no le repre-
senta y lucharía por un cambio.
Y Claudia será como pasó con el
PRD, con Fox, AMLO y Morena: el
pueblo hace de la vista gorda, aban-
dona comodino toda lucha, solapa tro-
pelías o incluso las justifica ¡y se hace
cómplice!, lo que permite a los políti-
cos ir escalando en la corrupción.
¿Otra vez pasarán sexenios para
que los hechos caigan por su propio
peso y se rompa el hipnotismo?
Además, no se necesita ser psicó-
logo para notar la tendencia egocén-
tica a repetir el error antes que reco-
nocerlo, tanto cuanto más grande fue
el engaño y más fue vehementemente
defendido. El miedo al ridículo votó
por Claudia. Miedo a ser objeto de
burlas en este sistema político de fa-
natismos, de debates y no de diálogo,
de competencia y no de cooperación.
Asimismo, actuó el miedo a la
justicia en los líderes de la corrup-
ción, como el presidente “Rey del
Cash” y familia, su candidata y los
operadores políticos que se benefi-
cian y son cómplices de la llamada
“Historia Secreta”. La desespera-
ción por ganar a toda costa era ésa:
salvar el propio pellejo, la propia in-
munidad política, mantenerse im-
pune, “haiga sido como haiga sido”.
Y lo más a flor de piel circula en
videos: clientelismo y compra di-
recta de votos; intimidación a servi-
dores públicos; narcofinanciamiento
y amenaza a pueblos enteros; re-
nuncias y asesinato de candidatos;
constante intromisión del rey; viola-
ción a las leyes; compromisos incon-
fesables. ¿INE morenista?, sí. Y un
PREP manipulado, encuestas amañadas; desvíos al erario; actas duplica-
das; embarazo, robo y quema de urnas; grupos de choque; anulación de
boletas; compra de casillas y cierres anticipados; millones no pudieron vo-
tar, pero sí los muertos, y avatars que ya habían votado; acarreo hasta ¡de
migrantes!; padrones inflados; más votos que habitantes; observadores a
modo o bloqueados; votos y computos falsos; caída del sistema a media
noche... ¡y todo cambió patas arriba! La elección debería anularse.
Más lo inaudito: Claudia ¡ganó más votos que López Obrador (AMLO)
en 2018!, ¿ahora, que tienen al país en contra?, luego de perder 15 millo-
nes de votos en la revocación de 2022. No sólo la oposición está en shock
por ello: los propios morenistas están asustados por su rotunda “victoria”.
Se pasaron de tueste con la corrupción. Pero lograron que los resultados
aparecieran al revés de su aplastante derrota. Son los campeones del
fraude, ¡felicidades!, ¡qué listos! ¡qué diferentes! Y de ribete, muchos opo-
sitores aceptan los resultados, se reacomodan ¡y como si nada!
No podía ser de otro modo. El sistema cumplió su objetivo: corromper,
evitar la democracia y dividir al pueblo. La lucha civil debería cambiar este
sistema electoral, que en teoría es de derecha y en la práctica también de
“izquierda”. Y lo primero es no acudir a sus urnas, para poder organizar un
nuevo sistema político, otro modelo de Estado, una “Revolución sin pro-
testas”. ¿Hasta cuándo nos engañarán los partidos? ¿Una insurrección se
asoma?, ¿habrá desobediencia civil?, ¿ingobernabilidad?
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