EL l 6 de octubre, ciu-
dadanos y organi-
zaciones de distin-
tas entidades del país se
reunieron en la plaza del
“Árbol de la Noche Victo-
riosa” (antes “triste”), para
dar a luz una nueva na-
ción, llamada República
Federal Pluricultural de
México.
Ciertamente no parece
una república y tal vez no
lo sea, pues no hay divi-
sión sino unidad de pode-
res; ni hay partidos políti-
cos ni presidencialismo; ni una oligarquía capitalista de clase; ni un élite
socialista de “centralsimo democrático” que tenga todo de centralismo y
nada de democrático. Ni es una monarquía, no hay un rey.
Se trata de una verdadera democracia en respuesta a un Estado fallido.
Un nuevo paradigma donde el pueblo concentra todos los poderes y los
gobernates están para “mandar obedeciendo”; un nuevo modelo de Es-
tado que pertenece a los pueblos y no pueblos que pertenecen al Estado,
pueblos que se enaltecen y no se someten a los gobernantes.
Es una suerte de revolución pacífica y desovbediencia civil, que bus-
cará deslindarse del actual gobierno en todo lo posible, a fin de reconstruir
el país con un plan de ruta ya existente: la Nueva Constitución Mexicana
2024, perfectible y en construcción, abierta a nuevas aportaciones ciuda-
danas, fruto de diez años de asambleas como Nueva Constituyente.
El psícólogo, filósofo y educador, Marco Murueta, ha sido impresindible
para mantener semejante osadía durante tanto tiempo, no obstante los
altibajos propios de toda organización, y pese a las presencias partidistas
que aún tienden a desviar los esfuerzos en favor del gobierno oficial y de
los ya viejos esquemas “republicanos” que han causado tanta injusticia en
todo el mundo. No ha sido fácil mantener el rumbo de la autonomía.
Tampoco ha sido fácil definir un paradigma que no repita los vicios de
las llamadas “derecha” e “izquierda”, que en los hechos se parecen tanto.
Ni es cualquier cosa mantener una dinámica de diálogo que unifique y
construya, y no el debate del sistema de partidos, que confronta, divide y
destruye a las organizaciones. Ni ha sido fácil ceder cuando las cosas no
son como a uno le gustan o son imperfectas, a fin de obtener acuerdos y
avanzar.
En un conmovedor ambiente de
cantos populares y combativos, acu-
dieron compañeros que participan en
esta construcción desde distintas re-
giones, y que se les reconoce como
representantes y promotores del naci-
miento de este México nuevo y alter-
nativo. Todos ellos recibieron una
banda presidencial, lo que indica una
junta de gobierno que no depende de
una sola persona, son la Asamblea
Nacional de Autogobierno (ANA).
Se recibieron saludos desde otros
países. Se cantó “La maldición de la
malinche” y “El pueblo unido jamás
será vencido”, entre otras canciones.
Se efectuó el Ritual Tlalmanalli; canta-
ron el Himno Nacional; y tomaron pro-
testa, no sin el discurso fundacional de
lo que significa este momento para la
historia del país.
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