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martes, 3 de julio de 2012

COLONIALISMO, CAPITALISMO Y EL ISLAM
Reflexiones sobre la historia.
por Abdulhasib Castiñeira

La fundación de los Estados Unidos tiene sus orígenes en la codicia y la huida del antiguo régimen. Los Estados Unidos, Canadá y Australia fueron las tierras de expansión de una Europa sofocada y asfixiada por la irracionalidad y la tiranía del Cristianismo Romano. En su ansia de independencia y liberación, la sociedad cristiana europea reaccionó primero, en el siglo XVI, con la Reforma Protestante, que en el curso de dos siglos sirvió de antesala al Racionalismo del siglo XVII (Descartes) y a la Ilustración del siglo XVIII (Montesquieu, Voltaire, Russeau). Ambas desembocaron en la Revolución Industrial.

En el siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces, esta huída de las mazmorras de una doctrina opresora, causante de una sociedad injusta y oscura, lleva a los europeos a una “iluminación” racionalista. La Ilustración, en su reacción, se rebela no solo contra la religión, sus dogmas y su jerarquía, sino contra Dios mismo, que había sido el fundamento primero de la creencia y la razón de ser del hombre y de la historia. Así nace el laicismo que ahora domina Europa.

Esta misma fuerza que se manifiesta en el campo de las ideas, se manifiesta también en el ansia de conquistar los espacios naturales y territorios del planeta, en la llamada Época de los Descubrimientos. Esta comenzó con las conquistas españolas y portuguesas al final del siglo XV, que inauguraron la era de los Imperios Europeos, y no concluye hasta la extinción del Imperio Británico, bien entrado el siglo XX.

Los primeros emigrantes a la costa oriental de Norte América en el siglo XVII -y después a Canadá, el Caribe, India, Nueva Zelanda y Australia- ya portan consigo el germen de la revolución, un modo de racionalizar la explotación de la naturaleza para crear un mundo mejor sin Dios. Primero las ideas de la Revolución Francesa (1789-1799) y de la Ilustración, mas tarde las teorías de Charles Darwin (1809-1882) y de los economistas, que nacen en Europa, se expanden en los nuevos territorios de colonización y constituyen el fundamento ideológico de todo el colonialismo. La presencia de comunidades religiosas tradicionales procedentes de Europa, como judíos, protestantes y católicos y la de aventureros, ex presidiarios y buscadores de fortuna, junto con idealistas de un mundo nuevo, libre de las cadenas con las que durante siglos la Iglesia y la doctrina cristiana habían subyugado al viejo continente, constituyen los elementos componentes de las nuevas colonias.

La intención y el motor del colonialismo europeo fueron las ambiciones mundanas, del mismo modo que el motor de las grandes conquistas españolas y portuguesas en los siglos XV y XVI, en América, África y Asia, había sido la codicia material y el ansia de señorío y de imperio, seguidas de cerca por las conquistas holandesa y británica [1] con el mismo carácter. El ímpetu decisivo es el ansia de poseer, de dominar, de explotar la riqueza y de imponer por la fuerza y la violencia una civilización, que se arrogan como superior, a unos pueblos considerados siempre sin excepción como primitivos, sumidos en la ignorancia, la superstición y el oscurantismo. De este esfuerzo de sometimiento de los “pueblos atrasados” nace la Antropología, para estudiarlos como se estudia a los animales. El genocidio de los indios en América [2], la esclavitud de los africanos [3], y el exterminio de los aborígenes de Australia [3] son consecuencias trágicas de esa actitud.

Pero lo significativo, que explica el nacimiento del Capitalismo y su desarrollo cancerígeno, corruptor y depredador, creador de inmensas desigualdades, destructor del medio ambiente, es que en la intención de las conquistas del Nuevo Mundo, especialmente las del siglo XVII y XVIII está ya el germen materialista, la visión de conquista y la ambición de dominio de la naturaleza desarrollado por el racionalismo ilustrado… La presencia de comunidades cristianas tradicionales no altera sustancialmente este rasgo dominante sino que, al final, esas comunidades fueron puestas al servicio de un proyecto mundano que carece de guía. El deísmo cristiano es una fuerza mas que se suma al proyecto de dominio racional de la naturaleza para crear un mundo mejor sin Dios.

¿Cómo se explica sino que ahora, entrados en el siglo XXI, los Estados Unidos, defensor tradicionalmente de las libertades cívicas y de la doctrina humanista [5] esté creando nuevos campos de concentración y de tortura y esté practicando formas de persecución, control de los movimientos, encarcelamiento, detención sin pruebas, interrogatorios con medios sofisticados de tortura física y psicológica?

La explicación es clara. En su crecimiento triunfalista y en su expansión que pretende ser ilimitada -lo cual es contra natura- de un entramado económico, y en su ansia de dominio y de mayores ganancias materiales, los Estados Unidos -y el mundo que le es fiel en esa misma visión materialista de la existencia- se han encontrado con un obstáculo insalvable. Tanto Europa Occidental, la matriz de la que proceden los pobladores de otros territorios de expansión, Norteamérica, Australia...etc., y también los antiguos rivales que tenían otra versión, mas tosca, de un proyecto de dominio racional de la naturaleza para crear un mundo mejor sin Dios: los estados “ex -comunistas”, se han encontrado con un único y muy incómodo escollo: los creyentes que siguen la revelación. Se han encontrado con el Islam.

En su momento, también el Islam se había extendido de un modo extraordinariamente vertiginoso y rápido por la tierra. Sin embargo la expansión del Islam no estaba impulsada por la codicia material sino por una fuerza espiritual, con la intención de agradar y obedecer a Dios, de establecer la justicia en la tierra, de establecer la adoración a Allah y de que Su ley y Su Din fueran triunfantes. Allí donde los musulmanes llegaban, los corazones de hombres y mujeres se iluminaban. Las sociedades también, con un gobierno justo, magnánimo y compasivo –en las que la Shariah ordenaba la realidad social y económica, y donde las ciencias de la conducta, la creencia y el conocimiento de Dios, ordenaban la realidad interior de los individuos. Las comunidades de los creyentes del Libro han sido siempre respetadas. Las naciones y pueblos de fitra, o en un estado natural, a los que les llegó el Islam no fueron nunca exterminados ni asimilados, fueron elevados a una vida mejor y transformados por su contacto con la sabiduría profética del Islam en pueblos nobles, orgullosos de su propia herencia. Eso explica la inmensa diversidad de pueblos, razas y culturas del mundo musulmán en África, Asia y Europa. Mongoles, chinos, turcos, persas, albaneses, bosnios, indios, malayos y africanos, son todas naciones que han preservado sus identidades, sus lenguas y sus tradiciones y las han desarrollado y refinado de una manera propia durante siglos, después de adoptar el Islam.

Una cuarta parte de la población mundial, al menos, no esta dispuesta a aceptar ciegamente el paradigma capitalista [6], y este es el asunto. El conflicto actual que se manifiesta en Guantánamo, en Abu Ghraib, en los campos de detención y tortura secretos de la CIA y en la feroz propaganda contra el Islam en los medios de comunicación capitalistas, es el conflicto primario, antiguo, recurrente, entre los que creen en la revelación, en Dios, en los Profetas y en otra vida y los que creen en su propio poder y en un sistema para reformar, para mejorar el mundo salvaje, dominar y explotar la naturaleza. Como Faraón de Egipto, los emperadores Aztecas, Nemrod de Babilonia, como los Quraish de Arabia y ahora los titanes del capitalismo. De ellos habla el Corán:

Cuando se les dice: “no corrompáis las cosas en la tierra” responden: “Si nosotros sólo las hacemos mejores”. ¿Acaso no son ellos los corruptores, aunque no se den cuenta?”

(Coran, Surat de la Vaca, aleyas 10-11)

Relató Umar Ibn al Jattab, el segundo Califa, que Allah esté complacido con él, que había escuchado al Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y le de paz, decir:

”Innama al ‘amaalu bin-niyat”, “Verdaderamente que el resultado de las acciones es de acuerdo a las intenciones”.

Esta sabiduría profética no hace sino poner de manifiesto una realidad que se constata tanto en la dimensión personal como en la colectiva. El germen que determina el desarrollo de una acción se contiene en la intención con la que se emprendió. No se pueden esperar frutos, resultados y consecuencias distintas de los que estaban en el germen inicial. De aquellas aguas vienes estos lodos. El laicismo y los derechos del hombre son rebeldía contra una doctrina opresiva y antinatural del cristianismo. Son reacción, y en un sentido son una reacción saludable, son una negación que reclama una afirmación, pero no son la solución final sino solo un paso. La creación de los Estados Unidos de América, el american way of life y el actual superpoder único capitalista, son el resultado del germen de la conquista: crear un mundo mejor sin Dios, sin obediencia a los mandatos y límites revelados, sirviéndose de la racionalidad y del humanismo: sucedáneos sustitutivos de la creencia (Iman) y del modelo profético de perfección humana.

El crecimiento cancerígeno, exponencial, especulativo del capitalismo corporativo es el resultado lógico del germen inicial de ambición y de la codicia de los colonizadores europeos, que empezaron por desembarazarse de las restricciones impuestas a las transacciones comerciales por todos los profetas y mensajes revelados, legalizando la usura. Una aventura que perdió desde su inicio mismo la justa medida, la que permite un desarrollo armonioso y contenido, dentro de los límites de la amana concedida al hombre por su Creador.

El elemento diferenciador, el punto de separación, entre los musulmanes y los nuevos faraones no será político ni ideológico, sino espiritual. Por eso los fundamentalistas y yihadistas tienen asegurado el fracaso, porque el elemento de superioridad es la intención y la fidelidad a lo pactado. Este elemento no es reactivo, ni tiene odio en su médula, sino obediencia, confianza, seguridad y certeza.

La confrontación es real. La contienda es innegable y es cruenta, pero el factor decisivo no son los discursos vehementes, ni tampoco -mucho menos- los actos desesperados de impotencia y de terror. El factor decisivo es, como ha sido siempre en este mismo enfrentamiento, la luz de la taqwa de Allah, la consciencia de Dios. El factor de éxito será en esta época, como lo ha sido en el pasado, la ayuda divina a los siervos sinceros de Allah, que se han transformado a sí mismos por las ciencias y los conocimientos correctos de la Revelación y por actos cuya superioridad esta determinada por el valor, la generosidad y la sinceridad de los que anhelan la faz de Allah y Su satisfacción.

Tetouan, 8 de agosto , 2005

[1] La Compañía de las Indias Holandesas se funda en el 1602 y sigue activa hasta el 1942. Inglaterra inicia la colonización de América en el siglo XVI. En 1707 a los dominios ingleses se unen los escoceses (Canadá, Jamaica, Nueva Zelanda y Australia). Las primeras colonias en la India datan del comienzo del siglo XVII y a partir del declive Mogul, en 1757, su dominio del Subcontinente Indio es completo.

[2] Según Ward Churchill, profesor de estudios étnicos de la Universidad de Colorado la población autóctona de Norteamérica que se estimaba en unos 12 millones en el año 1500, pasó a ser de unos 237.000 en el año 1900, uno de los mas feroces genocidios de la historia humana.

[3] Se calcula que desde 1619 hasta 1865 medio millón de africanos fueron vendidos como esclavos en la colonias de América y en el censo de 1860 había en los Estados Unidos cuatro millones de esclavos descendientes de estos.

[4] Un estudio interesante sobre el genocidio de los aborígenes de Australia www.istor.cide.edu/archivos/num_23/dossier1.pdf

[5] El humanismo es la doctrina sustitutiva de la que se ha dotado el capitalismo para remplazar a la guía de la Revelación.


[6] Sobre Islam y Capitalismo es muy esclarecedor este articulo de Sidi Karim Viudes: http://www.cislamica.org/pensamiento/historia/elislamyelimperio.html

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